70.3 DUBÁI

Antes de que te des cuenta llega la primera competición de la temporada. Que raro es siempre competir a principio de año. Por más que intentes convencer al cuerpo, este parece no estar preparado. Es inicio de temporada, hace frío y se le hace raro tener que meterse en el mar tan pronto. Tienes la sensación de haber perdido la práctica de todo. Y la cabeza… en vez de ayudar, parece estar en total sintonía con él. Por más que trates de convencerla, todavía no quiere saber nada de competir.

 

Por estos y otros motivos y a pesar de ir siempre a darlo todo, me tomaba esta carrera como una simple toma de contacto. Se trataba de poner el cuerpo a prueba, ver como respondía y poder hacer una valoración a estas alturas del año. Eso siempre es un arma de doble filo, pero… hay que arriesgarse.

 

Como siempre pasa en estas carreras tan tempranas, iba a contrarreloj con todo. El material acababa de llegar (bici, ruedas, mono, etc.) y me faltaba rodaje y adaptación. Las fuerzas y el nivel de forma aun no están en su punto óptimo. La cabeza está desordenada, perdida y apagada. Y llevaba solo un mes entrenando con Iván Muñoz que, a pesar de encontrarme cada día mejor, cuanto menos me creaba incertidumbre.

Para no ser menos y dándole a la prueba la mínima importancia, nos fuimos a Dubái con el tiempo justo. Javi por supuesto venía conmigo. Además, el también competía. Lo bueno de llegar con poco margen es que no te da tiempo ni a ponerte nerviosa. Fue casi llegar, hacer toma de contacto y competir. Sufrimos las horas de sueño del vuelo (el jet lag), el cambio horario y el cambio de clima. Pasar de invierno a verano es un choque importante para el cuerpo, pero que gusto ponerse de corto en enero. .Jejejejejeje.

El nivel en Dubái era altísimo. Como siempre. Parece que la gente tiene ganas de competir, de intentar clasificarse y de llevarse pasta (¡Eh! que yo me incluyo en las tres cosas, je, je). Se trata de una carrera muy chula y muy bien organizada. De esas que cuidan con mucho mimo y detalle al triatleta. Y eso se nota en la afluencia de participantes. Además de verme las caras con varias rivales de mi nivel, me las tenía que ver con tres tops mundiales. Así que, la lucha por entrar en el top 5, veía que iba a ser muy dura. No me preocupaba, la verdad. Me sentía aun muy dormida como para poder pelear ahí. Y ni siquiera me planteaba las posibilidades de clasificarme al mundial. Solo había un slot. Una única plaza. La ventaja es que como las tres tops mundiales ya la tenían, esa posibilidad correría hasta la cuarta (siempre y cuando el pódium fuese el esperado), pero a priori era una quimera.

 

Viernes 1 de febrero. La competición ya estaba ahí. Y parecía que llegaban las ganas, la concentración y la energía positiva. Los nervios parecían que aun no entraban en juego. Se agradecía.

7.03h. Suena la bocina que nos da la salida de inicio a las chicas. Solo tres minutos más tarde de que lo hicieran los chicos. Y con ese pitido me meto corriendo en el agua y a luchar contra mis rivales. Y contra mí misma. Al mismo tiempo que se activaba todo mi sistema nervioso.

Se forma un pequeño embudo delante de mí que me hace perder los puestos de honor y, enseguida, veo como se escapan dos, o tres triatletas. Una sé que se iba a escaparse de todas formas. Holly nos iba a meter, fácil, dos minutos en el agua, pero el resto no debían nadar mucho más rápido que yo. Y, aunque intento colocarme, pierdo la estela de mi barco y, literalmente, me quedo a la deriva. A los quinientos metros de carrera, aproximadamente, las escapadas parecen desaparecer. De golpe ya no las veo y pierdo las referencias. No tenemos nadie que nos guíe y ni vemos la boya. El sol nos pega de cara y no se aprecia nada. Era una natación difícil. Había que hacer un semicírculo de playa a playa superando el espigón. Solo teníamos tres boyas que dejar a la derecha, las demás eran independientes a la competición. Y yo, y el resto que iban conmigo, nos adentramos mucho más hacía mar adentro (hicimos una boya más. Calculo que unos cien metros y eso lo tuvimos que rectificar).

Sabía que había nadado de más y que el tiempo no había sido bueno, a pesar de encontrarme bien en el agua. Sin embargo, ya no valía lamentarse y tenía que aprovechar la “ventaja” de salir con gente del agua para no quedarme sola en bici. Y más, en un circuito como este donde el viento iba a ser nuestro enemigo (aunque tuvimos mucha suerte, todo hay que decirlo). El hecho de no perder comba me hizo ponerme muy nerviosa en la transición y tuve problemas para quitarme el neopreno (con un tropiezo incluido) ¡uf! Ya esta aquí la Judith de siempre. Te estaba esperandome dije a misma. No sé por qué, pero me pongo muy muy nerviosa en las transiciones. Son los momentos en los que me siento observada, en los que noto las miradas del público, de las cámaras, del speaker, de los árbitros… y eso no me deja controlar mis acciones. Me vuelvo torpe… nula. La presencia de un fotógrafo español animándome seguro que influyó (aunque no le culpo; pobre). Pues, a pesar de una mala transición donde me peleé con el casco porque la visera estaba muy empañada (no era capaz de colocarla en la parte superior del casco y luego no era capaz de recolocarla de nuevo en su sitio). Visto lo visto, decidí no ponerme los calcetines (por no perder más tiempo) y así conseguí salir con mis rivales y empezar con ellas el sector ciclista.

La bici se resume muy rápido. Fue muy duro para mi, pero a la vez muy fácil. Fue muy luchada, pero a la vez soñada a pesar de un contratiempo que se fue repitiendo continuamente y que sin embargo supe mantenerlo bajo control. Igual que a mis dos rivales, que se pusieron en fila delante de mi y conseguí, por primera vez en la historia de mis competiciones, que no se me escaparan en los 90 kilómetros. Eso fue muy importante. No solo era clave para mantenerse en carrera y luchar por el top 5, sino que a nivel personal significaba mucho poder custodiar, por fin, una rueda en carrera. No un ratito, sino todo el recorrido. Cosa que siempre se me resistía por un motivo u otro. No era una rueda cualquiera. Luchar por seguir a Sarah Lewis fue realmente muy pero que muy duro. Agonicé para no perderla. No exagero. No me permití ni un respiro. No me di ni un momento de tregua. No arriesgué en entrar en la zona draftingni un segundo. No por el hecho de que tuvimos clavada la atenta mirada del juez que, en moto, nos vigiló a las tres durante los 90kms, sino porque no conseguía aguantarlas a menos de quince metros.  –¡Dios que horror es esto! déjalo, déjalo. Judith déjalo, déjalo ya!– me decía continuamente. Estaba sufriendo mucho desde el principio. Iba al límite y pasada de vueltas tanto a nivel muscular como en datos. Las palabras de Iván me retumbaban en la cabeza: «estar más de 8’ ó 10’ muy por encima de los wattios que toca, se puede pagar muy caro» me dijo. Le quería hacer caso, pero me negaba a dejar de luchar por perder esas referencias. Los kilómetros no pasaban ¿Sabéis esa sensación de ir al límite, de ir muy forzado y ver que solo llevas 5 kilómetros? Pues eso fue lo que continuamente sentía. Sabía que en algún momento iba a petar porque desistir no lo iba hacer. Al menos me decía: –¡venga Judith! Hasta el 10. En el 10 me decía: hasta el 20. En el 20: hasta el 30, Hasta el giro ¡Aguanta! Que la vuelta ya es a favor.No me preguntéis cómo, pero en el km 45 conseguí plantarme justo detrás de ellas. Lo hice con lágrimas en los ojos, no de alegría, sino de dolor. No exagero.

El top 3 andaba muy lejos, sin embargo mi tren me metía en las seis primeras y me permitía abrir hueco por detrás para ponerle las cosas difíciles a la séptima para alcanzarme corriendo. Con eso me daba por satisfecha. Aunque, a la que se le iban a poner las cosas difíciles corriendo, era a mí. Sentí que me estaba dejando las patas y el alma en la bici y realmente temí por no ser capaz de correr. Incluso no ser capaz ni de bajarme de la bici. Creí que la vuelta iba a ser más fácil. Había que deshacer lo que habíamos hecho. En ese momento, tanto el viento (que era leve) como el desnivel iban a favor. Creí que tocaba volar y que podría permitirme un respiro. Que la inercia me acompañaría y que el rebufo me daría cierta ventaja para que a la vuelta fuera más asequible seguirlas. Sin embargo, no fue así. A la vuelta, el no llevar lenticular y no tener un plato más grande que mover, jugó en mi contra. Me faltaba desarrollo y en las partes más rápidas llevaba todo lo puesto y se me iban. Eso sí que cabrea. Eso sí que te da impotencia. Vas con todo, quieres poner más, porque tienes piernas para ello y sin embargo no tienes nada más que poner. –¡Ajjjj! ¡No las pierdas ahora, no las pierdas en lo fácil!–Pero se me alejaban. Se me escapaban. No quería, pero no podía. Veinte… treinta metros… y cuando pensé que ya era insalvable, no sé cómo, las conseguí neutralizar de nuevo.

Qué alegría y qué agonía. No lo disfruté nada. Solo fue un sufrimiento durante los 90kms de bici; ni uno más ni uno menos. Me gustaría decir que tuve algún segundo de tregua, un pequeño respiro, por corto que fuera, pero no fue así. Solo me salvaron los pequeños cambios de rasante cuando tocaba cruzar un puente y en la subida que me daba para bajar un piñón y recortar distancias. Aunque debía estar atenta porque rápidamente, en la bajada, se me volvían a ir. No cogí nada en ningún avituallamiento para aprovechar esos segundos ante ellas para acercarme y seguir en la pelea. A la vuelta nos pasaron seis chicos contados y eso, además de una pequeña tregua al hacer que las chicas levantaran el pie para respetar el draftingcon ellos, fue una pequeña distracción. No obstante la distracción fue otra. No solo el ritmo de mis rivales me amargó el sector ciclista. Sino que, desde el principio, noté como se me afloja y con ello que se me giraba el apoyabrazos derecho. –Algo siempre tiene que pasar–. Y después de intentar y conseguir recolocarlo en marcha, sin matarme, fui cada 10 ó 15 kilómetros repitiendo este gesto. Era una bici para ir acoplada todo el circuito.

La gente suele preguntar: ¿en que piensas en la bici? Pues en nada. Solo me concentro en la carrera. No puedo evadirme. No puedo distraerme ni un segundo. Solo sufro y lucho por no venirme abajo. Unas veces se consigue, como ésta, otras no. Ahí, lo que me hizo venirme arriba fue el ver como la media subió hasta lograr los 40,0km/h. Eso sí que hace llorar de alegría. Los llevé desde poco antes de llegar al kilómetro 80 y, a pesar de una mala transición, con pérdida de bota incluida que me hizo recular unos metros para cogerla y a consecuencia de ello perder esa preciada media, llegué a la T2 con el 40,0 en el garmin y eso no me lo quita nadie.

La segunda transición no fue mejor que la primera. Me bajo mal de la bici, pierdo la bota, no atino al dejar la bici (misteriosamente, se me salía la rueda trasera del hueco donde hay que ponerla en boxes), me tiemblan las piernas y me cuesta mucho ponerme los calcetines por tener los pies helados. Quizá fue mala elección no ponérmelos en la bici. Aunque, con el día tan caluroso que teníamos, se me iban a calentar pronto. Por todo ello y por el cansancio de piernas que tenía, me costó iniciar a correr y perdí a mis dos rivales. Después de haber estado con ellas 2h15’ y las pierdo en boxes ¡Duele!

Por una parte, sentía que ya había dado todo lo que tenía que dar ese día. Me había demostrado a mi misma que me sentía fuerte y luchadora. Sentía que corriendo no iba a estar como siempre y menos después de sufrir tanto en bici. Sin embargo, tenía más hambre. Tenía más sed de carrera. No creía que las posiciones fuesen a cambiar. Aunque tampoco podía relajarme. Pero… una media maratón da para mucho y quería seguir demostrándome a mi misma de lo que podía ser capaz de hacer ese día. Averiguar dónde estaba mi límite.

El recorrido a pie era muy chulo y lo mejor era el formato. Una vuelta larga de 14 kilómetros y una corta de 7. En la primera vuelta vi que la quinta andaba muy lejos (y eso que habíamos empezado a correr juntas) y que por detrás la ventaja que calculé era de unos 3’. Me sentía fuerte. Estaba corriendo sobre 4 y 4’05 el kilómetro, cosa que no creía llegar a poder hacer y sentía que no iba a poder mantenerlo mucho más tiempo. Pero a la vez no quería dejar de intentarlo. Me volvía a decir: –venga un kilómetro más–. Y así uno tras otro. –Hasta que mueras Judith, eso que te llevas–. Intentaba convencerme continuamente. Con esa premisa en la cabeza, vi que en el momento más duro, cuando el calor apretaba y las fuerzas se acababan, me iba acercando a la quinta. Aun estaba por el kilómetro 13 y me repetía constantemente: –No sé si podrás con ella–. En cambio, como pasa siempre en estos casos, puedes. Eres capaz de subir el ritmo y hacerte sentir mucho más rápida y fuerte que ella para no darle ninguna opción a revancha. Lo consigo y, justo en ese momento, veo que tengo delante a la cuarta (con tanta gente corriendo ya no era fácil verlas, así que me las fui encontrando de sopetón). –no me lo puedo creer, que fuerte–. No sabía si la iba a coger, pero solo por el subidón de haber llegado hasta ahí con la carrera tan arriesgada que estaba haciendo, me vine arriba. Además, ella había salido en segunda posición del agua y había aguantado la bici con Anne Haug hasta la T2 bajándose a correr tercera con mucho margen. Me planté detrás de ella justo en el inicio de la segunda vuelta. Necesitaba coger aire. Necesitaba un respiro porque acababa de hacer un kilómetro por debajo de 4’ para conseguir pasar a la quinta. Fue cuando entonces me di cuenta de que pasarla y acabar cuarta, me daba la clasificación para el mundial. ¡Oh mygood! Esto es mucho más de lo que creías conseguir hoy. Esto es mucho más que marcarte un carrerón en la primera del año. Hay que intentarlo Judith ¡Vamos!–. Me decía a mí misma para darme las fuerzas que me faltaban para poder conseguirlo. Tenía el tiempo justo para armarme de valor y entonces, es cuando veo que ella se gira al notar mi presencia y cuando decido atacar. Debía dejarla noqueada y creí conseguirlo. Al menos por el momento. Corrí como si no hubiera un mañana. Sin ser demasiado consciente de que quedan seis kilómetros de carrera todavía. Debía aguantar tres kilómetros hasta el giro para que ella me viera inalcanzable. Sin embargo, la motivación y la euforia ya eran tan fuertes como mi cansancio y me iba deshinchando poco a poco. El reloj ya no bajaba de los 4 min/km, sino que sobrepasaba los 4’10 pero… me dije a mi misma: ¡lo tienes, ¡vamos!, lo puedes lograr. Solo queda 3 kilómetros y ella ya no va a poder contigo. No puede contigo Judith ¡créetelo!–. Que mala es esa sensación de sentir que se van acercando por detrás. No quieres girarte y si lo haces, crees que la vas a ver ahí, detrás de ti y que te puede pillar… como tú las has pillado a ella.

Fueron los dos kilómetros más largos de mi vida. En el paseo de Dubái, en el suelo, cada cien metros, está marcada la distancia. No sabéis lo que es ver cómo esas rayitas, tan solo a 100 metros, tarda un mundo en llegar. Pero, por fin vi el 100 y de ahí a la alfombra roja ¡Lo logré! Sin esperármelo, aunque creo que merecido con la carrera que hice. Cuarta en 70.3 Dubái y slot para el Worldchampionship 70.3 en Niza.

Bueno, el slot casi lo pierdo. La anécdota de la carrera es que, en vez de nombrarme a mí, llaman a Anne Haug. Ella no dice nada y lo coge tan pancha (os podéis imaginar mi cara de incredulidad y la de Javi, que se estaba preparando para hacer la foto). Qué bochorno. Solo pensaba en todos los medios españoles que ya lo habían publicado. . Cuando ya lo tiene AnneHaug en su poder, busco wifi, para hablar con mi amigo y entendido Juanjo y me envía toda la información, confirmando que es mío, que las tres primeras ya lo tienen y que por tanto es para mí. Con esa info, voy a reclamar a la organización y, aunque al principio me miran en plan: “esta flipada qué dice (tal cual), finalmente investigan y reconocen su error. Entonces me piden perdón diciendo que como es el nuevo sistema aun no están muy puestos en ese sistema. Pues suerte que son ellos los propios organizadores, je,je,je. Así que ya tengo el pase confirmado, aunque me quedé sin la preciada moneda que lo certifica físicamente, el slot.

No puedo estar más contenta de cómo he empezado la temporada y más aún, porque Javi se estrenara también con un carrerón. Así, en partida doble, sabe mejor. Y para remate, horas después me entero, por publicaciones, que la FETRI me ha preseleccionado para representar a España en el Mundial de Larga.

 

Agradecida por todos los que han depositado su confianza en mí y toda su ayuda un año más. Mi club TRICBM. Todos mis sponsors. Mi entrenador. Y Sandra Sardina.

Estoy muy agradecida de recibir tantos mensajes de ánimos y felicitaciones. Gracias a todos.

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