Las semanas de competición siempre son difíciles. Aparecen los nervios, las inseguridades, las molestias físicas, la presión… y más cuando para muchos eres la principal favorita; aunque días antes me dijeron que la olímpica, Bárbara Riveros, nada más y nada menos, se había inscrito a última hora. Con ello, todas las aspiraciones de ganar, porque yo quería ganar, se esfuman. Aun así, eso no me quitaría las ganas que tenía de que llegara esta carrera y poder dar, una vez más, lo mejor de mí. Tenía clavada una espinita desde la última carrera, el half de Zarautz, y me la quería quitar. Y es que la carrera anterior siempre condiciona mucho y, al visualizar la competición, siempre aparecen los fantasmas, si los hubo, de la carrera anterior. Zarautz fue muy dura, Sufrí mucho. Es cierto que estaba enferma y que además venía de competir dos semanas seguidas. Pero, igualmente condiciona. Las rampas que tuve desde la parte final de la bici y todo el malestar físico que me hizo padecer cada kilómetro de la media maratón, aún seguían rondando en mi cabeza. Además, arrastraba unas molestias en los tendones de Aquiles que no me estaban dejando correr con normalidad y me preocupaba de cara a la carrera.

Llegamos con más tiempo que nunca a Vitoria. El miércoles al mediodía ya estábamos allí. A lo pro total. Sin duda fuimos los primeros y lo hicimos por varios motivos: principalmente porque queríamos hacer el circuito de bici y a mí me agobia hacerlo los días previos a la carrera cuando lo que toca es priorizar el descanso a los entrenos largos; por lo tanto, quería recuperar bien. Pero, como teníamos un aliciente especial en este viaje, ya que Javi y yo nos conocimos en esta carrera hace tres años, queríamos disfrutar de la estancia en Vitoria y vivir nuestra pequeña “Luna de miel”.

Tranquilos, relajados. Hasta que… Estando en la habitación, organizándolo todo, nos damos cuenta que nos habíamos dejado los neoprenos en casa. <¡Vaya par!>. Bueno, cosas que pasan. Lo raro es no olvidarse nada. Suerte que mis suegros venían el sábado y nos lo podían traer. Así que cambiamos los planes de ir a nadar al lago y ya está. No valía la pena darle más importancia. Todo sea eso.

Jueves tarde-noche. Empiezan a llegar el resto de pros. Menos Bárbara Riveros que me confirma la organización que finalmente no viene. <¡Uf! ¡Qué nervios, pero qué alegría!>. Aunque los verdaderos nervios llegaron el viernes en la rueda de prensa. No solo por la vergüenza que paso en esos actos por tener que hablar en público, sino por lidiar con la etiqueta de favorita, que tanto gusta, pero que acarrea mucha responsabilidad. Además, me sentía muy pequeñita respecto al resto. No solo por la soltura que ellos tenían, y su dilatada experiencia, sino porque son triatletas a los que admiro y los sentía muy superiores a mí. La verdad es que es una de las mejores cosas que me llevo de este tri, poder compartir con ellos grandes momentos y disfrutar como una niña por estar junto a ellos: Iván, Santamaría, Aguayo, Carlos Aznar, Leiva, Dapena, Fidalgo… y por supuesto Víctor del Corral con el que pude compartir muchos momentos junto a Carlitos y Javi.

La verdad es que me sentía como una reina. Desde antes de llegar la organización nos había tratado con mucha atención y cariño; y al llegar allí no fue menos. Cuidaban de todos los detalles para que estuviéramos mejor que en casa y lo consiguieron. Entre eso y todas las muestras de cariño que siempre percibo en el País Vasco, y que también llegaban de todos lados, es imposible no estar eufórica, y muy nerviosa también. Fue un no parar de estímulos positivos continuos. Y es que Vitoria tiene algo especial y parecía que todos nos habíamos puesto de acuerdo para estar allí y disfrutar de esa gran fiesta. El video con Dani Race, el que no deje de saludar a trialtetas y compañeros que me hacía mucha ilusión volver a ver, a amigos con los que empecé en el Prat hace años, a Mikel que vino expresamente a verme, a la familia de I3, a mis pupilos, a santboianos, a ex nadadores y nadadoras olímpicas como Jessica Valls, a Diego y Mimi, a Almagro, Arrate, Matos, a Mireia que se estrenaba en el full…  ¡Uf! No pararía de decir nombres. Fue muy emocionante.

La verdad que poder disfrutar de tan buenos momentos hace mucho más llevadero los nervios pre carrera y sobretodo entiendes el por qué te gusta competir y te gusta practicar este bonito deporte. Por todos esos momentos que también se viven fuera de carrera y que tantas satisfacciones me da.

El sábado fue un día duro. Es una carrera muy bonita, pero con principio y fin en dos lugares distintos y eso implica dos transiciones en diferentes sitios. Dos boxes separados por unos 30km que hace que la logística del día previo se haga más dificultosa y agotadora. Y, por lo visto, algo complicada. Y si no, que se lo digan algunos de los participantes que, escuchando las preguntas del brefing, mostraron su falta de entendimiento. Que risas nos echamos. Con todo el cariño, pero fue uno de los momentos más divertidos: <¿Pero…, si el autocar me lleva al lago. Luego quién me trae?> Esa fue una de las preguntas más divertidas. Mientras todos los participantes teníamos claro que el trayecto del lago hasta Vitoria era parte del recorrido ciclista, a alguno aún no le quedaba claro a menos de 24 horas de la carrera. Seguramente son los nervios que hacen que te entren muchas dudas y no entiendas nada. Bueno, en cualquier caso, y aunque mucha gente se queje, para mí es un triatlón con mucho encanto, con tres segmentos muy bonitos que, a pesar de la complicación de ir de un lado a otro, yo no cambiaría nada. Así que tocaba dedicar el sábado a prepararlo todo. Dejarlo todo en las dos transiciones, sin olvidar nada, sobre todo en la T2, y a dormir lo más pronto posible.

Domingo 05:00h. Suena el despertador. Como es habitual, pocas horas de sueño encima. Pero con ganas y fuerzas para afrontar la carrera. Desayuno, viaje en autocar hasta el lago, y a dejar todo listo en boxes. Sin mucho tiempo de sobras, y menos cuando el ir al lavabo una vez más suponen 10 minutos de cola. Sin embargo todo controlado y con tiempo para calentar un poco antes de acudir a la cámara de llamadas. Últimos saludos. Últimos abrazos. Y el más especial, como no, para Javi; que nos despedimos transmitiéndonos fuerza y dándonos los mejores deseos el uno al otro.

A los pros nos llaman uno por uno, tanto a chicos como a chicas. Este día salíamos todos juntos. Iba a ser una natación divertida. La verdad es que, la natación no, pero los momentos previos en la línea de salida sí que lo fueron. Qué risa con Pablo Dapena que lo tenía a mi lado. Yo como un flan y el tío súper tranquilo; hasta con las gafas en la frente a falta de menos de un minuto para empezar. Le dije: <ponte las gafas que no queda nada>. ¡Uf! Me estaba poniendo nerviosa. Que tranquilidad, pero que envidia. El mejor momento fue cuando empieza la cuenta atrás y cuentan en vasco. A Pablo se le escapa un: <¡Mierda!>, en el plan: <¡No entiendo nada!>. Yo pensé lo mismo. Que gracioso. Luego comentó Pablo que, para la próxima; se aprendía los números en vasco. Qué razón tenía. Y es que esa ventaja se notó, porque Jon, que estaba a mi otro lado y es vasco, al escuchar el 1 reaccionó y arranó hacia el agua siendo el más listo de la clase.

 

     

Pues sin más preámbulos dan la salida y me meto en el agua con la agonía de saber que tengo a mil personas detrás y que no podía dejar de nadar muy rápido, al menos hasta que fuera encontrando mi sitio. Tardé en hacerlo. Fue una natación muy dura. Salir con chicos y tanta gente dificultó mucho el nadar cómodo. No me preocupaba ni el tiempo ni el estilo, pero si los muchos momentos que tuve de agobio por los agarrones y golpes. Y, sobre todo por el pánico de que, en un momento dado, no consigas controlar la respiración y sufras un colapso. Tuve un momento muy duro en los primeros metros y tenía la necesidad de parar y salir de esa avalancha claustrofóbica. Solo me motivó a no hacerlo el hecho de que, parar, sería peor. Y que, igual me engullía la gente sin la posibilidad de sobrevivir. Lo superé y pensé: <Si yo lo estoy pasando tan mal aquí delante, ¿Cómo lo estará pasando el resto detrás?> . Sobre todo pensaba en Javi que ya ha sufrido varios agobios en la natación de los triatlones y era uno de sus miedos. <¡Vamos cariño, esto no nos puede superar!> -pensé. Me animaba también a mí misma.

    

Fue una natación complicada, pero reconozco que el nadar con tanta gente también ayuda a que tengas referencias y no bajes el ritmo. Y sobre todo a que se te pase más rápido. Además, desde los primeros metros, vi que Helena Alberdi estaba en mi grupo y eso era señal de que estábamos encabezando la carrera femenina. Conseguí aguantarla y aunque se me escapó algunos metros en la parte final, después de una buena transición, con calcetines incluidos, le rebasé en el momento de montarnos a la bici.

  

Empezaba mi sector ciclista en solitario ¡para variar!. Y una vez más, con la presión de ir en cabeza y querer sacar ventaja a las rivales con el peligro de pasarme de vueltas. Pensé que por el hecho de salir con los chicos, y con mil participantes a la vez, iba a tener más compañía en la carretera. Sin embargo no fue así. Los pocos chicos que me pasaron lo hicieron a un ritmo muy alto; tanto que ni si quiera pude intentar seguirles. Exceptuando la parte final del sector ciclista, donde nos juntábamos con los participantes del full, y los rezagados del half y, aunque con mil ojos de no tener ningún percance con tanta gente y evitar el drafting, fue el momento más ameno de la bici. Además, coincidí con muchos conocidos y pudimos animarnos mutuamente: Jose Esquinas, Juan el loco, Paco Y Helena del I3…

Me gustó, disfruté en la bici. Era una bici rápida, 37’5km/h de media, imagínate. Pero no era fácil. De esas de no parar de dar pedales. De esos circuitos que a mí no me gustan demasiado. Pero salió bien. Tuve un buen día y con buenas sensaciones. No sé si podría haber ido más rápido, en cambio era uno de esos días en los que te sientes cómoda pedaleando a ritmos altos y, a pesar de mi soledad en carrera, mi estado anímico era muy bueno. Eso ayudó a que los kilómetros fueran pasando rápidos y pudiera disfrutar del magnífico circuito como en pocas carreras puedo hacer. En un par de ocasiones se me escapó una sonrisa afirmando lo que pensaba, y es que Vitoria tiene un encanto especial y me sentía contenta de volver a estar allí. Solo había algo que me borraba la sonrisa y era el miedo. Los fantasmas de las rampas de Zarautz no dejaban de aparecer. El miedo a que en cualquier momento me dieran los calambres y no pudiera seguir. Eso me preocupó mucho. Por suerte eso no llego a pasar y además me sirvió para cuidar más y mejor la hidratación, la suplementación y, sobre todo, el ritmo.

  

Subidón al llegar a la T2. Aclamo popular que hace que las piernas te tiemblen y el pulso se te acelere. Aun así la emoción me duró poco. Tan solo un minuto después, mientras salía de boxes para empezar a correr, de nuevo escucho sonoros aplausos que indicaban la llegada de la segunda chica. <¿Ya? ¿Tan cerca? ¿Quién es?> . Era Aitzane. Me sorprendió; no os voy a engañar. Ni la esperaba a ella en segunda posición y muchos menos tan cerca.

Volvieron los miedos. Volvió ese pánico que se siente cuando tienes una rival tan cerca y saber que hasta que no te alcance, no va a dejar de intentarlo. Obviamente. <Pero Judith. Que esto es la competición. ¿Qué te creías? ¿Que siempre vas a llegar a la T2 con ventaja suficiente para correr tranquila?>. Soñar es gratis.

  

Pues hoy no. Hoy no iba a ser el día que se cumplieran todos los pronósticos. No solo iba a ser capaz de mantener el liderato durante toda la carrera, sino que además lo iba hacerlo más cómoda que nunca; ampliando la ventaja y permitiéndome el lujo de disfrutar del ambiente inmejorable que te brinda Vitoria. Y es que eso lo percibes rápido. En el momento que te pones a correr, sabes si va ser un buen día o no. Lo sentí desde el primer kilómetro. Se me olvidaron los fantasmas de Zarautz y hasta los de perder esa primera plaza. En cada kilómetro que pasaba me sentía más fuerte, más ágil y más rápida. Podía ver como Aitzane se distanciaba y yo me venía más arriba. Fue de las pocas carreras que conseguí creerme que iba a ganar.

No solo mis buenas sensaciones y el acierto con las mejoras en la suplementación gracias a mi dietista Marta de Kronosport me estaban ayudando, sino que fue imposible no volar en carrera con tanta gente animando y con tantos estímulos positivos que recibía en cada kilómetro, con el hecho de cruzarte con muchos amigos y conocidos que estaban corriendo como lo eran Carlitos, Jordi Arias, Iván…, el encontrarme con Javi, uno de los chicos a los que entreno, y que debutaba en esta distancia; el ver a Gema dejándose la piel animándome (es una de las últimas chicas que entreno y aún no la conocía en persona), también a Miguel Ángel y Javi y al resto de supporters del I3, a Ainhoa Murua animándome y dándome referencias… Fue un subidón tras otro que hasta me hicieron olvidarme un poco del dolor del tendón de Aquiles que me dejó tres días coja y que, después de diez días, aún no me dejaba correr bien.

 

   

Pero si hubo un momento especial en carrera, fue cuando me enteré que el alcalde era el que iba en la bici que me estaba guiando en carrera. Y que no solo no dejó de animarme a mí, sino al resto de participantes que pasábamos y nos pasaban. <¡Chapeau!>. Para mí no solo fue un honor y un privilegio, sino que creo que es un gesto que dice mucho como persona y que te ayuda a entender el por qué Vitoria se vuelca tanto con el deporte. Mi admiración máxima hacia él y a su gran ciudad.

   

Vitoria ha sido y será una de las mejores carreras que he vivido. Es difícil disfrutar tanto en carrera como lo hice aquí. En carrera es complicado saborear el triunfo antes de llegar a meta. Pero lo logré. A falta de 2kms ya me creía invencible y pude saborear ese ambiente indescriptible. La gente gritaba eufórica, Vivían la carrera conmigo. Quería mirarles a los ojos a todos y agradecerles los ánimos, los aplausos. Fue un baño de masas. Parecía que estaba viviendo un sueño. Recuerdo, como si fuera ayer, esos metros finales en los que, cuando pasaba por la plaza de meta, no podía dejar de aplaudir. Quería devolverles todos esos aplausos. Quería dedicarle mi carrera a cada una de esas personas que tanto me habían ayudado y que tanto me habían hecho sentir.

Llegué a la alfombra azul, agradecí al alcalde su compañía y seguí aplaudiendo a toda una plaza abarrotada de gente. Lo hice hasta que alcé la deseada cinta de campeona.

La carrera no acabó aquí. Tocaba seguir disfrutando de esta gran ciudad y de ese gran ambiente. Saborearlo con Javi y mis suegros. Con el resto de amigos y conocidos. Tocaba también animar a todos los conocidos, y a los no conocidos, del Full. Tocaba darle mi último aliento a Ruth, que me hizo emocionarme viéndola correr. Eneko que también estaba sufriendo con ella, corriendo de lado a lado, en una de esas ocasiones me grita: <¡Felicidades!>, <¡igualmente!>. A lo que pude responderle, segundos después, por haberme quedado sin palabras con ese gesto.

Esta ha sido una de las crónicas que escrito con más retraso por falta de tiempo. Pero no he olvidado ni uno de los momentos que viví en esa carrera. Me ha costado conciliar el sueño varios días. Me ha costado borrarme la sonrisa de la cara. Sonrisa que aún asoma cuando pienso en ella. Sé que esta gran carrera será mi motivación para preparar mis próximos objetivos. Nada más y nada menos que el mundial 70.3 y el Ironman Barcelona.