Esto va a marcar el inicio de tu crónica, ¿no? Me dijo Javi la tarde del 24 de junio. Y es que, lamentablemente, ese día nos marcó la carrera. Esa mañana salimos a rodar con Nacho. Él acababa de llegar de Madrid, pasaba por Barcelona, para estar un par de días, y de ahí se iba con su “furgo” para Roth, a competir, a debutar en larga distancia. Después de dos horas rodando los tres, felices, hablando sin parar de hablar de Roth, de la carrera, de las sensaciones, de los nervios, de las incertidumbres…, empezamos las series del día y… Nacho sufrió una fuerte caída (cogió un bache acoplado y le saltaron los brazos de los apoyacodos cuando íbamos a más de 40km/h). Imaginaros la situación. Las consecuencias fueron lo suficientemente graves como para no poder competir. Fue un golpe anímico muy duro. Y ahí te das cuenta cómo te puede cambiar todo en cuestión de segundos y fastidiarte todos los planes, todas tus ilusiones. Aunque Nacho nos dio una lección de valores, aceptando la situación con mucha entereza y positividad. Admirable. Lo único que podía prometerle a Nacho es que iba hacer una gran carrera por él.

Quitando que siempre hay algún pequeño percance, demora, olvido o cualquier otra cosa, por pequeña que sea, el viaje y la estancia de las cuarenta y ocho horas previas en Roth transcurrieron sin incidentes, teniendo todo en orden y dejando todo listo con suficiente tiempo. Ya sabéis: descansando bien, comiendo genial, etcétera. No solo gracias a que Javi y yo ya somos unos expertos en esto, e intentamos controlarlo todo bien, sino que contábamos con un sequito de lujo, empezando por David que siempre nos soluciona la papeleta en los viajes y seguido por la comitiva con la que contábamos. Viajamos con Juanan y Piluka, que además de lo mucho que suma viajar con dos grandes amigos y compartir anécdotas, experiencias, risas y grandes momentos, fueron un gran apoyo y una gran ayuda. <Gracias a los dos por todo. Por estar al 100% por nosotros, por nuestros horarios, por nuestras comidas, porque no nos faltase de nada, por dejarme la lenticular, por hacernos de chófer, de guía, de traductor y por todos los ánimos. Gracias infinitas. Pero, sobre todo, gracias por dejarnos formar parte de vuestra “familia alemana”. Gracias por hacernos sentir dos miembros más de ella>. Primero esas gracias que son para vosotros, y luego, para Sabine, Karl y Leon (y Hércules (el gato)). Vaya anfitriones de lujo. Llegar a una casa donde te reciben con la bandera española en el balcón y con una barbacoa riquísima, en la que el menú estaba especialmente pensado para nosotros, ya lo dice todo. No solo no nos faltó de nada, sino que estuvieron pendientes de nosotros en todo momento a la misma vez que nos dejaron nuestro espacio para que nos sintiésemos cómodos, libres, relajados, concentrados y centrados en lo nuestro. Ha sido una experiencia inolvidable. Ahora, Javi y yo, sentimos que también son nuestra familia alemana. Nos trataron como a dos hijos. ¡Danke!

Ahora sí. Tocaba el momento de competir. Las cosas no empezaron bien para mí. Temí no solo por no poder acabar, sino por ni siquiera poder empezar. Los doce grados de temperatura matutinos me causaron estragos (como de costumbre). Pero el problema es, justamente, que nunca me acostumbro a ello. Por mucho que fuese tapada hasta las cejas, y llevara en mano mis bolsitas calentadoras, el frío se apoderó de mí. Sin sensibilidad en manos y pies y con la tiritera y con el tembleque de mandíbula como protagonista. Eso me incomoda, me roba fuerzas y energía. Y además, me intenta sacar de mis casillas. Calenté bien, troté un buen rato. Sin embargo, nada remediaba ese estado y me presenté en la línea de salida con esos síntomas. Me costó desvestirme. Estaba deseando enfundarme el neopreno. Ese que nunca quiero ponerme (como exnadadora que soy) y que, ese día, me lo hubiera puesto encantada. Qué gran error. Por mucho que el agua esté a una temperatura digna, el frío ambiente a las seis de la mañana hace que te destemples antes de empezar (aunque no sufras de Raynoud como yo). Ahí mismo me dije: Nunca más desees que sea sin neopreno Judith.

 

La natación fue un verdadero suplicio para mí. Luché brazada a brazada contra un frío que no cesaba. Batallé contra esos pensamientos que me pedían que parase desde el primer metro. Era como si una fuerte corriente no me dejara avanzar. Era como si me estuvieran agarrando de manos y pies. Me sentía impotente no solo de percibir esas horribles sensaciones, sino de ver cómo no avanzaba, cómo mis rivales me pintaban la cara en un sector que normalmente domino. Que duro estaba siendo notar que en los primeros cinco minutos de una larga distancia ya te sientes derrotada y no encuentras las armas con las que luchar. Sentí una frustración muy grande. Venía a comerme la carrera y ella me estaba devorando a mí. No entendía el porqué. No me lo merecía.

Conseguí completar el sector (58’44″. Muy lento). Aunque me sentía exhausta. De cuerpo y mente. Sin duda el no dejar de ver a gente, el escuchar los gritos, el ver la distancia que llevaba (gracias a que en la orilla del canal estaba marcada la distancia cada 200 metros) me ayudaron a no retirarme, o al menos a distraerme y no focalizar todo en mis pésimas y desagradables sensaciones.

Salí con Anne Haug y Maja Stage. <Al menos no sales sola y lo haces con dos buenas compañeras>, pensé. A Maja ni la vi en la transición (bastante tenía yo con lo mío), sin embargo, Anne protagonizó la anécdota y la polémica de la carrera. Me doy cuenta que, nada más llegar a la carpa con la “bike bag”, vuelve para atrás de nuevo. Como si se hubiera confundido de bolsa. Eso me da unos segundos de ventaja y me subo a la bici antes que ella. Me coge en un par de kilómetros y mi sorpresa es ver que no lleva el dorsal puesto (era obligatorio). Y ahí intuyo su preocupación: se había dejado el dorsal y, por lo tanto, eso suponía su descalificación. En ese momento, no os voy a engañar, la taché de la lista. Sabe mal, pero: “blanco y en botella”. Deducía que iba a llegar a la T2 y que allí se pararía definitivamente.

Fotos: Heike Liedtke

 

Tengo que decir que no pude seguirla ni dos kilómetros. ¡Qué pasada! Por algo es la campeona del mundo. Ahí entré en calor de golpe. Jejejeje. Y en razón. Comprobé que hay un paso, muy, muy grande, entre su nivel y el mío (nunca me he comparado con ella ni he creído poder hacerle sombra, pero sí pude ver dónde está cada una).

Me di cuenta que, entre el frío y el no querer perder su estela, estaba rodando muy forzada. Iba más fuerte de lo que tocaba y eso era muy arriesgado en un LD. No obstante, siento que debía poner todo de mi parte. Había venido a brillar en esta carrera, a demostrarme a mí misma, y al resto, de lo que era capaz. Era el mejor escaparate y debía aprovechar muy bien esa oportunidad. Y viendo las circunstancias de carrera, debía darlo todo desde el principio. Era una apuesta arriesgada y con graves consecuencias. Pero quién no apuesta… seguro que no gana. Hubiera preferido encontrarme en una situación idílica y planificada: aguantar al grupo de cabeza en el agua y mantenerlo en bici siendo conservadora para intentar romperlo corriendo. Sin embargo, la situación desde el principio fue otra y la táctica volvía a ser la de siempre: darlo todo desde el principio y hacerlo prácticamente en solitario. Jejejeje

Unos kilómetros más tarde alcanzo a Maja Stage. Aluciné de que andará tan lejos habiendo salido juntas del agua. Y después de rodar con ella unos kilómetros, decido seguir a un pro (que nos acababa de pasar) y mantener la nueva táctica del día. Me costaba seguirlo; me preocupó un poco no saber si estaba haciendo bien o no; si estaba arriesgando demasiado. Pero quería seguir avanzando en carrera, dejar a Maja (que era una de mis rivales más directa) y evitar que me alcanzaran Laura Siddall, Elisabetta Curridori, Svenja Thoes. Quería seguir ganando posiciones porque intuía que no estaba ni en el top 5 (iba quinta en ese momento).

Realmente estaba disfrutando mucho del sector ciclista, de un espectacular recorrido y de un ambiente inimaginable. Por más que te hablen de Solar Hill, por más que hayas visto videos sobre la carrera, no puedes llegar a imaginar lo que se vive, lo que se siente. Sorprendente, Inigualable. Se hacen comparaciones con el Tour, pero ya les gustaría a los del Tour vivir esto. Lo supera con creces. Y no hablemos solo de esa subida mítica por la que, además, tienes la suerte de pasar dos veces, sino de los 180km que están repletos de gente. Metro a metro. Es imposible sentirse solo en ningún momento. Y eso, en un larga distancia, ayuda mucho. La bici se pasa volando (y nunca mejor dicho).

A pesar de la exigencia que me marqué en la bici me sentí muy bien en todo momento. Me sentí fuerte, y más viendo en la segunda vuelta que ni el pro, con el que me uní, podía seguirme a mí. Por supuesto, hubo algún que otro momento duro. Algún tramo de esos que se te atraganta y algunos kilómetros que no pasan. Pese a eso, firmo que, en todos los fulls, las sensaciones sean así y el tiempo pase tan rápido. Y os tengo que decir que el mono de Kalas es el mejor que he tenido con diferencia. Es un guante. Comodísimo. Ya lo comprobé en Platja d’Aro. Estar cinco horas con el culo pegado a un sillín, y no sentir ni una rozadura en ningún momento, es un gran lujo. Y más a mí, que en seguida, cualquier costura, me hace una herida.

No puedo dejar de hablaros del segmento ciclista y pasar por alto el adelantamiento de Laura Siddall. Mi rival más directa en esta carrera. Me pasó sobre el kilómetro 140, justo en el momento que crees que estás haciendo un sector de bici espectacular, que ninguna chica te está dando caza y tú a ellas sí. No pude ni hacer el intento de seguirla. Además, justo me pilló comiendo y desacoplada en ese momento. Me vine un poco abajo. No solo porque se me fuese tan fácil cuando debía y quería luchar con ella codo con codo, sino porque vi que la realidad era totalmente distinta a mis sensaciones. No estaba yendo tan fuerte como pensaba ¿o sí? (Saqué 37’2km/h de media).

Llego a la T2. Y justo al pasar la pierna por encima del sillín para poner el pie a tierra, noto que me acalambro entera. ¡Dios, no! Esto va a ser divertido. Pensé. Consigo salvarla a tiempo y, sin pensar, hago una rápida transición. Espectacular lo de que te recojan la bici. Pero, más aun, que te tengan tu “run bag” preparada en mano. Aunque, te quieren ayudar tanto, que a veces no es bueno. Yo llevaba todo metido en una bolsita (geles, reloj…) para ganar tiempo, echar a correr con ella e irlo cogiendo y colocándomelo todo poco a poco, y la chica que me ayudó, con toda su buena fe, vació todo en el suelo y me sacó todo lo de la bolsita. Jejeje. Anécdotas graciosas, pero que en ese momento te matan.

Empiezo a correr y, una voz española, me canta: “Ánimo que estás ahí, el pódium a solo dos minutos”. Mola. Y gracias. Aunque me chocó y lo único que me cuadraba era que Anne estaba descalificada y por lo tanto, con ella fuera de carrera, yo iba cuarta. Eso creía. Me despistó también que me guiase una bici (normalmente lleva a las tres primeras como mucho), así que no me cuadra nada de lo que estaba oyendo y viendo. <Judith: ¡a correr!, ¡sin más!>, me dije. Aunque, aun así, eso me ayudó a distraerme y no pensar en esa fatiga muscular y en esos “no puedo” que se sienten en los primeros metros del run y que ya te ponen en jaque.

Mi sorpresa fue ver que, en apenas dos kilómetros, ya adelantaba a una rival (Rebecca Clarke). Iba parada prácticamente. Y ahí siento que estoy donde quería estar. Voy cuarta. Ahora sí me cuadra más. Aunque no me cuadra del todo porqué Anne seguía corriendo aun con el despiste que había tenido con su dorsal. <En fin, Judith, eso no debe importarte ahora>, me digo para olvidarme de eso. Y aunque por un momento siento que me conformo con esa posición (la mejor según las estadísticas, y la esperada a priori dadas las rivales), siento que puedo superarlo y quería intentarlo con todas mis fuerzas ¡Judith, has venido a brillar, no te olvides! Ahora no puedes conformarte con esto sin más.

A pesar de la exigencia que llevé en todo momento, a pesar de sentir que fui en muchos kilómetros por encima de mis posibilidades y percibiendo el miedo de desfallecer en cualquier instante, me llegué a creer invencible. Con una actitud arrolladora, tal y como me escribió Santi. Grité que “sí” cada vez que mi cuerpo me decía “no”. Descubrí que valía más de lo que pensaba, tal y como Santi me dijo. Creí firmemente en sus palabras. Me las repetí continuamente: <sabes volar dentro de un huracán y caes de pie… estás llena de coraje y de “yo puedo”… eres infinita>. Gracias amigo. Me dijiste que iríais conmigo y así lo sentí. Me sentí más acompañada que nunca. Acompañada por Santi, por Nacho y por nuestro pequeño Francesc que está pasando por momentos complicados. Fui guiada por Carles y por todos sus consejos. No hay nada como tener al mejor entrenador y llevar a cabo todas sus pautas al pie de la letra.

Foto: Ralf Eppink

Sinceramente, no quería pasar a Laura tan rápido (kilómetro 13). Quería quedarme allí con ella y ver como se iba resolviendo ese duelo kilómetro a kilómetro. Sin embargo, al ver que yo la alcanzaba, ella dio un paso a un lado cediéndome la iniciativa y animándome como buena rival y compañera (Laura eres muy crack). Debía alegrarme por entrar en pódium, debía sentirme infinitamente feliz por conseguir lo que estaba consiguiendo, pero tenía miedo. Tenía miedo a decaer, a no poder aguantar ese ritmo hasta el final, a no solo perder ese puesto de honor, sino a descender en la tabla por una torpe actuación, o hasta quedarme fuera de juego por mi temprana agonía. Ahí me dije: <Se acabó el lamentarte por lo que pasará. Lucha metro a metro, como sabes hacerlo>. Quería ese pódium. No lo estaba soñando. Era verdad. Mi actitud fue ejemplar y eso me permitió encarcelar todos los mensajes negativos que mi cuerpo le enviaba a mi mente.

Lo conseguí. Nadie dijo que no iba a ser duro, pero lo logré. Logré luchar hasta el final sin flaquear. Pasé miedo. Creía caer exhausta antes de la línea de meta. Los últimos diez kilómetros fueron infernales. Y sin embargo, ni el fuerte calor, ni las duras subidas, ni la sensación de mareo, pudieron conmigo.

Foto: Ralf Eppink

La mejor maratón de mi vida (2h 56’) en la mejor carrera de mi vida (dado la marca y las rivales). Y ha sido en el triatlón de larga distancia más espectacular que he hecho. En el que gracias al ambiente que hay, en todo momento, consigues evadirte del sufrimiento. Recibir tantos imputs sin parar es la mejor dopamina. Gracias, muchas a todos. Gracias a la organización por crear este impresionante evento. Gracias a Piluka, María y Cris por ser unas supporters de lujo. Me distéis alas. Al igual que me la dieron todos los amigos y compañeros que fui viendo. Qué pena no ver a Javi. Y que guay ver a Sabine y Karl. Me emocionasteis todos, absolutamente todos.

Foto: Challenge Family

 

Tercera en Challenge Roth. Aun no me lo creo. Aun estoy alucinando.

 

PD: Por lo visto hubo muchas reclamaciones con la polémica del dorsal de Anne Haug. Ella alegó que tenía su dorsal en la bolsa de la T1 pero cuando fue a cogerlo no estaba y los árbitros le dejaron seguir sin él viendo que no era culpa suya.

Aquí mi deportista y amigo Javi recogiéndome el premio ya que no pude ir a la entrega porque coincidía con mi vuelo. ¡Gracias!

Por cierto, por si os a quedado alguna duda, triatletas de larga distancia, tenéis que hacer este triatlón. E ir a la noche a ver el final de carrera. Espectacular.