Llegaba a Vitoria con muchas ganas de competir. Sabía que iba a disfrutar mucho durante la carrera y que los ánimos no me iban a faltar. Estaba eufórica por vivir de nuevo todo el ambiente de Vitoria y de su público. Y sentía que la gente estaba esperando esta gran cita tanto como yo. Como todos sabéis, Vitoria era mucho más que un Ironman. No solo por todo lo que para mi significaba correr aquí, sino porque tenía en juego el pase a Kona. Un slot con el que soñaba desde hacia tiempo, pero que no ansiaba conseguir. No me obsesionaba. Por eso, hasta entonces, en ese año no lo había intentado. Me la jugaba todo a una carta. Dejaba la única opción en Vitoria, y sentía que…  si tenía que ser… que fuese allí. Sería el slot más especial, sin duda. Rodeada de mi gente y corriendo en “casa”.

 

Lo mejor era que no lo soñaba sola. Sentía, desde hacía tiempo, que mucha gente deseaba que lograra ese pase a Hawaï. Sería la mejor recompensa a todo el esfuerzo del año. Era muy emocionante sentir como desde las semanas previas muchos eran los que me escribían; tanto para darme ánimos, como para hacerme saber que creían en mí, que me veían capaz de conseguir el slot en Vitoria y que confiaban en que, con mi buen estado de forma actual, podría luchar por la victoria. Qué emocionante era eso. Estaba eufórica desde hacía días. Y estaba muy, pero que muy nerviosa por esta carrera y por todo lo que me estaban haciendo vivir. Y, si ya en casa estaba nerviosa, imaginaros al llegar allí. Cuesta explicar lo que es sentirse tan querida, no parar de recibir ánimos, hacerme fotos con gente, conversar con otros triatletas que no paraban de elogiarme… Y los elogios, y el cariño, no solo venían por parte de la gente y los triatletas, sino que también la organización y todo el equipo de Ironman me hicieron sentir muy especial. Y, junto a Ruth, vivimos el privilegio de sentirnos las grandes anfitrionas y no paramos de contestar a entrevistas, posar para fotógrafos y emocionarnos antes de empezar a competir.

¡Qué presión! Pero ¡qué bonito! Jamás me había sentido tan, tan querida. La gente me empujaba a intentar conseguir el pase al mundial. A creer que podía lograrlo. Y hasta me ponían como favorita (las votaciones de Triatlonchannely casi todas las previas en los medios lo decían). Incluso por delante de Heather Jackson, una topmundial. Ante eso, no podía más que sentirme afortunada de que la gente creyera en mi tanto como yo. Porque creía que se podía… me sentía más fuerte que nunca. Sentía que podía demostrar mi gran estado de forma y que podía hacer una gran carrera también en esta distancia. Evidentemente me daba mucho respeto, pero no miedo. Estaba convencida que, esta vez, los problemas de estómago no iban a ser un handicap (después de trabajar mucho sobre ello)y, que además, conociéndome, sería capaz de hacer una gran carrera una vez más.Lo que no sabía era cómo iban a estar las rivales. Además, a penas las conocía. Sin embargo, si todo iba bien, la lucha sería por el slot y, por qué no…, por la victoria. Eso sí, estaba preparada para cualquier cosa o circunstancia negativa. Estaba mentalizada para lo que pudiera pasar porque tenía claro que la carrera era muy larga y que podía pasar de todo. Nunca más lejos de la realidad.

 

8.20h Los chicos empiezan la carrera. «Esto ya está aquí¡Por fin!»Qué dura se hace siempre la espera. Los nervios son más fuertes que nunca. Hasta me empezaba a doler la barriga y tenía algo de nauseas «¡Dios! ¿Por qué estoy tan nerviosa?».Esperaba que eso no me afectase, sobre todo al estómago. Me despedí de Javi, que estaba casi tan nervioso como yo. ¡Uf! Nunca lo había visto así. Le di un abrazo a Agustí que, además de los nervios que ya llevaba, consiguió emocionarme. Y, si las lágrimas estaban a punto de aparecer, el abrazo con Ruth fue el remate final para que la situación se desbordase. «¡Aig! ¿Por qué querré tanto a esta “ñiña”?»(como lo diría una lanzaroteña). Bueno… sí que lo sé, sobran las palabras. Nos deseemos, con todas las fuerzas, que las dos tuviésemos una buena carrera. Realmente lo sentimos de corazón.

FOTO: Carles Iturbe (ironman Spain) Getty Images

FOTO: Amari Erretratua

Y llegó el momento. Nuestro Ironman estaba a punto de empezar. Sí, sí. Nuestro, porque no era solo mío y así lo sentía. En esos minutos previos vi muchas caras conocidas. Muchas camisetas delTeamKoraxany sentí el calor de todos los que habían venido a apoyarme y a ayudarme en todo lo que pudieran. Desde fuera, claro, pero como si lo hicieran a mi lado.

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Por fin suena el bocinazo de salida. Primeras brazadas muy fuertes por culpa de la euforia y de toda esa emoción contenida. Pero ya está… los nervios se esfumaron para dejar, por fin, que mi cabeza consiguiese controlar todos mis movimientos, todos mis impulsos y para que la parte más racional pusiese orden a todas esas emociones. Mente fría, concentración a tope, y nervios de acero para lograr vencer, sin temblar, los 226 kilómetros que me esperaban por delante.

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Dominé el sector de natación de principio a fin. Desde la primera brazada tomé el mando y logré completar los 3.800 metros en cabeza y en solitario. Intuía que iba sola, pero sin saber como de lejos venían mis perseguidoras. No fue cómoda la natación, sin embargo, fue muy bonita. Nadar con el lago lleno de boyas que dibujaban líneas rectas perfectas fue espectacular. La natación más fácil que he visto. No por nadar en Landa, que nos lo puso más difícil que nunca por culpa del viento que levantaba olas y creaba corrientes, sino porque era imposible hacer un metro de más o perderse. Cada boya te llevaba a la siguiente con la que no había más de 100 metros de distancia. El tener las boyas tan cerca me ayudó a no desconcentrarme ni bajar el ritmo. En aguas abiertas, y en distancias largas, es inevitable no relajarse y acomodarse con el ritmo y más, cuando vas solo. Pero allí, el paso por cada boya, me hacía apretar de nuevo para alcanzar la siguiente. Se me hizo larga; no es lo voy a negar, pero la disfruté mucho y me sentí muy cómoda y deslizándome como nunca ¡Guau!qué gusto nadar en lago y no en mar.

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Aunque sabía que los nervios iban a aparecer en los momentos claves, sobre todo en las transiciones, o zonas con mucho público. No pensaba que iban a ser tan fuertes. ¿Sabéis lo que es que te entre un escalofrío por todo el cuerpo y que se te acelere el pulso y la respiración por sentirte tan observada? Pues eso me pasó a mí en los metros finales del agua sabiendo que salía en cabeza. Aunque, por suerte, no me jugaron malas pasadas y pude hacer una buena transición.

 

 

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Ya estoy encima de la bici. Veo a Javi que me anima y me acoplo para afrontar el sector ciclista «¡Judith cabeza. No te emociones. Tienes 180km de pedaleo por delante y no te digo lo que viene después!»Qué difícil es ir primera en un Ironman. Imposible no dejarse llevar por la euforia del liderazgo. Inevitable no sufrir porque te puedan alcanzar las de atrás, e irremediable no tener pánico escénico.

 

Los primeros kilómetros fueron muy curiosos. Llevaba casi un año sin hacer un Ironman y se me había olvidado cómo había que afrontar una carrera tan larga y cómo había que concentrarse. –¿En qué piensas cuando compites?Te suele preguntar la gente. Pues… eso digo yo. No sabía que pensar. Y no paré de decirme: «Aver Judith… ¿en qué pensamos? ¿cómo podemos distraernos? Nos quedan 5h por delante así, que… ¿qué hacemos?»Encima, me dolían muchos las piernas. Pero «¿cómo puede ser? Si acabo de empezar»Así que me costó mucho afrontar la primera hora de carrera en solitario. No sabía que ritmo llevar, ni que intensidad poner. No sabía cómo distraerme. No sabía en qué pensar. No sabía cómo evitar ese dolor de piernas. Y no sabía cómo hacer que la lucha contra el viento fuese más llevadera.

FOTO: Amari Erretratua

Pues cuando sentí que por fin había entrado en carrera y por fin había sabido coger el ritmo y la concentración, y había empezado a controlar la situación, un árbitro me truncó la carrera. Aún no sé ni cómo explicarlo ni como buscar palabras para esa situación tan surrealista. Sé que tengo que acatar la decisión del juez y no darle más vueltas. Pero, como persona, siento inquietud por esa actuación. Siento que me falta entender lo que pasó. Siento que no viví lo mismo que él percibió y me gustaría poder repasar imágenes, poder revivir ese momento y ver si soy yo la que está equivocada. O, si por lo contrario, fue el árbitro quien erró en su decisión. Siento un vació muy grande por lo ocurrido. Soy una persona que respeta. Sin embargo no puedo decir que sea conformista. La situación vivida el domingo me sigue retumbando en mi cabeza. Me sigue quitando el sueño y me sigue provocando lágrimas de dolor y de injusticia. Cierro los ojos y, por más que repaso la situación, no logró entender donde cometí el error. Llevaba más de una hora pedaleando totalmente en solitario (miento, el cámara y algún fotógrafo que se acercaban de vez en cuando me iban haciendo compañía). Unos 40 kilómetros sin encontrarme a nadie en carrera. Y justo en el momento en que me adelantan los dos primeros grupos de edad (que iban pedaleando juntos), viene un árbitro y sin ningún tipo de miramiento, ni de aviso, me saca una tarjeta azul (gesto que conlleva una penalización de 5’ por considerar que he hecho drafting). Yo no daba crédito. Venía de una bajada pronunciada, la más rápida del circuito, e intuyo que ellos venían ya detrás de mí y que, por la misma inercia, y debido a su mayor peso, me adelantan por la izquierda a una velocidad mayor. Yo sigo pedaleando mientras me pasan viendo que su velocidad es más alta y poco a poco se van alejando sin ponerme en peligro en ningún momento y sin entrar en la zona prohibida. Así lo sentí. Y cuando tan solo habían pasado unos segundos de haberme rebasado, viene el juez a amonestarme. No puedo entenderlo. Ni habían acabado de pasarme. No habían transcurrido ni 30” del adelantamiento. No comprendo de dónde salió el juez, ni si pudo ver la acción completa. Ni por qué no dejó un tiempo de margen para comprobar si yo, realmente, me quería aprovechar de la situación. No puedo comprender que fue lo que él vio y por qué actuó así. Sigo sin dar crédito. Fue como un disparo a quemarropa, como una puñalada por la espalda a traición. Sentí como si aquello estuviera ya planeado. Como si ese fuera su deber y aprovechó la ocasión. La única que tuvo. Forzosa o forzadamente, pero se salió con la suya. Como un sicario, contratado para matar, que va y ejecuta su crimen sin sentirse culpable por su actuación. Sin ningún tipo de remordimiento. Sin sentirse el autor de los hechos. Y sin importarle lo más mínimo las consecuencias.

 

La sanción fue totalmente injusta. Así lo siento y así me lo hicieron saber tanto el cámara, como Fotorunners,que en esos momentos estaban allí. Me quedo con eso. Con el hecho de que, quien pudo verlo, tampoco dio crédito a lo que hizo. Hasta Jorge, el Director de carrera estaba sorprendido tal y como me dijo cuando llegué al penalti box. Fueron muy incómodos esos 5’ parada en pit stop.Jorge me decía: «puedes bajar de la bici». Pero no llegué hacerlo. Entre que no era capaz de asimilar lo ocurrido, y las ganas que tenía de volver a la carrera, no me vi capaz ni de bajarme de ella. Impotente, empecé a ver cómo me pasaban triatletas. Que mala suerte tuve. Creo que era la única persona que rodaba en solitario en el circuito e increíblemente recibí la penalización. Vi pasar a Nina Derrony unos minutos más tarde a Heatherque me miró con cara de pena y me hizo un gesto de ánimo. ¡Que tía tan guay! Ha sido un placer conocerla. Me ha caído genial.

FOTO: Carles Iturbe

Sin embargo, aunque cueste creerlo, esa sanción tuvo su parte positiva en mí. La primera fue que no rodé más en solitario desde entonces y la segunda que, como mi mente no paraba de pensar en lo ocurrido, conseguí buscar, sin querer, esa distracción que tardó en llegar en la primera vuelta. Eso y la rabia contenida por lo acontecido fueron el mejor empuje para continuar con fuerzas y no venirme abajo. Junto a los ánimos del público que me animaban con ganas y me cantaban referencias. Entre ellos: Itsi, Alberto, Mauri, Ana, Javi… Aunque me daban ganas de decir:«Es que me han puesto un penalty».¿Lo sabrían?, ¿qué pensaría la gente?, ¿Y Javi?, ¿y mi familia? La verdad es que sé, con certeza, que pensarían que fue algo desafortunado. Igual que mis amigos y toda la gente que me conoce. Pero me sentía con ganas de explicárselo. De darle un abrazo a Javi y echarme a llorar en su hombro para desahogarme.

Cuando parecía que había conseguido pasar página y además estaba recortando distancias con las dos de delante, llegó el segundo imprevisto. Este si que fue totalmente fortuito. Pinché en el kilómetro 100. –¡No me jodas! Hoy tengo la negra. Que le vamos a hacer. Estas cosas pasan ¿A quién no le ha pasado alguna vez? Pues a mí, hasta ahora, nunca. Así que… no puedo quejarme. Por supuesto da rabia. Por supuesto cambió toda la carrera. Y, por supuesto, por culpa del pinchazo perdí cualquier opción de ganar, de luchar por el sloty de volver a pelear por la carrera. Sin embargo, no me vine abajo. Al contario. Me alegré de llevar recambios (de todas las competiciones que he hecho, esta fue, prácticamente, la única vez que lo he llevado). Tocaba afrontar una situación nueva en carrera. Tocaba resolver el incidente y seguir. Esto es parte de la competición. Es parte del juego. –¡Qué mala suerte! me dijo mucha gente. Mala suerte es pinchar dos veces y no poder continuar, me decía yo. Pinchar una puede pasar y… ese día… pasó. ¿El peor día quizá? ¿Y cuál hubiera sido mejor?: ¿Zarautz?, ¿el mundial?, ¿Salou?

Perdí 17’ en arreglar el pinchazo. Muchísimo tiempo. –Qué mal Judith-. El problema fue que no tenia narices a aflojar con la allen el pasador de la rueda para poder sacarla. ¡Que impotencia! Creí que no lo conseguiría, por más que apretaba con todas mis fuerzas, no era capaz de ello. Me temblaba el pulso, la situación me ponía muy nerviosa, y tenía dos chicos observándome que justo habían pasado con su bici de ruta para ver la carrera. – Tranquila, descansa un poco, cojo fuerzas y lo vuelves a intentar -.Me animaban ellos. Era lo único que podían hacer. Se ofrecieron a ayudarme varias veces, pero no lo podían hacer y esta claro que ni se me pasaba por la cabeza incumplir las normas. – Venga ánimo, no todos los días se ve a tu ídolo cambiar una rueda en carrera –me decían.La verdad es que no pararon de animarme y se lo agradezco, aunque sentirme observada me llevó más tiempo y más estrés. También me animaban muchos corredores de lo que pasaban, entre ellos Ruth, que se interesó por mi. Gracias bonita.

Tardé mucho en arreglar el pinchazo, pero lo hice. Y no sabéis lo orgullosa que me sentí por ello. No lo había hecho nunca y cuando había practicado en otras situaciones, había sido totalmente un desastre. – No voy a poder cariño– le decía a Javi cuando comentábamos esta hipotética situación. Así con la euforia máxima me subí de nuevo a la bici y seguí. Gua, estaba emocionadísima por haberlo logrado, por poder continuar en carrera. Salí a muerte, iba alcanzado a gente que llevaba un ritmo mucho menor que yo e iba loca por recortar todos esos minutos que había perdido. Iba última, eso ya lo sabía, pero eso ya no me importaba. Estaba contenta por haberme superado una vez más, por haber sido capaz de controlar la situación con la mayor entereza y seguir luchando. Seguir luchando contra mí, y no contra nadie más. Porque la competición es eso, no es ganar o perder, es luchar contra uno mismo y contra todas las adversidades. Superarse, caerse y levantarse de nuevo.

FOTO: Jorge Morales Gutiérrez (ONA ONARI)

Iba muy motivada pero solo me faltó ver a Javi para que me diera más alas si hacía falta. Estaba llegando al paso por vuelta y veía como venía andando con la cabeza agachada y con cara triste. Interpreté que iba a intentar buscarme sabiendo que me habría retirado por culpa del pinchazo. Entonces le grito: ¡cariño, estoy aquí! ¡He pinchado la lenticular y la he arreglado! Alucinó. Dio un bote de alegría y su cara cambio por completo. – ¡Vamos cariñooooo!– me grito con la mayor emoción y fuerza posible. ¡Uf! Fue El mejor momento del día. El más bonito. Se me caían las lágrimas. Sé que estaba súper orgulloso de mi, no solo por haber sabido arreglar el pinchazo sino por haber seguido. No sabéis las fuerzas que me dio eso. El motivarme con mi marido, mi familia y mis amigos estuvieran orgullosos de mi por mi lucha y empujándome de nuevo sabiendo que seguía en carrera.

¿Alguien tenía dudas que no iba a seguir? Mucha gente me dijo: creía que ya no seguirías, creía que ya te retirarías y volverías a intentarlo en otro ironman. Que poco me conocen. Ese no es mi estilo. Rendirme no entraba en le ecuación. Y mucho menos hacerlo porque había perdido el pase a Kona.Yo no vine a eso, vine a competir con todas las consecuencias. No vine a por el slot, no vine solo a eso. Vine, como el resto, hacer mi ironman, a competir como una más. Yo en carrera me quito el traje de Pro y compito, sufro y lucho como el resto. Por mejorarme, por superarme y no solo por luchar por un triunfo.

 

La última vuelta de bici fue durísima. Me sentí completamente sola en carrera. Parecía que todo el mundo llevaba rato corriendo, no quedaba apenas público y fue muy duro luchar contra los kilómetros. Empezaba a tener amagos de rampas. Supongo que del sobreesfuerzo que estaba haciendo por recortar los minutos perdidos y por todos los nervios vividos ante los imprevistos surgidos.

FOTO: Naike Ereñozaga

Tocaba hacer una lectura totalmente diferente. Sé que había perdido todas las opciones de carrera. Pero no podía defraudar a nadie de los que habían venido a verme, no puedo defraudar al público y la afición de Vitoria, ni mucho menos a mí misma.

 

La maratón fue mágica. Solo con lo que viví en el primer kilómetro de carrera ya supe que era lo mejor que había hecho. No podía perderme eso, no podía perderme esa gran fiesta. ¡Dios!  Vitoria se superó cuando creía que era imposible superar lo insuperable. El público empujó de principio a fin e hicieron que los kilómetros fueran más llevaderos y amenos que nuca. No dejé de recibir ánimos ni un solo segundo. Fue espectacular, no solo el paso por la zona de meta que era una olla a presión y era imposible contener las lágrimas, sino que por todos sitios recibía gritos de ánimo y apoyo. – ¡Muchísimas gracias a todos! De corazón- . Me hicisteis vivir algo mágico e inolvidable, me hicisteis volar por las calles de Vitoria y me empujasteis kilómetro a kilómetro como si fuera el último.

FOTO: Carles Iturbe

Aunque quién realmente me empujó fue Gorka. Que bien lo pasamos. Conseguimos revivir el momento de Embrun, conseguimos encontrarnos en carrera y conseguimos ayudarnos mutuamente. ¿Quien dice que el triatlón es un deporte individual? No estoy para nada de acuerdo. Y en la maratón de este ironman lo viví. Con él y con el resto de los corredores que nos podíamos ir ayudando y animando mutuamente, con mis deportistas que también estaban compitiendo allí, con muchos amigos y conocidos y con José Luis Cano, toda una eminencia del triatlón de larga y un referente.

Gracias a Gorka mantuve la entereza cuando las fuerzas empezaron a flaquear. Salí a correr como si no hubiera un mañana, salí a luchar por todo sin nada que perder. Salí a correr con la incredulidad de que tenía 42 kilómetros por delante. Salí a remontar posiciones y ser más fuerte que nadie sin ser consciente que para mi los kilómetros también pasaban factura. Logré ponerme quinta en la primera vuelta, cuarta en la segunda y gracias al sparringde Gorka, alcancé el pódium en la tercera.

FOTO: Joan Dols

Fue increíble, fue súper emocionante vivir todo aquello. Quién me iba a decir que sería capaz de hacer esa remontada épica, de hacer ese carrerón y de marcarme el mejor parcial junto a Heahter Jackosn. No creías que fue fácil, no creáis que me sentí invencible e inmune a todo. Lo que no sé es como pude ser capaz de correr como lo hice. Llevaba rampas desde la primera vuelta, notaba como los cuádriceps me iban dando fuertes pinchazos y creía que en cualquier momento una de esas zancadas sería la última, sin embargo, conseguí enmascarar todos esos males y hacer que ni yo ni nadie me los notara. Sobretodo Javi. Le intenté demostrar que podía luchar contra todo y contra todas, le quise brindar otra gran carrera y demostrarle una vez más que no me rindo hasta el final, que lucho con uñas y dientes hasta la meta. – ¡Así me gusta cariño, sería y concentrada!-  me decía. Jejejeje Yo me reía con lo de sería. Jejejeje. Pero me emocionaba verlo tan metido en carrera, tan ilusionado y entregado. Cariño, se que creíste mucho en mí, y por momentos soñaste que podía hasta alcanzar la segunda plaza y conseguir el slot, tu y mi familia y mis amigos que empujaban desde casa. – ¡Gracias! -. Creerme que lo intenté. Una maratón es muy larga – decías. Lo sé. Pero también es para mí. Jejejeje. Y los kilómetros finales fueron muy duros, como es lógico. Pero llegué hasta la meta. Lo hice exhausta, ida completamente. Me sentí como la protagonista de stranger thingsque después de luchar y sacar toda su energía para derrotar al monstruo se queda totalmente sin fuerzas. Vacía completamente.

FOTO: Carles Iturbe

FOTO: Amari Erretratua

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Así estoy yo ahora. Con un vació que cuesta llenar. –¿Y ahora que?- Me pregunto. Como planteo el final de temporada. Esa es la duda que me queda.

 

De lo que no me queda duda es de que hice un carrerón. Fui la más fuerte de coco y me atrevo a decir que una de las más fuertes también físicamente. Lo sé, lo siento. Y no puedo estar más contenta por ello. Estoy feliz por mi rendimiento, por mi performance en tan poco tiempo y por sentirme sólida en la distancia. Ahora ya un ironman no me da miedo, me da respeto, pero no miedo. Ahora ya siento que tengo el control de la distancia y que he dado un paso muy grande hacia adelante. Ahora si que sé que puedo estar en Hawai y luchar con las mejores triatletas del mundo.

FOTO: Getty Images

–¡No estés triste cariño! Le decía a Javi después de la carrera. Estaba hecho polvo. Estaba súper triste por todo lo que me había pasado. «No te lo mereces. No es justo todo lo que te ha pasado» Me dije. Cariño, estoy súper contenta. Súper orgullosa de mi misma. He vuelto a superarme, he vuelto a demostrarme una vez más a mi misma que soy capaz de todo. He vuelto a darme una lección en carrera, a crecerme, a no venirme abajo ante los imprevistos y no rendirme nunca. Esto es lo que yo soy: una luchadora. Es lo que le quiero enseñar a la gente que me sigue. A mi sobrina Laia, que ya compite. No quiero enseñarle que su “tieta” gana, quiero enseñarle que su “tieta” sufre. Que lucha, que disfruta… porque ella me sigue y me pregunta por mis carreras. Por qué me he retirado, por qué me he caído… Quiero ser el mejor ejemplo para ella y enseñarle los mejores valores del deporte.

FOTO: Amari Erretratua

 

Ironman Vitoria ha sido una de mis mejores carreras. Vitoria ha vuelto a emocionarme. Ha vuelto a quererme como nunca y ha vuelto hacerme disfrutar. ¡Cómo te quiero Vitoria! Gracias a todos los que formáis parte de ese equipo, Gracias por organizar un evento inmejorable. Gracias Agustí, Jordi, Cristina, Núria, David, Eduardo, Yamile, Aitor, Itzi, Carles, Jon… y gracias Gorka (alcalde de Vitoria) por el gesto que tuviste al venir a felicitarme. Y lo mejor, es que sé que fue de corazón.

FOTO: Amari Erretratua

Gracias Iván por hacerme tan fuerte en tan poco tiempo. Gracias Sandra por hacer que la alimentación y suplementación no fueran, por fin, un hándicap en carrera. Muchas gracias a Manuel Alcántara por toda tu ayuda de forma totalmente altruista. Tú has conseguido que supere mis problemas de estómago, problemas que me costaron mis dos Ironman’s y muchos males en carreras. A ti y a Emlife por ayudarme con el probiótico.

 

Gracias a todos por tantos ánimos, muestras de cariño y mensajes de reconocimiento. No hay mejor recompensa.

Lo que estoy recibiendo vale mucho más que un pase a Kona ¡Os lo aseguro!

 

FOTO: Getty Images
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