No es fácil escribir la crónica de una carrera en la cual no conseguí llegar a la línea de meta. Pero me gusta explicar no sólo lo que vivo en la competición, sino también el antes y el después. Aunque no consiguiera finalizar, no dejaron de ser más de seis horas de carrera con muchas cosas por contar. Muchas vivencias. Tanto en los días previos, como en los posteriores. Y también esto quiero compartirlo. Además, se lo debo, os lo debo, a todos los que formasteis parte de ella de una manera u otra.

Llegaba el momento de debutar en Ironman. Elegí Barcelona porque consideraba importante el poder correr en casa. Principalmente por poder estar arropada por los míos que era el mayor aliciente. Además de otras muchas ventajas, como una logística más cómoda, la fecha (al ser al final de temporada, y después de cumplir los objetivos principales, sería un más a más) y el circuito (creyendo que una bici más “fácil”) sería una buena elección para dar el salto a esta distancia.

Puede que no fue una prueba preparada como se debía. Hubo varios hándicaps: la lesión del tendón cuando empezaba a tocar subir volumen en la carrera, el mundial y el viaje a Estados Unidos tres semanas antes, el resto de competiciones… En cualquier caso, me sentía preparada y lo más importante, con muchas ganas de probarlo. Eso sí, quería afrontarlo como cualquier otra persona en su debut: objetivo ser “finisher”, sin más. Aunque eso era lo más difícil.

El correr como Pro en media distancia durante el año te obliga hacerlo también en long distance. Lo tenía claro y creo que era donde debía estar. Pero sí que hubiera preferido pasar un poco más inadvertida en cuanto a los medios de comunicación. Ya era mucha la presión que me ponía yo misma, como para tener que lidiar con más. Aunque sé que a estas alturas es difícil, pero no dejo de reconocer que es muy bonito que te tengan en cuenta y te valoren. Aun así, después de alguna insistencia, preferí declinar la invitación a la rueda de prensa con el claro argumento de que era mi primer Ironman y no quería tanto protagonismo. Lo entendieron perfectamente y me concedieron ese beneplácito.

Llegué a Calella el jueves tarde justo para escuchar el breafing (aunque este podía habérmelo saltado porque no me perdí nada). Tiempo justo para saludar a compañeros, que también participaban, y algunos amigos que estaban por allí. Luego…, a cenar y a dormir prontito. Javi debía marcharse a trabajar el viernes por la mañana, pero aun así, como siempre hace, prefirió acompañarme aunque tuviera que ir y venir con el coche, madrugar y lo peor…, renunciar a sus entrenos.

Viernes. Desayuno y salgo a trotar un rato. Como es de costumbre las sensaciones son malas, te sientes pesada. Siempre te duele algo y con sensación de fatiga. Y tú, luchando contra ello sabiendo que es normal sentirse así (bueno, al menos eso es lo que comentamos siempre con Javi y otros compañeros) e intentando llevar un ritmo muy fácil que no te quite ni una gota de energía. Energía que quieres guardar para la carrera. Y lo peor de todo: los nervios. Nervios que ya se han instalado para quedarse hasta que arranque la carrera y que, por más que lo intentes, no desaparecen. Manteniéndose ese cosquilleo en el estómago y los latidos incontrolables. Si no fuera por tantos nervios, hubiera sido uno de los días previos más tranquilos que he vivido nunca. Me limité a estar estirada en la cama excepto para ir a comer y hacer el check in. Comí sola en un restaurante japonés cercano. No fui sola porque quise, sino porque sé que, durante el día previo, la logística se va complicando y al final no conseguí quedar con nadie, ni con quien lo había hablado previamente. Y eso que recibí también alguna invitación de última hora. Pero cada uno tiene sus horarios, sus rituales, sus preferencias culinarias… Y fue difícil cuadrarlo. Fue extraño. Por una parte, me sentía bien cumpliendo mi timing sin agobios, sin estrés. Pero por otra, echaba mucho de menos a Javi y me sentía rara sin compañía Y puede que más nerviosa al no tener una distracción. Sola, sin dejar de pensar en la carrera y sin dejar de leer cientos de mensajes que me enviaban deseándome lo mejor. La verdad que cuesta explicar que se siente recibiendo tanto cariño.

A las 14h fui a dejar la bici tal y como había quedado con Jordi Gil (quién dirige y presenta Temps D’aventura en Esport3). De ellos sí que no me libre (Jejejeje). Pero, a pesar de la vergüenza que me da, lo hice encantada. No solo porque te gusta que den difusión a tus hazañas, sino porque, a nivel personal, a Jordi le tengo un cariño especial. Él también competía a pesar de estar currando al mismo tiempo. Por cierto: le fue genial y me alegro mucho. A quién también le fue muy bien fue a MercéTusell. Estaba allí grabando también su entrada a boxes. Las dos en nuestro debut en larga y echas un matojo de nervios. Mercé, enhorabuena por tu gran carrera.

Una vez dejada la bici y bolsas en boxes, y grabada la entrevista, volví al hotel para seguir descansando. Solo eran las 15h y la única preocupación era tumbarme y esperar a que pasaran esas horas previas (tan largas) hasta el inicio de carrera. Se hizo eterno. Además, mi úlcera empezó a quejarse por culpa de esos nervios. «Judith, tranquila, no te juegas nada. Irá bien », me decía intentando convencerme a mí misma. Suerte que pronto llegó Javi y eso me relajó. También pasó a vernos Edu (uno de los mejores amigos de Javi), mi hermana y mi cuñado con mis sobrinas a las que tenía muchas ganas de ver y con los que me sentía especialmente ilusionada de que los cuatro estuvieran allí. Finalicé las visitas del día con Álvaro y su familia. Afortunada de tener allí a mi entrenador y que me diera los últimos conejos antes de irme a dormir (o intentarlo).

Por fin llegó el momento. Me levanté con muchas ganas y con mucha confianza. Estaba eufórica y con la adrenalina corriendo por todo mi cuerpo. Más que nervios era entusiasmo por vivir todo aquello. Lo tenía todo controlado. Ningún imprevisto de última hora, y eso me tranquilizaba. Reconozco que me emocioné mucho antes de irme hacía la cámara de llamadas. Me sobreexcité al ver allí a toda mi familia. Me costó controlar las lágrimas porque me hacía especial ilusión que estuvieran viviendo conmigo esa aventura. Me entusiasmó las caras de mis sobrinas observando todos mis movimientos previos, sobretodo Laia que con 8 años ya es toda una amante del deporte y no paraba de preguntarme porque hacía cada cosa. «Jejeje. ¡Aig! ¡Como la quiero!».

   

Mi familia no fue la única que me hizo emocionarme. También el abrazo con Eli y Marc, una pareja que entreno y que, con ellos más que con nadie, había compartido todas las inquietudes los meses previos. No solo por ser su entrenadora, sino porque lo que a día de hoy compartimos es más que una simple relación laboral. «¡Enhorabuena cracks!. Y no lo digo solo por la gran carrera que hicisteis los dos sino por como sois». Hay que decir que ella, no solo debutaba en la distancia, sino que lo hacía a menos de un año de haber sido madre. «¡Chapeau! ». Del mismo modo tuve la suerte de encontrarme con Jordi Gil y darnos un abrazo de ánimo y ver a personas como Tere Fullana, que hacía tiempo que no veía y que me ilusionó mucho. La admiro con profesional, pero más como persona. Después de muchos saludos más durante los minutos previos, abrazos con Helena y Mercé y alguna foto con Mikel Taboada (que aún no había visto), llegaba el momento de la salida.

Por suerte fue muy rápida. Que bien, ni tiempo a que me entrara el tembleque previo de la pierna mientras aguanto la cuenta atrás en la misma línea de playa. Salida limpia y desde el principio escojo unos buenos pies que me guíen. La primera boya llega muy rápido y toca ir a por la segunda que está a más de 1500 metros. ¡Qué horror! Reconozco que se me hizo largo y nunca veía el punto de giro. Iba algo incómoda por la pereza que me da nadar con neopreno y las malas sensaciones que tengo siempre con él. Suerte que el Sailfish G-Range se ajusta como un guante y aún hace que sea más llevadero que con cualquier otro, comprobado. Además, odio nadar en el mar, y aunque no había mucho oleaje, ni corriente, siempre cuesta controlar la técnica y llevas un vaivén constante que marea y hace que tragues agua de vez en cuando. Sobretodo con las olitas de las barcas de la organización cuando pasan cerca. La suerte que no vi medusas, como predecían, y el agua estaba cristalina hasta el punto que me permitió disfrutar del mar como nunca hago en competición. Los metros iban pasando. Mi limité a seguir unos pies que me llevaron muy, muy cómoda. Hasta pensé que estaba columpiándome demasiado, pero creo que debía ser cauta. Tampoco era plan de desgastarme más de la cuenta ni ponerme a tirar si tampoco iba a servirme de mucho. Así que a pesar de la falta de costumbre de nadar casi 4km del tirón, en aguas abiertas, y con neopreno, estaba completando el primer sector del Ironman y se me iba dibujando una sonrisa cuando veía, por fin, que quedaba poco para alcanzar la playa. Cincuenta y dos minutos, me cantó Javi. Pues sí que he nadado bien. ¡Toma ya!

La transición fue un poco confusa. Nos juntamos varios pros por allí. Las cinco chicas que salimos en el primer grupo junto a un par de chicos que alcanzamos en los últimos metros y que, entre que todos queríamos quitarnos justo el neopreno delante de nuestra bolsa y que era una tarima de madera muy resbaladiza, aquello provocó un momento caótico. Además, el chico de delante mío, por error, cogió la bolsa roja que es la de la T2 y casi hizo equivocarme. Suerte que me di cuenta a tiempo antes de llegar a descolgarla del todo. Fue gracioso porque yo siempre tenía la duda de si la transición de un Ironman era más lenta o más tranquila que una distancia más corta. Pero por lo visto no.

Me subí a la bici en segunda posición, pero dejé rápido que la primera se marchara. Debía controlar más que nunca y olvidarme del resto. Era el reto más largo al que me había enfrentado nunca y debía tener la cabeza bien fría para regular el sector ciclista. Controlar mis watios y guardarme un poquito. Pero es cierto que no quería verme sola. Aunque, muy a mi pesar, fue así durante toda la primera vuelta. Me pasaron las tres favoritas. Una por una a lo largo de los primeros 50 kms, pero no hice ningún intento de seguirlas. Puede que fuese una mala elección, pero no quería sobrepasarme en ningún momento. Una primera vuelta donde te sientes sola. Pero, concienciada de lo mucho que te queda y como cambias el chip respecto a las distancias que estas acostumbrada, los kms pasan rápido. Aunque tengo que decir que fue como estar en dos competiciones diferentes. Mientras yo pedaleaba en solitario iba viendo a la vuelta como los pelotones iban avanzado. ¿Pero qué es esto? Nunca lo había visto tan claro en carrera. Fue alucinante. Ni siquiera fui capaz de distinguir al resto de chicas pros que venían detrás de mí. No me gusta entrar al trapo en este tema y me cansa ver todas las publicaciones en redes sociales sobre el drafting, pero vivirlo desde dentro por primera vez me causó mucha impotencia e indignación. Y la peor sensación fue ver como tú te estás desgastando solita (como debe ser, o al menos a más de 12 metros de otro corredor) mientras el resto pedalea en grupo como si nada. Cierto que vi muchos árbitros, escuché muchos pitos, vi mucha gente discutir con ellos mientras enseñaban tarjetas y vi mucha gente parada en los penalti box. Y sé que en un circuito así, y con tanta gente, es muy complicado. Pero, si uno quiere, se puede. Se trata que cada uno cumpla la ley y no haga trampa.

    

Por supuesto, el ir sola, era cuestión de tiempo y a pocos kms de empezar la segunda vuelta fui absorbida por los grupos. Que fuerte, la gente enganchadita. Encima se hacían señas para avisarse de un obstáculo… ¡Gua! ¡Es que aún estoy alucinando! Si a mí me da igual lo que haga el resto. El problema es que yo solo hacía que levantar el pie, para respetar los 12 metros al ser adelantada, mientras veía como otro me pasaba para ponerse delante y no perder la rueda del grupo. Así se hacía imposible seguir rodando a mi ritmo y empezó a bajarme la media y los watios. La única opción fue ponerme a la izquierda y así ir en paralelo al grupo. La verdad que fue un momento tenso, circunstancia que te saca de carrera y por lo que no entiendes el por qué la gente no sabe competir como toca. Había un pro español en el grupo, Imanol, y también estaba desesperado. Intentaba explicarle al resto a base de gritos que dejaran de chupar rueda y que hicieran una fila respetando la distancia. Pero, ni caso. Sus gritos y aspavientos consiguieron advertir a los árbitros y pronto vino una moto a poner orden y sacarle tarjeta a todo el pelotón. Todos indignados por supuesto. Pero sirvió para que pudiera seguir compitiendo cómodamente. Aproveché la estela de Imanol, que era muy buena, y me concentré en no perderle de vista. Finalicé la segunda vuelta con buenas sensaciones y a buen ritmo. Lo pasé a pocos kms del giro, en la subida, él se quejaba de problemas musculares y le di ánimos. El viento a favor de vuelta a Calella se notaba y eso, más que gustarme, me preocupaba al saber que la tercera vuelta iba a ser muy dura. Y así fue. Solo quedaban poco más de 30kms y fueron los peores. El cansancio empezaba a notarse (aunque iba más entera de lo que hubiera esperado nunca) y las molestias de tantas horas en la misma posición se agravan. Lo peor fue ver cómo me pasaban dos chicas, junto a un grupo, sin saber ni siquiera de dónde habían salido. Que impotencia. Encima, no me dio tiempo ni a reaccionar y me quedé sola de nuevo, comiéndome todo el viento que ya era fuerte y desgastaba más de la cuenta. Me concentré en seguir manteniendo el ritmo e intentando no venirme abajo. A pesar de que las fuerzas empezaban a ausentarse, los kms iban pasando, y llegaba el último punto de giro tan esperado.

El último tramo de vuelta, sabiendo que ya lo tenía y con viento a favor, fue más asequible. Pero aunque las piernas y la cabeza estaban respondiendo muy bien, fue el estómago el que empezó a quejarse. ¡uf! ¿Qué pasa aquí? Había cuidado muy bien la alimentación en la bici, o eso creía sabiendo que era clave. Aunque hubiera preferido poder tirar más de avituallamiento propio y no de la organización, la logística no te lo permite. A pesar de eso, me sentí bien hasta la parte final del ciclismo y fue cuando decidí coger un plátano (en el último avituallamiento). De esa manera evitaba un gel, creyendo que me ayudaría a que se me asentara el estómago. No sé si fue el plátano, o cualquier otra ingesta, pero algo provocó una reacción en mi cuerpo y empecé a tener dificultades para controlar eso que, de ninguna manera, quería ser asimilado provocándome un gran malestar, una terrible angustia y unos fuertes dolores estomacales.

La segunda transición era el momento más deseado para mí en mi debut. Sabía que una vez empezase a correr, iba a luchar por llegar a meta como fuera. Pero…, no pudo ser. A pesar de llegar mejor de piernas de lo que esperaba y hacer una transición rápida y motivada por empezar a correr, fue el estómago el que no quiso que lo pudiera hacer. Unos fortísimos pinchazos en la zona abdominal me impedían ponerme recta. Y, a eso, se le sumaban las arcadas y los momentos de angustia. Fue el peor momento que he vivido nunca en carrera. No solo por el malestar físico, sino por no poder luchar contra ello y ni siquiera poder disfrutar del entorno y de toda la gente que estaba allí animándome.

No me voy a alargar mucho en contaros mi calvario durante los únicos 6kms que fui capaz de aguantar en pie. Distancia que a regañadientes pude aguantar hasta que mi cuerpo decidió echarlo todo y provocarme unos fuertes dolores en el estómago que me obligaron a pararme. Tampoco os voy a relatar el mal rato que pasé, tirada en un portal, hasta que vinieron los servicios médicos a atenderme. Les dije que no quería ir al hospital y opté por llamar a mi familia gracias a un agente de Policía que estaba allí conmigo y me prestó su teléfono. Esperé en su coche de patrulla hasta que Javi vino a recogerme con Rafa. No sé cómo me lo monto, pero, cuando no he podido continuar en carrera, siempre termino en un coche de las FCSE (después de la carrera de Mallorca acabé en un coche de la Guardia Civil porque las ambulancias no daban abasto). Evidentemente, y por suerte no detenida, sino esperando a que vengan a recogerme.

Explicaros el resto es contaros penurias, que no quiero. Simplemente os diré que anduve, de la cama al baño, hasta que mi estómago, unas cuantas horas después, decidió calmarse. En esos momentos no tenía mucho tiempo ni fuerzas para pensar en lo ocurrido. Solo quieres recuperarte. No ayuda el estar así, pero al menos te consuela ver que en esas condiciones no podías seguir y te ayuda a que el duelo sea más llevadero. El problema es que, cuando uno empieza a recuperarse físicamente, es más difícil convencer a la cabeza de si diste todo de ti. Y quieres encontrar cuál fue el error que cometiste y si estuvo en tus manos solucionarlo de otra manera. Eso igual me costará unos días, y sé que pronto pasaré página y buscaré otra carrera para volver a intentarlo.

Mi mayor decepción no fue el abandono, el cual no pude evitar dadas las circunstancias, sino el no haber podido acabar por todos los que estaban allí y por todos los que fueron expresamente a verme. Toda mi familia, mi entrenador, muchísimos amigos, compañeros, todo el equipo de RCTRI… Y todos luciendo una camiseta con mi foto y un mensaje de fuerza. Por cierto, en la foto había dibujada una bomba y ponía ¡BOOM! Pues sí que hubo explosión sí (Jejejeje).  -Dani, perdona. Creo que fue idea tuya. Con todo el cariño.  Hay que reírse de esto sino…

   

Siento no haber estado a la altura. Siento el viaje que habéis hecho en balde. Y lo siento no solo por vosotros, sino también por mí. Por no haberos podido disfrutar en carrera ni veros siquiera al acabar. Gracias por estar ahí y demostrarme tanto apoyo y cariño. Eso es el mayor regalo y consuelo después de mi estrepitoso debut en la distancia reina.

Aunque si algo me llevo, es todo lo bueno que viví. El disfrutar de una carrera en casa, con toda mi gente, con muchas caras conocidas, con no dejar de recibir ánimos en todo el sector ciclista de otros corredores que me cruzaba y que alguno no conseguí ni siquiera reconocer o que ni siquiera conocía, de gente que estaba como voluntarios en los avituallamientos, del público… Fue brutal cada paso por Calella, donde fue difícil controlar la emoción y no pisar un poco más fuerte el pedal. Todas esas emociones no me las quita nadie. Aún sigo recibiendo muestras de cariño y eso es impagable. Ver que la gente te quiere y te aprecia es la mejor medicina que uno puede recibir. Y más cuando recibes mensajes y consejos de gente entendida como entrenadores o triatletas expertos en la distancia que te apoyan sabiendo que todos han pasado por eso alguna vez.

  

Las carreras… o se gana o se aprende. Y yo… he aprendido muchas cosas de ésta y sobre todo he ganado también muchas otras.

IMÁGENES DE MIKEL TABOADA PARA TRIATLETASENRED.COM