La 36 ème Emburnman será inolvidable

 

Creo que es la crónica más difícil a la que me he enfrentado hasta ahora. No sé ni cómo, ni por dónde empezar. No sé si voy a encontrar las palabras para explicar tantos sentimientos y tantas emociones. No sé si voy a poder definir todo lo que viví, todo lo que sufrí, todo lo que luché y todo lo que recibí a cambio.

 

Embrunman ha sido más que un triatlón para mí. Vine acompañada de mi gran “familia”: mi marido Javi (por supuesto), mi hermana, mi cuñado y mis peques que repetían un año más. Y de mis mejores amigos: Richard, María, Maddie, Alberto, Cate, Valentina, Víctor y Teo. ¿Sabéis que ellos fueron los culpables de que este aquí? Aún recuerdo un día que estando con Richard, entrenando por la Cerdanya, días antes del Embrunman del año pasado, me dijo: ¿te ayudo a entrenarlo el año que viene? – Mi respuesta fue: ¡Una mierda! ¡ ¡El año que viene no vuelvo! Pues aquí estoy. Fue fácil convencerme. Quizá me dejé llevar por la emoción de ver que mis amigos se desvivían por venir a disfrutar de esta carrera conmigo. Y por pasar sus vacaciones en Embrun, dándole prioridad a mi carrera e interponiendo mis prioridades a las suyas. Y por venir a ayudarme, y animarme al máximo. Soy una afortunada por ello y no puedo estar más orgullosa de tener esta gran “familia” siempre a mi lado. El apoyo en esta carrera es fundamental, como bien decía la camiseta que llevaba un corredor hecha para la ocasión: <hacer el Embrunman solo, no es posible>.

Sin embargo, ha sido muy muy duro llegar hasta aquí. Realmente, tengo que reconocer, que me he arrepentido en varias ocasiones y que me alegro de no haber tirado la toalla. Pero no os puedo negar que estuve a punto en varios momentos. No es fácil contar esto. No sé si os sorprenderá más o menos, pero, para mí fue difícil vivirlo y gestionarlo. No os quiero aburrir con mis bajos momentos. Sin embargo, solo os diré que esta prueba es tan y tan exigente que realmente te lleva al límite en lo físico y lo mental. Te pone a prueba constantemente haciéndote dudar de si realmente vas a ser capaz de conseguirlo. Te impone mucho respeto, y por qué no decirlo: da miedo. Miedo a tanto dolor, a tanto sufrimiento. Miedo a un desgaste inhumano que puede vencerte, a ti y a tu cabeza. Y eso puede ser destructivo. Eso puede dejarte fuera de juego y las consecuencias pueden ser muy graves. Así lo sentía. Que horrible sensación. Quizá porque cuando ya lo has hecho, ya sabes a todo lo que te enfrentas. Así que, en este caso, prefería el miedo a lo desconocido que a la pavorosa percepción de saber que iba a sufrir otra vez, durante más de once horas.

 

No hay un motivo concreto que me haya llevado a sentir eso. Quizá ha sido un cúmulo de cosas. Supongo que todo fue influyendo paulatinamente: el desgaste físico y mental de Vitoria, el cansancio que iba arrastrando de carreras y entrenos, el calor insufrible que hemos tenido estos dos meses, el estrés personal, sacar entrenos largos y exigentes sola, vencer la pereza muchos días para cumplir con el entreno, luchar con la falta de ganas en ocasiones, renunciar a otras muchas cosas, sacrificarte tanto por algo… Lo sé. Lo hago porque quiero, nadie me obliga, ni yo misma lo hago. Por eso lo sigo haciendo, porque en realidad quiero, porque realmente disfruto con todo esto. Sin embargo, no es un camino de rosas y hay que ir pesando las cosas en una balanza.

 

Es un triatlón durísimo. Te lleva al extremo. Y como ya lo había experimentado, me hacía sentir mucha inseguridad. Dudas de si llevas el entreno suficiente, si te han faltado kilómetros, rutas más duras, entrenar subidas, entrenar en altura… Dudas de si estás preparada físicamente e incluso si lo estas mentalmente. Me costó mucho convencerme de que sí. De que estaba preparada, de que podía hacerlo. Conseguí hacerme entender que estaba fuerte, que llevaba un año muy bueno y las cualidades y la forma no se iban a perder de la noche a la mañana para esta carrera. Sí que es cierto que me hubiera gustado entrenar en altura y aclimatarme a ello porque, no olvidemos que llegas a competir a 2.360 metros de altitud y, ahí… el cuerpo sufre. Y sufre aún más si no está habituado. Lo que no conseguía era que mi cabeza no fallara ese día. Sentía que a nivel mental no tenía ganas de luchar. Sentía que mi mente estaba agotada y temía que no tuviera fuerzas para ayudar a mi cuerpo cuando lo necesitase. Con toda esa lucha interior tuve que lidiar hasta poco antes de la prueba. Luchaba contra esas ganas de salir corriendo hacia otra dirección… con parar el tiempo… , o con cambiarlo todo. A veces la cabeza es muy cruel. Y así pasé los días previos. Así pasé el viaje de ida mientras sentía que mis piernas se hinchaban por estar 10 horas metida en un coche. Así me sentía cuando, estando en Embrun, me notaba cansada y pesada (supongo que era la aclimatación a la altura). Me daban ganas de pasar de la carrera, de irme hacer puertos con mis amigos, de ponerme a jugar con mis sobrinas y las niñas en el lago, de comer sin control. Por suerte, gracias a ellos, al verlos allí, por mí, con más ilusión que yo por mi carrera, entendí que todo eso tenía sentido. Sabía que debía hacerlo y que además lo iba hacer muy bien. Sin duda, iba a tener a mi lado al mejor equipo humano. Y eso ya sumaba muchísimo.

 

Llegó el 15 de agosto. Son las 5.45h de la mañana y ya estoy preparada para empezar esta aventura. Aquí ya no hay vuelta atrás. Ni quiero que la haya. Estoy a oscuras enfrente de un lago en el que no veo ni siquiera donde empieza el agua, pero tengo ganas de meterme a nadar en él. Levanto la mirada y veo la luna llena que nos alumbra mientras se esconde en unas finas nubes y con esa estampa me daban ganas de llorar de emoción. <<¿En serio te querías perder esto? No tienes perdón>>. Son de esos momentos que vives en la vida donde se mezcla la adrenalina, con la emoción, con el miedo… Como cuando uno hace alguna locura como el tirarse en paracaídas o bajar por una montaña rusa… Sientes algo de miedo, pero hay otras muchas emociones inexplicables que te gustan, que te hacen reír, gritar… Pues la salida del Embrunman es así. Sin más. Y para mí, solo por ese momento, este triatlón vale la pena hacerlo.

Cinq, quatre, trois, deux, un!Empieza la prueba y soy la más rápida en entrar al agua. Y la más astuta porque a pesar de estar a ciegas, sé que debemos ir a la derecha. No cometo el error del año pasado y me sorprende que las demás sí que lo hagan (y mucho más cuando había varias expertas en esta prueba. De hecho, tres ganadoras de ediciones anteriores y varias de ellas con grandes actuaciones en este triatlón. Así que casi todas sabíamos a lo que veníamos).

Dominar la natación aquí es clave. Nadábamos con la única referencia de una luz que parpadeaba en la popa de un kayak que iba abriendo la carrera. Poder ser la afortunada que va detrás de él, es muy favorable. Lo conseguí. Era yo la que llevaba el timón. Logré liderar el sector de natación de principio a fin y eso hizo que la natación fuera muy fácil. Bueno… dentro de lo fácil que puede ser nadar a oscuras. La verdad que da un poco de yuyu. Pero es otra sensación realmente emocionante. Es como cuando te bañas desnuda en el mar en una noche de verano. Sientes un miedo terrible, crees que te va a venir cualquier cosa a morderte. Pero, la sensación de libertad que te ofrece, es mágica. Y lo de ver amanecer en el agua, ni os lo puedo contar.  La mañana se va abriendo mientras tú braceas y empiezas a ver la orilla del lago llena de público y escuchas sus gritos y aplausos y en ese momento, te das cuenta de donde estás. Estaba liderando el mítico Embrunman. Nada más y nada menos.

54’. Un tiempo mediocre (no lo supe hasta un día después). Sin embargo, sentí que volaba. Sobretodo al verme en cabeza en solitario sabiendo que había grandes nadadoras y que en otras ocasiones las había tenido cerca e incluso delante. Fue una natación cómoda. Aunque se me hizo muy muy larga la primera vuelta. Supongo que el no ver nada influyó y la verdad que iba muy incómoda de lumbares y hombros. Consecuencia de no haber podido calentar antes en el agua. En varios momentos tuve ganas de parar a estirar unos segundos, aunque conseguí aguantar sin hacerlo. Quitando eso y las zonas de algas, por culpa de lo baja que estaba el nivel del agua, tuve una muy buena natación.

El mejor momento, fue la salida del agua. <<¡¡¡Guauuuuuu!!!>>Flipante la animación. Fui la primera persona en salir del agua y el público estaba entregadísimo. Imposible que no me temblaran las piernas y las manos. Y más cuando entre esa gente escuchas y ves a tu hermana, tu sobrina, Javi, Richard, Víctor y Alberto. Brutal. < ¡Pero Judith! controla que tienes 187km por delante. >.

La primera parte de la bici es durísima. Empiezas a subir muy fuerte y es muy difícil no dejarse llevar por la emoción. Te entra el pánico escénico y empiezan aparecer los: «no puedo», en la cabeza. Sí, tan pronto. Es deprimente sentir que llevas un rato sufriendo y tu Garmin solo marca 5 kilómetros totales y media de 15km/h. Paciencia Judith, ya sabemos lo que toca. A eso se lo suma el frío y no ayuda el notar como se entumecen las piernas y pierdes el tacto en manos y pies. La peor consecuencia de ello es que no bebí nada en esa primera parte. Ni sed, ni aliento para hacerlo, ni tacto para realizarlo. Aunque no todo era negativo. Conseguí levantar la cabeza y disfrutar del entorno. Esta carrera es para eso, para alzar la vista y darte cuenta de donde estás. Es increíble. No se puede explicar.

Disfrutaba mientras, inevitablemente, sufría la presión que supone ir primera en carrera. Querer correr más de la cuenta para que no te den caza y agobiarte con ese pensamiento. Sin embargo, en esta carrera no puedes competir, solo debes seguir tu camino y olvidarte del resto. Y por suerte, lo volví a conseguir. Bueno, me olvidé de las chicas, pero no de los chicos –jejejeje- Empezaron a pasarme en carrera, pero me sentía orgullosa de que lo hicieran más tarde que el año anterior. Lo hablamos con Víctor del Corral que me pasó sobre el kilómetro 40, casi llegando a Embrun. Y él mismo me dijo luego: ¡he tardado en pillarte este año! ¿eh?-. Eso motivaba. Lo bonito es irte saludando y animando con todos porque este triatlón une más que ninguno. Empatizas y compartes sufrimiento más que en cualquier otro. Carlos López, Pello, Eric Merino… y también extranjeros: Romain Guillaume… todos estábamos luchando por lo mismo: sobrevivir.

Paso por Embrun y cargo pilas con los gritos del público y de todas mis chicas que estaban allí: Mire, Laia, María y Cate. Y Javi junto a ellas. Les sonrío para que sepan que estoy bien y Javi me canta: 3’.  <¡Ole!> Me pillaran tarde o temprano. Pero, de momento, tengo el control de la prueba y una ventaja que no pensaba tener. Así que: eso que me llevo. <¡Zero estrés Judith, tú a lo tuyo!> me recuerdo a mí misma. Aunque antes de que me de tiempo a digerir la emoción del paso por Embrun, kilómetros más tarde, veo a Richard, Alberto, Víctor y Teo y me además de animarme, me gritan: – ¡Te vamos a ir siguiendo, vamos a verte al Izoard! – ¡Que grandes! Solo eso, me hizo sonreír durante un buen rato, motivarme con esa idea y disfrutar de tener a mis amigos cerca apoyándome.

Ellos fueron la clave de que no desvaneciera en ese duro circuito, ellos fueron los culpables de que los kilómetros fueran mucho más llevaderos. La verdad es que, dentro de todo, estaba gestionando bien la carrera y sufriendo lo esperado, ni más ni menos, que ya era mucho. Me encontré algo pesada en las subidas. Sin embargo, no le quise dar mucha importancia. Conseguí tener calma y no dejarme llevar por los pensamientos negativos que iban apareciendo. Tienes muchos momentos en los que te pararías, te detendrías junto a tus amigos a contarles lo duro que es esto. A pedirles que te lleven de vuelta o a echarte a llorar en su hombro desconsolada porque no te sientes con las fuerzas suficientes de afrontar todo lo que tienes por delante. Antes de empezar el ascenso al Izoard ya había perdido el liderato. Tina Deckers me había dado caza sobre el kilómetro 70, después de meterle una minutada en el agua. <<¡Qué pasada, cómo va!>> Y tenía a Emma Bilham, Alexandra Tounder y Lisa a punto de darme caza. Aunque eso no me importaba, estaba preparada para ello y yo seguía a lo mío. Aunque nunca es plato de buen gusto. Sin embargo, conseguí coronar manteniendo la segunda posición. Cuatro minutos ya me había metido Tina. Por detrás: poco más de un minuto.

Sorprendentemente. Fue en las bajadas donde mejor me sentí. Tuve el flow que nunca encuentro. Será gracias a mi FELT FR2 y a los frenos de discos que me dan una seguridad increíble. Lo único que no me daba seguridad era el tráfico abierto en esta carrera y sentir que: si aparecía un coche, a la velocidad que iba…no lo iba a contar. <<¡Uf! ¡Uf! ¡Uf! Judith no pienses eso. Disfruta que es el mejor momento de carrera y dura poco>>jejejejeje. Realmente disfruté muchísimo bajando y volví a sentir que merecía la pena estar allí. Es que bajando se ve todo muy bonito. – Jejejeje -. Es en la parte más rápida de carrera donde quieres ganar segundos, subir la media, recortar kilómetros lo más rápido posible…Y no sabéis la rabia que da tocar el freno porque un coche te obstaculiza. Esto pasa, y mucho. Y es lo malo de esta carrera. Lo peor no es perder tiempo, sino no sentirte seguro compitiendo. El paso por Briançon es realmente complicado y tienes que andar con mil ojos. Tienes que respetar las preferencias en cruces y rotondas porque a muchos conductores franceses les importa poco que estés compitiendo. La verdad es que cuesta creerlo cuando te ves ahí metida entre los coches.

El Izoard marca un antes y un después en esta prueba. Pasas de disfrutar en la bajada con la satisfacción de haber logrado coronar el puerto más duro de la carrera, a darte cuenta de que a penas llevas la mitad, que te quedan tres horas de carrera y que queda mucha dureza todavía. Ahí es donde te das cuenta del gran error que has cometido viniendo aquí. – Jejejejeje -. <<¿Por qué lo has hecho Judith?>>.

 

Se hizo muy muy dura esa segunda parte de carrera (no más que el año pasado). Los kilómetros ya no pasan, tu cabeza solo hace cálculos de todo lo que te queda todavía, tu estómago se resiente y rechaza todo, no quiere nada más. Tu cuerpo dice basta, te duele todo: piernas, culo, lumbares, cervicales… El calor aprieta de lo lindo y para colmo, se levantó un viento en contra horrible. No exagero. <<¡por favor!, ¿es necesario ponérnoslo más difícil?>>.

Los 40 kilómetros finales fueron de infierno. Solo quería llorar. Solo quería acabar y empezaba a plantearme el no correr. No podía. No quería. O ninguna de las dos cosas. Yo misma discutía con mi cabeza: << ¿y ahora tienes que correr una maratón? ¡Si no puedes con tu alma!>> . <<Venga Judith, lucha, hazlo por tu familia y amigos que están dejándose la piel por ti>>. – ¡A la mierda mis amigos!– me contestaba yo misma. Seguro que ellos me entendían. <<Ánimo Judith, hay mucho dinero en juego>>.Yo no corro por dinero, ¿te enteras?-. <<Venga demuéstrate a ti misma de que lo eres capaz. Hazlo por ti, solo por ti>>.

Con esa lucha interna conseguí poner pie en la T2. Sin saber cuántos pasos sería capaz de dar ni hasta dónde llegar. Pero me prometí que iba a luchar, que lo iba a intentar hasta decir basta, y que iba a pelear cada kilómetro como si fuera el último y sufrir hasta la estrenuidad antes de rendirme.

Qué os voy a decir. Que fue la maratón soñada. Sufrí muchísimo, sin duda. Pero el sufrimiento se escondía detrás de toda la emoción, de toda la fuerza que me dieron todos. Es imposible de expresar lo que viví. Tenía al Team koraxan desplegado a lo largo de toda la carrera. Colocados estratégicamente para no dejarme sola ni un momento. Me empujaron, me dieron fuerzas y esperanzas. Me hicieron volar y lo mejor: me hicieron soñar. Soñamos hasta hacerlo realidad. Ese sueño que parece que todos perseguíamos.

Mi cuñado en la primera parte de carrera, mi hermana unos metros más tarde con Júlia que animaba emocionada a su “tieta” con su campanita. Javi y Laia juntos en la primera subida del circuito para ir corriendo a un segundo punto. Las chicas esperándome en el paso por vuelta y en la zona más alejada de boxes, tenía a los chicos dándolo todo. ¡Brutal! ¡Increíble! <<¡¡¡mil gracias!!! No puedo decir más>>.Y además de ellos tuve la gran suerte de tener a Isabel y su marido apoyándome, a Francisco que corrió conmigo de punta a punta y me ayudó con sus gritos en las duras subidas. Y muchos más españoles que realmente me hicieron mantenerme a flote en esa dura batalla. <<Gracias a todos>>. No hay forma de agradecer tanto.

Me bajé a correr con casi seis minutos sobre la primera, me sorprendió que fueran tan pocos después de aventajarme con cuatro en el Izoard. Aún así, no creía poder cogerla. Sin embargo, la sorpresa fue tener siete minutos de ventaja por detrás. <<¡uf! ¿Que ha pasado? ¿Si las llevaba oliéndome el culo todo le rato?>>. Eso fue la prueba de que realmente había gestionado bien la carrera, había sabido tener paciencia y había hecho una segunda mitad de ciclismo mucho mejor. Sin embargo, nada estaba decidido y a pesar de la amplia ventaja, no veía asegurada la segunda plaza. A ver ahora como gestionábamos todas la maratón. Los 42 kilómetros nos iban a colocar a todas en nuestro sitio y a desvelar el desenlace.

Primera prueba de reconocimiento.<<Dios, no me acordaba lo duro que era el circuito>>. Sin embargo, el cuerpo estaba respondiendo más que bien. Tenía piernas, tenía fuerzas y el estómago respondía bien a los achaques del esfuerzo. Solo había que ver como iba recortando minutos. Pasé de seis a menos de cuatro de diferencia en la primera vuelta. ¡Gua! ¡Estaba emocionada! Yo y todos. Que empezamos a creer que se podía. – Estas corriendo mucho más fuerte que ella, se te ve genial. Mantén la técnica. Cuerpo adelante. – Me decía Richard. Y yo con eso aun corría mejor y más rápido. El efecto que tienen las palabras es alucinante.

Segunda vuelta. La ventaja por detrás era hasta un poco más amplia y empezaba a creer que la segunda posición no me la quitaba nadie. Sin embargo, apareció el muro. Noto que cuando estoy superando la subida más dura, los tibiales se engarrotan a causa de la dura pendiente y siento que apenas puedo correr. Parece que en la bajada se alivia, pero empiezo a sufrir muchísimo a nivel muscular y empiezan aparecer los amagos de rampas por todos lados. Empiezo a temer por no poder continuar en carrera y que mi cuerpo sufra un colapso. <<Judith no le hagas caso, no escuches eso>>.Que horror. Las cosas pasan de blanco a negro en un segundo. Y no sé como se puede remediar eso. Intento beber todo lo que puedo, hace mucho calor y ya todo pasa mucha factura. Me bebo hasta el agua de las esponjas. Esas que te dan para mojarte y que pasan por el suelo y por miles de corredores. Que triste cuando llegas a eso. Pero en los avituallamientos ya se hace muy difícil coger un vaso si no te sirves tu mismo y no quiero parar. Si lo hago, no voy a ser capaz de seguir.

Yo iba muy “jodida” pero no era la única. A pesar de eso seguía acortando la distancia con Tina y en los últimos kilómetros de la segunda vuelta ya la podía ver delante. Aunque por momentos creía no poderla alcanzar nunca. Quise tener paciencia, realmente, no creía tener fuerzas para pasarla y aguantar el tipo. Sin embargo, la alcancé sin querer justo al paso por boxes. <<Última vuelta Judith, puedes hacerlo>>. Podía, pero no sola. Así que al pasar por delante de Javi le grito como puedo: – ¡ayudarme, ayudarme!– Dios, se me caen las lágrimas solo de recordarlo. Javi se quedó planchado. Pasó de la euforia máxima al verme primera a la preocupación absoluta por mi mensaje desesperado. Aunque él confiaba en mi y sabía que iba a poder con ello. Y más viendo cuando las demás llevaba peor ritmo que yo y empezaban a andar en las subidas y avituallamientos cosa que yo no hice.

Mi mensaje surgió efecto. No tenía ninguna duda. Y de nuevo los tenía a todos circulando por todo el circuito conmigo para ayudarme en cada tramo. Me iban cantando tiempo y yo iba aumentando con mucha facilidad la ventaja con Tina. Pero no me servía. Tenía dudas de no poder acabar, de no poder llegar a meta. Sentía que no podía soportar todas esas rampas ni un solo kilómetro más. No sabía como lidiar con eso, como callar esos gritos de dolor, como parar eso. – Por favor, no me hagas esto. Ya lo tenemos. Déjame cumplir este sueño –. Le gritaba a mi cuerpo con rabia.

 

Horroroso. Durísimo. Creía que no me movía. Sentía que no avanzaba. Miré más mi reloj en los últimos 5 kilómetros que en toda la maratón. Los metros no pasaban. Solo me olvidaba de ellos cuando escuchaba a mis amigos. Víctor me decía: – gracias, gracias por darnos tanto, por tu lucha, por tu entrega…-. <<gracias a ti por alentarme cuando más lo necesitaba– .

 

Últimos 3 kilómetros, totalmente llanos. Último tramo de carrera. Richard se detiene, me mira y me dice: – Ya está, ya lo tienes, ¡eres la ganadora del Embrunman! ¿tu sabes lo que has hecho? -. No, aún no lo sé. Que pasada. Le choco la mano y con un nudo en la garganta empiezo a creer que lo tengo, que lo tenemos. <<Alberto, lo hemos conseguido. Confiaste en mí, y has hecho que yo también lo haga. Nos lo merecemos. Muchos años de trabajo detrás de esto>>. Le digo por dentro cuando paso por su lado.

 

Agonizo los últimos kilómetros. Sé que puedo permitirme andar y que ya no se me escapa. Pero no quiero andar, ni correr, quiero volar. Quiero disfrutar de lo que estoy consiguiendo. <<cariño, te he vuelto a brindar una gran carrera>>. ¡Lo conseguí! Ya sí. Veo a mi cuñado y a mi hermana y corren conmigo ese tramo final. Y aún así les sigo preguntado: – ¿viene por detrás? -.Mi hermana se parte de risa. ¡Uf! Es que da mucho miedo eso de que te adelanten al final. La carrera no se gana hasta la meta.

Y esa meta por fin llegó. Esa que nunca creí alcanzar. Esa que quise odiar en tantas ocasiones y ahora la quiero a más que nada en el mundo. Ha sido mi meta más especial, más compartida, más querida, más sufrida, más luchada y más bonita que he tenido nunca. Este triatlón ha sido mágico, ha sido especial, único y sin duda ha marcado un antes o un después en mi carrera deportiva.

Gracias “familia” por todo lo que me habéis dado estos días. ¿Sabéis que es lo más bonito? Que días después cierro los ojos y no consigo ver imágenes de mi llegada, de la meta, de mi carrera…solo veo imágenes de mi gente animándome, gritándome y vibrando conmigo. Y eso es lo más especial que tengo. – ¡Os quiero! – ¡Ahora, no me convenzáis para volver el año que viene eh!

Mucho trabajo detrás de este triunfo. Aunque no ha sido solo mío. Sino que hay más gente detrás de este logro: entrenador, nutricionista, fisios y patrocinadores. Gracias a todos.

 

Y gracias a todos por reconocer mi gesta y darle aún más valor a todo ese trabajo, a toda esa lucha, sacrificio y a esa recompensa.

1 Judith CORACHAN ESP        54:49   01:46    6:40:13    01:20   3:15:56    10:54:07
2 Tine DECKERS BEL               58:01  02:18    6:30:46   01:4      3:27:39     11:00:30
3 Alexandra TONDEUR BEL  1:01:09 02:00   6:40:35   02:2      3:19:47     11:05:57
4 Meredith HILL AUS              56:20    02:50    6:44:20   02:1     3:23:48      11:09:35
5 Emma BILHAM SUI             56:49     01:44    6:49:49   04:0     3:22:55      11:15:20
6 Lisa ROBERTS USA            1:04:54   02:37    6:57:24     02:0    3:15:05      11:22:00
7 Anais MARTIN FRA             1:02:46  03:24    7:04:08   02:5     3:28:59      11:42:10
8 Melissa LAPP FRA            1:05:20      03:01   7:14:22      03:3     3:52:14      12:18:27
9 Sione JONGSTRA NED    1:01:09     03:03     7:26:50.  02:2     3:45:55      12:19:26
10 Annabelle DIETRE FRA    56:58      04:50     7:22:17     06:3    4:23:54     12:54:29

De la diferencia de premios entre hombres y mujeres mejor ni hablo. Me indigna este tema. Me entristece mucho. Hicimos lo mismo que ellos, el mismo recorrido, el mismo esfuerzo, el mismo sacrificio pero parece que no es suficiente para que la recompensa sea la misma. Igualdad. Solo queremos eso, ni más ni menos.