Desde hacía tiempo tenía ganas de correr aquí. Pero, por motivos de calendario, se me resistía. La suspensión de mi insustituible Bilbao, ha permitido que haya podido estar en la salida. No hay mal que por bien no venga.
Que fácil y cómodo es correr cerca de casa, a poco más de una hora de coche. Además, con el privilegio de tener un apartamento justo delante de boxes. No es nuestro, sino del mejor amigo de Javi. Y tenemos la gran suerte que, siempre que lo necesitamos, nos lo dejan. —Muchísimas gracias Rulo, eso es impagable—.
Los días previos fueron normales. Poco que contar al respecto, que ya sabéis lo que toca. Comer bien, descansar mucho (aunque nunca sabes si es suficiente) y morderse las uñas hasta que llega la hora de competir. Javi me acompañaba; como no. Él aprovechó para entrenar por allí (cosa que le encanta) mientras yo me quedaba descansando en el apartamento.
A esta carrera llegué tranquila, aunque desde el momento en que empiezas a ver movimiento y a coincidir con compañeros, rivales y periodistas… se hace inevitable controlar los nervios. Y más después de que Juanan, el organizador, me diera una calurosa bienvenida llena de elogios por mi participación. Esperaba no defraudarle. —Gracias, aunque me hicieras ruborizar y emocionarme—.
Una de las cosas que más me excitaba de esta carrera, era toda la gente que tenía allí. No solo estaba mi familia, y grandes amigos, sino que competían varias de las personas a las que entreno, con las cuales tengo ya una relación personal, que pesa más que lo puramente profesional. Con lo que siempre cuesta coincidir, resultaba muy ilusionante poder compartir carrera con todos ellos.
La táctica estaba clara. Iba a salir a darlo todo. Iba a jugármela. Debía hacerlo si quería estar delante. Y salió más que bien. Todo me vino de cara. Tuve un día espectacular. Sé que es una prueba muy larga, y que hay que correrla con mucha cabeza, pero me encontraba fuerte. Los entrenos que traía del Ironman me daban confianza para, salir a lucharlo y sufrir en esa distancia. Conocía a algunas rivales y sabía que donde podía marcar la diferencia era en el primer sector, la natación. Así que con la idea de rascar algo de tiempo en la T1 y poder mantenerlo en la bici, afronté la carrera.
7:02h. Bocinazo de salida y saco mi garra para entrar al agua. Como si no hubiese un mañana. Una entrada larga, nos dificulta el empezar a nadar, sin pelearnos antes con las olas, y con la duda de hacerlo andando, nadando, o combinando ambas cosas. Pero, al parecer, no elegí una mala opción y me puse en cabeza. Poco me duró. En menos de cien metros, me pasan dos chicas muy fuertes. —Y eso que yo iba al máximo—. Les aguanto pies hasta la primera boya, pero en el giro, las pierdo <Mea culpa>. No confié en su orientación y decidí seguir mi intuición. Los chicos pros salieron dos minutos antes y me pareció verlos nadar en la dirección que yo creía. Para variar, no se veía la boya. No sé porque cuesta tanto ponernos alguna más de referencia y no solo las de giro que se encuentran a más de 600 metros de distancia, y resulta muy difícil verla en el agua. Aquí no solo entra en juego el más rápido sino el más astuto del día. Aunque, el hecho de elegir la dirección correcta, no sé si es cuestión de astucia o de suerte. Mi cabezonería me dura un rato hasta que me doy cuenta que la corriente nos empuja mar adentro. Veo que soy yo la que está equivocada. Corrijo mi error y lucho por ir a dar caza a mis dos rivales, junto a María Pujol, que nadaba a mi altura. A pesar de ir muy fuerte, consigo dar un punto más. Había salido a lucharlo al máximo y no me iba a desinflar tan pronto. Aunque reconozco que tuve algún amago de rampa y temí por pagar caro ese sobresfuerzo tan pronto. No las llegué a alcanzar, sin embargo, recorté algunos metros y seguía teniéndolas a la vista.
Ese empujón en los últimos metros, y orientarme mejor en el último tramo, me permitió adelantar a un grupito de cinco o seis pros chicos y llegar a la playa prácticamente a la par de las chicas que lideraban la prueba —<Bien Judith. Bien luchado. Objetivo cumplido>—. Me dije satisfecha por mi actuación en el agua y más cuando vi que había abierto hueco sobre mis rivales más directas. Pero, no valía hacerse ilusiones. La natación pasa a ser un trámite en estas pruebas y había que seguir dando guerra.
Hago una buena transición. Con sprint incluido en boxes para que no se me escaparan mis predecesoras. Las logro pillar y nos escapamos tres en cabeza mientras, María, se queda algo rezagada. El subidón empieza cuando veo a Javi en la primera rampa del circuito. <¡Me diste alas cariño, no te quepa la menor duda!>
El fuerte ritmo que desde el principio impuso una de las triatletas, hizo que sufriese por seguirla. Después de adelantar a la segunda, que no podía con ella, consigo seguir su estela, pero sufriendo mucho para no perderla. —<¿Has venido a luchar no?>— me dije. Me da por mirar el Garmin y veo que voy a treinta y siete y pico de media. <¡Hoy volamos!>. Sin embargo, veo que no me van los wattios. <¿Otra vez?>. Jolín, no me falla nunca, solo en carrera. Es ponerme a pedalear en competición y no marcarme. Ni en Sudáfrica, ni en Marbella, ni aquí. Si alguien sabe por qué, que me lo explique, por favor. Pues nada, por sensaciones, como a mí más me gusta. A apretar el pie hasta reventar. Ja,ja,ja,ja.
Cierto que de poco me sirvió el GPS en esta carrera. Un circuito rapidísimo de tres vueltas iguales. donde el único objetivo era luchar en todo momento por seguir una buena estela y mucha concentración para no bajar ritmo. Eso sí, con mil ojos porque cada vez nos íbamos juntando más gente y había que controlar por adelantar sin percances y vigilar mucho los giros y las zonas más técnicas y estrechas.
¡Gua! A pesar de la tensión que llevaba, disfruté como una niña pequeña. Me sentía muy fuerte. ¿Sabes cuándo vas dándolo todo, que vas al límite, pero ves que sigues aguantando esa entereza? Uf, eso aun motiva más. Así fue mi carrera. Cada vuelta de bici me sentía mejor, más rápida. Y era cierto porque iba abriendo hueco con mis perseguidoras. Me puse en cabeza al empezar la segunda vuelta. Cierto, es que adelanté a la primera porque ella bajó mucho el ritmo de golpe. Por lo visto sufrió alguna avería. Completé la segunda vuelta en solitario hasta que me dieron caza el grupo de pros chicos que venía detrás. Fue un grupo al que me pude unir, aunque me costó mucho no perderlos. Llevaban un punto más que yo. Sin embargo, sus dos o tres discusiones con la moto de los jueces, por el tema drafting, me permitió engancharme, y hasta pasarlos en una ocasión. Vaya cabreo llevaban. Pero creo que no es tan difícil ponerse en fila y respetar la distancia. Por lo visto, no se ponían de acuerdo entre ellos, o no lo querían hacer y les llevó varios conflictos. Creo que con sanción incluida a alguno de ellos. Yo alucinaba con el espectáculo desde atrás. Sé que no es fácil con tanta gente y en un circuito así, pero si uno quiere, respeta las normas. Reconozco que me fue muy bien eso para tener guías en la bici, que nunca tengo la ocasión, o prácticamente nunca, y sobretodo, me distrajo e hizo que fueran cayendo los kilómetros sin apenas darme cuenta. Pero también lo sufrí, no solo por seguirlos sino porque esas discusiones con el árbitro casi hacen que me coma dos veces la moto y a punto estuve de tener un accidente. Y más en las últimas vueltas cuando había tanta gente y se complicaban los adelantamientos.
Si la euforia por mi rendimiento era máxima, imaginaros encima, el poder disfrutar varias veces, en cada vuelta, de ver a mi familia. El circuito era ideal para eso, pasando hasta tres veces por el mismo punto. Javi no cabía en sí mismo al verme volar y disfrutar sobre las dos ruedas a pesar de ser un circuito rodador. Hasta le he cogido el gustillo después de esta gran carrera. Jejejeje. Y la magia la pusieron mis padres y mis suegros enfundados con la camiseta del Team Koraxan, que, a pesar de que me da mucha vergüenza estas cosas, me hizo sentirme muy orgullosa. Que suerte tengo de tenerlos siempre a mi lado. Mi madre sufre mucho viéndome y se pone muy nerviosa —ya sé a quién he salido—. Hasta le cuesta mirarme a los ojos en carrera de lo mal que lo pasa. Se lo noto mucho y a pesar de mi cara de concentración constante, intenté sonreírle en un par de ocasiones para que supiera que estaba bien, y lo mejor, que ese día me estaba divirtiendo mucho, a pesar de la agonía constante. Mi padre es todo lo contrario, es la templanza personificada. Sangre fría y entereza total. Me mandaba toda su fuerza en cada paso con su voz apabullante. Sin duda, de lo mejor del día ¡Gracias!
2h18’ más tarde me planto en las T2. El tiempo habla por sí solo, me había dejado la piel en el asfalto. Pero el alma seguía intacta. Cojo aire profundo y levanto el pie para darme esa pequeña tregua. Aunque no quería dejar perder ni un segundo, necesitaba ese respiro. Ese momento que te pones de pie después de 90km muy intensos para ver cómo están tus piernas. Parece que se quejan, las oigo, pero no quiero escucharlas. Nada me va a frenar hoy.
Transición rápida y perfecta. Si es que, cuando tienes el día, todo viene rodado. Hay que reconocerlo. Estaba pletórica. Y me pongo a correr a 3’50min/km. Era mi día y me dije que iba a darlo todo. Sufrí en los primeros quilómetros por los amagos de rampas que aparecían en la parte baja del cuádriceps. Supongo que de la bici tan rodadora con un pedaleo tan constante. Pero ese día, hasta me parecía haberme vuelto inmune al dolor. No bajé el ritmo, y por suerte, fueron desapareciendo. Fui ahogada toda la carrera. Iba muy fuerte, lo reconozco. Al límite de mis posibilidades, pero lo mejor es que no encontraba el momento de regular. Me iba creciendo al ver que podía con ese ritmo y que los kilómetros iban pasando rápido. Primera a vuelta a 3’59 de media y nada me frenaba. La segunda bajo a 3’58. <¡Vamos que te estás saliendo Judith!> Es espectacular sentirse así. Me sentía tan libre, tan fuerte. Me fui creciendo al ver como pasaba a la gente, y viendo que, ni los chicos de la distancia short me recortaban. Y sobre todo, que mis perseguidoras no me alcanzaban. A pesar de saber que la ventaja era considerable, no conseguía relajarme. Cómo es la presión. Qué duro es liderar una carrera con margen y seguir sufriendo por si te alcanzan. Agonizante.
La tercera vuelta la completé con una media de 3’59. Me mantenía increíblemente por debajo de cuatro minutos el kilómetro. Realmente era el día perfecto para volar: nada de viento, nublado y una temperatura genial. Todo acompañaba. Sobre todo, el público. Que placer correr en casa, sentir que tanta gente te conoce, te anima, grita tu nombre, tu apellido… Aunque algunos me animaban como si fuera una giry —jejejeje—. Vi muchas caras conocidas entre ellos. Muchos compañeros, familiares, amigos y conocidos. Gracias por todos esos ánimos que tanto se agradecen. A pesar de mi cara de concentración, y sufrimiento, sentía cada uno de vuestros gritos y aplausos. Lo siento si no lo pude demostrar suficientemente. Gracias a Raúl (Zirconio) que ilusión verte. A Opal, a Rafa y Vanesa, a los chicos del Rockets, a Santi… Gracias a todos. Pero no solo me animó el público. Correr en casa hace que conozcas a muchos triatletas, a gente con la que coincides en el gimnasio, en otras carreras, en entrenos, a gente de tu pueblo y a muchos de los que entreno. Me animaron muchísimos, incluso a pesar de ir sufriendo tanto como yo. Fue muy emocionante.
Me quedaba una última vuelta, las fuerzas ya no eran las mismas. Me dolía todo. Tenía los pies sollaos. Y por mucho que los ánimos seguían por las nubes, me era difícil seguir silenciando el dolor. Pero ya casi lo tenía. Solo quedaba una vuelta. Cinco kilómetros en los que solo tenía que disfrutar. Me lo había ganado. Me curré esa carrera desde el minuto uno y tocaba saborear el triunfo. —No tengas miedo Judith, esto ya es tuyo— me dije.
Por si me cabía alguna duda. Al cruzarme con Laura Siddall, al paso por el final de la tercera vuelta, me aplaude y me choca la mano. Gran gesto de una gran triatleta. Esas son las cosas que engrandecen a este deporte. Me felicita por mi gran carrera y con ese detalle no hace más que transmitirme que ya era mío y que su lucha por intentar estar más adelante se había acabado. ¡Uf! Resulta muy difícil no emocionarse con cosas así. Me quito el sombrero. Grande Laura. Gracias.
Me decía interiormente: <Ahora sí. Disfruta Judith. Vaya carrerón has hecho. Mira Javi como se ha dejado la piel y la voz animándote. Mira a tus padres y a tus suegros, que emoción> . Bueno, aquí tengo que resaltar una cosa: Mi padre, al inicio de la última vuelta, justo al paso por meta, creía que había acabado, que ya estaba. La verdad es que me pareció verlo muy eufórico. Después de haber guardado la entereza durante toda la carrera. Je, je. Nunca se sabe lo que puede pasar. Gracias a eso, me sacó una sonrisa que ya no me pude borrar de la cara en toda la vuelta final. Y aunque los últimos kilómetros se me hicieron muy largos, incluso me bajara la media (finalmente a 4’02min/km), la disfruté como una enana agradeciendo todo el cariño y el apoyo recibido. Fue una llegada muy especial, me emocioné mucho. Pisé eufórica los metros de alfombra roja que me llevaban hasta el arco de meta. Aunque casi la cruzo en plancha, debido a un tropezón en el último metro. ¡Aig! ¡Espero que no haya imágenes de eso!
Qué bonito. Que gran carrera. Me atrevería a decir que la mejor hasta el momento. Inmejorable. Para enmarcar. La carrera soñada, la carrera deseada. No puedo ser más feliz después de algo así. Creo que me va a durar la euforia unos cuantos días. No puedo quitarme las imágenes de la cabeza. La emoción vivida en cada momento. El abrazo en meta con mis padres, con Javi. Que suerte tengo de tenerlos a mi lado.
Agradecer a los fotógrafos las espectaculares imágenes: Marcosphotosport, Canofotosport y José Luis Horcado
Video resumen:
Antes de que el cuerpo, y la mente, se hubieran recuperado del ironman de Sudáfrica, disputado hace menos de dos semanas, tocaba volver a competir.
Aunque no estuviera al 100%, me sentía muy bien. Físicamente las sensaciones eran buenas. Me encontraba fuerte, aunque me faltaba algo de chispa y, aun sabiendo que en carrera acusaría el cansancio, confiaba en que el cuerpo respondiera bien. Anímicamente estaba genial. El Ironman era agua pasada y tenía ganas de volver a competir. Lo hacía con la seguridad que, a priori, en distancia half no me debía preocupar por mis problemas de estómago (al menos durante la carrera). Estaba ilusionada con esta competición. Me motivaba correr por fin en España y me apetecía volver a Marbella acompañada de Javi.
La verdad que para este triatlón fueron todo facilidades. Andrés del “No te pares”, nos llevaba las bicis en furgo. No sabéis que placer llegar al aeropuerto en moto y viajar con una sola mochila y lo mejor, volar sólo durante dos horas. Sin embargo, no era solo eso. Fue llegar a Marbella y tratarnos como reyes. Es lo que tiene que el director de Ironman España sea el “capo” de tu club (TRICBM CALELLA). Gracias a él, Agustí, y a Cristina, su mujer (directora de Triwoman), como también a Javier Mérida (concejal de deportes de Marbella), nos alojamos en un hotelazo de ensueño. Con todas las facilidades y comodidades del mundo, hasta piscina para hacer la activación los días previos. Los tres se preocuparon para que no nos faltara de nada en ningún momento y estoy muy agradecida. Además de haber podido compartir este fin de semana con ellos. Por cierto, permitirme que haga un inciso, en cuanto a Javier Mérida, os tengo que decir que es todo un ejemplo de lucha y superación. Para ello os invito a que lo comprobéis por vosotros mismos (www.javiermerida.com).
Iba tranquila porque el nivel era muy alto. Aunque siempre salgas a luchar y a darlo todo por estar lo más arriba posible, el hecho de saber que no eres una de las favoritas, resta presión, inevitablemente. De todas formas, si tengo que elegir, prefiero presión, que eso es señal de que puedo estar delante. Jejeje. Aun así, no pase desapercibida. Al correr en casa me tocó estar en la rueda de prensa, hacer un par de entrevistas y lidiar con los comentarios típicos: “que, a ganar, ¿no?”. Madre mía si yo no veía claro ni el top5. Todas nos vamos conociendo ya y había varias tops mundiales que sabes que si no pasa nada raro, ni las hueles. Cierto es que hubo dos bajas importantes de última hora (Pallant y Hurtelar) y eso me daba opciones para poder meterme entre las cinco primeras. El pódium esta imposible. Al menos sobre el papel, obviamente.
Las horas previas a la carrera fueron duras. Hacía mucho frío. Estuvo toda la madrugada lloviendo y bajaron mucho las temperaturas. Estar tiritando una hora antes y sin sensibilidad en las manos y en los pies es muy desagradable. Además, el agua estaba a 16’5 grados. Así que, meterse allí para calentar fue el remate. Costó mucho habituar a mi cuerpo a ese ambiente. La única ventaja es que habían recortado la natación a 1,5 kilómetros. No debido al frío, sino a la mala mar. Que, aunque desde la orilla no se apreciará, (como mucha gente ha dicho) unos metros más adentro estaba impracticable.
Llegaba el momento. Listas en la línea de salida. Nervios templados, sorprendentemente. Y suena el bocinazo. Soy la más rápida en sortear las olas y me pongo a nadar en cabeza. Eso me hace sonreír. Aunque poco después, me hace dudar el saber si voy en buena dirección. Pero sí, la primera boya está a tiro. En seguida me alcanza Anja Berenek, la esperaba. Sin embargo, lejos de irse, se queda nadando en paralelo conmigo.
La natación fue muy dura por el oleaje, pero tengo que reconocer que se me pasó volando. Lo peor fue la imposibilidad de orientarse mar a dentro, de boya a boya, donde debíamos completar el tramo más largo en línea recta. Era imposible verla con el oleaje y no encontramos ni una embarcación que nos guiara. Lo curioso fue que, al llegar a ella, por fin, y hacer el último giro que nos llevaría hacía la playa, empecé a ver gente que me venía por todos lados. ¡Uf! ¡Creo que más de uno se está colando! — pensé —. Pues, efectivamente, Así fue. La natación fue un caos. Los tiempos lo certifican y los propios atletas (inclusa varias pros) reconocen que se saltaron boyas. No de forma expresa (supuestamente), sino por confusión y dudas en esas condiciones. ¡Aig! Fallo de la organización por no orientar a los atletas y error de los jueces por no tomar medidas al respecto. Es mi opinión.
Fuera como fuese, salí en cabeza junto con Anja pero con cuatro o cinco triatletas pegadas al culo. La T1 aún fue más caótica. Al salir los chicos pros solo un minuto por delante (eran sesenta), nos encontramos una decena de ellos cambiándose en la zona de boxes, y fue muy difícil poder coger la bolsa, cambiarse delante de tu número y volver a colgarla sin problemas. ¡Qué horror! Entre eso y lo que me costó ponerme los calcetines sin sensibilidad en pies y manos, me hicieron perder esos poco segundos de ventaja con mis rivales.
Me subí tercera a la bici, pero viendo cómo se alejaba Anja y otra triatleta que no conseguí reconocer. Y es que meter los pies en las botas fue aun peor que meterlos en los calcetines. No sabéis que sensación tan horrible ver como la orden que envía el cerebro a tus extremidades no se ejecuta. Los pies están dormidos, congelados, y no son capaces de atinar en un espacio que parece muy asequible. Es desesperante. Y más cuando ves que se te escapan tus rivales.
Lejos de rendirme, aunque con resignación, luché por alcanzarlas. Lo estaba dando todo desde el principio. Eso al menos me ayudaría a entrar en calor, o eso esperaba. Pues funcionó. Lo de entrar en calor no (os cuento que los pies no me los sentí hasta el kilómetro cuatro de la carrera a pie, alucinante). Sin embargo, conseguí darles caza. En la subida pasé a la rival que no tenía ubicada y me coloqué justo detrás de Anja. Estaba contenta de haber llegado hasta allí sin grandes esfuerzos y con un subidón tremendo. Lamentablemente, duró poco. Ahí empezaba la parte más dura del sector ciclista. Y no, no, no las perdí. Me quedé en tercera posición, controlando la distancia permitida, con la moto del juez pegada a mí. Mientras que Anja se quedó a tan solo un par de metros después de que se pusiera en cabeza la otra chica, que ya os confieso que era Laura Philip y yo ni me había enterado (sabía que me iba a pillar, pero no esperaba que hubiese salido tan bien del agua).
De esa manera completamos el ascenso. Con la satisfacción de no perder la cabeza de carrera y poder seguir a dos cracks mundiales, aunque con la indignación de que el árbitro no penalizara aquella actitud de Anja. No se despegó de Laura en toda la subida. Pero tampoco lo hizo en la bajada y al termino de ella, finalmente el árbitro denunció la acción. <<¡Por fin! >>
Lo peor fue que, lejos de beneficiarme, (por saber que esa tarjeta me podía hacer ganar un puesto muy valioso), me hizo perder todas las opciones de lucha en el sector ciclista. Porque los segundos en que Anja estuvo discutiendo con el árbitro en paralelo, me obligaron a frenar y me obstaculizaron para seguir la estela de Laura que, en ese tramo tan rápido, crearon una distancia insalvable. Y para colmo, después de la amonestación, Anja arrancó muy fuerte. Tanto que me pilló por sorpresa. Viendo, aun incrédula como Laura se perdía y se me escapaban las opciones de seguir tras ellas. ¡No puede ser! ¡Qué tonta! No daba crédito a lo que estaba pasando. La vez que voy mejor posicionada y luchando codo con codo con las mejores voy y pierdo todas las opciones, y no por mi culpa.
Tocaba seguir, en solitario. En el giro veo que las otras dos favoritas venían cerca, aunque había aumentado la distancia teniendo en cuenta que la primera transición la hicimos juntas. Pero venían muy bien colocadas y, sin embargo, yo me había quedado completamente sola. Tocaba chuparse todo el aire en contra, tocaba pasar penurias durante algo más de veinte kilómetros y tocaba seguir luchando porque quedaba mucha carrera por delante. Iba en segunda posición y aun así me dije: ¡Pero de que te quejas tía! Si te acabas de dar cuenta de que la favorita es la que va en cabeza y no otra. Por lo tanto, una menos de la que preocuparte. Y que a la segunda favorita le han metido un penalty box, y esos cinco minutos la sacan de carrera. Y, además, a las dos que vienen cerca, ya las tenías en cuenta. Así que tira —me dije.
A pesar de tener que lidiar con todos esos pensamientos negativos en carrera y con la extremada dureza del circuito, disfruté muchísimo de este sector. Me encantó el recorrido: bonito, entretenido, seguro y diferente. Cuando más disfruté fue en los últimos quince kilómetros donde solo había que dejarse caer. Miento, disfruté hasta que en el kilómetro 88, me pasan Anja y Diana quitándome las pegatinas. ¿Pero cómo es posible? Anja ha parado cinco minutos en el kilómetro 48 y ya está aquí? Aun me cuesta creérmelo. No entiendo nada. Increíble.
Que contaros de mi carrera a pie. Que, aunque corrí de “puta madre” no sirvió de nada. Me bajé fresca, entera, corriendo a cuatro “pelao” el kilómetro. Estaba ahí, en cuarta posición todavía, pegada a la segunda y a la tercera, y también a la quinta. Marta venía muy fuerte y me adelantó en el tercer kilómetro para acabar colocándose en segunda posición en el primer cuarto de carrera. Me desbancó a la quinta posición a pesar de seguir imponiendo un fuerte ritmo que no creí que fuera capaza de mantener. Pero lo hice. Con la impotencia de ver que no servía para nada mi gran carrera.
El ritmo de mis predecesoras era aún superior al mío. Y aunque por detrás la distancia era inmensa, no quise rendirme. Seguí luchando a pesar de comprender que las cosas no iban a cambiar ya. Sin embargo, quise seguir peleando conmigo misma y quise devolver al público todos los ánimos que me estaban dando. Era la primera española en cabeza y la gente estaba entregada. Muchos conocidos que gritaban mi nombre, mi apellido y más cuando Alberto Montenegro, el speaker, que me conoce muy bien desde hace muchos años, los animaba a que me ovacionaran al pasar. Aunque a los malagueños, con lo “salaos” que son, . poca falta les hacía que les dieran directrices ¡Qué buena gente! Disfruté una jartá corriendo allí. ¡Gracias a todos! Al público Y Alberto, como no.
Crucé la meta en quinta posición. Top5 logrado. A eso veníamos, ¿no? Pero no pude evitar tener una sensación agridulce con la gran carrera que había hecho, porque sentí que merecí más (todo hay que decirlo). Aun así, qué bueno es, que en meta te queden esas sensaciones después de haber hecho una gran carrera, tan solo quince días después de haber corrido un Ironman (casi).
Los momentos más agrios fueron: que Javi cruzara la meta mientras yo pasaba el control antidoping (Eso sí. Como estaba cerca, y lo escuché por megafonía, me puse a llamarlo desesperada desde la carpa, hasta que me vio. A pesar de que la doctora me mirara como a una loca. Llevaba media hora diciéndole: “mi husband is in the race, and I want see you in the finish line”. Sí, sí, ni en Marbella teníamos médicos españoles). Y la otra, que las náuseas volvieran aparecer al término de la carrera (aunque por suerte, fue sufrir un par de horas y volver a ser persona otra vez).
Los momentos más dulces: compartir el post carrera con Javi satisfechos los dos de nuestra competición. Volver a ver a Elvira (una malagueña con la que compartí piso durante un par de años, y le tengo mucho cariño). Disfrutar de recoger el premio de mi quinto puesto y mejor resultado español, aplaudida por todo el público. Y el vivir un gran fin de semana.
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