Nos cruzamos medio mundo entero para acabar la temporada en el Ironman de Taiwan. Una elección nada fácil por todo lo que conlleva un viaje así. Pero, como siempre, con la motivación de viajar, conocer nuevas pruebas sin miedos a los hándicaps que vayan apareciendo y con el aliciente de pegarnos unas grandes vacaciones en Thailandia y Saipan al finalizar la competición. Eso es lo mejor. El chip cambia totalmente y consigues ir a la prueba con mucha menos presión. No centras toda la atención en el simple hecho de competir, sino que sabes que todo ese viaje conlleva muchas más cosas: placer, ocio, vacaciones, turismo, aventura… Hace que se viva de otra manera.

No fue nada fácil la adaptación. Aunque llegamos con una semana de antelación y eso nos permitió poco a poco irnos haciendo al cambio horario, clima, cultura, costumbres, etc… A la comida nunca nos llegamos a adaptar (aquí se come muy, pero que muy diferente) y fue uno de los mayores problemas que tuvimos, pero fuimos salvando los días sin dejar que eso nos estresara.

Se hizo larga la espera, pero se acercaba el día. El viernes ya se respiraba el ambiente de competición y todos los corredores estábamos listos para la batalla. Sí, sí, nos esperaba una dura “batalla”. No solo por la dureza en sí que supone correr un Full, sino porque debíamos luchar contra el calor y la humedad del clima taiwanés. Y, por si fuera poco, en la isla de Penghu la costumbre es que el viento sople rondando entre los 40 y 50km/h. Por supuesto, el 7 de octubre, no iba a ser diferente y ese iba a ser nuestro peor enemigo.

Así que así fue. Para todos fue una lucha contra ese elemento. Sin embargo, para mí, fue más que eso. Por su culpa, nos quitaron la natación y eso fue lo más perjudicial para mí. Se esfumaron las opciones de luchar por ganar, de creer en slot de Kona. Era mi baza, mi mejor sector respeto a mis rivales y donde sabía que podía marcar las diferencias. No son excusas, no vale lamentarse y no me gusta suponer cosas. No vale el: “y si…” pero no puedo negar lo evidente. Sé que, con un Ironman como dios manda, las cosas hubieran sido diferentes.

Lo más grave es que no me enteré del cambio hasta diez minutos antes de la salida. Las previsiones climatológicas eran las mismas desde hacía días y la única advertencia en el breafing era el recortar algunos metros si las cosas se complicaban, sin más. Lo peligroso era la bici, no la natación. <no me jodas> pensé. Pero viendo que los asiáticos son muy malos nadadores, la organización no tuvo narices hacerles nadar casi 4 km. Los demás no tenemos la culpa y esto no pasa nunca en un Ironman, pero… ”Asia is diferent”.

Os cuento como fueron los acontecimientos. Todo iba bien a las 05:20h de la mañana. Veo como algunos pros se empiezan a poner el traje trampa y prepararse para ir al agua a calentar. Nos quedaban 30’ para la salida y 15’ para acudir a la cámara de llamadas. Yo, con Javi, me voy preparando. Él se enfunda su neopreno porque, a pesar de que el agua estuviera a 25 grados, los grupos de edad tenían permitido el neopreno (ya os digo que esto solo pasa en Asía). Me dirijo al agua para calentar y a los 5’ me salgo siguiendo al único pro que veo. A los dos nos extraña no ver a nadie más y nos

vamos corriendo a la cámara de llamadas creyendo que llegábamos tarde. ¿TARDE…? ¡Pero si lo que llegamos fue 50 minutos antes! En ese momento la organización nos informa que han decidido quitar la natación. Bueno…, que solo se iban a nadar 400 metros y que la salida se retrasaba 50’. La cara de tontos de los dos no se nos ha quitado todavía. Y a mí, la de enfado, tampoco.

Aún no doy crédito a todo esto. No solo por la impotencia de ver que eres prácticamente la única que no se entera de nada, sino a la injusticia y la incoherencia de todo aquello. Nos dijeron que lo llevaban anunciando unos 20’ o 30’ por megafonía. ¿Qué esperas, que calentando en el agua, y con ese viento, me entere de lo que dicen? Lo de que no entiendo el inglés no me sirve. Las cosas no se hacen así.

Indignación máxima, frustración y mucho frío. Una vez te llevas el disgusto, solo toca aceptar el cambio y pensar en las soluciones. Sin embargo, yo estaba mojada, tiritando de frío por el fuerte viento a las 5.45h de la mañana y sin poderme abrigar porque los camiones se habían llevado ya todas las bolsas de “Street wear”. A más de 40’ de la salida. ¡Grrrr!

No quedó más que aceptar la situación. Mentalizarse de ello, volver a creer que nada estaba perdido y que, a pesar de eso, debía salir con las mismas ganas con las que venía y que debía enfrentarme al nuevo formato de “Ironman”. Ver como el resto de Pros seguían vestidas trotando un poco y sonrientes por el cambio, hacía que me hirviera la sangre. – <¡Judith, esto tiene que hacerte más fuerte!> me dije a mi misma.

Decidí quitarme el traje trampa. No me iba a servir de nada; solo para perder tiempo en quitármelo. Javi, obviamente, se quitó el neopreno. Al menos nos dejaron entrar en boxes y meterlo en la bolsa de la T1. Pero, qué curioso fue ver como apenas unos grupos de edad (firmaría que todos los europeos) se quitaban el neopreno y el resto se lo dejan para los escasos 400 metros de natación. Y, de las Pros, ¿soy la “única” que se ha quitado el traje trampa?. Mmmmm…. sospechoso.

Por fin pasaron esos interminables minutos y la carrera iba a empezar. Salen los chicos primero. Lo hacían 10 minutos antes. Otra de las cosas raras. La salida inicial era: chicos 5:55h, chicas 5:57h. Con el recorte de la natación hacen: chicos 6:30h, chicas 6:40h. Que alguien me lo explique. En cuestión de 4’. Todos, en fila, están saliendo del agua ¡Buf! Un recorrido de 1h se esfuma en apenas 5’. Que barbaridad.

6:40h. Llega mi hora. Preparadas en el agua y suena el bocinazo de salida. Desde la primera brazada me escapo en solitario, al sprint, como hacia muchos años que no nadaba en un triatlón. Jajajajaja. Llegué a la primera boya en un suspiro. Estoy girando la boya y de golpe me encuentro una cuerda que me impide pasar, “¿pero qué es esto?” –me pregunto incrédula. Miro indicaciones y veo que nos dicen que la pasemos como sea. “Para flipar”. Y en eso me engancha otra triatleta. Llegamos a la segunda boya y, al ir a bordearla, vemos como los kayaks nos taponan y nos dicen que no, que por dentro. Yo seguía sin entender lo que estaba pasando en esa farsa de natación. Le hago caso y sin bordear la boya me dirijo a toda leche hasta la escalera que nos saca del agua.

5’17” de natación. Mientras corro en solitario por la larga transición, me obligo a olvidarme de todo lo ocurrido. <La carrera empieza ahora Judith. No le des más vueltas> intentaba convencerme. Menos a una rival que salió a 10” de mí, al resto les saque más de 1’10” en esos 400 metros. ¿Qué hubiera pasado en los 3.800 reglamentarios?

Me subo a la bici y aunque tengo ganas de darlo todo y aumentar la escasa ventaja, me centro en los 180kms que me esperan por delante y razonarme a mi misma que eso era un Ironman. En apenas 5kms, me adelanta la rival que llevaba pegada y aunque quiero mantener su estela, veo rápidamente que ese no es mi ritmo y que debo centrarme ya en la carrera. En mi carrera, en mi ritmo y en mis fuerzas.

Concentración. Esa es la palabra que define mi sector ciclista. Concentración pura y dura. Nunca había hecho una bici tan metida en carrera. Sin evadirme ni un solo segundo. Sin altos ni bajos. Regularidad, constancia, frialdad y entereza en los 180kms clavados de ciclismo. Conseguí meterme por completo en la carrera y a pesar de la dureza me mantuve firme en todo momento y los kilómetros fueron pasando espectacularmente rápidos. Supongo que culpa de esto lo tiene Embrun. Y es que después de ese circuito de siete duras horas de bici, el ver como en Taiwán la media no bajaba de los 35km/h y que podía completarla en 5h, me parecía un trámite.

No fue una bici fácil, pero supongo que tuve un buen día. Las fuerzas iban mermando, obviamente. Sin embargo mi cabeza volvió a demostrarme que la tengo bien puesta. El duro viento complicó mucho las cosas: acojone con las ráfagas cuando soplaba de lado y mucho esfuerzo cuando soplaba en contra. Y sin embargo no dejé que nada de eso pudiera conmigo. Cogida fuerte a mis acoples, sentada y colocada en la máxima posición “aero” que me permitía mi bici, y manteniendo un pedaleo constante, fui superando los tramos del circuito. Me hice fuerte cuando tocaba luchar en contra, pisando con garra. Y a pesar de excederme de watios por la dureza de chocar contra los vientos de 50kms/h, no me iba a dejar superar por la situación. Ni al dolor de los brazos al agarrarme a los cuernos con fuerza. Ni al de las cervicales por querer llevar la cabeza erguida. Ni al de las ingles por no levantar el culo prácticamente ni un segundo del sillín. Ni al de las piernas por el desgaste de ese duro pedaleo. Nada de eso hizo que mi mente y mi cuerpo vacilasen. Les gané el pulso. Gané el primer combate (contando que no hubo natación) y superé la batalla contra el viento en el sector ciclista.

Realmente era una bici para mantenerse muy concretada. Porque si aquí nos quejamos de la mala convivencia entre conductores y ciclistas, allí…. ni os lo imagináis. Allí no hay normas. Y a pesar de la buena voluntad de la organización, policía y voluntarios, para controlar aquello, inevitablemente te salían motos y coches por todos lados sin ningún tipo de miramiento. Ni el ver a 900 triatletas en la carretera parecía importarles mucho. Con algún que otro susto, conseguí salvar los muebles. Aunque lo que más rabia da, es tener que tocar el freno en carrera y sentir que esos segundos son claves.

Me planté en la T2 en segunda posición. La primera se había escapado. 6 minutos me sacó en bici. Y por detrás venía un grupo de unas 4 ó 5 corredoras a menos de 1’30” de mi. Llego a donde debo dejar mi bici y me encuentro a los organizadores: un chico y una chica –¡Pero! ¿Qué hacen estos aquí esperándome? ¿Qué es este recibimiento? Y entonces me dicen: STOP. Y me cuentan que tengo un penalti de 10” por saltarme una boya en el agua. ¡BINGO! Qué continúe el show! No sé si era más surrealista lo de los 10” o que fueron los organizadores y no los árbitros los que me pusieran el penalti. Yo, aun estoy flipando. Tengo que aclarar que al final de la prueba vinieron a pedirme perdón por esta amonestación, al reconocer que fue un error suyo.

Quitando los 10” que no tienen mayor importancia, pero que provocaron muchos nervios y me empezaron a temblar las piernas. Efectos negativos al llamarme la atención con lo violenta que me siento yo al salirme de las normas. Me dificulta y me demora la segunda transición, pero me relajo unos segundos y no me salto el protocolo de tomar lo que debo para que el estómago no vuelva a sacarme de carrera.

Empieza la maratón. Debíamos completar cuatro vueltas de infierno donde tocaba vencer a: el viento, el calor y el circuito más aburrido que he hecho nunca. Y con la mayor soledad y tristeza de un recorrido sin ningún tipo de animación, espectáculo o distracción. Costaba sacarle algo positivo a esos 42kms de carrera a pie.

Empecé a correr bien. Me bajé bastante entera de la bici pero con un pinchazo muy fuerte en el lado izquierdo de la cadera, justo en la cresta ilíaca. Y el notar esa molestia en cada pisada me trastocaba. Quería concentrarme como lo había hecho en la bici, quería poner el modo automático e ir poniendo cruces en los kilómetros, aunque esta vez no pudo ser así. Costó encontrar motivación. Costó superar cada vuelta del circuito. Y costó no venirse abajo física y mentalmente.

La maratón de un ironman es como una montaña rusa. En un kilómetro estas arriba del todo y en otro estas en lo más bajo. Me bajé segunda, pero en solo dos kilómetros me puse tercera. Me adelantó una rival, con un ritmo tan fuerte, que me vi incapaz de seguirla. Pero si me dio un punto de motivación para subir el ritmo. ¡Vuelve Judith!, no te hundas tan rápido –me decía a mí misma. No por perder posiciones estaba todo dicho aún. Debía seguir luchando al máximo. Tan grande fue la inyección de orgullo que en el paso por el kilómetro 10, pasé tercera a menos de 1’ de las dos primeras. Y 2 ó 3 kilómetros más tarde, me puse en segunda posición. Aunque la primera parecía escaparse me negué a dejar de luchar por la carrera, por la victoria, por el slot para Kona, por el pase a la gloria. ¡Kiss or kill! (besa la gloria o muere en el intento). Eso es lo que me repetía.

La lucha valió la pena, pero salió cara. Se volvió a girar la moneda. Pagué el sobresfuerzo y el duro ritmo por querer mantenerme cerca de la líder, o al menos mantenerme más lejos de mi perseguidora. En el km22 empiezo a tener mucho flato. No se me pasa y tengo que andar un poco mientras veo como el segundo puesto se me vuelve a escapar. Me la había devuelto. “La revancha”. Ahora me tocaba a mi ver cómo me pasaba por encima. No pasa nada Judith, el pódium es tuyo –trataba e pensar. Esta distancia es muy cruel. Puede pasar de todo en poco tiempo y aparecer de repente molestias o problemas.

Mi tercera vuelta fue de un sufrimiento brutal. Ver como algo te impide seguir corriendo, por más que quieras, se hace muy duro. A penas llevaba 25 kilómetros. Ves la satisfacción de los familiares de tus rivales por tu debilidad en ese momento. Ves como Javi te anima y te mira preocupado después de haberte visto volar y disputar la carrera una vuelta antes. Y sientes que todo se te escapa. Se escapan las fuerzas, se escapan los sueños y lo peor es que se escapan los motivos para convencerte que hay que seguir corriendo. Que hay que acabar. Que cruel es la cabeza. El demonio aparece y desde tus entrañas te grita que pares, que te retires, que por qué tienes que sufrir así, que no vale la pena. Y para mal mayor, es que llegas a darle la razón. Llegas a creerte que no pintas nada allí sufriendo. Y acabas diciéndote: “Da igual. No tengo que poner excusas, quiero parar y punto. Sin más. Sin motivos de peso. Simplemente no quiero seguir corriendo.”

Aunque parecía que todo estaba perdido. Resurgí. Volví a ser yo misma. Y seguí luchando. La cuarta me pisaba los talones y debía hacer todo lo posible por luchar por el pódium que en ese momento parecía ser el mayor logro. Entraba en los últimos 10 kilómetros justo en el momento en que me pasó la tercera. Ya no podía con ella pero decidí seguir corriendo con fuerza. No tan solo por no perder otra posición más, que empezaba también a peligrar, sino por acabar esa carrera de una vez y por mi orgullo.

En esa última vuelta si que conseguí concentrarme de nuevo. Me aislé de todo y me encerré en mi propia burbuja. Solo iba mirando fijamente al frente. Al suelo. De nuevo con un ritmo decente y constante. Solo quería que los kilómetros pasaran y me limité a ir contando hacia atrás. Dejé de comer, de beber, de mojarme y de refrescarme. Ya nada me importaba. Ni la sed, ni el sofocante calor, ni la falta de azúcar. Solo quería llegar a meta.

Y crucé la meta. En caliente me sentí satisfecha de haber llegado a ella. De haberlo hecho viendo que por momentos creí no poder continuar. Había acabado mi segundo Ironman. Lo había hecho a menos de dos meses de ser finisher en Embrun. Y lo mejor: que mi estómago se había comportado decentemente como para no sacarme de carrera. Me alegre por ello. Mucho. Hace justo un año lo estaba intentando por primera vez y todo se desvaneció. Fue el principio de un año muy duro para superar y solucionar aquello con un segundo intento, meses más tarde, y de nuevo fallido. Y ahora; parecía que todo eso era agua pasada y me estaba frustrando el hecho de no haberme sentido más competitiva en mi segundo Ironman finalizado. ¿Qué duros somos? ¿no? Siempre queremos más.

Y es qué en frío, siento que podía a ver dado más, que ese pódium debía haber sido mío. No siento que el pódium lo perdiese en la natación, sino que se me escapó en la maratón. Sin embargo, el no nadar, condicionó mucho las cosas y podían haber sido más favorables. Está claro que cuando ya te has recuperado y no te duele nada (bueno, me duele todo pero, no como me sentía en carrera) se ve todo diferente. Pero aun así, me queda un espinita con esta carrera. Eso no quita que no esté satisfecha y que haya sido un buen final para brillante y espectacular una temporada.

¿Y ahora qué? A priori tenía ganas de acabar, tenía ganas de cerrar temporada y disfrutar de unas merecidas vacaciones. Pasar página y planear la siguiente. Sin embargo, tengo una sensación muy extraña, un vacío muy incómodo. Reconozco que me he quedado con ganas de más. Con la sensación de si debo seguir luchando para intentar clasificarme para el mundial o si, por otra parte, olvidarme de ese sueño prácticamente utópico. ¿Y ahora qué? ¿Qué debo hacer? ¿Por dónde sigo mi camino?

Igual toca ser realista y ver que ganar un Ironman (única opción para clasificarse este año) no está a mi alcance todavía. Ni en Taiwan fue fácil. Aunque me duele leer (lo he visto esta misma mañana). He visto como Triatlonchannel califica de “pollo” el Ironman de Taiwan cuando explicaba lo complicado que es clasificarse con este nuevo formato excepto en carreras como esta. Por lo visto, 17 pros chicos y 17 pros chicas en la startlist le parecen poco y nos considera, a esos inscritos, de un segundo o tercer nivel aunque vengamos de todas las partes del mundo a luchar por ello y con currículos largos y brillantes detrás de todos nosotros. Sí, me incluyo. Añadiendo la dificultad, en mi opinión, que tiene el correr en Asía por muchos factores, principalmente por el clima.

Reflexionaré en las vacaciones de todo ello… o no. Quizás simplemente me olvide del triatlón estas dos semanas y disfrute con mi marido de este bonito viaje.

Si de algo me siento orgullosa de esta temporada, es de sentirme querida y bien acompañada siempre. Empezando por mi entrenador Álvaro, con el que cada año que pasa, siento que el tándem que formamos avanza mejor.

Mi familia y mis amigos son parte de mi éxito y todos aquellos que me apoyáis y me seguís. De verdad. Lo mejor de todo esto es el sentirse tan afortunada por ello.

Nada sería posible sin mi club y mis sponsors. Estoy enormemente agradecida de la acogida de TRICBM Calella. Me lo han dado todo sin pedir nada a cambio –¡ Gracias Agustí !– .

Y a las marcas que me apoyáis. Gracias por toda vuestra ayuda. Es totalmente necesaria para mí.

Y gracias a Juanjo y a David por ayudarme tanto y de una forma totalmente desinteresada.

La temporada empezaba más temprano que nunca. Surrealista estar compitiendo en enero. Pero eso fue lo que planeamos dos meses atrás al acabar la temporada. Y he trabajado duro para ello. Así que, aunque las sensaciones no iban a ser las mejores, valía la pena intentarlo.

Llegamos jueves mediodía a Buffalo City, en London East, lugar donde se celebraba el evento. Un día entero viajando con el desgaste que eso conlleva. Al menos con la ventaja, esta vez, de que la diferencia horaria era de solo una hora. Eso el cuerpo no lo nota y, por suerte, al llegar pudimos descansar bien. Prácticamente me pasé los días previos durmiendo. Que pasada. Tenía mucho sueño y eso me preocupaba. Aun así tenía la sensación de estar agotada, de no haberme recuperado del viaje o de no acabar de habituarme a ese clima (mucho más cálido y húmedo que el que tenemos en la península). Suerte que mi paso por Lanzarote, la semana previa, hizo que el cambio térmico no fuera tan brusco.

Por fortuna, a medida que se acercaba el día, iba recuperando sensaciones. Días tranquilos y sin percances. Con la logística típica y con el descoloque de estar en un país nuevo para nosotros, al que sin embargo supimos adaptarnos bien. Digo nosotros, porque obviamente Javi venía conmigo. Él también competía. Además, me lo tenía que traer de guardaespaldas (je, je). Nos habían advertido que no era un lugar 100% seguro. Aunque tengo que decir, en defensa del lugar, que nosotros, por suerte, no tuvimos ningún problema. Sí que es cierto que, a veces, te sientes un poco observado e intimidado, pero para nada amenazado o indefenso. Y, por el contrario, pudimos disfrutar de un nuevo rincón del mundo, de su gente y su cultura. Resultó ser mucho más pobre de lo que imaginábamos. Al menos esa zona.

   

Con respecto a la competición, tenía ganas de probarme. Con la incertidumbre de cómo iba a sentirse mi cuerpo compitiendo tan pronto, pero con la seguridad de que me encontraba bien y podía salir una buena carrera. El pódium estaba caro. Dos rivales muy fuertes que estaban muy por encima de mi nivel y que, de costumbre, me sacan una más que considerable minutada. Una tercera competidora entraba en las quinielas para el pódium y luego el resto, en más o menos igualdad de condiciones para optar al Top5. Pero como las teorías valen de poco, no había nada escrito y todo se iba a decidir en carrera. Objetivo: luchar por esa tercera plaza. Difícil, pero no imposible. Eso sí…, sin presión. Al menos eso me transmitía mi cuerpo que estaba muy tranquilo. Imagino que le ha pillado descolocado eso de competir tan pronto. O seguía en letargo.

Lo que sí me puso nerviosa, fue no enterarme apenas de nada en el breafing. <Falta mucho inglés aún. ¡Aig!>. Eso sí que me incómoda: el ir a ciegas en carrera. No conocía circuitos y encima no me enteré de las normas <¡Vamos mal Judith!>. De lo que sí que me entere fue de la amenaza de tiburones. Nos explicaron con detalle el protocolo de actuación y las tres posibles situaciones en caso de que la amenaza fuera real. <¡Ay Dios. Esto sí que da mucho yuyu! ¿Pero dónde nos hemos metido?>

Sorprendentemente, ni los tiburones me quitaron el sueño la noche previa. Así da gusto levantarse para competir. Buenas sensación física y anímica. Teniéndolo todo bajo control y llegando a la zona de salida con tiempo, seguridad y muchas ganas. Bueno…, un par de cosas sí que me faltaron: la primera, ir una vez más al baño, lo cual me hizo sufrir y sentirme incómoda en carrera (aunque eso igual me fue bien para “apretar bien el culo” corriendo. Jejejeje). Y la segunda, el que no nos dejaran calentar ni tan solo tocar el agua. No se entendía. <¿Sería por los tiburones?>

Empieza la carrera. Salen los chicos pros y cinco minutos más tarde lo hacemos nosotras. Reacciono rápido al bocinazo. Pero, en los aproximadamente 50 metros lisos que tuvimos que hacer hasta llegar al agua, ya me sacaban todas un cuerpo de ventaja. Correr no es lo mío, está claro. Quiero recuperarlo en los primeros metros de natación, sin embargo el agua está muy fría. Calculo que a unos 17 grados (como mucho). Tengo un pequeño colapso que me impide respirar y bracear con normalidad. <¿Por qué narices no nos habrán dejado probar el agua? ¡Esto es hasta peligroso!>. Consigo no enloquecer después de ese momento de agonía y, aunque mis pies y mis manos ya no los salvo, empiezo a nadar con ritmo pero con mucha torpeza. Jeanni  Seymour, una de las dos favoritas, ya se había escapado. Intento darle caza, pero es demasiado tarde. En la primera boya me coloco segunda y veo que consigo alejarme en solitario.

Esa fue mi natación: Soledad total y sin referencias por ningún lado. Resultó ser muy dura. Además del frío, había mucho oleaje y costaba ver las boyas. Y mucho más coger el ritmo. Fue de esas nataciones en las que no controlas tus movimientos y donde te desgastas mucho sin notar que avanzas. Por suerte…, no aparecieron los tiburones. Aunque os tengo que confesar que tuve algún momento de “acojone”. Y más, al verme tan sola en medio de ese mar tan ajetreado. Me asustó un kayak que se acercó y me pegó un grito a unos 500 metros del final. Encima iba de naranja, color del que serían las boyas que nos alertarían de la presencia de tiburones. Por fortuna, solo fue para decirme que me estaba desviando. <Que susto>.

Llegué a la playa borracha pérdida y donde casi no llegó es a la T1. Era una transición muy larga y algo confusa. Salí del agua desorientada, sin nadie que me indicara el camino. Corro para donde creo que es la dirección correcta, hasta que veo que estoy en un sitio sin salida. Me había metido en un recoveco vallado de la organización. <¡Joder, por qué nadie me lo indica!>. Me cabreé mucho en ese momento, aunque reaccioné a tiempo y fueron pocos los segundos que perdí. O eso quise creer. Al menos seguía en segunda posición y sin perseguidoras a la vista.

Cojo la bici y al subirme veo que el velcro de la bota derecha se había salido completamente del broche. Otro contratiempo que me trastoca. <Nada Judith. Cosas que pasan>. Me digo a mí misma intentando convencerme y me centro en pedalear. Los primeros kms fueron un poco confusos sin ninguna indicación ni gente de la organización. Pero enseguida se entraba en la autovía. Allí ya no había pérdida. 45 kms de ida y lo mismo de vuelta. Tráfico cortado. Toda para nosotros. Espectacular. Es una gozada competir así de cómodo. Dos carriles para cada sentido y un asfalto buenísimo que te permitía no tener que levantar la cabeza para nada. Bueno…, miento. Solo para ver lo dura y larga que era la rampa que venía delante, <¡Uf!>. Aunque era una autovía, no pillabas ni un km llano. Todo era toboganes. Sube y baja constantes donde encontramos más de una de subida realmente muy larga y dura. Salieron más de mil metros de desnivel. Imaginaros.

    

A pesar de la sencillez de pedalear en ese circuito. Lo compliqué, o se me complicó. Era un circuito de cambiar piñones constantemente y en varias ocasiones bajar el plato para acabar el ascenso. El cambio no iba fino y me iba a dar la lata. Tanto que, en el km10, se me salió la cadena y no la pude salvar pedaleando. <¡Mierda! Hoy tengo el gafe. Esto ya es pasarse>. Sin más remedio, paro, coloco rápido la cadena y vuelvo a subir a la bici. Pero mientras pongo la cadena, en ese minuto perdido, Emma Pallant me pasa. <Que cruel es la competición>. Al menos consigo aguantarla y eso me anima. <¡Va Judith! Ya está. Contabas con ello. Sabías que, tarde o temprano, te iba a pasar. Sin embargo la estas aguantado por primera vez en tu vida. ¡Venga!> -.

La aguanté, aunque nunca estuve más cerca de los veinte metros. Y esa distancia fue en aumento progresivamente. Hasta que el 45km, justo en el avituallamiento, y posterior giro, la pierdo por completo. A diferencia de ella, necesité repostar y esa pequeña maniobra me desbancó por completo para seguir su estela. Qué pena; porque era una motivación muy grande y me ayuda a luchar continuamente. Aunque sea desde la distancia.

Ese fue el entretenimiento de la primera mitad de la bici. Bajo la lluvia. Cosa que agradecí. No solo por permitirme con ello que se me fuera toda la grasa de las manos y poder limpiarme la cara (que seguro que la tenía tintada); sino por refrescar la mañana que pintaba muy cálida y darnos una tregua durante una o dos horas. Hasta pasé un poco de frío y llegué a la T2 sin sentirme los pies.

En cambio, la vuelta, no tuvo ninguna distracción. Solo me motivó el cruzarme con Javi y verlo contento en ese momento. Fue muy monótona. Rodando completamente en solitario. Me pasaron unos cuatro o cinco chicos y no pude hacer nada por seguir a ninguno de ellos. Y es que uno de los hándicap de este circuito consistía en que las bajadas eran de las de darle pedales y a mí no me quedaban piñones. Que rabia da eso. Quieres darle más caña y no puedes. <¡Necesito un plato 54 ya!>.

La vuelta se hizo muy dura. Las fuerzas empezaban a flaquear. Las patas y el sol empezaban a picar. A pesar de ser un poco más favorable que la ida, cualquier rampa se hacía mucho más dura. Me motivé con ver que eran pocos los chicos que me alcanzaban, y que no lo hiciera ninguna chica. <¡Vamos Judith, que estas luchando por el pódium!>. Venía a luchar por esa ansiada tercera plaza. Era a lo máximo que podía aspirar aquí y de momento la tenía en mis manos.

Llegaba a la T2. <¡Olé! ¡Qué ambientazo!. Fue un subidón ver la calle repleta de gente. Un cordón de interminable. Música y varios puntos de animación con chearleaders (con pompones incluidos). Eso ya era otra cosa. Pintaba muy bien.

Transición rápida y cómoda. Me bajé tercera. A años luz de las dos primeras y viendo que en el primer bucle venían tres corredoras muy juntas con intención de darme caza. Calculé que estaban a un minuto y medio, o dos, de mí. <¡Uf! ¡Toca apretar el culo!>. Y era literal, porque tenía muchas ganas de ir al baño y a la que empiezas a correr…, la cosa se complica. Pues así lo hice (Lo de correr más rápido para administrar la ventaja ¡eh! Que lo otro, por suerte, aguantó en su sitio. Je,je).

La carrera fue muy dura. Dos vueltas de 10,5kms donde además de un continuo sube-baja, en mitad de la vuelta teníamos una rampa de más de un kilómetro donde muchos sucumbían a su dureza y empezaban a andar. Sin embargo, tengo que reconocer que no sufrí (más de la cuenta, obviamente). La disfruté muchísimo. Y es lo que pasa cuando ves que vuelas y que llevas un ritmo muy superior al resto de los corredores que iba pasando y que se asombraban de mi fuerte rimo (cosa que me hicieron saber con sus gestos, aplausos, miradas y palabras halagadoras con las que, a pesar de costarle hablar, me alentaban y me daban ánimos . Sumado esto a que la ventaja con mis rivales era cada vez mayor. Eso me hizo crecer y creer que ese pódium era mío.

    

<¡Guau!> Que euforia tenía. Da gusto correr así. Qué bien sabe sentirse fuerte corriendo y muy superior. Mientras el resto se venía abajo, por el calor y los desniveles, yo me venía arriba.

Parte de culpa la tuvo el público. Por Dios, Qué ambiente. Qué pasada. <¡Well done!, ¡STRONGER!, ¡viva española!.. .Fueron los mensajes del público que no dejaba de escuchar. Ánimos que me hicieron enloquecer en cada km. Pero el momento más dulce fue el cruzarme de nuevo con Javi, justo cuando pisaba la alfombra roja en los últimos metros y donde el daba comienzo a su segunda vuelta. ¡Gua! ¡Qué emoción! Pude celebrar con él mi llegada a meta.

       

La lástima es que yo no pude verlo acabar a él, como era la idea. Hasta me había llevado el móvil para poder inmortalizar ese momento. Llegó justo cuando yo estaba pasando el control antidoping. ¡Qué rabia! Y por más que corriera y orinara rápido, el protocolo es muy lento. Aunque necesario, lo sé, pero… El caso es que me fui corriendo hacia la meta y al no verle, calculé que al igual aun podía estar al llegar y me pasé cerca de 20 minutos mirando la llegada. Y nunca aparecía. Empecé a buscarlo, pero no daba con él. Así que, después de más de una hora, me fui para el hotel (que estaba a 10 minutos andando). Allí, Tampoco estaba. Entonces fue cuando empecé a preocuparme. Y reconozco que derramé alguna lágrima. Se mezcló la sensación de no saber ni cuándo ni dónde encontrarlo con la rabia de no haber podido disfrutar con él nuestra carrera. Yo iba lloriqueando con mi ramo de flores de galardonada mientras la gente me iba felicitando. Hasta una chica se paró para hacerse una foto conmigo. Yo, en ese momento, no estaba para felicitaciones, pero aguanté. Por suerte, finalmente lo encontré. Después de dos horas. Estaba justo donde habíamos quedado. <¡Mea culpa!>. Él estaba allí, tan pancho. Sentado tranquilamente mirando a la nada esperando que por fin yo apareciera.

Por fin pude saborear mi carrera, y la suya. Los dos contentos de empezar así de bien la temporada y en pleno mes de enero. Por mi parte, un resultado inmejorable y con unas sensaciones físicas muy positivas. Eso me da fuerza para seguir entrenando y preparar el próximo reto de la temporada. En abril tocará volver a Sudáfrica. Pero, esta vez, será para intentar ser finisher en el full.

De esta competición lo que me llevo es precisamente lo que Javi y yo comentamos justo al finalizar la carrera. Las sensaciones fueron las mismas. Competimos en un continente que yo no había pisado nunca y donde nos encontramos con sensaciones muy diferentes a las que esperábamos encontrarnos. Durante la carrera, en cuestión de metros, pasas, de una zona donde la gente lucha por poder comer, a otra donde, lo que ves, todo es pura riqueza. Como si de golpe te teletransportaras a una de las mejores zonas del mundo occidental.

   

Quiero agradeceros a todos, vuestros mensajes de ánimo y felicitaciones. Que sepáis que me dais mucha fuerza.

            

  

Llegaba la última del año. Esta no entraba en mis planes, pero Javi iba a correr el IM junto a unos amigos y yo, que prefiero estar dentro del ruedo que verlo desde la barrera, viendo que es el mismo día y que en esta distancia sí que hay profesionales, me animo hacer el 70.3.

En Los Cabos, aterrizamos el lunes previo a la carrera. Mucho margen de tiempo. Pero creerme que era necesario. No es fácil adaptarse al cambio horario, al clima, recuperarse del largo viaje…  No me voy a extender en contaros mi semana previa. Sobre todo, para no daros mucha envidia –jejeje–. Simplemente nos dedicamos a descansar. Principalmente, a ver los respectivos circuitos. Y obviamente, aprovechar para hacer un poco de turismo y disfrutar de lugares únicos como lo es “El Arco de fin de mundo”.

La semana fue bien. Nos fuimos adaptando poco a poco. El calor era soportable. Y más, cuando estás tirada en una tumbona en la piscina o en la cama con el aire acondicionado; aunque se presagiaba que, en carrera, sería insoportable. Yo venía preparada para ello. En Filipinas ya lo sufrí de lo lindo. Pero, aun así, se paga caro.

    

Es cierto que venía sin mucha presión. Era una prueba desconocida para mí. Ni siquiera contaba con ella, pero quería hacer un buen final de temporada y, por lo tanto, una buena carrera y que me dejará buenas sensaciones al bajar la persiana de este año. Así que, a pesar de estar hospedados en régimen de todo incluido, me cuidé más que nunca. Quería sentirme bien. Sentirme fina y lo conseguí. En otras ocasiones lo había pagado el descuidar la dieta por culpa de los viajes y salir de la rutina. Esta vez no estaba dispuesta a ello.  No creáis que lo hicimos por beber y comer todo lo que queríamos. Era la primera vez que cogía algo así y podía ser muy peligroso. Pero es la mejor opción cuando vas a un país desconocido, sin vehículo, en una zona que no prevés que puedas tener muchas opciones de comer sano y además…, si vas sumando las comidas fuera, a la larga sale más caro. Así que no le sacamos mucho partido a la pulserita del todo incluido. Pero…, valió la pena.

Pronto vi que, muy a mi pesar, el nivel era altísimo (tanto en chicos como en chicas). Una lista larga de veinte elites donde había: una ganadora de Hawaii, cinco chicas que corren ITU y varias canadienses y unas americanas que aparecían en la quiniela como favoritas. <¡Aig! Si es que cuando hay pasta… ¡normal!>. Aún no sabía dónde me había metido. Inocente de mí si creía que, por estar en la otra punta del mundo y en las fechas que estábamos, iba a disputar una carrera con poco nivel.

Domingo. Arrancamos las elites rondando a las 6:40h con unos quince minutos de retraso sobre la hora prevista. Cinco minutos después de que lo hicieran los chicos y cinco minutos antes que el resto de atletas del Half. Los del IM aún debían esperar una hora más. El retraso nos dio tregua para que empezáramos a nadar después del amanecer y no antes. Menos mal, porque si ya costó ver las boyas de día… imagínate de noche. Entré al agua con los pies congelados (a pesar del calor, para variar) por culpa de esa larga espera. Aunque como el agua estaba a más de 27 grados, rápido me los hizo entrar en calor. Un lujo nadar sin neopreno. Como a mí me gusta.

La natación fue complicada. Mucho oleaje y muchas “hostias” con mis rivales. Se notaba que había nivel porque éramos seis las chicas que peleábamos por no perder el grupo. Un grupo que creía que era el primero. Pero, por lo visto, había un par de escapadas por delante. Bastante tenía con luchar en mi espacio como para ver lo que estaba pasando allí delante. A pesar de todo, iban cayendo los metros sin perder el grupo. Aunque lo más duro fue salir del agua. La fuerte corriente nos vaciló. Me sentí ridícula braceando a solo 10 metros de la orilla sin ser capaz de avanzar. Creo que fue la parte más dura de la toda la carrera y la que más me desgastó.

                

̶ A 3’ de la cabeza. Me canta Javi al salir del agua y mientras él espera para empezar su carrera. <¡Dios. Eso es mucho tiempo!, ¿Estás que son las de ITU o las de Hawai? Y eso que soy nadadora>. Me decía a mí misma. T1 muy lenta. Como de costumbre. A pesar de no llevar neopreno, me peleo con el traje trampa para sacármelo de los tobillos. Y encima, me demoró más que el resto en ponerme calcetines (requisito imprescindible también en bici para mí). Si ya se me habían alejado un poco, el montaje en bici en una rampa de unos 800 metros y con badenes, ayudó a que perdiera definitivamente el grupo. No atiné a meter el pie en la bota por culpa de romperse la gomita. Y eso me hizo perder todas las opciones de rodar acompañada los primeros kms. Digo solo los primeros porque creo que, aunque las hubiera seguido al principio, hubiera caído rápido. Eran muy superiores.

Una vez más rabia de sentirme tan incompetente en la transición y primeros kms de bici. Y para colmo, vi que el potenciómetro no iba, que el bidón delantero lo tenía ladeado y a duras penas podía beber de la cañita sin moverme del acople. Parecía que era todo el manillar el que estaba torcido y esa sensación me incomodó y provocó que se me fuera cargando la zona lumbar y el lado izquierdo de la cadera por forzar la postura. <¡Concentración Judith, y a tirar con lo que hay!>

Fue una bici dura. Un continuo sube-baja muy matador y que sumaban más de 1.000 de desnivel y con la sensación de no coger ritmo nunca y encima pendiente de la carretera. Muchos badenes. Algún hueco importante y, sobretodo, algún tramo de tierra y placas provisionales por culpa de la tormenta tropical Lidia que sufrieron ahí hacía dos meses y que les levantó todas las carreteras. El calor fue mermando las fuerzas. Pero, a pesar de todo, lo gestioné bien.

No fue una bici totalmente en solitario. Después de quedarme sola al principio, y ver cómo me pasaban dos más (la que quedó primera y segunda) sin poder hacer nada por seguirlas, iba viendo a lo lejos a otra. Le iba recortando en las subidas porque, en el llano y bajada se me iba de nuevo. Ella iba con lenticular. Finalmente le di caza sobre el km 15 y, ya de vuelta, tuvimos un tira y afloja hasta el km 40, donde nos pasó una más. Pero me dije a mi misma que esa iba a ser la última. Y después de ver que mi compañera de viaje no conseguía enlazarla me dejé la vida por hacerlo yo. Y aunque nunca llegué a estar a menos de 15 ó 20 metros de ella, logré no perderla de vista y descolgar finalmente a la primera.

Eso me hizo sentirme competitiva de nuevo. A pesar de los estragos que pasé, por no perder su estela y luchar durante más de 40km detrás de ella, conseguí abrir mucho hueco por detrás y no ver cerca a ninguna rival más. Parecía que el resto, y mi perseguidora del principio, habían desaparecido. Aunque las que se habían esfumado eran las seis primeras que no había quién ni siquiera las pudiera ver. Incluso alcanzaron a chicos pros y todo.

A pesar de mi lucha por no perder a la séptima corredora, en los kms finales se metieron dos grupos de edad entre nosotras (los únicos dos chicos que me pasaron en todo el circuito). Eso, y una moto del juez que nos vigilaba, provocó un hueco insalvable que me alejó de ella pocos kms antes de la T2, donde perdí a los tres en la bajada final (me falta desarrollo).

Transición rápida. La ventaja de llevar los calcetines puestos. Conseguí pasar a los dos chicos que se me fueron con ella en esa parte final y logré volver a tenerle a ella a tiro. Pero poco iba a cambiar la cosa en la carrera a pie.

Una carrera durísima. Supervivencia total. De esas carreras donde no vale para nada mirar el reloj. Donde los kms no pasan y solo esperas llegar de nuevo al siguiente avituallamiento para hidratarte y tirarte de nuevo agua por encima (a pesar de las consecuencias que eso provoca en tus pies). Lo único bueno es ver que todo el mundo va igual, o peor que tú. Y, eso, te alivia. En estas carreras hay que intentar dejar la mente en blanco, vencer el no puedo y: correr, correr y correr sin dejar de hacerlo. Lo has de hacer como puedas, esperando que vayan pasando los kms sin pena ni gloria. Yo iba a tirones. Eran momentos en los que intentas dar un punto más y te vienes arriba, pero pronto, tu cuerpo, echa el freno porque no puede seguir llevándote así. Puede llegar a ser muy triste.

     

Los únicos momentos de agrado fue, el pasar por delante de nuestras chicas y sentir sus ánimos y los instantes de encontrarme con Carlos en carrera y darnos fuerzas mutuamente. Hubo muchos momentos de bajón. Fue una carrera muy, pero que muy dura. Y yo solo me animaba sabiendo que Javi iba a correr el IM. Motivo suficiente por el que no podía tirar la toalla en el Half. Y a la misma vez, sufría mucho por él y por el resto de amigos que estaban corriendo el Full. Porque su maratón sí que iba a ser un verdadero infierno.

Me motivó el hecho de no perder nunca de vista a la rival que perseguí durante casi toda la competición. Aunque no pude alcanzarla y nos separaron solo treinta segundos en meta. Otra ventaja fue que, por detrás, estaban muy lejos y cada vez más rezagadas. No vi que peligrase mi posición (siempre y cuando fuera capaz de llegar a meta). Aunque hubo momentos en los que dudé en conseguirlo porque realmente creí desmayarme del sobreesfuerzo sintiendo náuseas y muchos mareos. Aún así, conseguí rascar una posición adelantando a la que nos sacó 3’ en el agua y que rodó más de medio segmento ciclista en solitario, pero literalmente se murió en la carrera a pie. Eso, y adelantar en el tramo final a los dos chicos que me habían pasado en los primeros kms (los mismos que pasé en la T2) alejándose muy rápido, me hizo cruzar la meta con una media sonrisa.

No fue una carrera mala, ni un mal resultado. Sin embargo no me quedó buen sabor de boca. No disfruté. Sufrí mucho y no me sentí competitiva en ningún momento. La carrera se estaba disputando muy lejos de mí. Y esa sensación te hace sentir totalmente fuera de carrera. Impotente de saber que no lo puedes hacer mejor. Te quedas como si no hubiera servido de nada todo ese esfuerzo. Me quedo, eso sí, con la experiencia vivida. Hay que viajar y competir en todos sitios. Conocer tu nivel y el del resto de las rivales. Ser consciente de donde estás y hasta dónde quieres y puedes llegar. Al menos para intentarlo.

    

Después de mi carrera tocaba seguir a pie del cañón y animar a Javi, a Tomás y  Joan, que estaban corriendo el Ironman. Padecí mucho viendo a Javi correr su maratón. Si mi carrera había sido dura… imaginaros la suya. No solo sufrí de verlo. Sino que, como yo aún estaba pagando caro el sobresfuerzo, tuve que abandonarlo varias veces durante su carrera y hacer varias visitas al wc y tumbarme en la cama por culpa del mareo, de las náuseas y de los problemas de estómago que aún tenía.  < ̶ Lo siento cariño! ̶ >. Suerte que las chicas no nos dejaron solos en ningún momento y cuidaron mucho de nosotros (tanto los del Half como los del Full, dentro y fuera de carrera. <¡Muchas gracias a las tres!>

A pesar de la dureza, finalmente todos conseguimos llegar a meta y muy satisfechos de completar una de las carreras más extremas que hemos hecho. Carlos y yo en el Half y Tomás, Joan y Javi en el Full (que aún tiene mucho más mérito). < ¡Felicidades chicos! >.

Lo mejor de todo, disfrutar de una carrera y del viaje acompañados de buenos amigos. Con muchos momentos buenos para no olvidar. Como la busca de KSI MERITO que me encargó Gonzalo, que nos hizo reírnos durante un buen rato y que lo seguirá haciendo.

      

No puedo olvidarme en este viaje de nuestros amigos mejicanos. Montse y Luis. Que, sin conocernos de nada, no solo nos hicieron de chofer, sino que nos llevaron a cenar al mejor restaurante japonés al que hemos estado nunca. <¡Muchísimas gracias por vuestra hospitalidad!>

Fin de temporada. Un balance muy positivo. Tanto deportivo como personalmente.

Momento también de agradecer a mis sponsors todo el apoyo durante mi temporada.

 

¡GRACIAS A TODOS¡

No es fácil escribir la crónica de una carrera en la cual no conseguí llegar a la línea de meta. Pero me gusta explicar no sólo lo que vivo en la competición, sino también el antes y el después. Aunque no consiguiera finalizar, no dejaron de ser más de seis horas de carrera con muchas cosas por contar. Muchas vivencias. Tanto en los días previos, como en los posteriores. Y también esto quiero compartirlo. Además, se lo debo, os lo debo, a todos los que formasteis parte de ella de una manera u otra.

Llegaba el momento de debutar en Ironman. Elegí Barcelona porque consideraba importante el poder correr en casa. Principalmente por poder estar arropada por los míos que era el mayor aliciente. Además de otras muchas ventajas, como una logística más cómoda, la fecha (al ser al final de temporada, y después de cumplir los objetivos principales, sería un más a más) y el circuito (creyendo que una bici más “fácil”) sería una buena elección para dar el salto a esta distancia.

Puede que no fue una prueba preparada como se debía. Hubo varios hándicaps: la lesión del tendón cuando empezaba a tocar subir volumen en la carrera, el mundial y el viaje a Estados Unidos tres semanas antes, el resto de competiciones… En cualquier caso, me sentía preparada y lo más importante, con muchas ganas de probarlo. Eso sí, quería afrontarlo como cualquier otra persona en su debut: objetivo ser “finisher”, sin más. Aunque eso era lo más difícil.

El correr como Pro en media distancia durante el año te obliga hacerlo también en long distance. Lo tenía claro y creo que era donde debía estar. Pero sí que hubiera preferido pasar un poco más inadvertida en cuanto a los medios de comunicación. Ya era mucha la presión que me ponía yo misma, como para tener que lidiar con más. Aunque sé que a estas alturas es difícil, pero no dejo de reconocer que es muy bonito que te tengan en cuenta y te valoren. Aun así, después de alguna insistencia, preferí declinar la invitación a la rueda de prensa con el claro argumento de que era mi primer Ironman y no quería tanto protagonismo. Lo entendieron perfectamente y me concedieron ese beneplácito.

Llegué a Calella el jueves tarde justo para escuchar el breafing (aunque este podía habérmelo saltado porque no me perdí nada). Tiempo justo para saludar a compañeros, que también participaban, y algunos amigos que estaban por allí. Luego…, a cenar y a dormir prontito. Javi debía marcharse a trabajar el viernes por la mañana, pero aun así, como siempre hace, prefirió acompañarme aunque tuviera que ir y venir con el coche, madrugar y lo peor…, renunciar a sus entrenos.

Viernes. Desayuno y salgo a trotar un rato. Como es de costumbre las sensaciones son malas, te sientes pesada. Siempre te duele algo y con sensación de fatiga. Y tú, luchando contra ello sabiendo que es normal sentirse así (bueno, al menos eso es lo que comentamos siempre con Javi y otros compañeros) e intentando llevar un ritmo muy fácil que no te quite ni una gota de energía. Energía que quieres guardar para la carrera. Y lo peor de todo: los nervios. Nervios que ya se han instalado para quedarse hasta que arranque la carrera y que, por más que lo intentes, no desaparecen. Manteniéndose ese cosquilleo en el estómago y los latidos incontrolables. Si no fuera por tantos nervios, hubiera sido uno de los días previos más tranquilos que he vivido nunca. Me limité a estar estirada en la cama excepto para ir a comer y hacer el check in. Comí sola en un restaurante japonés cercano. No fui sola porque quise, sino porque sé que, durante el día previo, la logística se va complicando y al final no conseguí quedar con nadie, ni con quien lo había hablado previamente. Y eso que recibí también alguna invitación de última hora. Pero cada uno tiene sus horarios, sus rituales, sus preferencias culinarias… Y fue difícil cuadrarlo. Fue extraño. Por una parte, me sentía bien cumpliendo mi timing sin agobios, sin estrés. Pero por otra, echaba mucho de menos a Javi y me sentía rara sin compañía Y puede que más nerviosa al no tener una distracción. Sola, sin dejar de pensar en la carrera y sin dejar de leer cientos de mensajes que me enviaban deseándome lo mejor. La verdad que cuesta explicar que se siente recibiendo tanto cariño.

A las 14h fui a dejar la bici tal y como había quedado con Jordi Gil (quién dirige y presenta Temps D’aventura en Esport3). De ellos sí que no me libre (Jejejeje). Pero, a pesar de la vergüenza que me da, lo hice encantada. No solo porque te gusta que den difusión a tus hazañas, sino porque, a nivel personal, a Jordi le tengo un cariño especial. Él también competía a pesar de estar currando al mismo tiempo. Por cierto: le fue genial y me alegro mucho. A quién también le fue muy bien fue a MercéTusell. Estaba allí grabando también su entrada a boxes. Las dos en nuestro debut en larga y echas un matojo de nervios. Mercé, enhorabuena por tu gran carrera.

Una vez dejada la bici y bolsas en boxes, y grabada la entrevista, volví al hotel para seguir descansando. Solo eran las 15h y la única preocupación era tumbarme y esperar a que pasaran esas horas previas (tan largas) hasta el inicio de carrera. Se hizo eterno. Además, mi úlcera empezó a quejarse por culpa de esos nervios. «Judith, tranquila, no te juegas nada. Irá bien », me decía intentando convencerme a mí misma. Suerte que pronto llegó Javi y eso me relajó. También pasó a vernos Edu (uno de los mejores amigos de Javi), mi hermana y mi cuñado con mis sobrinas a las que tenía muchas ganas de ver y con los que me sentía especialmente ilusionada de que los cuatro estuvieran allí. Finalicé las visitas del día con Álvaro y su familia. Afortunada de tener allí a mi entrenador y que me diera los últimos conejos antes de irme a dormir (o intentarlo).

Por fin llegó el momento. Me levanté con muchas ganas y con mucha confianza. Estaba eufórica y con la adrenalina corriendo por todo mi cuerpo. Más que nervios era entusiasmo por vivir todo aquello. Lo tenía todo controlado. Ningún imprevisto de última hora, y eso me tranquilizaba. Reconozco que me emocioné mucho antes de irme hacía la cámara de llamadas. Me sobreexcité al ver allí a toda mi familia. Me costó controlar las lágrimas porque me hacía especial ilusión que estuvieran viviendo conmigo esa aventura. Me entusiasmó las caras de mis sobrinas observando todos mis movimientos previos, sobretodo Laia que con 8 años ya es toda una amante del deporte y no paraba de preguntarme porque hacía cada cosa. «Jejeje. ¡Aig! ¡Como la quiero!».

   

Mi familia no fue la única que me hizo emocionarme. También el abrazo con Eli y Marc, una pareja que entreno y que, con ellos más que con nadie, había compartido todas las inquietudes los meses previos. No solo por ser su entrenadora, sino porque lo que a día de hoy compartimos es más que una simple relación laboral. «¡Enhorabuena cracks!. Y no lo digo solo por la gran carrera que hicisteis los dos sino por como sois». Hay que decir que ella, no solo debutaba en la distancia, sino que lo hacía a menos de un año de haber sido madre. «¡Chapeau! ». Del mismo modo tuve la suerte de encontrarme con Jordi Gil y darnos un abrazo de ánimo y ver a personas como Tere Fullana, que hacía tiempo que no veía y que me ilusionó mucho. La admiro con profesional, pero más como persona. Después de muchos saludos más durante los minutos previos, abrazos con Helena y Mercé y alguna foto con Mikel Taboada (que aún no había visto), llegaba el momento de la salida.

Por suerte fue muy rápida. Que bien, ni tiempo a que me entrara el tembleque previo de la pierna mientras aguanto la cuenta atrás en la misma línea de playa. Salida limpia y desde el principio escojo unos buenos pies que me guíen. La primera boya llega muy rápido y toca ir a por la segunda que está a más de 1500 metros. ¡Qué horror! Reconozco que se me hizo largo y nunca veía el punto de giro. Iba algo incómoda por la pereza que me da nadar con neopreno y las malas sensaciones que tengo siempre con él. Suerte que el Sailfish G-Range se ajusta como un guante y aún hace que sea más llevadero que con cualquier otro, comprobado. Además, odio nadar en el mar, y aunque no había mucho oleaje, ni corriente, siempre cuesta controlar la técnica y llevas un vaivén constante que marea y hace que tragues agua de vez en cuando. Sobretodo con las olitas de las barcas de la organización cuando pasan cerca. La suerte que no vi medusas, como predecían, y el agua estaba cristalina hasta el punto que me permitió disfrutar del mar como nunca hago en competición. Los metros iban pasando. Mi limité a seguir unos pies que me llevaron muy, muy cómoda. Hasta pensé que estaba columpiándome demasiado, pero creo que debía ser cauta. Tampoco era plan de desgastarme más de la cuenta ni ponerme a tirar si tampoco iba a servirme de mucho. Así que a pesar de la falta de costumbre de nadar casi 4km del tirón, en aguas abiertas, y con neopreno, estaba completando el primer sector del Ironman y se me iba dibujando una sonrisa cuando veía, por fin, que quedaba poco para alcanzar la playa. Cincuenta y dos minutos, me cantó Javi. Pues sí que he nadado bien. ¡Toma ya!

La transición fue un poco confusa. Nos juntamos varios pros por allí. Las cinco chicas que salimos en el primer grupo junto a un par de chicos que alcanzamos en los últimos metros y que, entre que todos queríamos quitarnos justo el neopreno delante de nuestra bolsa y que era una tarima de madera muy resbaladiza, aquello provocó un momento caótico. Además, el chico de delante mío, por error, cogió la bolsa roja que es la de la T2 y casi hizo equivocarme. Suerte que me di cuenta a tiempo antes de llegar a descolgarla del todo. Fue gracioso porque yo siempre tenía la duda de si la transición de un Ironman era más lenta o más tranquila que una distancia más corta. Pero por lo visto no.

Me subí a la bici en segunda posición, pero dejé rápido que la primera se marchara. Debía controlar más que nunca y olvidarme del resto. Era el reto más largo al que me había enfrentado nunca y debía tener la cabeza bien fría para regular el sector ciclista. Controlar mis watios y guardarme un poquito. Pero es cierto que no quería verme sola. Aunque, muy a mi pesar, fue así durante toda la primera vuelta. Me pasaron las tres favoritas. Una por una a lo largo de los primeros 50 kms, pero no hice ningún intento de seguirlas. Puede que fuese una mala elección, pero no quería sobrepasarme en ningún momento. Una primera vuelta donde te sientes sola. Pero, concienciada de lo mucho que te queda y como cambias el chip respecto a las distancias que estas acostumbrada, los kms pasan rápido. Aunque tengo que decir que fue como estar en dos competiciones diferentes. Mientras yo pedaleaba en solitario iba viendo a la vuelta como los pelotones iban avanzado. ¿Pero qué es esto? Nunca lo había visto tan claro en carrera. Fue alucinante. Ni siquiera fui capaz de distinguir al resto de chicas pros que venían detrás de mí. No me gusta entrar al trapo en este tema y me cansa ver todas las publicaciones en redes sociales sobre el drafting, pero vivirlo desde dentro por primera vez me causó mucha impotencia e indignación. Y la peor sensación fue ver como tú te estás desgastando solita (como debe ser, o al menos a más de 12 metros de otro corredor) mientras el resto pedalea en grupo como si nada. Cierto que vi muchos árbitros, escuché muchos pitos, vi mucha gente discutir con ellos mientras enseñaban tarjetas y vi mucha gente parada en los penalti box. Y sé que en un circuito así, y con tanta gente, es muy complicado. Pero, si uno quiere, se puede. Se trata que cada uno cumpla la ley y no haga trampa.

    

Por supuesto, el ir sola, era cuestión de tiempo y a pocos kms de empezar la segunda vuelta fui absorbida por los grupos. Que fuerte, la gente enganchadita. Encima se hacían señas para avisarse de un obstáculo… ¡Gua! ¡Es que aún estoy alucinando! Si a mí me da igual lo que haga el resto. El problema es que yo solo hacía que levantar el pie, para respetar los 12 metros al ser adelantada, mientras veía como otro me pasaba para ponerse delante y no perder la rueda del grupo. Así se hacía imposible seguir rodando a mi ritmo y empezó a bajarme la media y los watios. La única opción fue ponerme a la izquierda y así ir en paralelo al grupo. La verdad que fue un momento tenso, circunstancia que te saca de carrera y por lo que no entiendes el por qué la gente no sabe competir como toca. Había un pro español en el grupo, Imanol, y también estaba desesperado. Intentaba explicarle al resto a base de gritos que dejaran de chupar rueda y que hicieran una fila respetando la distancia. Pero, ni caso. Sus gritos y aspavientos consiguieron advertir a los árbitros y pronto vino una moto a poner orden y sacarle tarjeta a todo el pelotón. Todos indignados por supuesto. Pero sirvió para que pudiera seguir compitiendo cómodamente. Aproveché la estela de Imanol, que era muy buena, y me concentré en no perderle de vista. Finalicé la segunda vuelta con buenas sensaciones y a buen ritmo. Lo pasé a pocos kms del giro, en la subida, él se quejaba de problemas musculares y le di ánimos. El viento a favor de vuelta a Calella se notaba y eso, más que gustarme, me preocupaba al saber que la tercera vuelta iba a ser muy dura. Y así fue. Solo quedaban poco más de 30kms y fueron los peores. El cansancio empezaba a notarse (aunque iba más entera de lo que hubiera esperado nunca) y las molestias de tantas horas en la misma posición se agravan. Lo peor fue ver cómo me pasaban dos chicas, junto a un grupo, sin saber ni siquiera de dónde habían salido. Que impotencia. Encima, no me dio tiempo ni a reaccionar y me quedé sola de nuevo, comiéndome todo el viento que ya era fuerte y desgastaba más de la cuenta. Me concentré en seguir manteniendo el ritmo e intentando no venirme abajo. A pesar de que las fuerzas empezaban a ausentarse, los kms iban pasando, y llegaba el último punto de giro tan esperado.

El último tramo de vuelta, sabiendo que ya lo tenía y con viento a favor, fue más asequible. Pero aunque las piernas y la cabeza estaban respondiendo muy bien, fue el estómago el que empezó a quejarse. ¡uf! ¿Qué pasa aquí? Había cuidado muy bien la alimentación en la bici, o eso creía sabiendo que era clave. Aunque hubiera preferido poder tirar más de avituallamiento propio y no de la organización, la logística no te lo permite. A pesar de eso, me sentí bien hasta la parte final del ciclismo y fue cuando decidí coger un plátano (en el último avituallamiento). De esa manera evitaba un gel, creyendo que me ayudaría a que se me asentara el estómago. No sé si fue el plátano, o cualquier otra ingesta, pero algo provocó una reacción en mi cuerpo y empecé a tener dificultades para controlar eso que, de ninguna manera, quería ser asimilado provocándome un gran malestar, una terrible angustia y unos fuertes dolores estomacales.

La segunda transición era el momento más deseado para mí en mi debut. Sabía que una vez empezase a correr, iba a luchar por llegar a meta como fuera. Pero…, no pudo ser. A pesar de llegar mejor de piernas de lo que esperaba y hacer una transición rápida y motivada por empezar a correr, fue el estómago el que no quiso que lo pudiera hacer. Unos fortísimos pinchazos en la zona abdominal me impedían ponerme recta. Y, a eso, se le sumaban las arcadas y los momentos de angustia. Fue el peor momento que he vivido nunca en carrera. No solo por el malestar físico, sino por no poder luchar contra ello y ni siquiera poder disfrutar del entorno y de toda la gente que estaba allí animándome.

No me voy a alargar mucho en contaros mi calvario durante los únicos 6kms que fui capaz de aguantar en pie. Distancia que a regañadientes pude aguantar hasta que mi cuerpo decidió echarlo todo y provocarme unos fuertes dolores en el estómago que me obligaron a pararme. Tampoco os voy a relatar el mal rato que pasé, tirada en un portal, hasta que vinieron los servicios médicos a atenderme. Les dije que no quería ir al hospital y opté por llamar a mi familia gracias a un agente de Policía que estaba allí conmigo y me prestó su teléfono. Esperé en su coche de patrulla hasta que Javi vino a recogerme con Rafa. No sé cómo me lo monto, pero, cuando no he podido continuar en carrera, siempre termino en un coche de las FCSE (después de la carrera de Mallorca acabé en un coche de la Guardia Civil porque las ambulancias no daban abasto). Evidentemente, y por suerte no detenida, sino esperando a que vengan a recogerme.

Explicaros el resto es contaros penurias, que no quiero. Simplemente os diré que anduve, de la cama al baño, hasta que mi estómago, unas cuantas horas después, decidió calmarse. En esos momentos no tenía mucho tiempo ni fuerzas para pensar en lo ocurrido. Solo quieres recuperarte. No ayuda el estar así, pero al menos te consuela ver que en esas condiciones no podías seguir y te ayuda a que el duelo sea más llevadero. El problema es que, cuando uno empieza a recuperarse físicamente, es más difícil convencer a la cabeza de si diste todo de ti. Y quieres encontrar cuál fue el error que cometiste y si estuvo en tus manos solucionarlo de otra manera. Eso igual me costará unos días, y sé que pronto pasaré página y buscaré otra carrera para volver a intentarlo.

Mi mayor decepción no fue el abandono, el cual no pude evitar dadas las circunstancias, sino el no haber podido acabar por todos los que estaban allí y por todos los que fueron expresamente a verme. Toda mi familia, mi entrenador, muchísimos amigos, compañeros, todo el equipo de RCTRI… Y todos luciendo una camiseta con mi foto y un mensaje de fuerza. Por cierto, en la foto había dibujada una bomba y ponía ¡BOOM! Pues sí que hubo explosión sí (Jejejeje).  -Dani, perdona. Creo que fue idea tuya. Con todo el cariño.  Hay que reírse de esto sino…

   

Siento no haber estado a la altura. Siento el viaje que habéis hecho en balde. Y lo siento no solo por vosotros, sino también por mí. Por no haberos podido disfrutar en carrera ni veros siquiera al acabar. Gracias por estar ahí y demostrarme tanto apoyo y cariño. Eso es el mayor regalo y consuelo después de mi estrepitoso debut en la distancia reina.

Aunque si algo me llevo, es todo lo bueno que viví. El disfrutar de una carrera en casa, con toda mi gente, con muchas caras conocidas, con no dejar de recibir ánimos en todo el sector ciclista de otros corredores que me cruzaba y que alguno no conseguí ni siquiera reconocer o que ni siquiera conocía, de gente que estaba como voluntarios en los avituallamientos, del público… Fue brutal cada paso por Calella, donde fue difícil controlar la emoción y no pisar un poco más fuerte el pedal. Todas esas emociones no me las quita nadie. Aún sigo recibiendo muestras de cariño y eso es impagable. Ver que la gente te quiere y te aprecia es la mejor medicina que uno puede recibir. Y más cuando recibes mensajes y consejos de gente entendida como entrenadores o triatletas expertos en la distancia que te apoyan sabiendo que todos han pasado por eso alguna vez.

  

Las carreras… o se gana o se aprende. Y yo… he aprendido muchas cosas de ésta y sobre todo he ganado también muchas otras.

IMÁGENES DE MIKEL TABOADA PARA TRIATLETASENRED.COM

Jueves 8 de diciembre. Aterrizo en Bahrein para competir el sábado en el 70.3 de dicho país. Campeonato del Sudeste asiático, muchos puntos en juego y buenos premios económicos. Ese fue el argumento que me dio mi entrenador, Álvaro Rance, cuando me propuso que podía participar en él. Lo que no me dijo, es que el nivel iba a ser altísimo. Aunque, ni él ni nadie se lo imaginaba. Cantidad y calidad de pros como si fuese un campeonato del mundo. Pero…, había que estar ahí. Ya no me da miedo salir de la zona de confort, como dice Javi. Y mucho menos el competir con grandes rivales. Es lo que toca. Luchar con las mejores, ver dónde estamos y enfrentarse a las mayores adversidades. Está claro que todo el mundo se mueve y, aunque yo no me dedico a esto, no iba a ser menos. Costase lo que costase.

Horas de viaje, Jet lag, cambio de clima, de cultura, poco tiempo de adaptación, muchos cambios y mucho desconocimiento. Pero con la premisa clara de disfrutar de la experiencia. De sumar un viaje más a mi diario personal y una carrera a mi trayectoria profesional (sin duda cada vez más exigente).

La situación ya era rara –o muy diferente de lo habitual–, porque nunca antes había competido en diciembre (en plena pretemporada para mí). Cuando solo hacía dos meses que había finalizado la última competición y con solo dos semanas de descanso, me estaba poniendo las pilas para preparar esta carrera que, de por sí, iba a resultar ser toda una experiencia. El poco tiempo de margen, y un accidente en bici que me dejo un par de semanas sin poder cumplir con los entrenos, y lo peor, volver a coger miedo en bici, complicaban aún más las cosas y sabía que no llegaría al 100%.

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Al llegar a Bahrein, las cosas no fueron fáciles. La logística de la prueba era complicada. El brefing era en el hotel donde se daría la salida de la prueba. Un hotel de lujo donde, obviamente, no estábamos hospedados; aunque digno de ver como todo el país y su cultura. La T2 era en la otra punta, a 50km en el Circuito Internacional de Fórmula 1 de Bahrein. Espectacular y donde tendríamos el privilegio de competir. Pero tanto ajetreo estresa y cansa. Además, el tráfico era denso y peligroso. Así que ni locos nos íbamos a poner a pedalear por esas carreteras. Dos días previos muy movidos donde la regla que me vino la noche del viernes y un malestar general que se sumaba a ello. Supongo que, por el cansancio, bajada de defensas y algo de frío que pillé al llegar, esperando que el clima fuese más cálido, lo acabaron de rematar.

No me gusta llorar, pero tengo que contar como fueron las cosas y las sensaciones previas que, sin duda, marcan la prueba. No solo a nivel físico, sino psicológicamente. A pesar de todo, seguía convenciéndome de que debía disfrutar de todo eso; de esas vivencias y de ver el despliegue de la prueba donde, el propio Príncipe de Bahrein era el protagonista principal (anfitrión y participante); seguido de los tres reyes del triatlón (los campeones del mundo: Daniela Ryf, Jan Frodeno y Javier Gómez Noya), los cuales iban a participar haciendo relevos y eso hacía mucho más emocionante tenerlos cerca y competir sabiendo que te iban a adelantar en cualquier momento. Aunque ya os adelanto que eso no llegó a pasar, jejeje. Frodeno, que era el que completaba el relevo con la carrera a pie, llegó pocos minutos detrás mío. Obviamente salieron más tarde y fueron a medio gas (si no…, de qué). Anécdotas que son las que te quedan para el recuerdo. Fueron muchas las que viví junto a Javi, Oriol y Silvia, de principio a fin. Y son las que completaban este viaje. Javi y Oriol también competían.

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Llegó el día. Madrugón, o mejor dicho…, noche corta y en vela. Nervios al ver que el desayuno no nos lo servían a las 5h (como nos habían prometido la noche anterior en el hotel). Y más nervios cuando el taxi de las 5.30h que, con Oriol y Silvia (que se hospedaban en otro hotel cercano), nos tenía que venir a buscar, no aparecía. Sin wifi y en un país extranjero, con un idioma y cultura diferente, complica mucho más las cosas. Sin embargo, aunque con algo de retraso, se solucionó y nos dirigimos hacía el hotel de la salida.

Hora previa caótica y de máxima tensión como siempre, pero todo controlado. Una de las carreras más a ciegas que he hecho. No conocía nada de los circuitos (de ninguno de los tres segmentos) y sin hablar inglés, la falta de comprensión es aún mayor. Lo único que sabía, y contábamos con ello, era con el viento, aunque mucho más del que esperaba. Viento que, a pesar de ser un día soleado, y empezar la prueba a las 6.58h de la mañana, enfriaba el ambiente.

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Chicas dentro del agua, esperando la orden del juez, y en pocos segundos arrancamos la prueba. Salgo fuerte para coger hueco. Hueco que, siendo tan alto el nivel y con esas competidoras, estaba difícil. Aun así, consigo ponerme en cabeza de un grupo que enseguida se divide en otro paralelo y que en la primera boya ya nos juntamos. Golpes, corriente y con un aire que levantaba las olas y que nos advierten, desde el principio, que hoy la natación no va ser nada fácil. Y, aunque me alegro de estar en el grupo de cabeza, y con varias rivales luchando juntas, me asusta el no poder nadar cómoda.

A mitad del recorrido acuático una de las rivales se escapa en solitario y el resto permanecemos juntas. Boya tras boya, siento, veo e intuyo que vamos todas juntas «hoy la prueba va ser interesante» –me digo por cómo se notaba el nivel–. Solo, hasta falta de una boya, vemos que una rival se escapa, pero no por delante, sino que se salta radicalmente la última boya y cruza una diagonal perfecta hasta la salida, recortando literalmente. Se esperaba que la descalificasen. Aunque, sin saber, ni poder ver quien era, sí que aprecié que salió del agua y siguió la prueba como si nada. Alucinante (más tarde, tras la reclamación de varias competidoras y del público, anunciaron que estaba descalificada, aunque desconozco de quién se trataba).

Natación completada y, por primera vez, salgo con un grupo de diez rivales para hacer la primera transición. Aunque pronto me quedé sola. Sí. Fui la más torpe y las más lenta de todas. Cogí la bici rezagada y, aunque rápidamente pillé a algunas, perdí la oportunidad de rodar en cabeza y poder intentar seguir una buena estela y; por qué no: disputar la carrera (al menos durante el segmento ciclista).

Pero el viento remató mi indignación cuando, en los primeros kilómetros, donde debíamos completar un bucle con giros y rachas de viento lateral, mi inseguridad y los bandazos que me daba la bici con la lenticular trasera y perfil 60 delante, hicieron que las rivales que tenía cerca se fueran alejando; demostrando una destreza mucho mayor que la mía. Una vez más tuve que pedirle a mí cabeza que me diera fuerzas para dominar la situación y controlar esos latidos que se disparaban por el miedo y no por el esfuerzo físico que, sin duda, no llegaba a alcanzar al tener que levantar el pie más de lo deseado.

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A pesar de todo, los kms iban cayendo y, en el km 20, la parte más técnica ya estaba hecha. Aunque el viento seguía soplando lateralmente (unos tramos a favor y otros tramos en contra). Pensar que teníamos más de 40km/h. Venían 60kms prácticamente llanos donde la única motivación era pedalear con fuerza e ir intentando dar caza a las rivales que, a excepción de dos que adelanté en pocos minutos, ni si quiera las veía a lo lejos.

Fue una bici muy dura «¡Cómo odio los circuitos llanos!». Desgastan mucho muscularmente manteniéndote todo el rato sentado, acoplado y siempre en la misma posición. Pero, psicológicamente, aun te desgastan más. La lucha contra el viento fue odiosa. Mucha la tensión por aferrarte a unos acoples que parecían ser tu salvación a cada bandazo de aire. Bandazos de aire que se multiplicaba con más fuerza cada vez que nos rebasaba un vehículo grande; temiendo que el rebufo me sacara de la carretera al sentir que me hacía perder el control.

Circuito duro y aburrido en el que tocaba luchar contra uno mismo y buscar motivaciones donde, a medida que pasaban los kilómetros, eran más difíciles de encontrar. Me fueron salvando las ganas de seguir atrapando rivales a las que iba viendo a lo lejos. El afán por cogerlas me ayudaba a mantener un ritmo alto –hasta que mis piernas me pidiesen tregua–. Pasé a dos o tres, no más. Y veía que el resto (llegué a contar siete en los tramos que nos cruzábamos) estaban muy lejos de mi alcance.

Verte lejos de cabeza, aunque era lo que esperaba en esta carrera, y cansada de luchar contra el viento castigador, hicieron que los últimos 10 kms fueran eternos. Solo me compensaba mi lucha personal contra el Garmin donde no quería que la media bajara de los 40kms/h. Había conseguido, con mucho esfuerzo, subirla hasta ellos. Incluso llegué a ver los 40.1kms/h. ¡Que pasada! Bici rápida, aunque se me hizo eterna.

Sin embargo, cuando parecía que ya lo tenía, vino lo peor. Ya me dirigía hacia el Circuito Internacional de Bahrein, para completar los últimos 5kms del recorrido ciclista, y un fuerte dolor apareció en los aductores. «¡Maldita sea, para un día que no me molesta mis partes íntimas, ni roces, ni presión… me toca esto!». No era capaz de seguir pedaleando. Me puse de pie en varias ocasiones, intentando que bajara el dolor. Unas ganas de llorar, a la que se une una enorme frustración, cuando ves el final y no consigues alcanzarlo. Al menos el de la bici; el correr ya se vería. Luché por resistir ese dolor con la preocupación de no poder conseguirlo. Complete la vuelta al circuito sin poder disfrutar de esa experiencia. Esperando que cada curva fuera la última y viendo, ya sin importarme, como la media me iba bajando llegando a los 38.8kms/h.

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Decepción por esa pérdida de tiempo, pero contenta por haber pisado suelo justo en la T2, y no antes. Tocaba calzarse las bambas y empezar un recorrido a pie de una solo vuelta, totalmente en solitario, por una carretera desierta que te llevaba hasta un parque nacional, aún más desértico, donde no vi ni a los animales (que se supone que habitan en él); a excepción de dos monos en su jaula.

Una carrera a pie donde no dejé que mi desazón frenase las ganas de correr y de convencerme que estaba haciendo una buena carrera y que aún estaba dentro del top 10. Un top 10 que vi peligrar en varias ocasiones con dos rivales que venían cerca y sin tener ninguna a la vista por delante para intentar darle caza y seguir estando en carrera.

¡Como es la cabeza! Empecé a correr los primeros 4kms rondando los 4’15-4’30 de media, sintiendo un fuerte dolor de barriga debido a la menstruación que me revolvió el estómago al empezar a correr. Creyendo que iba a llegar el día de verme con la obligación de tener que hacer una parada técnica. Y con la sensación de soledad total, en ese zoológico donde solo me acompañaba el pitido del Garmin en cada km y algún chico que me pasaba rápido (la mayoría corredores de relevos que salían frescos desde la T2). Pero de golpe, cambié el chip. Me convencí a mí misma que podía correr más rápido; como lo llevaba haciendo en las últimas carreras.

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Y lo hice. La media fue bajando. Los kms empezaban a marcarme el 4 “pelado” en cada pase. Y yo, como si hubiera resurgido de no sé de dónde, me sentí cada vez más fuerte y rápida. Un poco estúpida por no haberlo intentado antes, pero contenta de estar haciéndolo en ese momento. Con la esperanza de ver alguna rival por delante y sintiendo como las de atrás ya perdían la oportunidad de pillarme. Con la única motivación de que cada kilómetro fuera más rápido que el anterior y que la media siguiera bajando. Incluso después de perder la ilusión de que algún animal apareciera en carrera, tal y como nos habían dicho. Aunque si os digo la verdad, no sé si prefería que no ocurriese eso. ¡Me cago!

Pues, sí. Alcancé a una rival en km 13. Y aunque aún quedaba mucho, el salir del parque marcaba que nos dirigíamos a la parte final de la carrera, donde el sol picaba fuerte pero el viento seguía engañando. Lugar en el que efectuábamos el último punto de giro antes de dirigirnos al circuito de nuevo para llegar a meta y donde pude ver al resto de rivales. Logré ver la cabeza de carrera. Tres chicas luchando por las posiciones de pódium que, muy aventajadas del resto ya lo tenían conquistado. Tres rivales más, algo rezagadas, pero muy lejos de mi alcance, y una corredora en séptima posición que, para mi sorpresa, andaba muy cerca mío. Eso me dio alas en los kilómetros finales y fuerzas para intentar luchar por subir una posición en la clasificación. Aunque no lo conseguí finalmente.

Logré mantenerme luchando hasta el final de carrera y asegurarme una octava posición de la cual me sentía más que satisfecha dadas las circunstancias. Y sobre todo, orgullosa una vez más de mi lucha y perseverancia en carrera.

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Contenta de haber vivido esta experiencia. De haber participado en este triatlón con una esencia tan propia, y con un nivel tan alto, donde he visto que queda mucho por hacer si quiero estar luchando con las mejores del mundo. Pero, es que eso: se dice muy fácil cuando es mucho lo que he logrado. Y sin duda, después de esta carrera, estamos un pasito más cerca de mundial. El cual, cada vez lo veo más asequible si las cosas me siguen saliendo así.

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No solo el resultado fue bueno para mí, sino que Javi había conseguido slot para el mundial en su grupo de edad. Por lo tanto, él ya tiene el pase asegurado. Ahora me falta a mí.

Ahora, desde el avión de vuelta, la madrugada posterior a la prueba, toca hacer balance. Un balance después de esta carrera y de un año excepcional, algo que era impensable para mí. Y aunque esta carrera ya pertenezca a la temporada que recién empieza, es la última de un 2016 lleno de éxitos deportivos y personales donde me siento muy orgullosa, y muy agradecida, de todo el apoyo y cariño recibido.

Gracias a todos.

3.30h de la madrugada. Noche post carrera. Imposible dormir. Una vez más las emociones no me dejan. Euforia aún por las nubes y la necesidad de escribir e intentar plasmar mi última experiencia vivida en competición.

70.3 de Lanzarote: Una de las carreras más importantes de la temporada por varias circunstancias. Tanto es así, que me reservé una semana de mis vacaciones laborales exclusivamente para esta prueba. Quería prepararla bien. Quería, sobretodo, conocer el circuito ciclista. Eso, con un día me bastaba, pero como no era plan de hacerlo solo 2 o 3 días antes, decido cogerme la semana entera para poder hacerlo el lunes y el resto de semana descansar. Que lujo es esto de dedicar toda la semana a la competición; entrenar en el lugar donde compites, preparar bien la carrera y no hacer otra cosa que descansar el resto del día. A lo Pro total. ¡Gua! Nunca había dormido tantas horas en una semana. Sin duda, llegaba más descansada que nunca.

El lunes Javi y yo hicimos el recorrido. Ninguna sorpresa al comprobar que el viento iba a ser lo más duro de la prueba. Os aseguro que estás deseando que llegue el puerto, subir y dejar de luchar contra el aire en rectas infernarles donde ves que no eres capaz de aguantar ni los 30kms/h. Pero, a mí, no era eso lo que me preocupaba, no era la dureza, sino el peligro.  Las ráfagas y el viento soplando de costado te hace sentir que te puede tirar o sacarte de la carretera; sobretodo bajando, donde coges velocidades muy altas. Me di cuenta que había hecho bien en no traer perfil en la rueda delantera y también me di cuenta que había ganado en experiencia desde la primera vez que competí aquí (en noviembre del 2014 en el Oceanslava), donde sufrí mucho y pasé miedo.

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Lunes. Deberes hechos y plus de confianza. El resto de semana muy tranquila con entrenos suaves. Pudimos aprovechar las instalaciones de La Santa. Que, aunque no te hospedes allí, el triatleta tiene acceso toda la semana. Qué gozada de sitio. Impresionante.

El miércoles llega nuestro amigo y supporter Alberto y jueves nuestros padres; así da gusto competir. También Juanjo que estará en carrera como medio. –que ilusión-.

Jueves. Nado con Víctor en el circuito de natación (el único que me faltaba por conocer). Ya se respira tri y empiezas a ver compañeros y caras conocidas. Empiezan los mensajes de ánimos y las mariposas en el estómago. Las rivales van apareciendo, trayectorias de vértigo detrás de varios se esos nombres que apenas conozco. Algún rostro conocido, algún nombre que me suena… todas extranjeras menos yo –y eso que corro en casa– aunque ya sabemos que Lanzarote es muy internacional (como todo el circuito Ironman, obviamente). Yo partía con el dorsal 19, eso quería decir, la novena fémina, pero quería luchar por llegar al pódium.

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También algún curriculum manchado por positivo. Hasta con pena de tres meses de cárcel por intentar sobornar al del control. ¡Alucinante! Tolerancia 0 con el dopaje. Qué, casualidad o no, resultó ser la ganadora de la carrera.

Es cierto que también hubo alguna baja importante de última hora. Como la de Lina Thams (tercera en Zarautz) que tuvo una caída a principios de semana. Pero allí estuvo animando como la que más. –¡thanks Line!- Gran persona, espero que se recupere pronto.

Sin más preámbulos y dejando de lado las rivales. Llega el sábado, llega el momento de competir. –Por fin-. Total, yo debía hacer mi carrera como siempre. Además, los pronósticos, en estas carreras, de poco sirven.

8.00h empieza la carrera. Salida conjunta de chicos y chicas Pros que hace que me lleve algún golpe y agarrón al principio, pero decido rápido apartarme del meollo para poder nadar. Eso hace que se me escape ya en los primeros metros el grupo de cabeza, y en cuestión de 100 metros me quedo más sola que la una. Natación muy cómoda en solitario, obviamente, pero sin referencias de ritmos ni rivales. 28’23” (no lo sé hasta final de carrera, nunca llevo crono en el agua). Tiempo lento en comparación con otras carreras, pero ya sabemos que eso no sirve de mucho. Además, fue sin neopreno. Eso sí, yo enfundada en mi Sailfish Rebel.

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Sin saber cómo voy (iba 4ª), salgo junto a la austriaca (la ganadora) que ya me pasa en la transición y veo como se esfuma en los primeros kms de ciclismo. Pero hoy más que nunca era importante regular y dosificar en la bici, no podía quemarme tan rápido y menos por seguir a la favorita que, por desgracia, aún se me queda lejos de mi alcance. Esencial potenciómetro en una carrera así, bueno, todo llegará.

En los primeros kms ya se me escapa una sonrisa sabiendo que tenía por delante casi 3h (eso calculaba) muy divertidas. La risita era irónica, obviamente. Muy preparada psicológicamente para ello y por suerte, el factor físico también me respondió. Buenas sensaciones desde el principio. Aunque inevitable ya llevaba el pulso alto y las piernas acartonadas.

Me pasa Victor en Soo, nos deseamos suerte. -Lástima que no pudo acabar finalmente la carrera, que mal me sabe. Espero que se recupere para el Ironman Barcelona de este fin de semana-. Me pasa algún otro pro y yo aun intentando buscar mi sitio en los primeros kms, intentando buscar alguna referencia, visualizar alguna chica. No sabía cómo iba, además el ansia siempre me puede en los primeros kms.

Paso Famara y empieza uno de los tramos más duros de la carrera, una de esas rectas con toboganes sin fin (unos 10kms). Me sorprendo de no ir tan mal de ritmo –incrédula, lo peor vendría a la vuelta- pero mi sensación era que llevaba el aire en contra. Es lo “jodido” de esta isla. Pero iba bien porque de Famara a Teguise paso a dos chicas. No sabía cómo iba, pero intuía que en posiciones de pódium ya, -o eso quería creer-. Luego supe que iba tercera, aunque en ese momento creía que me había puesto segunda. –¡Que mal había nadado! O que bien el resto, o ambas-.

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El circuito además de ser duro, y ser una vuelta larga donde te alejas de La Santa, está abierto al tráfico y eso hace que no haya apenas público, pero mis padres y mis suegros se desplazaron en coche hasta un punto para vernos pasar. Casi en el ecuador de la carrera, cuando las fuerzas empiezan a mermar y ya te has cagado 200 veces en el aire. Emoción al verlos y depósitos de adrenalina llenos que me ayudan a seguir tirando con fuerza.

Después de colocarme tercera, poco antes del km 30, me quedo sola. De nuevo a luchar en solitario sin ninguna referencia, con lo difícil que es en una carrera así. No sabes si vas lenta o rápida, si poner un piñón más o menos, si regular o subir velocidad… –total, este aire te destroza igual a 30 que 32km/h-. Pero por fin llega el puerto. –SI es que os lo digo, en esta isla prefieres subir que rodar-.

Puerto largo pero llevadero, seguían las buenas sensaciones, buscando un buen ritmo sin vaciarme. Me cantan que voy tercera, a unos 2’ de la segunda, que pude ver algún momento a lo lejos pero que parecía que se alejaba más. Lo importante es que estaba abriendo hueco por detrás, y aunque quedaba mucha carrera aún, estaba en la posición deseada y tocaba defenderla con uñas y dientes, como siempre.

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Bici de coco total, me pasan puntualmente algún Pro rezagado y algunos grupos de edad, aunque rápido se van. Yo sigo a lo mío. Sorpresa cuando escucho mi nombre en las últimas curvas del puerto y veo a Santi y su novia –que ilusión-. Ya no dejaron de animarme hasta el final. –¡Muchas gracias pareja!-.

Toca bajar, supero con nota el descenso. Sobre todo, porque voy sin miedo y sin ningún susto, a pesar de que el viento juega conmigo a su antojo. Pero –no te emociones que nos quedan 20 duros kms– donde toca volver a Famara y ahora sí que sí, el viento iba en contra. Supervivencia, sin más. Pensar en “que poco que me queda” y no ”el aún falta”.

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Kms finales donde se me escapa una sonrisa de satisfacción, esta sí que es de felicidad. Contenta de mi sector ciclista y sobretodo orgullosa de haberlo defendido tan bien en todos los aspectos. Sabiendo que había sido un día duro en la isla, con viento fuerte (rondando los 36kms/h). Ximo que no falla nunca a esta cita corroboró que había sido uno de los días más duros. Por cierto, que ilusión verlo y competir junto a él.

Encarando ya la T2. Con el acojone en el cuerpo por los 21km, inevitable. Y más después de una bici tan exigente. Pero, desde las primeras zancadas supe que iba a salir una buena carrera, se nota. –Qué curioso, hay días que te reservas más y no vas ni para atrás y otros, que corres mejor que nunca cuando menos te lo esperas-.

Pero, ¿cómo no iba a correr bien?, si fue el público el que me hizo volar. No puedo describirlo, vaya, no sé ni cómo hacerlo. La Santa y sus alrededores era una olla de gente que se dejaba la piel animando. Kike que había venido expresamente –imposible encontrar suficientes palabras de agradecimiento, Line, todos los voluntarios, corredores con los que te cruzas y se dejan el poco aliento que les queda para animarte. Amigos, conocidos, seguidores…Mi familia, que vibró y sufrió con mi carrera a partes iguales, sobretodo mi madre. Qué bonito ver esa mirada protectora. Y mi padre, que me transmite siempre fuerza y confianza. Cruzarme con Javi en cada vuelta, ver que, aunque esté sufriendo, está bien y me grita y me anima cuando casi no puede ni sostenerse. ¡Las carreras no tendría sentido sin esto!

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Como no, nuestro supporter enviado especial Alberto, – ¡Gracias! – Gracias por empujarme en cada vuelta para seguir luchando por esa segunda posición. Sí, porque no es penséis que me bajé tercera y no se movió la cosa, sino que fue una de las carreras más surrealistas y emocionantes que he vivido.

Me bajé a 1’20 de la segunda, yo la veía desde el principio y veía que se iba quedando. Es cierto que salí fuerte y que Alberto me decía de parte de Álvaro que regulara, pero, no le hice mucho caso. – ¡lo siento, coach! – Me encontraba fuerte, sabía que podía llevar un ritmo alto y que ella se iba quedando. Además, el público me animaba y me decía que iba fundida.

Pues eso parecía, pero, ¡no! Jugó conmigo como quiso. La pasé en mitad de la primera vuelta y lejos de quedarse, se pegó detrás, justo cuando llevábamos aire en contra. Paso por vuelta juntas y me mete un cambio de ritmo al empezar la segunda que me desfonda y decido regular. Sino si que quizás estaba yendo demasiado rápido. Además, empiezo a tener problemas nuevamente con las plantillas de las zapatillas que se me ladean y hasta se me pasa por la cabeza parar y recolocarlas sabiendo que la cuarta venia lejos y que esos segundos que pierda me beneficiarían si corría cómoda. Pero mientras dudo si parar o no, veo que vuelve a aflojar el ritmo. Poco a poco la voy pillando, y justo cuando le doy caza, veo que se para, hasta le hice un gesto de ánimo, pero no, más lejos de la realidad solo quería ponerse detrás, volverse a resguardar del viento y acabar la segunda vuelta de nuevo como si fuese mi sombra. Yo no entendía nada, pero estaba disfrutando de la carrera, de estar luchando esa impensable segunda posición y de correr como lo estaba haciendo. El público también vibró con nuestro emocionante duelo y nos lo transmitían. Yo estaba eufórica, los kms iban cayendo. Parece que el dolor físico pasó a un segundo plano y esto ya era estrategia pura.

Última vuelta de infarto. No por el ritmo alto, porque más bien bajó, a consecuencia que ninguna quería tirarya de la otra. Mano a mano, corriendo codo con codo, sin saber si se estaba muriendo o reservando. Subo un poco el ritmo y me pongo delante en el giro ya de vuelta a meta (últimos 3kms). A consecuencia de ello, se enfada porque al estar delante he cogido el vaso de Coca-Cola que nos ofrecen los voluntarios y ella se queda sin. Se lo cedo. ¡Sin problemas! Hasta ella se sorprende de mi actuación, pero para mí la deportividad está por encima de todo.

En ese momento se vuelve a poner a mi altura y me dice en medio inglés (era Polaca), que tranquila, que la cuarta no nos pilla. Vaya, que regulara y que esto tenía pinta de sprint final. Muy bonito, pero no era plan de dejar ir mi carrera. Además no sabía si eso era un “yo voy justa”. Decido volver a subir ritmo, me aguanta, sigue el mano a mano. Hasta que en la subida que nos hace entrar en el recinto de La Santa, en los últimos 500 metros, me pega un cambio de ritmo fuertísimo que, aunque lo lucho a muerte, me veo incapaz de aguantar. En cuestión de segundos me coge metros que soy incapaz de recortar. Duelo finiquitado que a pesar de todo me hacen conseguir una luchada y meritoria tercera posición.

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Súper contenta con la carrera. Con todo lo vivido que es mayor recompensa que la posición final. Agradecer a todos los que me han animado, aquí o allí. A todos los que me escribís para mandarme ánimos o felicitaciones que siguen llegando. Felicitar a el Club La Santa por la inmejorable organización y a todos los que forman parte de ella como son los voluntarios y trabajadores. En especial a Isabelle y Kenneth por su encanto y cercanía.

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Mención especial a Almudena Abad que con 18 años recién cumplidos debutó en media distancia nada más y nada menos que en Lanzarote y con un carrerón. –Me hiciste emocionarme mucho con tu admiración hacia mí. Ahora soy yo la que te admira a ti-. Y a los paratriatletas que ellos sí que tienen mérito luchar en esta isla.

Agradecer a todos mis sponsors y colaboradores por su ayuda y apoyo. La temporada va llegando a su fin. Me queda solo el Challenge Paguera el 15 de octubre. Con ilusión de acabar la temporada con la regularidad que estoy teniendo.

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Segunda prueba importante de la temporada. A pesar de sólo dos semanas después de Francia, me encontraba fuerte y recuperada. Iba a ser una carrera con mucho nivel pero eso tenía un aliciente extra. Sabiendo que el top 5 era inalcanzable, volvía con el objetivo de buscar un top 10 y poder estar ahí, en carrera, luchando con el resto.

Correr en casa siempre tiene una motivación extra. Te da más seguridad, a pesar de no conocer la prueba, y lo más importante que ves muchas caras conocidas, mucho público, mucha afición y gente que te anima, es lo mejor! Mi chico estaba ahí de supporter y mis suegros habían venido a verme por primera vez, se agradece.

Una carrera muy madrugadora con una salida a las 7:00h para los chicos Pros y 7:02h para nosotras. EL resto como siempre, iría saliendo minutos más tarde por detrás nuestro. Buen ambiente desde la salida, con música y presentación oficial incluida, que nervios! Pero que subidón! Pero algo me tenia inquieta desde antes de la salida y eso inevitablemente iba a condicionar mi carrera desde el principio. El gorro que me habían dado, resbalaba mucho y me iba más bien pequeño. Desde antes de tirarme al agua ya noté como se me iba escurriendo y eso iba a ser un problema.

Pistoletazo de salida, arrancada en los primeros metros y 5 chicas vamos en cabeza empezando a dejar algo de distancia respecto al resto. Comienzo bien, aunque antes de llegar a la primera boya ya se van 3 y yo me quedo mano a mano con otra. Fue la peor compañera que me pude buscar, iba muy desorientada, cambiaba de dirección constantemente. Me despistaba, me molestaba y hasta me hizo comerme una boya que solo era de referencia porque creería que habría que bordearla también. Me separé de ella, la perdí de vista y me quedé nadando sola. Pocos metros después empezó mi calvario, el gorro se empezaba a escurrir! Iba nadando y parando a las pocas brazadas para bajármelo tirando de él. Eso me hizo perder tiempo y motivación. Para colmo, fue hacer el giro de cambio de sentido y ver como el sol matutino deslumbrara y no veía absolutamente nada! No era capaz de distinguir ninguna boya ni tenía ninguna referencia. Un poco frustrada seguí nadando, intentando intuir cual sería el camino y mientras seguía acomodándome el gorro. Pocos minutos más tarde me empezaron alcanzar perseguidores, ya venían chicos de grupos de edad y entre ellos también veo una chica Pro. Podría alegrarme de tener compañía y referencias hasta la salida del agua pero el bajón de sentir como estaba perdiendo mucho tiempo en mi mejor sector me hundió. Faltaban 500 metros para llegar y desistí de seguir colocándome el gorro, no quería perder ese grupo y en unos metros más el gorro se me calló.

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Salí con un mosqueo increíble del agua y perdí bastante tiempo en la T1  por ese motivo. Tocaba cambiar el chip, no podía condicionarme la carrera ese percance con todo lo que quedaba por delante. Aún así salí del agua 4ª para mi sorpresa! (eso me indicó Javi cuando salí pero realmente 5ª). Una T1 lenta hizo que llegaran más chicas y la verdad que perdí la cuenta pero al menos estaba en carrera e iba a subirme con referencias en bici.

Así como la natación fue un desastre, el sector ciclista fue muy bien. Me noté fuerte, confiada técnicamente y lleve un ritmo alto y constante desde principio hasta el final. Fui fuerte pero aún así me sentía que tenía un puntito más en la reserva para poder correr bien. Lo mejor fue sentir que estaba en carrera que, pude seguir la estela de alguna rival y luchar con ellas. Hice algún adelantamiento y a la vez también tuve que ver cómo me adelantaban a mí!

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Llega a la T2 con ganas, hice una rápida transición y me puse a correr 6ª. “Está muy bien!” , me dije a mi misma. Y los primeros 3km me crecí al ver el ambiente de público y escuchar cómo me animaban, muchos amigos, muchos conocidos y además mi entrenador Alvaro Rance que había venido a verme!

Iba corriendo bien de ritmo pero desde el principio notaba una molestia en el tendón de Aquiles del pie izquierdo. Iba a más y en el km 4 se hacía ya muy molesto. Pensaba que tenía el calcetín mal puesto o alguna piedra que me estaba rozando. Decidí parar para colocármelo bien, quedaba mucha carrera y valía la pena perder unos segundos. Pero la sorpresa fue que todo estaba en orden, esa molestia era interna, muscular. Me plantee retirarme, es cierto que dolía pero podía aguantarlo “de momento”, pero tampoco quería lesionarme! Decidí esperar al cruce con mi entrenador y que él me asesorara pero, antes de llegar a ese punto (km 12) ya mi cabeza se había impuesto y había decidido seguir y luchar. Iba 7ª en ese momento, había perdido una posición y se acercaban rivales con más ritmo que yo pero quería llegar a meta, acabar y más corriendo en casa, con gente que había venido a verme y sentía que debía hacerlo por ellos.

Unos últimos 5 quilómetros muy duros, no solo por el dolor del tendón sino porque iba fundida. El calor y  la falta de hidratación/suplementación me hizo venirme a bajo y me fueron superando rivales en el último tramo sin poder evitarlo. Entre ellas Anna Rovira, la otra española que corría. Eso me dolió más!

Al final un 11ª puesto y 2ª española. Sabor agridulce por las sensaciones que tuve pero orgullosa una vez más de mi capacidad de lucha. Cuando las cosas son más difíciles y cuando hay que demostrar lo fuerte que eres.

Una lección aprendida: a partir de la siguiente competiré con dos gorros!

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