
CHALLENGE SALOU
Después de acabar el half de Peñiscola, un poco decepcionada conmigo misma, me propuse aplicarme un poco más. Me planteé volver a darle una vuelta de tuerca y trabajar un poquito mejor, y más enserio, para conseguir llegar a los siguientes objetivos con algo mejor de forma. El caso es que conseguí mejorar la actitud y tener una buena predisposición; pero la actitud no lo es todo.
El caso es que tengo como dos sensaciones:
Por un lado, conseguí cambiar el chip. Logré tener una mentalidad más positiva y me motivé para dar un poquito más de mí. Me comprometí a centrarme para entrenar duro y lo hice con la cabeza puesta en el Campeonato de España de Larga distancia.
Por otro, conseguía sacar un gran entreno, cumplía con un entreno duro, largo o exigente, pero al día siguiente estaba agotada y, por más que quería darle continuidad, mi cuerpo no me dejaba. Además, coincidieron esos “días claves” con un resfriado ¾que me pegó la peque¾ y, al exigirme tanto con ese virus rondando dentro de mi cuerpo, caí en cama con fiebre y eso me hizo parar de golpe. Así que lo único que logré fue entrenar un día bien y dos mal. Para colmo, con la sensación de ir arrastrándome continuamente, sintiéndome débil y alargando el resfriado mucho más de lo esperado. Lo cual, me desanimaba todavía más.
Salou estaba en el calendario desde el principio. No me lo quería perder. No podía fallarle a mi amigo Juanan en el décimo aniversario de su prueba. Mi cabeza y me cuerpo estaban centrados en el full de final de mes. Aun así, eso no restaba importancia a esta cita. Solo quitaba presión (cosa que siempre va bien). Además, era una prueba con un cartel de gran nivel (como no podía ser de otra forma y como era de esperar). Ahora llego a las pruebas sin la presión que conlleva ser la favorita o ir a disputar la prueba. Siento que ya no estoy en esa pelea. Eso, en parte, es un alivio y más ahora que me tomo las carreras de otra manera, pero quizá, me estoy relajando de más. Y tampoco me gusta. No me gustó tener esa misma sensación en Peñíscola. Me dejé llevar más de la cuenta y, aquí, quería revertir la situación. Os aseguro que, por ese lado, siento que el resultado ha sido un total fracaso conmigo misma.
Os podría hablar de la carrera. Os podría contar que nadé sorprendentemente bien, que salí en el grupo de cabeza con las mejores, que volví hacer unas transiciones de escándalo que me colocaron en una buena posición, que físicamente me encontré bien y que no tuve ningún percance, pero… eso no es lo relevante. Debo contaros como me sentí. Debo contaros la batalla que hubo en mi cabeza de principio a fin.
Tristemente, sentí, en todo momento, que ya no quería estar ahí. Lo sentí durante toda la carrera. Desde el primer minuto hasta el último. Notaba que no tenía ganas de esto, que ya no tenía necesidad de sufrir, ni de luchar, ni de pelear con nadie; ni tan siquiera conmigo misma. Me falta motivación para seguir haciendo esto. Percibo que me apetecen otras cosas. Noto que necesito cambiar, buscar otros alicientes. Así lo siento y me duele. Me hace daño sentirme así. Hasta me decepciona. Considero que no sé cómo resolver esta situación. No es una cosa del domingo, no es una cosa de un día. Este sentimiento me lleva persiguiendo desde hace tiempo y, por más que intento esquivarlo, me vuelve a atrapar. Intento enmascararlo, pero ya no puedo esconderlo más. Y no quiero. Me retumba en mi cabeza. Me grita con tanta fuerza que me está dejando sorda y siento que ya no me queda energía para aguantarlo. Por una parte, me libera contarlo abiertamente, pero a su vez, el hecho de hacerlo público me reafirma que ya no hay vuelta atrás y eso es lo que me cuesta aceptar. Me ayuda el explicarlo sin tapujos, pero en parte me avergüenza. Lo más duro, es que me siento derrotada. Siento que no he sido capaz de ganar este combate. A pesar de luchar durante varios asaltos, finalmente, toca aceptar que me ha vencido.
En Salou me torturé por resistir. Lo hice por mí, porque no me gusta rendirme y no llegar a la línea de meta si no es por una fuerza mayor. Lo hice por mi niña, por Javi, por mi familia. Lo hice por Juanan y por respeto a la prueba y a la organización. Y lo conseguí gracias a todo el apoyo del público, a todos los ánimos de dentro y fuera de la carrera. Al cariño, una vez más, que tengo la gran suerte de recibir continuamente, el aprecio que me brinda todo el mundo pase lo que pase y vaya como vaya. ¡Os lo agradezco! Me ayudasteis a resistir. No quiero dejar de vivir eso, no quiero dejar de sentir todo lo bueno y bonito que me da el triatlón y la competición. Sin embargo, no puedo sostenerme solo con eso. No puedo seguir sobreviviendo por los demás, lo debo hacer por mi propio pie y porque sigo convencida de ello.
Siempre he dicho que dejaría de hacer triatlón no el día que no ganara, sino el día que dejara de disfrutar y, muy a mi pesar, siento que eso momento ha llegado. El domingo conseguí resistir porque me hice un pacto a mí misma. Me dije: <<¡vale! terminas, pero prométeme que es la última.>> Ya no merece la pena seguir así, destruyéndome mentalmente en cada prueba.
Me da pena sentirme así. Sin embargo, sabía que este momento iba a llegar más pronto que tarde. Quizá no tan repentino, ni de esta forma. Pero empezaba a plantearme y a imaginar continuamente el cómo y el cuándo. Debo hacer lo que siento. Creo que, para un deportista nunca es buen momento ¾y menos si eres profesional¾ para decir adiós a la competición y poner punto y final a su carrera deportiva; ni tan si quiera a bajar la exigencia. Pese a ello, a mi ahora me ayuda y me alivia visualizar ese final. Ese fin de una etapa, ese final de un largo y maravilloso camino que tantas cosas buenas y bonitas me ha regalado.
¿Sabéis que es lo que más me daña? Sentir que dejo de ser un ejemplo. Sentir que dejo de ser un espejo para mis deportistas, para las madres, para todo aquel que ha creído en mí y se ha fijado en mi forma de ser para motivarse. Siento que mis valores han mermado. Y que mi capacidad de lucha se ha esfumado de golpe. Por supuesto no voy a dejar de ser deportista. No voy a dejar de entrenar, ni de competir, ni de exigirme. No voy a dejar de transmitir a mi hija todo lo que conlleva el deporte. Tampoco voy a despedirme del triatlón. Aquí tengo mi trabajo, mi gente. Solo considero que, esta, es mi última temporada como triatleta profesional de media y larga distancia.
No sé si es difícil de entender, lo que, si os aseguro, es que es muy difícil de explicar. Resulta complicado transmitir realmente lo que siento. De trasladar lo duro que ya se me hace convivir con ello. El dolor de aceptar lo que tu cabeza te dicta sin que el corazón lo acepte. Me gustaría darle la vuelta a esto, pero no sé hacerlo, no puedo. Quiero encontrar la solución adecuada para sentirme bien conmigo misma y seguir siendo feliz con lo que hago. Seguir siendo consecuente con lo que siento y predico.
Es duro contarlo cuando tu mente a la vez sigue puesta en objetivos importantes. Es contradictorio expresar este sentimiento a la vez que estoy recibiendo la noticia de la FETRI diciendo que he sido convocada para el mundial de larga distancia después de escribir al ver que, en un principio, no lo habían hecho. Es muy duro reconocer estos pensamientos a menos de dos semanas de una cita tan importante como es el Campeonato de España de Larga Distancia; y no tanto por el título, sino por la larga duración de la prueba. No sé si voy a ser capaz de luchar contra mí misma durante tantas horas. No obstante, creo que ¡debo intentarlo!
Disculpar la dura crónica. No quiero empañar lo bonito que fue estar en Salou. Vivir un gran día rodeada de tantos amigos, de ver competir a muchos miembros del Team Koraxan, de reunirnos con la gente de nuestro campus y con la familia de Xport Xperience, de llevarme gratas sorpresas viendo a gente que no esperaba ver y que estaban, o aparecieron, por allí por un motivo u otro, y de tener a mi entrenador allí animando y poderle contarle en primera persona, tan solo cruzar la meta, como me sentía.
Tuve un momento de desconexión y fue cuando al pasar corriendo por una de las zonas con música sonaba la canción: <<Apache Apache>> (APT de Rosé Y Bruno Mars), esa es una canción que a Haru le encanta porque se la canta su “tata” Júlia (su primita).
Maternidad: ha sido el primer triatlón que no me he tenido que preocupar por sacarme leche antes de la carrera. Y es que, justo hace unas semanas que le he dejado de dar el pecho a Haru. No os voy a negar que es una situación muy dura como madre. Es una decisión muy sensible. Pero sentía que era el momento. Me había dado de plazo dos años, como máximo, ¾los hace en agosto¾, sin embargo, llevaba varios días con mucho apego tanto por el día como por la noche y sentía que eso no era sano ni para ella ni para mí y me decidí a cortarlo. He usado el método de ponerme tiritas en los pezones y decirle que las “tetitas” tienen “pupa”. La verdad que lo ha entendido y lo ha llevado super bien. Eso ha hecho que el proceso sea más fácil y menos doloroso. De hecho, Haru, en cuanto a la comida se refiere, es como un adulto. Ella no necesita biberón. Si quiere leche se la toma en un vaso como el resto, y ya está. Así que una preocupación menos como madre. Y como mujer, tenía la necesidad de que, hormonalmente, se empezará a ordenar todo y que volviera a tener la menstruación que, aunque sea un engorro, es algo necesario para la salud femenina. Y, como no podía ser de otra manera, me vino justo el viernes (Ley de Murphy). ¡Uf! Ya no recordaba que era tener ese dolor de barriga tan incómodo.