MEDITERRANEAN EPIC TRIATHLON

El último baile. Mi úlimo full distance como triatleta profesional y no podía escoger mejor pista de baile que en la carrera que contó conmigo desde el primer día. Invitándome a su prueba y cuidándome desde su primera edición (a mí y a mi familia). El mismo evento que inauguré con una victoria en 2022 (media distancia) y en el- que hice de locutora en 2023 –hacía tan solo un mes que había dado a luz– y donde, un año más tarde, me volvió a ver ganar y, a su vez, me otorgó el título de Campeona de España en la modalidad full. Precisamente la carrera que quieres y donde te sientes querida.

Partía de nuevo como la gran favorita. Tocaba lidiar con la presión. Lo malo, es que sentía que me tocaba defenderla con las fuerzas justas (tanto a nivel mental como físico). Aun así, quería obtener un gran resultado (teniendo en mente luchar por la prueba y tratar de alzarme, de nuevo, con el Campeonato de España). Sabía que contaba con todo el apoyo y con el cariño de la gente y eso era un plus de motivación y de energía muy grande.

La prueba arrancó a las 08.02 –dos minutos más tarde que los chicos élite – y lo hizo con una gran sorpresa: viendo como una triatleta totalmente desconocida, para todos, se escapaba en solitario y desaparecía rápidamente de mi vista en el segmento de natación. Más desconcertante fue el escuchar que me había metido más de cinco minutos (en realidad fueron ocho, pero se quedaron en menos de seis después del paso por boxes). Hizo el cuarto mejor tiempo de todos. ¡Alucinante! Conseguí no ponerme nerviosa. Hasta me alegré de no ser cabeza de carrera en ese momento y tener una competidora a la que perseguir. Confiaba que, en bici y en carrera a pie, su nivel no fuera tan alto.

La cogí antes de iniciar el descenso de la primera vuelta (sobre el kilómetro 45). Tengo que reconocer que hizo un gran sector ciclista y una gran carrera, y eso que iba sin cabra y era su primer full. Es ex nadadora, pero, con la demostración del sábado, le auguro un futuro prometedor en el triatlón y más siendo una chica tan joven. A partir de ahí tomé las riendas de la carrera y fui ampliando ventaja sobre mis perseguidoras. Una ventaja que, aunque siempre piensas: “cuanta más mejor”, no quería dejarme llevar por la emoción y sentía que debía ser más conservadora que nunca y, si podía, tratar de perder algunos minutos de renta para bajarme en mejores condiciones y afrontar la maratón con fuerza.

Gestioné bien el sector. A mi estilo, por sensaciones, sin mirar números. Buscando siempre un punto de agilidad y comodidad en el pedaleo para no forzar más de la cuenta. Dejar que las piernas se congestionaran solas por el paso de los kilómetros y no por la dureza que yo misma imponía. No me dejé llevar por la emoción en ningún momento. No intenté seguir a ningún chico de los que me adelantaba, que, aunque me hubiera gustado aprovechar ese rebufo, no quería sobrepasarme y mucho menos jugarme una penalización por entrar en zona drafting. Eso siempre me pone muy nerviosa.

Conseguí gestionar muy bien los 180 kilómetros de ciclismo. Y, aunque tuve momentos duros, logré irlos superando (unas veces era debido a los tramos más exigentes del recorrido. Otros por culpa del fuerte viento, que cada vez pegaba más fuerte. Y también por el calor; cada vez apretaba más. Y a ello se le sumaban todos los dolores, de “todo tipo”, esos con los que ya empezaba a ser difícil convivir). Me ayudó centrarme solo en el sector ciclista, sin mirar más allá, sin vistas a qué pasaría en la maratón. “¡Vamos paso a paso! Céntrate en el aquí y en el ahora” me decía. Sin volverme loca y pensando en comer y beber mejor que nunca. Me avituallé y rellené en todos los avituallamientos (algo que la mayoría de veces no hago). Y fue un placer recibir tanto el agua como el iso fresquito. Me sabía a gloria. Y si encima te lo da Marcos, pues mejor que mejor. Me dijo que iba a estar, pero no me lo esperaba de voluntario y menos allí arriba (que además estuvo luego ayudando en la maratón). “Eres muy grande Marcos. El triatlón (y el deporte en sí) necesita más gente como tú”.

Llegué a la T2 muy entera. Aunque en algún momento peligró que así fuera, porque tuve varios sustos. Alguno por culpa del aire, otros por mi poca destreza y por querer ir más rápido de la cuenta en alguna de las curvas, o por la combinación de ambas cosas. Por suerte lo salvé. Este no era el día para caerse: “Evítalo en la medida de lo posible Judith” me dije.

Os cuento como gestioné la maratón. Desde los últimos kilómetros de la bici pensé mucho en ello. Traté de buscar la motivación y los recursos que me pudieran funcionar para que los fantasmas no aparecieran y quisieran destruirme. Me funcionó pensar en dos cosas: la primera era plantearme que iba a correr un half, debía pensar solo en completar esos 21 kilómetros y luego ya vería como sacar el resto. “Vamos a correr media maratón, ese es el objetivo, sin más”. Conseguí creérmelo lo suficiente, por raro que parezca. Y lo segundo, fue saber que, como mínimo, llevaba veinte minutos de ventaja.  Equivalía a cinco minutos extras por vuelta y eso me lkklçlevaba a convencerme de que podía correr el kilómetro a treinta segundos más lento que mis rivales. ”¡Bien, vamos a por ello!”.

Ver que me bajaba con piernas, y que la primera vuelta estaba corriendo rondando el 4’20, me dio confianza y me permitió ampliar la renta. Era bueno sumar minutos en la mochila; por lo que pudiera pasar. Y pasó que la segunda vuelta fue más lenta. Me fui al 4’30 de ritmo medio por kilómetro. Aun así, seguía siendo un ritmo muy bueno. Las fuerzas empezaban a fallar, las piernas se empezaban a quejar mucho y la cabeza empezaba a debilitarse. Tenía que convencerme de lo contrario y fue ahí cuando me di cuenta que no estaba rindiendo peor que el resto, sino todo lo contrario. Estaba corriendo mejor que muchos chicos élite. Muchos de ellos se habían retirado y otros cuantos vi que sacaban la maratón a modo supervivencia por culpa de las duras condiciones de la prueba. Todos sabemos que el calor siempre hace estragos y más en las horas centrales del día y con tantas horas de competición encima. Así que me tuve que creer que lo estaba defendiendo de forma sobresaliente.

Después del ecuador, solo me centré en aguantar kilómetro a kilómetro, en visualizar pequeños tramos del recorrido y en pensar que, mientras fuera capaz de correr un kilómetro más, era un kilómetro menos que andaba. Fui haciendo el cálculo de cuándo me podía poner a caminar, teniendo en cuenta la ventaja que llevaba. Y lo mejor es que, conseguí demorar ese momento hasta la misma línea de meta. Y fuisteis vosotros los que, con vuestro apoyo, no me permitisteis que desfalleciera. Ninguno de vosotros me consintió que dejara de correr, y mucho menos, que tirara la toalla. ¡Fue imposible! Todos, cada uno de vosotros, me transmitisteis que estabais ahí conmigo para celebrar mi última carrera, para celebrarlo a lo grande, con un triunfo y con la actitud que me ha caracterizado siempre: la de luchar y defender la carrera con entereza y con garra. Sin guardarme nada, sin dejarme llevar por otros pensamientos. Me dijisteis tantas cosas bonitas que me recordasteis quién era y quién soy. Me felicitasteis continuamente. Me disteis la mano para ayudarme a lograrlo. “No te olvides que has ganado un Embrunman” me dijo uno de vosotros, dos veces; en dos momentos distintos, al cruzarnos. Te paraste para decírmelo a gritos con euforia. Me emocionaste. Me hiciste que pensara en ello y que siguiera demostrando cual es mi carácter. Gracias. Gracias a todos, por tanto.

Es que fue fascinante.

¿Sabéis qué? Pocas veces, en todos estos años, le he pedido a Javi, principalmente, o a mi padre, algo en concreto. Me refiero al hecho de darme refere
ncias o apoyarme en algo específico. Sin embargo, en esta ocasión, viendo lo que me estaba costando sacar las carreras adelante, sin rendirme, sin desmoralizarme, le pedí a Javi que me ayudara más que nunca. Le pedí que en la maratón estuviera en tantos puntos como pudiera, de principio a fin y que me alentara continuamente, que me empujara con sus palabras tanto como pudiera y que lo hiciera dándome muchos ánimos y sin adelantarse al final. “¡Por favor, ayúdame a superar cada vuelta! Pensando solo en eso.” Le pedí. Y por supuesto no hace falta que diga que mi marido no solo estuvo a la altura como lo ha estado siempre, sino que supo darme lo que ese día necesitaba para ayudarme a conseguirlo. ¡Gracias mi amor! Pero la sensación es que ese mensaje no solo se lo había dado a Javi, sino a todos vosotros. Percibí y me lo corroborasteis, que muchos sentíais mi fragilidad después de mi última crónica. Y me alentasteis continuamente para que esa debilidad desapareciera. Me la quitasteis de la cabeza, llenándomela de palabras y frases bonitas que me ibais regalando cuando pasaba por vuestro lado u os cruzabais conmigo. Fue increíble. Aun no doy crédito. Gracias. Y mención especial para los ánimos que recibí de los más pequeños. Hubo muchos niños que me animaron con fuerza y pasión. En algún caso pensaba: y… ”¿Cómo me conocen?” Qué bonito ver ese lindo legado y que broten por sus venas, siendo tan pequeños, el amor por el deporte y la empatía por los que compiten, sean conocidos o no.

Os podría decir que sufrí mucho por resistir en la última vuelta. Que luché por no ponerme a caminar, aunque me lo pudiera permitir. No solo quería ganar, quería hacerlo a lo grande, con autoridad, con dignidad y sintiéndome fuerte y orgullosa de mi fuerza, física y mental. Tuve momentos de: “no puedo”, pero rápido los anulé de la cabeza consiguiendo convencerme de lo contrario. El poder de la mente es admirable. Y que bueno es que vuelva a acompañarte cuando más lo necesitas y lo deseas.

Conseguí mi quinto título de Campeona de España de Triatlón de Larga distancia, diez años después de conquistar el primero. He logrado ganar los cinco en los que he participado durante estos diez años (Ibiza 2015 (distancia C), Tradeinn 2021 y 2022 y Mediterranean Epic 2024, 2025). He conseguido cerrar un círculo y despedirme de una gran etapa deportiva a lo grande. Y eso me deja un gran sabor de boca y una gran satisfacción personal.

¡Qué feliz estoy! Qué paz siento, que armonía. No hay nada como sentirse pletórico y relajado. No se trata de ganar, se trata de sentirse realizado, sentirse conforme con uno mismo. Sentir que eres tú más que nunca. Volver a percibir tu esencia en estado puro. Notar que brillas de nuevo y que esa luz despeja todas las penumbras para devolverte a dar un enfoque nítido.

Afronto lo que queda de temporada con tranquilidad y con una gran paz interior. Con ganas de disfrutar de Zarauzko Triatloia (imposible perdérmelo), de ahí al mundial de LD de Pontevedra (me he ganado esa plaza y quiero disfrutar de la última con la selección) y acabaré en Totaltrimallorca el 11 de octubre. Una invitación de este último que no podía rechazar y donde disfrutaré de mi último triatlón como profesional.

 

Agradecimientos:

 

A Héctor, por el detalle del ramo y el reconocimiento público en motivo de mi despedida en esta distancia como triatleta profesional. No podía haber elegido mejor prueba que la tuya.

A todos los que me ayudasteis (además de Javi) en el special needs por avituallarme y afrontar el duro calor: fue clave.

A Ángel Sevillano por los ánimos y por estar allí.

A Iolanda, amiga y pupila y una gran profesional en el ámbito de la psicología y la pedagogía. La cual ha sido mi guía y confesora. Gracias por esas charlas improvisadas, y darme herramientas para entender y afrontar lo que estaba pasando. Que, simplemente, es que debía aceptar que el momento de mi retirada como triatleta profesional había llegado. Una decisión tomada a conciencia y con el corazón, pero solo era cuestión de asimilarlo.

Anécdotas:

El momento más divertido fue cuando Unzu me pasa en bici al empezar la segunda vuelta y me dice: “a ella (refiriéndose a mí) la enseñé yo a nadar” jejejeje, hiciste que riera durante un buen rato, te lo agradezco. Pon un Unzu en tu vida si no quieres parar de reír constantemente.

Un momento guay para mí (para él, seguro que no fue tanto), fue empezar a correr a la par de Pello (empezaba su segunda vuelta) y no solo por mantenerle el ritmo, sino que acabé pasándolo. ¡Perdón Pello! sé que eres un tío que no te molestan cosas así, por ello me he permitido el lujo de comentarlo. Me recordó cuando pillé, y pasé, a Iván Raña en el tramo de bici en Zarautz. Son de esos momentos que piensas: ¿pero que está pasando? Obviamente pasa que van tocados. Aun así, a mí, me produce un subidón muy grande.

Que Jon Uribarri y yo empecemos a correr a la par la maratón, teniendo en cuenta que me pasó y que rápido se fue en bici, llegando varios minutos antes que yo a la zona de transición. Y es que ha sido mi compañero de fatiga en muchas carreras y siempre por pura casualidad. Si lo hubiéramos querido hacer expresamente, te aseguro que no nos sale. De hecho, ya nos lo tomamos a risa. Pero el sábado pensé: “¿me ha esperado en boxes sentado o qué?” Jejeje. Llevamos coincidiendo muchos años. No sé si la primera vez fue en Bilbao, en 2020, y a partir de ahí, como mínimo, en los cuatro campeonatos de España de larga distancia que he hecho. Nos encontramos. En la bici, y sobre todo en el run, jugando al perro y al gato; y el caso es que acabamos más o menos a la par. Qué pena que en esta, finalmente, no pudieras seguir mi estela. Ha sido un placer compartir esos kilómetros de sufrimiento contigo.

El momento más surrealista fue cuando llegué a la T2 y había desaparecido mi sándwich. Desde hace unos años, me dejo un cuadradito (solo un bocado) de pan bimbo con mermelada y un poco de pavo. Lo aprovecho y me lo como mientras me voy calzando las zapatillas. Me va muy bien. Me asienta el estómago antes de seguir con más geles y me es apetecible esa combinación de dulce y salado. Pues, cuando llego a mis cosas, no está. Me lo dejé encima de un trozo de papel de plata, en el suelo, justo pegado a las zapatillas, y lo curioso es que estaba el papel de aluminio, pero no el bocadillito. ¡Qué raro! ¿Se lo habría llevado el viento? Sin embargo, el papel, que pesa menos, no voló. O ¿se lo había comido un gato, o cualquier otro animal? No lo sé, un misterio. Y lo peor era que te deja con la cabeza dando vueltas intentando averiguar qué pasó. No culpo a nadie ¡eh! Que consté. Que no se mal interprete, que eso sí que no lo veo probable. No fue lo único que me pasó en la T2, o no sé si más bien fue en la T1. El caso es que en esa zona hay muchas bolitas llenas de pinchos, esas que se te pegan en el calcetín. Y, aunque ya lo sufrí el año pasado, confiaba que al cambiarme delante de la bici y correr lo mínimo descalza por el césped, antes de subirme a la bici, no me pasaría. Pero, por si acaso, me volví a dejar doble calcetín, por si volvía a suceder. Y así fue. Al subirme a la bici no solo me veo algún pincho, sino que noté como se me clavan en la planta del pie. ¡No puede ser! Me sale más caro ponerme calcetines, para no rozarme en la bici, que eso. Además de perder tiempo tontamente cambiándome de calcetines. Porque por un momento pensé en quitarme los pinchos, pero si hubiera elegido esa segunda opción, aun estaría allí. Jejejeje.

El tirón de orejas:

Me dio pena ver muchas botellas de agua por el suelo en varios tramos de la carrera a pie y fuera del aérea de residuos. Por favor, cuidemos esas cosas. No se trata solo de cumplir las normas, porque eso es motivo de descalificación, sino que, si no te da tiempo a tirarla antes de que se acabe la zona permitida, debes guardártela hasta el siguiente avituallamiento o depositarla en cualquier papelera del mobiliario urbano, había muchas durante todo el recorrido.

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