TradeINN Zarauzko Triatloia
Creo que lo más difícil de la competición es saber gestionar los días previos. Saber controlar las emociones, los nervios, las dudas y los miedos sin volverse loco y sin que cunda el pánico. Sobre todo, esas últimas cuarenta y ocho horas donde no sabes qué hacer ni cómo actuar. Y la duda de que cuánto y cómo pueden llegar a afectar tus actuaciones y hasta tus pensamientos, para bien o para mal, luego en carrera. Nunca sabes si has comido, si has bebido o si has descansado mucho o poco. Y, más allá de lo físico, lo complicado es tramitar la parte mental. Sobre todo, la presión. La cual, en una prueba como esta, gana mucho más peso. ¡Qué difícil! «¿Verdad Helene?». Tengo la gran suerte de compartir una bonita amistad con ella y la confianza es tal que, a pesar de enfrentarnos el sábado, durante esa semana, y hasta segundos antes de empezar la carrera, compartimos esos sentimientos. Hablamos abiertamente de todo ello. De esa manera es como intentamos relajarnos y animarnos a disfrutar por encima de todo.
El triatlón de Zarautz es especial. Es único. Y es aquí donde quieres dar tu mejor versión. Quieres ofrecer espectáculo. Quieres luchar como la que más y quieres regalarle al público lo que espera de ti. Un público que se vuelca contigo y confía en que estés lo más adelante posible, como lo has hecho en todas tus participaciones anteriores. Zarautz es extraordinario. Es la fiesta anual del triatlón. Fiesta que no te quieres perder y a la que quieres acudir con tus mejores galas. Sabes que vas a tener todas las miradas puestas en ti (como en el resto) y que las apuestas están abiertas. No quieres defraudar a nadie. Y mucho menos a ti misma. Sin embargo, es el único triatlón que me puede más el “estar” que el “estar bien”. No me lo pierdo. No me lo quiero saltar. Necesito vivirlo año tras año. Y el participar en él, acaba cobrando más relevancia que el poder luchar por ganar la txapela.
Era mi séptima participación consecutiva (quitando el año del covid que no hubo, y el de mi embarazo, que evidentemente no pude). Y, mucho más que mi resultado, lo que me sigue quitando el sueño de este tri, a pesar de mi experiencia en él, es el “muro”. Sufro tanto en él, y me cuesta tanto gestionarlo, tanto física como mentalmente, que cada edición me machaca en la cabeza el hecho de no ser capaz de superarlo. No es el no poder remontarlo sobre las dos ruedas; sino que, el hecho de querer sacar el pie del pedal, me hace verme en el suelo. Se junta mi falta de destreza en la bici con mi gran sentido del ridículo. Por un lado, no controlo el ponerme de pie con ese porcentaje tan alto (y menos con la bici de crono), siento que tiro tanto del manillar sentada que no solo parece que no avance, sino que incluso levante algo de rueda. Siento que me voy a quedar parada sin conseguir quitarme la cala a tiempo, o hacerlo por el pie correcto. Por otro lado, me siento como una modelo desfilando por una pasarela en la que, de pronto, sin saber por qué, se pisa el vestido, se tuerce el tobillo y se cae en plancha siendo el hazmerreír de todos. Lo sé, sé que ni una cosa ni la otra van a pasar aquí. Zarautz es todo lo contrario. El público es un protagonista más. Empatiza contigo. Sufre contigo. Lucha contigo. Te ayuda con toda esa energía suya. Y nunca va a dejar que caigas (el sábado lo demostró más que nunca).
Y con ese cocktail de ser la carrera que más quiero, pero que más temo, me plantaba en la línea de salida una vez más.
Hacer una buena natación en Zarautz es crucial y la mía fue realmente lamentable. No solo perdí muy pronto al primer grupo, sino que perdí todas las referencias y me encontré toda la natación nadando sola y a la deriva. Me sentí realmente desubicada. Aún no logro entender lo que hice. Porque pasado el ecuador de la natación, adelanté a una chica con mucha facilidad. ¿Quién era esa chica y por qué estaba delante de mí? ¿Qué demonios estaba haciendo yo ese día en el agua? Sé que la travesía Getaria-Zarautz es muy difícil. Aun así, el sábado me estaba pareciendo realmente imposible.
Mis sospechas se confirman cuando al salir me cantan que he perdido más de cuatro minutos. Un desastre irreparable. Sé que, el haber estado nadando menos, se iba a notar, pero confiaba en saber disimularlo en carrera. No hay secretos. Si no se entrena… por mucho que hayas sido nadadora… Y yo, a duras penas estoy salvando dos o tres días de natación a la semana. En parte, porque es lo primero que sacrifico si no tengo tiempo. Y otras muchas veces, por pereza o falta de ganas. Además, este último mes he estado muy mal de las cervicales y me ha impedido el nadar muchos días.
Estando en boxes escucho que Svenja y Laura también están ya en la T1. Me alegra tener compañía, y más si es con dos de las favoritas. Pero a la vez me enfada el hecho de haber nadado igual que Svenja cuando normalmente nado más rápido. Lo único que me calma es el pensar que, al menos esta vez, no me va a pasar en la carrera a pie, sino antes. Y quizá, eso, hasta me ayuda el tener su referencia en bici.
Pues de poco sirvió esa referencia porque a pesar de adelantarme con fuerza en la primera subida, fue empezar el descenso y ver cómo le era imposible controlar la bici. Me asusto mucho al verla. Y no solo sufro por ella sino por mí. No quiero que su caída provoque la mía. Y no quiero mirar porque siento que su mala trazada me incita a caer en la misma trampa como si se tratase de un efecto espejo. Decido alejarme rápido de ahí y salir de la zona de peligro. Un peligro que no dejamos de sentir ninguno de los participantes porque realmente la lluvia fue muy intensa de principio a fin. Y es un circuito muy complicado. Así que, dadas las circunstancias, me limito a ser más cauta que nunca. No me la juego. Ni quiero, ni tengo necesidad. Solo pienso en mi hija. En que quiero poder cogerla en brazos y jugar con ella en cuanto acabe la carrera. «“Si nos caemos en mojado no nos soyamos tanto”» comenté con Helene hablando durante la semana. Y es que nos tocó mucho tanto la caída de Pello como la de Sara en esa semana previa. Y nos preocupaba el caernos, mucho más cuando veíamos los pronósticos del tiempo.
Como cambian los objetivos en el transcurso de la carrera. Pero es lo bonito del deporte y de la competición: saber improvisar, adaptarse, conocer tus limites, marcarte metas y afrontar y solventar con entereza lo que va viniendo. Sentía que estaba viviendo una carrera muy diferente. Que había dejado de ser competitiva. Sentía que me evadía de la competición para centrarme en mi misma. Para no dejar que el miedo se apoderara de mí y perder la concentración. Me gustó la templanza que tuve. Arriesgar más no hubiera servido para nada ni hubiera cambiado las cosas. Al contario, sentía que era la mejor decisión. Y más, viendo como otros se retiraban, se caían o tenían verdaderas dificultades para controlar la bici.
Lo único positivo de todo aquello es que no pensé en el muro hasta que llegué a él. Ilusa de mí, creí que el haber sido conservadora me iba a permitir subirlo con más fuerza. Todo lo contrario. Si no me empujan no subo. Si no me aguantan me caigo. Lo pasé tan mal que me da rabia no poder disfrutar ni un poquito de la magia que se vive hay dentro en ese momento. Pero bueno, la saboreo días después reviviendo ese momento. No solo se me hizo interminable, sino que estaba impracticable. Y como decía Julen: «subir el muro fue como hacer bici estática sobre un rodillo de rulos». Pero el público no me dejó caer. No dejó que ardiera en el infierno. Gracias a todos por ayudarme a alcanzar la cima. Sentí que tocaba el cielo. No solo por lo muerta que estaba, sino porque la niebla era tan espesa que no se veía ni a un metro de distancia. Así que, después de lo que me había costado el ascenso, estuve a punto de darme la vuelta.
Por fin llegaba el final del sector ciclista. Último ascenso y descenso a Meagas para encarar la T2 y analizo la situación de carrera. El pódium muy lejos. Las dos extranjeras jóvenes muy adelantadas. Helene a la caza en tercera posición y yo pisando los talones a Ainhoa (algo le tuvo que pasar). Sofía Aguayo no estaba (se cayó). Laura tampoco (se retiró) y Svenja viene rezagada (también tuvo muchos problemas en los descensos y no sé si sufrió alguna caída), pero preveo que me va a dar caza corriendo. Yo alcanzo a Ainhoa en la bajada viendo como patina en cada curva. No quiero ni mirar. Quiero pasarla, pero lo veo hasta peligroso. «Efecto espejo no, ¡por favor! Que se acabé ya la bici». Llevar freno de disco fue clave y poner la presión pertinente en las ruedas también. Suerte que dejé que hinchara Javi, sino, yo también la lío.
Si por un momento creí meterme en carrera al alcanzar a Ainhoa, me duró poco. Me pasó en el primer kilómetro como una gacela. Qué pasada. Qué ritmo. Qué estilo. Daba gusto verla correr. O más bien volar. Es que flotaba sobre el suelo. Qué clase. Qué deleite. Aunque desapareció tan rápido que no pude disfrutar ni si quiera de eso. Quise intentar perseguirla, sin embargo notaba que seguía sin chispa (no sé si tuvo que ver el full de hace dos semanas o era simplemente lo que tenía ese día (o lo que tengo a día de hoy)). Tampoco quería relajarme porque Svenja venía muy fuerte por detrás y aunque estaba convencida de que me iba a pillar (aun no sé cómo no lo consiguió) sentía que no debía tirar la toalla. No por ella, sino por el público, por Zarautz. Ellos no merecían eso. Ellos se estaban dejando la piel conmigo y yo debía hacer lo propio. Se desgañitan para animarte. Se agachan para poder mirarte a los ojos, te empujan con sus gritos de tal manera que tú no puedes, ni debes, dejar de dar lo máximo.
Me centré en eso. En mirar a la cara a la gente del público, a los vecinos de Zarautz que tanto me conocen y tanto me quieren. A muchos amigos que habían venido a verme y otros que aparecieron por sorpresa y que me alegraron gratamente. Fue increíble ver a cada uno de ellos, sonreírles, agradecérselo y sentir como inoculaban una energía en mí que hasta entonces no había tenido. Luché por ellos sin saber que esa lucha iba a tener una gran recompensa: ganar una posición adelantando a Ainhoa en el kilómetro final.
No me alegro por ello. De hecho, me supo mal y al abrazarla en meta le pedí perdón por ese adelantamiento final. Es difícil de explicar y quizá también de entender. Pero creerme que es así como lo siento. Me gusta ganarme a mí misma, sin embargo, no me gusta ganar a las deportistas, a las personas que admiro. Ainhoa es una de ellas. Es un referente. Y qué bonito fue volver a competir con ella. Después de tantos años. Y aquí, en el mismo lugar donde coincidimos la otra vez. Ella llevándose la txapela y yo acabando detrás de ella. Que admiración volver a verla competir con esa clase y que lo hiciera a ese nivel después de tantos años apartada de la competición. Y porque tuvo muchos problemas en la bici que si no…
Pues ganar esa posición fue tener un buen sabor de boca para mí. Fue emocionante sprintar por las calles de Zarautz y fue más emocionante que justo me alcanzara Iván en ese momento y compartir esos metros finales agónicos y cruzar prácticamente juntos la meta. Otro ejemplo de inmenso deportista. Que nunca se rinde, nunca se queja y siempre lo da todo desde principio a fin (además el sábado corrió con un dedo del pie roto). Así que me sentí orgullosa de entrar detrás de mi entrenador y, sobre todo, compartir la misma filosofía: que no puedes dar nada por perdido hasta el final y que rendirse no es nunca una opción válida para mí.
No acabaría nunca esta crónica. Quiero contaros muchas cosas. Quiero nombrar a mucha gente. Quiero agradecer a la organización el cariño recibido. Quiero daros las gracias a todos los que me animasteis con tanta pasión. Quiero abrazaros a todos de forma cariñosa para agradeceros tanto y tanto. Quiero quedarme más días en el Txikipolit, no solo comiendo pintxos, sino conversando con vosotros y con todos los que vamos coincidiendo. Qué bonito es vivir eso año tras año. Qué bonito es volver a vuestras calles, veros y ponernos al día de todo. Vivir todo eso con vosotros. Qué bonito es levantarse el domingo y comentar la jugada con todos ellos. Porque todo el pueblo “compitió” el sábado. Todo Zarautz se vuelca al 100%, haga el día y el tiempo que haga. Porque todos ellos se alegran por ti; hagas lo que hagas…
Zarautz, ¿por qué me quieres tanto? Yo sí sé por qué os quiero tanto a vosotros.
Sigo eufórica. Esta carrera me deja una resaca emocional muy grande. Me llena de felicidad de una forma inexplicable. Y no puedo parar de revivir momentos únicos. Tenía muchas ganas de escuchar la voz de mis speakers favoritos: Aitor y Jon Alegría. Y el volver a verlos. Zarautz es mágico. El norte es extraordinario. Hasta los árbitros son geniales. No es incompatible ser profesionales y hacer bien tu trabajo, con ser cercanos, ser personas. Gracias “aita” y compañía. Llegar a meta y que una juez te diga: «coge a tu niña que os dejo inmortalizar este momento», no tiene precio.
Gracias y gracias a todos los fotógrafos. No solo por vuestro gran trabajo, sino por captar y regalarme todos esos bonitos recuerdos para enmarcar.
Aquí somos tres “amatxus”, pero no somos las únicas, ni somos ejemplo de nada. Hay muchas más. Y seguro que tienen más mérito que nosotras. Y no solo las que compitieron, sino también las que están al otro lado para que sean ellos, los papás, quiénes compitan. Porque no se trata de demostrar nada. No es mi intención. Ni de ser ejemplo de nada. Simplemente de mostrar los valores que le quiero enseñar a mi hija. Los valores que te da el deporte.
Quiero dedicar esta crónica a todos los que conseguisteis vuestra épica particular. A todas esas historias de superación que hay detrás de cada uno de nosotros y algunas muy duras que no hace falta ni nombrar. Enhorabuena y siempre hacía delante. Ánimo a todos. Un abrazo muy efusivo de mi parte. Para ti también Maider.
Raynaud/embarazo:
Sé que muchos os habéis preocupado por mí y por mis problemas con el frío y más, en un día de perros como lo fue el sábado. Pues os tengo que decir que soy otra. Que con el embarazo el Raynaud prácticamente ha desaparecido y solo noto, un poco, los pies fríos (muy soportable). Así que no pasé nada de frío. No sé si cambiará de nuevo cuando deje de darle el pecho o cuando me vuelva la menstruación. Por ahora es un gran alivio. Gracias por preocuparos.
Me quedo con ganas de más. Fue muy guay despedirme de Zarautz con Haru corriendo por la arena. Divirtiéndose en su primer día de playa. Nada menos y nada más que “Aquí”. Y justo el día en que cumplía 10 meses.