LE MYTHE EMBRUNMAN XXL

15 de agosto de 2024. 40 aniversario del mítico Embrunman XXL. Justo un mes después de cumplir mis 40 y solo días después de que Haru cumpliera su primer añito. Había mucho que celebrar y uno siempre quiere la fiesta perfecta, la que se amolda mejor a uno mismo. Sin embargo, basta que busques la celebración idílica para que se te trunque por completo.

No haré dramas. Me quise regalar el volver a estar allí por muchos motivos que os iré desvelando. El que cumpliéramos los 40 a la vez (la prueba y yo) era una simple coincidencia que servía como motivación y que me hacía soñar en grande hasta ese momento. Yo había querido asumir ese reto consciente de todo lo que conllevaba. Quería conseguir terminar esa dura prueba una vez más. Quería hacerlo justo en el momento que se cumplía mi primer año de maternidad y sentir que había conseguido acabar una etapa que nunca ha sido nada fácil. Y aunque sabía que había cogido una de las pruebas más exigentes del planeta, era el escenario perfecto para Haru, para pasar unos días en familia y para darme la oportunidad de no sentir que iba solo a competir. De saber que ahora soy más madre que triatleta y que primero debo pensar en mi hija, en su felicidad, en su comodidad, en su bienestar y luego en mí. Eso, al menos, lo conseguí. Y eso me da una gran paz interior.

   

Ha sido un año muy duro, no os puedo engañar. Mi cuerpo y me cabeza me han puesto a prueba a diario en mi primer año como madre. Os lo he contado desde el principio, no es nada nuevo. Y sigo luchando por encontrar ese equilibrio en mi nuevo yo. En saber hacerme a todo y en conseguir mi mejor versión como madre trabajadora y triatleta que quiere seguir compitiendo como profesional. Lo he ido consiguiendo. He sido capaz de afrontar esta temporada y rendir a un alto nivel a pesar de, principalmente, lo de tanto entrenar como el descansar menos, que para mí es lo más relevante. Sabía que presentarme a esta prueba iba a suponer una gran exigencia a todos los niveles. De hecho, eso es lo que todavía me motivaba más. No se trataba solo de alcanzar una meta deportiva sino también personal. Además, sentía que (al menos por el momento) este iba a ser mi último triatlón de larga distancia. Siento que, por ahora, no quiero entrenar tantas horas, no quiero seguir sacrificando más tiempo de mi hija, no quiero sentir que quiero llegar a todo y no llego a nada y no quiero involucrar a tanta gente para que yo disfrute de mi tiempo. No quiero pasarme cuatro y cinco horas en la bici pensando: <<¿qué hago aquí?>> o diciéndome: <<¡no debería estar aquí!>> Y a la mima vez: no quiero estar pensando: <<debería estar haciendo más bici, esto no es suficiente>>, <<llego muy justa de entreno para esto>>…

Con todos estos fantasmas en la cabeza y luchando con la falta de energía, tanto a nivel físico como mental, he ido salvando la preparación. Una preparación muy justa para una prueba de este calibre. Sin trabajar en altura, sin escaparme a hacer puertos o circuitos por el estilo y ajustando al mínimo todo porque, más, no da… ni apetece. Luchando las últimas semanas con el calor, con el cansancio, con sacar lo necesario con el tiempo justo, con los abuelos de vacaciones (tienen su derecho) … Aun así, yo seguía queriendo luchar por ese reto y demostrarme a mí misma de que era capaz de conseguirlo pese a lidiar con todo. Cada día era tener que superar una prueba de fuego. El problema es que las noches empezaban a ser peor que el día. A Haru le cuesta mucho dormir y está en un momento que no consigue conciliar el sueño si no es tomando pecho o jugando con mi pezón. Nos pasamos la noche en vela con esa actitud en bucle que no nos deja descansar ni a una ni a la otra. Y, aunque cuando eres madre recobras una paciencia infinita, llega un momento que siento que no puedo más. Cinco días antes de la carrera y estando a las 2h de la mañana luchando con Haru en la terraza por intentar dormir, entre lágrimas y sollozos le digo a Javi que no puedo. Que no puedo más y que no voy a ir a Embrun. Estaba agotada. Estaba exhausta. El no dormir es muy malo y te limita tanto física como anímicamente. Te irrita, te entristece y te destruye. Yo lucho cada día por reconstruirme y eso es lo que me desgasta tanto.

Muchos frentes abiertos. Aun así, desafortunadamente, todavía hay más: “la lesión”. Rotura de la fascia de la inserción del gemelo con el soleo. Me rompo once días antes de la prueba. El fisio ya me dijo que era muy justo. Que es una recuperación de entre quince y vente días, pero ponemos todo de nuestra parte para que ese día pueda correr. Tratamiento a diario, no correr nada hasta la prueba y jugárnoslo todo ese día. Eso sí, la única posibilidad de que aguantara los cuarenta y dos kilómetros era corriendo con compresiva. Bueno, todo sea eso.

Llegamos a la mañana de la carrera… Un momento, primero… noche previa a la carrera. Creo que es importante. Así lo siento.

Son más de las 21h y Haru sigue danzando y sin querer dormir (cuando os digo que mi hija es muy dura para dormir no exagero). El despertador suena a las 4 AM y ya no pienso en dormir sino en poder descansar al menos unas horas con garantías. Consigue reconciliar el sueño, pero con ella nunca se puede cantar victoria y a las 2 AM se desvela sin motivo aparente y empieza a llorar de forma desconsolada. Sé que mi madre intenta por todos los medios salvar la situación y que yo no necesita entrar en escena. También quieren poner de su parte Javi y mi padre, pero ella solo quiere a “mamá”. Bueno, es de esos momentos que no quiere a nadie. Fueron casi dos horas luchando para calmarla. Eso no solo me rompe el corazón, sino que, irremediablemente, me rompe todos los esquemas. <<Judith, más mérito tendrás aún de sacar este reto adelante>>. <<A por ello. No pierdas las ganas ni la concentración.>>

Ya estoy en boxes y toca preparar todo. Hay que cuidar todos los detalles al milímetro porque estos árbitros son muy quisquillosos y, por cualquier detalle, por insignificante que sea, te pueden echar de la carrera. No quería que pasara eso, ya lo había vivido en mis dos ediciones anteriores aquí. Así que una de las cosas que hago es dejarme dos dorsales preparados por si se me moja en la bici o se me rompe, para poder ponerme otro para correr. Aquí son muy estrictos con eso. Que el dorsal vaya sujeto por tres puntos y que siempre vaya bien visible entre el ombligo y la cadera, ni más arriba ni más abajo. Sí, sí, habéis leído bien. Me dejé dos dorsales y no me puse ninguno. Es cierto. De ahí mi gran castigo conmigo misma. ¿No lo dejé lo suficiente visible? ¿Debería haberlo puesto encima del casco? Tal y como os digo. Mucha presión aquí en lo de cómo dejar las cosas colocadas. Mucha presión en no hacer nada incorrecto… Al final caí en su trampa.

Salí del agua con mil cosas en la cabeza. Salí del agua muy clavada del cuello (mi punto débil) a consecuencia de esa dura noche que pasé. Corriendo hacía boxes sentí un pequeño pinchazo en el gemelo que me hizo presagiar lo peor y me desconcentró durante unos segundos. Veía que asomaba un poco la pernera por debajo del neopreno y temí que me amonestaran por ello. Temí que me llamaran la atención por dejar las cosas colocadas en la silla y no en la caja como me había “recomendado” un árbitro mientras que otro me había dado el ok. Me concentré en no dejarme el bidón aero que debía poner en los acoples (en esta prueba la bici se deja en posición vertical con el manillar hacia el suelo y, de esa manera, el bidón me perdía líquido). Me centré en todo menos en lo que me tenía que centrar y de esa manera olvidé lo imprescindible y necesario. Olvidé ponerme el dorsal.

Me di cuenta tarde. Me di cuenta cuando ya no podía hacer nada. O sí, tengo esa duda. No sé si se puede dar marcha atrás en el circuito y volver a entrar a boxes por el dorsal. Lo investigaré. En cualquier caso, esa idea me vino tarde. Me subí a la bici, encendí el Garmin, me fui colocando botas, empecé el ascenso de la primera subida haciéndome al ritmo y a la cadencia, mirando y sonriendo a la gente, a Eider y Aritz y justo a la altura de Javi (un amigo) voy a colocarme bien el dorsal y me doy cuenta que no lo llevo. Me da un vuelco el corazón; tanto, que provoca el llanto sobre la bici. Me quedé en shock. Me torturo mientras pedaleo sin saber ni si quiera que avanzaba. Estás descalificada Judith. Esto es motivo de descalificación directa. La has cagado. No puedo dejar de pensar en mi error, pero ya nada puedo hacer. Esta carrera se ha acabado para ti. Tenías muchas dudas, aun así, ni si quiera te has dado la oportunidad de intentarlo. No te has dado lo oportunidad de ver hasta dónde eras capaz de luchar, de ver hasta dónde, hasta qué punto eres capaz de superarte.

FOTO BY: Jacky Everaerdt at TriMax Magazine

Completé el bucle que nos devolvía hasta Embrun sin enterarme. Cuarenta kilómetros de bici aislada en mis pensamientos. Solo la rampa del 22% y el saludo al pasarme de los chicos élite españoles me devolvía a la realidad. Una realidad que dolía mucho, que quemaba por dentro. ¿Por qué aquí? ¿Por qué hoy? Yo seguía sin entender el por qué y seguía castigándome.

Tuve momentos de pensar en completar la bici a pesar de no estar en carrera. Tuve segundos de motivarme con buscar mi propio reto del día, aunque, vamos a ser sinceros: no soy ninguna heroína. No lo veía necesario y, además, no iba a poder despejar eso de la cabeza y avanzar en ningún momento.

Me dolía mucho, pero la realidad era la que era. No tuve dudas. Por más que buscaba en mi cintura, el dorsal no estaba y no iba a aparecer por arte de magia. Todos lo llevaban, como debía ser. Y a pesar de que los jueces que pasaban no se daban cuenta de mi error, no era necesario esperar su amonestación. Me había descalificado yo sola. Por mi misma dicté sentencia. No hace falta que nadie me juzgue. Mi propio juicio es muy sensato. Estaba fuera de carrera. Era lo lógico, lo ético. No me podía permitir ni un instante el pensar: “mientras no me vean, mientras no me digan nada, yo sigo”. No. No soy así. No me lo hubiera permitido. Va en contra de mis principios. No es solo el respetar a mis rivales, sino de respetar las normas del juego, sin trampas. Respetarme a mí misma.

FOTO BY: Jacky Everaerdt at TriMax Magazine

Con ese sentimiento de culpabilidad me detengo delante de Javi y de mi padre. Me siento culpable por mí y por ellos que estaban sacrificándose por mí. Me avergüenza la situación y no sé cómo se van a tomar me decisión. Sin embargo, Javi me dice: <<Ya sabía que te ibas a parar. Es que tú eres así. No hay más. Y te felicito por ello. Estoy orgulloso de ti.>> Con eso me vale. Mi decisión era irrevocable, aun así, me consuela la aprobación de mi marido. Sin reproches.

Ducha y vuelvo a meter en la cama con Haru que aún duerme. Nota mi presencia, abre los ojos para asegurarse de que soy yo, sonríe, me saluda con la manita y sigue durmiendo. Y ahí es cuando siento un gran alivio reconfortante. Haru: mamá hoy no ha podido enseñarte su faceta luchadora, no obstante, sigue enseñándote valores. La ética y las normas están por encima de todo. Y, más aún, en el deporte. Esa es mi esencia y eso es lo que te quiero transmitir.

Muchos me habéis dicho que las cosas pasan por algo. Que si no fue es porque no tenía que ser. Puede ser. Al menos pensar eso es un gran consuelo y ayuda a pasar el luto.

No acabar una carrera siempre deja un vacío muy grande, difícil de llenar. Sé que costará unos días cubrirlo. Y lo peor es que no puedo dejar de fustigarme por el error tan grande que cometí. ¿Cómo pude olvidarme eso? No me lo explico. Fue un fallo garrafal. Y eso me sigue comiendo por dentro. Aunque es parte del juego. No solo saber celebrar triunfos sino saber reponerse a las derrotas.

Os tengo que dar las gracias a todos los que aplaudisteis mi decisión. Me alegra que apreciéis eso. Y agradeceros todos los mensajes de apoyo que recibí. La verdad me hace sentirme orgullosa.

Es momento de parar. Es momento de dar un paso al lado. Por mí y por Javi. Por los dos. Por nuestro matrimonio. Por nuestra familia. Le pedí prioridad hasta Embrun y ahora le toca a él. Los dos sabemos lo difícil que ha sido que cada uno sacara sus entrenos y carreras hacia adelante con todo lo demás. Javi se ha retirado en sus últimas dos carreras. Llegaba bien físicamente pero no llegaba centrado (cómo le entiendo), y eso mismo era lo que no le permitía acabar. Toca poner más de mi parte. Siento que me toca ayudarle para que complete con éxito su próximo reto y sienta que llega preparado. Con ganas y concentrado.

Es tiempo de hacer un reset. Es momento de recargar esa energía que he agotado. Es momento de reponerme. Es el momento de volver a trabajar (se acaban las vacaciones para Javi y para mí) y no sentir que debo cumplir con un entreno. Es momento de centrarme en Haru, en su inicio en la guardería y hacerle un buen acompañamiento en su periodo de adaptación sin sentir que tengo objetivos deportivos a la vista. No quiero ir a nadar por obligación ni entrenar sin ganas. Quiero sentir que quiero hacer deporte porque me gusta y no por obligación.

Dar las gracias a mi entrenador Iván Álvarez por su gran acompañamiento. Por saber devolverme la motivación y la ilusión por entrenar y por el gran rendimiento que hemos alcanzado trabajando juntos. Quiero nombrar a Anna Flaquer, ella es quién dirige los entrenos de natación máster donde voy a nadar en grupo. No solo es una gran entrenadora, sino que siempre ha estado pendiente de mí, y si no fuese por ella, no hubiera conseguido ni salvar los dos-tres días que he ido salvando de natación a la semana. ¡Gracias!

Permitirme una última mención especial. A mi fisio Enric y a todo su equipo de Dot Salut. Por implicarse siempre tanto y en especial estas últimas dos semanas. Por el tratamiento diario y eso que Enric debía estar de vacaciones y no estar tratándome a mí.

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