Es un placer tener la oportunidad de escribir la crónica de mi primer World Championship Ironman 70.3. No solo por el privilegio de participar en él, sino por toda la aventura que ello conlleva.

El campeonato empezó mucho antes. No os puedo contar todos los detalles, pero, para mí, era el resultado del trabajo de todo un año. Buscando la suma de puntos carrera tras carrera y poder conseguir la clasificación. En junio, por fin, se confirmó mi participación. Iba a tener el privilegio de ser la única española en haberlo conseguido (como pro). Yo y Javi Gomez Noya (nada más y nada menos) ya que, a nivel masculino, era el único en las mismas circunstancias. Eso era un aliciente muy especial y que magnificaba aún más la carrera. Aunque, si había algo por lo que me sentía más afortunada, era por el hecho de que Javi (mi marido) también hubiese logrado clasificarse. Que los dos hubiéramos conseguido estar ahí, en nuestro primer mundial (y encima recién casados), era un gran regalo. Sería la luna de miel ideal. Viajar por deporte haciendo lo que más nos gusta. Además, resultaba la excusa perfecta para pisar y conocer los Estados Unidos.

 

Pero no íbamos a viajar solos. Mis padres no querían perderse (como en otras tantas ocasiones), el acompañarme en una competición tan importante para mí. Y mucho menos si eso les permitía hacer un viaje que, seguramente, ellos solos no hubieran hecho jamás. Me alegro de que vinieran. Para mí, es siempre un gran apoyo. Tenerlos cerca y haber compartido un viaje así, aún más. Sí, sé que una luna de miel con suegros o con padres no es lo más idílico, pero bueno…, así tenemos una buena excusa para buscar otro viaje (Jejejeje). Bueno, no solo nos acompañaban mis padres, sino que la expedición también la formaban Tomás y Oriol. Y otros amigos que también participaban. Y por supuesto…, sus parejas Mónica y Silvia. Qué bien lo pasamos y qué grandes momentos vivimos. Da gusto poder compartir experiencias con gente a la que aprecias y que enriquece la aventura.

El mundial lo empecé a saborear cuando nos agregaron al grupo de WhatsApp de españoles. Faltaban algunos, pero éramos muchos. Aún sin conocer a casi nadie, se podía palpar la emoción de todos. Fue bonito el ir intercambiando inquietudes e impresiones. Fue muy chulo. Y más aún cuando se decidió hacer una camiseta para ir todos iguales el día del desfile inicial por países. Fernando se encargó de ello –Muchas gracias. Un detallazo–. Como mola hacer piña. Cada cual con su respectiva particularidad de edad, sexo, proveniencia, destino… Pero todos con la misma nacionalidad y con las mismas ganas. Irse encontrando con los españoles, durante los días previos, fue una de las cosas más chulas con las que nos encontramos al llegar a Chattannooga. Sobretodo el jueves, día en que nos juntamos todos vestidos con “la roja” para el desfile. Sorprendida de ver gente a la que conoces y que no te esperas encontrar allí. Contenta de conocer a nuevos compañeros. Abrumada por la admiración de muchos y sus gestos de cariño. Intimidada por el que quisieran que fuese yo la “abanderada”. Y emocionada por vivir ese gran momento. Realmente fue muy especial. Disfrutar de todo ello me hizo sentir aún más mundialista. Fue uno de los grandes momentos que envolvió la carrera – Gracias chicos. Fue un placer conoceros a todos–. Me llevo emociones vividas con ellos, he tenido el placer de conocer a personas estupendas. Como a Rocío, con quién tuve una conexión especial, y a chicos, como Pelayo, que me hizo partícipe de sus historias (llegando a hacerme sonrojar); o como César, un español afincado en New York, al que es imposible no cogerle cariño en el mismo instante en el que le conoces. Pero si había un español al que quería conocer, con todo el respeto hacia el resto, era a Javi Gómez Noya. Esperaba ese momento y llegó. Pero no cómo me lo había imaginado, nos encontramos el jueves por la mañana (al ir a nadar) y fue él quien vino a saludarme. <¿Os podéis imaginar mi emoción…?> Fue la guinda al pastel y la inyección de motivación que me faltaba para centrarme en carrera. Que gran persona y que ilusión que ganara. Fue impresionante verlo en directo.

           

Reconozco que no fue una carrera preparada a conciencia. Quería llegar al 100% y hacerlo lo mejor posible, pero no dejó de ser una competición más en mi temporada en cuanto a entrenamiento se refiere. Más que nada porque el 30 de septiembre me toca correr mi primer Ironman y, por lo tanto, tenía que dedicar los meses previos al mundial y entrenar bien esa ful distance. A la vuelta no quedaría tiempo. Así que el verano lo dediqué más a pensar y preparar el Ironman que el mundial. Obviamente entrenada llegaba, sin duda. Pero, a nivel de planificación, no le di una gran importancia a esta carrera. El hecho de ir sin presión, y sabiendo el gran nivel que había, donde el top10 iba a estar muy lejos, me daba cierta sensación de tranquilidad. Quería disfrutar de esa experiencia y poder sacar lo mejor de mí.

Es cierto que llegaba fuerte. Me encontraba muy bien físicamente. Solo la continua molestia del tendón de Aquiles me impide sentirme bien corriendo. Pero, por lo demás, tenía buenas sensaciones. Las tres semanas en altura parecían haberme dado un plus; no sé si físico, pero sí a nivel mental. Junto a nuestro entrenador, con el que siempre es difícil coincidir estando lejos, hicimos un buen stage. Así que me iba con la seguridad de estar al 100%. ¡Aclaro!: me iba, no llegaba. Y es que una semana en EEUU puede cambiar muchos las cosas: el tute del viaje, el cambio de horarios, el de las comidas, la falta de entreno… De todo un poco. No os contaré con detalle los días previos porque si no, no llegaría nunca a explicaros la carrera. Sin embargo, nos metimos una buena paliza de coche, de andar y de comer. Era lo que tocaba. No iba a renunciar a eso porque venía a disfrutar del viaje con todos los pros y los contras; aunque eso me hiciera llegar en peores condiciones.

Pensaba que, una vez en Chattanooga, sí que podría coger el ritmo normal a la precarrera, pero tampoco fue del todo así: el primer día que quisimos nadar, llegamos a quince minutos del cierre y no nos dejaron ni tirarnos. La logística nos alteraba un poco los horarios. Aunque la anécdota más curiosa fue cuando me perdí, por error, el breafing. Me dejé embaucar por Tomás y Javi que me invitaron a acompañarles al desayuno para los que son “AWA”. Era de 8 a 10:30 en un barco amarrado al lado de la expo. Salimos de nadar a las 9:15 y, como quedaban cuarenta y cinco minutos para la reunión, decidí acompañarles un rato. Pero, cuando estábamos allí, cinco minutos después de subirnos, sin previo aviso, ni ningún tipo de información, el barco empezó a moverse río a dentro. Tendríais que haber visto la cara de tontos que se nos quedó a los tres… No podíamos dar crédito. No sabíamos si saltar y tirarnos al agua (evidentemente no lo hicimos). Total, que nos tuvimos que comer con patatas un paseo por el río Tennessee. Una hora de reloj observando incrédulos lo que nos había pasado. En fin, historietas que, con el tiempo, te sacan una carcajada. No sólo sufrí por la importancia de no asistir a la reunión (obligatoria para los pros), sino que estaba más avergonzada por haberle dicho a Noya, tan solo dos horas antes, cuando lo acaba de conocer, que me sentaría a su lado por si necesitaba ayuda (por lo de mi dificultad para entender el inglés). ¡Aig! No podía dejar de imaginar la silla vacía a su lado y él pensando: <¿esta tía donde está?>. Arribamos a las 10:40. Corrimos para llegar al final de la reunión, y lo conseguimos. Aunque tan al final, que fue abrir la puerta y escuchar los aplausos. Yo solo quería firmar e irme de ahí de la vergüenza que sentía. Pero Tomás insistió en contarle a Javi Noya nuestra aventura. A parte de saber si habían dicho algo interesante. Que bochorno pasé. Javi me contó únicamente que habían cambiado el bucle de bici. ¡Bingo!, basta que te saltes la reunión, como para que haya cambios. Pues vaya que si era importante la asistencia. Me cuenta Tomás, del breafing de grupo de edades, que el dorsal no se lleva en bici sino que solo corriendo y que el gorro te lo dan el momento de la salida… –¡Aig! ¡Pues sí que me he perdido cosas! Verás como la lío en carrera- Que mal rollo, que inseguridad. Pues en carrera no sé, pero antes…, sí que la iba a liar. Me presento viernes tarde para hacer el chek in con mi bici y mis bolsas con todo preparado (bambas, calcetines, gps, comida…) porque el sábado no se podía acceder a ellas y veo que soy la más pardilla de todas. Las pros éramos unas privilegiadas y podíamos dejar todo el mismo día de carrera. Además, nosotras no funcionábamos con bolsas, sino que teníamos nuestro sitio especial; con nuestra caja y todo. ¡Madre mía que novata! Como se nota que tengo poco de “pro”. Bueno, ya que estaba, aproveché y lo dejé todo, aunque fui la única de las cincuenta y ocho chicas élite. A parte de la incredulidad, eso me preocupó sabiendo que podía cometer más errores. Así que el sábado por la mañana, solo una hora antes de la carrera, no paré de mirar al resto de pros para saber qué, cuándo y cómo tenía que hacer las cosas. Pasé de ir a competir muy tranquila y sin presión a ponerme muy nerviosa e insegura. Estaba muy pérdida y desubicada. Ahí supe que, a pesar de querer hacerlo bien, esto iba a ser una toma de contacto porque iba un paso por detrás del resto. Además, el no poder entenderme en mi idioma dificultaba aún más las cosas.

7:10. Veinte minutos para empezar la carrera, veo que las pros tienen su gorro rosa. Todas menos yo, claro. Pregunto y me dicen que espere cinco minutos que me lo traen. Mientras, veía como el resto ya se iban hacia la cámara de llamada. ¡Aig Dios! ¿Pero qué he hecho mal? Es que, si os digo la verdad, no sé ni dónde ni cuándo tenía que recoger mi gorro. No entendía nada. Y aún menos cuando veo que me traen un gorro con otro número y que tienen que pintar como pueden mi número encima. – Pero…, ¿ni siquiera estaba mi gorro? -. Surrealista total. Al menos la organización un diez. Todo hay que decirlo. Esperar, que queda más. Veo que se tiran a calentar (cuando habían dicho que no se podía). Pero, por lo visto, las pros sí. Pues para el agua que voy y caliento cinco minutos, aunque solo sea para centrarme un poco después de tanto lío. Pero ni con esas, porque, estando en el agua, me doy cuenta que no tengo ni pajolera idea de que boyas ni como había que seguirlas. No era un circuito obvio, pero bueno, aquí iba a llevar a muchas chicas delante, así que al menos tendría referencias, o eso esperaba.

Reconozco que me sentí ridícula hasta justo antes del pistoletazo de salida. Porque por primera vez en mi vida, salíamos por carriles dibujados en la moqueta. Después de llamar a las diez primeras, el resto debíamos ponernos correlativamente en cada cajón marcado. Sin saberlo, quise ponerme a la derecha detrás de las favoritas, y entonces vi cada carril. Cuando quise irme hacía la izquierda se me fueron colando y tuve que ponerme en los últimos puestos, los más alejados de la boya. ¡Por favor que esto empiece ya porque voy de mal en peor!

Por suerte, la carrera fue bien. Sin percances. Ya había cometido todos los errores, o casi todos y, aunque tengo que reconocer que algo descentrada, el resto pareció ir todo más rodado.

La natación fue bastante limpia. Tuve que salir muy fuerte para poder esquivar chicas e irme metiendo a la derecha. Conseguí enlazar con el segundo grupo y, a pesar de dividirse, remonté desde la cola pasando a un par que se quedaban rezagas y pude seguir al resto, aunque a unos metros de distancia. El primer grupo se fue rápido. Contaba con ello. Al menos no me quedé sola. Eso me ayudó a no bajar el ritmo y a seguir el circuito que, entre el sol de cara, y mi desconocimiento, resultaba dificultoso.

Me sentí fuerte. Me sentí rápida a pesar de la corriente en contra. Pero cómoda al nadar en agua dulce, como una piscina y calentita. Sin neopreno, como a mí me gusta, pero con mi Rebel. Una natación, algo lenta por la corriente que no aprecié, pero que se me pasó muy rápido y sin percances. Salí rondando la posición diez y, aunque sabía que eso iba a empeorar, ya estaba pedaleando y con algunas chicas como referencia.

El sector ciclista sí que me lo conocía. Una bici dura, como a mí me gusta. Aunque realmente la dureza estaba toda al principio y la segunda parte era mucho más rodadora. Salí con precaución, debía controlar porque nos esperaban más de mil metros de desnivel con un puerto y varias rampas duras y una carrera a pie que aún sería peor. Así lo hice. Controlé el ritmo y me fijé en los watios que ya empiezo a trabajar y conocer. Regulé e hice mi carrera a pesar de ver como algunas rivales me pasaban. Es cierto que con algunas contaba, pero con otras no, aunque también hice algún adelantamiento y, con un par, jugué al gato y al ratón durante algún tramo. A pesar de no encontrar una liebre fija me sentí competitiva al irme encontrando gente en carrera y eso ayudó a mantenerme alerta e ir descontando kilómetros más rápido de lo esperado. Realmente pocas veces, por no decir ninguna, me he encontrado tan cómoda durante todo el sector ciclista. Ni un bajón anímico, a pesar de perder un gel Recuperation por el camino y no lograr que me lo dieran en el siguiente avituallamiento. Iba crecida al encontrarme tan bien y no podía evitar pensar en el Ironman y poder tener esas mismas sensaciones. El único momento que me desmoralicé fue en la parte más fácil y rápida. Un tramo de unos diez kilómetros en mitad del recorrido donde mi desarrollo no daba para más y por no tener más piñones que poner, me pasaban rivales que había adelantado en la subida y eso me dio mucha rabia. Y más cuando no dependía de mis piernas. Pero por lo demás, estoy contenta de mi sector ciclista. A pesar de no verme delante ni luchando por la carrera, muy lejos ya del top10, disfruté del recorrido y me sentí a gusto. Aunque, a posteriori, me queda la duda de si debí haber sufrido un poco más, como suelo hacer, y haber intentado estar más adelante.

El guardarme un punto fue clave para la carrera a pie. Aunque no empezó bien. Hice un invento (de esos que no se deben hacer) y mezclé con mis sales un shot de energía que nos dieron con el dorsal. Justo al salir de la T2 me lo tomé. ¡Dios, como picaba! ¡Uf! Qué llevaba eso…, ¿avispas…? (Creo que era jengibre). Que mal momento pasé. Y, a pesar del agua del primer avituallamiento, me duró el picor un buen rato. Aunque reconozco que creo que fue eso lo que me dio la vida para la carrera. Sorprendentemente me seguía encontrando muy fuerte, como en la bici. Que bien se corre cuando ves que vas de menos a más, cuando puedes disfrutar de una media maratón dentro del sufrimiento inevitable. Era muy dura, con tres rampas matadoras, pero aun así me encontré ágil en todo momento. En cada subida pensé en Álvaro y recordaba su consigna: “cuerpo hacia adelante, pasitos cortos y ayuda de brazos”. –Gracias. No solo me sirvió de mucho, sino que me motivó tenerte en mente–.

Los ánimos de todos los españoles, y en especial los de mi equipo de supporters, me dieron ese empujón que me faltaba y, con sus gritos, me ayudaron a adelantar rivales, a no desfallecer en ningún momento, a sonreír a pesar de dejarme el aliento en cada paso y disfrutar de estar corriendo mi primer mundial. Porque, realmente disfruté. Son de esas carreras en las que te diviertes. Me acompañaron las buenas sensaciones en todo momento. Poder cruzar la alfombra con esa entereza es uno de los mejores regalos. Y más, cuando tienes tu primer Ironman en menos de un mes y ya no te lo puedes quitar de la cabeza. Ojalá me acompañen las mismas fuerzas.

        

La “Top20” del mundo. Sé que muchos esperabais más de mí. Eso quiere decir que me tenéis aprecio y confianza. Os lo agradezco de corazón. Pero yo sabía que mi liga era esa; La de intentar meterme en el Top20 y lo conseguí. Venía con la posición 27, así que no puedo pedir más. Obviamente queda mucho por hacer y quiero luchar por estar delante y seguiré trabajando por ello.

Puedo decir que ha sido “LA CARRERA” del año por excelencia. Mentiría si os dijese que el resultado no pasó a un segundo plano. Nunca imaginé que correr mi primer mundial iba a ser tan gratificante. Vivir todo el ambiente, estar luchando con las mejores, tener una buena carrera y lo mejor de todo: poder compartirla con la gente que quieres y aprecias, eso no tiene precio. Y es que, si a eso, le sumas un viaje increíble lleno de anécdotas, grandes momentos y descubrir New York, Washington y Philadelphia: no se puede pedir más.

  

No me quiero extender más, pero no puedo acabar esta crónica sin agradecer a todas las personas que han aportado su granito de arena para que haya llegado aquí en las mejores de mis condiciones. Mención especial para esa gente que me ha ayudado desinteresadamente: David de Bikehome (que se ha dejado la piel en dejarme la bici lista y modificarme el último día el puente de freno para que me entrara la rueda nueva de speedsix), a mis fisios particulares y amigas, Susana y Mª José (por haberme visitado cualquier día, a cualquier hora y sin ninguna condición, consiguiendo que pudiera correr),a mi familia (por todo). Y a mi marido, que se dejó la piel animándome (a pesar de tener que competir al día siguiente, igual que Tomás). –¡Gracias a los dos!.

Y gracias a todos y cada uno de vosotros que me escribisteis antes, durante y después de la carrera. Aún estoy sorprendida de vuestros mensajes (desde cualquier red social o aplicación), por todo vuestro apoyo y muestras de cariño. Por seguirme en directo durante toda la carrera. Sin palabras. De todo corazón.

De verdad: esa es la mejor recompensa.