Cuando una crónica me saca de la cama de madrugada es que la carrera ha sido muy emocionante para mí. Así que aquí estoy. A las 02:00h de la mañana del lunes siguiente y plasmando todo lo vivido hace solo unas horas atrás. Mi cabeza me pide a gritos que lo saque todo. Que lo plasme al papel. Quizá porque eso me ayuda, cuanto menos, a relajarme. Porque el sueño… ya no creo poder conciliarlo. En parte también porque mi cuerpo, destrozado y agotado, no me permite dormir.

 

Ni en los mejores sueños había visualizado algo así. En ninguna de esas veces en las que mi cabeza pensó en esta carrera conseguí acertar con lo que he logrado. Es cierto que, en alguno de esos sueños, llegaba a conseguir la victoria (soñar es gratis), pero lo hacía in extremis; venciendo por la mínima y no como he sido capaz de lograrlo. Nada que ver lo que había soñado con lo que realmente viví en vivo y en directo.

 

Partía con el dorsal número 1. Me lo gané el año pasado. Sin embargo, viendo el cartel de salida de esta edición, las quinielas me relegaban a unos cuantos puestos más atrás. Los pronósticos decían que, conseguir el top5,ya sería muy meritorio y que el pódium era prácticamente inalcanzable. Eran varias las favoritas, con títulos en mundiales y unos curriculumsde vértigo, a las cuales conocía muy bien y a las que nunca había conseguido ganarles. Seamos realistas: yo podía tener un gran día, y que a alguna de ellas no le fuese tan bien, pero jamás se me pasó por la cabeza ser la mejor de esa jornada.

 

Presión inevitable, pero bien llevada. Al final todos sabían como estaba de difícil la cosa. Solo los menos entendidos creían que, por ser la vencedora de la edición anterior y portar el “1”, partía como favorita. Al fin y al cabo debía olvidarme de todo ello y hacer mi carrera. Como siempre. Por más pronósticos, suposiciones y conjeturas que hagamos todos, las carreras son muy largas y puede pasar de todo. Lo que tenía claro es que quería poder estar luchando con ellas en todo momento, aunque fuese hasta la T2. A partir de ahí sería más difícil el plantarles cara y jugar en su liga. Yo he mejorado mucho corriendo. Me lo notaba y quería demostrarlo, pero como le dije a Javi el día anterior: <”mañana, para ganar, hay que correr por debajo de 4’ y, yo, aún no estoy ahí”>. Y me equivocaba. Bueno… en lo que es la premisa no. Me equivoqué en no creerme que lo podía hacer.

 

Al final la lucha por el resultado y las posiciones pasaron a un segundo plano en mi cabeza porque el frío era lo que más me inquietaba. No solo el frío en el agua, sino el que nos podía acompañar durante toda la carrera. Hasta última hora estuve planteándome si valía la pena sacrificarse tanto e intentar vencer ese frío tan intenso. No fue fácil. Fue el mayor problema para todos y, aunque debo reconocer que el sol nos acompañó y calentó más de lo esperado en la carrera, las frías aguas nos hicieron mella a todos. Ni la crema calentadora que me unté en manos y pies, para intentar disimular al menos el raynoud, sirvió de nada. Con tan solo pisar la arena, y tocar el agua, perdí la sensibilidad en pies y manos. <”Normal ¡Si me pasa en condiciones normales! ¿Cómo no me va a pasar en condiciones extremas como las de hoy?”>.

Aun así, con lo que no contaba, era que el frío me iba a pasar más factura de lo que yo pensaba. Tanto que incluso pudo costarme la prueba. Aunque por suerte puede sobreponerme.

8:10h del domingo. Empezamos la prueba. Salimos diez minutos más tarde de que lo hicieran los chicos pros. En el agua, después de sortear las olas para empezar a nadar, noto que el aire no me entraba. Como si se me hubiesen cerrado los pulmones. No conseguía respirar. <”¡Aig!¡¿Dios mío que me ahogo! ¡Ayuda!”>—me gritaba a mí misma. Levanto la cabeza y veo que nadie me ve. Que mis rivales empiezan a nadar mar adentro. Me paro presa del pánico, del agobio y me digo: —Judith ¡Relájate! Diez o quince segundos de dudas donde no sabía si nadar para fuera o para dentro. Unos instantes que se me hicieron eternos y que lo paseé tan mal que mi cabeza tomó la decisión de olvidarme de la competición y abandonar en ese justo momento. Fue terrible, no os lo puedo describir con palabras. Y de repente mi cerebro me hace un “clip” y consigo no tirar la toalla. Fue justo en ese instante en el que de repente controlo mis impulsos y empiezo a bracear de nuevo en dirección a la boya.

Pasé mucho miedo. Fueron unos metros en los que no era capaz de meter la cabeza en el agua y donde el aire parecía no llegar a mi pecho. Tuve pánico de perder el control de mi cuerpo y que las consecuencias, por no pararme a tiempo, fueran fatales. No me había ocurrido nunca. Pero, por suerte, no fue así. En cada metro iba logrando sentirme más aliviada por ese tema. Realmente pasé terror. Fueron unos pocos segundos, no lo sé exactamente, pero los suficientes para que eso marcará el climaxde mi carrera.

 

A pesar de todo… no me perjudicó en exceso. Perdí dos minutos con las de cabeza de carrera pero logré alcanzar al grupo principal. Allí estaban casi todas: Daniela, Emma Pallant… y liderado por Saleta. Conseguí ponerme en cabeza y continué nadando creyendo que me seguirían, aunque unos minutos después no noté presencia alguna por detrás de mí en ningún momento. Aquello se convirtió en una natación en solitario y una lucha intensa con una mar horrible y sin ni siquiera saber dónde estaba. Me sentía borracha. Perdida. Con todo el cuerpo entumecido y tragando más agua que nunca. Me sentía como un barco a la deriva y que no sabe si conseguirá llegar a puerto o naufragará en el intento. Suerte que la organización aquí estuvo de “10” y nos puso globos en las boyas (incluido en las boyas de referencia). Eso nos facilitó mucho las cosas ¡Chapeau!

 

Cuando alcancé la última boya sentí que aquel calvario llegaba a su fin, pero antes tocaba luchar contra una resaca que, después del empuje de la ola hacía la orilla, de nuevo te empujaba el doble de metros hacia atrás y repitiéndose esa misma jugada en múltiples ocasiones con la sensación de que nunca conseguiría alcanzar la playa. Sin embargo, sí lo logré y conseguí poner pie en tierra. Llegar a la T1 fue más que un logro. Y no solo para mí, sino para todos.

No fue fácil hacer la transición cuando no sientes ninguna parte de tu cuerpo. Y por más que tu cerebro envíe órdenes, son difíciles de ejecutar.  ¡Qué sensaciones tan extrañas! Duraron un rato. Me costó unos cuantos kilómetros entrar en calor y empezar a pedalear decentemente. Aunque los pies no los llegué a sentir nunca más. Parece que siempre van por libre.

 

Y por si no habíamos tenido suficiente con las condiciones del agua, el viento fue quién nos puso difíciles las cosas en el sector ciclista. Ambos elementos endurecieron la carrera y nos hicieron tener un viaje movidito y con turbulencias. Suerte que mi feltse portó de maravilla y supe pilotarla hábilmente montada con las ruedas de gala de speedsix. Aunque con algún percance que otro y con la anécdota de llegar con la lenticular pinchada a la T2. No sé cuando pinché, pero solo sé que, sorprendentemente, conseguí llegar hasta boxes montada en la bici y sin saber que iba pinchada (Je,je,je,je). Está claro que ese era mi día y nada ni nadie me lo iba a impedir.

Tres vueltas de bici que dieron para mucho, pero sobretodo para marcar las diferencias en carrera. Nada más empezar la bici Morrison me pasó como un rayo del que solo vi la estela fugaz que dejaba. Increíble. Ya contaba con ella… pero no tan pronto. Así que hice la primera media vuelta en solitario y donde vi que Fredericksen iba sola en cabeza. Algo más rezaga iba la italiana Margerie y detrás Helene, a la que adelanté sobre el kilómetro 15. ¡Aupa Helene! Le dije. Vi que, por detrás, venía un tren con muchos vagones y liderado por Daniela. Luché para que me pillasen lo más tarde posible y esa lucha me llevó a lograr alcanzar, y adelantar, a la italiana y meterme en posiciones de pódium, aunque solo por unos segundos porque, al final de la primera vuelta, me alcanzó la locomotora que, por suerte, vi que había soltado lastre y ninguna de las que llevaba con ella pudo conseguir aguantarle el ritmo. Para mi sorpresa yo sí que lo hice (a duras penas) y empezamos nuestro mano a mano. Un mano a mano que nos llevaría juntas a la T2.

 

Pero la bici dio para mucho. Os cuento un poco. En el inicio de la segunda vuelta, justo en la rotonda, de golpe Morrison se me cruza por delante, en diagonal, y sin entender de dónde venía o hacía dónde iba. Yo no sabía si se había salido del circuito, si tuvo un problema mecánico o qué le había ocurrido, pero cometió un grave error que, más allá de hacerme perder a Daniela, casi me cuesta una caída. Yo no dije nada. Fue mi padre y el público quienes se encargaron de recriminárselo ya que vieron en directo su peligrosa maniobra y gritaron un: ¡Cuidado! Que se escuchó muy claro. Por lo visto, eso le penalizó unos minutos que nunca consiguió compensar y que para mi extrañeza, la dejó fuera de juego.

Sin embargo, mi sorpresa mayor fue otra: de nuevo conseguir alcanzar a Daniela. No fue tarea fácil. Me lo puso muy difícil. Rodaba muy fuerte y era incapaz de seguirla en las zonas más rápidas del circuito. Supongo que su constitución (fuerte y grande) la ayudaban a ello, pero… <”yo también soy así ¿o no?” (Me dije). Por suerte, las subidas le penalizaban y perdía unos segundos que me eran vitales para volver a reducir la distancia y lograr plantarme a 12/15 metros. Sabía que era un circuito muy rápido (sin contar el viento), pero por subidas refiero a todas las zonas que tendían hacía arriba. Esas jugaban a mi favor.

 

En la segunda vuelta pasamos a Fredericksen y aunque al principio se enganchó a Daniela (respetando la distancia de drafting), finalmente vi que se le iba y tuve que luchar por adelantar a Hellen y, aún más, para volver acercarme a Daniela quién me había metido cerca de cincuenta metros. Qué duro fue no perderla. Fue increíble poder aguantarla y luchar por seguir su estela. No me funcionaron los watios (mala inversión los mil euros en los vector3 que solo me está dando problemas). Menos mal que no hicieron falta, las rivales marcaron el ritmo y los datos no sirvieron para nada. Una vez más tuve que darlo todo en los 90 kilómetros de bici sin tener ni uno solo de tregua.

 

Los giros me pusieron a prueba varias veces. Ir al límite y querer darlo todo provocó que, en dos ocasiones, casi me comiese el bordillo por arriesgar demasiado. En otra ocasión, fue Daniela la que se pasó de frenada y casi le cuesta la caída (a ella y a mí). Me pidió perdón por ello y pudimos salvarlo a tiempo. Y, por si fuera poco, la moto que le iba grabando a ella casi me atropella en dos ocasiones. Y en una, casi me chafa contra el quitamiedos. ¡Qué peligro, por Dios! Pero como digo: era mi día. Y parecía que todo conseguía salvarlo, aunque fuese de milagro. Esa constante lucha en bici valieron no solo para que los kilómetros pasaran volando, sino para plantarme en la T2 junto a Daniela y con una amplia ventaja respecto a las de atrás. Las dos demostramos ser las más fuertes y nos ganamos esa renta. Nadie más consiguió seguir nuestro ritmo y el particular mano a mano. Trabajando muy duro sobre las dos ruedas nos ganamos el liderazgo hasta boxes.

Aunque estaba muy contenta por el trabajo hecho en bici, y por el cómo estaba yendo la carrera, no creía que las cosas pudiesen quedar así. Contaba con que las grandes corredoras me alcanzarían. Sin embargo, dadas las circunstancias, quise creer que solo podrían conseguirlo un par… como mucho. Y con ello ya me daba por satisfecha. En cambio, antes de conformarme con eso, quería darlo todo para no ponerles su caza nada fácil. Y si podía ponérselo imposible… mejor.

 

Lo logré. Logré ser invencible… Inalcanzable. Aposté por mí y gané. Gané en una lucha donde demostré ser la más fuerte y rápida. Y eso, me valió el triunfo. Salí al máximo. No me guardé nada desde el primer metro de la carrera y, aunque consciente de que eso era muy, pero que muy arriesgado, sabía que era la única fórmula para luchar por llevarme la carrera. Prácticamente me inmolé. Sentí que, a ese ritmo tan alto, cada kilómetro iba a ser el último. No solo porque no creyese poder hacerlo, sino porque mis piernas, mis pulmones y mi corazón iban al límite. Pero, mi entereza, fue algo que en ningún momento puse en riesgo.

En el segundo kilómetro me puse líder y nada cambió hasta la línea de meta. La situación se repetía vuelta a vuelta. El margen con Daniela era de más o menos un minuto y la diferencia con Emma Pallant se iba manteniendo rondando los tres minutos. Para mi sorpresa, esas diferencias no conseguían disminuirlas. Y no lo consiguieron porque yo hice la carrera de mi vida. Corrí 4’ más rápido de lo que lo he hecho nunca en un half. Corrí por debajo de los 4 minutos el kilómetro y, como pronostiqué, eso era la clave para conseguir la victoria.

Y yo lo hice. Ese ritmo me acreditó como vencedora. No creía poder haberlo conseguido. No solo el vencer, sino el haber corrido como corrí. Me sorprendí a mi misma una vez más y aun sigo alucinando con lo que logré ayer. Ganar por segunda vez consecutiva. Revalidar el título. Defender ese “NÚMERO 1”. Y superar a rivales a las que, jamás, había logrado ni tan siquiera plantarles cara. Sin duda di un paso al frente. Supe enfrentarme a las mejores porque ese día fui la mejor.

Que me crezco en las carreras, es algo indudable. Contra más difíciles están las cosas más garra y fuerza saco. Eso lo sé. Pero aun no sé como mi cuerpo puede seguir luchando cuando está sufriendo tanto. No sé cómo puedo seguir sacando fuerzas cuando ya no quedan. Y no sé como mi cabeza expone a mi cuerpo hasta esos límites insospechables y hacer que parezca fácil porque, para mí, cuando lo pienso en frío, me parece prácticamente imposible.

 

Corrí yo solita. Fui yo la que competí y la que ganó la carrera aunque con un público que no paró de empujarme en ningún momento. Y estoy totalmente convencida de que ellos fueron los principales partícipes de mi gran carrera. Les estoy muy agradecida por ello. Fue muy emocionante. Hay mucha gente detrás de este triunfo. El primero, mi entrenador Iván Muñoz. Él es el que, en solo tres meses de trabajo juntos, ha logrado sacar de mí a una nueva corredora. Una corredora mucho más rápida y que ha venido para quedarse. Después de él, todo el resto de profesionales que me ayudan a rendir al máximo: mi nutricionista… mi fisio… mi mecánico (un monumento para Bikhome al que mareo mucho y nunca se queja… al contario ¡Muchas gracias!), y a todas las marcas que me ayudan y mi apoyan.

 

No acabaría nunca esta crónica porque son muchas las emociones que me invaden y que quisiera seguir explicando. Sentimientos muy bonitos y momentos muy mágicos los que viví. No solo en carrera, sino también fuera de ella. Cierro los ojos y sigo sintiendo todos esos ánimos del público, de los amigos, de la familia, de los compañeros…. Fue tan bonito que, como me pasó anoche, no sé si seré capaz de conciliar el sueño, ni hoy, ni mañana, ni al otro. No puedo estar más agradecida a todos los que formasteis parte de esta carrera. A mi marido, a mi familia y a todos vosotros que me apoyáis, me seguís, me felicitáis y me dais esas fuerzas que tanto bien me hacen ¡GRACIAS!

 

Y gracias a la organización por una carrera de “10” y por tratarme con tanto cariño.