La temporada empezaba más temprano que nunca. Surrealista estar compitiendo en enero. Pero eso fue lo que planeamos dos meses atrás al acabar la temporada. Y he trabajado duro para ello. Así que, aunque las sensaciones no iban a ser las mejores, valía la pena intentarlo.

Llegamos jueves mediodía a Buffalo City, en London East, lugar donde se celebraba el evento. Un día entero viajando con el desgaste que eso conlleva. Al menos con la ventaja, esta vez, de que la diferencia horaria era de solo una hora. Eso el cuerpo no lo nota y, por suerte, al llegar pudimos descansar bien. Prácticamente me pasé los días previos durmiendo. Que pasada. Tenía mucho sueño y eso me preocupaba. Aun así tenía la sensación de estar agotada, de no haberme recuperado del viaje o de no acabar de habituarme a ese clima (mucho más cálido y húmedo que el que tenemos en la península). Suerte que mi paso por Lanzarote, la semana previa, hizo que el cambio térmico no fuera tan brusco.

Por fortuna, a medida que se acercaba el día, iba recuperando sensaciones. Días tranquilos y sin percances. Con la logística típica y con el descoloque de estar en un país nuevo para nosotros, al que sin embargo supimos adaptarnos bien. Digo nosotros, porque obviamente Javi venía conmigo. Él también competía. Además, me lo tenía que traer de guardaespaldas (je, je). Nos habían advertido que no era un lugar 100% seguro. Aunque tengo que decir, en defensa del lugar, que nosotros, por suerte, no tuvimos ningún problema. Sí que es cierto que, a veces, te sientes un poco observado e intimidado, pero para nada amenazado o indefenso. Y, por el contrario, pudimos disfrutar de un nuevo rincón del mundo, de su gente y su cultura. Resultó ser mucho más pobre de lo que imaginábamos. Al menos esa zona.

   

Con respecto a la competición, tenía ganas de probarme. Con la incertidumbre de cómo iba a sentirse mi cuerpo compitiendo tan pronto, pero con la seguridad de que me encontraba bien y podía salir una buena carrera. El pódium estaba caro. Dos rivales muy fuertes que estaban muy por encima de mi nivel y que, de costumbre, me sacan una más que considerable minutada. Una tercera competidora entraba en las quinielas para el pódium y luego el resto, en más o menos igualdad de condiciones para optar al Top5. Pero como las teorías valen de poco, no había nada escrito y todo se iba a decidir en carrera. Objetivo: luchar por esa tercera plaza. Difícil, pero no imposible. Eso sí…, sin presión. Al menos eso me transmitía mi cuerpo que estaba muy tranquilo. Imagino que le ha pillado descolocado eso de competir tan pronto. O seguía en letargo.

Lo que sí me puso nerviosa, fue no enterarme apenas de nada en el breafing. <Falta mucho inglés aún. ¡Aig!>. Eso sí que me incómoda: el ir a ciegas en carrera. No conocía circuitos y encima no me enteré de las normas <¡Vamos mal Judith!>. De lo que sí que me entere fue de la amenaza de tiburones. Nos explicaron con detalle el protocolo de actuación y las tres posibles situaciones en caso de que la amenaza fuera real. <¡Ay Dios. Esto sí que da mucho yuyu! ¿Pero dónde nos hemos metido?>

Sorprendentemente, ni los tiburones me quitaron el sueño la noche previa. Así da gusto levantarse para competir. Buenas sensación física y anímica. Teniéndolo todo bajo control y llegando a la zona de salida con tiempo, seguridad y muchas ganas. Bueno…, un par de cosas sí que me faltaron: la primera, ir una vez más al baño, lo cual me hizo sufrir y sentirme incómoda en carrera (aunque eso igual me fue bien para “apretar bien el culo” corriendo. Jejejeje). Y la segunda, el que no nos dejaran calentar ni tan solo tocar el agua. No se entendía. <¿Sería por los tiburones?>

Empieza la carrera. Salen los chicos pros y cinco minutos más tarde lo hacemos nosotras. Reacciono rápido al bocinazo. Pero, en los aproximadamente 50 metros lisos que tuvimos que hacer hasta llegar al agua, ya me sacaban todas un cuerpo de ventaja. Correr no es lo mío, está claro. Quiero recuperarlo en los primeros metros de natación, sin embargo el agua está muy fría. Calculo que a unos 17 grados (como mucho). Tengo un pequeño colapso que me impide respirar y bracear con normalidad. <¿Por qué narices no nos habrán dejado probar el agua? ¡Esto es hasta peligroso!>. Consigo no enloquecer después de ese momento de agonía y, aunque mis pies y mis manos ya no los salvo, empiezo a nadar con ritmo pero con mucha torpeza. Jeanni  Seymour, una de las dos favoritas, ya se había escapado. Intento darle caza, pero es demasiado tarde. En la primera boya me coloco segunda y veo que consigo alejarme en solitario.

Esa fue mi natación: Soledad total y sin referencias por ningún lado. Resultó ser muy dura. Además del frío, había mucho oleaje y costaba ver las boyas. Y mucho más coger el ritmo. Fue de esas nataciones en las que no controlas tus movimientos y donde te desgastas mucho sin notar que avanzas. Por suerte…, no aparecieron los tiburones. Aunque os tengo que confesar que tuve algún momento de “acojone”. Y más, al verme tan sola en medio de ese mar tan ajetreado. Me asustó un kayak que se acercó y me pegó un grito a unos 500 metros del final. Encima iba de naranja, color del que serían las boyas que nos alertarían de la presencia de tiburones. Por fortuna, solo fue para decirme que me estaba desviando. <Que susto>.

Llegué a la playa borracha pérdida y donde casi no llegó es a la T1. Era una transición muy larga y algo confusa. Salí del agua desorientada, sin nadie que me indicara el camino. Corro para donde creo que es la dirección correcta, hasta que veo que estoy en un sitio sin salida. Me había metido en un recoveco vallado de la organización. <¡Joder, por qué nadie me lo indica!>. Me cabreé mucho en ese momento, aunque reaccioné a tiempo y fueron pocos los segundos que perdí. O eso quise creer. Al menos seguía en segunda posición y sin perseguidoras a la vista.

Cojo la bici y al subirme veo que el velcro de la bota derecha se había salido completamente del broche. Otro contratiempo que me trastoca. <Nada Judith. Cosas que pasan>. Me digo a mí misma intentando convencerme y me centro en pedalear. Los primeros kms fueron un poco confusos sin ninguna indicación ni gente de la organización. Pero enseguida se entraba en la autovía. Allí ya no había pérdida. 45 kms de ida y lo mismo de vuelta. Tráfico cortado. Toda para nosotros. Espectacular. Es una gozada competir así de cómodo. Dos carriles para cada sentido y un asfalto buenísimo que te permitía no tener que levantar la cabeza para nada. Bueno…, miento. Solo para ver lo dura y larga que era la rampa que venía delante, <¡Uf!>. Aunque era una autovía, no pillabas ni un km llano. Todo era toboganes. Sube y baja constantes donde encontramos más de una de subida realmente muy larga y dura. Salieron más de mil metros de desnivel. Imaginaros.

    

A pesar de la sencillez de pedalear en ese circuito. Lo compliqué, o se me complicó. Era un circuito de cambiar piñones constantemente y en varias ocasiones bajar el plato para acabar el ascenso. El cambio no iba fino y me iba a dar la lata. Tanto que, en el km10, se me salió la cadena y no la pude salvar pedaleando. <¡Mierda! Hoy tengo el gafe. Esto ya es pasarse>. Sin más remedio, paro, coloco rápido la cadena y vuelvo a subir a la bici. Pero mientras pongo la cadena, en ese minuto perdido, Emma Pallant me pasa. <Que cruel es la competición>. Al menos consigo aguantarla y eso me anima. <¡Va Judith! Ya está. Contabas con ello. Sabías que, tarde o temprano, te iba a pasar. Sin embargo la estas aguantado por primera vez en tu vida. ¡Venga!> -.

La aguanté, aunque nunca estuve más cerca de los veinte metros. Y esa distancia fue en aumento progresivamente. Hasta que el 45km, justo en el avituallamiento, y posterior giro, la pierdo por completo. A diferencia de ella, necesité repostar y esa pequeña maniobra me desbancó por completo para seguir su estela. Qué pena; porque era una motivación muy grande y me ayuda a luchar continuamente. Aunque sea desde la distancia.

Ese fue el entretenimiento de la primera mitad de la bici. Bajo la lluvia. Cosa que agradecí. No solo por permitirme con ello que se me fuera toda la grasa de las manos y poder limpiarme la cara (que seguro que la tenía tintada); sino por refrescar la mañana que pintaba muy cálida y darnos una tregua durante una o dos horas. Hasta pasé un poco de frío y llegué a la T2 sin sentirme los pies.

En cambio, la vuelta, no tuvo ninguna distracción. Solo me motivó el cruzarme con Javi y verlo contento en ese momento. Fue muy monótona. Rodando completamente en solitario. Me pasaron unos cuatro o cinco chicos y no pude hacer nada por seguir a ninguno de ellos. Y es que uno de los hándicap de este circuito consistía en que las bajadas eran de las de darle pedales y a mí no me quedaban piñones. Que rabia da eso. Quieres darle más caña y no puedes. <¡Necesito un plato 54 ya!>.

La vuelta se hizo muy dura. Las fuerzas empezaban a flaquear. Las patas y el sol empezaban a picar. A pesar de ser un poco más favorable que la ida, cualquier rampa se hacía mucho más dura. Me motivé con ver que eran pocos los chicos que me alcanzaban, y que no lo hiciera ninguna chica. <¡Vamos Judith, que estas luchando por el pódium!>. Venía a luchar por esa ansiada tercera plaza. Era a lo máximo que podía aspirar aquí y de momento la tenía en mis manos.

Llegaba a la T2. <¡Olé! ¡Qué ambientazo!. Fue un subidón ver la calle repleta de gente. Un cordón de interminable. Música y varios puntos de animación con chearleaders (con pompones incluidos). Eso ya era otra cosa. Pintaba muy bien.

Transición rápida y cómoda. Me bajé tercera. A años luz de las dos primeras y viendo que en el primer bucle venían tres corredoras muy juntas con intención de darme caza. Calculé que estaban a un minuto y medio, o dos, de mí. <¡Uf! ¡Toca apretar el culo!>. Y era literal, porque tenía muchas ganas de ir al baño y a la que empiezas a correr…, la cosa se complica. Pues así lo hice (Lo de correr más rápido para administrar la ventaja ¡eh! Que lo otro, por suerte, aguantó en su sitio. Je,je).

La carrera fue muy dura. Dos vueltas de 10,5kms donde además de un continuo sube-baja, en mitad de la vuelta teníamos una rampa de más de un kilómetro donde muchos sucumbían a su dureza y empezaban a andar. Sin embargo, tengo que reconocer que no sufrí (más de la cuenta, obviamente). La disfruté muchísimo. Y es lo que pasa cuando ves que vuelas y que llevas un ritmo muy superior al resto de los corredores que iba pasando y que se asombraban de mi fuerte rimo (cosa que me hicieron saber con sus gestos, aplausos, miradas y palabras halagadoras con las que, a pesar de costarle hablar, me alentaban y me daban ánimos . Sumado esto a que la ventaja con mis rivales era cada vez mayor. Eso me hizo crecer y creer que ese pódium era mío.

    

<¡Guau!> Que euforia tenía. Da gusto correr así. Qué bien sabe sentirse fuerte corriendo y muy superior. Mientras el resto se venía abajo, por el calor y los desniveles, yo me venía arriba.

Parte de culpa la tuvo el público. Por Dios, Qué ambiente. Qué pasada. <¡Well done!, ¡STRONGER!, ¡viva española!.. .Fueron los mensajes del público que no dejaba de escuchar. Ánimos que me hicieron enloquecer en cada km. Pero el momento más dulce fue el cruzarme de nuevo con Javi, justo cuando pisaba la alfombra roja en los últimos metros y donde el daba comienzo a su segunda vuelta. ¡Gua! ¡Qué emoción! Pude celebrar con él mi llegada a meta.

       

La lástima es que yo no pude verlo acabar a él, como era la idea. Hasta me había llevado el móvil para poder inmortalizar ese momento. Llegó justo cuando yo estaba pasando el control antidoping. ¡Qué rabia! Y por más que corriera y orinara rápido, el protocolo es muy lento. Aunque necesario, lo sé, pero… El caso es que me fui corriendo hacia la meta y al no verle, calculé que al igual aun podía estar al llegar y me pasé cerca de 20 minutos mirando la llegada. Y nunca aparecía. Empecé a buscarlo, pero no daba con él. Así que, después de más de una hora, me fui para el hotel (que estaba a 10 minutos andando). Allí, Tampoco estaba. Entonces fue cuando empecé a preocuparme. Y reconozco que derramé alguna lágrima. Se mezcló la sensación de no saber ni cuándo ni dónde encontrarlo con la rabia de no haber podido disfrutar con él nuestra carrera. Yo iba lloriqueando con mi ramo de flores de galardonada mientras la gente me iba felicitando. Hasta una chica se paró para hacerse una foto conmigo. Yo, en ese momento, no estaba para felicitaciones, pero aguanté. Por suerte, finalmente lo encontré. Después de dos horas. Estaba justo donde habíamos quedado. <¡Mea culpa!>. Él estaba allí, tan pancho. Sentado tranquilamente mirando a la nada esperando que por fin yo apareciera.

Por fin pude saborear mi carrera, y la suya. Los dos contentos de empezar así de bien la temporada y en pleno mes de enero. Por mi parte, un resultado inmejorable y con unas sensaciones físicas muy positivas. Eso me da fuerza para seguir entrenando y preparar el próximo reto de la temporada. En abril tocará volver a Sudáfrica. Pero, esta vez, será para intentar ser finisher en el full.

De esta competición lo que me llevo es precisamente lo que Javi y yo comentamos justo al finalizar la carrera. Las sensaciones fueron las mismas. Competimos en un continente que yo no había pisado nunca y donde nos encontramos con sensaciones muy diferentes a las que esperábamos encontrarnos. Durante la carrera, en cuestión de metros, pasas, de una zona donde la gente lucha por poder comer, a otra donde, lo que ves, todo es pura riqueza. Como si de golpe te teletransportaras a una de las mejores zonas del mundo occidental.

   

Quiero agradeceros a todos, vuestros mensajes de ánimo y felicitaciones. Que sepáis que me dais mucha fuerza.