El raynoud está presente en mi vida los 365 días del año. No hay ni uno tan solo en el que no sea protagonista (ni en verano) ¡Creedme!, pero ayer se cebó conmigo. Cierto es que tenía el escenario perfecto para hacer una actuación estelar, y lo consiguió. Es como un veneno que entra por el cuerpo. Lo recorre rápidamente y después de apoderarse de él, acaba afectando a los órganos vitales hasta producir el fallo. Lo peor es que no hay antídoto.

Sabía a lo que me exponía. Sabía que iba a ser duro. Desde hacía semanas, viendo que se acercaba el momento de meterse en el mar a competir, ya temía por ello. Sufría por pasar frío antes, durante y después del agua. Y a medida que se acercaban los días, y la previsión empeoraba, mi miedo aumentaba. Dudé muchas veces si ir. Fue mi gran dilema y fue el tema de conversación con Javi hasta el último momento. Sabía mis limitaciones y sabía que no iba a ser un día nada fácil para mí. Pero, una vez más, debía intentarlo. No solo por mí; sino por el equipo y por Juanan, que me pidió estar allí y no quería fallarle (aunque sé que él lo hubiera entendido perfectamente).

Hice treinta minutos previos de carrera continua para entrar en calor. Estaba helada antes de la salida. Nada me ayudaba. Ni las cremas de calor, ni los parches del decathlon repartidos por todo el cuerpo. Está claro qué, si finalmente hubiera sido un triatlón, ni me lo hubiera planteado. Aunque algunos se emperrasen en nadar a toda costa.

Reconozco que cualquier tipo de competición, para mí, pasó a un segundo plano. Era solo un duelo mano a mano contra el frío. Competía contra mi peor enemigo y me ganó la batalla. Le gané el primer asalto. De hecho, hasta me vine arriba sintiendo que, ese primer sector a pie, me hizo entrar en calor y decidí quitarme los guantes para: poder gestionar mejor la transición, atarme las zapatillas, coger suplementación a lo largo de la bici… Sin embargo, la cagué por completo. En el segundo round, fui recibiendo golpes sin poderme defender de ninguno de ellos hasta que finalmente me noqueó. KO técnico y fin del combate.

foto: VIAJANDO A CONTRA LUZ

 

Recuerdo como en la primera vuelta, Marcos (fotógrafo de la organización), después de acercarse con la moto para hacerme algunas fotos, me preguntó: ¿Estás bien? <¡Tengo mucho frío!> -le dije. Creo que era evidente y se percató de ello. Yo no paraba de soplarme en las manos, para ver si mi propio aliento conseguía mitigar un poco ese dolor y recobrar algo de sensibilidad. En cambio, no solo dejé de sentir manos y pies por completo, sino que la cosa empeoró cuando empecé a notar que se me dormía el labio y parte de la cara. Me asusté. La tiritera se apoderó de mí y sentí que me ahogaba. Me costaba respirar.

No tuve ni tiempo a pensar. No llegué a conseguirlo en ningún momento. Mis pensamientos también se habían congelados y solo actué; sin más. Actué en modo supervivencia. Horas después me di cuenta que no fui consciente en ningún momento de que competía, de que estaba corriendo, de que llegué a pedalear algo más de una hora. Tampoco recuerdo mucho el momento que acudieron a socorrerme ¡Gracias a todos los que lo hicisteis! El calor del abrazo de una “ama“, como la de Itsaso, sí que no se olvida ¡Fuiste mi salvadora!

Foto: VIAJANDO A CONTRA LUZ

 

Gracias Juanan y Piluka por estar siempre ahí.

Gracias Víctor por toda tu ayuda, no solo en ese momento. Siento que mi debut con los colores del ANB haya sido ese.

Todo fue más fácil con mis padres al lado. Ellos, el “plan de acción” por congelación de una hija, lo tienen más que aprendido. Lo han puesto en práctica muchas veces; por desgracia de ambas partes.

No hay nada que, una larga ducha caliente, no cure. Lo que cuesta más, es sanar esos pensamientos negativos. Esos que hoy no me han dejado pegar ojo. Esos que me gritan, desde ayer con más fuerza que nunca, si vale la pena sufrir con este síndrome que padezco (no me gusta decir enfermedad, aunque esté diagnosticado como tal). Sé que cuesta pensar con claridad con el cuerpo y la mente baldados. Entiendo que las condiciones fueron inhumanas. Pero, en circunstancias normales, puedo asumir esa lucha. Así qué: ¡seguiremos luchando!

El frío fue el gran protagonista. Y fue infernal para todos, según he leído y escuchado en muchos de vosotros. Enhorabuena por los que lo superasteis.

Y enhorabuena a Javi por su carrerón y su pódium. Cómo me alegro. Te lo mereces.

FOTO: VIAJANDO A CONTRA LUZ

 

Siento haber escrito una crónica tan trágica. Pero, si no, no seria una crónica.