Domingo 10 de junio, una semana antes de la carrera, y ya estábamos situados en Logroño. El motivo de llegar tan pronto fue porque vinimos directamente de Zarautz. Nos lo montamos así para no pegarnos la paliza de coche dos veces en tan poco tiempo. Y, de paso, con la excusa, disfrutar de unos días tranquilos, a pesar de ser una semana pre competición. La verdad es que no pudieron salir mejor las cosas. Gracias a un amigo (David, del triatlón La Rioja y organizador de la prueba), alquilamos en el centro un piso que estaba genial. Poder estar como en casa (cocinar, lavar la ropa, descansar, trabajar…) era una gran ventaja. Y es que, a pesar de sentirnos como en casa, la sensación era estar de vacaciones: turisteando por una bonita ciudad, que no conocía, entrenando lo justo y sobretodo, durmiendo y descansando mucho. También aproveché para cumplir con algunos compromisos profesionales. El jueves grabamos, cerca de allí, el video para “El triatlón de Vitoria en su compromiso con la mujer”. Nos llevaron a un sitio espectacular —estoy deseando ver el vídeo—. Y a pesar del tute que nos metimos, por lo que conlleva grabar algo así, valió mucho la pena. En otra ocasión me hubiera preocupado de ese desgaste físico a solo dos días de una carrera. Pero, estaba tan relajada, que ni me importaba. No es que fuera confiada para la competición; ni mucho menos, pero sí que tenía la sensación de tener los deberes hechos. Venir de ganar en Zarautz había sido una recompensa tan grande que, pasará lo que pasará, ya estaba satisfecha. Y sabía que no iba a ser fácil competir solo una semana más tarde. Por cierto: gracias al reportaje, mientras grabábamos en bici, me di cuenta que no me iba el freno trasero. Supongo que, de tanta lluvia, se oxidaron los cables y se quedaban las pastillas pegadas a la rueda. Así que, suerte a eso, el viernes llevé la bici a un taller y la dejé hasta el mismo sábado por la mañana.

Tenía unas sensaciones muy raras. Estaba en Logroño para competir y debía correr un Half (otro) y sin embargo, supongo que entre la emoción de lo vivido en Zarautz, que aun perduraba, y el estar allí tan, cómoda y relajada, hizo que me sintiera muy tranquila; sin nada de nervios por la carrera y, sobretodo, físicamente muy bien y prácticamente recuperada. Lo único que me quitaba el sueño eran los dos boquetes que tenía en las rodillas (heridas que me hice a consecuencia de una caída en Zarautz). Me estaban dando mucha guerra y me preocupaban para competir. No soportaba ni un roce y me dolía mucho al flexionar la pierna. Ahora, ya os puedo adelantar que, en carrera, ni me enteré; tan solo que vi las estrellas en el momento de quitarme el neopreno, y ya no más.

No fuimos los únicos que nos quedamos allí toda la semana. También lo hicieron Aida y Gus con las peques, con los que compartimos la semana. Y estar con ellos siempre es un placer. Menos lo de intentar seguir entrenando a Gus – jejejeje

Pues, con todo eso y sin darnos cuenta, llegó el momento de competir. Una vez ya en boxes (en las horas previas), sí que fue inevitable no ponerme nerviosa. Sin embargo, aun así, mucho más relajada y confiada que otras veces. Tenía mucha seguridad en mi misma y quería defender la etiqueta de favorita que llevaba para esta carrera. A pesar de no sentirme al 100%.

Fue como un déjà vu el estar poniéndome el neopreno junto a Julio, Jordi, Edu…, mis compañeros del Prat; el club que me abrió las puertas a este deporte y las personas que me enseñaron todo sobre el triatlón. Pero lo más especial, fue que estaba Richard. Y que volvía a ponerse un dorsal después de casi cuatro años. Varias temporadas después de estar en el dique seco por culpa de su lesión de cadera. Y aunque no estaba ni mucho menos entrenado para volver, poder correr y competir, estar ahí, ya era un gran logro. Los que le queremos y lo conocemos desde hace mucho, sabemos lo importante que era para él ese momento. Y muy emocionante para los demás. Bueno…, al menos para mí. Él, desde el principio, ha sido mi referente en este deporte. Me dejó su bici cuando llegué al Prat, sin conocerme de nada, porque yo ni siquiera tenía. Y desde entonces fue mi guía y mi apoyo en este mundillo. Y un gran amigo que tengo la suerte de conservar.

Sin más dilaciones, llegaba el momento de meterse en el Ebro. El agua estaba fresquita (17 grados), pero se agradecía porque el día estaba siendo muy caluroso y estar una hora con el neopreno puesto, por culpa de los timings de carrera, incitaban a remojarse.

Presentación desde el embarcadero, entrada al agua (para colocarnos en la imaginaria línea de salida) y de inmediato el bocinazo. Viendo que era imposible mantenerse en un punto fijo y no irse corriente abajo.

La natación se me hizo muy dura. Remontar el río me desgastó mucho. Luché para que no se escaparan María Pujol y otra chica que no reconocía (era Sara Bonilla) y aunque, al llegar a las boyas de giro, por fin las alcancé, mi mala maniobra me hizo volverlas a perder. ¡Qué horror! Viví el peor momento del día. La primera bien, pero la segunda boya me jugó una muy mala pasada. La corriente te empujaba hacía abajo y no te permitía hacer bien el giro. Me escoré mucho y, cuando quise rodear la boya, la fuerza de la bajada del agua me metió debajo de ella. Al principio se me escapó una carcajada, pero cuando cogida a la cuerda de la boya, sumergida, sentía que no era capaz de sortearla, me acojoné. ¡Qué agonía! Casi me ahogo. Fueron esos segundos que se hacen eternos y que por un momento sientes que se acaba la carrera, que no puedes luchar contra eso y que te dan ganas de soltarte de la boya y dejarte llevar corriente abajo, rendida. Pero de golpe, un click se enciende en el cerebro y te dice que no puedes dejar de luchar. Que no puedes tirar la toalla y te convences a ti misma que puedes con eso. ¡Pues pude! No sé cómo, pero conseguí sortear la maldita boya. Por lo que sé, la gran mayoría no pudo y lo dejaron por imposible. Pero seguro que, a mí, de haberlo hecho, esa infracción me hubiera costado la descalificación. Como es normal.

  

Con la rabia en el cuerpo logré alcanzar a mis rivales (que me habían sacado 15-20 metros). No hay mal que por bien no venga. Y volé corriente abajo hasta la salida del agua. Menos mal que la última boya estaba mejor puesta y, aunque costó salir, era un tramo a nado en diagonal y favorecía la llegada a tierra. 25 minutos largos fue lo que tardé. Prácticamente el mismo tiempo que otro Half (para que os hagáis una idea). Así que imaginaros lo que pudimos tardar en contra y lo que se voló en la vuelta. Increíble. Muy dura esa natación. No quiero pensar el calvario que supuso para el que no es nadador, ¡buf!

Transición larga y que me hizo quedarme atrás por la necesidad de recobrar el aliento. Supongo que mis rivales iban algo más frescas que yo. Eso sí, me quité el neopreno nada más salir del agua para correr más cómoda sin él. Sobre todo por lo de mis rodillas.

A pesar de mi lenta transición. Antes de salir de Logroño, en los primeros 2kms, me puse en cabeza y me marché en solitario. Fue un caos salir del centro. Mucho tráfico y un poco de descontrol por la falta de respeto de conductores y viandantes que casi me cuesta la vida en un par de ocasiones. Sorteando coches, autobuses, conos… Y la moto de la Guardia Civil que abría la carrera y que tenía más dificultades que yo para maniobrar con ese pedazo moto. ¡Qué estrés! Pero rápido pasé, de eso, a la soledad total que tuve en todo el segmento ciclista.

Se me hizo durísima la bici. Fue muy duro luchar, hasta el kilómetro 70, contra el viento. Completamente sola. Muerta de asco. Sufriendo mucho por mantener la entereza, por no dejar de pedalear con fuerza y sin tener ninguna distracción. Realmente lo pasé mal. Pero, paradójicamente, estaba haciendo una carrera espectacular.

Mis sensaciones fueron horribles desde el principio. Me sentía agotada. Sin fuerzas y luchando mucho por coger un ritmo decente que nunca sentí que llegara. Muy atrancada, sin fluidez y con mucho dolor de patas. Pero yo seguía allí. Con mi lucha. Tirando de coco más que nunca y lamentándome de volver a competir solo siete días más tarde. Además, iba muy acalorada y muy sedienta. Al llegar al primer avituallamiento, sobre el kilómetro 25, ya estaba seca. Y lo peor fue no conseguir alcanzar ninguna botella de agua; ni de isotónico. No les echo a ellos la culpa, ni mucho menos, pero los voluntarios eran chicos muy jóvenes y sin práctica en eso, y escondían la mano cuando le cogías la botella (por miedo, los pobres). Y yo, que no soy muy ágil, no logré coger ni una. ¡Buaf! Seca hasta el km 53 (siguiente avituallamiento).

Ir sin agua fue el remate. Pensé que en cualquier momento aparecerían las rampas y la deshidratación me pasaría factura. Pero para colmo, cuando por fin llegué al segundo avituallamiento, casi una hora más tarde y consigo coger un botellín (aquí los chicos tenían más astucia), de golpe, veo que la moto de la Guardia Civil gira a la izquierda calle abajo y yo, sin poder rellenar el bidón delantero, aguanto el botellín con los dientes, para poder maniobrar y después de ese giro (brusco e inesperado), siento que algo no va bien. No era muy lógico el avituallamiento antes de un giro y una bajada. Además, escucho que me gritan mucho los chicos del avituallamiento y, al girarme, veo que me hacen gestos como para que vuelva. Así que decido pasar de la moto, pongo pie en el suelo y, tras unos segundos de desconcierto, tiro el botellín sin rellenar y remonto calle arriba para tomar la dirección correcta. ¡Uf! No me lo podía creer. —<¿Cuánto he perdido aquí? ¿un minuto? ¿Dos? Esto me puede costar la carrera —. ¡Guau! Que impotencia. Porque si se te escapa la carrera, por un minuto, después de algo así… ¿Qué pasa?

La rabia se apoderó de mí. En ese momento crees que has echado a perder la carrera y encima, no por culpa tuya. Poco después, me vuelve adelantar la moto del Guardia Civil para situarse unos 30 ó 40 metros delante de mí, como debía hacer. —Sé que todo el mundo se equivoca, y o te culpo por ello. Pero al menos discúlpate ¿No? —Pensé. Lo único positivo de eso fue que consiguió evadirme durante cinco minutos y quitarme de la cabeza la incansable lucha contra el viento.

Lo raro fue que, ni con esas, me había pasado todavía Gustavo. Y eso sí que fue alucinante. Iba jugando yo sola a apostar en qué kilómetro me pasaría Gus, y que intuía que sería el primer chico en hacerlo. Debía buscar una distracción para lidiar con los pensamientos negativos que me transmitía mi cuerpo. Aposté, teniendo en cuenta cuando me pasó en Zarautz (donde igual que aquí, los chicos salían diez minutos más tarde), y mis malas sensaciones aquí, que lo haría en el kilómetro 30. Cuando pasaba por ese punto kilométrico y aún no me había alcanzado, apostaba por llegar hasta el 35 y así sucesivamente. La sorpresa fue mayúscula al ver que los kilómetros pasaban y seguía liderando la prueba. Con razón la gente que me animaba al pasar lo hacía como si fuera un chico, estaban tan sorprendidos como yo. Así que me lo tomaré como un alago.

Finalmente me rebasó en el km 59. ¡Aig! ¡No llegue al 60! – Jejejeje . Fue brutal. Nos animamos mutuamente y me dijo que llevaba una gran ventaja. En ese momento empecé a creer que las malas sensaciones no eran solo mías sino de todos, y que la bici estaba siendo durísima. No solo por los toboganes, y el calor, sino por el viento. Suerte que en el último avituallamiento, sobre el km 63, conseguí coger una botella de agua. Estaba dispuesta a poner pie a tierra y todo. Pero no hizo falta. Aunque la sed y el agua, que inevitablemente derramas al rellenar el bidón delantero en marcha, hizo que me durara un suspiro. Estaba deseando llegar a la T2 solo para beber.

Los últimos kilómetros sí que empecé a disfrutar. Lo hice porque, una vez que me pasó Gustavo, sabía que lo iban seguir haciendo el resto, aunque algo más rezagados. Pero no, de nuevo los kilómetros pasaban y nadie me alcanzaba. Ni en el 70, ni en el 75, ni en el 80. Así que me emocioné llegando a la segunda transición con solo un chico por delante para sorpresa mía y la de todos los que estaban allí viéndolo. Los comentarios fueron de alucine. Que pasada. Me había vuelto a salir en bici. Y Gustavo también. Porque allí estábamos los únicos dos corriendo y liderando la prueba con una gran diferencia.

En la carrera a pie me encontré bien. Me bajé a correr cansada, pero tenía piernas. Y aunque me puse a correr sobre 4’20, sabiendo que tenía mucho margen y podía regular, no pude evitar crecerme al pasar por el centro. Con el ambientazo que había, y más viendo que estaba completando la primera vuelta sin seguir siendo alcanzada por ningún otro chico. Hasta que en el kilómetro 7, justo al paso por meta, me adelantó Cristóbal, y en mitad de la segunda vuelta lo hizo Alejandro Santamaría.

 

Fue espectacular la carrera. Un circuito muy bonito y entretenido y con muchísimo público. Disfruté mucho de la carrera a pie. No solo porque fui de menos a más, y cada vez me sentía mejor, sino por todos los ánimos de la gente y de los corredores. También por el cruzarme con Javi y verlo todo guapo, estrenando el mismo mono que yo. Y con Richard, que a pesar de estar sufriendo estaba corriendo de nuevo. Y con un montón de conocidos y amigos que estaban en el público, como Guru, que estaba allí. ¡Que grata sorpresa! Y la pude felicitar personalmente por su pase a Hawai.

Realmente ni yo me creo que pudiera hacer una carrera así. Con todo lo que me pasó, con las malas sensaciones que tuve hasta los primeros kilómetros de la carrera a pie, con el tute que traía mi cuerpo de Zarautz… Me alegro de ser capaz de luchar tanto. De crecerme antes las adversidades y de no rendirme ni conformare nunca con menos.

Feliz de llegar a meta con tanta ventaja. De volver a compartir victoria con Gus. De esperar a Richard y verlo cruzar ese arco de nuevo. Y de abrazar a Javi al terminar su carrera.

 

 

Dar la enhorabuena al resto de corredoras y corredores. Y a la organización. Y agradecer todos los ánimos y el cariño recibido.

 

Lo mejor: el post carrera. Disfrutando de la noche de Logroño tapeando por sus míticas calles. Compartiendo un fin de semana con amigos. Y cerrándolo celebrar, nuestro primer aniversario de bodas, con el mejor marido que se puede tener. Y no es ningún cumplido. Es, verídico. Es totalmente cierto.

La temporada empezaba más temprano que nunca. Surrealista estar compitiendo en enero. Pero eso fue lo que planeamos dos meses atrás al acabar la temporada. Y he trabajado duro para ello. Así que, aunque las sensaciones no iban a ser las mejores, valía la pena intentarlo.

Llegamos jueves mediodía a Buffalo City, en London East, lugar donde se celebraba el evento. Un día entero viajando con el desgaste que eso conlleva. Al menos con la ventaja, esta vez, de que la diferencia horaria era de solo una hora. Eso el cuerpo no lo nota y, por suerte, al llegar pudimos descansar bien. Prácticamente me pasé los días previos durmiendo. Que pasada. Tenía mucho sueño y eso me preocupaba. Aun así tenía la sensación de estar agotada, de no haberme recuperado del viaje o de no acabar de habituarme a ese clima (mucho más cálido y húmedo que el que tenemos en la península). Suerte que mi paso por Lanzarote, la semana previa, hizo que el cambio térmico no fuera tan brusco.

Por fortuna, a medida que se acercaba el día, iba recuperando sensaciones. Días tranquilos y sin percances. Con la logística típica y con el descoloque de estar en un país nuevo para nosotros, al que sin embargo supimos adaptarnos bien. Digo nosotros, porque obviamente Javi venía conmigo. Él también competía. Además, me lo tenía que traer de guardaespaldas (je, je). Nos habían advertido que no era un lugar 100% seguro. Aunque tengo que decir, en defensa del lugar, que nosotros, por suerte, no tuvimos ningún problema. Sí que es cierto que, a veces, te sientes un poco observado e intimidado, pero para nada amenazado o indefenso. Y, por el contrario, pudimos disfrutar de un nuevo rincón del mundo, de su gente y su cultura. Resultó ser mucho más pobre de lo que imaginábamos. Al menos esa zona.

   

Con respecto a la competición, tenía ganas de probarme. Con la incertidumbre de cómo iba a sentirse mi cuerpo compitiendo tan pronto, pero con la seguridad de que me encontraba bien y podía salir una buena carrera. El pódium estaba caro. Dos rivales muy fuertes que estaban muy por encima de mi nivel y que, de costumbre, me sacan una más que considerable minutada. Una tercera competidora entraba en las quinielas para el pódium y luego el resto, en más o menos igualdad de condiciones para optar al Top5. Pero como las teorías valen de poco, no había nada escrito y todo se iba a decidir en carrera. Objetivo: luchar por esa tercera plaza. Difícil, pero no imposible. Eso sí…, sin presión. Al menos eso me transmitía mi cuerpo que estaba muy tranquilo. Imagino que le ha pillado descolocado eso de competir tan pronto. O seguía en letargo.

Lo que sí me puso nerviosa, fue no enterarme apenas de nada en el breafing. <Falta mucho inglés aún. ¡Aig!>. Eso sí que me incómoda: el ir a ciegas en carrera. No conocía circuitos y encima no me enteré de las normas <¡Vamos mal Judith!>. De lo que sí que me entere fue de la amenaza de tiburones. Nos explicaron con detalle el protocolo de actuación y las tres posibles situaciones en caso de que la amenaza fuera real. <¡Ay Dios. Esto sí que da mucho yuyu! ¿Pero dónde nos hemos metido?>

Sorprendentemente, ni los tiburones me quitaron el sueño la noche previa. Así da gusto levantarse para competir. Buenas sensación física y anímica. Teniéndolo todo bajo control y llegando a la zona de salida con tiempo, seguridad y muchas ganas. Bueno…, un par de cosas sí que me faltaron: la primera, ir una vez más al baño, lo cual me hizo sufrir y sentirme incómoda en carrera (aunque eso igual me fue bien para “apretar bien el culo” corriendo. Jejejeje). Y la segunda, el que no nos dejaran calentar ni tan solo tocar el agua. No se entendía. <¿Sería por los tiburones?>

Empieza la carrera. Salen los chicos pros y cinco minutos más tarde lo hacemos nosotras. Reacciono rápido al bocinazo. Pero, en los aproximadamente 50 metros lisos que tuvimos que hacer hasta llegar al agua, ya me sacaban todas un cuerpo de ventaja. Correr no es lo mío, está claro. Quiero recuperarlo en los primeros metros de natación, sin embargo el agua está muy fría. Calculo que a unos 17 grados (como mucho). Tengo un pequeño colapso que me impide respirar y bracear con normalidad. <¿Por qué narices no nos habrán dejado probar el agua? ¡Esto es hasta peligroso!>. Consigo no enloquecer después de ese momento de agonía y, aunque mis pies y mis manos ya no los salvo, empiezo a nadar con ritmo pero con mucha torpeza. Jeanni  Seymour, una de las dos favoritas, ya se había escapado. Intento darle caza, pero es demasiado tarde. En la primera boya me coloco segunda y veo que consigo alejarme en solitario.

Esa fue mi natación: Soledad total y sin referencias por ningún lado. Resultó ser muy dura. Además del frío, había mucho oleaje y costaba ver las boyas. Y mucho más coger el ritmo. Fue de esas nataciones en las que no controlas tus movimientos y donde te desgastas mucho sin notar que avanzas. Por suerte…, no aparecieron los tiburones. Aunque os tengo que confesar que tuve algún momento de “acojone”. Y más, al verme tan sola en medio de ese mar tan ajetreado. Me asustó un kayak que se acercó y me pegó un grito a unos 500 metros del final. Encima iba de naranja, color del que serían las boyas que nos alertarían de la presencia de tiburones. Por fortuna, solo fue para decirme que me estaba desviando. <Que susto>.

Llegué a la playa borracha pérdida y donde casi no llegó es a la T1. Era una transición muy larga y algo confusa. Salí del agua desorientada, sin nadie que me indicara el camino. Corro para donde creo que es la dirección correcta, hasta que veo que estoy en un sitio sin salida. Me había metido en un recoveco vallado de la organización. <¡Joder, por qué nadie me lo indica!>. Me cabreé mucho en ese momento, aunque reaccioné a tiempo y fueron pocos los segundos que perdí. O eso quise creer. Al menos seguía en segunda posición y sin perseguidoras a la vista.

Cojo la bici y al subirme veo que el velcro de la bota derecha se había salido completamente del broche. Otro contratiempo que me trastoca. <Nada Judith. Cosas que pasan>. Me digo a mí misma intentando convencerme y me centro en pedalear. Los primeros kms fueron un poco confusos sin ninguna indicación ni gente de la organización. Pero enseguida se entraba en la autovía. Allí ya no había pérdida. 45 kms de ida y lo mismo de vuelta. Tráfico cortado. Toda para nosotros. Espectacular. Es una gozada competir así de cómodo. Dos carriles para cada sentido y un asfalto buenísimo que te permitía no tener que levantar la cabeza para nada. Bueno…, miento. Solo para ver lo dura y larga que era la rampa que venía delante, <¡Uf!>. Aunque era una autovía, no pillabas ni un km llano. Todo era toboganes. Sube y baja constantes donde encontramos más de una de subida realmente muy larga y dura. Salieron más de mil metros de desnivel. Imaginaros.

    

A pesar de la sencillez de pedalear en ese circuito. Lo compliqué, o se me complicó. Era un circuito de cambiar piñones constantemente y en varias ocasiones bajar el plato para acabar el ascenso. El cambio no iba fino y me iba a dar la lata. Tanto que, en el km10, se me salió la cadena y no la pude salvar pedaleando. <¡Mierda! Hoy tengo el gafe. Esto ya es pasarse>. Sin más remedio, paro, coloco rápido la cadena y vuelvo a subir a la bici. Pero mientras pongo la cadena, en ese minuto perdido, Emma Pallant me pasa. <Que cruel es la competición>. Al menos consigo aguantarla y eso me anima. <¡Va Judith! Ya está. Contabas con ello. Sabías que, tarde o temprano, te iba a pasar. Sin embargo la estas aguantado por primera vez en tu vida. ¡Venga!> -.

La aguanté, aunque nunca estuve más cerca de los veinte metros. Y esa distancia fue en aumento progresivamente. Hasta que el 45km, justo en el avituallamiento, y posterior giro, la pierdo por completo. A diferencia de ella, necesité repostar y esa pequeña maniobra me desbancó por completo para seguir su estela. Qué pena; porque era una motivación muy grande y me ayuda a luchar continuamente. Aunque sea desde la distancia.

Ese fue el entretenimiento de la primera mitad de la bici. Bajo la lluvia. Cosa que agradecí. No solo por permitirme con ello que se me fuera toda la grasa de las manos y poder limpiarme la cara (que seguro que la tenía tintada); sino por refrescar la mañana que pintaba muy cálida y darnos una tregua durante una o dos horas. Hasta pasé un poco de frío y llegué a la T2 sin sentirme los pies.

En cambio, la vuelta, no tuvo ninguna distracción. Solo me motivó el cruzarme con Javi y verlo contento en ese momento. Fue muy monótona. Rodando completamente en solitario. Me pasaron unos cuatro o cinco chicos y no pude hacer nada por seguir a ninguno de ellos. Y es que uno de los hándicap de este circuito consistía en que las bajadas eran de las de darle pedales y a mí no me quedaban piñones. Que rabia da eso. Quieres darle más caña y no puedes. <¡Necesito un plato 54 ya!>.

La vuelta se hizo muy dura. Las fuerzas empezaban a flaquear. Las patas y el sol empezaban a picar. A pesar de ser un poco más favorable que la ida, cualquier rampa se hacía mucho más dura. Me motivé con ver que eran pocos los chicos que me alcanzaban, y que no lo hiciera ninguna chica. <¡Vamos Judith, que estas luchando por el pódium!>. Venía a luchar por esa ansiada tercera plaza. Era a lo máximo que podía aspirar aquí y de momento la tenía en mis manos.

Llegaba a la T2. <¡Olé! ¡Qué ambientazo!. Fue un subidón ver la calle repleta de gente. Un cordón de interminable. Música y varios puntos de animación con chearleaders (con pompones incluidos). Eso ya era otra cosa. Pintaba muy bien.

Transición rápida y cómoda. Me bajé tercera. A años luz de las dos primeras y viendo que en el primer bucle venían tres corredoras muy juntas con intención de darme caza. Calculé que estaban a un minuto y medio, o dos, de mí. <¡Uf! ¡Toca apretar el culo!>. Y era literal, porque tenía muchas ganas de ir al baño y a la que empiezas a correr…, la cosa se complica. Pues así lo hice (Lo de correr más rápido para administrar la ventaja ¡eh! Que lo otro, por suerte, aguantó en su sitio. Je,je).

La carrera fue muy dura. Dos vueltas de 10,5kms donde además de un continuo sube-baja, en mitad de la vuelta teníamos una rampa de más de un kilómetro donde muchos sucumbían a su dureza y empezaban a andar. Sin embargo, tengo que reconocer que no sufrí (más de la cuenta, obviamente). La disfruté muchísimo. Y es lo que pasa cuando ves que vuelas y que llevas un ritmo muy superior al resto de los corredores que iba pasando y que se asombraban de mi fuerte rimo (cosa que me hicieron saber con sus gestos, aplausos, miradas y palabras halagadoras con las que, a pesar de costarle hablar, me alentaban y me daban ánimos . Sumado esto a que la ventaja con mis rivales era cada vez mayor. Eso me hizo crecer y creer que ese pódium era mío.

    

<¡Guau!> Que euforia tenía. Da gusto correr así. Qué bien sabe sentirse fuerte corriendo y muy superior. Mientras el resto se venía abajo, por el calor y los desniveles, yo me venía arriba.

Parte de culpa la tuvo el público. Por Dios, Qué ambiente. Qué pasada. <¡Well done!, ¡STRONGER!, ¡viva española!.. .Fueron los mensajes del público que no dejaba de escuchar. Ánimos que me hicieron enloquecer en cada km. Pero el momento más dulce fue el cruzarme de nuevo con Javi, justo cuando pisaba la alfombra roja en los últimos metros y donde el daba comienzo a su segunda vuelta. ¡Gua! ¡Qué emoción! Pude celebrar con él mi llegada a meta.

       

La lástima es que yo no pude verlo acabar a él, como era la idea. Hasta me había llevado el móvil para poder inmortalizar ese momento. Llegó justo cuando yo estaba pasando el control antidoping. ¡Qué rabia! Y por más que corriera y orinara rápido, el protocolo es muy lento. Aunque necesario, lo sé, pero… El caso es que me fui corriendo hacia la meta y al no verle, calculé que al igual aun podía estar al llegar y me pasé cerca de 20 minutos mirando la llegada. Y nunca aparecía. Empecé a buscarlo, pero no daba con él. Así que, después de más de una hora, me fui para el hotel (que estaba a 10 minutos andando). Allí, Tampoco estaba. Entonces fue cuando empecé a preocuparme. Y reconozco que derramé alguna lágrima. Se mezcló la sensación de no saber ni cuándo ni dónde encontrarlo con la rabia de no haber podido disfrutar con él nuestra carrera. Yo iba lloriqueando con mi ramo de flores de galardonada mientras la gente me iba felicitando. Hasta una chica se paró para hacerse una foto conmigo. Yo, en ese momento, no estaba para felicitaciones, pero aguanté. Por suerte, finalmente lo encontré. Después de dos horas. Estaba justo donde habíamos quedado. <¡Mea culpa!>. Él estaba allí, tan pancho. Sentado tranquilamente mirando a la nada esperando que por fin yo apareciera.

Por fin pude saborear mi carrera, y la suya. Los dos contentos de empezar así de bien la temporada y en pleno mes de enero. Por mi parte, un resultado inmejorable y con unas sensaciones físicas muy positivas. Eso me da fuerza para seguir entrenando y preparar el próximo reto de la temporada. En abril tocará volver a Sudáfrica. Pero, esta vez, será para intentar ser finisher en el full.

De esta competición lo que me llevo es precisamente lo que Javi y yo comentamos justo al finalizar la carrera. Las sensaciones fueron las mismas. Competimos en un continente que yo no había pisado nunca y donde nos encontramos con sensaciones muy diferentes a las que esperábamos encontrarnos. Durante la carrera, en cuestión de metros, pasas, de una zona donde la gente lucha por poder comer, a otra donde, lo que ves, todo es pura riqueza. Como si de golpe te teletransportaras a una de las mejores zonas del mundo occidental.

   

Quiero agradeceros a todos, vuestros mensajes de ánimo y felicitaciones. Que sepáis que me dais mucha fuerza.

            

  

Llegaba la última del año. Esta no entraba en mis planes, pero Javi iba a correr el IM junto a unos amigos y yo, que prefiero estar dentro del ruedo que verlo desde la barrera, viendo que es el mismo día y que en esta distancia sí que hay profesionales, me animo hacer el 70.3.

En Los Cabos, aterrizamos el lunes previo a la carrera. Mucho margen de tiempo. Pero creerme que era necesario. No es fácil adaptarse al cambio horario, al clima, recuperarse del largo viaje…  No me voy a extender en contaros mi semana previa. Sobre todo, para no daros mucha envidia –jejeje–. Simplemente nos dedicamos a descansar. Principalmente, a ver los respectivos circuitos. Y obviamente, aprovechar para hacer un poco de turismo y disfrutar de lugares únicos como lo es “El Arco de fin de mundo”.

La semana fue bien. Nos fuimos adaptando poco a poco. El calor era soportable. Y más, cuando estás tirada en una tumbona en la piscina o en la cama con el aire acondicionado; aunque se presagiaba que, en carrera, sería insoportable. Yo venía preparada para ello. En Filipinas ya lo sufrí de lo lindo. Pero, aun así, se paga caro.

    

Es cierto que venía sin mucha presión. Era una prueba desconocida para mí. Ni siquiera contaba con ella, pero quería hacer un buen final de temporada y, por lo tanto, una buena carrera y que me dejará buenas sensaciones al bajar la persiana de este año. Así que, a pesar de estar hospedados en régimen de todo incluido, me cuidé más que nunca. Quería sentirme bien. Sentirme fina y lo conseguí. En otras ocasiones lo había pagado el descuidar la dieta por culpa de los viajes y salir de la rutina. Esta vez no estaba dispuesta a ello.  No creáis que lo hicimos por beber y comer todo lo que queríamos. Era la primera vez que cogía algo así y podía ser muy peligroso. Pero es la mejor opción cuando vas a un país desconocido, sin vehículo, en una zona que no prevés que puedas tener muchas opciones de comer sano y además…, si vas sumando las comidas fuera, a la larga sale más caro. Así que no le sacamos mucho partido a la pulserita del todo incluido. Pero…, valió la pena.

Pronto vi que, muy a mi pesar, el nivel era altísimo (tanto en chicos como en chicas). Una lista larga de veinte elites donde había: una ganadora de Hawaii, cinco chicas que corren ITU y varias canadienses y unas americanas que aparecían en la quiniela como favoritas. <¡Aig! Si es que cuando hay pasta… ¡normal!>. Aún no sabía dónde me había metido. Inocente de mí si creía que, por estar en la otra punta del mundo y en las fechas que estábamos, iba a disputar una carrera con poco nivel.

Domingo. Arrancamos las elites rondando a las 6:40h con unos quince minutos de retraso sobre la hora prevista. Cinco minutos después de que lo hicieran los chicos y cinco minutos antes que el resto de atletas del Half. Los del IM aún debían esperar una hora más. El retraso nos dio tregua para que empezáramos a nadar después del amanecer y no antes. Menos mal, porque si ya costó ver las boyas de día… imagínate de noche. Entré al agua con los pies congelados (a pesar del calor, para variar) por culpa de esa larga espera. Aunque como el agua estaba a más de 27 grados, rápido me los hizo entrar en calor. Un lujo nadar sin neopreno. Como a mí me gusta.

La natación fue complicada. Mucho oleaje y muchas “hostias” con mis rivales. Se notaba que había nivel porque éramos seis las chicas que peleábamos por no perder el grupo. Un grupo que creía que era el primero. Pero, por lo visto, había un par de escapadas por delante. Bastante tenía con luchar en mi espacio como para ver lo que estaba pasando allí delante. A pesar de todo, iban cayendo los metros sin perder el grupo. Aunque lo más duro fue salir del agua. La fuerte corriente nos vaciló. Me sentí ridícula braceando a solo 10 metros de la orilla sin ser capaz de avanzar. Creo que fue la parte más dura de la toda la carrera y la que más me desgastó.

                

̶ A 3’ de la cabeza. Me canta Javi al salir del agua y mientras él espera para empezar su carrera. <¡Dios. Eso es mucho tiempo!, ¿Estás que son las de ITU o las de Hawai? Y eso que soy nadadora>. Me decía a mí misma. T1 muy lenta. Como de costumbre. A pesar de no llevar neopreno, me peleo con el traje trampa para sacármelo de los tobillos. Y encima, me demoró más que el resto en ponerme calcetines (requisito imprescindible también en bici para mí). Si ya se me habían alejado un poco, el montaje en bici en una rampa de unos 800 metros y con badenes, ayudó a que perdiera definitivamente el grupo. No atiné a meter el pie en la bota por culpa de romperse la gomita. Y eso me hizo perder todas las opciones de rodar acompañada los primeros kms. Digo solo los primeros porque creo que, aunque las hubiera seguido al principio, hubiera caído rápido. Eran muy superiores.

Una vez más rabia de sentirme tan incompetente en la transición y primeros kms de bici. Y para colmo, vi que el potenciómetro no iba, que el bidón delantero lo tenía ladeado y a duras penas podía beber de la cañita sin moverme del acople. Parecía que era todo el manillar el que estaba torcido y esa sensación me incomodó y provocó que se me fuera cargando la zona lumbar y el lado izquierdo de la cadera por forzar la postura. <¡Concentración Judith, y a tirar con lo que hay!>

Fue una bici dura. Un continuo sube-baja muy matador y que sumaban más de 1.000 de desnivel y con la sensación de no coger ritmo nunca y encima pendiente de la carretera. Muchos badenes. Algún hueco importante y, sobretodo, algún tramo de tierra y placas provisionales por culpa de la tormenta tropical Lidia que sufrieron ahí hacía dos meses y que les levantó todas las carreteras. El calor fue mermando las fuerzas. Pero, a pesar de todo, lo gestioné bien.

No fue una bici totalmente en solitario. Después de quedarme sola al principio, y ver cómo me pasaban dos más (la que quedó primera y segunda) sin poder hacer nada por seguirlas, iba viendo a lo lejos a otra. Le iba recortando en las subidas porque, en el llano y bajada se me iba de nuevo. Ella iba con lenticular. Finalmente le di caza sobre el km 15 y, ya de vuelta, tuvimos un tira y afloja hasta el km 40, donde nos pasó una más. Pero me dije a mi misma que esa iba a ser la última. Y después de ver que mi compañera de viaje no conseguía enlazarla me dejé la vida por hacerlo yo. Y aunque nunca llegué a estar a menos de 15 ó 20 metros de ella, logré no perderla de vista y descolgar finalmente a la primera.

Eso me hizo sentirme competitiva de nuevo. A pesar de los estragos que pasé, por no perder su estela y luchar durante más de 40km detrás de ella, conseguí abrir mucho hueco por detrás y no ver cerca a ninguna rival más. Parecía que el resto, y mi perseguidora del principio, habían desaparecido. Aunque las que se habían esfumado eran las seis primeras que no había quién ni siquiera las pudiera ver. Incluso alcanzaron a chicos pros y todo.

A pesar de mi lucha por no perder a la séptima corredora, en los kms finales se metieron dos grupos de edad entre nosotras (los únicos dos chicos que me pasaron en todo el circuito). Eso, y una moto del juez que nos vigilaba, provocó un hueco insalvable que me alejó de ella pocos kms antes de la T2, donde perdí a los tres en la bajada final (me falta desarrollo).

Transición rápida. La ventaja de llevar los calcetines puestos. Conseguí pasar a los dos chicos que se me fueron con ella en esa parte final y logré volver a tenerle a ella a tiro. Pero poco iba a cambiar la cosa en la carrera a pie.

Una carrera durísima. Supervivencia total. De esas carreras donde no vale para nada mirar el reloj. Donde los kms no pasan y solo esperas llegar de nuevo al siguiente avituallamiento para hidratarte y tirarte de nuevo agua por encima (a pesar de las consecuencias que eso provoca en tus pies). Lo único bueno es ver que todo el mundo va igual, o peor que tú. Y, eso, te alivia. En estas carreras hay que intentar dejar la mente en blanco, vencer el no puedo y: correr, correr y correr sin dejar de hacerlo. Lo has de hacer como puedas, esperando que vayan pasando los kms sin pena ni gloria. Yo iba a tirones. Eran momentos en los que intentas dar un punto más y te vienes arriba, pero pronto, tu cuerpo, echa el freno porque no puede seguir llevándote así. Puede llegar a ser muy triste.

     

Los únicos momentos de agrado fue, el pasar por delante de nuestras chicas y sentir sus ánimos y los instantes de encontrarme con Carlos en carrera y darnos fuerzas mutuamente. Hubo muchos momentos de bajón. Fue una carrera muy, pero que muy dura. Y yo solo me animaba sabiendo que Javi iba a correr el IM. Motivo suficiente por el que no podía tirar la toalla en el Half. Y a la misma vez, sufría mucho por él y por el resto de amigos que estaban corriendo el Full. Porque su maratón sí que iba a ser un verdadero infierno.

Me motivó el hecho de no perder nunca de vista a la rival que perseguí durante casi toda la competición. Aunque no pude alcanzarla y nos separaron solo treinta segundos en meta. Otra ventaja fue que, por detrás, estaban muy lejos y cada vez más rezagadas. No vi que peligrase mi posición (siempre y cuando fuera capaz de llegar a meta). Aunque hubo momentos en los que dudé en conseguirlo porque realmente creí desmayarme del sobreesfuerzo sintiendo náuseas y muchos mareos. Aún así, conseguí rascar una posición adelantando a la que nos sacó 3’ en el agua y que rodó más de medio segmento ciclista en solitario, pero literalmente se murió en la carrera a pie. Eso, y adelantar en el tramo final a los dos chicos que me habían pasado en los primeros kms (los mismos que pasé en la T2) alejándose muy rápido, me hizo cruzar la meta con una media sonrisa.

No fue una carrera mala, ni un mal resultado. Sin embargo no me quedó buen sabor de boca. No disfruté. Sufrí mucho y no me sentí competitiva en ningún momento. La carrera se estaba disputando muy lejos de mí. Y esa sensación te hace sentir totalmente fuera de carrera. Impotente de saber que no lo puedes hacer mejor. Te quedas como si no hubiera servido de nada todo ese esfuerzo. Me quedo, eso sí, con la experiencia vivida. Hay que viajar y competir en todos sitios. Conocer tu nivel y el del resto de las rivales. Ser consciente de donde estás y hasta dónde quieres y puedes llegar. Al menos para intentarlo.

    

Después de mi carrera tocaba seguir a pie del cañón y animar a Javi, a Tomás y  Joan, que estaban corriendo el Ironman. Padecí mucho viendo a Javi correr su maratón. Si mi carrera había sido dura… imaginaros la suya. No solo sufrí de verlo. Sino que, como yo aún estaba pagando caro el sobresfuerzo, tuve que abandonarlo varias veces durante su carrera y hacer varias visitas al wc y tumbarme en la cama por culpa del mareo, de las náuseas y de los problemas de estómago que aún tenía.  < ̶ Lo siento cariño! ̶ >. Suerte que las chicas no nos dejaron solos en ningún momento y cuidaron mucho de nosotros (tanto los del Half como los del Full, dentro y fuera de carrera. <¡Muchas gracias a las tres!>

A pesar de la dureza, finalmente todos conseguimos llegar a meta y muy satisfechos de completar una de las carreras más extremas que hemos hecho. Carlos y yo en el Half y Tomás, Joan y Javi en el Full (que aún tiene mucho más mérito). < ¡Felicidades chicos! >.

Lo mejor de todo, disfrutar de una carrera y del viaje acompañados de buenos amigos. Con muchos momentos buenos para no olvidar. Como la busca de KSI MERITO que me encargó Gonzalo, que nos hizo reírnos durante un buen rato y que lo seguirá haciendo.

      

No puedo olvidarme en este viaje de nuestros amigos mejicanos. Montse y Luis. Que, sin conocernos de nada, no solo nos hicieron de chofer, sino que nos llevaron a cenar al mejor restaurante japonés al que hemos estado nunca. <¡Muchísimas gracias por vuestra hospitalidad!>

Fin de temporada. Un balance muy positivo. Tanto deportivo como personalmente.

Momento también de agradecer a mis sponsors todo el apoyo durante mi temporada.

 

¡GRACIAS A TODOS¡

Esta competición era la única que no entraba en mis planes cuando confeccioné el calendario de la temporada. Ha sido fruto de la improvisación y de una decisión de última hora. La culpa la tiene mi retirada en el Ironman Barcelona. No solo me había quedado con ganas de más, con ganas de competir, sino que después de algo así… necesitas desquitarte. Como no suelo quedarme de brazos cruzados, ni lamentándome de lo que no pudo ser, rápidamente busqué otra vía de escape. Además, había un importante entreno detrás. Un gran trabajo para llegar en plena forma a estas fechas y, si no competía, me quedaba la sensación de haber desaprovechado esa preparación. Además, quería cerciorarme de mi gran estado de forma; o al menos yo sentía que así era. Me encontraba (y me encuentro) fuerte y quería demostrármelo a mí misma.

Tan sólo tres días después del Ironman, con la idea puesta en la cabeza de buscar alguna carrera, miré las opciones que tenía. Eran pocas dadas las fechas en las que estamos y teniendo en cuenta que este domingo partimos a Méjico rumbo a la que, esta vez sí, o al menos por el momento, será la última carrera del año. Así que, por cercanía, precio y logística el Challenge Forte Village en la isla de Cerdeña iba a ser la competición elegida.

Es cierto que no nos salió tan bien la jugada como queríamos. Escribí a la organización y me dijeron que no podía contar con alojamiento gratuito y que tan solo podían ayudarme con el 50% de la inscripción debido a que había muchas Pros invitadas (con eso tampoco contaba). El triatlón se celebra en un gran Resort deportivo-lúdico-festivo donde, además de una estancia de ensueño, el estar instalado en el mismo recinto donde se compite, es una gran ventaja en muchos aspectos. Pero, a pesar de todo, y gracias a Javi, que aún tiene más iniciativa que yo, decidimos ir (aunque se nos fuera de presupuesto). Él sabía que yo quería correr y no lo iba a dejar de hacer por muchos contras que se fueron presentando. Ni tan solo el conocer la start list de Pros del evento me hizo cambiar de decisión, y eso que sabía que el Top5 iba a estar muy caro. <El que no arriesga, no gana>. Conseguimos unos vuelos a buen precio, un hotel cercano decente (obviamente el Forte Village Resort sí que se nos iba de cuentas) y ya teníamos una excusa más para volver a hacer maletas y conocer mundo. Cerdeña es un destino turístico envidiable y aun no lo conocíamos.

Llegamos viernes. Tiempo justo para deshacer maletas, montar bici, recoger dorsal, correr un poquito, cenar y a dormir pronto. El sábado no fue tampoco un día relajado. Con el reloj marcando los timing del día: desayuno, un poco de natación en el mar, breafing, check-in, comer, ver el circuito en coche (y menos mal que lo vi), descansar un poco, preparar todo, cena (pasta party de la organización en el resort que obviamente no defraudo) y temprano: el requisito imprescindible…, a la cama.

Los días previos estuve más tranquila de lo habitual. El día anterior me sentía bien, y hasta dormí genial la noche víspera. Sentía que era una carrera diferente, no estaba tan nerviosa, no tenía nada de presión. Venía a competir conmigo misma. Era como si me debiera algo a mí, solo a mí. Quería devolverme esa confianza perdida en Calella. Y, más que un buen resultado, buscaba una buena carrera a nivel personal.

8:00h. Arrancan los chicos profesionales y solo un minuto más tarde lo hacemos nosotras. Un grupito numeroso de élites, unas veinte, y muchas tops para dar guerra, aunque conseguí estar entre las primeras posiciones desde el principio. Era una natación chula, dos vueltas que incluían salir del agua en el giro con un triángulo de solo 900 metros de perímetro; por lo tanto, los escasos 300 metros de boya a boya se hacían muy llevaderos. El agua, movidita. Iba a ser un día muy duro con fuertes vientos y se notaba en el mar, pero con un fondo espectacular que animaba a meter la cabeza y seguir braceando. Hice toda la natación a pies de la ganadora Heather Wurtele (subcampeona tanto en el mundial de 70.3 como en el de Challenge) y, aunque parezca todo un logro poder seguirla, la natación siempre la hago mejor que ella y eso no me estaba gustando. Además, la primera vuelta la completamos tres chicas en cabeza, pero en el inicio de la segunda perdí referencias con una de ellas. Se desvió mucho hacia fuera y decidí conservar los pies de Heather. Mi sorpresa fue cuando me cantaron, camino de la T1, que iba tercera, porque no sé en qué momento nos pasó. No la volví a ver, ni si quiera sé quién fue (pensar que en la parte final nos fuimos encontrando grupos de edad que estaban completando su primera vuelta). Tampoco le di mucha más importancia porque tenía detrás un grupito de unas cinco integrantes donde estaban las principales favoritas y las posiciones de pódium se iban a desvanecer rápidamente. A pesar de eso, me encontré bien. Una vez más me sentí muy cómoda en el agua.

   

Una transición muy lenta donde tuve problemas para meter el neopreno en la bolsa que nos habían dado. Por culpa del aire se me voló unos metros y me hizo perder esa cierta ventaja que llevaba sobre el grupo perseguidor y alejarme definitivamente de la cabeza de carrera. En los primeros kms de bici me iban pasando rivales y, sin poder de reacción, veía como se alejaban cada vez más. <¿Qué me pasaba?>. Fue un momento duro. Era como si no tuviera fuerzas suficientes para poder engancharme a ellas (a pesar de estar dándolo todo). Es verdad que hacía mucho viento en contra, pero lo hacía para todas. Se me metió la idea en la cabeza de que llevaba la rueda de atrás frenada (pensamiento muy típico en estos casos). Me obsesioné con ello sin conseguir verlo ni comprobarlo (definitivamente no fue así). Sacándome, en ese momento, totalmente de carrera.  <Y yo que hoy venía a demostrarme a mí misma que me encontraba en uno de los mejores momentos de forma ¡Pues empezamos bien!> pensé.

La sorpresa no solo fue mía, sino también de Javi, que a la altura del km12 aproximadamente, volvíamos a pasar por delante del Forte Village y vio incrédulo como había descendido de la tercera a la séptima posición. Él sabía que lo iba a pasar mal con tanto viento y sé que, esa espera de casi tres horas de bici, se le hicieron muy largas sin tener ninguna referencia ni noticias mías.

Me costó centrarme en la carrera después de aquella situación vivida. SI hubiera ido en solitario…, al igual no hubiera sentido lo mismo. Simplemente la incomodidad y la dureza de luchar contra el viento, pero nada más que fallara a simple vista, ni física, ni técnicamente. Aunque reconozco que fue decepcionante ver como todas se me fuesen tan fácil en tan poco tiempo. Pensareis que simplemente eran más buenas que yo, pero es que a estas alturas ya nos conocemos todas y os aseguro que nuestros niveles en bici son muy parejos. La peor sensación es desaprovechar las pocas oportunidades que tienes en una carrera de encontrar un grupito con el que marcarte el ritmo, disputar la carrera, compartir kms y desaprovecharlo por completo. Me lamenté mucho de eso. De hecho, aún lo sigo haciendo. Y mientras me resignaba, antes de empezar el puerto largo llegando al km20, me pasó otra rival más. Por suerte, a ella no la llegué a perder de vista. Es más, la alcancé y la pasé al empezar el descenso. ¡Ah!… también adelanté a otra chica durante el ascenso. <Algo es algo>. Supongo que ahí empezó a pagar el esfuerzo. Pero si creía que lo más duro ya había pasado, estaba equivocada. Una bajada larga, con curvas muy cerradas, y el fuerte viento que parecía ir en aumento, me hicieron “acojonarme” y vivir uno de los peores calvarios en carrera. Y es que cuando se te mete el miedo en el cuerpo, es muy difícil coger confianza de nuevo.

Para mí fue la bici más dura que recuerdo. Ni en Lanzarote hubo tanto viento. Aunque iba totalmente fuera de carrera me convencí de que había venido a competir conmigo misma y que, las circunstancias de alrededor, no podían quitarme las ganas de luchar y darlo todo como siempre. Y es que lo curioso es que, excepto los sustos que tuve por las rachas de viento, me sentía bien a pesar de la dureza del circuito. Se me fueron pasando los kms rápido (supongo que venir de competir los 180 de la distancia Ironman hace que la mitad te parezca muy fácil). Me encontraba bien físicamente. Tenía la sensación de estar controlando bien los ritmos, la suplementación… Igual sí que salieron algunos wattios menos, pero no era un día ni un circuito para hacerle mucho caso. Solo hubiera cambiado mi falta de seguridad que fue la que me hizo levantar el pie en muchos momentos. Sobretodo bajando. Y lo peor… apretar el freno más de la cuenta. A modo de curiosidad os cuento que la rival que llevaba pegada, finalmente me pasó en el último puerto, sobre el km75 y, junto a ella, Tina Deckers (ganadora de Embrun este año, entre otras muchas cosas) y vi cómo se alejaban pronto. La sorpresa no fue que Tina se me fuera fácil, siendo una excelente escaladora, sino que aun estuviera detrás de mí a esas alturas visto lo visto de mi pésima actuación en bici. Pero a pesar de eso, conseguí el KOM en Strava del todo el circuito. Se ve que soy la única frikie de las Pros. –jejeje-

Llegué a la T2 en octava posición, fuera de carrera totalmente, y muy alejada de mis rivales, aunque las ganas de seguir compitiendo no faltaban. Al contrario, llegué con mucha fuerza y con mucha rabia. A pesar de notar que no tenía nada que hacer, salí a muerte. La cara de Javi fue un poema. Pasó de la preocupación de no verme llegar en bici, al asombro al verme salir con esa garra a correr. Creí que ese fuerte ritmo no duraría mucho. Empecé a correr a menos de 4 minutos el kilómetro, pero, aunque descendió, fue muy pocos segundos.

Corrí como si no hubiera un mañana. Corrí solo para mí porque no veía ninguna posibilidad de alcanzar a nadie por muy bien que lo hiciese. Estaban muy lejos. Pero me lo debía a mí. Yo nunca tiro la toalla. Y aun me faltaba demostrarme que realmente me sentía fuerte. Disfruté de sentir que volaba, hasta corría bien técnicamente <puede que no fuese así, pero… lo que hace la cabeza>. Me vine arriba cuando me pasó Chente y me emocionó tanto que me animara como el verlo volar y llevarse la carrera con una ventaja tan aplastante. ¡Impresionante!

Pasé a una rival en el kilómetro seis (más o menos). La misma que había estado más tiempo en bici conmigo. Creía que sería la única, el resto andaban muy lejos. Pero aun no me daba por vencida. Javi, en mi paso por el km10, me gritó que le había recortado 10 segundos a Tina <eso no es nada> –me dije. Pero no se refería en la primera vuelta; sino en un pequeño bucle que hacíamos dentro de la zona de boxes. <A un minuto y medio> –me dice.  <Eso es mucho. Pero lo voy a seguir intentando> –me digo a mi misma. Javi estaba alucinando con mi carrera. Lo sé. <¡Yo también eh!>. Pero me da mucha fuerza cuando veo que él se asombra con mi capacidad de lucha (aunque no me juegue nada). Bueno sí. Iba en séptima posición y cobraban las seis primeras. Un buen aliciente para intentarlo.

No sé si fue la pasta, la rabia que traía de la bici, el empuje en cada cruce con el resto de compañeros españoles, la ayuda de Javi, o el escozor que llevaba en el tobillo por culpa de un portachip asesino que me estaba destrozando, pero el ritmo no cesaba a pesar de que las fuerzas empezaban a flaquear. Aunque…, a algunas más que a otras. Y eso me sirvió de ayuda. Acercándome al km15, último giro de la carrera, veo que hay una rival que va muy tocada, (creo que fue la que salió primera del agua) y que, aunque a Tina no la alcance, a ella sí. Tina iba detrás. En el giro vi que le había recortado, aunque no tanto como para alcanzarla. Se le veía bien y nos quedaban escasos cinco kilómetros. Es de esos días que quieres que la carrera sea más larga para poder alcanzar más rivales <– ¿Tú te crees? ¡Somos masocas!>. Cuando voy a coger un vaso de Red Bull, la chica del avituallamiento se despista y me quedo sin él. Bueno, solo por el momento, porque un chico de la organización que se había dado cuenta, se pega un sprint cámara en mano para alcanzarme y darme el deseado vaso con taurina. <¡Mil gracias!,> –pensé y, a pesar de no tener aliento, le di las gracias tres veces seguidas y de forma encarecida por su gran gesto. Y es que el Red Bull realmente me dio alas. No sé si por su vitalidad o por el escozor que sentía en las heridas del tobillo al derramarse el líquido por encima cuando bebía (es inevitable al hacerlo corriendo y con un vaso).

Km 17 y veo a lo lejos a Tina. No sabía si alegrarme porque ya no me quedaban piernas <¡Judith lucha lo que puedas, un último esfuerzo! Puedes alcanzar a la ganadora de Embrun>. Eso me motivaba. Conseguí llegar a ella. Me puse tras ella sin que se diera cuenta…, como si estuviera jugando al escondite…., preparando el ataque. Cogí aire, me armé de valor, y la pasé intentando correr al máximo para que no tuviera tiempo de reacción, ni fuerzas para seguirme. Lo conseguí y maté dos pájaros de un tiro, porque pasé tanto a Tina como a la otra chica que iba muerta. Yo también lo estaba pero supe disimularlo lo justo para irme en esos 2kms finales y conseguir un top 5 impensable. Que se lo digan a Javi que aún no se explica cómo lo hice. Conseguir recortar más de 4 minutos a mis rivales.

Pletórica de haber conseguido el objetivo y de hacer una buena carrera. Y vaya que si la hice. Me atrevería a decir que mi mejor sector a pie junto al de Rimini. Por lo visto, Italia, siempre me da buenas carreras. Orgullosa de nuevo de superarme a mí misma y de darlo todo hasta la línea de meta. Pasé lo que pasé.

Lo que es la competición: Se vive la cara y la cruz en una misma carrera.

Lo peor del día: La muerte de un triatleta en el sector de la natación.

Mi más sentido pésame.

FOTOS DE JOSÉ LUIS HORCADE

Pues aquí estoy escribiendo la crónica de mi primer mundial. Una de las que más ilusión hace y sé que muchos la esperáis. Seré breve e iré al grano que no quiero alargarme mucho. Además, los precedentes a la carrera suelen ser muy parecidos, aunque cambiando el escenario.

Reconozco que la semana previa fue dura, me encontraba muy cansada y muy baja de fuerzas. Imagino que parte de la culpa era del calor que estaba haciendo. Solo quería dormir y descansar y a duras penas iba sacando los entrenos. No me preocupaba entrenar bien, esa semana no importaba, pero sí llegar con fuerzas a la carrera. Tanto era el cansancio que llegué a plantearme si era mejor no ir. Por suerte, poco a poco fui encontrándome mejor y llegué a Eslovaquia con ganas y con fuerzas para disfrutar de este gran evento que valía la pena vivir.

Quitando la logística del viaje: llegar a Viena, coger coche y conducir hasta Eslovaquia; y los traslados de Samorin al pueblo donde dormíamos, que estaba a treinta minutos de trayecto, la cosa fue bien. Exceptuando la noche previa que, si ya cuesta dormir, una boda celebrada en la pensión donde nos alojábamos, nos fastidió la noche. La música y la juerga no cesaron hasta las tres de la mañana. Eso fue lo peor de todo el fin de semana, con diferencia. Es que hospedarse en el X-Bionic, lugar donde se celebraba el evento, era descomunalmente caro. Un complejo deportivo espectacular que aún le dio mayor magnitud al evento.

Yo había venido a Samorin con la idea de disfrutar de todo aquello: ver el nivel que había, la cantidad de Pros de todas las distancias y nacionalidades, el ambiente espectacular, la organización de diez, todos los preparativos, el despliegue de medios…; aquello había que vivirlo. Y lejos de pensar en un resultado, quería saborear mi primer mundial y valorar que era una de esas pros que estaban allí y que tanto mérito tenia. Los pronósticos se los dejaba a los demás y aunque algunos confíen mucho en mí y esperaban que estuviera delante, yo venía a por el top10 que, siendo realista, era el objetivo y un gran resultado.

Llegaba el día de carrera. El calor apretaba fuerte desde primera hora de la mañana y hasta se agradecía meterse en el agua del Danubio a 18 grados de temperatura para refrescarse y calentar un poco. Las sensaciones eran buenas y los nervios controlados. Tenía ganas de luchar más que nunca, aunque sabía que iba a ser una de las pruebas más difíciles. Y desde el principio se iba a imponer un fuerte ritmo con corredoras que marcarían la diferencia.

Efectivamente, arrancamos la prueba y varias nadadoras se ponen en cabeza. Trato de no perder comba e intento buscar esa estela que empieza alejarse. <Hoy la natación va a ser divertida>, pensé en los primeros metros. Consigo enlazar con ese grupito que pronto se convierte en una fila de uno, menos en mi puesto donde parece ser que me tocaba compartir posición. Una rival que lejos de colocarse delante o detrás, como todas, se queda pegada a mi impidiéndome nadar cómodamente, con enganchadas constantes. <Ves cómo iba a ser divertida>. Suerte que al menos la tenía a la izquierda y podía respirar con facilidad. El intentar despegarme de ella y no perder el grupo me llevó a dar un punto más, el último que me quedaba. Pero dio resultado, conseguí deshacerme de ella y engancharme a tres nadadores que llevaban un alto ritmo, aunque no era el grupo de cabeza. Me costó seguirlas, pero sabía que era clave hacer una buena natación para poder tener referencias en bici. Aunque de poco me sirvió luego.

Salí del agua exhausta. Me temblaban las piernas. Pero contenta de la buena natación que sabía que había hecho, al menos por el mero hecho de haber aguantado a ese segundo grupo. Y más al ver que una de ellas era Ane quien ganó en Rímini y me metió más de 1’30 en el agua.

Transición muy larga, que lejos de coger aliento, me quita el que me quedaba, pero lucho por no perder esas ruedas. Séptima – me cantan – a 3’30 de la cabeza de carrera. <¡Uf! Eso era mucho tiempo ya, y eso que había nadado muy bien>. El único consuelo fue saber que esa cabeza de carrera era donde estaban las favoritas y el haber salido más cerca, tampoco se hubiera significado nada. Me centro en lo mío, en no perder ese grupo, aunque alguna se descuelga en los primeros kilómetros y también nos alcanza otra rival que nos adelanta rápido. Su actuación provoca la reacción de las dos corredoras que tenía delante. Y yo, como si fuera una espectadora, veo como impotentemente se distancian cada vez más en los primeros 10 kilómetros de ciclismo.

Ahí empezó mi calvario. Lo que me temía. Una bici totalmente en solitario, durísima por el calor y por el terreno totalmente llano. Sí, sí, durísima por el llano, es lo peor, al menos para mí. Rodar en la misma posición desgasta muchísimo, no solo físicamente sino el factor psicológico es el que más queda dañado. Molesta el culo, las cervicales, duelen muchos las patas…pero lo más duro es mantener esa concentración de pedaleo continuo, de querer imponer un fuerte ritmo y de no querer bajar la media ni un solo punto. Una bici con un recorrido sin pena ni gloria, en un terreno completamente árido donde la única distracción fue llegar a los 3 avituallamientos del recorrido y los 10kms antes del giro pegados al Danubio donde el asfalto era malísimo y tocaba concentrarse para evitar todos aquellos baches y surcos marcados con grafiti. Lo único que conseguí al pasar por allí fue una ampolla en el dedo de cogerme tan fuerte al acople y ver como la media me había bajado más de un punto y medio. Lo más triste fue, incrédula de mí, creer que llevaba el viento en contra, poco viento hacía, pero eso poco creía era en contra. Pues lejos de mi ignorancia, rápido supe que estaba equivocada. <Qué horror por Dios, esto está siendo un suplicio>. Quería llorar, quería tirar lo toalla, no sabía que motivación darle a mi cabeza, lo intenté todo: buscar una distracción jugando con los kilómetros que llevaba y me quedaban, buscar algo positivo a esa soledad y valorar positivamente el hecho de que al menos no me había pasado nadie más, ni Emma Pallant que la esperaba desde hacía rato, ¿o habría nadado más rápido que yo?. <No eso no te ayuda Judith, piensa en otra cosa>.

No os exagero, es la bici más dura que he hecho nunca, y la peor. Más de dos horas de soledad con una interminable lucha interna. La cabeza pudo conmigo, la fatiga me vencía y las ganas de levantarme del acople por la tensión cervical también. Intenté no desistir, pero desde el km75 solo pensaba en llegar a la T2, en bajarme de la bici, en acabar aquella pesadilla. Solo me salvó el empezar a ver a los grupos de edad que comenzaban la bici y encontrarme a un pro que iba peor que yo y pasé rápido. Descontando los kilómetros como único aguante y sin ganas ya de pedalear, me alcanzó una rival. Lejos de lamentarme, hasta se lo agradecí, fue un último revulsivo para llegar hasta boxes con un ritmo algo decente y al menos distraer la mente esos 8kms finales de ciclismo.

Nada estaba hecho. Quedaba correr 21kms muy baja de fuerzas, hundida de moral y bajo un sol abrasador que fue fulminando a los corredores con retiradas constantes y cadáveres andantes. Suerte que tuve a Javi animándome, si no es por él y por todos los que sé que me estabais siguiendo en directo y que Javi me nombraba al pasar, no hubiera aguantado. Corrí por él, por mi familia, por mi entrenador, por mi gente y por vosotros. No creía que fuera capaz de hacerlo por mí misma.

El peor momento lo tuve antes de llegar al km 2. Justo venía el primer avituallamiento y estaba muerta de sed, pero necesitaba tomarme un gel ya. A ver si esa inyección de azúcar me ayudaba a levantar los pies y el ánimo. Pero con la boca tan seca y el aire tan justo, se me va por el otro lado y noto como me ahogo. El ácido del gel me escuece en la garganta y presa del pánico me paro y levanto los brazos pidiendo ayuda, pero allí no había nadie. Nerviosa del susto, intento tranquilizarme y parar unos segundos hasta que consigo que el aire vuelva a mis pulmones y retomo la carrera. <No Judith, no vale la pena, acaba con esto, no tienes necesidad de sufrir así>, me gritaba mi subconsciente. Por un momento me daba igual todo: el mundial, el top 10, el resultado, mi orgullo…Pero había algo que no me daba igual, y es que Javi había renunciado una vez más a sus entrenos, a su rutina para estar ahí conmigo. Si por alguien debía luchar y acabar era por él. Ese pensamiento fue el que me mantuvo en carrera, me lo repetí una y otra vez y me reafirmaba cada vez que me cruzaba con él. El ritmo no me importaba, solo sobrevivía.

Me bajé a correr décima enganchada a la novena y con la onceaba pegada a mí, a escasos treinta segundos. Supe que me iba a pillar dada mi condición, pero Javi me gritaba que luchara por el top 10. Debía hacerlo. Y lo hice. Una primera vuelta algo contrariada con mi debilidad y mi sufrimiento, donde me dediqué a aguantar un ritmo constante viendo cómo se alejaba la novena y se me acercaba la onceaba. Pero en el momento que más cerca la tenía, por fin, volví a ser yo, y me dije que no podía echar a perder ese top 10 tan valioso en mi primer mundial. Apreté, mejoré ritmo, no mucho, pero lo suficiente para marcharme de mi perseguidora y demostrarle que ese puesto era mío. Estaba terminando mi segunda vuelta, estaba corriendo, luchando de nuevo. Y Javi debió verme tan bien que me grita: Bien cariño, muy bien, venga que la Vodickova va muerta. <¡Uf! ¡Y yo! No te jode> -. Porque no tenía aliento, sino le envío a freír espárragos. <¿Que no ves cómo voy cariño?> pensé. ¡Pobre! No sé si fue la rabia de ese comentario que hasta pareció dolerme, pero aumenté más el ritmo, 5km para el final de la carrera y empecé a correr como si fuera el sprint a meta, me crecí.

Aún no sé ni cómo ni porque lo hizo porque realmente no creía que podía pillar a Radka quién iba todavía en octava posición la última vez que me crucé con ella y a bastante distancia. Pero debía intentarlo. Javi me lo decía por algo. Así que seguí corriendo fuerte, comprobando como efectivamente Radcka ya había pérdida su octava posición y corría perjudicada. Estaba aún lejos, pero quería intentarlo. Me puso a 3’50min/km para mi sorpresa y eso aún me motivo más. Me olvidé de los avituallamientos para no perder ni un segundo, aunque estaba muerta de sed, pero podía aguantar. La empecé a ver, le iba recortando. ¡A quince segundos!, me canta Javi emocionado a poco menos de 2km para meta. Y la alcancé, la pasé justo delante de Javi viviendo el momento más emocionante de la carrera. Y saboreé un último kilómetro de una de las carreras más sufridas que nunca creí acabar.

Lloré mucho al cruzar la meta, quería hacerlo para sacar toda esa agonía vivida. Una carrera con mucho desgaste psicológico que me hizo sacar lo peor de mí, pero si algo saqué bueno, fue una vez más la lucha, la tenacidad y la constancia. Muchas lecciones me dio esta carrera. Una vez más, la media distancia la gana la psicología.

Fotos de James Mitchell

El insomnio propio que prosigue a una carrera llena de emociones, me ha sacado de la cama y me ha llevado a escribir la crónica tan solo unas horas después de finalizar la competición. Todo ello con la necesidad de plasmar los grandes momentos vividos en el día de hoy. Y es que Bilbao ha vuelto a emocionarme. Os cuento desde el principio:

El viernes al mediodía, a menos de 24h de la prueba, llegamos a Bilbao. El conocer la carrera, y participar por tercer año consecutivo, fue lo que nos llevó a tomar esa decisión. Fuimos directos al hotel Meliá, donde nos hospedaríamos por cortesía de la organización que, una vez más, nos trataba como reyes. Una vez allí, por fin, tenía el mono aero de Viator que este año se estaba haciendo de rogar; que por cierto me acababan de enviar. Decidimos ir a comer algo cerca y volvernos enseguida a la habitación; yo a descansar y Javi a correr. Aprovechó porque él, este año no participaba.

Estando en la habitación tocaba centrarse en la carrera. Empezaban a llegarme cientos de mensajes de apoyo; las ganas y la emoción iban en aumento. Y más, después de la llamada de mi entrenador Álvaro Rance, con él que comentamos la táctica. La verdad es que esto, es una de las cosas que cambian. Antes iba más a lo loco, a verlas venir y actuar sobre la marcha. Pero ahora, a estas alturas, lo que es cierto, es que hay que estudiar a las rivales, y las posibilidades de estar ahí luchando por la carrera. Las conclusiones sobre el papel fueron: Emma Billham <Es la que se supone que va a dominar la carrera. Debo intentar seguirla en el agua, luchar por aguantarla en bici y, llegando juntas a las T2 podré disputar la carrera donde debería ser su punto más débil>. Del resto de rivales no sabíamos mucho más. Contábamos con el factor sorpresa, aunque a veces, por mucho pronóstico que hagas, nada va según lo planeado. Y muchos menos, en carreras tan largas. De todos modos, confiaba en que se podía.  Después de hablar con Álvaro, me sentí con más ganas y fuerzas que nunca.

La tarde previa, solo quedaba recoger dorsal e ir a la reunión técnica. Esperé a que viniera Javi de entrenar y llamamos a Aida para vernos e ir juntos. <Que ganas de verla y conocer a la pequeña Noa>. Aida es una de las mejores personas que he conocido gracias a este deporte y, junto a su pareja, Gus, mantenemos una bonita amistad. Llevábamos tiempo sin vernos y a Noa aún no la conocíamos en persona. Pero por fin llegó el momento. A Gus no lo vimos hasta el sábado porque se quedó preparando todo.

Me encontré con el dorsal número 1. ¡Buf! Era el que me tocaría defender. ¡Ahí es nada! Palabras mayores. No solo por la presión del número, sino por el gesto de la organización habiéndomelo asignado a mí.  Es de agradecer y lo hice en ese mismo instante, donde me encontré con Eneko (el organizador) y Endika (de prensa), y otros muchos participantes y compañeros que ya me mostraban su apoyo para la carrera. En ese momento sí que se palpaba ambiente de competición y los nervios aumentaban.

Después de asistir a la reunión, Javi y yo nos fuimos a cenar a un restaurante japonés –para variar–. Y pronto a la cama. Tocaba enfrentarse a otra larga noche como lo son todas las previas a una carrera. Pero esta, afortunadamente, iba a ser mucho más larga porque, hasta cerca de las 9h, no debería sonar el despertador. < ¡Es que Bilbao tiene muchas cosas buenas, y el hecho de competir a las 12h del mediodía, es una de las mejores! >. Que alegría da eso: saber que, a pesar de los nervios, vas a descansar lo suficiente. Obviamente, horas antes de que el reloj sonara, estaba despierta y pensando en la carrera.

9.00. Hora prevista para activarse y preparase. Protocolo habitual, sin ninguna incidencia, y los nervios a olvidarse algo esencial. La mañana era fría y amenazaba lluvia. Es más, lo había estado haciendo horas antes y el suelo estaba mojado. Eso no me gustaba nada, pero confiaba en que, tal y como anunciaban las previsiones, a la hora de salida ya luciese el sol y aumentara la temperatura. Sobre todo, por nuestra seguridad en bici, que no lloviera.

Llego a boxes para colocar mi Ûnica y todo el material. Los medios se acercan a entrevistarme. La gente me mira, me reconocen, y el que no, me observa después de ver el número 1 que llevo dibujado en el brazo y la pierna. Eso es a lo que nunca me acostumbro. < ¡Qué vergüenza! >, pero se agradecen todas esas muestras de cariño, de ánimo, de afecto, de admiración… Me lo dicen y me sonrojo porque no sé qué decir ante eso. <¡Gracias!>. No puedo decir más. Después de ese momento abrumador, donde no paro de saludar a gente y ver a caras conocidas (Carol, Conchi, Pelu, Dani, Octavi, Mireia, Tabita…, y a Gus, ¡por fin! Aun no lo había visto), me centro en que todo esté listo en boxes y abandonarlos para ir hacia la salida.

El día empezaba a despejarse y el sol aparecía con fuerza, aunque no era suficiente para calentar el agua de la ría que, a solo 13-14 grados, iba a marcar el punto de inflexión de la prueba. Más fría y más oscura que nunca. Y para colmo, con la corriente en contra en el tramo más largo. <Con lo bien que se había nadado los años anteriores>. Ya no había excusas ni vuelta atrás.

Foto: Manu Cecilio //

12.45h. Bocinazo de salida y las chicas arrancamos la carrera. Rápido nos escapamos tres. Aunque en pocos segundos pasamos a ser dos después de que una se escapase en solitario. Mi compañera de natación iba a ser Emma que, cumpliendo con los pronósticos, pude aguantarla. Eso me dio moral y creo que es la única natación en un half que he hecho acompañada. Bueno, no solo fue Emma quien me acompañó, sino que Javi se pasó todo el sector de natación a mi altura animándome y gritándome: <¡No se escapa, no se escapa!> Emocionándome y recordándome a mi hermana que hizo lo mismo el año pasado con mi sobrina en brazos. Otra de las cosas únicas de Bilbao, completar el sector de natación viendo al público encima de ti.

Esa ayuda de Javi fue clave para completar un sector de natación muy duro por el frío, y muy largo al tener que luchar contra la corriente que, aunque no se noté en exceso nadando, desgasta mucho. Pero el momento clave del día estaba por venir. En los últimos metros Emma se quedaba y le saqué algo de ventaja. Llegué a la escalinata para salir del agua y auguré lo que ya sentía desde que empecé a nadar. Mis manos y pies estaban totalmente dormidos. Con mi enfermedad al frío (Raynaud), no pude aguantar la baja temperatura del agua, y cuando quise tirar del velcro del neopreno, fui incapaz. <¡No por favor, otra vez no! No me hagas esto. Dame tan solo algo de fuerza para poder despegar un simple velcro> No sé a quién me recomendaba: a mis manos, a mis adentros… Lo intenté una y otra vez sin suerte. Se me enrampaba el bíceps al intentarlo. Mis dedos no eran capaces de hacer pinza y separar esos dos simples trozos de tela. Fue el momento más duro de la carrera. Se me caían las lágrimas de impotencia. Miraba al público angustiada, como reclamando ayuda, y dejé de correr por la alfombra para, parada, intentar conseguirlo. A punto de echarme al suelo presa del pánico. En ese instante me alcanza Emma. Se dio cuenta de mi agonía y, me animó. <Muchas gracias> Fue un gesto de compañerismo que está por encima de la rivalidad. Y finalmente pude tirar del neopreno por el cuello y bajármelo con facilidad. Llegué a mi bici justo cuando Emma salía. Con mucha dificultad, me puse los calcetines y el casco y logré subirme a la bici.

  

Los primeros kilómetros pedaleé muy fuerte para volver a enganchar a Emma y no perderla en bici. Vi que le iba recortando. Justo en la primera rampa del Vivero la enganché. Algo le pasaba, veo que se pone de pie y que casi se cae, como si no le acabará de entrar un piñón. Le pregunté: ¿Are you ok?  Y me contesta algo como que la bici no le acaba de ir bien. <¡Losiento, Emma! No puedo hacer nada por ti. Me sentía en deuda con ella y no quería que le pasará nada después del gesto que había tenido. A pesar de su problema veo que sigue pedaleando y eso me deja más tranquila. Me alegraba adelantarla, pero no así. Seguí, y seguí con ganas, con fuerza. Sintiéndome muy cómoda y más segura que nunca. Sobre todo, en la bajada, donde disfruté sin miedos, sin viento y emocionada de recordar el circuito al ser mi tercera participación ahí. Me encuentro con Javi que había subido hasta allí a verme y, emocionado, me canta que tengo la primera a tiro. <¡Gua! La tenía>. La vi y fui a por ella. Le aguanté todo el paso por el centro de Bilbao. Eso me sirvió para recuperar un poco porque había hecho una primera vuelta muy fuerte. En la rampa, que da inicio a la segunda vuelta, justo a la altura de la transición, se queda y aprovecho para atacar. Y por lo que veo en el giro, unos 10kms más adelante, ya se había quedado rezagada y que detrás de ella, a mayor distancia, viene Emma.

Disfruté en esa segunda vuelta liderando la prueba con algo de renta. La subida al Vivero se hizo muy larga y sufrida por el ritmo tan alto que llevaba y apenas sin fuerzas. Luché gracias a los ánimos que recibía durante todo el recorrido. La gente me gritaba: ¡venga este año es tuya! Impresionante las muestras de cariño por parte de todos. Vi a Javi de nuevo sin esperármelo en esa segunda vuelta y me transmitió su satisfacción al verme tan bien. Momentos únicos que te dan las carreras.

Por fin llegaba a la T2. Pero como no podía ser menos, con algún percance. <Si es que en Bilbao estoy gafada con las transiciones>. Me bajé bien de la bici. Pero, entre los pies aún fríos, los nervios, el cansancio y todas las miradas del público en ese instante, me hicieron perder el control y, aunque esta vez no llegué a besar el suelo, me pegué un tajo en la pierna con el plato que no quise ni mirar.

Quedaba un último paso. Un paso largo y agónico por eso. Supe que había forzado mucho en bici desde que me bajé a correr. Y con amago de rampas en los primeros kilómetros sufrí pensando no poder acabar la carrera. <¡No, lo pienses Judith!> me decía a mí misma obviando el mensaje que transmitían mis cuádriceps. Debía usar la razón, la lógica. Llevaba cuatro minutos de ventaja y eso no entraba en mis planes. Esa era mucha renta.

Foto: Manu Cecilio //

Supe gestionarla. Aunque fui corriendo a tirones. Aprovechaba el calor del público que me empujaba gritando mi nombre. Y en cambio, en otros momentos, me derrumbaba por el cansancio, el calor y el miedo a que pudieran alcanzarme. Así fueron mis tres vueltas de carrera: una lucha entre la lógica y el miedo. Una carrera muy agónica donde, a pesar de estar liderando la carrera con diferencia, mi cuerpo estaba vacío. Suerte que tenía a mi chico que corrió de lado a lado de la ría y lo llegué a ver hasta cinco veces. Los ánimos de Aida y la emoción de ver a Gus liderando también la prueba y soñar con poder conseguir el triunfo con él. Todos los conocidos que me encontré y todos los triatletas que, al cruzarnos, perdían su último aliento en animarme. Los kilómetros pasaban y la ventaja seguía prácticamente intacta. El ambiente de Bilbao me ayudó a conseguir la victoria.

Conseguí la victoria y con ello la deseada txapela. ¡A la tercera va la vencida!

Bilbao nunca defrauda, y ha vuelto a darme momentos mágicos. Por encima de la victoria me quedó con todo el cariño recibido. Con todas las muestras de cariño. Con el abrazo, en meta, de Eneko contento con mi victoria. Y con la euforia de Javi.

3.30h de la madrugada. Noche post carrera. Imposible dormir. Una vez más las emociones no me dejan. Euforia aún por las nubes y la necesidad de escribir e intentar plasmar mi última experiencia vivida en competición.

70.3 de Lanzarote: Una de las carreras más importantes de la temporada por varias circunstancias. Tanto es así, que me reservé una semana de mis vacaciones laborales exclusivamente para esta prueba. Quería prepararla bien. Quería, sobretodo, conocer el circuito ciclista. Eso, con un día me bastaba, pero como no era plan de hacerlo solo 2 o 3 días antes, decido cogerme la semana entera para poder hacerlo el lunes y el resto de semana descansar. Que lujo es esto de dedicar toda la semana a la competición; entrenar en el lugar donde compites, preparar bien la carrera y no hacer otra cosa que descansar el resto del día. A lo Pro total. ¡Gua! Nunca había dormido tantas horas en una semana. Sin duda, llegaba más descansada que nunca.

El lunes Javi y yo hicimos el recorrido. Ninguna sorpresa al comprobar que el viento iba a ser lo más duro de la prueba. Os aseguro que estás deseando que llegue el puerto, subir y dejar de luchar contra el aire en rectas infernarles donde ves que no eres capaz de aguantar ni los 30kms/h. Pero, a mí, no era eso lo que me preocupaba, no era la dureza, sino el peligro.  Las ráfagas y el viento soplando de costado te hace sentir que te puede tirar o sacarte de la carretera; sobretodo bajando, donde coges velocidades muy altas. Me di cuenta que había hecho bien en no traer perfil en la rueda delantera y también me di cuenta que había ganado en experiencia desde la primera vez que competí aquí (en noviembre del 2014 en el Oceanslava), donde sufrí mucho y pasé miedo.

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Lunes. Deberes hechos y plus de confianza. El resto de semana muy tranquila con entrenos suaves. Pudimos aprovechar las instalaciones de La Santa. Que, aunque no te hospedes allí, el triatleta tiene acceso toda la semana. Qué gozada de sitio. Impresionante.

El miércoles llega nuestro amigo y supporter Alberto y jueves nuestros padres; así da gusto competir. También Juanjo que estará en carrera como medio. –que ilusión-.

Jueves. Nado con Víctor en el circuito de natación (el único que me faltaba por conocer). Ya se respira tri y empiezas a ver compañeros y caras conocidas. Empiezan los mensajes de ánimos y las mariposas en el estómago. Las rivales van apareciendo, trayectorias de vértigo detrás de varios se esos nombres que apenas conozco. Algún rostro conocido, algún nombre que me suena… todas extranjeras menos yo –y eso que corro en casa– aunque ya sabemos que Lanzarote es muy internacional (como todo el circuito Ironman, obviamente). Yo partía con el dorsal 19, eso quería decir, la novena fémina, pero quería luchar por llegar al pódium.

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También algún curriculum manchado por positivo. Hasta con pena de tres meses de cárcel por intentar sobornar al del control. ¡Alucinante! Tolerancia 0 con el dopaje. Qué, casualidad o no, resultó ser la ganadora de la carrera.

Es cierto que también hubo alguna baja importante de última hora. Como la de Lina Thams (tercera en Zarautz) que tuvo una caída a principios de semana. Pero allí estuvo animando como la que más. –¡thanks Line!- Gran persona, espero que se recupere pronto.

Sin más preámbulos y dejando de lado las rivales. Llega el sábado, llega el momento de competir. –Por fin-. Total, yo debía hacer mi carrera como siempre. Además, los pronósticos, en estas carreras, de poco sirven.

8.00h empieza la carrera. Salida conjunta de chicos y chicas Pros que hace que me lleve algún golpe y agarrón al principio, pero decido rápido apartarme del meollo para poder nadar. Eso hace que se me escape ya en los primeros metros el grupo de cabeza, y en cuestión de 100 metros me quedo más sola que la una. Natación muy cómoda en solitario, obviamente, pero sin referencias de ritmos ni rivales. 28’23” (no lo sé hasta final de carrera, nunca llevo crono en el agua). Tiempo lento en comparación con otras carreras, pero ya sabemos que eso no sirve de mucho. Además, fue sin neopreno. Eso sí, yo enfundada en mi Sailfish Rebel.

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Sin saber cómo voy (iba 4ª), salgo junto a la austriaca (la ganadora) que ya me pasa en la transición y veo como se esfuma en los primeros kms de ciclismo. Pero hoy más que nunca era importante regular y dosificar en la bici, no podía quemarme tan rápido y menos por seguir a la favorita que, por desgracia, aún se me queda lejos de mi alcance. Esencial potenciómetro en una carrera así, bueno, todo llegará.

En los primeros kms ya se me escapa una sonrisa sabiendo que tenía por delante casi 3h (eso calculaba) muy divertidas. La risita era irónica, obviamente. Muy preparada psicológicamente para ello y por suerte, el factor físico también me respondió. Buenas sensaciones desde el principio. Aunque inevitable ya llevaba el pulso alto y las piernas acartonadas.

Me pasa Victor en Soo, nos deseamos suerte. -Lástima que no pudo acabar finalmente la carrera, que mal me sabe. Espero que se recupere para el Ironman Barcelona de este fin de semana-. Me pasa algún otro pro y yo aun intentando buscar mi sitio en los primeros kms, intentando buscar alguna referencia, visualizar alguna chica. No sabía cómo iba, además el ansia siempre me puede en los primeros kms.

Paso Famara y empieza uno de los tramos más duros de la carrera, una de esas rectas con toboganes sin fin (unos 10kms). Me sorprendo de no ir tan mal de ritmo –incrédula, lo peor vendría a la vuelta- pero mi sensación era que llevaba el aire en contra. Es lo “jodido” de esta isla. Pero iba bien porque de Famara a Teguise paso a dos chicas. No sabía cómo iba, pero intuía que en posiciones de pódium ya, -o eso quería creer-. Luego supe que iba tercera, aunque en ese momento creía que me había puesto segunda. –¡Que mal había nadado! O que bien el resto, o ambas-.

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El circuito además de ser duro, y ser una vuelta larga donde te alejas de La Santa, está abierto al tráfico y eso hace que no haya apenas público, pero mis padres y mis suegros se desplazaron en coche hasta un punto para vernos pasar. Casi en el ecuador de la carrera, cuando las fuerzas empiezan a mermar y ya te has cagado 200 veces en el aire. Emoción al verlos y depósitos de adrenalina llenos que me ayudan a seguir tirando con fuerza.

Después de colocarme tercera, poco antes del km 30, me quedo sola. De nuevo a luchar en solitario sin ninguna referencia, con lo difícil que es en una carrera así. No sabes si vas lenta o rápida, si poner un piñón más o menos, si regular o subir velocidad… –total, este aire te destroza igual a 30 que 32km/h-. Pero por fin llega el puerto. –SI es que os lo digo, en esta isla prefieres subir que rodar-.

Puerto largo pero llevadero, seguían las buenas sensaciones, buscando un buen ritmo sin vaciarme. Me cantan que voy tercera, a unos 2’ de la segunda, que pude ver algún momento a lo lejos pero que parecía que se alejaba más. Lo importante es que estaba abriendo hueco por detrás, y aunque quedaba mucha carrera aún, estaba en la posición deseada y tocaba defenderla con uñas y dientes, como siempre.

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Bici de coco total, me pasan puntualmente algún Pro rezagado y algunos grupos de edad, aunque rápido se van. Yo sigo a lo mío. Sorpresa cuando escucho mi nombre en las últimas curvas del puerto y veo a Santi y su novia –que ilusión-. Ya no dejaron de animarme hasta el final. –¡Muchas gracias pareja!-.

Toca bajar, supero con nota el descenso. Sobre todo, porque voy sin miedo y sin ningún susto, a pesar de que el viento juega conmigo a su antojo. Pero –no te emociones que nos quedan 20 duros kms– donde toca volver a Famara y ahora sí que sí, el viento iba en contra. Supervivencia, sin más. Pensar en “que poco que me queda” y no ”el aún falta”.

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Kms finales donde se me escapa una sonrisa de satisfacción, esta sí que es de felicidad. Contenta de mi sector ciclista y sobretodo orgullosa de haberlo defendido tan bien en todos los aspectos. Sabiendo que había sido un día duro en la isla, con viento fuerte (rondando los 36kms/h). Ximo que no falla nunca a esta cita corroboró que había sido uno de los días más duros. Por cierto, que ilusión verlo y competir junto a él.

Encarando ya la T2. Con el acojone en el cuerpo por los 21km, inevitable. Y más después de una bici tan exigente. Pero, desde las primeras zancadas supe que iba a salir una buena carrera, se nota. –Qué curioso, hay días que te reservas más y no vas ni para atrás y otros, que corres mejor que nunca cuando menos te lo esperas-.

Pero, ¿cómo no iba a correr bien?, si fue el público el que me hizo volar. No puedo describirlo, vaya, no sé ni cómo hacerlo. La Santa y sus alrededores era una olla de gente que se dejaba la piel animando. Kike que había venido expresamente –imposible encontrar suficientes palabras de agradecimiento, Line, todos los voluntarios, corredores con los que te cruzas y se dejan el poco aliento que les queda para animarte. Amigos, conocidos, seguidores…Mi familia, que vibró y sufrió con mi carrera a partes iguales, sobretodo mi madre. Qué bonito ver esa mirada protectora. Y mi padre, que me transmite siempre fuerza y confianza. Cruzarme con Javi en cada vuelta, ver que, aunque esté sufriendo, está bien y me grita y me anima cuando casi no puede ni sostenerse. ¡Las carreras no tendría sentido sin esto!

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Como no, nuestro supporter enviado especial Alberto, – ¡Gracias! – Gracias por empujarme en cada vuelta para seguir luchando por esa segunda posición. Sí, porque no es penséis que me bajé tercera y no se movió la cosa, sino que fue una de las carreras más surrealistas y emocionantes que he vivido.

Me bajé a 1’20 de la segunda, yo la veía desde el principio y veía que se iba quedando. Es cierto que salí fuerte y que Alberto me decía de parte de Álvaro que regulara, pero, no le hice mucho caso. – ¡lo siento, coach! – Me encontraba fuerte, sabía que podía llevar un ritmo alto y que ella se iba quedando. Además, el público me animaba y me decía que iba fundida.

Pues eso parecía, pero, ¡no! Jugó conmigo como quiso. La pasé en mitad de la primera vuelta y lejos de quedarse, se pegó detrás, justo cuando llevábamos aire en contra. Paso por vuelta juntas y me mete un cambio de ritmo al empezar la segunda que me desfonda y decido regular. Sino si que quizás estaba yendo demasiado rápido. Además, empiezo a tener problemas nuevamente con las plantillas de las zapatillas que se me ladean y hasta se me pasa por la cabeza parar y recolocarlas sabiendo que la cuarta venia lejos y que esos segundos que pierda me beneficiarían si corría cómoda. Pero mientras dudo si parar o no, veo que vuelve a aflojar el ritmo. Poco a poco la voy pillando, y justo cuando le doy caza, veo que se para, hasta le hice un gesto de ánimo, pero no, más lejos de la realidad solo quería ponerse detrás, volverse a resguardar del viento y acabar la segunda vuelta de nuevo como si fuese mi sombra. Yo no entendía nada, pero estaba disfrutando de la carrera, de estar luchando esa impensable segunda posición y de correr como lo estaba haciendo. El público también vibró con nuestro emocionante duelo y nos lo transmitían. Yo estaba eufórica, los kms iban cayendo. Parece que el dolor físico pasó a un segundo plano y esto ya era estrategia pura.

Última vuelta de infarto. No por el ritmo alto, porque más bien bajó, a consecuencia que ninguna quería tirarya de la otra. Mano a mano, corriendo codo con codo, sin saber si se estaba muriendo o reservando. Subo un poco el ritmo y me pongo delante en el giro ya de vuelta a meta (últimos 3kms). A consecuencia de ello, se enfada porque al estar delante he cogido el vaso de Coca-Cola que nos ofrecen los voluntarios y ella se queda sin. Se lo cedo. ¡Sin problemas! Hasta ella se sorprende de mi actuación, pero para mí la deportividad está por encima de todo.

En ese momento se vuelve a poner a mi altura y me dice en medio inglés (era Polaca), que tranquila, que la cuarta no nos pilla. Vaya, que regulara y que esto tenía pinta de sprint final. Muy bonito, pero no era plan de dejar ir mi carrera. Además no sabía si eso era un “yo voy justa”. Decido volver a subir ritmo, me aguanta, sigue el mano a mano. Hasta que en la subida que nos hace entrar en el recinto de La Santa, en los últimos 500 metros, me pega un cambio de ritmo fuertísimo que, aunque lo lucho a muerte, me veo incapaz de aguantar. En cuestión de segundos me coge metros que soy incapaz de recortar. Duelo finiquitado que a pesar de todo me hacen conseguir una luchada y meritoria tercera posición.

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Súper contenta con la carrera. Con todo lo vivido que es mayor recompensa que la posición final. Agradecer a todos los que me han animado, aquí o allí. A todos los que me escribís para mandarme ánimos o felicitaciones que siguen llegando. Felicitar a el Club La Santa por la inmejorable organización y a todos los que forman parte de ella como son los voluntarios y trabajadores. En especial a Isabelle y Kenneth por su encanto y cercanía.

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Mención especial a Almudena Abad que con 18 años recién cumplidos debutó en media distancia nada más y nada menos que en Lanzarote y con un carrerón. –Me hiciste emocionarme mucho con tu admiración hacia mí. Ahora soy yo la que te admira a ti-. Y a los paratriatletas que ellos sí que tienen mérito luchar en esta isla.

Agradecer a todos mis sponsors y colaboradores por su ayuda y apoyo. La temporada va llegando a su fin. Me queda solo el Challenge Paguera el 15 de octubre. Con ilusión de acabar la temporada con la regularidad que estoy teniendo.

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¡Primer triatlón de la temporada!

Por más años que lleves en esto, los nervios no cesan. Estaba como el primer día de colegio; nerviosa, con ganas, pero con esa mezcla de incertidumbre sin saber lo que te espera.

Además de que no conocía la prueba, aunque ya me habían advertido de su dureza en el tramo a pie, venía sin saber cómo me iba a encontrar. Con mucha seguridad en mi misma ya que me encontraba fuerte y todo el ciclo de entrenamiento había sido bueno, pero con esa falta de chispa que se pierde cuando llevas tantos meses sin competir.

El nivelazo que había no ayudaba a tranquilizarse. Y más cuando ya empiezas a salir con dorsales bajos y ser una de las candidatas a luchar por llevarte la carrera. ¡La presión ya pesa! Pero yo tenía que hacer mi carrera, como siempre. Sara Loehr era la favorita, yo tenía que ir a defender mi dorsal número 2, difícil con el palmarés del resto de competidoras.

A pesar de todo, la logística la controlé bien. Estaba todo listo y ya en la arena esperando ansiosa empezar la carrera. Aunque con 20 minutos de retraso, pero por fin sonó la bocina. Ya en el agua, luchando por coger un hueco y poder controlar el ritmo y la respiración. No hice mala salida, me encontré cómoda y rápidamente busqué un grupo que me ayudó a marcar un buen ritmo. Salíamos con los chicos elite y realmente no sabía cómo estaba situada respecto de las chicas. Me paso Dolça al paso de la primera bolla, pero no pude seguirla. Aun así, llegué a la T1 segunda, viendo a Dolça justo por delante y con la ventaja suficiente para coger la bici sin que ninguna más me diera caza.

La bici, a pesar de empezar con una rampa muy fuerte al salir de boxes, era muy llana, muy rodadora, y eso no me beneficiaba. Si quería luchar por estar delante, tenía que hacer una bici fuerte e intentar marcar ahí la diferencia, la táctica de siempre.

Así lo hice. Me escapé desde el principio pasando a Dolça en la primera subida y me concentré durante todo el sector ciclista para no dejar escapar ni un segundo, eran claves! Aunque la bici era muy rápida, se hace muy larga cuando ruedas completamente sola, sin apenas referencias respecto a otros corredores en todo el recorrido. Luchando contra el viento y contra el crono por no dejar escapar tiempo. Las sensaciones eran buenas y más cuando veía que iba ampliando distancia por detrás.

Si soy realista, no esperaba sacar tanta diferencia en un circuito rodador, me sorprendí de hacer esa bici tan fuerte y llegar bastante entera a la T2. Aunque alucinada de llevar 4’ de ventaja respecto a Sara, sabía que no era ventaja suficiente para ser perseguida por un “guepardo” como ella! Aun así, había que luchar por ello y defender hasta el máximo ese primer puesto.

Corrí bien, hasta que llegué al infierno de las escaleras y supe que la carrera iba a ser muy dura. Por más que te lo imagines (y eso que yo he hecho carreras de subir escalera), no cuentas como “mata” a nivel muscular y como el pulso se dispara y aparece la agonía. Son esos momentos que piensas: “¡madre mía, ¿quién ha inventado este circuito?! ¡No era necesario!” y te planteas porque te gusta tanto sufrir y competir.

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Pues allí seguía, corriendo, empezando la segunda vuelta con la certeza que Sara me iba a dar caza en cualquier momento, en la primera vuelta ya me había recortado 2’30”. Me dediqué a seguir mi ritmo hasta que me cazó antes del segundo tramo de escaleras. Después de animarnos mutuamente, me conciencie de que había que mantener la entereza y defender la segunda plaza.

Así lo hice. Disfruté de los últimos kms de carrera sabiendo que había luchado y que lo había dado todo una vez más. Era una buena carrera y un buen inicio de la temporada. Quizá algunos esperaban más de mí, y se lo agradezco, pero yo sabía que Sara estaba muy por encima y hay que felicitarle por ello. Igual que al resto de corredoras.

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Lo mejor, llegar a meta sabiendo que Javi, Richard y María habían estado acompañándome y sufriendo conmigo durante toda la carrera. Supporters de lujo! Que para mí dice mucho. Su compañía durante todo el fin de semana hizo que un mero viaje de competición se convierta una vez más en un viaje inolvidable, lleno de anécdotas, risas, buenos y “malos” momentos (es que la carrera fue tan dura que me paso factura a nivel estomacal y la vuelta fue dura).

La anécdota de la carrera: cuando un juez se me acerca en moto sobre el km 70 de bici y me dice con ironía: “¿estas segura que vas bien? ¿No te habrás equivocado de recorrido?” como imagináis, muy desconcertante. Suerte que en la rotonda siguiente venia el giro que me desviaba a la parte final y me cercioré de que iba bien. Aunque seguía desconcertada. Por supuesto, al final de carrera le pedí explicaciones (porque él en ningún momento se vino a disculpar) y aun sabiendo de su error (no sabía que iba primera yo en bici) me dijo: “¡bueno yo te digo, pero tu sigue, no me hagas caso!” ¡Y eso que es un árbitro de la FETRI!

Agradeceros a todos los que me estuvisteis siguiendo en directo, para mí fue muy emocionante recibir decenas de mensajes y fotos mientras me seguíais. A todos por los ánimos y felicitaciones. Por creer en mí.

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A mi entrenador Alvaro Rance por seguir ayudándome día a día.

A todos mis patrocinadores, a los que ya me ayudabais la temporada pasada (Laica  y Portubienestar.com, xwin, Alimmenta y Sailfish) y los nuevos (Recuperat-ion, Newton, Big Mat Garro Sant Boi, Unîca Bikes, Speedsix, Catlike, Odeclas y Viator) y a los que me cuidan (Centreafit y Cyclistlab) y por su puesto a mi club Where Is the Limit? Sin vosotros no sería posible. He podido estrenar bici, ruedas, neopreno, casco, tritraje, zapatillas…gracias a vosotros! Y el estreno ha sido increíble. Gracias a Viator por acogerme y enseñarme que detrás de una gran marca ahí una gran familia que he tenido el placer de conocer.

A por la siguiente!