02:30 de la madrugada. Insomnio post carrera. Ya lo había olvidado. Pero, bendito sea. Que ganas de volver a escribir y contar una carrera. ¡He (hemos) vuelto a competir!

 

Y aquí va la crónica…

Cuando por la tarde, antes de competir, te encuentras, en tu mismo hotel, a tus padres por sorpresa… ya sabes que las cosas van a ir bien.

Sí! Ella es mi madre!! (foto: Cris Guerrero)

 

Esta carrera no estaba planeada. No nos engañemos. No la había preparado. Aún estoy saliendo (o espero estar saliendo ya) de una lesión que me ha dejado meses sin correr y sin poder coger la cabra. Y eso, sumado a la falta de carreras por la pandemia, ha hecho que mi estado de forma no fuese óptimo. Falta de volumen, falta de ritmo, no haber podido seguir una planificación estricta y adecuada a la carrera, dejarme un poco con la dieta, etcétera… No quiero poner excusas, nunca lo hago, pero tengo que ser sincera y poneros en la situación real. No digo que no estuviera para competir, podía hacerlo, pero no me sentía al 100% y quizá en otras circunstancias no lo hubiera hecho. Normalmente vas a una carrera porque quieres, porque te sientes fuerte y con energía para lograr tus metas. Sin embargo: ¿no crees que tu meta ahora es volver a competir? – me pregunté a misma.

 

Ese motivo fue suficiente para que dos semanas antes decidiese estar aquí. Iván me dio el visto bueno. Aunque el que me acabó de convencer fue Diego (de Planeta Triatlón). Lo hizo a través de Rocío haciéndome saber que la PTO iba apoyar el evento. No les podía fallar, a ninguno de ellos. Ni a mis patrocinadores que siguen ahí, al pie del cañón y que se merecían que yo también lo estuviera. Y por supuesto, a mí misma. ¡Qué eres triatleta, joder! ¡Qué eres deportista! ¿Compites solo para ganar… o porque te gusta esto? No tenía que convencerme de nada (bueno, un poquito sí. Jejejeje) Pero no es fácil cuando te gusta dar lo mejor de ti. Y en esos momentos sentía que no lo tenía. Sobre todo cuando la lista de inscritas me hacía difícil luchar por el pódium y cuando, la semana de antes, tenía planeado un viaje a Dolomitas con mi marido (por puro placer).

 

Por supuesto, no dejamos de hacerlo, pero la carrera lo condicionó inevitablemente. Intentamos (y no digo que lo consiguiéramos) cuidar un poco más la dieta. Lo que si conseguimos fue meter un poco de carrera a pie y buscar una piscina para, al menos, tocar agua dos de esos ocho días. ¡Aig! Si es que no tenemos remedio. El triatlón corre por nuestras venas.

Por si fuera poco, tanto los medios de comunicación como muchos triatletas me daban como favorita. Se agradece. –Sin presión eh !Buf!– Pero cómo les decía yo, a muchos amigos y compañeros, que no entendían porqué iba como favorita sabiendo de mi lesión y de mi estado de forma…: me lo había ganado a pulso. Mi trayectoria, y sobretodo mis resultaos del 2019, habían hecho que me ganara la condición de favorita y esa etiqueta era algo que debía aceptar. Lejos del peso que supone, tenía que valorar la parte positiva de ello e intentar defender esa condición por muy difícil que fuera. Y ojalá siga partiendo como favorita en muchas carreras. Eso será una gran señal para ver que las cosas van muy bien.

 

Os lo tengo que agradecer. Os quiero agradecer a todos los que apostabais por mí y confiabais en mi victoria. Eso es muy gratificante para mí. Me alagaba un montón leer eso en los días previos y solo por eso ya me sentía una afortunada de poder volver a competir. Y es que, sin duda, lo más bonito fue volver a sentir el cariño de toda la gente. Y de todos los vascos que siempre se vuelcan conmigo. Fue un regalo empezar a recibir tanta cantidad de mensajes los días antes de la carrera. Mensajes de gente que me escribía porque se había alegrado mucho al saber que finalmente iba a competir. Me decían que irían a verme, a animarme, a saludarme… No paré de recibir mensajes de ánimo y sobretodo mucha gente me escribió para ofrecerme su hospitalidad, para hacerme de chofer, de guía, por darme un masaje en su consulta… Era abrumador ¡Gracias a todos! De corazón.

 

Todo eso me hizo darme cuenta de cuánto echaba de menos competir. Y de qué hice bien en estar ahí. Fue realmente emocionante encontrarme con tantos amigos, compañeros, afición, speaker, organización, árbitros… Sí, a los árbitros también se les quiere y se les he echado de menos. Somos personas y el reencuentro con alguno de ellos fue realmente emocionante, como con Marta, que hasta fue inevitable estrujarnos fuerte los antebrazos. O el poder darle un abrazo a Javier Berasategui. Cómo me alegró volverle a ver. Aun me emociona recordar ese momento. Hay que celebrar la vida ¡joder!

 

Lo sé. Las medidas de seguridad fueron, como debe de ser, muy estrictas, y felicito a la organización por todo ello. Gracias a todo eso estamos compitiendo de nuevo. Sin embargo, os mentiría si no os digo que algún abrazo fue inevitable. Fue con mascarilla, tres capas de ropa y aguantando la respiración (jejeje), pero los hubo. Me quedo con el de Aida. No había mejor reencuentro que volver a verla compitiendo y hacerlo juntas de nuevo.

 

Sí. También hubo carrera. Ya empieza.

 

La salida fue en formato contrarreloj cada 3”. Yo salía la segunda detrás de Eva Valero. Así que tenía a todas las triatletas en modo persecución. Que agonía saber que te vienen todas a escasos segundos por detrás intentándote dar caza. Eso si que es presión y no lo de “favorita”. Ahora entiendo al pobre Pello que partía con el dorsal 1 con toda la tropa detrás. Era como estar en un videojuego y ver que te persigue el come—cocos. ¡Qué tensión!

 

La natación fue limpia. A pesar de nadar en la ría (Jejejeje). Fui adelantando a muchos chicos elite sin problema y a pesar de no tener referencias intenté nadar fuerte para mantener mi ventaja. Sin embargo, cuando salí del agua, vi que Anneke Jenkins ya me había tomado la delantera y yo ni me había dado cuenta de su adelantamiento. ¡Guau! Y quizá salió un minuto detrás de mí. ¡Que no cunda el pánico! Venía preparada para esto.

 

El pánico cundió cuando tocó hacer una transición sin sentirme las manos y los pies. Eso es un puro suplicio (por más que lo vivo no me acostumbro a ello): conseguir meter los dedos de los pies en los calcetines, conseguir abrocharme el caso y conseguirmeter los pies en las botas, en marcha, es la auténtica prueba de fuego del triatlón.

Reconozco que el frío fue menor del que esperaba. Sabía que en carrera siempre es soportable y decidí no taparme. Hice bien. No pasé frío. El único problema es que mis manos y pies nunca vuelven del todo a recuperar la sensibilidad y eso me dificulta un poco las cosas. Me costó beber y comer por la falta de precisión y fuerza en las manos. Y me costó frenar y tener tacto con la bici. Y es que, aunque la lluvia también nos respetó bastante, la carretera ya estaba muy mojada y junto a las hojas de pino (y otros árboles) que había, el piso se puso un poco resbaladizo. A mí eso me acojonaba. Y no era una carrera en la que sentía que quería arriesgar tanto como para jugarme el tipo. Además, ver como a algún chico le patinó la bici o le tambaleaba delante de mis narices, hizo que aun tomara más precauciones.

(Foto: Susana Etxebarria)

A pesar de no arriesgar bajando, sentí que iba fuerte. Al menos intenté darlo todo en los llanos y subidas. Me motivó pasar a Anneke sobre el kilómetro 12 y luchar en solitario. Eso era buena señal. Había pasado a muchos chicos elite en el aguay todo el resto de competidores venían muy cerca por detrás. Y ver que iba luchando la carrera prácticamente en solitario y que no me daban caza era buena señal. O eso creía. Realmente iba muy forzada, tanto de cardio como de piernas, pero debía luchar en ese sector si quería estar dentro de carrera y pelear por los puestos de cabeza. Sabía que corriendo iba a tener pocas opciones y había que intentarlo en la bici.

 

No me sentí ágil, no acababa de notar que la cosa fuera fluida en mi pedaleo y en mis sensaciones. Sin embargo, sentía que iba fuerte, que seguía cazando elites y que otros nunca se acababan de ir. A algunos les daba caza en las bajadas y eso hasta me hizo creer que iba bajando muy bien ¡Qué ilusa!

(foto: Gonzalo de las Heras)

 

El kilómetro 63 me devolvió a la realidad. En ese momento me pasó un grupo de unos 8 participantes donde iban Laura y Anneke. Me sorprendió, la verdad. Me descolocó. Y no os voy a negar que me desmoralizó. Estaba viviendo una realidad distinta. Mi cabeza estaba compitiendo en una carrera totalmente diferente y me frustró la sensación de haber hecho un gran esfuerzo en balde. Entre el estupor y el no querer pecar por meterme en zona drafting, vi como se iban alejando sin más con todo el grupo. Me faltó decirles adiós con la manita. Poca picardía la mía quizá.

 

Quizá el exceso de respeto en las bajadas me hizo perder tiempo. No lo sé. O simplemente es porque también están más fuertes que yo en bici. Lo más probable. Y con esos pensamientos me tocó lidiar en los últimos kilómetros donde el viento en contra me lo puso difícil e hizo que ese tramo final se hiciera muy largo.

 

 

Tocaba afrontar la carrera a pie. Se me hacía larga solo de pensarlo. –vamos a ver cómo podemos defenderlo– me dije a mí misma. Estaba claro que, con el ambientazo y la entrega del público en las carreras vascas, la cosa se pone mucho más fácil. Y es que, si creéis que el frío, la lluvia, el viento o la pandemia les condicionó, estáis muy equivocados. Al contrario, salieron con más fuerza y ganas a la calle para volcarse con nosotros. En el momento que empecé a correr y pasé por delante de ellos ya sentí como subían los decibelios. No hay mejor placer, os lo aseguro. Es indescriptible esa sensación de notar como sus gritos te empujan, como se unen a ti, a tu esfuerzo. Una tiene que tratar de controlar esa emoción.

 

No me bajé a correr tan lejos de la cabeza. La gente me gritaba que a un minuto y escasos segundos (y a saber cuánto tiempo más tras la diferencia de la salida). Tuve el impulso de intentar ir a por ellas. Era yo la que tenía la posibilidad de darles caza, pero sentía que no había de dónde tirar. Iba forzada, con el pulso muy alto y sin saber cómo iba a responderme la lesión y “las patas” a medida que pasasen los kilómetros. Debía ser algo conservadora. Al menos al principio. Y asegurarme que podía completar la prueba. Era mi principal objetivo. Además, la ventaja por detrás era grande. Aída, Guru y el resto de chicas venían lejos. Guru venía muy fuerte, estaba segura de que algo le debía haber pasado para estar tan rezagada. Así que era importante correr con cabeza y asegurar ese puesto tan valioso en ese momento. Y más, dadas las circunstancias. Lo único malo, o la única extraña sensación, era sentir que ya estaba fuera de carrera; que poco podía hacer. Entonces… es cuando te acomodas ¿Cómo somos, eh? Siempre queremos lo difícil. Nos va el riesgo.

(foto: Ion Zagusti)

 

Me limité a mantener el tipo. A llevar un ritmo que me permitiera no desfallecer. Traté de disfrutar del ambiente para hacer que los kilómetros fueran más llevaderos. Y es que realmente, mientras corría, valoré lo importante que era el volver a estar compitiendo de nuevo. Me di cuenta que estaba participando en un campeonato de España de Media Distancia. En una carrera de un gran nivel donde, en muy pocas ocasiones, se ha visto algo igual. Parecía que estaba en el paseo de la fama: Javi Goméz Noya, Godoy, Gustavo, Morenito… Anneke, Guru, Aída, Laura…Y Marcel Zamora entre el público. Y es que sentí que además había algo especial y que, por muy tocados que fuéramos, nos íbamos alentando todos con un grito o con un simple gesto o mirada. Y es que el circuito nos permitía vernos en todo momento. Y eso es un lujazo. Sobre todo el poder cruzarme en cada vuelta con Javi y ver lo bien que iba. Realmente estuve muy distraída. Hasta me pasó una cosa curiosa: Y es que no sabía que Eneko, con el que coincidí en el campus de Lanzaorte, tenía un hermano gemelo que estaba viendo la carrera. Pues no sabéis la paranoia mental que me hizo al ver en la primera vuelta a “Eneko” en el público preguntarle con un gesto si estaba bien y después verle corriendo en las vueltas siguientes. Aig Dios mío. No entendía nada. Aún me estoy riendo sola.

Me costó entrar en carrera, pero en la última vuelta no quería que se acabase. Estaba disfrutando mucho y no quería que aquello finalizara. Quería saludar a todo el mundo. Quería agradecer todos aquellos ánimos. Agradecer a mis padres, a Cris e Isa, Itsaso e Iña, Raquel e Iker, Mikel, Alberto…., a muchos, a una larga lista de personas que me ofrecieron tantos ánimos. A muchos no pude verlos, a otros solo conseguí oírles. Y como me pasó con Helene y Axi que, en la última vuelta, sí conseguí localizarles y pude lanzarles un saludo. ¡Que ilusión! Aunque me quedé con ganas de charlar un rato con ellos y saber como estaban.

 

Y finalmente, llegué a la meta. Tercera posición en carrera y segunda en el Campeonato de España. Satisfecha con el resultado y contenta con mi rendimiento. Felicitar a Anneke y Laura por su gran carrera. Sinceramente: ni estando al 100% hubiera podido con ellas, fueron muy superiores. Felicitar al resto de triatletas por defender una carrera nada fácil por las condiciones meteorológicas. A la organización y la FETRI por el gran trabajo. Y a la PTO por su gran apoyo.