Realmente he tenido muchas dudas de si escribir o no esta crónica. No porque no quisiera hacerlo, sino porque no sabía ni cómo hacerlo. Si la hubiese ido redactando al instante, todo sería diferente, pero al tener que redactar todo lo acontecido una vez ha finalizado, lo hace muy difícil. Y más cuando no acaba bien.  No os voy a decir que no me falten fuerzas para explicar mi última aventura, pero no quiero dejar de hacerlo. Esta carrera no debe ser menos que el resto. La crónica no solo os la debo a vosotros, también me la debo a mí misma y, en este caso, la usaré como terapia. Intentaré que los sentimientos que me invaden ahora mismo no empañen los que viví hasta el momento que todo se torció.

Llegamos a Porth Elizabeth jueves al mediodía. Es verdad que algo justo, pero teniendo en cuenta que no había diferencia horaria, era suficiente para adaptarse. “Como en casa, en ningún sitio”. Así que cuantos menos días pases fuera antes de la carrera, mejor: descansas mejor, entrenas mejor, comes bien…y, sobre todo: no estás todo el día tirada en la habitación del hotel contando los días y las horas, templando los nervios y lidiando con el aburrimiento.

Llegaba con mucha confianza a esta carrera. Reconozco que es la prueba que más he preparado a conciencia. Había entrenado mucho y muy bien para este Ironman y había cuidado el resto de detalles. Sobre todo, la alimentación y la suplementación para que no me volviera a suceder lo de Calella. Aquella vez los problemas estomacales me sacaron de carrera y no quería que se repitiese. Confiaba en que no y no debía pensar en ello. Por eso había venido hasta aquí, porque creía que aquello fue algo fortuito (aunque en varias carreras más, haya tenido los mismos problemas, pero ya después de cruzar la meta).

Llegaba con la motivación por las nubes. Tenía mucha confianza en mí y en lo bien que me encontraba, pero tenía los pies en el suelo y sabía que debía correr con más cabeza que nunca. Con la premisa siempre clara de que el objetivo era: ¡ser finisher!  Si tenía que llegar algo más, que llagara solo. Pero no debía dejarme influir por el nivel, la clasificación, los puntos, las rivales y todo el resto.

Los días previos fueron normales: entrenar, comer bien, descansar mucho, entretenerte viendo series y películas y aburrirte sin apenas wifi para poder matar más el tiempo. Suerte que, como siempre, tenía a Javi para hacerme compañía – el también competía -, ¡con él nunca me aburro!

La mañana de la carrera me levanté tranquila. Sorprendentemente, mi cabeza estaba controlando todo mi sistema nervioso. Ella sabía que debía estar calmada y confiada y que no debía presionarme por nada. Hasta consiguió controlar el esfínter que siempre anda muy suelto las horas previas por culpa de los nervios.

Preparadas ya en la línea de salida, llegó el momento. – < Sin estrés, que quedan muchas horas por delante > – me decía a mí misma mientras el pulso se aceleraba con la cuenta atrás. Y cuando el corazón ya no puede latir más rápido, por fin suena el bocinazo de salida. Ese que llevas ansiando desde hace meses, ese que parece que no va a llegar nunca y ese que esperas que marque el principio de una gran carrera y que te permita correr como sabes, ni más ni menos.

La natación no fue buena para mí. En las primeras brazadas se me fue mi referente, Rachel McBride. Nadamos juntas en Los Cabos y sabía que estábamos en el mismo ritmo. Me quedé sola en los primeros metros, pero rápido me alcanzó un grupo. En éste estaba Saleta, con quién nadé en paralelo toda la natación. Eso lo hizo muy llevadero y agradable sino hubiera sido porque Emma Pallant me destrozó los pies. No dejó de tocármelos ni un segundo en los más de tres kilómetros. ¡Uf! Que Rabia de eso. Desespera. Y más cuando no solo te los toca, sino que te frena y ten incordia. Algún buen arañazo me lleve y es más doloroso con los pies helados como los tenía. No fue una buena natación, tiempo mediocre. 55’

La parte positiva es que no iba a salir sola del agua y ese grupito podría hacer más llevadera la bici, o eso esperaba. Pues tuve un poco de todo. Acostumbrada a pedalear muy sola en carrera, tener alguna referencia de vez en cuando es muy agradable.

Lo peor de la T1 fue tener que correr con los pies congelados sobre un asfalto rugoso que me los reventó. < ¡Que dolor!> Fue un momento muy heavy. Perdí a dos rivales por delante – < ¿que soy a la única que le duelen los pies corriendo por aquí o qué? > – Aunque me subí con Emma, dejé rápido que se fuera. Ella salió a muerte y yo desde el principio iba a regular – < ¿Estamos locos? Que son 180km > -. Cogí mi ritmo. Sin querer, en las transiciones te vienes arriba y empiezas cada disciplina demasiado fuerte, hasta que te das cuenta y levantas el pie. Aquí fue la primera vez que no me dejé llevar ni por la emoción ni por mis rivales. Sabía que debía hacer mi carrera.

No había salido sola del agua, así que rápido me pasaron un par de rivales que habían hecho una transición algo más lenta. Era un buen tren y aunque algo rezaga, intenté engancharme a él. Vi que me acercaba a ellas sin gran esfuerzo y me alegré de encontrar a unas compañeras de viaje. Aunque rápido una se bajó del tren. Después de varias advertencias del árbitro por “chupar rueda”, llegó la tarjeta de penalización y eso hizo que finalmente se descolgará.

Cuarenta y cinco kms de ida muy llevaderos. Pendiente de no perder la estela de mi rival, aunque no llegaba a acercarme y en varios momentos creí perderla. No quería forzar, pero era importante poder aguantar esa referencia. En el giro vi que había abierto mucho hueco por detrás con las que habían salido conmigo del agua. Pero Guru, que salió mucho más tarde, estaba cerca.

La vuelta fue otro cantar. Ilusa de mí, mientras pedaleaba en la ida pensaba que la vuelta iba a ser más rápida, picaba para abajo y en principio llevaríamos viento a favor. Que equivocada estaba. Había disfrutado del viento a favor en la ida sin darme cuenta y ahora tocaba sufrirlo en contra. Se hizo duro. Desgasta mucho luchar contra el viento. Ni las pequeñas bajadas me hizo disfrutar donde a parte del asfalto tan malo, que te hacía levantar el pie y desacoplarte, además, fui perdiendo a mi guía hasta que en el kilómetro ochenta ya no la veía.

Bueno, tenía la primera vuelta hecha y las sensaciones estaban siendo muy buenas. Vamos a por otra más igual – me dije. En el giro de paso por meta veo que Guru y otra rival ya me vienen pisando los talones. El resto ya venía muy lejos. También veo a Javi, –¡por fin!-. En la vuelta no lo había visto y eso me preocupó, aunque con tanta gente es muy difícil. Qué bueno es ese momento, cruzarte con tu pareja en carrera y animarte mutuamente. Y ver que los dos vamos bien.

La segunda vuelta fue prácticamente un dèjá vu de la primera. Nada más empezarla me pasaron Guru y otra chica. Las intenté seguir unos cuantos kilómetros, aunque se me fueron distanciando. No llegué con ellas ni al punto de giro, pero, aun así, las sensaciones seguían siendo muy buenas. Hasta que tocó lidiar de nuevo con el viento. Esta vez fue mucho más duro. Me había quedado completamente sola, los kms pesaban, el cuerpo empezaba a doler y la cabeza comenzaba hacer de las suyas: a preguntarte «que “narices” haces aquí», a convencerte de que esto es muy duro, a hacerte dudar de si vas a poder seguir…Con esos pensamientos, los kms iban pasando y cuando me quise dar cuenta, cuando más me estaba quejando, vi que lo tenía casi hecho. La bici estaba llegando a su fin, se acercaba la T2 y tengo que reconocer que me estaba encontrando mucho mejor de lo que me hubiera imaginado.

Lo único malo de la T2 fue que no vi la entrada, veía una serie de conos y el punto de giro y no sabía por dónde tenía que acceder. Supongo que había un cartel que justo me tapó otro corredor y no vi el acceso ni nadie que entrara a la transición para guiarme. Pues, hice el giro de nuevo, como si tuviera ganas de hacer más bici. Eso sí, ya con los pies fuera de las botas. Y al hacer el giro vi el acceso. Hice una maniobra arriesgada para volver a cambiar el sentido de la marcha y dirigirme a la T2.

Fue bajarme de la bici y saber que iba a correr bien. ¡Tenía piernas! Que buenas sensaciones. <¡Qué subidón!> Lo malo fue volver a pisar ese asfalto matador, suerte que esta vez me sentía los pies. Fue tal el chute de adrenalina al encontrarme tan bien que hice una transición de solo 30”, lo que tarde en calzarme las bambas sin sentarme si quiera.

No sé ni como describir ese momento. Llegar después de 180km y ver que tu cuerpo se siente tan fuerte, es increíble. Esa emoción me hizo salir volando. Y más aún cuando me encontré a Guru todavía en la T2 después de haberme sacado varios minutos en bici. Llegó muy tocada y necesitó una tregua en la transición.

Corrí como nunca creí que sería capaz de correr en la maratón de un Ironman. Sentí que volaba, que me iba comiendo kms y a las rivales. Pasé a Guru en el primer kilómetro, unos más tarde a Emma Pallant que iba tocada y poco después se retiró y en la segunda vuelta, alcancé a otra corredora. Increíble colocarme en sexta posición y sentir que me iba comiendo el mundo. Mientras ves que la mayoría se arrastran, tú te sientes muy por encima del resto. No solo era una percepción mía, sino que me lo hacía saber el público, el resto de participantes y Javi cada vez que se cruzaba conmigo. El reloj fue el que me confirmó mis sospechas, estaba yendo muy rápido.

Pero, cuando más estaba disfrutando, cuando empezaba a creerme lo que estaba siendo capaz de hacer y cuando empezaba a soñar que iba a lograr mi objetivo: ser finisher, todo se truncó. Km 25-26. Empiezo a notar que el estómago se gira, que necesito ir al baño. Es curioso sentir como de golpe la cabeza se evade de la carrera, sigues corriendo sin saber ni cómo pero ya sólo piensas en llegar al wc, con desesperación. Lo consigo, pero eso fue el principio del fin. Llegaron los vómitos. – <¡No puede ser, por favor! ¡Otra vez no! ¡Por Dios, no me puede estar pasando esto otra vez! ¡Y menos ahora!> -.

No voy a describir la larga agonía que viví. No sé si fueron unos dos kilómetros más donde intenté seguir y luché por reponerme.  Varias paradas en un espacio de tiempo y distancia muy corto, con varios encuentros de compañeros que me animaban: Guru, Patricia, Naza, Capdevila… y Javi, que justo me encontró en ese momento y se paró a preocuparse por mí. Alargar la situación fue inviable, al igual que innecesario alargar el relato de este momento.

Mi segundo intento no acabó en la línea de meta como tanto deseaba, acabó en la enfermería una vez más. Al menos pude ver a Javi mientras un quad me recogía y pude animarle a seguir. Y cerca de dos horas más tarde, pude esperarlo en meta como tanto se merecía.

Sueños truncados. De golpe todo se desmorona. Pero todo ocurre por algo. Cuando tenga que ser, será. Fracasé conmigo misma por no conseguir lograr mi objetivo, pero logré otras muchas cosas que no creía que fuera capaz de conseguir y eso no me lo quita nadie. No solo lo de dentro de carrera, sino que una vez más, pude disfrutar de una gran experiencia. De otro viaje envidiable. De vivir momentos únicos con Javi y con el resto de compañeros que coincidimos: Guru, Eneko, Peru, Robert…

  

No han sido días fáciles. No por el DNF, sino porque es un tema que me preocupa. Tengo que seguir tratándolo y encontrar el problema, y la solución. Pero… lo consiga o no, voy a seguir intentándolo.

Quiero agradeceros, de corazón, todos vuestros mensajes de ánimo recibidos. Ha sido increíble sentirme tan arropa, de verdad. Todos vuestros mensajes han contribuido a que, a día de hoy, cuatro días después de la carrera, vuelva a sentirme al 100%, física y anímicamente.

Gracias a mi entrenador Álvaro Rance por conseguir que llegará tan fuerte, a mi club (TRICBM) por todo el apoyo y a mis patrocinadores por siempre estar ahí: Triwoman, Epaplus, Recuperation, Kronosport, Xwin, Speedsix, Ûnica bikes, Sailfish, Catlike, Gobik, Fincas Alarcon, Centreafit, Base Castelló y Odeclas.