EN OTRO CONTINENTE.
Martes 2 de agosto, 13h del mediodía hora local (en España seis horas menos). Aterrizo en Filipinas; Concretamente en Cebú, ciudad donde se ha de celebrar la competición del domingo 7 de agosto —IRONMAN 70.3 PHILIPPINES ASIA-PACÍFIC CHAMPIONSHIP—. Una aventura nueva y desconocida para mí donde la competición iba a ser la excusa para viajar y conocer mundo. Como lo está siendo hasta ahora (por eso competimos, je,je).
Desde que llegué, supe que esto iba a ser más que una aventura. Las altas temperaturas y la humedad resultaban insoportables; más difíciles de llevar de lo que me pensaba. Además, me encontré con el consabido y temido problema del “jet lag”; situación que hasta ese momento no conocía y que hizo que me pasara las noches en vela. Era desesperante. Y más cuando has venido a competir y lo que necesitas es descansar. Lo peor… que, entre el sueño y el calor, estaba “KO”. Me encontraba muy floja. Agotada. «Esperemos que me acostumbre a esto porque… si no…, va a ser imposible competir así ¡No me aguanto en pie!» —me decía a mí misma.
Otras de las dificultades que me encontré, fueron las infraestructuras. Cebú es una ciudad caótica. Las calles no tienen ni arcén. Allí conviven en dos carriles cientos de vehículos (motos, tuctucs, carros, taxis, coches…) que se cruzan, pitan y paran constantemente. Los peatones que andábamos por allí, íbamos por un ladito, rezando para que no nos atropellasen. «Pero… ¿Dónde me he metido?… ¡Ni loca voy en bici por aquí! »
Viendo cómo estaban las cosas, sin atreverme a coger la bici y agotada para poder correr, decido probar suerte con la parte de natación. Pues…, por surrealista que os pueda parecer, tampoco pude. Las playas aquí son privadas. Las compran los hoteles (los de cuatro y cinco estrellas, claro. Los otros no alcanzan a esas posibilidades) y solo tienes acceso si te hospedas en alguno de ellos. No era mi caso. Yo estaba en uno más modesto y asequible económicamente, como podréis comprender (Filipinas es barato…, salvo que quieras vivir como un rey).
Después de un día de impedimentos, al día siguiente, decido ir al hotel de la organización (uno de los hoteles más “tops” de Cebú), a pesar de que se encontraba a 4 kilómetros del nuestro. Y…, para rizar el rizo (si es que cabían más cosas), Van y me dicen que si no estamos hospedados en ese hotel, no se puede entrar a nadar; que será a partir del viernes cuando los competidores tendremos acceso. Y además, que solo en horarios concretos. «¡Fantástico! Lo que nos faltaba».
Intentando que esas pegas no me afectasen, de cara a la competición, cambié el chip. Le di un giro de 180 grados y decidí que, a partir de ese momento, mis vacaciones empezaban a ser una prioridad frente a la carrera. «Ya haré un paréntesis para competir y… ¡¡¡Qué sea lo que Dios quiera!!!». Así que: mochila y hacer turismo dos días por todos aquellos lugares. «¡Hasta el viernes!» Dos días inolvidables donde vi playas y rincones de encanto. Y la experiencia única de bañarnos con tiburones ballenas. Alucinante.
Llegó el viernes. Volvemos al hotel de la organización y nada más llegar veo un cartel gigante donde salimos los Pros. ¡Impresionante! Yo allí fotografiada junto a las, y a los, más grandes. Aquello era otro mundo ya. Nadamos,por fin, en la increíble playa donde iba a competir. Ahí, fue el momento en el que me di cuenta de que había valido la pena venir a esa competición. Solo por nadar en ese mar, con un agua cristalina, con peces de colores, con estrellas de mar y coral en el fondo… Os lo aseguro. Vale la pena. Eso sí, el agua, a 27 grados. «¡Como para cocerse!».
14.30 horas. Brefing de Pros donde, además de cerciorarme del nivel y la cantidad de Pros que había, me doy cuenta que, sin inglés, no se puede ser Pro. No solo por no enterarme bien de las cosas (algo importantísimo para la carrera) sino porque te sientes ridícula…, fuera de lugar. Es cierto que yo allí era una desconocida para todos. Solo había que ver (en la presentación que nos hicieron) que todas tenían un gran palmarés y unos excelentes resultados internacionales. Y sin embargo, en mi ficha, solo constaba mi currículum profesional y tres resultados destacables de este año en España (Tal y como os lo cuento. Y no será por carreras que he hecho. Digo yo…).
A pesar de ello, me sentía orgullosa de estar allí y poder competir junto a las mejores en una carrera de tanto nivel y repercusión internacional y vivir esa experiencia. «Ya lucharé por sumar buenos resultados a mi palmarés» —Me dije.
Aunque reconozco que lo que peor llevo de las competiciones son las ruedas de prensa y el sentirme un poco el centro de atención; en aquel momento fue una inyección de moral para la carrera. Me dio la sensación que las fuerzas empezaban a llegarme ¡Por fin!.
Sábado. Metida ya en la carrera. Cogí la bici desde mi hotel para ir a boxes. Iba “acojonada” por los 4kms que tenía que hacer. Por suerte, llevaba a mi guardaespaldas, Javi iba detrás escoltándome con un taxi. «¡Que haría sin él!». Sobreviví, pero parecía que los hándicaps seguían ahí como sombras que no ves; y… en los últimos metros…, pinché. ¡Buaf! Lo que me faltaba, «La Ley de Murphye» —Pensé. La suerte está vez no iba conmigo. Pero con la intención de que nada de eso me desconcertara, me fui al bike point a que me lo arreglaran. Tengo que reconocer que por ser pro, me dieron prioridad. Y en una hora, en la que aproveché para darme un último baño en la playa, y ver el recorrido, la fui a recoger y la dejé en boxes. Aunque me hubiera gustado probarla, pero ya no se podía hacer más y…, lo que quedaba de tiempo…, tocaba descansar.
Domingo. Me despierto con ganas, preparo todo y, al salir del hotel, se me cae un bidón Recuperat-ion y se me raja por el culo. «Pero…¿Qué me pasa a mí en esta carrera? ¿Tengo la negra o qué?».Quería ir a lo seguro y llevar mis bidones y mis sales controladas. Con ese clima y sin convencerme los avituallamientos en carrera, no quería arriesgarme. Intenté conseguir en boxes un bidón pero no hubo suerte. Aunque una chica de la organización (una que se dedicaba exclusivamente para atender a los Pros) me dijo que me conseguiría uno, el bidón no llegaba. Me dijo que me marchase tranquila al agua y que me lo traería y me lo cambiaría por el mío. Yo había dejado el bidón boca abajo medio metido en el portabidones, para que no perdiera líquido, y ella solo tenía que transferirlo. Por supuesto, ya os lo adelanto, el bidón nunca llegó, y en la T1 me deshice de él.
Bueno…, tocaba ir a la línea de salida y olvidarse de todo aquello. Mira que estaba siendo anecdótico y raro todo lo que me estaba pasando. Tanto, que ni fui al baño; cuando siempre suelo ir al menos tres veces. ¡Era Increible!
6.22 horas. Bocinazo de salida y empieza la prueba. Rápidamente me coloco bien y veo que estoy nadando junto a las dos favoritas. Aunque, en cuestión de metros, empezamos a comernos filipinos. Lo siento por la expresión que he utilizado, pero fue literal. Habían salido dos minutos antes que nosotras (los filipinos élite y el resto de pros). En ese momento pierdo los pies de Vodickova y los de Steffen y me quedo con otra que rápido dejo atrás. Hago toda la segunda recta de vuelta en solitario viendo de lejos la estela de las que, intuyo, son las primeras. Recta, con mar movido, pero con unas espectaculares vistas que incluso lograron sacarme una sonrisa en el agua al ver aquel espectáculo en competición.
Una Natación muy limpia y cómoda, y con muy buenas sensaciones, en el día de mi estreno con él Sailfish Rebbel.
Llego a la T1 y veo que justo en ese momento Vodickova salía con la bici. Creí que Steffan por delante ya, pero por lo visto (Me lo dijo Javi. Yo ni me enteré) ella salió a 10”de mí. Me adelantó estando en la T1 sin enterarme. Imaginaros si hice la transición lenta que ni la vi, pero ni a lo lejos ya una vez en la bici. Lo de ellas dos era otra liga. Aunque yo estaba ahí. Habia salido del agua en posiciones de pòdium y… por lo que vi en la T1, abriendo algo de hueco por detrás.
Bici muy rápida y muy llana. Una carretera larga sin más por donde hacíamos un recorrido de ida y vuelta en la que sufrimos el viento en una única dirección y lo disfrutamos a favor en la contraria. Ahí pude sacarle provecho a la lenticular y rodar por encima de los 44 km/h en muchos tramos (cuando el viento iba favor, claro. Y sin nada de bajada). Un circuito muy aburrido de no haber sido por el público. Durante el recorrido de bici no había ni un palmo de la carretera en el que no hubiera gente (no os exagero). Pensar que eran 60km a lo largo y que en los dos extremos de la carretera había un cordón continuo de personas. Era asombroso. Si hasta costaba ver los avituallamientos.
Bici dura psicológicamente donde te obligaba a pedalear constantemente. Yo, me estaba dejando la vida. Pero tuvo su recompensa al ver que mantenía la tercera posición. Por delante el hueco era cada vez mayor, y por detrás también. Es cierto, que la cuarta se mantenía cerca y apretando, sin embargo la quinta lo hacía algo más rezagada y la sexta ni se veía. Iba contenta por encontrarme dentro del Top 5 y todavía en posiciones de pódium.
La parte final se me hizo eterna. Cansada ya de pedalear (por suerte más psicológica que físicamente) y con mucho dolor en mis partes íntimas (de mantener la misma posición y por ser una carretera con un mal asfalto y mucho bache). Tanto era así, que en uno de ellos, del golpe, se me bajo el manillar «¡Otra vez no!»-. Suerte que ya estaba en el km 80.
10 kilómetros finales muy largos donde apenas podía acoplarme por culpa de haberme quedado el manillar tan bajo y sin poder beber más porque no llegaba a la pajita del bidón delantero. Para colmo me encontraba con algo de ganas de vomitar. Sensación que había aparecido poco antes y que… los olores de comida de los puestos en la calle a lo largo del recorrido (algo muy típico ahí), no me ayudaban nada. Eso hizo que fuese con algún minuto de pérdida en ese tramo, pero por fin llegaba a la T2.
Transición lenta de nuevo, donde no era capaz de sacar el Garmin de la bici y pude ver como la cuarta estaba muy cerca.
Venía lo más duro. Prueba de fuego en este último sector. Empiezo a correr y ya intuía que aquello iba a ser muy, pero que muy duro. Las piernas no iban mal, el resto del cuerpo tampoco, sin embargo, “la torta” que te mete el calor de golpe es indescriptible. En ese instante veo a Javi, «¡Por fin”». Me dice que tengo a toda mi familia siguiéndome por Internet (debían de ser las 3.30 de la madrugada en España). Solo por eso tenía que luchar hasta el final, y gracias a eso también saqué las fuerzas de donde no sabía que las tenía. El pensar que tenía a toda mi familia trasnochando, pendientes de mí, me ayudó a correr e intentar evadirme durante algunos momentos de ese sufrimiento que empezaba a pesar como una losa. En esos momentos hay que buscar una motivación por lo que luchamos…, por lo que sufrimos…, si no, lo que hacemos no tiene ningún sentido.
Los kms parecían que no pasaban y solo por el km 3, empiezo a notar algo raro en los pies, en las zapatillas. Creía que se me estaban deshaciendo (qué ilusa). Era como si corriera por el suelo, descalza. Resultó ser que las plantillas se me habían ladeado; imagino que fue por todo el agua que me había echado por encima ya para tratar de refrescarme. Eso sí. Hay que reconocerlo. La organización excelente y no había un kilómetro en el que no recibiéramos bebida, esponjas y cubetas de agua fría para echarte por encima. Un baño constante, literalmente. Muy incómodo correr así, pero totalmente necesario. No te habías echado agua por encima que ya estabas deseando llegar al siguiente puesto de hidratación, para volver a repetirlo. Lo único malo que te podía pasar era que, justo el corredor de delante de ti, cogiera los dos cubos que daban, y que encima los lanzará y te quedases sin. Porque yo…, parar…, no quería ni en los avituallamientos. Sabía que si lo hacía no arrancaría de nuevo.
Supervivencia total fueron los 21kms. Una vez me pasó la tercera, en el km 6, sin poder hacer nada para seguirla, me dediqué a luchar…, luchar… y luchar… por seguir corriendo; por sobrevivir en aquel infierno donde estaba metida. Por continuar estando en carrera y por no venirme abajo. El único aliciente: volver a ver a Javi en el paso por vuelta, en el km 10, y el público que, igual que en bici, habían llenado el sector a pie y con tramos donde ofrecían música y animación.
Los kms no pasaban, ni los metros. Miraba el Garmin por si se le había olvidado pitar y avisarme del paso por el km pero no, solo que aún no lo había completado. Y así uno tras otro. Para colmo, me pitaba y el cartel del km en carrera llegaba casi 300 metros después (y ese era el bueno, el que realmente valía) ¡Con lo que duele eso! Mi ritmo era muy lento y cuando creía que iba bien miraba el reloj emocionada, como si estuviera corriendo por debajo de 4 m/km. Pero no, como mucho conseguía correr por debajo de 5’. Aquello fue horrible. Aun así, aun estaba en el top 5; mi objetivo. La sexta venía muy lejos pero a la quinta no la conseguía ver. Yo ya iba ciega y esperaba que, el no verla, fuese porque venía lejos.
Pues pos suerte así fue, lo conseguí. Defendí mi cuarta posición durante casi toda la carrera y estaba acabando una de las carreras más duras que he tenido. Ansiada meta la que por momentos creía que no iba a poder cruzar. Emoción al hacerlo, con el pensamiento puesto a toda mi familia que estaban esperando ese momento para poderse ir a la cama, pobres, y que la noche en vela hubiera valido la pena.
Emoción en la llegada y más, cuando varios árbitros y organizadores me felicitan por mi carrera y alucinando de que hubiera estado hay delante siendo una auténtica desconocida. Ahora ya me conocen. Igual que mis rivales, que también me felicitaron.
Abrazo ansiado a Javi con el que puedo descargar esa euforia y ese sufrimiento de 4h31’12”. A él le tengo que agradecer el estar aquí, el salir de nuestra zona de confort, como él dice y vivir experiencias nuevas en las cuales a veces también se sufre. Pero todo esto es lo que nos hace crecer y sobretodo, “vivir”, que por algo estamos aquí.
Agradecer a la organización por el trato recibido (aunque a ver si para la próxima me ponen en el hotel de la organización como al resto de pros, jeje). A todos los que habéis estado siguiendo y esta vez con más motivo que nunca dada la diferencia horaria.
Y con la satisfacción de saber que, por esta cuarta plaza en una competición tan importante, me llevo 920 puntos KPR. Puntos que empiezo a sumar con la intención de clasificarme para el mundial para el próximo año. Lucharé por ello y toca seguir haciéndolo en 70.3 de Lanzarote. Próxima parada.
Ahora toca desconectar y disfrutar de dos semanas de vacaciones en este paraíso.