Mediterranean Epic Triathlon. Campeonato de España de Larga distancia. Tocaba enfrentarse al primer gran reto de la temporada. Tocaba enfrentarse a la distancia temida. Y tenía la sensación de que me había precipitado. Quizá era pronto para competir en un full. Realmente había empezado a entrenar con normalidad y regularidad en enero, momento que me puse en manos de Iván Álvarez. Y aunque he entrenado bien y todo ha ido saliendo bien, sentía que me faltaba bagaje aún para correr esta distancia. Sentía que había sido un espacio corto de tiempo desde la maternidad, sentía que me faltaban más tiradas largas de confianza. Aunque sentía que era más una sensación mental que física. Tenía la percepción que mi cuerpo aún se debía acostumbrar algo más a estar metido una hora en un neopreno, a estar sentado y acoplado cinco horas en una bici… pero, sobre todo, tenía la percepción que mi mente era la que aún no estaba preparada para lidiar con esa larga batalla llena de obstáculos y vencer esos enemigos y fantasmas que van apareciendo cuando menos te los esperas y quieren derribarte.

Sé que era la gran favorita y a priori partía con una ventaja indiscutible para llevarme la carrera y el título, pero como os estoy contando, en la larga las rivales pasan a un segundo plano. Tú, sólo piensas en completar tu odisea particular. O al menos así lo percibo yo. De hecho, es muy curioso, pero cuando visualizo un full todo cambia. En cualquier carrera es inevitable (si tengo opciones, claro) verme luchar por la victoria, por adelantar a una u otra en un momento dado o que te alcancen ellas a ti… Te imaginas levantando la cinta… Sin embargo, cuando presento un larga distancia en mi cabeza, no hay rivales, estoy sola. Me imagino en solitario enfrentándome a esa larga aventura llena de peripecias y donde solo quieres ir pasando pantallas y no llegar a ver el game over hasta la meta.

Con este gran respeto e incertidumbre, me plantaba en la línea de salida. Tuve un pre carrera tranquilo, relajado y sin nada destacable. Así que llegaba el momento y la hora.

La natación se me pasó rápido. Me gusta el formato a dos vueltas (aunque no salgamos del agua). Se me hace más ameno y entretenido que el hecho de recorrer el mar de punta a punta en una recta interminable. Aunque la diversión y el entretenimiento lo pusieron las olas que se regocijaron de lo lindo con nosotros. Nos impedía ver las boyas con claridad y eso me hizo forzar mucho la lumbar y el cuello. Tocaba levantarse más de la cuenta y con más continuidad porque el mar movido dificultaba mucho situarse. Tuve momentos en los que alcanzaba algún pro masculino y me ayudaba la referencia, pero tuve muchos otros en los que nadé completamente sola. Y el problema de eso, es que me evadía y sentía que perdía ritmo. De hecho, no fue una natación buena, la hice lenta. Pero… en mi mente leía: ¡has pasado de pantalla!

El juego siempre se va complicando y cada vez es más difícil. Sin embargo, a veces lo más sencillo e insignificante es lo que te hace perder una vida o la partida completa. Os digo esto porque el sábado me salió caro ponerme los calcetines en la T1 (como siempre hago). Aunque aparentemente parecía una hierba inofensiva, ¡era un campo de minas! Estaba plagado de pinchos. Y eso me incomodó y me destrozó los pies. Suerte que me había dejado otros calcetines en la bolsa de la T2. Por si las moscas. Si no, eso me habría arruinado la carrera a pie.

No os puedo destacar mucho del segmento ciclista. Todo ocurrió sin percances. Me encontré sólida. Supe gestionar muy bien la parte mental y los momentos duros. Me sorprendió que mi cabeza estuviese muy relajada, muy fresca y no dejara que ningún pensamiento negativo se apoderara de ella en ningún momento. Conseguí con esos juegos mentales que nos ingeniamos todos los corredores, que las horas y los kilómetros fueran pasando de una manera fluida. Conseguí que esos cálculos y elucubraciones que nos planteamos fueran siempre positivos. Conseguí que todos los pronósticos que me diseñaba fueran todos a mi favor. La cabeza funcionaba y el cuerpo también. Intenté buscar un punto perfecto para no ir de más ni de menos. Intenté ser sólida, fuerte y constante y lo logré. Logré hacer muy buena bici. Y lo único que no logré fue beber tanto como quería y ese fue mi gran error. Pequé de controlar eso en los avituallamientos y la cagué. Quise ponerle remedio a medida que pasaba la carrera y lo que hice fue empeorar las cosas. Tenté a la suerte y no soy precisamente una tía afortunada en el azar. Debía haber llevado algún bidón más, o debía haber ido cogiendo bidones y botellas del avituallamiento y guardármelo hasta el siguiente. Aun así, me limité a beber algo rápido e intentar rellenar un poco el bidón del acople. Pero, como sabéis, en ese espacio tan corto de tiempo y distancia, no llegué a dar más de dos tragos y no conseguí a rellenar ni 100 ml el bidón. Lo peor, fue que cuando le quise poner remedio en la última vuelta, ya era tarde. Ya la había liado. Ese fue mi gran error. Y ese fue el punto de inflexión.

Con templanza afronté la segunda transición. Y con la garantía de que tenía el mejor escenario posible para enfrentarme a la maratón. Salí decidida. Sin dejar que los pensamientos negativos, que suelen aparecer en ese momento de carrera para convencerte de que “ya es suficiente por hoy”, hicieran eco. Los borré rápido y salí a correr con fuerzas. La mente calibraba bien. Sin embargo, mi cuerpo encendió rápido el piloto rojo. Noté que la energía se agotaba de golpe. Llevaba rato con la luz de reserva encendida, pero hice caso omiso a ella. Y cuando me di cuenta, ya era tarde. Por mucho combustible que quisiera meter, el motor estaba seco. Estaba vacía. Y si lo que necesitaba era “revitalizar cuerpo y mente”… solo me quedaba tirar de Red Bull. Así que eso fue lo que le pedí a Javi en cada paso por vuelta: Red Bull y Coca-Cola, para intentar poner remedio a mi sufrimiento y conseguir salvar la situación.  No obstante, lo único que logré fue empeorarlo más todavía y aumentar la deshidratación que estaba padeciendo.

Salvé la primera vuelta viviendo de rentas. Con un ritmo bueno, pero del cual yo ya me había olvidado. Sentí como me iba consumiendo y como mi cabeza se dirigía hacia otro lugar. Quería que la sacara de allí. Sólo los ánimos de la gente y de los demás triatletas me hacían permanecer alerta. Una vez más, los ánimos y los halagos que recibí sin parar hicieron que consiguiera seguir centrándome en la carrera. Ellos sí que me dieron alas. Agradecida de recibir tanto cariño y sorprendida de que lo hagan aun sufriendo más que yo, si cabe. ¡Gracias a todos de nuevo!, lo siento, si esta vez no he estado a la altura animando y alentando yo también.

A base de buscar liebres que me ayudaran a restar kilómetros conseguí alcanzar el ecuador de la maratón. Aun así, no veía viable el poder conquistar la meta. La deshidratación era tal que empezaron los calambres por todos lados. Se me montaban los dedos de los pies, se me acalambraba la planta, el puente y lo peor, eran los espasmos musculares que iba recibiendo a la altura del soleo y gemelo provocando que la pierna me flojeara. Tenía la sensación de que me iba a caer de un momento a otro. Tenía la impresión de que iba a sufrir un colapso muscular y no iba a poder continuar. Mi cabeza proyectaba mi desvanecimiento. Me veía intentando avanzar danto tumbos a lo Brownlee o alcanzando la meta a cuatro patas como tantas veces hemos visto en metas míticas como Hawai.

No os quiero alargar más mi agonía. Simplemente, deciros que no exagero. Que yo aun no entiendo como fui capaz de salvar la situación y más durante tantos kilómetros. No soy capaz de comprender cómo mi mente consiguió superar todo aquello, pero aún menos como mi cuerpo logró contenerse sin derrumbarse. Alucino. Aun no doy crédito. Yo solo me prometía no andar hasta la última vuelta. Y una vez en ella, soñaba con lograr la victoria a pesar de arrastrarme, sabiendo la gran renta de la que disponía. Pero no me hizo falta andar, modifiqué la zancada, la pisada, la postura, etc. continuamente, pero conseguí correr la maratón completa.

Es curioso que la gente me dijera que no se apreciaba ese sufrimiento. Sólo los que me conocen bien y me vieron in situ, se percataron de ello. Y es curioso como yo creía que iba totalmente parada y aunque no fue una buena maratón, luego, a posteriori, ves el reloj y no es tan mal tiempo para las malas sensaciones que tenía. Además, no fui la única que sufrió así. De hecho, muchos comentaron que se me veía más entera que a otros. Y la impresión que di es que simplemente estaba regulando y controlando la carrera. Qué curioso cómo cambian las cosas según la perspectiva.

Nos deshidratamos todos. Yo pequé de beber poco en bici. Lo gestioné mal. Y ya no pude poner remedio en la carrera a pie. Y en la maratón dependí de los avituallamientos. Y eso es un error. Me faltó sales, beber isotónico y meter algún gel más. Quizá contaba con ellos y no lo supe encontrar. Suerte que tener la posibilidad de que te avituallen en un puesto de special needs es la salvación. Y si encima tengo la gran suerte de que el que está ahí al pie del cañón es Javi, es una gran ventaja. ¡Gracias, cariño! Y gracias, a todos los voluntarios por vuestra colaboración que en carreras tan duras como esta y con todos los corredores desesperados por beber y comer, no debe ser nada fácil. Y aprovecho, para hacer mención especial a Marcos que viene de competir en el Ironman Lanzarote, el domingo corría el olímpico y el sábado estuvo con su pareja en un avituallamiento de voluntario. Chapeau, eso dice mucho de ti. Para mí, fuiste una gran motivación.

Pues soy de nuevo Campeona de España de Larga distancia. Increíble. Y poco creíble para mí, después de todo lo que he pasado. A veces, no soy consciente de lo que soy capaz de alcanzar. Y no me refiero a triunfos materiales, sino a superar barreras personales.

Quiero mandarle un abrazo a Patricia Bueno que no pudo arrancar la competición. Y no tuvo la posibilidad de intentar revalidar el título que aún estaba en su poder. No me imagino lo duro que debe ser encontrarse mal justo a pocas horas antes de empezar la carrera y cuando lo tienes todo listo. ¡Mucho ánimo y un abrazo fuerte!

No solo me llevé el título a nivel individual, sino que lo hicimos también por equipos. Tanto en chicas como en chicos. Así que contenta por esa doble celebración y poder subir a lo más alto del pódium con compañeros/as y amigos/as.

No pude haber mejor escenario para disfrutar de todo esto. El Mediterranean Epic Triathlon volvió a ser un gran evento. Una gran fiesta. Para mí, fue un gran acierto que conviviéramos en carrera los triatletas de distancia full y half. Eso lo hizo más entretenido y divertido. Provoca que haya más ambiente dentro y fuera de carrera y que podamos coincidir corredores de ambas distancias por el recorrido. Enhorabuena de nuevo por montarnos un gran fin de semana. Y en particular, gracias a Héctor, Ramón, Jesús y a la organización en general por acogerme y cuidarme tan bien de nuevo.

Y que bueno es irte a casa con la sensación de que no sólo has competido, sino que has podido disfrutar de otros grandes momentos en gran compañía. De poder coincidir con amigos y de poder conversar con gente que quieres y que aprecias. Ya sean del Team koraxan, del campus de Iván o del nuestro. Y que gran motivación fue para mí tener cerca a Iván, mi entrenador, sobre todo el irnos cruzando en carrera y animarnos mutuamente. Aunque le hiciera padecer por mi mala cara en la parte final. En cambio, él siempre con la mejor de sus sonrisas. Qué gusto da verle competir.

Me voy con muy buen sabor de boca de esta carrera. No por el resultado, sino porque creía que no iba a ser capaz de afrontar un larga distancia y mucho menos vencer la batalla si se presentaban momentos duros. Me faltaba confianza de nuevo en mí. O quizá tiempo. Sentía que era pronto para enfrentarme a un reto así de nuevo y sentía que no tenía las armas para lidiar con ello. Ya sabéis que me estaba costando mucho la vuelta a la competición y pensé que no iba a ser capaz de gestionar algo así. Y más cuando me he saltado y recortado varios entrenos por falta de ganas, de motivación o simplemente engañándome con buscar excusas baratas para no completarlos. Y pensé que este sábado podía vivir lo mismo. Aunque por suerte, no fue así. Y una vez más, me superé a mí misma. Así que estoy feliz y orgullosa por ello. Siento que he recuperado la ilusión que había perdido, siento que vuelvo a disfrutar del triatlón y de la competición. Porque, como siempre he dicho, yo no dejaré de competir porque no gane, sino porque no disfrute. Así que, por suerte, ese momento aún no ha llegado. Y pensar que hace unos meses lo iba a dejar… ¿estamos locos, o qué?

Maternidad/lactancia:

Cómo muchos sabéis, estaba preocupada por si me iba aguantar el pecho sin explotar. Y tengo que decir que fue mejor de lo que esperaba. Sentí que los llevaba a tope cuando empecé a correr, pero con el desgaste físico que llevaba, me olvidé de ellos. Además, no llegué con ellos tan al límite como en Valencia. Mi teoría es que la deshidratación que llevaba tuvo la culpa para qué (por suerte) se frenara la producción de leche. Del mismo modo que estos días ha sido cuando he tenido los pechos más vacíos que nunca y lo achaco a que mi cuerpo necesita la energía para recuperarse. Creo que también hubo otro factor clave y es que no vi a mi niña hasta el final. No fue intencionado, mi prioridad era que ella estuviera bien y no quería sacrificar su descanso, sueño, estar horas al sol… para que viniera a verme o, mejor dicho, verla yo a ella. Y de paso yo estar más concentrada en lo mío. Así que esa subida de leche que se produce cuando hay una conexión madre-hijo/a, no se originó hasta la meta.

Siguiendo con el tema de la maternidad… muchos se preguntan (yo también me lo pregunto) si al ser mamás tenemos un plus. Si queréis saber mi opinión, a falta de no haber hecho ninguna comprobación “científica” (no he pisado el médico desde que di a luz. Ni una analítica, ni visita al ginecólogo… “¡lo sé! Muy mal por mi parte. Me podéis echar bronca”), el único cambio tangible que he notado, es que recupero más rápido, sobre todo a nivel muscular. Pero a la vez, os tengo que decir, que mi apreciación, sin querer ser quejica, es que hay más cosas negativas que positivas. O, mejor dicho, siento que, a nivel de rendimiento, resta más que suma. Me refiero sobre todo a la falta de sueño (no dormir es muy duro y pasa mucha factura física y mental) y de descanso (nos pasamos el día corriendo ya detrás de ella).

A la vez, estoy contenta de ir encontrando ese equilibrio y saber gestionar ambas cosas sin renunciar a nada. Y creo (igual Javi dice lo contrario) que conseguí no dejar que me condicionara los días previos a la competición el no descansar tanto como me gustaría, dormir más y mejor… y saber estar con mi niña al 100%. Así que sigo mejorando en combinar esa faceta de mamá-triatleta e intentar ser la mejor en ambas.

Haber abierto, hace dos semanas, la veda en Valencia después de todo lo que pasé y os conté, me dio mucha paz y tranquilidad. Así que llegaba a TriXilxes con confianza y con una templanza impropia de mí. Parece que, haber encontrado el equilibrio en mi nueva yo, me generaba mucha seguridad.

Llegaba a Xilxes con muchas ganas. Ganas de conocer esta prueba y ganas de enfrentarme a una distancia diferente (aunque no fuera una distancia favorable para mí y mis características).

Cómo me gusta esa sensación de llegar a un pueblo, en plan forastero, y que de repente te hagan sentir como en casa. Eso fue lo que pasó. En el Hostal Paco, David nos recibió con los brazos abiertos. A mí, y a toda mi familia. Muy agradecida por ello. Y gracias a la organización (a Vicente) que es el culpable de esta gran acogida. Por cierto, se come de escándalo en el hostal, lástima que hay que competir y toca cortarse un poco, que si no… jejejeje.

 

La prueba tampoco defraudó. Se cumplieron las expectativas y corroboré lo que todo el mundo decía: gran prueba, gran lugar, buenos circuitos, organización impecable, trato exquisito, gran ambiente y si encima no falla el típico “caloret” de la zona… ya de lujo (con lo que a mí me gusta que suba la temperatura al máximo).

Tuvimos un ambiente distendido, hasta escasos segundos de que empezara la competición, hablando con muchos triatletas y con las chicas en la cámara de llegada. Así que con ese buen rollo nos plantamos en la línea de salida.

Arranca la carrera y vuelvo hacer una gran entrada al agua. Me sorprendo ya que no toco aguas abiertas ni me pongo el neopreno hasta el día de la prueba (y ahora llevaba mucho tiempo en el dique seco). Sin embargo, sorteo las olas con destreza y me pongo a nadar en cabeza a la espera de que me alcance y me rebase Marta. Pero para mi sorpresa, cuando lo hace, no se va y consigo seguirla sin problema. <Esto puede cambiar mucho las cosas> –pienso en ese momento. No obstante, pocos metros después, la carrera da un giro inesperado. Justo cuando encaramos la recta más larga del sector y tocaba sortear una boya, que quedaba escorada a la derecha, rumbo mar abierto, yo encaro esa dirección y mi perseguidora (Laura Gómez) también. En cambio, intuyo que Marta no la ve y sigue recto. Yo no dudo en ningún momento que estoy tomando la trayectoria correcta, además que la premisa estaba muy clara (había que pasar todas las boyas del circuito por la derecha) y, por si había dudas, veo que todos los chicos que iban por delante también hacen lo propio. Presiento que Marta rectificará cuando se dé cuenta de su error, sin embargo, no lo hace y sigue recto a por la siguiente boya. Por supuesto la pierdo de vista y aunque me cabrea eso, después de estar nadando con ella en cabeza, presagio que está descalificada. Es cierto que en esa boya no había ningún kayak colocado, pero se veían embarcaciones en esa zona y siento que, al estar retransmitiendo la prueba en directo, ese desliz no ha pasado desapercibido (creo recordar que leí que había algún dron haciendo el seguimiento).

Salgo del agua con Laura pisándome los talones. No quiero que se vaya, pero no quiero sacrificar el hecho de no ponerme calcetines. Y, aunque se sube a la bici antes que yo, la paso en los primeros metros mientras nos colocamos las zapatillas.

    

La bici fue de infarto. Marcamos un fuerte ritmo desde el inicio (rodando a más de 40km/h de media) y, aunque eso me sacaba de mis casillas, no quería perder la oportunidad de adelantar el máximo número de chicos posible hasta que no solo encontrara mi sitio y que nadie me obstaculizara en la carrera, sino que buscaba poder (o intentar) recortar diferencias con Marta, ya que veía que ella seguía en carrera y eso me dejaba intranquila. La polémica estaba servida.

Laura me pasa fuerte en los primeros kilómetros y sufro para poderla seguir. Me doy cuenta, una vez más, que me cuesta mucho imponer un fuerte ritmo desde el principio (necesito ir entrando poco a poco), y corroboro que el llano ni me gusta ni es lo mío y sufro más de la cuenta sin ver grandes resultados respecto a mis rivales. Ya no os hablo de la parte “técnica”, donde pierdo siempre valiosos segundos volviendo abrir hueco con mis antecesoras (ya ves tú, para cuatro rotondas sin dificultad que pasábamos).

Permitirme aquí un inciso y destacar un punto más a favor de la buena organización. Para mi es de agradecer que en los giros podamos recorrer la rotonda completa y no tener que efectuar un giro de 180 grados. Sé que les influye en los cortes del tráfico, sin embargo, además de ser una gran ventaja, es de gran seguridad para el triatleta.

Aunque por momentos Laura se me escapaba (en el paso por vuelta, con tanta aglomeración de triatletas, me abre una distancia considerable), consigo volver alcanzarla al principio de la segunda vuelta. Es entonces cuando al cruzarnos con Llibert, este le grita algo y ella levanta el pie y mira para atrás cediéndome el paso para que yo tire. Y así lo hago hasta la T2. En parte me fue bien porque así marcaba mi ritmo y regulaba un poco porque, a ese paso, no iba a ver Dios que corriera. Y más, viendo que a Marta no conseguíamos recortarle nada y la única posibilidad era guardar un poco para la carrera a pie e intentar ser más fuerte.

Aun así, Marta demostró una vez más que está imparable y no hay nadie que la doblegue, ni tan siquiera en la carrera a pie. Demostró, una vez más, ser la más fuerte y que ni el desgaste del Ironman Sudáfrica, de hace tan solo dos semanas, le pasara factura.

Yo corrí muy bien. Salí fuerte de la transición y unos segundos por delante de Laura. Aunque me pasó en el primer kilómetro y me tocó sufrir para volver seguirla. Supongo que no solo quería animar el duelo conmigo, sino el intentar alcanzar la cabeza de carrera y poder disputar la victoria. Conseguimos recortarle algunos segundos a Marta (o eso nos cantaba el público), pero la diferencia siempre fue rondando el minuto y ese tiempo era insalvable. Laura desistió antes que yo y no solo no fue a por el triunfo, sino que se conformó rápido con la tercera posición sorprendiéndome por frenarse de golpe sobre el kilómetro cinco cuando aún la lleva delante. Pensé que iba a volver a jugar conmigo y quedarse detrás, pero esta vez, se fue descolgando poco a poco. Y yo, hice lo propio a falta de 3 o 4 kilómetros asumiendo que mi lucha era infructuosa y no había necesidad de sufrir más de forma innecesaria. Así que me limité a disfrutar de esa parte final. Levanté la cabeza, felicité a Marta al cruzarnos por su gran rendimiento y fui saludando y animando a todo el que podía. Agradeciendo el cariño que una vez más me brindan muchos triatletas y aficionados. Abrumada de nuevo por tantos elogios y más, en un día tan especial para mí, por ser el día de la madre.

El sabor agridulce sobre la carrera no quería que empañara un fin de semana increíble. Quise disfrutar de lo que prácticamente nunca hago: el disfrutar de un gran post meta rodeada de familia, amigos y triatletas. Además, como me costó abrir el apetito y no tenía el estómago muy fino, acerté con ir a buscar el plato de paella cuando ya se había acabado toda, porque a mí lo que me flipa, es el “sucarrat” (como buena nieta de valenciano que soy). Como lo disfruté. Estaba de escándalo.

 

Sobre la polémica:

Yo, nada más llegar a meta, me fui hablar con Marta, y Laura hizo lo propio. Ella nos reconoció su error y nos dijo que, si queríamos reclamar, lo entendía y asumiría las consecuencias. Fuimos hablar con la organización y ésta nos derivó a los árbitros, los cuales nos dicen que van a repasar las imágenes para ver si pueden ver algo, y si no, irán hablar con Marta a ver si ella asume lo ocurrido. Y por lo que vi, entiendo que los árbitros no hicieron ni una cosa ni la otra. Marta tampoco mueve ficha, y la organización, un rato más tarde, viene a decirme que se queda en nada, justificando que no ha sido un “descuido intencionado”. Yo, asumo la decisión final (aunque no la comparto) viendo que es inútil seguir discutiendo cuando las partes que tienen el poder de decisión ya han dictado sentencia desde un primer momento sin dar pie a juicio alguno.

Una hora más tardes, cuando llega el momento de subir al pódium, y Laura ve que no ha cambiado nada, vuelve a recriminarle a Marta su actitud pasiva. Y, entre enfados y malestar, subimos a por los premios. Es entonces cuando Marta me dice: <al final este cheque te lo tendré que dar a ti>. Y yo le digo: <eso es ya cosa tuya>.

Yo ya me desentiendo y me voy.  Ellas siguen con la polémica. Un rato más tarde, Marta me envía un audio diciendo que al final la cosa se había quedado en nada, que siente si nos había perjudicado y que ella creía que era una boya de referencia. Justificándose que era no era una boya amarilla y esa no formaba parte del circuito.

Juzguen ustedes mismos. Este es el mapa y la única información que nos da la organización sobre el sector de natación. No tenemos ni breafing ni explicación detallada al respecto, pero todos entendemos que todas las boyas forman parte del circuito (todas iguales. triangulares grandes de color rojo/naranja) y que las debemos dejar todas a la izquierda. Así lo hicimos y así lo entendimos todos los triatletas, menos Marta.

Sabe mal esta situación. Y más, con una compañera de equipo. Situación incómoda y desagradable para todos. Pero aquí no solo hay una victoria en juego, sino dinero y puntos. Y para mí, sobre todo, un valor moral. No creo que haya sido un error intencionado, eso no lo pongo en duda, ni lo cuestiono en ningún momento. Pero, cuando uno tiene ese tipo de descuido, y lo reconoce, creo que lo más ético es dar un paso atrás (o al frente) y asumir las consecuencias de ese traspié.

Nunca se pueden saber si la carrera hubiera cambiado en el caso de no haberse saltado la boya, porque es difícil analizar cuánto tiempo le concedió de ventaja y cuánta fue la diferencia en los otros sectores. No sé si es pura casualidad, porque casualmente, los tiempos de Marta no salen en las clasificaciones.

Esta crónica es de esas que nunca habrías querido tener que escribir, pero:  “así son las cosas y así se las hemos contado”.

 

PD: Aún me estoy riendo de escuchar por primera vez que me llamaban al podium en categoría Veterana. Suerte que subí con mi amiga Ruth.