TRIXILXES
Haber abierto, hace dos semanas, la veda en Valencia después de todo lo que pasé y os conté, me dio mucha paz y tranquilidad. Así que llegaba a TriXilxes con confianza y con una templanza impropia de mí. Parece que, haber encontrado el equilibrio en mi nueva yo, me generaba mucha seguridad.
Llegaba a Xilxes con muchas ganas. Ganas de conocer esta prueba y ganas de enfrentarme a una distancia diferente (aunque no fuera una distancia favorable para mí y mis características).
Cómo me gusta esa sensación de llegar a un pueblo, en plan forastero, y que de repente te hagan sentir como en casa. Eso fue lo que pasó. En el Hostal Paco, David nos recibió con los brazos abiertos. A mí, y a toda mi familia. Muy agradecida por ello. Y gracias a la organización (a Vicente) que es el culpable de esta gran acogida. Por cierto, se come de escándalo en el hostal, lástima que hay que competir y toca cortarse un poco, que si no… jejejeje.
La prueba tampoco defraudó. Se cumplieron las expectativas y corroboré lo que todo el mundo decía: gran prueba, gran lugar, buenos circuitos, organización impecable, trato exquisito, gran ambiente y si encima no falla el típico “caloret” de la zona… ya de lujo (con lo que a mí me gusta que suba la temperatura al máximo).
Tuvimos un ambiente distendido, hasta escasos segundos de que empezara la competición, hablando con muchos triatletas y con las chicas en la cámara de llegada. Así que con ese buen rollo nos plantamos en la línea de salida.
Arranca la carrera y vuelvo hacer una gran entrada al agua. Me sorprendo ya que no toco aguas abiertas ni me pongo el neopreno hasta el día de la prueba (y ahora llevaba mucho tiempo en el dique seco). Sin embargo, sorteo las olas con destreza y me pongo a nadar en cabeza a la espera de que me alcance y me rebase Marta. Pero para mi sorpresa, cuando lo hace, no se va y consigo seguirla sin problema. <Esto puede cambiar mucho las cosas> –pienso en ese momento. No obstante, pocos metros después, la carrera da un giro inesperado. Justo cuando encaramos la recta más larga del sector y tocaba sortear una boya, que quedaba escorada a la derecha, rumbo mar abierto, yo encaro esa dirección y mi perseguidora (Laura Gómez) también. En cambio, intuyo que Marta no la ve y sigue recto. Yo no dudo en ningún momento que estoy tomando la trayectoria correcta, además que la premisa estaba muy clara (había que pasar todas las boyas del circuito por la derecha) y, por si había dudas, veo que todos los chicos que iban por delante también hacen lo propio. Presiento que Marta rectificará cuando se dé cuenta de su error, sin embargo, no lo hace y sigue recto a por la siguiente boya. Por supuesto la pierdo de vista y aunque me cabrea eso, después de estar nadando con ella en cabeza, presagio que está descalificada. Es cierto que en esa boya no había ningún kayak colocado, pero se veían embarcaciones en esa zona y siento que, al estar retransmitiendo la prueba en directo, ese desliz no ha pasado desapercibido (creo recordar que leí que había algún dron haciendo el seguimiento).
Salgo del agua con Laura pisándome los talones. No quiero que se vaya, pero no quiero sacrificar el hecho de no ponerme calcetines. Y, aunque se sube a la bici antes que yo, la paso en los primeros metros mientras nos colocamos las zapatillas.
La bici fue de infarto. Marcamos un fuerte ritmo desde el inicio (rodando a más de 40km/h de media) y, aunque eso me sacaba de mis casillas, no quería perder la oportunidad de adelantar el máximo número de chicos posible hasta que no solo encontrara mi sitio y que nadie me obstaculizara en la carrera, sino que buscaba poder (o intentar) recortar diferencias con Marta, ya que veía que ella seguía en carrera y eso me dejaba intranquila. La polémica estaba servida.
Laura me pasa fuerte en los primeros kilómetros y sufro para poderla seguir. Me doy cuenta, una vez más, que me cuesta mucho imponer un fuerte ritmo desde el principio (necesito ir entrando poco a poco), y corroboro que el llano ni me gusta ni es lo mío y sufro más de la cuenta sin ver grandes resultados respecto a mis rivales. Ya no os hablo de la parte “técnica”, donde pierdo siempre valiosos segundos volviendo abrir hueco con mis antecesoras (ya ves tú, para cuatro rotondas sin dificultad que pasábamos).
Permitirme aquí un inciso y destacar un punto más a favor de la buena organización. Para mi es de agradecer que en los giros podamos recorrer la rotonda completa y no tener que efectuar un giro de 180 grados. Sé que les influye en los cortes del tráfico, sin embargo, además de ser una gran ventaja, es de gran seguridad para el triatleta.
Aunque por momentos Laura se me escapaba (en el paso por vuelta, con tanta aglomeración de triatletas, me abre una distancia considerable), consigo volver alcanzarla al principio de la segunda vuelta. Es entonces cuando al cruzarnos con Llibert, este le grita algo y ella levanta el pie y mira para atrás cediéndome el paso para que yo tire. Y así lo hago hasta la T2. En parte me fue bien porque así marcaba mi ritmo y regulaba un poco porque, a ese paso, no iba a ver Dios que corriera. Y más, viendo que a Marta no conseguíamos recortarle nada y la única posibilidad era guardar un poco para la carrera a pie e intentar ser más fuerte.
Aun así, Marta demostró una vez más que está imparable y no hay nadie que la doblegue, ni tan siquiera en la carrera a pie. Demostró, una vez más, ser la más fuerte y que ni el desgaste del Ironman Sudáfrica, de hace tan solo dos semanas, le pasara factura.
Yo corrí muy bien. Salí fuerte de la transición y unos segundos por delante de Laura. Aunque me pasó en el primer kilómetro y me tocó sufrir para volver seguirla. Supongo que no solo quería animar el duelo conmigo, sino el intentar alcanzar la cabeza de carrera y poder disputar la victoria. Conseguimos recortarle algunos segundos a Marta (o eso nos cantaba el público), pero la diferencia siempre fue rondando el minuto y ese tiempo era insalvable. Laura desistió antes que yo y no solo no fue a por el triunfo, sino que se conformó rápido con la tercera posición sorprendiéndome por frenarse de golpe sobre el kilómetro cinco cuando aún la lleva delante. Pensé que iba a volver a jugar conmigo y quedarse detrás, pero esta vez, se fue descolgando poco a poco. Y yo, hice lo propio a falta de 3 o 4 kilómetros asumiendo que mi lucha era infructuosa y no había necesidad de sufrir más de forma innecesaria. Así que me limité a disfrutar de esa parte final. Levanté la cabeza, felicité a Marta al cruzarnos por su gran rendimiento y fui saludando y animando a todo el que podía. Agradeciendo el cariño que una vez más me brindan muchos triatletas y aficionados. Abrumada de nuevo por tantos elogios y más, en un día tan especial para mí, por ser el día de la madre.
El sabor agridulce sobre la carrera no quería que empañara un fin de semana increíble. Quise disfrutar de lo que prácticamente nunca hago: el disfrutar de un gran post meta rodeada de familia, amigos y triatletas. Además, como me costó abrir el apetito y no tenía el estómago muy fino, acerté con ir a buscar el plato de paella cuando ya se había acabado toda, porque a mí lo que me flipa, es el “sucarrat” (como buena nieta de valenciano que soy). Como lo disfruté. Estaba de escándalo.
Sobre la polémica:
Yo, nada más llegar a meta, me fui hablar con Marta, y Laura hizo lo propio. Ella nos reconoció su error y nos dijo que, si queríamos reclamar, lo entendía y asumiría las consecuencias. Fuimos hablar con la organización y ésta nos derivó a los árbitros, los cuales nos dicen que van a repasar las imágenes para ver si pueden ver algo, y si no, irán hablar con Marta a ver si ella asume lo ocurrido. Y por lo que vi, entiendo que los árbitros no hicieron ni una cosa ni la otra. Marta tampoco mueve ficha, y la organización, un rato más tarde, viene a decirme que se queda en nada, justificando que no ha sido un “descuido intencionado”. Yo, asumo la decisión final (aunque no la comparto) viendo que es inútil seguir discutiendo cuando las partes que tienen el poder de decisión ya han dictado sentencia desde un primer momento sin dar pie a juicio alguno.
Una hora más tardes, cuando llega el momento de subir al pódium, y Laura ve que no ha cambiado nada, vuelve a recriminarle a Marta su actitud pasiva. Y, entre enfados y malestar, subimos a por los premios. Es entonces cuando Marta me dice: <al final este cheque te lo tendré que dar a ti>. Y yo le digo: <eso es ya cosa tuya>.
Yo ya me desentiendo y me voy. Ellas siguen con la polémica. Un rato más tarde, Marta me envía un audio diciendo que al final la cosa se había quedado en nada, que siente si nos había perjudicado y que ella creía que era una boya de referencia. Justificándose que era no era una boya amarilla y esa no formaba parte del circuito.
Juzguen ustedes mismos. Este es el mapa y la única información que nos da la organización sobre el sector de natación. No tenemos ni breafing ni explicación detallada al respecto, pero todos entendemos que todas las boyas forman parte del circuito (todas iguales. triangulares grandes de color rojo/naranja) y que las debemos dejar todas a la izquierda. Así lo hicimos y así lo entendimos todos los triatletas, menos Marta.
Sabe mal esta situación. Y más, con una compañera de equipo. Situación incómoda y desagradable para todos. Pero aquí no solo hay una victoria en juego, sino dinero y puntos. Y para mí, sobre todo, un valor moral. No creo que haya sido un error intencionado, eso no lo pongo en duda, ni lo cuestiono en ningún momento. Pero, cuando uno tiene ese tipo de descuido, y lo reconoce, creo que lo más ético es dar un paso atrás (o al frente) y asumir las consecuencias de ese traspié.
Nunca se pueden saber si la carrera hubiera cambiado en el caso de no haberse saltado la boya, porque es difícil analizar cuánto tiempo le concedió de ventaja y cuánta fue la diferencia en los otros sectores. No sé si es pura casualidad, porque casualmente, los tiempos de Marta no salen en las clasificaciones.
Esta crónica es de esas que nunca habrías querido tener que escribir, pero: “así son las cosas y así se las hemos contado”.
PD: Aún me estoy riendo de escuchar por primera vez que me llamaban al podium en categoría Veterana. Suerte que subí con mi amiga Ruth.