MUNDIAL LARGA DISTANCIA ITU

Martes por la mañana. Empieza nuestra aventura hacía Galicia. Javi lo hizo en bici (se fue, desde Tarragona hasta allí pedaleando) y yo en avión. Llegué con tiempo por varios motivos. El primero: porque el presupuesto de la FETRI era muy justo y busqué las opciones de vuelo más barata y dos: porque así podía ver el circuito de bici y hacer toda la activación estando in situ. Lo bueno fue que la familia Rodriguez-Valiño me acogió en su casa hasta que nos fuéramos concentrados con la selección.

Los días previos fueron geniales, disfrutando de la compañía de Aida, Gus y las niñas. Tenía muchas ganas de verles a los cuatro. Conocí a su familia, amigos, Tui y toda su historia gracias a las clases magistrales que me dio Gus sobre su ciudad. – je, je, je– <<Gracias familia. Ha sido un placer y me habéis hecho sentir como en casa>>.

Jueves a la tarde. Llegamos a Pontevedra y nos reunimos con el resto de compañeros de selección. Estaba muy ilusionada de formar parte del equipo y representar a nuestro país. Iba a disputar mi primer mundial con la selección y me sentía una privilegiada. Y más, después de lo que había costado que me dieran esa oportunidad. Llevaba años queriendo hacerlo, pero nunca recibía ese premio. La respuesta de la FETRI era: que no cumplía con los criterios. Pero después de la magnifica temporada que hice el año pasado, tanto Alvaro Rancé (mi entrenador en ese momento) como yo, creíamos que merecía estar seleccionada y escribimos para hacérselo saber. La respuesta fue la misma: que no cumplía los requisitos. Alegando que, a pesar de mis buenos resultados, no había competido casi en España y eso me penalizaba. Lo siento, pero discrepo con eso: Salou, Zarautz, La Rioja y Vitoria son de España. Fueron cuatro carreras consecutivas y en las cuatro me llevé la victoria. Pero, al parecer, no les parecía suficiente. Sin embargo, no usan la misma vara de medir para todos. Pero bueno, no soy la única, a mi juicio hay otras personas que también se merecían, por méritos propios, estar aquí; como lo es en el caso de Helene.

Como nos parecía injusto, seguimos insistiendo. Y lo seguí haciendo también con la ayuda de Iván Muñoz, mi actual entrenador. Es que, la “operación mundial” la empecé en noviembre, en el impas entre una temporada y otra. Y por fin, en febrero, llegó una respuesta. La FETRI, al disputarse en casa, amplió a 5 las 3 las plazas para el mundial y gracias a eso tuve el honor de estar preseleccionada. Así que pasé de no estar convocada a sentarme en el banquillo. Pero… finalmente… salí de titular.

El partido se jugaba en casa. El factor campo actuaba a nuestro favor y eso, ya de inicio, era un punto extra. Cinco integrantes en el equipo femenino y cinco en el masculino. Capitaneado nada más y nada menos que por Javi Gómez Noya e integrado por cuatro gallegos. Así que el espectáculo y la emoción estaban asegurados. Además, contábamos con un cuerpo técnico de lujo: Samu, Pablo y Bodoque. Los cuales, en todo momento, se preocuparon para que no nos faltase de nada.

Llegó la hora de saltar al campo. Y no sé si, de todos los participantes, yo era la que más ganas tenía, pero fui la primera, y prácticamente la única (de entre todos los profesionales) que se atrevió a meterse en el agua a calentar (necesito mi proceso de adaptación). Y no era para menos. El agua estaba rozando los 14 grados y por ello la natación se recortó hasta los mil quinientos metros. Esa decisión no me beneficiaba, pero las normas son las normas y además, no tenía ganas de pasar más frío. Aunque igualmente fue inevitable.

Pocos minutos más tarde, y con los chicos ya en carrera, llegaba mi hora. Cuenta atrás y me digo: <<disfruta de esta oportunidad única. Vívela como nunca has vivido otra carrera>>.

Rápido me puse en cabeza. Junto a otra nadadora en paralelo. <<¡Uf! Esto está muy frío>> me dije. Pasada la adrenalina de los primeros metros siento como todo mi cuerpo se congela y siento que todo se me entumece. No me siento las manos, ni los pies, ni la cara. Me cuesta respirar y lo peor es que noto como los brazos se me engarrotan. ¡Qué sensación más horrible! Me pesaba todo. Me sentía rígida y la fuerte corriente, en contra, aún complica más las cosas. Para colmo, una rival no paró de aporrearme los pies. Me dolían sus arañazos en mis congeladas plantas y me incordiaban sus palmadas en los talones porque me frenaban. Todo eso junto, hizo que tuviese un momento de agobio. Pero, antes de entrar en crisis, decidí apartarme y liberarme de esa angustia a pesar de que, la cabeza de carrera, formada por dos nadadoras, se hubiese distanciado unos metros. Vi que, la que me estaba tocando los pies, era Anna Noguera. Sé que, en ese momento, empezó nuestro particular duelo.

Se hizo muy largo y duro remontar el río. Sin embargo, la vuelta fue un trámite. 25 minutos de natación para 1.500 metros cuando los 1.900 de un Half los nado casi siempre en 26. Para que veáis lo duro que fue el sector de natación.

A pesar del calor del público, la primera transición fue un poco caótica. No solo por el gran grupo en el que íbamos en cabeza, sino por la dificultad que conlleva vestirse y desvestirse con síntomas de congelación. Aún así, no fui de las más lentas. Y eso que me puse calcetines. Que ganas de subirme a la bici y pedalear solo por el hecho de entrar en calor. En cambio, la baja temperatura, a las 9h de la mañana, alargó el proceso térmico.

Consigo ponerme a la cola del grupo de cabeza y, a pesar de las dificultades para controlar los cambios y los frenos sin sentirme las manos, lucho para que no se me escapen. Lo consigo, pero sufriendo mucho y sin acabar de encontrar sensaciones. Me sentía incómoda sin acabar de controlar mis movimientos y pedaleando mal y tosca. Eso sí, la primera vuelta se me pasó sin darme cuenta. Tanto que prácticamente se me olvidó comer y beber e ignorando por completo mis wattios y mi ritmo. Eso no era buena idea, pero quería luchar por mantenerme en cabeza de carrera al menos durante la bici. Ni aprecié la dureza del circuito y, después del miedo que les tenía, conseguí ejecutar los giros técnicos casi sin enterarme.

Segunda vuelta. En los primeros kilómetros, trazando la zona más complicada, se me alejó el grupo. Ya había mucha gente en el circuito y eso, sumado a mi mala destreza, me hizo abrir hueco por delante. Después de sacrificarme y regalar wattios de más, me di cuenta de que debía centrarme en mi carrera. En mis números y no inmolarme a falta de tantos kilómetros. <<Judith. La carrera es muy larga. Ten cabeza y paciencia. Ese no es tu ritmo>>. Las buenas sensaciones no acababan de llegar. No me acababa de sentir cómoda pedaleando. Aun sentía el cuerpo rígido.

Vi como la cabeza de carrera se iba alejando cada vez más y como Anna, que no acababa de enlazar, unos metros por delante de mí, termina desistiendo. Intenté acercarme a ella, pero no lo conseguí. Acorto algo de distancias en la parte rápida y sin embargo, en las subidas, me vuelve a meter metros y no puedo con ella. Aunque en esas veo que decide esperarme y que me pide que tire un poco. Me sorprendió su actitud, pero… cada uno usa la táctica que quiere. Después de unos kilómetros de “tira tu. No, tiro yo” me pongo delante al paso por vuelta y completo los 36 kilómetros de la última tomando la delantera en nuestro mano a mano particular.

Fue una vuelta final en la que supe controlar. Supe tener cabeza para regular arriesgándome a perder algún minuto más ante la cabeza de carrera. Pero con algo de tranquilidad viendo que, por detrás, las rivales venían lejos y con la carrera ya muy rota. También supe disfrutar. Saboreé lo que estaba viviendo y me encontraba en carrera más serena que nunca. Sin miedos. Sin presión. Con confianza y con una entereza que pocas veces siento compitiendo. A pesar de que, por culpa del frío, me costó mucho entrar y encontrar unas sensaciones buenas, me sentía compitiendo más libre que nunca. Supe llevar el mejor rol que podía elegir para un mundial y eso me estaba haciendo disfrutar muchísimo. Me sentía feliz de lo que estaba haciendo.

T2. Anna me adelanta justo antes de la línea de desmonte para tomar la delantera. Aunque hice una muy rápida transición (la más rápida de todos junto a Terenzo Bozzone) y salgo a correr por delante. Lo curioso es que no siento que venga cerca, me sorprende y pienso que igual le han puesto una sanción y la está cumpliendo en el penalti box. Pero no. En el primer giro (kilómetro 3 aproximadamente) veo que viene cerca, aunque algo rezagada para haber llegado juntas a la transición. No me asusté. Seguí controlando mi carrera a sabiendas que me iba a pasar de un momento a otro. , Sinceramente, estaba preparada para ello.

Mi ritmo era brutal. Quería frenarme y seguir las consignas de Iván, pero no podía. Me encontraba cómoda. Mis sensaciones eran de ir mucho más lenta de lo que me marcaba el reloj y no entendía lo que estaba pasando. <<Vale Judith. Esto acaba de empezar. No te emociones. Tienes 30 kilómetros por delante>> me dije. En cambio, me sentía fresca y me negaba a bajar el ritmo con aquellas “tan buenas” sensaciones. No recuerdo haberme bajado nunca tan entera a correr. Tenía buenas piernas. No quería dejarme llevar por la emoción, ni perder la cabeza. Pero, cuando tienes buen feeling, hay que aprovecharlo. Y más en un mundial donde, llegados a ese punto de la carrera, hay que arriesgar al máximo.

Si mis ritmos ya eran rápidos, no os imagináis como fueron al pasar por la zona más transcurrida de la carrera. Fue salir del campo de atletismo, en el paso por meta, y meterme en una olla a presión con gente que me gritaba y aplaudía efusivamente. ¿Dios. Pero donde estaba esta gente? Parecía que estaban escondidos esperando en silencio como si se tratase de una fiesta sorpresa y, que al verme aparecer, empezará la celebración. ¡Flipante! Aún estoy alucinando. Y pensar que eso lo viví ocho veces, dos por cada vuelta. Fue un momento brutal y no pude contener la emoción. Se me hizo un nudo en la garganta <<respira, respira, respira>>. Realmente lo pasé mal. Se desbordó una lágrima de mis ojos. Y más viendo a mi padre por allí, que también estaba alucinando igual que yo.

Inmejorable ambiente. Aun cierro los ojos y escucho los gritos de la gente. Como dije: <<el jugar en casa iba a ser un punto extra>>, pero ni imaginándomelo pude esperar que hubiese tanta gente y animando con tanto fervor. Muchas gracias a todos. Me distéis alas en todo momento y conseguisteis que mi carrera se convirtiese prácticamente en un trámite. Sí, sí, a mí me dicen que corrí durante dos horas y no me lo creo. No os puedo explicar como es esa sensación de conseguir evadirte del tiempo. De los kilómetros. Y solo seguir recorriendo un camino el cual estas disfrutando a cada paso. Hasta la parte dura del casco viejo se me hizo llevadera. Bueno… al menos las dos primeras vueltas. –je,je,je,je–.

Media carrera hecha. Me había comido 15 kilómetros del tirón con una media de 4’02-4’03. Impresionante. Y lo mejor, sentir que podía seguir luchando con esa entereza. Me sentía fuerte… sin más. Sentía que todo fluía. Que nada ni nadie me detenían y que nada me molestaba. Pero, en el momento que más evadida estaba, Anna me devuelve a la realidad. La tenía pegada a mí. Tanto que casi tropiezo en una ocasión al notar su contacto por detrás. La estaba esperando. Me extrañó que tardase tanto. Y en el momento que creía que nuestro duelo iba a escapar y que ella se escaparía, veo que lo intenta un par de veces, pero sin éxito. Así que me quedé detrás. Intentando seguirla hasta donde pudiera. Para mi sorpresa, lo hice más cómoda de lo que creía y decido quedarme allí, controlando. El ritmo era algo más lento del que estaba llevando hasta ese momento. Me bajó la media. Pero sentía que me iba bien regular y estar preparada para lo que pudiera pasar.

Últimos 10 kilómetros de carrera. Ya no quedaba nada por recorrer, pero mucho por decidir. La carrera no podía estar más emocionante. Duelo de catalanas. Duelo de españolas luchando por la tercera y cuarta posición en un mundial. Sonrío, no puedo creer lo que estoy viviendo. Me resultaba impensable verme ahí delante. Representando a nuestra selección. Corriendo en nuestro país y haciéndolo con un carrerón. Los kilómetros pasaban. Quería que la meta viniera pronto para conocer el desenlace de ese duelo de titanes. Pero, a la misma vez, no quería dejar de vivirlo. Lo que estaba viviendo era brutal, espectacular. Estaba eufórica. <<Cariño. Disfruta. Esto es un mundial>> me decía Javi por cada paso por vuelta. Y vaya que si lo hice.

Kilómetro 26. Llegaba el momento más espectacular. Cuando parecía que por delante todo estaba decidido y que solo quedaba resolver la medalla de bronce, en el giro veo que la francesa va muerta y que la tenemos muy cerca. Me salió un grito totalmente sincero: <<Anna. Va. Que la tenemos ahí>>. Me sorprendió que apenas se inmutara y percibí que ella iba más tocada de lo que me parecía. Y, sin pensar en lo que podría hacer o no Anna, decido lanzarme para dar caza a la francesa. Bueno… no lo decido. Lo hago. Sin más. Aún estoy asimilando esa reacción. Fue espontánea. No pensé en ello y no entiendo que poder sobrehumano se apoderó de mí en ese instante. Me sentí como una súper heroína. Como Superman cuando se desabrocha la camisa y sacar sus súper poderes y consigue que lo imposible sea real.

¡Jaque mate! Ese fue mi movimiento. Un movimiento que daba por finalizada la partida. De los que deja al adversario sin ningún tipo de opciones. Me fui de cabeza a por la plata. Sin pensarlo. Sin ser consciente de que aquella acción podía tener graves consecuencias, porque faltaban aún cuatro kilómetros de carrera. Fue un sprint. Un verdadero sprint de veinte minutos. Corrí los cuatro últimos kilómetros por debajo de 4 min/km. Se me hizo largo pero saboreé la sangre y sentía como el ácido láctico se apoderaba de mis cuádriceps. Sin embargo, me iba retroalimentando. Cuanto más rápido corría más fuerte me sentía. No podía frenarme. Además, creía que Anna me estaba aguantando por detrás y que esperaba mi momento de flaqueza para darme el estacazo final. No quería mirar hacia atrás. Pero me despistaba el hecho de no escuchar, justo detrás de mí, otra ovación del público a su paso.

Ahora sí. Última curva antes de entrar al estadio y aprovecho para mirar hacia atrás. Ni rastro de Anna. Así que empiezo a creerme lo que está sucediendo justo en el momento en que veo a mi padre y veo que me mira emocionado y orgulloso. Paso junto a Samu y Pablo y me saludan eufóricos –gracias a los dos por todo–. Y entonces fue cuando entro en el estadio de atletismo para recorrer esos metros finales de la alfombra que me lleva hacia el SUBCAMPEONATO DEL MUNDO. No puedo olvidar ese momento. Ese en el que vives tantas emociones juntas. Ese en el que, en este caso dices: ¿Pero qué he hecho? Que alguien me lo explique, que yo… aún no me lo creo.

El título conquistado. Pero ahí llega la mejor recompensa: Abrazar a Javi que me esperaba al pasar la meta. Lloramos los dos abrazados sin comprender muy bien la realidad de lo que acababa de ocurrir. Orgullosos el uno del otro. Porque él estaba más reventado que yo. Casi 1.000 kilómetros de bici en cuatro días que hizo desde casa y allí estaba; escondido todo ese cansancio y las secuelas físicas que arrastraba de su hazaña para estar a la altura del mejor supporter. Y junto a él… mis padres, que me lo han dado todo a cambio de nada.

No soy consciente aún de lo que acabo de lograr. No es solo un resultado espectacular, sino que fue una carrera única. Inmejorable. Medida de menos a más. No recuerdo una carrera igual. Con tanta entereza. Sintiendo tanto confort durante toda la competición. Poder hacer una carrera así, en una cita tan importante como esta, me resultaba impensable.

Son las tres de la madrugada del miércoles. Cuatro días después de la carrera aún no soy capaz de combatir el insomnio. No consigo cerrar los ojos. No puedo parar de soñar despierta. En mi cabeza siguen apareciendo constantemente imágenes de la carrera. Imágenes de los momentos mágicos que viví y no puedo controlarlo. Sigo emocionándome al recordarlo y sigo sin poder dejar de ver videos de la carrera. Pero quiero disfrutar de esto el máximo tiempo posible. No quiero pasar página.

Gracias a todos… por tanto que me dais. A los que estuvisteis cerca. A los que estuvisteis lejos. A los que no os despegasteis de la tele o del móvil. A los que retrasasteis el entreno por seguirnos y a los que os motivasteis con nuestra carrera. A los que os alegrasteis con mi resultado. Y a todos por tantos mensajes de felicitaciones. No puedo pedir más.

PD: Se que le tengo que estar agradecida a la FETRI por esta oportunidad y que no debo dar opiniones negativas, pero no puedo mirar para otro lado como si nada y creo que es importante reivindicar las cosas que se pueden mejorar. Lo que no puede ser es que tengamos que ir a un mundial, que se corre en España, poniendo dinero de nuestro bolsillo. La consigna de la FETRI fue: “buscaros la vida con el viaje y nosotros os damos 200€ como mucho”. Eso sí, el hotel y las comidas, desde el jueves al domingo, si que iban a su cargo). Como veréis 200€ no son suficientes para: coger un vuelo, llevar la bici y coger un coche para llegar hasta Pontevedra.

Yo me pregunto: ¿Qué hubiera pasado si se hubiese corrido en el extranjero? ¿Cuánto sería el presupuesto? Detalles cutres para mi gusto.

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