MAL DE ALTURA

Poco más de un mes ha sido el que me he tomado para retomar la competición después de finalizar la primera parte de la temporada.

Con ganas de volver a competir, y colgarme un dorsal de nuevo, llegaba a Andorra el pasado sábado. No era una carrera que entrara en mis planes a principios de temporada y aunque a priori decliné la invitación con un “NO” rotundo, lograron persuadirme. Si dije “NO”, fue porque sabía que íbamos a nadar en aguas muy frías y eso mi cuerpo no lo lleva nada bien. Los argumentos de que era una bici hecha para mí –debido a su dureza–, finalmente me convencieron.

No iba mal desencaminada y efectivamente el agua estaba más que fría. Tanto que incluso, el día previo a la carrera, había dudas de si se podría nadar. La norma dice que por debajo de los 14 grados se prohíbe la natación (para algo están las normas). Es cierto que a mí me beneficia nadar, soy buena nadadora, pero por encima de todo está mi integridad física.

Tremendo dilema el que te creas tu solita: «Prefiero nadar. Pero, no quiero pasar frío». «Si nado: ¿Seré después capaz de frenar y cambiar piñones o plato con las manos tan frías?».

Era una difícil elección. Pero, por más alternativas que te crees en tu cabeza…, de poco sirve. Yo misma me decía: «Cuando lleguemos al lago la mañana del triatlón haremos lo que decida la organización».

No valía la pena darle vueltas y mucho menos buscar pros y contras. Aunque es inevitable.

Llegué a la carrera con ganas. En el momento que decidí ir. No conocía el cartel de salida, pero poco a poco fueron desvelando nombres y como siempre. Estábamos casi todas. ¡Si es que ninguna nos perdemos una!, y más si está cerca de casa. Dolça, Anna e Ivet, que finalmente no compitió. Una vez más, presión y lucha asegurada por estar en cabeza. Pero, como siempre digo, los “miedos”, y circunstancias de la carrera, hacen que la clasificación pase a un segundo plano.

Tarde, y noche previa, llena de nervios y respeto por saber lo que nos deparaba la carrera. Por el miedo a esa agua tan fría, la espera a que comunicaran si se nadaba y cuánto. Aunque parezca mentira, era mucha la tensión por si no se nadaba, o no, y cómo se efectuaría la salida (todos queremos estar delante, pero sin jugarnos el tipo. Y más cuando se empieza bajando). No parábamos de comentar la jugada entre compañeros y entre mi cuñado Jordi, Javi y yo. Los tres competíamos. Nuestros familiares estaban cansados de escucharnos, y también estaban algo asustados.

Para variar…, pocas horas de sueño, pero llegó el momento. En el autocar que nos llevó hasta la salida se respiraba incertidumbre. Nervios por conocer la temperatura del agua y la decisión de la organización. Risas tímidas entre los compañeros del Rctri que estábamos allí y con el resto de amigos: David, Sergio, etc…

Los minutos pasaban mientras preparábamos todo en boxes. Lo bueno que tenía esa carrera, (habituada ya a los halfs), es que la logística es más fácil. Un gel y un bidón Recuperat-ion para la bici y nada más de qué preocuparse –aparte de pedalear–.  Las Newton y la visera las tenía preparadas en la T2 «esperemos encontrarlas sin problemas» (Me decía yo misma). Me había dejado unos calcetines en cada transición. En distancias cortas no hace ni falta, pero entre el frío y mi sensibilidad en los pies… (Soy muy delicada en eso, ¡qué le vamos hacer!) Aunque pierda uno segundos en ponérmelos…, me beneficia. La idea era calzármelos en la T1. Pero, por si el frío y los nervios no me dejaban, tenía otros preparados en la T2. Aquí cada uno usa su táctica.

En ese momento, la organización nos anunciaba por megafonía lo esperado: que el agua estaba muy fría, rozando los 13 grados, y que se iba a nadar, pero “solo” 750 metros. ¡Ya está! Venía mentalizada para eso. Yo tenía claro que intentarlo lo iba a intentar, si luego veía que en el algún momento mi cuerpo se bloqueaba y que no era capaz de seguir… pues… se habría intentado al menos.

A escasa media hora ya de la salida, me unto de crema calentadora, por si servía de algo, aunque creo que no de mucho, o mejor dicho, de nada. Al ponérmela no noté ni pizca de calor. No sé si era la crema que era mala, o esto ya es algo psicológico.

Me coloco el neopreno y, aun con margen de tiempo, me voy con Javi hacia la salida. Quería probar el agua. A diferencia de muchos, que querían evitar estar más tiempo dentro del agua que el de la prueba, yo prefería meterme y calentar un poco. Mi experiencia me dice que mi cuerpo necesita habituarse y conseguir calentar los pulmones y controlar la respiración. Aunque ¡No había Dios que se aclimatara a aquello! Horrible.

Reconozco que me costó meter la cabeza menos de lo que me pensaba y que era capaz de respirar, con mucha dificultad por eso. Lo peor fue la cara. Me dolía mucho con aquella agua tan fría; y la cabeza parecía que me iba a estallar. «¿Dónde me he metido?», O mejor dicho: «¿Dónde nos estaban metiendo?». Por supuesto, manos y pies blancos y sin sensibilidad alguna. Pero…, con eso…, ya contaba.

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Junto con Javi, Lucas, Robert y Carlitos en la rampa de salida, comentamos las mismas sensaciones al entrar en el agua ¡Iba a ser muy duro! «¡Por favor!, que empiece ya… y que se acabe también!». Con Carlitos (amigo y uno de mis compañeros habituales de entreno) habíamos hablado previamente de intentar ir juntos. Luego, una vez sonase la bocina: “si te he visto no me acuerdo”. Siempre da seguridad tener una referencia. Además, Carlitos en bici está más fuerte y sabía que no iba a poder seguirlo.

Nos mandaron que fuésemos entrando en al agua. Me despido rápido de Javi y me meto en el lago. Nado hasta la línea imaginaria de salida y me coloco con Carlitos justo delante de la primera bolla. La gente se iba hacia la izquierda «mejor para nosotros –pensé». Quería ponerme delante, pero no quería que me agobiaran. Si ya me iba a costar respirar, imagínate con golpes y agarrones.

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La gente empezaba a adelantarse de la línea de salida, como ocurre siempre, pero esta vez nadie lo impedía y empezaba la cuenta atrás. La organización era consciente de lo mal que lo estábamos pasando allí metidos. ¡Al menos iba a ser rápido! Yo no iba a ser menos… también iba avanzando, tímidamente, como todos; a pesar de que seguía la cuenta atrás.

Y por fin…, bocinazo y a darlo todo. Salí muy fuerte. Empecé bien, siguiendo la estela de Llobet que rápido se alejó. Sin golpes y sin gente. «¡Qué bien, ¿Dónde estaban todos?». Aquello me dio confianza. Aun así, en cuestión de dos o tres minutos, empecé a notar a la agonía. ¡Uf! Como os explico lo que se siente. De repente te falta el aire y no puedes respirar. Quieres que, ese poco aire que coges por la boca, llegue a tus pulmones, pero parece que nunca llega. Los nervios y el agobio aumentan y te viene un momento de pánico. Crees que te ahogas, que no puedes respirar, que necesitas pararte. Creo que eso nos pasó a todos. Por suerte, yo supe controlarlo y quedarme solo en el agobio y no ceder al pánico. Ese día, el temple que otras veces no tengo, se hizo presente.

Superé la primera bolla y empecé a encontrar gente, pero yo ni sentía los golpes, ni sabía que parte de mi cuerpo movía, ni cómo. Mi cuerpo estaba totalmente gélido, adormecido. Eran sensaciones extrañas, desagradables, pero mi cuerpo seguía y parecía que los metros iban pasando. Fue muy rápida: 12’50” de natación. Eso no es nada. Sin embargo, en esa situación, se te hace eterna ¡Agónica!

Salgo del agua como un zombie. Corriendo fuerte por la alfombra verde, creyendo que ese ritmo alto me va hacer entrar más rápido en calor. Varios resbalones que casi me hacen ir al suelo. Seguía sin sentirme los pies…, ni las manos. A duras penas me podía ir bajando el neopreno. Entro en boxes medio atontada. Suerte que la Unîca se ve bien y me guía rápido hacia mi sito.

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Parecía que lo peor ya había pasado, pero no. Consigo quitarme el neopreno. Veo que soy la primera chica en boxes y decido colocarme los xwin. ¡Buf!, no era capaz de meter el pie en el calcetín ¡Qué horror! Mientras me peleo con ellos, veo que los chicos van pasando rápidamente. Hago caso omiso y sigo con mi lucha. Voy a por el casco y veo que Anna ya entra en boxes. Llega a mi lado y me dice: «¿i Dolça?, ¿Que li ha passat?».

Era muy raro que Dolça no hubiera llegado. «¡Esperemos que este bien! – me dije». En ese momento veo que mis manos no me responden y que no era capaz de hacer el “click” en el broche del casco. Le dije a Anna: «¡no em puc cordar el casco! ». A Anna poco le importaba, jejeje, pero el pánico me hizo compartirlo en voz alta. Era importante un escape en solitario y evitar que Anna, o cualquier otra rival, pudiera intentar seguir mi rueda. Ese pensamiento me dio la fuerza justa para conseguirlo, y… por fin…, pude abrocharme el casco, coger la bici y salir de boxes. Instante en el que veo llegar a Dani y salir corriendo a Carlitos delante de mí. Aunque él no me vio, y yo no tenía fuerzas para gritarle. Además, era tontería llamarlo cuando en la primera curva del descenso lo hubiera perdido de vista.

Rampa durísima para salir de boxes. Momento muy crítico notando como no me respondían los pies y me resbalaba en cada paso. Consigo subirme a la bici, pero con mucha dificultad para meter los pies en las botas. Fue muy duro ese momento.

«¡Venga Judith que ya estas pedaleando!». Me intentaba convencer de ello porque mis piernas no enviaban mensaje alguno a mi cabeza. No sé si fue el frío que me congeló las neuronas, entre ellas las del miedo, o el afán porque Anna no me alcanzara, aun así, empecé el descenso más confiada de lo normal. En solitario hasta que me alcanzo Alex y me hizo de guía. (Muchas gracias Zanu). Es lo bonito de estas carreras: sentirte ayudada por amigos y compañeros.

Con él completamos la primera parte del circuito y me llevó rodando hasta pie de puerto. Aunque, en un par de las curvas finales me derrapó un poco la rueda trasera (y eso que tampoco bajé fuerte), conseguí superar con creces la bajada y solo nos alcanzaron dos chicos. «Ahora sí que has pasado lo peor – me dije a mi misma». Se me escapó una leve sonrisa de satisfacción. Esta es la recompensa de las carreras: superar retos, vencer miedos y luchar por intentarlo siempre.

Empezaba el puerto. Ahí dejé a Zanu y puse a mi ritmo. Ritmo alto pero llevadero. Malas sensaciones al principio debido a la frialdad muscular pero poco a poco fui recuperando sensaciones (menos en los pies que seguían congelados – que incómodo es eso).

1h02’ de ascenso donde sufrí y disfruté a partes iguales. Era duro, pero me fui viniendo arriba al ver que iba ampliando ventaja con mis perseguidoras y comprobar que solo me pasaron tres chicos en toda la subida. Uno de ellos fue Alber que, como siempre, me animó y me dio confianza diciéndome que iba sola y que podía regular. ¡Como alivia eso! Realmente disfruté mucho de este sector; motivación alta sabiendo que estaba haciendo una buena carrera.

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Últimos metros hacia la T2 y escucho a mi sobrina Laia que, gritando, escucho que dice: ¡LA TIETA!

Emoción máxima. El público que empieza a aplaudir, a animar y a murmurar: “es una chica, que pasada”. Eso era que no iba tan mal respecto a los chicos. Veo a mi hermana con mi sobrina Júlia en sus brazos, a mis suegros que, una vez más, habían venido a animarme. Y a mis cuñados que se estrenaban como público. ¡Qué guay!

T2 aparatosa porque mis pies seguían congelados y me costó quitarme las botas. Casi me voy al suelo. Consigo poner pie a tierra y entrar en boxes. Me cuesta lo mío encontrar mi dorsal en la barra y pierdo algunos segundos en calzarme las Newton. Tenía margen, pero no podía perder tiempo.

Empiezo a correr o mejor dicho: empiezo a intentar correr  ¡Guau!, pero si esto era peor todavía! ¡Uf! Aunque no iba mal de piernas, la dureza del terreno y la altura (a 2000 de altitud, y a más 300 más de desnivel en carrera) hicieron que fuera agónico. No llevaba ni un kilómetro y ya estaba hiperventilando. No conseguía controlar la respiración ni el pulso. «¿Qué me pasa?». Fue otros de los momentos críticos del día, por si hubo pocos.

Mi cabeza me decía que no podía. Aparecía el demonio pidiéndome que me parara. Diciéndome que eso era demasiado duro. Pero el angelito impuso la lógica convenciéndome de que eso estaba hecho. Tocaba sufrir y luchar, pero si todo salía bien, la carrera estaba ganada. Aunque siempre te entra el pánico al comprobar que no vas demasiado bien y que tus perseguidoras te pueden alcanzar. Tocaba convencerse de que tenía ventaja y que ellas también sufrían. Y que, aunque me recortaran, podía mantenerme en cabeza.

No se veía a nadie, ni por detrás ni por delante. Primera vuelta en solitario que, gracias a Aron e Ivet, que me guiaron en un par de ocasiones, evitaron que me perdiera y me desviara. ¡Gracias!

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Quedaba completar una vuelta más sabiendo lo dura que era pero ya con la cuenta atrás en mi cabeza. Segunda vuelta que, aunque seguía sin controlar la respiración, se me hizo un poco más amena al encontrar a mucha gente. Todos los que empezaban a correr. Gonzalo, Sensitri (que iba muerto y lo animo), Marc, Jordi Olivella etc…Todos me miran sorprendidos de lo ahogada que iba. Pero, gracias a esos ánimos, me vengo arriba, le doy un poco más de ritmo a la carrera, y voy adelantándolos. Al menos para que creyeran que, esa respiración tan exagerada, era por el sobreesfuerzo que estaba haciendo.

La emoción aumenta cuando veo a Javi delante ¡Guau! Empiezo a correr más fuerte para alcanzarlo (Siempre es agradable encontrarte a tu pareja en carrera). Y…, si le pillo… y le doblo…. mejor, Jejeje (es parte de nuestro “pique sano” que día a día nos hace luchar). Pero no pudo ser. Se me fue un poco en la bajada. Aunque, justo en el cruce que me llevaba para meta y a él para el inicio de, su segunda, y última vuelta, le grito: «Cariño…, vamos…, ¡Ánimo!».

Él, como siempre, con esa alegría permanente, hasta se paró un segundo para verme y animarme, contento de que yo iba en cabeza y que ya lo tenía hecho.

Metros finales donde respiro aliviada y muy satisfecha de completar una de las carreras más duras que he hecho. Y una de las más bonitas, también. Feliz de llegar a meta en primera posición (primer triunfo de esta temporada). Contenta de ver a mi familia y a las chicas del Rctri aplaudiéndome y felicitándome. Ilusionada de haber luchado y completado este triatlón que pude vivir con muchos amigos y compañeros (con muchos de los cuales hacía tiempo que no coincidía). Y agradecida de que Núria y Pere subieran expresamente a verme.

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La resaca aún dura, el dolor de pies continúa. Con ganas de olvidar el frío que sufrí me voy al 70.3 Filipinas. Esperemos que el calor se nos dé mejor.

Gracias a los Andorra Outdoor Games por la invitación y el trato recibido.

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