Esta competición era la única que no entraba en mis planes cuando confeccioné el calendario de la temporada. Ha sido fruto de la improvisación y de una decisión de última hora. La culpa la tiene mi retirada en el Ironman Barcelona. No solo me había quedado con ganas de más, con ganas de competir, sino que después de algo así… necesitas desquitarte. Como no suelo quedarme de brazos cruzados, ni lamentándome de lo que no pudo ser, rápidamente busqué otra vía de escape. Además, había un importante entreno detrás. Un gran trabajo para llegar en plena forma a estas fechas y, si no competía, me quedaba la sensación de haber desaprovechado esa preparación. Además, quería cerciorarme de mi gran estado de forma; o al menos yo sentía que así era. Me encontraba (y me encuentro) fuerte y quería demostrármelo a mí misma.

Tan sólo tres días después del Ironman, con la idea puesta en la cabeza de buscar alguna carrera, miré las opciones que tenía. Eran pocas dadas las fechas en las que estamos y teniendo en cuenta que este domingo partimos a Méjico rumbo a la que, esta vez sí, o al menos por el momento, será la última carrera del año. Así que, por cercanía, precio y logística el Challenge Forte Village en la isla de Cerdeña iba a ser la competición elegida.

Es cierto que no nos salió tan bien la jugada como queríamos. Escribí a la organización y me dijeron que no podía contar con alojamiento gratuito y que tan solo podían ayudarme con el 50% de la inscripción debido a que había muchas Pros invitadas (con eso tampoco contaba). El triatlón se celebra en un gran Resort deportivo-lúdico-festivo donde, además de una estancia de ensueño, el estar instalado en el mismo recinto donde se compite, es una gran ventaja en muchos aspectos. Pero, a pesar de todo, y gracias a Javi, que aún tiene más iniciativa que yo, decidimos ir (aunque se nos fuera de presupuesto). Él sabía que yo quería correr y no lo iba a dejar de hacer por muchos contras que se fueron presentando. Ni tan solo el conocer la start list de Pros del evento me hizo cambiar de decisión, y eso que sabía que el Top5 iba a estar muy caro. <El que no arriesga, no gana>. Conseguimos unos vuelos a buen precio, un hotel cercano decente (obviamente el Forte Village Resort sí que se nos iba de cuentas) y ya teníamos una excusa más para volver a hacer maletas y conocer mundo. Cerdeña es un destino turístico envidiable y aun no lo conocíamos.

Llegamos viernes. Tiempo justo para deshacer maletas, montar bici, recoger dorsal, correr un poquito, cenar y a dormir pronto. El sábado no fue tampoco un día relajado. Con el reloj marcando los timing del día: desayuno, un poco de natación en el mar, breafing, check-in, comer, ver el circuito en coche (y menos mal que lo vi), descansar un poco, preparar todo, cena (pasta party de la organización en el resort que obviamente no defraudo) y temprano: el requisito imprescindible…, a la cama.

Los días previos estuve más tranquila de lo habitual. El día anterior me sentía bien, y hasta dormí genial la noche víspera. Sentía que era una carrera diferente, no estaba tan nerviosa, no tenía nada de presión. Venía a competir conmigo misma. Era como si me debiera algo a mí, solo a mí. Quería devolverme esa confianza perdida en Calella. Y, más que un buen resultado, buscaba una buena carrera a nivel personal.

8:00h. Arrancan los chicos profesionales y solo un minuto más tarde lo hacemos nosotras. Un grupito numeroso de élites, unas veinte, y muchas tops para dar guerra, aunque conseguí estar entre las primeras posiciones desde el principio. Era una natación chula, dos vueltas que incluían salir del agua en el giro con un triángulo de solo 900 metros de perímetro; por lo tanto, los escasos 300 metros de boya a boya se hacían muy llevaderos. El agua, movidita. Iba a ser un día muy duro con fuertes vientos y se notaba en el mar, pero con un fondo espectacular que animaba a meter la cabeza y seguir braceando. Hice toda la natación a pies de la ganadora Heather Wurtele (subcampeona tanto en el mundial de 70.3 como en el de Challenge) y, aunque parezca todo un logro poder seguirla, la natación siempre la hago mejor que ella y eso no me estaba gustando. Además, la primera vuelta la completamos tres chicas en cabeza, pero en el inicio de la segunda perdí referencias con una de ellas. Se desvió mucho hacia fuera y decidí conservar los pies de Heather. Mi sorpresa fue cuando me cantaron, camino de la T1, que iba tercera, porque no sé en qué momento nos pasó. No la volví a ver, ni si quiera sé quién fue (pensar que en la parte final nos fuimos encontrando grupos de edad que estaban completando su primera vuelta). Tampoco le di mucha más importancia porque tenía detrás un grupito de unas cinco integrantes donde estaban las principales favoritas y las posiciones de pódium se iban a desvanecer rápidamente. A pesar de eso, me encontré bien. Una vez más me sentí muy cómoda en el agua.

   

Una transición muy lenta donde tuve problemas para meter el neopreno en la bolsa que nos habían dado. Por culpa del aire se me voló unos metros y me hizo perder esa cierta ventaja que llevaba sobre el grupo perseguidor y alejarme definitivamente de la cabeza de carrera. En los primeros kms de bici me iban pasando rivales y, sin poder de reacción, veía como se alejaban cada vez más. <¿Qué me pasaba?>. Fue un momento duro. Era como si no tuviera fuerzas suficientes para poder engancharme a ellas (a pesar de estar dándolo todo). Es verdad que hacía mucho viento en contra, pero lo hacía para todas. Se me metió la idea en la cabeza de que llevaba la rueda de atrás frenada (pensamiento muy típico en estos casos). Me obsesioné con ello sin conseguir verlo ni comprobarlo (definitivamente no fue así). Sacándome, en ese momento, totalmente de carrera.  <Y yo que hoy venía a demostrarme a mí misma que me encontraba en uno de los mejores momentos de forma ¡Pues empezamos bien!> pensé.

La sorpresa no solo fue mía, sino también de Javi, que a la altura del km12 aproximadamente, volvíamos a pasar por delante del Forte Village y vio incrédulo como había descendido de la tercera a la séptima posición. Él sabía que lo iba a pasar mal con tanto viento y sé que, esa espera de casi tres horas de bici, se le hicieron muy largas sin tener ninguna referencia ni noticias mías.

Me costó centrarme en la carrera después de aquella situación vivida. SI hubiera ido en solitario…, al igual no hubiera sentido lo mismo. Simplemente la incomodidad y la dureza de luchar contra el viento, pero nada más que fallara a simple vista, ni física, ni técnicamente. Aunque reconozco que fue decepcionante ver como todas se me fuesen tan fácil en tan poco tiempo. Pensareis que simplemente eran más buenas que yo, pero es que a estas alturas ya nos conocemos todas y os aseguro que nuestros niveles en bici son muy parejos. La peor sensación es desaprovechar las pocas oportunidades que tienes en una carrera de encontrar un grupito con el que marcarte el ritmo, disputar la carrera, compartir kms y desaprovecharlo por completo. Me lamenté mucho de eso. De hecho, aún lo sigo haciendo. Y mientras me resignaba, antes de empezar el puerto largo llegando al km20, me pasó otra rival más. Por suerte, a ella no la llegué a perder de vista. Es más, la alcancé y la pasé al empezar el descenso. ¡Ah!… también adelanté a otra chica durante el ascenso. <Algo es algo>. Supongo que ahí empezó a pagar el esfuerzo. Pero si creía que lo más duro ya había pasado, estaba equivocada. Una bajada larga, con curvas muy cerradas, y el fuerte viento que parecía ir en aumento, me hicieron “acojonarme” y vivir uno de los peores calvarios en carrera. Y es que cuando se te mete el miedo en el cuerpo, es muy difícil coger confianza de nuevo.

Para mí fue la bici más dura que recuerdo. Ni en Lanzarote hubo tanto viento. Aunque iba totalmente fuera de carrera me convencí de que había venido a competir conmigo misma y que, las circunstancias de alrededor, no podían quitarme las ganas de luchar y darlo todo como siempre. Y es que lo curioso es que, excepto los sustos que tuve por las rachas de viento, me sentía bien a pesar de la dureza del circuito. Se me fueron pasando los kms rápido (supongo que venir de competir los 180 de la distancia Ironman hace que la mitad te parezca muy fácil). Me encontraba bien físicamente. Tenía la sensación de estar controlando bien los ritmos, la suplementación… Igual sí que salieron algunos wattios menos, pero no era un día ni un circuito para hacerle mucho caso. Solo hubiera cambiado mi falta de seguridad que fue la que me hizo levantar el pie en muchos momentos. Sobretodo bajando. Y lo peor… apretar el freno más de la cuenta. A modo de curiosidad os cuento que la rival que llevaba pegada, finalmente me pasó en el último puerto, sobre el km75 y, junto a ella, Tina Deckers (ganadora de Embrun este año, entre otras muchas cosas) y vi cómo se alejaban pronto. La sorpresa no fue que Tina se me fuera fácil, siendo una excelente escaladora, sino que aun estuviera detrás de mí a esas alturas visto lo visto de mi pésima actuación en bici. Pero a pesar de eso, conseguí el KOM en Strava del todo el circuito. Se ve que soy la única frikie de las Pros. –jejeje-

Llegué a la T2 en octava posición, fuera de carrera totalmente, y muy alejada de mis rivales, aunque las ganas de seguir compitiendo no faltaban. Al contrario, llegué con mucha fuerza y con mucha rabia. A pesar de notar que no tenía nada que hacer, salí a muerte. La cara de Javi fue un poema. Pasó de la preocupación de no verme llegar en bici, al asombro al verme salir con esa garra a correr. Creí que ese fuerte ritmo no duraría mucho. Empecé a correr a menos de 4 minutos el kilómetro, pero, aunque descendió, fue muy pocos segundos.

Corrí como si no hubiera un mañana. Corrí solo para mí porque no veía ninguna posibilidad de alcanzar a nadie por muy bien que lo hiciese. Estaban muy lejos. Pero me lo debía a mí. Yo nunca tiro la toalla. Y aun me faltaba demostrarme que realmente me sentía fuerte. Disfruté de sentir que volaba, hasta corría bien técnicamente <puede que no fuese así, pero… lo que hace la cabeza>. Me vine arriba cuando me pasó Chente y me emocionó tanto que me animara como el verlo volar y llevarse la carrera con una ventaja tan aplastante. ¡Impresionante!

Pasé a una rival en el kilómetro seis (más o menos). La misma que había estado más tiempo en bici conmigo. Creía que sería la única, el resto andaban muy lejos. Pero aun no me daba por vencida. Javi, en mi paso por el km10, me gritó que le había recortado 10 segundos a Tina <eso no es nada> –me dije. Pero no se refería en la primera vuelta; sino en un pequeño bucle que hacíamos dentro de la zona de boxes. <A un minuto y medio> –me dice.  <Eso es mucho. Pero lo voy a seguir intentando> –me digo a mi misma. Javi estaba alucinando con mi carrera. Lo sé. <¡Yo también eh!>. Pero me da mucha fuerza cuando veo que él se asombra con mi capacidad de lucha (aunque no me juegue nada). Bueno sí. Iba en séptima posición y cobraban las seis primeras. Un buen aliciente para intentarlo.

No sé si fue la pasta, la rabia que traía de la bici, el empuje en cada cruce con el resto de compañeros españoles, la ayuda de Javi, o el escozor que llevaba en el tobillo por culpa de un portachip asesino que me estaba destrozando, pero el ritmo no cesaba a pesar de que las fuerzas empezaban a flaquear. Aunque…, a algunas más que a otras. Y eso me sirvió de ayuda. Acercándome al km15, último giro de la carrera, veo que hay una rival que va muy tocada, (creo que fue la que salió primera del agua) y que, aunque a Tina no la alcance, a ella sí. Tina iba detrás. En el giro vi que le había recortado, aunque no tanto como para alcanzarla. Se le veía bien y nos quedaban escasos cinco kilómetros. Es de esos días que quieres que la carrera sea más larga para poder alcanzar más rivales <– ¿Tú te crees? ¡Somos masocas!>. Cuando voy a coger un vaso de Red Bull, la chica del avituallamiento se despista y me quedo sin él. Bueno, solo por el momento, porque un chico de la organización que se había dado cuenta, se pega un sprint cámara en mano para alcanzarme y darme el deseado vaso con taurina. <¡Mil gracias!,> –pensé y, a pesar de no tener aliento, le di las gracias tres veces seguidas y de forma encarecida por su gran gesto. Y es que el Red Bull realmente me dio alas. No sé si por su vitalidad o por el escozor que sentía en las heridas del tobillo al derramarse el líquido por encima cuando bebía (es inevitable al hacerlo corriendo y con un vaso).

Km 17 y veo a lo lejos a Tina. No sabía si alegrarme porque ya no me quedaban piernas <¡Judith lucha lo que puedas, un último esfuerzo! Puedes alcanzar a la ganadora de Embrun>. Eso me motivaba. Conseguí llegar a ella. Me puse tras ella sin que se diera cuenta…, como si estuviera jugando al escondite…., preparando el ataque. Cogí aire, me armé de valor, y la pasé intentando correr al máximo para que no tuviera tiempo de reacción, ni fuerzas para seguirme. Lo conseguí y maté dos pájaros de un tiro, porque pasé tanto a Tina como a la otra chica que iba muerta. Yo también lo estaba pero supe disimularlo lo justo para irme en esos 2kms finales y conseguir un top 5 impensable. Que se lo digan a Javi que aún no se explica cómo lo hice. Conseguir recortar más de 4 minutos a mis rivales.

Pletórica de haber conseguido el objetivo y de hacer una buena carrera. Y vaya que si la hice. Me atrevería a decir que mi mejor sector a pie junto al de Rimini. Por lo visto, Italia, siempre me da buenas carreras. Orgullosa de nuevo de superarme a mí misma y de darlo todo hasta la línea de meta. Pasé lo que pasé.

Lo que es la competición: Se vive la cara y la cruz en una misma carrera.

Lo peor del día: La muerte de un triatleta en el sector de la natación.

Mi más sentido pésame.

FOTOS DE JOSÉ LUIS HORCADE