MAL DE ALTURA

Poco más de un mes ha sido el que me he tomado para retomar la competición después de finalizar la primera parte de la temporada.

Con ganas de volver a competir, y colgarme un dorsal de nuevo, llegaba a Andorra el pasado sábado. No era una carrera que entrara en mis planes a principios de temporada y aunque a priori decliné la invitación con un “NO” rotundo, lograron persuadirme. Si dije “NO”, fue porque sabía que íbamos a nadar en aguas muy frías y eso mi cuerpo no lo lleva nada bien. Los argumentos de que era una bici hecha para mí –debido a su dureza–, finalmente me convencieron.

No iba mal desencaminada y efectivamente el agua estaba más que fría. Tanto que incluso, el día previo a la carrera, había dudas de si se podría nadar. La norma dice que por debajo de los 14 grados se prohíbe la natación (para algo están las normas). Es cierto que a mí me beneficia nadar, soy buena nadadora, pero por encima de todo está mi integridad física.

Tremendo dilema el que te creas tu solita: «Prefiero nadar. Pero, no quiero pasar frío». «Si nado: ¿Seré después capaz de frenar y cambiar piñones o plato con las manos tan frías?».

Era una difícil elección. Pero, por más alternativas que te crees en tu cabeza…, de poco sirve. Yo misma me decía: «Cuando lleguemos al lago la mañana del triatlón haremos lo que decida la organización».

No valía la pena darle vueltas y mucho menos buscar pros y contras. Aunque es inevitable.

Llegué a la carrera con ganas. En el momento que decidí ir. No conocía el cartel de salida, pero poco a poco fueron desvelando nombres y como siempre. Estábamos casi todas. ¡Si es que ninguna nos perdemos una!, y más si está cerca de casa. Dolça, Anna e Ivet, que finalmente no compitió. Una vez más, presión y lucha asegurada por estar en cabeza. Pero, como siempre digo, los “miedos”, y circunstancias de la carrera, hacen que la clasificación pase a un segundo plano.

Tarde, y noche previa, llena de nervios y respeto por saber lo que nos deparaba la carrera. Por el miedo a esa agua tan fría, la espera a que comunicaran si se nadaba y cuánto. Aunque parezca mentira, era mucha la tensión por si no se nadaba, o no, y cómo se efectuaría la salida (todos queremos estar delante, pero sin jugarnos el tipo. Y más cuando se empieza bajando). No parábamos de comentar la jugada entre compañeros y entre mi cuñado Jordi, Javi y yo. Los tres competíamos. Nuestros familiares estaban cansados de escucharnos, y también estaban algo asustados.

Para variar…, pocas horas de sueño, pero llegó el momento. En el autocar que nos llevó hasta la salida se respiraba incertidumbre. Nervios por conocer la temperatura del agua y la decisión de la organización. Risas tímidas entre los compañeros del Rctri que estábamos allí y con el resto de amigos: David, Sergio, etc…

Los minutos pasaban mientras preparábamos todo en boxes. Lo bueno que tenía esa carrera, (habituada ya a los halfs), es que la logística es más fácil. Un gel y un bidón Recuperat-ion para la bici y nada más de qué preocuparse –aparte de pedalear–.  Las Newton y la visera las tenía preparadas en la T2 «esperemos encontrarlas sin problemas» (Me decía yo misma). Me había dejado unos calcetines en cada transición. En distancias cortas no hace ni falta, pero entre el frío y mi sensibilidad en los pies… (Soy muy delicada en eso, ¡qué le vamos hacer!) Aunque pierda uno segundos en ponérmelos…, me beneficia. La idea era calzármelos en la T1. Pero, por si el frío y los nervios no me dejaban, tenía otros preparados en la T2. Aquí cada uno usa su táctica.

En ese momento, la organización nos anunciaba por megafonía lo esperado: que el agua estaba muy fría, rozando los 13 grados, y que se iba a nadar, pero “solo” 750 metros. ¡Ya está! Venía mentalizada para eso. Yo tenía claro que intentarlo lo iba a intentar, si luego veía que en el algún momento mi cuerpo se bloqueaba y que no era capaz de seguir… pues… se habría intentado al menos.

A escasa media hora ya de la salida, me unto de crema calentadora, por si servía de algo, aunque creo que no de mucho, o mejor dicho, de nada. Al ponérmela no noté ni pizca de calor. No sé si era la crema que era mala, o esto ya es algo psicológico.

Me coloco el neopreno y, aun con margen de tiempo, me voy con Javi hacia la salida. Quería probar el agua. A diferencia de muchos, que querían evitar estar más tiempo dentro del agua que el de la prueba, yo prefería meterme y calentar un poco. Mi experiencia me dice que mi cuerpo necesita habituarse y conseguir calentar los pulmones y controlar la respiración. Aunque ¡No había Dios que se aclimatara a aquello! Horrible.

Reconozco que me costó meter la cabeza menos de lo que me pensaba y que era capaz de respirar, con mucha dificultad por eso. Lo peor fue la cara. Me dolía mucho con aquella agua tan fría; y la cabeza parecía que me iba a estallar. «¿Dónde me he metido?», O mejor dicho: «¿Dónde nos estaban metiendo?». Por supuesto, manos y pies blancos y sin sensibilidad alguna. Pero…, con eso…, ya contaba.

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Junto con Javi, Lucas, Robert y Carlitos en la rampa de salida, comentamos las mismas sensaciones al entrar en el agua ¡Iba a ser muy duro! «¡Por favor!, que empiece ya… y que se acabe también!». Con Carlitos (amigo y uno de mis compañeros habituales de entreno) habíamos hablado previamente de intentar ir juntos. Luego, una vez sonase la bocina: “si te he visto no me acuerdo”. Siempre da seguridad tener una referencia. Además, Carlitos en bici está más fuerte y sabía que no iba a poder seguirlo.

Nos mandaron que fuésemos entrando en al agua. Me despido rápido de Javi y me meto en el lago. Nado hasta la línea imaginaria de salida y me coloco con Carlitos justo delante de la primera bolla. La gente se iba hacia la izquierda «mejor para nosotros –pensé». Quería ponerme delante, pero no quería que me agobiaran. Si ya me iba a costar respirar, imagínate con golpes y agarrones.

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La gente empezaba a adelantarse de la línea de salida, como ocurre siempre, pero esta vez nadie lo impedía y empezaba la cuenta atrás. La organización era consciente de lo mal que lo estábamos pasando allí metidos. ¡Al menos iba a ser rápido! Yo no iba a ser menos… también iba avanzando, tímidamente, como todos; a pesar de que seguía la cuenta atrás.

Y por fin…, bocinazo y a darlo todo. Salí muy fuerte. Empecé bien, siguiendo la estela de Llobet que rápido se alejó. Sin golpes y sin gente. «¡Qué bien, ¿Dónde estaban todos?». Aquello me dio confianza. Aun así, en cuestión de dos o tres minutos, empecé a notar a la agonía. ¡Uf! Como os explico lo que se siente. De repente te falta el aire y no puedes respirar. Quieres que, ese poco aire que coges por la boca, llegue a tus pulmones, pero parece que nunca llega. Los nervios y el agobio aumentan y te viene un momento de pánico. Crees que te ahogas, que no puedes respirar, que necesitas pararte. Creo que eso nos pasó a todos. Por suerte, yo supe controlarlo y quedarme solo en el agobio y no ceder al pánico. Ese día, el temple que otras veces no tengo, se hizo presente.

Superé la primera bolla y empecé a encontrar gente, pero yo ni sentía los golpes, ni sabía que parte de mi cuerpo movía, ni cómo. Mi cuerpo estaba totalmente gélido, adormecido. Eran sensaciones extrañas, desagradables, pero mi cuerpo seguía y parecía que los metros iban pasando. Fue muy rápida: 12’50” de natación. Eso no es nada. Sin embargo, en esa situación, se te hace eterna ¡Agónica!

Salgo del agua como un zombie. Corriendo fuerte por la alfombra verde, creyendo que ese ritmo alto me va hacer entrar más rápido en calor. Varios resbalones que casi me hacen ir al suelo. Seguía sin sentirme los pies…, ni las manos. A duras penas me podía ir bajando el neopreno. Entro en boxes medio atontada. Suerte que la Unîca se ve bien y me guía rápido hacia mi sito.

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Parecía que lo peor ya había pasado, pero no. Consigo quitarme el neopreno. Veo que soy la primera chica en boxes y decido colocarme los xwin. ¡Buf!, no era capaz de meter el pie en el calcetín ¡Qué horror! Mientras me peleo con ellos, veo que los chicos van pasando rápidamente. Hago caso omiso y sigo con mi lucha. Voy a por el casco y veo que Anna ya entra en boxes. Llega a mi lado y me dice: «¿i Dolça?, ¿Que li ha passat?».

Era muy raro que Dolça no hubiera llegado. «¡Esperemos que este bien! – me dije». En ese momento veo que mis manos no me responden y que no era capaz de hacer el “click” en el broche del casco. Le dije a Anna: «¡no em puc cordar el casco! ». A Anna poco le importaba, jejeje, pero el pánico me hizo compartirlo en voz alta. Era importante un escape en solitario y evitar que Anna, o cualquier otra rival, pudiera intentar seguir mi rueda. Ese pensamiento me dio la fuerza justa para conseguirlo, y… por fin…, pude abrocharme el casco, coger la bici y salir de boxes. Instante en el que veo llegar a Dani y salir corriendo a Carlitos delante de mí. Aunque él no me vio, y yo no tenía fuerzas para gritarle. Además, era tontería llamarlo cuando en la primera curva del descenso lo hubiera perdido de vista.

Rampa durísima para salir de boxes. Momento muy crítico notando como no me respondían los pies y me resbalaba en cada paso. Consigo subirme a la bici, pero con mucha dificultad para meter los pies en las botas. Fue muy duro ese momento.

«¡Venga Judith que ya estas pedaleando!». Me intentaba convencer de ello porque mis piernas no enviaban mensaje alguno a mi cabeza. No sé si fue el frío que me congeló las neuronas, entre ellas las del miedo, o el afán porque Anna no me alcanzara, aun así, empecé el descenso más confiada de lo normal. En solitario hasta que me alcanzo Alex y me hizo de guía. (Muchas gracias Zanu). Es lo bonito de estas carreras: sentirte ayudada por amigos y compañeros.

Con él completamos la primera parte del circuito y me llevó rodando hasta pie de puerto. Aunque, en un par de las curvas finales me derrapó un poco la rueda trasera (y eso que tampoco bajé fuerte), conseguí superar con creces la bajada y solo nos alcanzaron dos chicos. «Ahora sí que has pasado lo peor – me dije a mi misma». Se me escapó una leve sonrisa de satisfacción. Esta es la recompensa de las carreras: superar retos, vencer miedos y luchar por intentarlo siempre.

Empezaba el puerto. Ahí dejé a Zanu y puse a mi ritmo. Ritmo alto pero llevadero. Malas sensaciones al principio debido a la frialdad muscular pero poco a poco fui recuperando sensaciones (menos en los pies que seguían congelados – que incómodo es eso).

1h02’ de ascenso donde sufrí y disfruté a partes iguales. Era duro, pero me fui viniendo arriba al ver que iba ampliando ventaja con mis perseguidoras y comprobar que solo me pasaron tres chicos en toda la subida. Uno de ellos fue Alber que, como siempre, me animó y me dio confianza diciéndome que iba sola y que podía regular. ¡Como alivia eso! Realmente disfruté mucho de este sector; motivación alta sabiendo que estaba haciendo una buena carrera.

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Últimos metros hacia la T2 y escucho a mi sobrina Laia que, gritando, escucho que dice: ¡LA TIETA!

Emoción máxima. El público que empieza a aplaudir, a animar y a murmurar: “es una chica, que pasada”. Eso era que no iba tan mal respecto a los chicos. Veo a mi hermana con mi sobrina Júlia en sus brazos, a mis suegros que, una vez más, habían venido a animarme. Y a mis cuñados que se estrenaban como público. ¡Qué guay!

T2 aparatosa porque mis pies seguían congelados y me costó quitarme las botas. Casi me voy al suelo. Consigo poner pie a tierra y entrar en boxes. Me cuesta lo mío encontrar mi dorsal en la barra y pierdo algunos segundos en calzarme las Newton. Tenía margen, pero no podía perder tiempo.

Empiezo a correr o mejor dicho: empiezo a intentar correr  ¡Guau!, pero si esto era peor todavía! ¡Uf! Aunque no iba mal de piernas, la dureza del terreno y la altura (a 2000 de altitud, y a más 300 más de desnivel en carrera) hicieron que fuera agónico. No llevaba ni un kilómetro y ya estaba hiperventilando. No conseguía controlar la respiración ni el pulso. «¿Qué me pasa?». Fue otros de los momentos críticos del día, por si hubo pocos.

Mi cabeza me decía que no podía. Aparecía el demonio pidiéndome que me parara. Diciéndome que eso era demasiado duro. Pero el angelito impuso la lógica convenciéndome de que eso estaba hecho. Tocaba sufrir y luchar, pero si todo salía bien, la carrera estaba ganada. Aunque siempre te entra el pánico al comprobar que no vas demasiado bien y que tus perseguidoras te pueden alcanzar. Tocaba convencerse de que tenía ventaja y que ellas también sufrían. Y que, aunque me recortaran, podía mantenerme en cabeza.

No se veía a nadie, ni por detrás ni por delante. Primera vuelta en solitario que, gracias a Aron e Ivet, que me guiaron en un par de ocasiones, evitaron que me perdiera y me desviara. ¡Gracias!

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Quedaba completar una vuelta más sabiendo lo dura que era pero ya con la cuenta atrás en mi cabeza. Segunda vuelta que, aunque seguía sin controlar la respiración, se me hizo un poco más amena al encontrar a mucha gente. Todos los que empezaban a correr. Gonzalo, Sensitri (que iba muerto y lo animo), Marc, Jordi Olivella etc…Todos me miran sorprendidos de lo ahogada que iba. Pero, gracias a esos ánimos, me vengo arriba, le doy un poco más de ritmo a la carrera, y voy adelantándolos. Al menos para que creyeran que, esa respiración tan exagerada, era por el sobreesfuerzo que estaba haciendo.

La emoción aumenta cuando veo a Javi delante ¡Guau! Empiezo a correr más fuerte para alcanzarlo (Siempre es agradable encontrarte a tu pareja en carrera). Y…, si le pillo… y le doblo…. mejor, Jejeje (es parte de nuestro “pique sano” que día a día nos hace luchar). Pero no pudo ser. Se me fue un poco en la bajada. Aunque, justo en el cruce que me llevaba para meta y a él para el inicio de, su segunda, y última vuelta, le grito: «Cariño…, vamos…, ¡Ánimo!».

Él, como siempre, con esa alegría permanente, hasta se paró un segundo para verme y animarme, contento de que yo iba en cabeza y que ya lo tenía hecho.

Metros finales donde respiro aliviada y muy satisfecha de completar una de las carreras más duras que he hecho. Y una de las más bonitas, también. Feliz de llegar a meta en primera posición (primer triunfo de esta temporada). Contenta de ver a mi familia y a las chicas del Rctri aplaudiéndome y felicitándome. Ilusionada de haber luchado y completado este triatlón que pude vivir con muchos amigos y compañeros (con muchos de los cuales hacía tiempo que no coincidía). Y agradecida de que Núria y Pere subieran expresamente a verme.

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La resaca aún dura, el dolor de pies continúa. Con ganas de olvidar el frío que sufrí me voy al 70.3 Filipinas. Esperemos que el calor se nos dé mejor.

Gracias a los Andorra Outdoor Games por la invitación y el trato recibido.

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Esta carrera no la hice yo, aún no puedo decir que soy «finisher», pero la viví como si estuviera compitiendo. Muchas emociones que me hicieron sentir todos los compañeros y amigos del equipo RCtri. En especial mi pareja, Javi, quién bordó un carrerón en su segundo IM. Es el quién os narra en primera persona su experiencia.

LA CARRERA DE MI VIDA

Día 19 de junio de 2016. Yo, mi cabra, la lenticular y rampas de más del 15% en el stage de Alvaro Rancé en Puigcerda. Así era como me veía a una semana del Ironman de Austria; el cual era mi objetivo del año.

La semana, como siempre, empezaba con dudas, <me habré pasado en Puigcerda, iré bien entrenado, me pasará lo del Ironman de Niza…> Los entrenos estaban hechos y, aunque a lo largo de la temporada he tenido algún que otro parón, iba con más confianza que nunca.

Jueves 23 de junio. Sant Joan. La expedición Rctri se pone dirección Viena. Por ahora cero nervios y muchas risas; lo que hace que los días pre-Ironman se hagan mucho más llevaderos.

Día 24. Cogemos coche y, ahí sí que sí, dirección a Klagenfurt ciudad donde se celebra la competición. Tres horas de coche y por fin estamos en el lago. En el punto de recogida de dorsales. Las banderas de Ironman ondean toda la zona. Bicis para arriba y para abajo, perneras, gorras, corredores y muchas tiendas de deporte hacen que nos metamos de lleno en la competición. Recogemos dorsales. Este añocomo me pasó en Mallorca-, soy AWA, por lo que tengo algún que otro privilegio, como por ejemplo: no hacer cola en la recogida de dorsales y que mi bici esté al lado de la de los pros. Algo secundario que, al final, el día de la carrera, va genial.

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Como os voy contando: todo recogido, y sin ningún contratiempo, viajamos a Sankt Veit an der Glan, pueblo obrero donde tenemos nuestro hotel, a unos 20’ en coche del lugar de la prueba.

Sábado día 24. A menos de 24h del Ironman, vamos al punto de recogida de bicis donde nos esperaba Alex de Tri Transport Bike Con las bicis impecables. Montamos pedales y a dar una vuelta para ver que todo funcione correctamente. Con todo listo dejamos a las suportes las bicis y a correr para seguir activando y ahí… es donde me doy cuenta que la cosa va bien. Las patas no van, pero vamos, que aunque el pasar de 5’30 el km me cuesta horrores, y que en otras ocasiones me preocuparía, en ese momento, esas sensaciones, por la experiencia que voy teniendo, me dieron confianza. En ese día previo a  la carrera poco más que contar, descansando toda la tarde en el hotel y a las 20:00h cenando con toda la familia del Rctri. De cena: arroz y una pizza, lo que me hizo ir a la cama como el muñeco de Michelin, jajaja. Judith creo que se asustó al ver el barrigón que me salió con tanta comida, jaja.

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Ahora sí que sí.  3:30 de la mañana. Toca el despertador y lo primero que pienso es… ¡Dios cómo me jode despertarme tan pronto! Pero… bueno. Sarna con gusto no pica. Ja,já

Bajamos a desayunar y lo de siempre: caras hinchadas de dormir, café, lavabo…

Cogemos dirección al lago y… mejor no podía ir la cosa. A las 05h ya habíamos aparcado y nos dirigíamos dirección boxes.

̶ <Eeeeeeeh Javi, Javi, Jaaaaaaviiii, pero que me pasa que estoy cero nervioso> -me digo. Y es que me daba rabia hasta a mí mismo. Pero bueno, supongo que cuando esté en línea de salida ya vendrán esas mariposas cojoneras que no molan nada y  que te hacen ir al lavabo varias veces.

Bolsas listas y bici a punto para volar literalmente y es que este año iba con la lenticular de mi amigo Oriol Silvestre y me tenía plenamente motivado. Solo con el ruido que hace me hacía sentir como un verdadero pro.

Salgo de boxes y me reúno con las suportes y con mi incondicional Judith: Hago un paréntesis del Ironman, para darle las gracias. Es muy gratificante ir a competir con tu pareja y que, cuando nos vayamos a ver, los dos sepamos lo que se siente y lo que tenemos que hacer para que el que compite esté en las mejores condiciones. Y…  eso… lo hacemos a la perfección.

Andamos hasta boxes. Judith me lleva las bolsas; yo me dedico a andar y a pensar que todo va ir genial y que me voy a salir. Llegamos al césped y comenzamos a ponernos neopreno. 20’ quedan para empezar y los nervios siguen sin llegar. Me unto de vaselina todo el cuerpo y a ponerse el neopreno. Esto ya está hecho y lo único que queda es despedirse de todos y, sobretodo, de Judith. Este momento, no sé por qué pero cuando me abrazó con Judith y le doy el beso, siempre me emociono y se me pone algo en la garganta muy “romanticón”. Nos miramos y me dice: ¡Dale caña cariño. Fuerte! Yo le digo: ¡Bueno: caña, caña…, poco a poco, que es un Ironman!, jaja.
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Rollin Star. Hay gente que no le gusta, pero a la mayoría nos encanta. Adiós a las hostias en los Ironman y “hola” a nadar tranquilo a mi ritmo. Miguel, Eusebio, David y yo, nos colocamos en 1h-1h10’ y salimos juntos. Empieza la cosa sobre las 07am y empiezo a nadar. Las sensaciones buenísimas. Voy rápido y encima pasando a gente. Uaaaa!! Esto es genial. Es que hasta tengo ganas de nadar y todo. Llego a las boyas de giro y sigo bien; incluso creo que me estoy pasando y decido que, cuando me meta en el canal, aflojaré un poco y así llegaré más entero a la bici. Eso hago y entro al canal. Increíble. Por cierto: 1000 metros de distracción total viendo a gente y disfrutando de sus ánimos.

Salgo del agua. 1h 10’ que más tarde me canta Judith. Como lo habíamos hablado, me aparto a un lado justo salir del agua y me quito el neopreno, ya que la transición iba a ser muy larga. Y genial. Cojo el neopreno y lo voy enrollando hasta que llegó a la bolsa de la bici. Una voluntaria me ayuda. Me saca las cosas de la bolsa, le digo lo que necesito y lo demás lo recoge ella. Increíble organización. En 4’ ya estoy encima de la bici.

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En la bici, los primeros km’s vuelo, pero… vamos… VUELO en mayúsculas. Miro media y voy a 38 km/h, y precisamente no había mucha bajada al principio. Pues vamos, tiro millas en bici. Primera vuelta objetivo 2h 35’ y le doy un poco de caña a la cosa. Como y bebo bien. Esta vez me ha salido la jugada genial. Tengo que dar las gracias a Didac Moreno por dejarme probar sus barritas. Estaban buenísimas. Cada 30-45’ alternaba barrita y gel; más lo que iba bebiendo. Este año no quería que las fuerzas me pasaran una mala factura.

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En la bici poco que contar. La verdad que fue genial. Solo destacar que del 120 al 177km nos diluvio, cosa que creo que me benefició bastante ya que tuve que levantar el pie. La anécdota graciosa de la bici es que, en la segunda vuelta, pasé por un pueblo donde me miré en el espejo; como hacemos todos los ciclistas para ver qué bien me quedaban el traje y la lenticular, jaja, con la sorpresa que me vi una panza que casi me tocaba al manillar, jajaja. Sí que es cierto que llevaba un rato meándome, pero pensé que ya iría en la t2. Pues nada, esa panza tenía que desaparecer y, en la primera subida fuerte, me pare a mear y… madre mía. En ese momento me pasó Joaki y creo que me escuchó el grito de placer que hice.

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Venga seguimos volando y ya en la t2 bici en 5h 16’; o sea que todo iba en el tiempo estimado. Cojo bolsa y, como antes, otra voluntaria me ayuda a cambiarme de ropa y a recoger todo en bolsa; Joer que bien. Empiezo a correr. Richard, mi amigo/entrenador, me marcó que fuese a 5’ el km, pero me encontraba bien y fuerte. Las patas me funcionaban y decido clavar ritmo de 4’45 el km y haber qué tal. Justo salir un compañero asturiano, se pone a mi ritmo y me dice que no le funciona el Garmin y que si me importa que Ele marcase el ritmo -por mi genial-. Me da un poco de miedo morirme antes de tiempo, pero es que la sensación de frenarme, para no ir más fuerte, eran increíble. Mi compañero asturiano y yo hablamos bastante y nos dimos ánimos. Aprovechamos para preguntarnos un poco de nuestra vida, jaja, que grande. Hasta el km 14, más o menos, que lo dejé atrás. Y es que estaba volando.

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Veo a las supporters del rctri, y me gritan: guapoooo, jajaja. Y veo a Judith que me da ánimos. Joer, es verla y no tengo otra cosa que decirle que: ¡cariño, clavando 4’43 de media, jaja. Y es que estaba eufórico. Me voy cruzando con los rctris y nos gritamos y nos damos ánimos. Y aquí viene lo mío; y es que es ver a grupos de gente concentrando y empezar hacer aspavientos con las manos para que griten -Dios me encanta-. Me hicieron la ola y, a gritos de hope hope hope, volé y volé hasta tocar la campana del Klagenfurt con toda mi rabia y decir: <ésta es la mía Javi, olé tus webos una vuelta y revientas el crono>. Y así fui. Última vuelta y la cosa no bajaba.  Esperaba el momento en el que el cuerpo me dijese: <hasta aquí  hemos llegado>. Pero no llegaba y yo seguía disfrutando y pensando en el carretón que estaba haciendo.

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Km 32 aproximadamente, acabo el bucle largo y voy dirección donde estaba Judith y las Rctri suportes. Pasó por allí y nos las veo, pero escucho, a lo lejos, ¡cariñoooooo vamossss!, jeje. Pobre, no me había visto con tanto corredor. Levantó la mano, dándole las gracias. Km 33 y veo a Judith pegándose un sprint increíble por el césped para verme. Joer, me emociono. Me dice: <cariño que vas muy rápido nos vemos en meta! Vamossssss!> Dios, no sabéis lo que me pudo llegar a motivar lo que me dijo.

Km 36 y el cuerpo me dice: <¡pero chaval! ¿vas a parar ya, o qué?>, y paso de ir de 4’47 a 5’ y me costaba mantenerlo, pero sabía que me iba a salir. Quedan 8 km y hago lo que más tenía ganas: mirar el reloj y hacer cuentas. Quedaban 45’ para las 5 de la tarde, si había salido a las 7am, podía conseguir ser sub 10h. Uf ahí se me pusieron los pelos de punta. ¡Yo sub 10h!, Era algo impensable, incluso Richard me marcó 10h 18’. Bueno, pues no me quedaba otra que apretar dientes y a por ello. Paso por la campana y le doy más fuerte que antes. Hago que los bares de la zona me griten y me hagan la ola, y es que… ya voy a metaaaaaa.

Km 40. Ya solo quedan 2kms. Veo la meta, pero nos hacen hacer unas vueltas que me matan. Quiero llegar. Quiero ver si lo he logrado. Quiero ver a Judith y a mis amigos.

Km 42. Soy finisher. Llegó al pasillo, 300 metros infectados de gente por todos lados que grita y animan como si se dejaran el alma en ello. La música a tope. El spiker dando gritos y yo diciéndome: <Esto se acababa>. Busco a Judith, pero, con tanta gente, no la veo. Lo único que me queda era levantar los brazos, pensar en todo y en todos y dedicárselo a mi amigo Carlos Vallecillo, compañero que nos dejó antes de tiempo. Lágrimas en los ojos y dolor en el alma. A partir de ahí: pasar la meta.

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Nervios. Por fin, ahora sí. Esas mariposas en el estómago hasta que veo en el marcador Javier Cano: 9h 56’. ¡Diosssss!” Lo había conseguido. Soy sub 10h. Al instante escucho a Judith gritándome: ¡Cariño cariño! Y la veo subida en un montículo rodeada de gente. Voy hacia ella. Me pregunta: ¿Cuánto? le digo el tiempo y nos abrazamos con todas nuestras ganas. Lloramos de felicidad sabiendo lo que ha costado y lo felices que somos haciendo lo que más nos gusta hacer. Maratón en 3h 21’. Todavía no me lo creo.

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El Irnonman de Austria llego a su fin. La mejor competición que he hecho hasta el momento. Lo mejor: el grupo que fuimos. Grupo con el que solo tuvimos risas y risas. Además, todos fuimos finishers, menos Albert Jiménez que el trabajo ya lo tenía hecho siendo el campeón de Cataluña en Ironcat y con un tiempazo.

Quiero dar las gracias a las suporters rctri que estuvieron allí todo el día dándolo todo y dejándose la voz por todos los corredores. A Judith, cómo no, que con las frases que he puesto, un poco más arriba, ya sabréis lo que pensamos el uno del otro. Y a la familia y amigos que estuvieron pendientes desde la distancia.

Un abrazo fuerte a todos.

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Y Mención Especial a mi compañero y, en los últimos años, mucho más que eso. <Carlos Vallecillo: amigo, pensé en ti, y mucho. Estés donde estés, este IRONMAN DE AUSTRIA, es tuyo compañero>.

Y, como bien dijo mi suegro: La luz que se veía en la fotografía, justo al acabar, era para pensar que alguien me estaba protegiendo y ayudando.

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Llegaba “la cita” del año. Zarautz ya marcó un antes y un después el año pasado y ha hecho que se convierta en unos de los triatlones más importantes de la temporada; en uno de esos que marcas en el calendario en rojo y que estás deseando que llegue y poder hacer una buena carrera.

Correr en el País Vasco es siempre un aliciente, y más en Zarautz, donde creo que está el mejor público –Para mí es la meca del triatlón–. Si ya es importante esta competición, por todo lo que conlleva (dureza de la prueba, nivel, repercusión, etc.), a eso, en esta ocasión, faltaba sumarle que se trataba de la XXX Edición y la fiesta pintaba que iba a ser de lo más grande. Un cartel de lujo y con el mayor premio económico dado en un triatlón nacional.

El nivel era impresionante, tanto en chicos como en chicas. Corredores de mucho renombre tanto a nivel nacional como internacional. Olímpicos y corredores de ITU. Gente a la que admiro y yo formaba parte de ese cartel. Eso me impresionaba aun más. La gran favorita a la cita: Ainhoa Murua, que además corría en casa. Con el dorsal 2, Line Thams, una danesa corredora internacional y campeona en su país en distancia sprint (a ver cómo se le iba a dar esta distancia). Después de ellas, entrabamos el resto, la “triarmada” catalana (Sara Loher, Dolça, Anna, Mercé y yo) y Ruth Brito que también venía a dar guerra.

La semana previa no fue buena. Un virus estomacal y el calor me hicieron sentirme muy floja. Si algo bueno tuvo eso, fue que el cansancio me hizo dormir más de la cuenta. Tanto que hizo que apenas estuviera nerviosa los días previos y pudiera conciliar bien el sueño. Así que, descansada si llegaba.

Cuando quise darme cuenta ya estaba ahí el gran día. ¡Si es que hasta la noche previa dormí de lujo! Que sensación más rara. Me sentía bien. Con ganas, con fuerza y con la ilusión de volver a estar en Zarautz rodeada de corredores buenísimos.

Poco antes de las 12h ya me encontraba en boxes preparando material. Allí te encuentras con todas tus rivales y los nervios ya son irrefrenables. Comentas la jugada. Te das ánimo con el resto de corredores y conocidos. Gente que tú no conoces y que te desea suerte. Aún no soy consciente que la gente empieza a conocerme. Es ilusionante.

12.30h. Toca subirse al autocar que nos lleva hasta la playa de Getaría. La sensación era como cuando te vas de convivencias en el cole y tus padres vienen a despedirte. Otros de los momentos mágicos que tiene esta carrera. Me despido de Javi con un fuerte abrazo -casi estaba tan nervioso como yo–. Sentada junto a Mercé, marchamos. Ella, al ser su estreno aquí, estaba con un poco más de respeto que yo. No es una prueba fácil, pero, viendo que este año no llovía, ya estaba tranquila.

La hora previa a la carrera es cardíaca. Todos allí en la playa esperando que quede poco para la salida y poder enfundarte el neopreno y entrar al agua. Que nervios se pasan cuando bajas del autocar y esperas, con ansia, que la hora pase rápido.

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Pues ahora sí. A escasos 2’ para la salida. Línea de llamadas. Últimos mensajes de ánimo entre nosotras (porque somos rivales, pero ante todo, somos compañeras y venimos a luchar por lo mismo. A disfrutar de una carrera única). Veo a Álvaro –mi entrenador y que también compite–. Me observa y me desea suerte; tal y como habíamos comentado: la natación iba a ser clave. Debía lucharla más que nunca.

Preparadas ante las órdenes del juez. Cuenta atrás -que se hace eterna–. Tembleque en la pierna y pulso a 200. Y por fin…, bocinazo de salida. ¡Al agua!

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Buena salida. Me escapo rápido del grupo, aunque Ainhoa, como ya esperaba, aún lo hace más veloz y veo como se me va ya en los primeros metros. Demuestra su potencial desde el principio. Sabía que iba estar incontestable. Su estela me ayuda para tener referencias. Rápido me alcanza Line –también la esperaba– que va seguida de Dolça. Ese era el tren que yo tenía que pillar; aunque era más bien el Ave. Sufro mucho por aguantar sus ritmos, pero lo consigo.

Una de las nataciones más duras que he hecho. Un fuerte ritmo que, aunque con momentos en los que creía que me quedaba, consigo aguantarlas. Era la clave. Hacer una buena natación hoy era tener posibilidades para pisar el pódium.

Fatigada. Llego a la playa y, al correr hacia la T1, noto un pinchazo en el gemelo ¡Uf! ¿Qué es eso? Me pregunto. Creo que nunca había hecho tantos pies nadando en un triatlón. Debía de ser la consecuencia de ello. Aunque Line hace una rapidísima transición, y Dolça la sigue, yo estoy ahí con ellas. Me subo a la bici teniendo a las dos a la vista. De Ainhoa ni rastro ya.

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Aquí llega uno de los momentos más críticos de la carrera. Paso a Dolça empezando a subir el Alto de Meagas y, aunque en alguna curva veo a Line, en la bajada ya dejo de verla. Solo llevaba dos curvas bajando y Dolça me adelanta. El problema no era ella. Era yo que me bloqueo ya en la primera bajada del circuito. Un momento muy duro que me hace temblar y plantearme muchas cosas. Siempre he sido miedica bajando, pero… desde la caída de Mallorca…, mucho más. «¡No puedo dejar que esto me supere!, ¡Y menos hoy!» Me digo, lucho contra mí misma y, al acabar la bajada, ruedo con más fuerza que nunca. Tanto, que paso a Dolça y consigo alcanzar a Line.

«¡Bien Judith! Esa es la actitud». Me vengo arriba y me demuestro, una vez más, que la asignatura de psicología la apruebo y con matrícula de honor. Ahí sí que empiezo a disfrutar. Viene la parte más rodadora del circuito y me siento fuerte, aunque intuyo que Line viene cerca porque escucho como un árbitro le pita para advertirle que mantenga la distancia permitida respecto a mí.

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Paso de vuelta por Zarautz que, aunque me lo espere, consiguen emocionarme de nuevo. No hay una explicación posible para ese momento ¡Pero qué grande es ese público! Para más inri, me gritan que Ainhoa está a menos de un minuto ¡Eso es muy poco! Aunque no la fuese a pillar, el saber que estaba cerca de ella era una satisfacción muy grande. Significaba que estaba volando y eso que bajo fatal. Veo a Javi como me grita. Digo veo, porque casi no lo oigo ¡Estaba afónico! «Pero cariño. Si es la primera vez que paso ¿Cómo estás ya sin voz?» Pobre, que nervios estaba pasando con mi carrera. Emocionante.

La segunda vuelta no hizo más que aumentar mi confianza y, aunque Line seguía detrás – porque volví a escuchar cómo le advertían -, al menos no me pasó ni en la bajada. Buena señal. Paso de nuevo por Zarautz y el público vuelve a ponerme los pelos de punta. Euforia. Voces que gritan mi nombre. Me dicen que Ainhoa sigue ahí delante (aunque nunca la vi ¡Je, je!). Javi está aún más afónico. Aida que me ánima. Brutal. Que sensación.

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Yo no sé si fueron todos los ánimos y la emoción, que estuve intentado contener, pero el circuito me estaba pareciendo mucho más fácil que el año anterior. Me sentía que volaba y que los km pasaban rapidísimos. Hasta que en el km 65, el Muro de Aia, me devolvió a la realidad. Esto sí que me seguía pareciendo igual de duro ¿Cómo pueden hacer carreteras con tanta pendiente? Pero… ¡Si esto no lo sube nadie! Pues, por supuesto, aunque sufriendo mucho, lo subí; y eso quería decir que la bici estaba llegando a su fin.

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Sin embargo, aún me quedaba un momento muy duro. Y no era la subida al camping (Txurruka), sino la bajada. Momento que aprovechó Line para pasarme y, no contenta con eso, también marcharse. Que rabia; después de ir delante de ella durante más de 70km, se me iba a ir al final sin poder hacer nada por seguirla. No podía bajar más rápido de lo que yo confiaba. Pero no tiré la toalla. Luché en el tramo que volvía a ser llano/ascendente y, al menos, aunque a lo lejos, volví a verla.

Ahí sí que la bici estaba llegando a su fin. Quedaba lo mejor porque, aunque sea una subida, no quieres perdértela. La subida al camping es donde la gente hace un embudo y pasas casi rozándote con ellos. Sientes que te empujan con sus ánimos y hacen que tus piernas ni noten el vertiginoso ascenso. La boca seca de la emoción. Así que aprovecho en los últimos km rodadores hasta boxes, ya en Zarautz, para beber. Pero…, aquí viene la anécdota de la carrera: Cuando me acoplo y busco con la boca la cañita compruebo que no llego a ella. «¿Pero qué está pasando? ¿Se me ha encogido el cuello, o qué?». Varios intentos sacando un poco la pajita, sacando el culo del sillín, pero… nada. Fue un momento surrealista que me dio por reír por no llorar. Suerte que la bici se acababa. (Resultó ser que, en un badén, en la bajada, del bote, se me había bajado el manillar.)

Bueno. Empieza la parte más dura del triatlón. Al menos eso era antes, porque esta fue mi mejor carrera. Cada vez corro mejor. Qué bueno es sentir que lo que antes era un suplicio ahora hasta lo disfruto y siento que soy capaz de correr más rápido y lucharlo mejor. Parecía que solo faltaba creérmelo. Que sensación tan buena el ver que eres tú la que adelantas posiciones y no al revés. Pasará de todo en las siguientes, pero he conseguido ganar confianza y motivación en mi peor sector y, con eso, la carrera a pie, la afrontas de otra manera.

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Pues eso fue lo que pasó en los 20km. Salí fuerte sabiendo que estaba en posiciones de pódium, aunque con corredoras muy fuertes por detrás. Además tenía por delante a Lian a un minuto. Así que ese era el día para dejarme la vida por intentar cazarla. Lo conseguí. Mitad de la primera vuelta y la consigo adelantar. Como pasa en estos casos: te vienes arriba. Iba segunda y distanciándome cada vez más de la tercera y del resto. La euforia vino cuando Javi, en el paso por vuelta, me grita que Dolça está a más de 4’ y Sara a 9’30”.

Euforia es poco. Tuve que contenerme durante toda la carrera porque estaba siendo muy emocionante. Que fuerte me sentía. Miraba el reloj y alucinaba viendo como la media iba bajando y los km rondaban a 4’/km. Hasta vi algún 3’20 (en bajada, sí, pero… aun así, flipante).

Los quilómetros volaban como lo estaba haciendo yo; sobre una nube gracias al público que no cesó de gritar ni un solo instante. Muchas caras y voces que no puedo olvidar. La de mi entrenador, Aida, Guru, Robert, Javi, Argiñano, corredores, Siscu, conocidos… ¡Eso hay que vivirlo!

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Llegada a meta en segunda posición. Abrazo con Ainhoa que me estaba esperando. Colofón a una carrera única e inolvidable. La mejor para mi hasta ahora, ¡Sin duda!

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Gratificante saludar y subir al pódium junto a los mejores triatletas de este país. Tener el privilegio de conocerlos y competir con ellos. Les deseo lo mejor en Río.

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No soy de comparar tiempo porque depende de muchas circunstancias: lluvia, viento, calor, corrientes, mareas… Pero, me he sorprendido a mí misma de la mejora en un año:

ZARAUZKO TRIATLOIA     2015    –    2016

Natación                       41’21          38’08

Ciclismo                      2h35’01       2h27’42     (2015 con lluvia)

Carrera                       1h26’41        1h21’20

Muy contenta con la progresión en un año. Con la certeza que queda mucho por mejorar. No solo a nivel físico, sino técnico, como lo son las bajadas en bici, que estoy segura que es cuestión de tiempo y que volveré a ganar esa confianza perdida. Y en las transiciones, que también toca mejorar.

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Contenta con los resultados llego a la mitad de la temporada. Momento para darme un respiro competitivo y disfrutar con lo que estoy viviendo.

Gracias a todos los que me seguís y me apoyáis.

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La carrera de Bilbao pareció comenzar una semana antes. El lunes previo se confirma la noticia de que Virginia Berasategui estará finalmente en la carrera. Yo, al enterarme, entro en cólera y muestro mi disconformidad pidiendo explicaciones, por privado, a la organización. Ellos me confirman lo esperado. Aunque Bilbao triatlón tiene un veto de cinco años por dopaje, esa cláusula se puso a consecuencia del positivo de Virginia (en esa carrera en 2013), por lo tanto, quedaba exenta de dicho castigo y podía competir. Sus dos años de sanción sí que los ha cumplido y, aunque a mí me parezcan insuficientes, legalmente, podía competir.  Fue una semana difícil con la polémica que creó este tema, pero, a dos días de la prueba, debía dejar el debate a un lado y pensar tan solo en la carrera. Si legalmente puede competir, nos guste o no, es una corredora más y yo, en competición, voy a respetarla como tal.

Aunque mi cabeza no quería darle vueltas al tema, en el ambiente, y en las redes, no se hablaba de otra cosa. Imposible quedarme al margen, pero si algo bueno tuvo todo ello, fue que no dejé de recibir, por todos lados, muestras de apoyo y ánimos. Eso me hacía más fuerte.

Con el dorsal 2 volvía a Bilbao triatlón, donde el año anterior pude firmar una buena carrera y conseguir un exitoso segundo puesto. Venía con la confianza de conocer el circuito y de saber que en la última edición se me dio bien. A ello se le sumaba el aliciente de que tenía a toda mi familia allí y la seguridad que el público de la ciudad, una vez más, se dejaría la piel animando.

El dorsal 1 era para Asa Lundstrom, la sueca que quedó por detrás de Virginia en 2013 –aunque se acabó llevando el título al confirmarse oficialmente el positivo de Berasategui–, así que acudía con ganas de guerra; cosa que había hecho público mostrando su animadversión hacia Virginia y con la ambición de llevarse el triunfo y poderlo celebrar como es debido. El pique estaba servido y yo también formaba parte de esa batalla.

Las tres favoritas, mucha rivalidad, pero, sobre todo, juego limpio y a darlo todo como siempre.

La mañana del sábado ultimando preparativos ya en boxes, poco antes de carrera. Nervios, como siempre, pero sin presión y con mucha seguridad en mí misma. Me encontraba bien y el día acompañaba –soleado y caluroso, aunque con amenaza de lluvia para media mañana pero, por fortuna no apareció hasta finalizar la carrera–.

Mis rivales más directas ya estaban por allí. Cada una a lo suyo. Yo me encontraba con la incertidumbre de no conocerlas como competidoras y no saber lo que me iba a encontrar, aun así, estaba preparada para todo, hacer mi carrera y lucharla de principio a fin.

10.00h. Empieza la prueba en la ría de Bilbao. En los primeros metros me pongo en cabeza y me marcho en solitario –buenas sensaciones–, esto empezaba bien. Primer tramo muy cómodo hasta que, en el giro, tocaba encarar más de un kilómetro con la corriente en contra. Eso no fue tan fácil; seguro que para nadie. Yo seguía en solitario, liderando la prueba. Cuando las fuerzas empezaban a flaquear, veo que, mi hermana iba andando en paralelo a mí con mis dos sobrinas, ¡emocionante! Primer subidón del día. Gracias Mire, que bien me supo.

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Primer sector completado. Cojo bici y a por el segundo. ¡Uf!, hacía aire. De momento, en llano, no asusta, pero incomoda. Pronto veo, en el primer giro, que mis perseguidoras venían cerca –Virginia y, un poco más atrás, Asa–. Estaba preparada para ello; para que me rebasaran en bici,  así que “cabeza fría y a seguir con mi carrera”. Lo que no quise hacer fue apretar y luchar forzosamente por mantener esa poca ventaja que les llevaba.

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Final del puerto. En la primera vuelta, y en el inicio de la bajada, Virginia me adelanta como una moto. Ella iba acoplada y con una seguridad brutal y yo… ¡cagadita!, con el aire en las curvas y tocando más freno de la cuenta. No podía dejarla escapar tan fácilmente. Su estela me sirvió para guiarme y, aunque con algún susto, pude mantenerme detrás. Iniciamos juntas la segunda vuelta la hicimos con un par de adelantamientos mutuos. “Vamos Judith, que estás ahí” –me animaba yo misma–, aunque poco me duró la emoción porque, en el segundo ascenso, se me fue marchando. A pesar de los ánimos que muchos me daban para que la aguantara, y que mis sensaciones no eran malas, no fui capaz.

El palo fue doble al ver que en mitad de la bajada me pasó Asa. Otro cohete bajando, y lo peor fue que, en esa ocasión, no pude mantenerme detrás. Ésta estaba siendo una carrera muy inusual para mí, acostumbrada a luchar en solitario en el sector ciclista. La peor sensación fue el, para una vez que las tenía, no poder aguantar esas referencias.

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Llego a la T2 y Asa está ahí; un minuto por delante y Virginia, por lo que pude escuchar, a más de dos. “Virginia es inalcanzable” me dije (creyendo que a pie nos iba a seguir metiendo minutos), pero había que intentar luchar por pillar a Asa. Mucha motivación, al menos para mantener la entereza corriendo –que es lo que más cuesta–. Aunque tengo que decir que en Bilbao es diferente, con el público entregado, el sufrimiento parece inapreciable. Es increíble.

Mis primeras sensaciones no son buenas. Cansada a pesar de haber regulado un poco en bici. Las piernas empiezan a decirle a la cabeza que no pueden y yo por un momento me preocupo de quién vendrá por detrás y a cuánto. Parecí conformarme con esa tercera posición, pero si algo tengo es corazón, “y muy grande”. Así que: si las piernas no tiran, lo hará el resto.

Poco me costó subir el ritmo cuando, al paso por el final de la primera vuelta, el público me grita con fuerza para que luche, gritándome que las tengo delante y que vaya a por ellas. La piel de gallina, no hay palabras. Eso, y mi orgullo, me hicieron correr como nunca. Ni yo me lo creía. Pero, si hasta me iban las piernas. Me quedé sorprendida cuando vi, en mitad de la segunda vuelta, que tenía a Virginia ahí, justo delante de mí, y a Javi. A él no quería adelantarlo, pero si encontrármelo en carrera. Que emoción sentí –por si no estaba siendo suficiente–.  Él fue el que me dio ese empujoncito para que fuera a por ella. La tengo a tiro, me dije. Por un momento dudé si era mejor aguantar y no que, por cubrirme de gloria, luego no poder aguantar ese ritmo. Pero vi que Virginia iba clavada y no me costó adelantarla y marcharme. Me animó el pasarla, buen detalle. Tengo que reconocer por eso, que nunca había querido ganar alguien en particular hasta ese momento. Nada contra ella, pero para mí era una recompensa muy grande y un reconocimiento a la lucha, al esfuerzo y al trabajo bien hecho.

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Después de ahí, corrí en una nube. Parecía que cada vez tenía más fuerzas. El público me llevaba y notaba la satisfacción de muchos al ponerme segunda. Asa no estaba lejos, la pude ver en mitad de la última vuelta y, aunque no la pillaba, estaba siendo una motivación al ver que recortaba por delante y ampliaba ventaja por detrás.

¡Que carrerón que estaba haciendo! Y como colofón, el ver a mi padre, a falta del último km, que me ve pasar orgulloso de mí. ¡Uf! esa emoción me parecía incontenible. ¡Uf! Espera, aún no estás, me dije. Pero es que veo que mi padre sigue ahí, y que corre a mi lado unos metros. Cuando encaro el giro a la línea de meta… Ahí sí que no puedo contener las lágrimas y mucho menos cuando en ese tramo final, que me parece inmenso, veo a mi madre, a mis suegros, a mi hermana y a mis sobrinas.

La alfombra roja me hace sentir que subo al cielo. No he ganado, pero para mí, eso fue más que una victoria. Indescriptible tantas emociones, tanto sufrimiento recompensado, tanto cariño. No merezco tanto y siempre me lo dais. Hacéis que esto sea tan grande…

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Llega Virginia. La saludo en meta. Deportividad ante todo. No ha sido una carrera fácil con tanta polémica, y mi posición, nada cómoda. Pero, si a alguien le debía un respeto, no era solo a Virgina que, nos pese a quién nos pese ha cumplido su sanción y no podemos hacer más, sino a la organización, que una vez más me ha tratado como en casa. Gracias de corazón. Entiendo que su postura tampoco ha sido nada fácil. Esta carrera era mágica y se merecía un buen final y que el público disfrutase del espectáculo y de la rivalidad en carrera. Limpiamente y con deportividad.

5.00h de la mañana del día siguiente. Las emociones no me dejan dormir y aquí esoty escribiendo. Necesitaba sacar esa adrenalina que aún me duraba. Motivación máxima para seguir trabajando y luchando día a día por sacar mi carrera adelante.

Felicitar a mi cuñado por ser “finisher” y por el carrerón que hizo. Otra emoción más del día. Agradecer enormemente a todos los que me hicisteis volar en carrera y a todos mis sponsors por apoyarme.

La próxima, otro año más, toca repetir en el País Vasco. Zarautz está a la vuelta de la esquina. Emoción asegurada.

«¡Besa la gloria o muere en el intento!»

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¡Primer triatlón de la temporada!

Por más años que lleves en esto, los nervios no cesan. Estaba como el primer día de colegio; nerviosa, con ganas, pero con esa mezcla de incertidumbre sin saber lo que te espera.

Además de que no conocía la prueba, aunque ya me habían advertido de su dureza en el tramo a pie, venía sin saber cómo me iba a encontrar. Con mucha seguridad en mi misma ya que me encontraba fuerte y todo el ciclo de entrenamiento había sido bueno, pero con esa falta de chispa que se pierde cuando llevas tantos meses sin competir.

El nivelazo que había no ayudaba a tranquilizarse. Y más cuando ya empiezas a salir con dorsales bajos y ser una de las candidatas a luchar por llevarte la carrera. ¡La presión ya pesa! Pero yo tenía que hacer mi carrera, como siempre. Sara Loehr era la favorita, yo tenía que ir a defender mi dorsal número 2, difícil con el palmarés del resto de competidoras.

A pesar de todo, la logística la controlé bien. Estaba todo listo y ya en la arena esperando ansiosa empezar la carrera. Aunque con 20 minutos de retraso, pero por fin sonó la bocina. Ya en el agua, luchando por coger un hueco y poder controlar el ritmo y la respiración. No hice mala salida, me encontré cómoda y rápidamente busqué un grupo que me ayudó a marcar un buen ritmo. Salíamos con los chicos elite y realmente no sabía cómo estaba situada respecto de las chicas. Me paso Dolça al paso de la primera bolla, pero no pude seguirla. Aun así, llegué a la T1 segunda, viendo a Dolça justo por delante y con la ventaja suficiente para coger la bici sin que ninguna más me diera caza.

La bici, a pesar de empezar con una rampa muy fuerte al salir de boxes, era muy llana, muy rodadora, y eso no me beneficiaba. Si quería luchar por estar delante, tenía que hacer una bici fuerte e intentar marcar ahí la diferencia, la táctica de siempre.

Así lo hice. Me escapé desde el principio pasando a Dolça en la primera subida y me concentré durante todo el sector ciclista para no dejar escapar ni un segundo, eran claves! Aunque la bici era muy rápida, se hace muy larga cuando ruedas completamente sola, sin apenas referencias respecto a otros corredores en todo el recorrido. Luchando contra el viento y contra el crono por no dejar escapar tiempo. Las sensaciones eran buenas y más cuando veía que iba ampliando distancia por detrás.

Si soy realista, no esperaba sacar tanta diferencia en un circuito rodador, me sorprendí de hacer esa bici tan fuerte y llegar bastante entera a la T2. Aunque alucinada de llevar 4’ de ventaja respecto a Sara, sabía que no era ventaja suficiente para ser perseguida por un “guepardo” como ella! Aun así, había que luchar por ello y defender hasta el máximo ese primer puesto.

Corrí bien, hasta que llegué al infierno de las escaleras y supe que la carrera iba a ser muy dura. Por más que te lo imagines (y eso que yo he hecho carreras de subir escalera), no cuentas como “mata” a nivel muscular y como el pulso se dispara y aparece la agonía. Son esos momentos que piensas: “¡madre mía, ¿quién ha inventado este circuito?! ¡No era necesario!” y te planteas porque te gusta tanto sufrir y competir.

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Pues allí seguía, corriendo, empezando la segunda vuelta con la certeza que Sara me iba a dar caza en cualquier momento, en la primera vuelta ya me había recortado 2’30”. Me dediqué a seguir mi ritmo hasta que me cazó antes del segundo tramo de escaleras. Después de animarnos mutuamente, me conciencie de que había que mantener la entereza y defender la segunda plaza.

Así lo hice. Disfruté de los últimos kms de carrera sabiendo que había luchado y que lo había dado todo una vez más. Era una buena carrera y un buen inicio de la temporada. Quizá algunos esperaban más de mí, y se lo agradezco, pero yo sabía que Sara estaba muy por encima y hay que felicitarle por ello. Igual que al resto de corredoras.

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Lo mejor, llegar a meta sabiendo que Javi, Richard y María habían estado acompañándome y sufriendo conmigo durante toda la carrera. Supporters de lujo! Que para mí dice mucho. Su compañía durante todo el fin de semana hizo que un mero viaje de competición se convierta una vez más en un viaje inolvidable, lleno de anécdotas, risas, buenos y “malos” momentos (es que la carrera fue tan dura que me paso factura a nivel estomacal y la vuelta fue dura).

La anécdota de la carrera: cuando un juez se me acerca en moto sobre el km 70 de bici y me dice con ironía: “¿estas segura que vas bien? ¿No te habrás equivocado de recorrido?” como imagináis, muy desconcertante. Suerte que en la rotonda siguiente venia el giro que me desviaba a la parte final y me cercioré de que iba bien. Aunque seguía desconcertada. Por supuesto, al final de carrera le pedí explicaciones (porque él en ningún momento se vino a disculpar) y aun sabiendo de su error (no sabía que iba primera yo en bici) me dijo: “¡bueno yo te digo, pero tu sigue, no me hagas caso!” ¡Y eso que es un árbitro de la FETRI!

Agradeceros a todos los que me estuvisteis siguiendo en directo, para mí fue muy emocionante recibir decenas de mensajes y fotos mientras me seguíais. A todos por los ánimos y felicitaciones. Por creer en mí.

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A mi entrenador Alvaro Rance por seguir ayudándome día a día.

A todos mis patrocinadores, a los que ya me ayudabais la temporada pasada (Laica  y Portubienestar.com, xwin, Alimmenta y Sailfish) y los nuevos (Recuperat-ion, Newton, Big Mat Garro Sant Boi, Unîca Bikes, Speedsix, Catlike, Odeclas y Viator) y a los que me cuidan (Centreafit y Cyclistlab) y por su puesto a mi club Where Is the Limit? Sin vosotros no sería posible. He podido estrenar bici, ruedas, neopreno, casco, tritraje, zapatillas…gracias a vosotros! Y el estreno ha sido increíble. Gracias a Viator por acogerme y enseñarme que detrás de una gran marca ahí una gran familia que he tenido el placer de conocer.

A por la siguiente!

LA CARRERA PERFECTA

El titular ya lo dice todo. Si no recuerdo mal, primera carrera a la que llego con el cartel de favorita dada la victoria del año anterior. Eso, ya impone mucho.

La verdad es que llegué a esta carrera más en forma que nunca y eso da una confianza enorme. Conocía la prueba, conocía muy bien los circuitos (sobretodo el de bici donde venía dispuesta a marcar la diferencia) y sabía que había mejorado mucho en los tres sectores. Las cosas me estaban saliendo muy bien hasta ahora; en cada carrera estaba progresando en todos los niveles.

Con esto, y mirando que el año pasado participé con una fisura de costilla que me hizo menguar las fuerzas y que no iba  con cabra, sabía que podía mejorar la carrera del año anterior. Por mi parte la confianza era total, pero claro, no era la única que se presentaba a la gran cita con ganas de ganar. Mercé Tusell volvía a la carrera y el año pasado se quedó de mí a tan solo 18” después de irme recortando minutos en la carrera a pie (su fuerte). También venía Sara Loher que, hasta día de hoy, no sabía lo que era quedar por delante suyo, en Zarautz me dio un repaso corriendo. Cierto que Sara anunciaba que venía débil y no estaba al 100%. Otras de las favoritas era María Ortega, una grande que compite a nivel internacional y sabía que nadando me iba a sacar una minutada, aunque éste era su debut en media distancia.

Llegué el sábado a Berga y, desde que empecé a cruzarme con triatletas y compañeros, fueron muchos los que me decían: ¿Qué?, a volver a ganar, ¿no?

 “¡Uf! Qué presión. Eso no te lo pone nada fácil!”. Se agradece mucho, y desde aquí aprovecho para dar las gracias a todos los que me animáis, me seguís y depositáis tanta confianza en mí, un honor. Pero es mucho acojone también (jejeje). Para colmo, en esta carrera había una “porra” para recaudar por una bonita causa, donde se apostaba por los ganadores (tanto masculino como femenino) y, si acertabas, entrabas en el sorteo de un Ipad. Así que eran muchos los que me decían que habían apostado por mí. ¡Guau! No estoy acostumbrada a esto. Bueno, yo como siempre: a hacer mi carrera. Sin más.

Llega el domingo. Me levanto nerviosa (como siempre), pero con ganas, con fuerza. Tenía hambre de carrera y, aunque tenía más presión que nunca, no me daba miedo nada ni nadie.

Primero a la T2 a dejar bambas y visualizar por última vez el recorrido de ese tramo (para tenerlo controlado, luego en carrera vas ciega). Llega María Ortega y nos saludamos. Comentamos el procedimiento de coger y dejar las cosas en boxes. Cogemos autocar y directa para el lago. Preparo todo y para el agua. No iba muy sobrada de tiempo, lo justo para dejarlo todo a punto y tener algunos minutos para calentar en el agua. 

En la T1 echo un último vistazo a mi bici y material y veo a Sara y a Mercé preparando sus cosas. Las saludo y les deseo suerte. Rápido al agua (quería calentar y probar el neopreno que iba de estreno <gracias Pepe (Sailfish), me fue genial>. 

Le doy un beso a Javi, le deseo suerte y le pido que lleve cuidado. Me meto en el agua y a lo mío. Caliento un poco, “buenas sensaciones”. El agua menos fría de lo que me esperaba. Queda poco para la salida. Los 700 triatletas se van metiendo en el agua. Miro para atrás ¡Qué miedo! Situada en primera línea de salida, con el hándicap de que puedan devorarte, pero con la esperanza de hacer una salida fuerte y poder encontrar rápido mi hueco. En esos minutos previos, cuando el corazón se te sale por la boca, me encuentro gente en el agua que me dice: “Tú eres la Corachán, ¿no? Pues venga, a ganar”. Una triatleta oigo que dice: “Si la Corachán está aquí, estamos bien colocados. Son buenos pies a seguir!”. ¡Guau! Eso fue un lujo! En broma les contesté: “Pues si me siguen todos… encantada. Eso quiere decir que irán detrás” jeje. Otro me recuerda que ha apostado por mí en la porra. “No, por favor, más nervios no.  Ya tengo bastante”. Me emocionó el escuchar esas cosas. Fue increíble.

Ese ambiente hace que esos minutos previos pasen volando. Cuando me di cuenta estábamos en la cuenta atrás: 3,2,1… Go! Salgo al sprint y en pocos metros encuentro hueco. Una salida muy limpia que me da un plus más de confianza y me permite rápidamente coger un  ritmo fuerte. Más que otras veces. Valió la pena, la natación fue rápida y cuando me quise dar cuenta estaba ya tocando suelo. Me esperaba una rampa y una larga transición. Por primera vez (lo tenía meditado) me quito el neopreno nada más subir la rampa. Lo llevaba en la cintura y arriba me paré en seco (perdón Juan Carlos Pulido provoqué que me atropellaras), me lo quito allí mismo (para sorpresa de todos) y corro libre de lastre por esa larga transición. La jugada salió bien porque hice la T1 más rápida (en comparación con mis rivales) y eso que me puse calcetines y todo. No estaba dispuesta a perder ni un segundo.

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Cojo bici, veo que María ya ha salido pero no debía andar lejos. Mientras salgo veo que ninguna otra rival viene cerca. Qué bien.

Con la euforia ya del público puedo escuchar voces conocidas, sobretodo mi cuñado que me canta quién tengo delante y a cuánto. Hago una buena subida en bici y rápidamente me adapto al ritmo y al circuito. A pocos kms veo a Richard Calle y María, su pareja. Primer subidón. Me animan y me vuelven a indicar que María va delante, por poco tiempo; la pille en los primeros 10km. Ya estaba líder. Quedaba mucho, pero iba a luchar más que nunca por mantenerme en ese primer puesto.

La bici salió perfecta. Me encontraba muy bien, muy cómoda y me conocía el circuito. Hacia un día perfecto, ni gota de viento y sentía que cada vez estaba rodando más fuerte y con más ganas. Era la primera vez que me sentía tan a gusto con la cabra. Estaba disfrutando. En el puerto duro ya pase a algún chico, que incluso me decía que regulase (se lo agradezco), pero no era día para regular. Fui pasando kilómetros y me sorprendía que apenas me alcanzaran chicos. Recordaba que el año anterior (en ese mismo sector) me pasaron un montón, uno tras otro. Hasta que, acabando el puerto de la primera vuelta, me pasó Matos. Nos animamos mutuamente. Me alegré de que él fuese tan bien y él de que yo fuese delante. “Vamos company” me dijo.

Lo fui perdiendo de vista, sobre todo cuando empezó la bajada, pero a pesar de no bajar como él (cosa lógica), yo bajaba mejor que nunca. Que sensación tan buena. Yo que soy pésima bajando me notaba rápida y ágil en cada curva. Me fui creciendo, tanto que al llegar al punto de giro, donde estaba todo el público, amigos y muchos familiares (escuche a mis padres, aunque no los vi). Sentía que iba como una bala y que enlacé el giro de casi 180º con una agilidad brutal. “¿Lo has visto Richard?” Es que pude ver que María y Richard se impresionaron. Ellos me conocen y saben lo torpe que soy. Justo hace dos semanas Richard estaba consolándome después de hacer el ridículo por una caída tonta en subida porque me patinó la rueda en tierra, y yo le decía: “Richard es que soy muy torpe” Sin embargo, hay estaba yo… bajando como nunca.

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¡Guaaau! No os puedo describir la emoción que sentí. Se me hizo un nudo en la garganta. Se me humedecían los ojos. “Judith, respira, controla, estas compitiendo” me dije.  Estaba eufórica, me sentía fuerte. Dios, como estaba disfrutando. Tenía más ganas de pedalear que nunca, que no se acabara.  Se me estaba pasando volando. Miraba el Garmin e intentaba ir rascándole puntos a la media (en la subida para que no bajaran y en la bajada para que subieran, oscilando siempre entre 33 y 35 km/h). Era brutal.

Seguía pedaleando sola. Seguían casi sin alcanzarme  chicos, incluso llegué a coger a algunos. Me pasó Albert Jiménez en el principio del puerto de Casserres y me dijo: “vas genial. Regula. Vas sobrada, les llevas mucho” (Gracias Albert). Y ya al final de la subida vi a Xavi Torrades, que raro. Le pregunte si estaba bien y me dijo que simplemente no iba. Pobre. Que malos son esos días. La cruz de la moneda, A mí, sin embargo, me había salido “cara”. Nos animamos y seguí, ya tenía el ascenso conquistado. Tocaba bajar y volver a disfrutar y sentir como mis piernas seguían frescas. Nunca había tenido esa sensación después de llevar 80km de bici.

Lo tenía. La bici se acaba y tocaba mentalizarse para la carrera (lo más duro para mí). En la rotonda de entrada al pueblo veo a mi amigo Oscar con toda su familia. Que ilusión que estuviese ahí. “¡Gracias, gracias “Compy” por todo!”. Me emocioné y esa emoción crece cuando a pocos metros veo a Richard de nuevo y me canta: “en la primera vuelta ya les llevabas 7’ así que tranquila”. ¿Qué? ¡Guau! ¿Cómo era posible? Eso era mucho tiempo. Pues sí, eso confirmaba las buenas sensaciones que había tenido en bici y viendo como había salido la segunda vuelta, seguro que algún minuto más tenía. “Suficiente Judith, esto tiene que ser tuyo” Me dije.

La llegada a la T2 fue uno de los momentos más emocionantes del día. Cómo gritaban y me animaban al verme llegar como la primera chica. Mil gracias a todos. No tengo palabras para poder explicar lo que se siente y lo que eso te empuja. Así que, rodeada de público, de gritos y de ánimos, completé los primeros kms de carrera viendo como ninguna rival llegaba a la T2. Vi a muchos amigos y compañeros, a mis padres, a mi hermana, a mi sobrina y a Carlitos emocionado con mi carrera (gracias). Y guau. Ahí estaba Álvaro, mi entrenador. Uf, aún me emociono ahora al recordarlo. Es que me dio mucha seguridad verlo ahí diciéndome que regulara que iba sola. El sentir que estaba allí viendo como el trabajo bien hecho da sus frutos. Para mí fue muy gratificante. Gracias coach.

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Que sensación de libertad el no sentir que te persiguen y que puedes hacer tu carrera. Es un circuito duro, alguna subidita que mata pero, dada la ventaja, se me pasó rápido. Pude ver como Mercé me recortaba en cada vuelta pero sabías que era insuficiente para alcanzarme y eso me relajaba. Vi también como Sara abandonó (lo siento Sara, sé que a nadie nos gusta. Ahora a recuperarse). Disfruté en cada vuelta de los ánimos de todo el público y también de muchos triatletas que en carrera (hasta sufriendo) me animaban y me felicitaban por lo que estaba consiguiendo. Gracias a todos. Este deporte tiene eso, son todos geniales.

Tramo final de la carrera, la emoción va en aumento pero… un sabor amargo cuando veo a Javi parado y animándome. Se había retirado, me dolió, pero me quedé tranquila (aunque triste por él) al ver que estaba bien. “Judith, lo tienes, el triunfo es tuyo, disfruta de esto que hoy te has salido”, me dijo.

Así fue.

Camino final a meta. Empieza la alfombra roja que te dirige hasta el arco. La euforia es máxima y más cuando veo a mi sobrina esperando para recorrer esos metros conmigo. “Mi niña” que bonito fue ese momento hasta coger la cinta. Indescriptible. No puedo evitar seguir emocionándome recordando la carrera del domingo. Además mi primer puesto de esta temporada.

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“¡Marcote!” me dijisteis muchos. Pues sí, es cierto. Pero no nos volvamos locos que el circuito de carrera en 18km. Pero sí, la mejor en un año, notable:

  SWIM BIKE RUN  
SAILFISH BERGA 2014 26’47 2h39’43 1H37’23 4h43’53
SAILFISH BERGA 2015 25’21 2h32’08

(84km)

1H17’43

(17km)

4h15’12

 Gracias a todos los que me animasteis (antes, durante y después de la carrera), que os molestáis en escribirme y que nunca me falláis. A toda mi familia que vino a verme y que son un pilar básico para mí. A todos los amigos y compañeros. A los sponsors, sin duda, que hacen esto posible. En especial a mi nutricionista Jéssica de Alimmenta que ha conseguido que me sienta más ágil y fuerte que nunca!  

Por cierto, el día acabo redondo porque…sorprendentemente el sorteo del Ipad por la porra lo gano Javi, mi pareja! Jejeje!

 

 

Una visita a la distancia olímpica.

Mi club me ofrece un dorsal para correr la Garmin de Barcelona y yo, a pesar de no ser mi distancia, venir de correr 4 medios en 2 meses y solo una semana después de Zarautz, le digo que cuenten conmigo.

Un poco locura, pero perder no pierdo nada. Sí que es cierto que llegaba cansada y, aunque suene mal, desganada. No era una carrera que hubiese preparado. No era objetivo y, aunque quería hacerlo bien y darlo todo, como siempre, no tenía ni los nervios típicos ni la motivación de una competición importante. El hecho de que fuese una distancia más corta de lo que estoy acostumbrada también tenía mucho que ver, en ella no se requería ni tanta logística, ni tanto control de la «suplementación» ni del circuito. En esta estaba ausente el miedo y el respeto que existe en una carrera larga y todo lo que ese tipo de carreras conlleva. Esto era todo mucho más rápido.

Lo bueno de esta carrera es que me parecía un trámite, lo malo era que en ella había drafting y eso hace que la carrera cambie totalmente. Sabía que un circuito a rueda, llano y rápido no me permitiría marcar la diferencia en bici y viendo que mis cuatro rivales me iban a sacar una minutada en el agua, poco tenía que hacer.

La cosa no empezó bien. Después de escuchar en boca de la organización que los «Pros» saldríamos 2 minutos antes, o al menos unos metros posicionados por delante, comprobamos que no fue así. 500 personas a la vez y “¡sálvese quien pueda!”. Yo ya no estoy acostumbrada a esto (con todo el respeto) y eso me penalizó. Perdí las posibilidades de entrar en carrera en el primer sector. Me lleve más golpes y agarrones de la cuenta, me comió la multitud en los primeros metros del agua, me agobie más de la cuenta planteándome incluso el abandonar, pero continúe nadando hasta la playa; aunque con un mosqueo tremendo.

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Con malas sensaciones, y sin encontrar ritmo ni hueco en ningún momento, complete el 1’5 km hasta la T1. Una transición larga que, a pesar de nadar acompañada en todo momento, hizo que perdiera cualquier compañía al subirme a la bici. Tenía a cuatro cerca, me parecía imposible pero me dejé la vida en los 8 primeros kilómetros para intentar pillarlos; de nada me sirvió, sólo conseguí desgastarme. Ahí ya fue cuando me engulló el grupo que venía por detrás, entré en relevos e hice lo posible por acortar distancias con el grupo de cabeza femenino. Me sentía impotente por verme obligada a tener que acostumbrarme al ritmo del resto y no al mío y a tocar el freno más de la cuenta. Me di cuenta que me sentía bien corriendo en media distancia y, aunque se agradecen las carreras cortas por muchos factores, que la prueba no solo dependa de ti, no me gusta nada.

Con tanta gente y tantos giros me limité a velar por mi seguridad, quería llegar viva a la T2 y completar las 4 vueltas de bici. Me quedó un sabor agridulce por no haber podido hacer más y llegar a alcanzar al resto de chicas. Aun así cuando llegué a boxes, mi familia me gritó que las tenía a tan solo 40 segundos. Entonces fue cuando me di cuenta que había recortado distancia. Fue algo bueno, pero sabiendo como corro, sabía que era insuficiente para poder pillarlas. Pero por intentarlo que no quede.

Salí a correr muy fuerte. Pero eran solo 10 km. «Que corto se ve cuando una está acostumbrada a tener que correr el doble en competición». Un ritmo exigente, pero que veía que podía aguantar. En los primeros 2 km vi que la segunda, la tercera y la cuarta chica iban muy seguidas, una detrás de la otra, y a menos de un minuto de mí. Decidí que había que darlo todo por intentar alcanzarlas y, aunque fue en esfuerzo en balde, me sentí satisfecha de haber hecho una buena carrera. Completé el sector en 39’13”, mi mejor marca personal en un diez mil ¿Qué más se puede pedir?

Con una sensación de insatisfacción crucé la meta en 5ª posición, tal y como empecé la carrera. Algo había recortado en el sector a pie y llegué muy cerca de la tercera y de la cuarta pero el pódium se me hizo inalcanzable desde que empecé la carrera y esta era una buena oportunidad para dar un pasito más en los buenos resultados de esta temporada.

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Me quedo con lo mejor de ese día, que mi familia entera estuviera ahí animándome. Sobretodo mi hermana, «embarazadísima» a solo 3 días de dar a luz, y mi sobrina de 5 años y medio que aguanta lo que le echen.” ¡Gracias por los ánimos y por siempre estar ahí familia!» Y por todos aquellos amigos y compañeros que me dan su apoyo y muestran su admiración. Lo peor, los pies “sollaos” por la falta de costumbre de correr sin calcetines.

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Por mucho que te lo cuenten… !hay que vivirlo!

Triatlón de Zarautz, la meca del triatlón español por excelencia. Una de esas que no te quieres perder en tu carrera deportiva.

Aunque igual no era este año el que yo hubiese elegido para hacerlo, pero mi entrenador, Alvaro Rance, me dijo que lo marcara en el calendario, y además en letras rojas, que una distancia de natación larga y un circuito duro me podían venir bien.  Precisamente eso era lo que me echaba para atrás, sobretodo por mi poca soltura con la cabra; para un circuito tan exigente es necesario un buen dominio de la bici.

El tiempo también era un hándicap. La lluvia y el frío suelen ser habituales en el País Vasco y era otro de los contras de este «tri», y aun más sabiendo que aquí no perdonan la bici ni aunque llueva a mares. Eso mismo lo pude comprobar el sábado en directo.

Un cartel de favoritas, más lucido y extenso que nunca, era otro de los condicionantes pero…”¿Quién dijo miedo?”. ¿Por qué no poder sumar mi nombre a ese cartel y luchar por el pódium? -pensé-. Aunque parecía inalcanzable a priori con tantas rivales y de tan alto nivel: Marina Damlaimcourt, Eva Ledesma, Gurutze Frades, Sara Loher, Dolça Ollé, Anna Noguera y Arrate Mintegui, quería sumarme a ellas y figurar ese mismo cartel de favoritas.

La misma mañana de la carrera, viendo la previsión meteorológica, el puesto y la lucha por el pódium pasó a un segundo plano. En ese momento el único objetivo era no caerme. Es curioso cómo te cambia de golpe la visión de la carrera por determinadas circunstancias. Mi preocupación era ese, no caerme (Sufrí mi peor caída en lluvia y aún tengo secuelas, sobretodo psicológicas). Me daba mucho miedo, mucho respeto, el circuito ciclista con lluvia podía ser muy peligroso después de ver el desnivel que tenía. No estaba dispuesta a jugarme la vida, así que pensé: cabeza, precaución y a ver qué pasa. Lo peor es que ese miedo hace que me bloqué, que frene más de la cuenta y eso es mucho riesgo. Iba muy nerviosa a la carrera, solo me preocupaba llegar a la T2 y poner el pie en el suelo sana y salva.

Ya en línea de salida, tiritando por culpa del frío y los nervios, me quería sentir preparada para afrontar los 2.900 metros de natación que separaban la playa de Getaria hasta Zarautz. Casi 3 km que teníamos que cruzar en línea recta, con pocas referencias y con el mar algo movido, así que lo importante era evitar quedarse sola y perder guías. ¡Pues de sola, nada! Se convirtió en una de las salidas más complicadas que he vivido; nunca entenderé por qué la gente se obsesiona por hundirte, pasarte por encima y agarrarte para esquivarte. Suerte que soy nadadora porqué sino…Salir de ese caos me costó unos metros de lucha y varios tragos de agua salada. Al final me ubiqué y pude coger mi ritmo después de ver como 2 triatletas se iban escapadas. De golpe vi que Dolça iba al lado mío, fue una gran compañera durante todo el tramo de natación, pero no fue la única que estaba cerca mío, alguien me fue tocando los pies durante todo el segmento. Fue algo muy molesto y mucho más cuando, en una de esas, me bajo el chip del tobillo, lo cual, por llevarlo medio suelto, me provocó roces durante el resto de la carrera. Pero bueno, se entiende como «gajes del oficio», cuando llegamos a la playa vi que era Sara Loher. También Eva Ledesma había estado nadando en nuestro grupo.

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Una T1 más emocionante que nunca hizo que las cuatro cogiéramos la bici a la par. Yo era la más rezagada por eso. Tras un primer kilómetro de tira y afloja, demostrando quién era la más fuerte, Ledesma se quedó y yo esperé detrás de Dolça y Sara para ver que ritmo marcaban. Pero en pocos minutos empezó a llover con fuerza y ya me desestabilicé un poco. Venía la bajada y se me iban. Ellas trazaban con confianza y sin miedo y yo, muy nerviosa, empecé a frenar más de la cuenta. Veía como se me escapaban, pero me decía a mi misma que ¡No podía dejar que eso pasara!

Cambié el chip y me dije a mí misma que tenía que ser más fuerte que nunca. Empecé a pedalear y me puse en cabeza del trío que habíamos formado y, a  falta de unos kilómetros para llegar al paso de vuelta por Zarautz, por la zona más rodadora de la costa, pude ver a la cabeza de carrera, era Marina Damlaimcourt la que iba escapada. No podía imaginarme que llegaríamos a verla. Después de cómo había nadando y teniendo en cuenta que era su sector más flojo…pero hay estaba.

Pocos metros antes de entrar en Zarautz la adelanté pasando a liderar el tramo ciclista. Eso hizo que pudiera vivir el momento de entrar en primer puesto en un pueblo lleno de afición. Me llegué a emocionarme de lo que la gente animaba. Fue algo indescriptible. Yo no sé si fue la mezcla del miedo, euforia, frío y todas esas cosas que sentía, pero en solo 28 km de carrera pude emocionarme como si estuviera llegando a meta en primera posición. Ahí vi a Javi, mi novio. Traté, con la mirada, de decirle que estaba bien (lo vi preocupado por mí, por la que estaba cayendo). Vi su cara de satisfacción y sorpresa al verme pasar en primera posición (aunque con todas pegadas detrás).

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Yo no sé si fue esa inyección de adrenalina, pero en pocos kilómetros me había escapado del resto. Para nada esperaba verme en esa situación en esa carrera, visto el cartel. Pero tenía que aprovechar esa ventaja. Quedaba mucha carrera por delante y debía tener cabeza. La verdad es que me fui creciendo. Me vine arriba y, a pesar del diluvio, supe gestionar ese miedo y no perder ritmo, aunque con mucho cuidado, tampoco quería arriesgar más de la cuenta y que eso me provocara una caída.

Vuelta de paso por Zarautz para empezar la última vuelta y la más dura. Una vez más, el paso por el pueblo me volvió a emocionar y me empujó a seguir con fuerza. Ahí era donde empezaba el calvario. Estaba cansada de escuchar lo de las rampas del 20-21%, que el suelo no era el mejor y mucho menos con la lluvia. El ascenso se iba a complicar. En la cabeza llevaba la frase que me había dicho Jordi, mi cuñado, y que me habían repetido varios: “¡Sube sentada y peso atrás!”. Le hice caso, no había más opciones. Verdaderamente lo pasé mal. No solo por la dureza de las rampas, que a demás de su desnivel era un tramo más largo de lo que me pensaba,  1’2 km de tortura en la que, con todo metido, debía mantener un ritmo constante de pedaleo para no quedarme bloqueada. Pensé varias veces que me iba al suelo. Pasé más miedo subiendo que bajando !Buf!, pero lo que no tiene precio es que, a pesar de la lluvia que estaban aguantando estoicamente, la gente te anime con todas sus fuerzas y que te adviertan del peligro de la carretera llena de surcos y de un suelo resbaladizo.

Después de coronar ese Muro de Aia venía la bajada más peligrosa. En la que, por suerte, a pesar de un par de sustos, cubrí con precaución. Pero aún no estaba todo hecho. Yo ya no sabía ni por donde iba ni lo que me quedaba. Sabía que faltaba la subida al camping Txurruka e intuía que era dura, pero ! Buf! no creí que lo fuese tanto. Otro «rampote» largo y que te llega cuando las piernas ya ni te funcionan pero, entonces viene lo más emocionante del tramo ciclista. El punto donde el público, dado que es la última subida y una de las más duras, se vuelca en animarte como si en ello perdieran el alma. Es espectacular, se crea un pasillo estrecho donde solo cabes tú, tu bici y ese calor de la gente que te está casi rozando y a la que le notas ese aliento cálido que ves que te sube al cielo y te lleva hasta arriba poniéndote la piel de gallina. Es Indescriptible. En ese momento te sientes como un ciclista profesional llegando a la cima en una de las etapas míticas del Tour de Francia !Impresionante! No me cansaré de repetirlo. Aún sigo recordando ese momento mágico.

Ahora sí !Por fin!. Se acabó el sector ciclista y me encontraba orgullosa de ello, pasara lo que pasara me sentía campeona por haber luchado contra mis miedos y haberlo hecho con creces. Sí que es cierto que a solo 400 metros de la meta, en la última rotonda, antes de poner pie en el suelo, ya en Zarautz, me llevé el peor susto. Rocé una línea blanca y a causa de la lluvia casi acabo en el suelo, era como si hubiera pisado un espejo. Patiné y se me fue la bici, pero, no me preguntes cómo, conseguí estabilizarla sin caerme -¡Maldita línea!- pensé. ¡Por los pelos!

Poco me iba a durar la emoción de ir como cabeza de carrera, pero ya estaba en el último sector y la satisfacción de entrar primera en el pueblo, y llevarme la ovación de la gente, no me la quita nadie, eso queda en mi retina para toda la vida. En el km 4 me alcanzaron Gurutze Y Sara. Vaya ritmo llevaban, ¡Increíble! Me pasaron las dos sin poder ni olerlas y siguieron con su mano a mano, ajenas a todo. Yo, aunque estaba preparada para que eso pasara, quería seguir estando en carrera y no perder más posiciones. Dolça venía cerca por detrás, pero en la segunda vuelta mi perseguidora era Marina que venía como una bala. Luché más que nunca por el pódium ¡Me lo merecía! Había demostrado que podía conseguirlo y lo había dado todo durante toda la carrera. Después de esos fatídicos kilómetros entre la segunda, y en la tercera vuelta rezaba para que Marina no me alcanzara. Era un sufrimiento a perder esa gran plaza que tenía a mi alcance; en el último paso, a falta de 1 km, vi que la distancia que había entre nosotras dos era la misma ¡Ahora sí! -pensé- Lo tenía en mis manos. Tenía que creérmelo. El tercer puesto era para mí. Más sufrido y merecido que nunca.

Son indescriptible las emociones que se pueden llegar a vivir en ese momento. En esos últimos metros a meta, en pleno centro de Zarautz, con toda la gente gritándote es cuando te sientes ganadora, cuando te sientes orgullosa de lo que has conseguido y recuerdas todo lo que has luchado por llegar hasta ahí. Te acuerdas de todos los que te han apoyado día a día, tu gente, tu familia, tus amigos, todos los que me quieren y me siguen. Uno de esos finales de carrera que nunca olvidaré y que disfruté más que nunca. Cuando crucé la línea de meta solo quería abrazar a Javi, porque había sufrido casi tanto como yo y porque gracias a sus ánimos había llegado hasta allí. Lo abracé y me eche a llorar como una niña, desahogándome y sacando todas esas emociones.

¡Buf! Zarauzko Triatloia 2015 queda grabado en mi retina para siempre!

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