El insomnio propio que prosigue a una carrera llena de emociones, me ha sacado de la cama y me ha llevado a escribir la crónica tan solo unas horas después de finalizar la competición. Todo ello con la necesidad de plasmar los grandes momentos vividos en el día de hoy. Y es que Bilbao ha vuelto a emocionarme. Os cuento desde el principio:

El viernes al mediodía, a menos de 24h de la prueba, llegamos a Bilbao. El conocer la carrera, y participar por tercer año consecutivo, fue lo que nos llevó a tomar esa decisión. Fuimos directos al hotel Meliá, donde nos hospedaríamos por cortesía de la organización que, una vez más, nos trataba como reyes. Una vez allí, por fin, tenía el mono aero de Viator que este año se estaba haciendo de rogar; que por cierto me acababan de enviar. Decidimos ir a comer algo cerca y volvernos enseguida a la habitación; yo a descansar y Javi a correr. Aprovechó porque él, este año no participaba.

Estando en la habitación tocaba centrarse en la carrera. Empezaban a llegarme cientos de mensajes de apoyo; las ganas y la emoción iban en aumento. Y más, después de la llamada de mi entrenador Álvaro Rance, con él que comentamos la táctica. La verdad es que esto, es una de las cosas que cambian. Antes iba más a lo loco, a verlas venir y actuar sobre la marcha. Pero ahora, a estas alturas, lo que es cierto, es que hay que estudiar a las rivales, y las posibilidades de estar ahí luchando por la carrera. Las conclusiones sobre el papel fueron: Emma Billham <Es la que se supone que va a dominar la carrera. Debo intentar seguirla en el agua, luchar por aguantarla en bici y, llegando juntas a las T2 podré disputar la carrera donde debería ser su punto más débil>. Del resto de rivales no sabíamos mucho más. Contábamos con el factor sorpresa, aunque a veces, por mucho pronóstico que hagas, nada va según lo planeado. Y muchos menos, en carreras tan largas. De todos modos, confiaba en que se podía.  Después de hablar con Álvaro, me sentí con más ganas y fuerzas que nunca.

La tarde previa, solo quedaba recoger dorsal e ir a la reunión técnica. Esperé a que viniera Javi de entrenar y llamamos a Aida para vernos e ir juntos. <Que ganas de verla y conocer a la pequeña Noa>. Aida es una de las mejores personas que he conocido gracias a este deporte y, junto a su pareja, Gus, mantenemos una bonita amistad. Llevábamos tiempo sin vernos y a Noa aún no la conocíamos en persona. Pero por fin llegó el momento. A Gus no lo vimos hasta el sábado porque se quedó preparando todo.

Me encontré con el dorsal número 1. ¡Buf! Era el que me tocaría defender. ¡Ahí es nada! Palabras mayores. No solo por la presión del número, sino por el gesto de la organización habiéndomelo asignado a mí.  Es de agradecer y lo hice en ese mismo instante, donde me encontré con Eneko (el organizador) y Endika (de prensa), y otros muchos participantes y compañeros que ya me mostraban su apoyo para la carrera. En ese momento sí que se palpaba ambiente de competición y los nervios aumentaban.

Después de asistir a la reunión, Javi y yo nos fuimos a cenar a un restaurante japonés –para variar–. Y pronto a la cama. Tocaba enfrentarse a otra larga noche como lo son todas las previas a una carrera. Pero esta, afortunadamente, iba a ser mucho más larga porque, hasta cerca de las 9h, no debería sonar el despertador. < ¡Es que Bilbao tiene muchas cosas buenas, y el hecho de competir a las 12h del mediodía, es una de las mejores! >. Que alegría da eso: saber que, a pesar de los nervios, vas a descansar lo suficiente. Obviamente, horas antes de que el reloj sonara, estaba despierta y pensando en la carrera.

9.00. Hora prevista para activarse y preparase. Protocolo habitual, sin ninguna incidencia, y los nervios a olvidarse algo esencial. La mañana era fría y amenazaba lluvia. Es más, lo había estado haciendo horas antes y el suelo estaba mojado. Eso no me gustaba nada, pero confiaba en que, tal y como anunciaban las previsiones, a la hora de salida ya luciese el sol y aumentara la temperatura. Sobre todo, por nuestra seguridad en bici, que no lloviera.

Llego a boxes para colocar mi Ûnica y todo el material. Los medios se acercan a entrevistarme. La gente me mira, me reconocen, y el que no, me observa después de ver el número 1 que llevo dibujado en el brazo y la pierna. Eso es a lo que nunca me acostumbro. < ¡Qué vergüenza! >, pero se agradecen todas esas muestras de cariño, de ánimo, de afecto, de admiración… Me lo dicen y me sonrojo porque no sé qué decir ante eso. <¡Gracias!>. No puedo decir más. Después de ese momento abrumador, donde no paro de saludar a gente y ver a caras conocidas (Carol, Conchi, Pelu, Dani, Octavi, Mireia, Tabita…, y a Gus, ¡por fin! Aun no lo había visto), me centro en que todo esté listo en boxes y abandonarlos para ir hacia la salida.

El día empezaba a despejarse y el sol aparecía con fuerza, aunque no era suficiente para calentar el agua de la ría que, a solo 13-14 grados, iba a marcar el punto de inflexión de la prueba. Más fría y más oscura que nunca. Y para colmo, con la corriente en contra en el tramo más largo. <Con lo bien que se había nadado los años anteriores>. Ya no había excusas ni vuelta atrás.

Foto: Manu Cecilio //

12.45h. Bocinazo de salida y las chicas arrancamos la carrera. Rápido nos escapamos tres. Aunque en pocos segundos pasamos a ser dos después de que una se escapase en solitario. Mi compañera de natación iba a ser Emma que, cumpliendo con los pronósticos, pude aguantarla. Eso me dio moral y creo que es la única natación en un half que he hecho acompañada. Bueno, no solo fue Emma quien me acompañó, sino que Javi se pasó todo el sector de natación a mi altura animándome y gritándome: <¡No se escapa, no se escapa!> Emocionándome y recordándome a mi hermana que hizo lo mismo el año pasado con mi sobrina en brazos. Otra de las cosas únicas de Bilbao, completar el sector de natación viendo al público encima de ti.

Esa ayuda de Javi fue clave para completar un sector de natación muy duro por el frío, y muy largo al tener que luchar contra la corriente que, aunque no se noté en exceso nadando, desgasta mucho. Pero el momento clave del día estaba por venir. En los últimos metros Emma se quedaba y le saqué algo de ventaja. Llegué a la escalinata para salir del agua y auguré lo que ya sentía desde que empecé a nadar. Mis manos y pies estaban totalmente dormidos. Con mi enfermedad al frío (Raynaud), no pude aguantar la baja temperatura del agua, y cuando quise tirar del velcro del neopreno, fui incapaz. <¡No por favor, otra vez no! No me hagas esto. Dame tan solo algo de fuerza para poder despegar un simple velcro> No sé a quién me recomendaba: a mis manos, a mis adentros… Lo intenté una y otra vez sin suerte. Se me enrampaba el bíceps al intentarlo. Mis dedos no eran capaces de hacer pinza y separar esos dos simples trozos de tela. Fue el momento más duro de la carrera. Se me caían las lágrimas de impotencia. Miraba al público angustiada, como reclamando ayuda, y dejé de correr por la alfombra para, parada, intentar conseguirlo. A punto de echarme al suelo presa del pánico. En ese instante me alcanza Emma. Se dio cuenta de mi agonía y, me animó. <Muchas gracias> Fue un gesto de compañerismo que está por encima de la rivalidad. Y finalmente pude tirar del neopreno por el cuello y bajármelo con facilidad. Llegué a mi bici justo cuando Emma salía. Con mucha dificultad, me puse los calcetines y el casco y logré subirme a la bici.

  

Los primeros kilómetros pedaleé muy fuerte para volver a enganchar a Emma y no perderla en bici. Vi que le iba recortando. Justo en la primera rampa del Vivero la enganché. Algo le pasaba, veo que se pone de pie y que casi se cae, como si no le acabará de entrar un piñón. Le pregunté: ¿Are you ok?  Y me contesta algo como que la bici no le acaba de ir bien. <¡Losiento, Emma! No puedo hacer nada por ti. Me sentía en deuda con ella y no quería que le pasará nada después del gesto que había tenido. A pesar de su problema veo que sigue pedaleando y eso me deja más tranquila. Me alegraba adelantarla, pero no así. Seguí, y seguí con ganas, con fuerza. Sintiéndome muy cómoda y más segura que nunca. Sobre todo, en la bajada, donde disfruté sin miedos, sin viento y emocionada de recordar el circuito al ser mi tercera participación ahí. Me encuentro con Javi que había subido hasta allí a verme y, emocionado, me canta que tengo la primera a tiro. <¡Gua! La tenía>. La vi y fui a por ella. Le aguanté todo el paso por el centro de Bilbao. Eso me sirvió para recuperar un poco porque había hecho una primera vuelta muy fuerte. En la rampa, que da inicio a la segunda vuelta, justo a la altura de la transición, se queda y aprovecho para atacar. Y por lo que veo en el giro, unos 10kms más adelante, ya se había quedado rezagada y que detrás de ella, a mayor distancia, viene Emma.

Disfruté en esa segunda vuelta liderando la prueba con algo de renta. La subida al Vivero se hizo muy larga y sufrida por el ritmo tan alto que llevaba y apenas sin fuerzas. Luché gracias a los ánimos que recibía durante todo el recorrido. La gente me gritaba: ¡venga este año es tuya! Impresionante las muestras de cariño por parte de todos. Vi a Javi de nuevo sin esperármelo en esa segunda vuelta y me transmitió su satisfacción al verme tan bien. Momentos únicos que te dan las carreras.

Por fin llegaba a la T2. Pero como no podía ser menos, con algún percance. <Si es que en Bilbao estoy gafada con las transiciones>. Me bajé bien de la bici. Pero, entre los pies aún fríos, los nervios, el cansancio y todas las miradas del público en ese instante, me hicieron perder el control y, aunque esta vez no llegué a besar el suelo, me pegué un tajo en la pierna con el plato que no quise ni mirar.

Quedaba un último paso. Un paso largo y agónico por eso. Supe que había forzado mucho en bici desde que me bajé a correr. Y con amago de rampas en los primeros kilómetros sufrí pensando no poder acabar la carrera. <¡No, lo pienses Judith!> me decía a mí misma obviando el mensaje que transmitían mis cuádriceps. Debía usar la razón, la lógica. Llevaba cuatro minutos de ventaja y eso no entraba en mis planes. Esa era mucha renta.

Foto: Manu Cecilio //

Supe gestionarla. Aunque fui corriendo a tirones. Aprovechaba el calor del público que me empujaba gritando mi nombre. Y en cambio, en otros momentos, me derrumbaba por el cansancio, el calor y el miedo a que pudieran alcanzarme. Así fueron mis tres vueltas de carrera: una lucha entre la lógica y el miedo. Una carrera muy agónica donde, a pesar de estar liderando la carrera con diferencia, mi cuerpo estaba vacío. Suerte que tenía a mi chico que corrió de lado a lado de la ría y lo llegué a ver hasta cinco veces. Los ánimos de Aida y la emoción de ver a Gus liderando también la prueba y soñar con poder conseguir el triunfo con él. Todos los conocidos que me encontré y todos los triatletas que, al cruzarnos, perdían su último aliento en animarme. Los kilómetros pasaban y la ventaja seguía prácticamente intacta. El ambiente de Bilbao me ayudó a conseguir la victoria.

Conseguí la victoria y con ello la deseada txapela. ¡A la tercera va la vencida!

Bilbao nunca defrauda, y ha vuelto a darme momentos mágicos. Por encima de la victoria me quedó con todo el cariño recibido. Con todas las muestras de cariño. Con el abrazo, en meta, de Eneko contento con mi victoria. Y con la euforia de Javi.

Llegaba a Italia con una sensación rara. Muy desconectada. Y es que como nos pasaba ya semanas atrás, no contábamos con esta carrera. La incluimos a última hora y después de haber planificado el calendario; por ese motivo, sin querer, casi se nos pasaba por alto.

Javi, investigando, me lo propuso viendo que teníamos casi un mes entre el Challenge de Mogán y el Half de Bilbao. Pensamos que podía ser una buena idea. Los vuelos estaban bien de precio, no era muy lejos y se trataba de una prueba que no habíamos hecho y siempre gusta conocer un lugar nuevo.  Así que decidimos apuntarnos. Pero, cada vez que recordábamos el calendario, a los dos se nos olvida que estaba el Challenge de Rimini incluido en él. <Vaya dos>.

Pues allí estábamos. El día antes de la prueba, ya en Rimini, seguíamos comentando esa extraña situación que teníamos. Parecía que habíamos ido a pasar el fin de semana y no a competir. Porque…, era para vernos la noche de antes cenando en un japo buenísimo que encontramos; allí los dos como un sábado noche cualquiera. Aunque tengo que decir que la prueba, sorprendentemente, empezaba a las 10h de la mañana, y por eso estábamos tan relajados.

Supongo que el hecho de no conocer la prueba, los circuitos, e ir un poco a la aventura, agravaban la situación. Pero, fuese por lo que fuese, en parte a mí me estaba bien esa sensación para no sentirme tan nerviosa o estar pensando continuamente en la prueba que, aunque sea lo que toca, desgasta mucho.

A pesar de todo, la logística salió bien, exceptuando el olvido que tuve de dejarme los geles en casa. <¡Aig! Fallo gordo>. Lo salvamos comprando otros allí, pero ya no eran mis geles Recuperat-ion; que son sagrados.

El día de antes, un poco de activación por la mañana y luego prácticamente todo el día descansando en la habitación. Llovía y hacia frio, así que no era día para salir. Y como el material se dejaba el mismo domingo en boxes, a parte de la reunión técnica y recogida de dorsales, no teníamos ningún trámite más, quedarnos en la habitación preparando todo; leyendo, viendo alguna peli y descansando. Era el plan perfecto. <Me encanta esa sensación el día previo de cero estrés y descanso total>. Me fue bien para concentrarme, visualizar la carrera y creerme por fin que estaba allí para competir. Lo que pasa es que cuesta visualizar algo de lo cual no tienes apenas fotogramas. Conoces la zona de salida, boxes y llegada, porque ya estás allí, pero poco más. Los circuitos te los intentas imaginar por lo que te han contado en el programa y lo poco de lo que has podido ver de la carrera a pie. Además, tampoco conocía a las rivales, solo a una, a la italiana Sara Dossena, una de las favoritas y que sabía cómo corría (bueno, más bien volaba). Quedó segunda, detrás de mí, en Peguera el año pasado. Y la única manera de ganarle era sacándole mucha, mucha, mucha ventaja en la T2. Miento, también conocía a Natashca Batman, una veterana de 50 años varias veces campeona del mundo y con la que competí en Canarias. A parte de ellas, una alemana que quedó 5ª en el mundial de Hawai en octubre o la mujer que más veces ha bajado de las 9h en distancia Ironman. <¡Como si nada! Y otras muchas triatletas que completaban el cartel.

La noche previa fue tranquila. Dormí bastante más de lo normal. Estaba tranquila –o un poco más de lo habitual– y el hecho de poder dormir hasta las 7h de la mañana el día de la prueba era un lujo. Íbamos tan relajados que desayunamos tranquilamente; bajamos a dejarlo todo a boxes y volvimos a la habitación a prepararnos con una hora de margen todavía. Y es que estábamos a solo una calle de la salida. Así que eso nos permitió estar hasta última hora “relajados” en el hotel, ir al baño las veces que hiciese falta y bajar con lo puesto para la salida: Neopreno, gorro y gafas y directos a competir sin más. <Más fácil imposible>.

Se acercaba la hora. Se presentaba una natación difícil con un mar muy movido donde las olas ya nos iban a dar problemas desde el inicio. La temperatura del agua tampoco acompañaba al bienestar y es que estaba a tan solo 17 grados. <¡Fresquita!>, pero, por suerte, no llovía. Y aunque había nubes amenazantes, la temperatura era agradable y sin apenas viento.

A pocos minutos de empezar la prueba y, a pesar de todo, estaba bastante tranquila. Bueno, el pulso acelerado y la boca seca, pero me encontraba confiada, sin miedos y con más templanza de lo habitual. Hasta me asustaba esa sensación; era como si estuviera fuera de carrera, pero me gustaba esa seguridad que sentía en mi misma.

10.02 en la línea de salida y, sin más preámbulos, escucho el bocinazo de salida que nos pilla casi por sorpresa. Bueno, a mí no porque me fijé que con los chicos hicieron lo mismo. Ni cuenta atrás, ni aviso previo. Así que yo estaba preparada para arrancar en cualquier momento. Y así fue. Salí corriendo tomando la delantera, aunque no sirvió para mucho.

Aquello no fue nadar; fue supervivencia. Una lucha continua contra las olas. Una agonía por poder respirar sin ahogarte. La entrada ya fue muy dura; olas muy grandes y con tanta fuerza que te impedían empezar a bracear. Intentaba esquivarlas por debajo; buceando cada vez que venía una, pero lo triste es que seguíamos haciendo pie. Veía como mis rivales se desperdigaban y, mientras unas seguían intentando entrar andando, otras lo hacían nadando con el desconcierto de ver qué era lo mejor y más rápido.

Dos se escaparon por la izquierda en los primeros metros y una se acercó por la derecha y pasé, de tener sus pies en la cara, a perderlas de vista en la ola siguiente. Impotencia una vez más en el primer sector donde no soy capaz de engancharme a nadie y, con ese mar, era primordial. Pues lo pagué caro. Aunque hasta la primera boya –a 450 metros– aún las veía. Pero fue girar y perderlas totalmente de vista. <¡Pero, ¿cómo era posible?, ¿Dónde están?, ¡Si estaban aquí mismo!>. No entendía nada. Y aunque seguía avanzando torpemente hacía donde creía que se encontraba la siguiente boya –a 900 metros ni más ni menos y sin referencia alguna– me encontré perdida completamente. Avanzaba intentando trazar una línea recta paralela a la costa, pero por lo visto la boya estaba en diagonal hacía la playa. Me habían engañado con el dibujo del programa y no me estaba haciendo ninguna gracia.

Llegué a agobiarme mucho. Hasta ganas de llorar tuve; porque no es solo que tuviese la sensación de que estaba echando a perder la carrera, sino porque llegué a asustarme al encontrarme sola allí en medio del oleaje, sin referencias, sin boyas ni rivales a la vista. Y peor aún, sin ninguna embarcación cerca. Pero… <¿estamos locos?, ¿el agua está bien para competir, pero no para que no haya ni una sola barca controlando la prueba?>

En vistas de la situación, decido pararme, levantar la cabeza y resituarme antes de seguir nadando a la deriva. Por fin localizo la segunda boya en otra dirección hacía la que me dirigía y sigo nadando con más rabia que nunca. Aunque las olas seguían impidiendo coger ritmo alguno. En esos momentos es cuando te acuerdas de la gente que te dice: <pero si tú eras nadadora, para ti eso no es nada>. Y pienso: < de piscina. Y mi prueba era los 50 metros>. Eso de que en situaciones así un nadador se encuentra como pez en el agua, es mentira, os lo aseguro.

Por fin llego a la segunda boya, que nunca creí alcanzar, y sobrevivo hasta la línea de playa sin dejar de desorientarme unas cuantas veces, tragar agua e intentar controlar el mareo. Mira que le había dicho a Javi que se orientara bien, que se fijará en algún punto alto de la playa…. Pero os aseguro que no hubo manera de tomar referencia alguna con esas olas y que la única manera era pararse un segundo y esperar a que bajara la ola para ver algo. <Con lo fácil que se ve todo desde la playa>.

Después de completar una de las nataciones más duras que he hecho, decido que toca olvidarse ya de ello y pasar página; a pesar de creer que me habían pasado todas las rivales en el agua. Pero mi indignación aumenta cuando al llegar delante de mi bici no veo el casco en el manillar colocado como lo había dejado y me lo encuentro tirado por el suelo y con la visera por otro lado. <¡¡¡MIERDA!!!, ¿Quién ha sido?>. No lo iba a saber nunca. <Mejor para ella…, porque sino…>. No sé cómo afrontar la situación. Me pongo muy nerviosa y se va al traste toda la secuencia establecida. <Mira que te pasas horas visualizando y practicando las transiciones, pero luego aparece el factor sorpresa y se tuercen todos los planes>. Decido empezar por el casco, ya que estoy de rodillas recogiéndolo –a pesar de ser el último paso–, lo giro, me lo coloco y lo abrocho torpemente por los nervios y las manos heladas que no ayudan nada. Y cojo la visera creyendo que al ser imantada sería capaz de ponérmela ágilmente, pero no lo consigo. Varios intentos fallidos donde crece mi desesperación mientras notaba como el tiempo corría como el de una bomba de relojería, en su cuenta atrás, a punto de estallar. Me siento observada nerviosa por el público al otro lado de la valla y mientras las rivales van llegando y saliendo, hasta que escucho por megafonía como nombran a Sara Dossena que acababa de salir del agua. <¡No podía ser, ya estaba aquí!>. Eso me hace perder la paciencia y decido tirar la visera y marcharme sin ella. Lo peor es que, presa de la desesperación, casi me voy sin calcetines y eso sí que me podría haber penalizado mucho.

Empiezo la bici pedaleando con mucha rabia y sin dejar de pensar en lo que me había pasado con el casco. Era como si quisiera dar caza a la culpable y pedirle explicaciones. Presa de la ira no pensaba en otra cosa. Hasta que, en el km17, me adelanta una rival. <¡Gua! ¿Pero qué estaba pasando Judith? Había que poner remedio. <¡Pero si lo estaba dando todo!>

Os puedo asegurar que esa sí que no se me escapaba. Aunque a una distancia, que en momentos parecía ser irreparable, conseguí no perderla de vista. Aunque tuviera que luchar más después de un tramo técnico donde aumentaba mi desventaja, luché a muerte la bici y me obsesioné con ir a por ella. Me olvidé del recorrido, de los kms…, y por el camino pasamos a dos rivales. Iba en cuarta posición porque me lo cantó el poco público que encontramos justo en uno de los pueblos por el que pasábamos y donde culminábamos una crono escalada de 4kms.

La bici era un recorrido de ida y vuelta por el mismo camino y, cuando me di cuenta, ya estaba en mitad del recorrido y tocaba volver. Eso siempre es gratificante y más cuando hasta aquí casi todo tendía a subir. Por lo tanto, tocaba bajar, pero eso no sé si podía jugar en mi contra. Aunque por suerte no era un circuito muy técnico. Lo único era que el asfalto no era muy bueno y había que prestarle mucha atención. Además, sin la visera no veía nada. Con la velocidad se me caían las lágrimas y también notaba como se me iban metiendo cosas en los ojos. Pero estaba orgullosa de haber superado aquella situación. Me reía porque Javi decidió ponerse la visera transparente por la amenaza de lluvia y yo le decía que ni hablar, que con la transparente no vería nada si me daba el sol en la cara. Pues, paradójicamente, allí estaba, pedaleando sin visera <¡Ni polarizada, ni transparente. Por hablar!>.

Me crecí en la vuelta. Me encontré fuerte. Empecé a disfrutar de la bici y de ese circuito que me estaba encantando. A pesar de llevar algo de tensión con tanto bache, volví a creer en el “sí se puede” y rebasé a la tercera competidora. Estaba en posiciones de pódium. <¡Ojo que no estamos tan mal!>. Sabía que no iba a despegarme de ella. Escuchaba como levantaba el pie para evitar pegarse a mí y jugarse la tarjeta; aunque ya me estaba bien, mientras estuviera detrás ya era buena señal. Pero, se acostumbró mucho a ese rebufo, demasiado tiempo y demasiado cerca. Yo levantaba el pie, pero lejos de pasarme, ella hacía lo mismo. Indignada y con las piernas cansadas, por tratar de subir la media, iba recortando quilómetros. Quedaban poco más de 5 cuando entrábamos en la parte final del ciclismo y el viento soplaba en contra con fuerza. Así que me levanté del acople, me tomé un último gel y me hidraté bien. Por fin se dio por aludida y con mi actitud, me adelantó. Y yo cogí algo de oxígeno para llegar a la T2 dispuesta a darlo todo corriendo.

Así fue. En boxes ya la perdí de vista y corrí desde el primer km dejándome la piel. Tanto que no las tenía todas conmigo de poder aguantar ese ritmo. Y más cuando, en la primera vuelta, al pasar por su lado, el speaker comentó que mi cara de sufrimiento lo decía todo.

Primera vuelta. Donde veo que la líder va sobrada y a la segunda, aunque fatigada, muy lejos de mí y aparentemente inalcanzable. Pero lo que la tercera plaza también peligraba. Vi que venía otra rival cerca y con intención de darme caza; había adelantado a la que llegó conmigo a boxes y me amenazaba con la mirada. Detrás, tres seguidas, y Sara Dossena algo más rezagada en la primera vuelta, pero con un ritmo apabullante.

Yo no sé de donde saqué las fuerzas ese día. A pesar de sentirme forzada en la primera vuelta, corriendo a 4min/km, a cada kilómetro que pasaba me sentía más rápida, más fuerte, más ágil. Lo curioso es que era más una lucha personal que el buscar ganar o no perder posiciones. Me ayudaron mucho los ánimos de los españoles: Ignasi en carrera y su acompañante, Ricardo y su familia, el público con el que notaba que crecía su sorpresa al ver mi carrera y, por supuesto, Javi; que en cada cruce de miradas por vuelta me daba alas.

Para mi sorpresa, en la segunda vuelta veo que recorto distancia por delante y que me despegó un poco de las de atrás. Sin embargo seguía creyendo que no podía alcanzar la segunda plaza. Aun así, el ritmazo de Sara me preocupaba, pero no estaba dispuesta a bajarme del pódium. Reconozco que estaba disfrutando con mi carrera, con mis increíbles sensaciones y me tenía que quedar con eso pasase lo que pasase. Vaya, que me intentaba animar a mí misma, y no desmoralizarme, por si Sara me alcanzaba. Pero no sería justo. Estaba haciendo un carrerón, la mejor hasta ahora. Tanto era así que, acabando la tercera vuelta logro alcanzar a la segunda. Emoción máxima. Ahí si creí que el pódium no se escapaba, pero ansiaba esa segunda plaza.

No os puedo explicar como de emocionante fue para mí esa última vuelta. Sufrí en cada paso. Y aunque la media bajó a 3.59, que por cierto, no daba crédito, no quería que subiera. Ya no sabía de dónde sacar fuerzas. Las piernas flojeaban. Jadeaba fatigada. Saboreaba la sangre y sufría el temor de que Sara me alcanzase en el último suspiro. Pero me sentía eufórica con mi carrera –yo y el chico que acompañaba en bici a la segunda chica–. Él me decía: <¡Easy. Easy. Very good race!>, pero yo, presa de la desesperación en los últimos 3 kms, le decía a él: <¡No, que viene Sara!>. Lo cierto es que me ayudó. Su apoyo fue de gran ayuda para luchar esos quilómetros finales en los que sentía que Sara me daba caza y donde pareces rendirte en esos metros finales. Pero lo logré; aunque fuera por un margen de tan solo 30”. Y conseguí esa segunda posición, por la que no hubiera dado un duro horas antes, creciéndome ante la adversidad y dejándome la piel hasta el último suspiro.

Es muy gratificante una carrera así. Es una inyección de motivación para el siguiente reto.

Las fotos están tomadas de Triathlon Channel/José Luis Hourcade

Por fin llegaba la primera del año. Parece que nunca va a llegar. Los meses previos se hacen eternos pensando en ella –que para algo entrenamos–. Pero, por otra parte, cuando llega no puedes evitar pensar: «¿Ya?, ¿Estaré preparada? ¡Igual necesitaba algunos meses más de entreno!». Pero ya no hay vuelta atrás. Con el trabajo hecho, o no -que lo estaba-, llegaba la hora de probarse. Incertidumbre es lo que se siente ante ella. Oyes a tu cuerpo la semana previa y crees que estás bien. Por suerte, no hay nada extraño que diga lo contrario. Pero después de tanto tiempo sin competir, no sabes cómo te vas a encontrar.

En los días previos siempre surgen pequeños percances. A la bici le faltaban unos retoques, pero tengo la suerte que Josep se desvive para que tengamos la Ûnica al 100%, y vino hasta casa para ajustármelo todo. El mono de competir no llegaba a tiempo. Cierto es que hubieron muchos cambios de última hora con sponsors que dejaron de colaborar. Y lo de WITL, que me informa solo un mes antes de empezar a competir que ya no sigue conmigo. Pero afortunadamente, siempre tengo gente que me apoya y tocaba darle visibilidad e incorporarles en el mono. Esperé hasta el último momento, pero no pudo ser. Por suerte, mis suegros, la noche antes de competir, me trajeron un mono cualquiera que me envío Viator; para tener algo.

Aun así, una va teniendo experiencia e intenta que nada de esto me desconcentre ni me saque de carrera. Porque, a pesar de eso, por lo demás todo salió rodado en logística. Llegamos jueves a la isla. Hotel de lujo que nos pone la organización justo delante de la salida. Y eso, es media vida. “¡Muchas gracias!”, porque realmente fue un placer disfrutar de aquello. Pudimos ver el recorrido de ciclismo, donde comprobamos su dureza, no solo por el desnivel que íbamos a acumular, sino también por el calor y el viento que se sumarían a la fiesta. «Aunque a mí lo del calor, tengo que reconocer que me gusta». Pudimos preparar todo con calma y sobretodo, descansar y comer como reyes.

Yo estaba muy tranquila los días anteriores. Supongo que, al ser la primera prueba, era inevitable estar aún un poco fuera de juego. En parte me ayudaba a templar los nervios. También era de esas carreras que no tenía apenas presión, había mucho nivel. Es de las carreras más top que he hecho en cuanto a las rivales. Estaban las mejores del mundo. Primera competición con Daniela Ryf como rival, «bueno: de rival por decir algo, porque aquello es otra liga». Solo hacía falta pasearse por boxes, y ver las máquinas que llevaban, para darse cuenta del nivel. No me refiero a la marca, porque mi única no tiene nada que envidiarle ¡eh! Sino a las ruedas elegidas (lenticular, palos…), al desarrollo con platos enormes, al manillar… Y es que la bici de Natascha Badmann –una veterana de 50 años, varias veces campeona del mundo– no tenía manillar, solo acoples. Pero «¿Cómo podía ir así con este circuito que no tenía ni una recta? ¡Si yo apenas me acople 3 veces en los 90km! Y, ¿Cómo frenaba?». Alucinante, aún no sé cómo controlaba esa bici.

Yo iba hacer mi carrera, como siempre. Es cierto, que los medios comentaban el nivel que había: Daniela Ryf y Emma Pallant como favoritas. –Emma me sacó una minutada ya en Barhéin–, Natascha con su veteranía. Algunas caras y nombres que me sonaban como la que llegó a la T2 en Peguera conmigo, y sabía que en el agua me iba a meter minutos, aunque, si salía como en Mallorca, podría alcanzarla en bici y a priori yo también corría mejor. Sara como otra española, y que ya nos conocemos bien. Y muchas otras Pros que no conocía, pero venían también a dar guerra. Veríamos a ver si, a pesar del cartel, podíamos meternos en el top 5.

Por fin llegaba el día. Suena el despertador después de una noche con muchos ratos en vela, –inevitable–. Pones los pies en el suelo y ves que todo está en orden. No duele nada. Aunque la barriga algo revuelta y un poco de malestar, pero sabes que eso es parte de los nervios y algo habitual ese día. Aun así, te fuerzas por desayunar y seguir las pautas que me había marcado Marta, mi dietista de Kronosport, y que tan importante es tanto en carrera, con la suplementación, como en la dieta los días previos. Desayunar, ir veinte veces al baño, –también habitual– y bajar a boxes a prepararlo todo.

Todo listo a escasos treinta minutos de empezar la prueba. Tiempo de sobras para ajustarse el neopreno, calentar un poco y ponerse ya muy nerviosa. Es lo que toca. El agua estaba genial, 21 grados. Genial para mis manos y mis pies que no llegan a enfriarse, y eso me da subidón. Además, la temperatura ambiente también era muy buena. Me alegro de estar en Canarias, con ese clima tropical y no sentir ese frío que te desespera antes de cada carrera y aun te hace temblar más.

8.00 Salen los chicos pros y un minuto más tarde lo hacemos nosotras. Empieza la prueba. Hago una muy buena salida y me coloco rápido en cabeza sin ningún problema, ni golpe. «Que buena sensación». Aunque pronto me pasa una rival que, en menos de cinco segundos, se aleja sin más. Imaginaba que era Daniela. Ya contaba con ello. Pero en cuestión de segundos me pasan dos más. Que decepcionantemente. Se escapan tan rápido como la primera. Una vez más, pierdo cualquier estela posible y me quedo sola durante todo el sector de natación. Habrá que mirar el lado positivo y es que, por detrás, yo también estaba sacando ventaja respecto al resto.

         

La natación fue dura. A priori el mar estaba en calma. Pero, a medida que te ibas adentrando, el oleaje se hacía más intenso y, ahí, es donde empiezas a meterte en carrera. Ya no recordaba lo que era luchar contra el agua, nadar medio mareada, sin ritmo ni en la brazada ni en la respiración. No recordaba lo que era la falta de orientación cuando te quedas sola sin referencias y no encuentras fácilmente las boyas o el arco en la playa con el sol de cara. Además, el circuito de natación eran dos vueltas, con salida y entrada en el agua de nuevo. En la segunda vuelta me comí a todos los que venían de cara. Mucho estrés en esos 400 metros aproximadamente donde faltó alguna boya en medio para delimitar un poco el recorrido y evitar eso. Aquello fue “CanPixa”.

Fuera como fuese ya lo tenía y completaba la T1 en unos boxes desiertos. Vaya carrera me esperaba más sola que la una. Y nada más lejos de la realidad. Al ver en el primer punto de giro que las tres primeras andaban muy lejos y que por detrás también había sacado una ventaja considerable, al menos por el momento.

     

La bici fue muy muy dura. Tanto que se me fue atragantando más y más en cada vuelta y a punto estuve de tirar la toalla. No iba mal, pero tampoco iba bien, después de los primeros 10km de enlace, eran 4 vueltas a un mismo recorrido de 20km, 10 de ida y 10 de vuelta. Una carretera costera. Un continuo sube-baja donde no podías coger ritmo en ningún momento. Un circuito técnico con alguna curva cerrada que a mí también me penalizó y noté que perdía más tiempo en la bajada que en la subida. Suerte del cambio electrónico porque en este circuito fue clave.

En cada vuelta las piernas picaban más, el cansancio se acumulaba y, para colmo, el viento se iba levantando. Luché por seguir en carrera en todo momento y no oír lo que me decía mi cuerpo. La fatiga, el dolor del tibial anterior izquierdo que con tanta subida me estaba rabiando, el aductor que por querer corregir el dolor del tibial le estaba exigiendo de más y el “no puedo” que cada vez me gritaba más fuerte. Pero esto era competir. Esto era sufrir y luchar contra ello. «¿Ya no te acordabas de lo que era esto eh? ¡Bienvenida de nuevo Judith!».

Cuatro vueltas que se hicieron eternas. No solo para mí porque, por lo visto, Daniela se salió en la tercera creyendo que ya estaba. La única motivación era ir viendo en cada vuelta a Javi y podernos animar. Y escuchar que en la tercera me grita: «¡Esto es muy duro!». Es que realmente fue muy dura. 1.500 de desnivel acumulado. Mis tiempos de strava lo corroboran: primera vuelta: 32’33”, segunda: 33’16”, tercera: 34’28” y cuarta: 36’10”. Eso lo vi luego, aunque mi Garmin ya me enseñaba como cada vez bajaba más la media que pasó de ser de 34km/h, en la primera vuelta, a bajar de 31 en la última. Los watios también bajaban, a pesar de no trabajar con ellos en carrera, pero podía ver cómo iban disminuyendo. La fuerza achicaba.

No me hacían falta números. Mis sensaciones ya me lo decían. Eso, y el ver que las rivales de delante cada vez estaban más lejos. No fui capaz de acortar distancia ni si quiera con la chica que pillé en Peguera. Y eso también me desmoralizó. En cambio, a mí me dieron caza 3 rivales, Emma Pallant en la segunda vuelta, –aunque con ella ya contaba–. Y dos más en la última vuelta. Sintiendo la impotencia de no poder seguirlas porque ya no iba. Y es que fue en la última vuelta donde me desinflé, porque aún venían lejos. Pero en la última me recortaron toda esa ventaja. Tanto es así, que en la T2, veo que tengo pegada a otra rival que ni siquiera había visto. Aunque, para mi sorpresa, llevaba el dorsal rojo, el de grupo de edad y no era rival. Aunque me extrañó y me despistó un poco. No era normal si había salido tres minutos más tarde.

Más que despistarme me hundió en la miseria. Pero, lejos de abandonar, debía afrontar la media maratón con entereza y sacar fuerzas de donde fuese. Una media maratón de cuatro vueltas también y con sube-baja –por si no habíamos tenido bastante–, que empezaba con la rampa más dura y donde pude ver que dos chicos pros ya bajaban andando después de abandonar y donde la gente andaba debido al desaliento.

Me limité a correr. A no pensar en el dolor. Tenía la sensación de que estaba fuera de carrera, pero no iba a tirar la toalla. No quería mirar el reloj. No quería mirar tiempo. Total, con ese desnivel, tampoco importaba mucho. Vi que el top 5 se escapaba y estaba lejos, pero vi como Natscha venía cerca en el primer giro y me dije a mi misma que no podía perder más posiciones. Entonces empecé a correr, más y más rápido. Eran más las ganas de acabar ese infierno de carrera que el buscar algún otro objetivo.

Otro de los alicientes fue ver a Javi como empezaba a correr al pasar yo por la primera vuelta. Nos animamos una vez más y me motivé con ir a por él. Esperaba no hacerlo, sería buena señal para él. Pero en parte quería, aunque fuera para correr juntos.

Y ahí fue donde despegué las alas. No sé si fue ver a Javi, o los ánimos de los canarios situados en la primera rampa, lo que me hicieron volar el resto de la vuelta: “¡vamos mi ñiña!”, “¡vamos gitana!”, “¡Cómo va esa, tiene que ser Pro!”, “Carreron”. Eso era lo que escuchaba en cada paso y en cada vuelta con más emoción y fuerza que me hicieron acelerar el ritmo. –Muchas gracias–. Y es que la gente canaria es majísima. Gracias a ellos, y a los voluntarios del avituallamiento, porque fue la única animación de toda la carrera, exceptuando el paso por vuelta en la zona de boxes y meta que es donde estaba todo el mundo.

Segunda vuelta. Donde vi que tenía a Javi cerca y algo más lejos a dos rivales, pero con la sensación de que se iban quedando y yo en cambio empezaba a marcar un buen ritmo. Tanto fue así que alcancé a Javi en el paso por la segunda vuelta y le digo: «¡Voy a por ellas que están muertas! Engánchate a mí». Hasta yo me sorprendí de ese comentario en voz alta. Habló mi subconsciente. Pero lo dije, y me lo creí. Me lo estaba creyendo. Así que seguí corriendo cada vez más fuerte. Pronto noté como Javi se quedaba y muchos otros competidores que marcaban un ritmo inferior al mío. Yo no me creía lo que estaba pasando ni de dónde habían salido esas fuerzas. «¿Serán los 3 geles Recuperat-ion que me metí en carrera?». Fuera lo que fuese, cada vez corría más rápido, corrí los últimos 10 kms como si cada uno de ellos fuera el último. Viendo cómo iba recortando distancias. Cómo me iba creciendo. Cómo me sentía fuerte y encontraba esas buenas sensaciones que habían tardado 4h en llegar y lo hacían en los últimos 45 minutos de carrera.

En la tercera vuelta di caza a una rival (a la que llegamos juntas a la T2 en Peguera y que por fin pareció no resistirse). Ya estaba en el top 5 de nuevo. Javi, al verlo, me grita que siga a por la otra. No me lo podía creer. Pero, lejos de conformarme, en el paso por la última vuelta vi que tenía otra de las competidoras cerca (la que me había pasado en bici). Bueno…, tenía mis dudas de si estaba cerca, pero no iba a cesar de intentarlo. Solo la veía a ella. Fue mi obsesión hasta que la pillé. Y justo cuando la di caza, a falta de 2kms, me cruzo con Javi que, con un gesto de rabia y emoción, me grita satisfecho. Eso me emociona. Y sé que, tanto a él como a mí, nos sorprende mi capacidad de lucha.

Vuelo en el último km y lo disfruto al ver que ya no me sigue la rival a la que había rebasado un km antes. Lo saboreo satisfecha de la carrera que he hecho con las sensaciones que tuve en bici, con la dureza, con el cansancio. Me emociono al saber que: “a huevos, no me gana nadie”. Y que las carreras no se acaban hasta cruzar la meta. ¡Esto es competición!

Finalmente, quinta. Porque, la competidora que me adelantó en la T2, con el dorsal de grupos de edad, resultó ser Pro.

Top 5. Objetivo conseguido.

 

 

Jueves 8 de diciembre. Aterrizo en Bahrein para competir el sábado en el 70.3 de dicho país. Campeonato del Sudeste asiático, muchos puntos en juego y buenos premios económicos. Ese fue el argumento que me dio mi entrenador, Álvaro Rance, cuando me propuso que podía participar en él. Lo que no me dijo, es que el nivel iba a ser altísimo. Aunque, ni él ni nadie se lo imaginaba. Cantidad y calidad de pros como si fuese un campeonato del mundo. Pero…, había que estar ahí. Ya no me da miedo salir de la zona de confort, como dice Javi. Y mucho menos el competir con grandes rivales. Es lo que toca. Luchar con las mejores, ver dónde estamos y enfrentarse a las mayores adversidades. Está claro que todo el mundo se mueve y, aunque yo no me dedico a esto, no iba a ser menos. Costase lo que costase.

Horas de viaje, Jet lag, cambio de clima, de cultura, poco tiempo de adaptación, muchos cambios y mucho desconocimiento. Pero con la premisa clara de disfrutar de la experiencia. De sumar un viaje más a mi diario personal y una carrera a mi trayectoria profesional (sin duda cada vez más exigente).

La situación ya era rara –o muy diferente de lo habitual–, porque nunca antes había competido en diciembre (en plena pretemporada para mí). Cuando solo hacía dos meses que había finalizado la última competición y con solo dos semanas de descanso, me estaba poniendo las pilas para preparar esta carrera que, de por sí, iba a resultar ser toda una experiencia. El poco tiempo de margen, y un accidente en bici que me dejo un par de semanas sin poder cumplir con los entrenos, y lo peor, volver a coger miedo en bici, complicaban aún más las cosas y sabía que no llegaría al 100%.

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Al llegar a Bahrein, las cosas no fueron fáciles. La logística de la prueba era complicada. El brefing era en el hotel donde se daría la salida de la prueba. Un hotel de lujo donde, obviamente, no estábamos hospedados; aunque digno de ver como todo el país y su cultura. La T2 era en la otra punta, a 50km en el Circuito Internacional de Fórmula 1 de Bahrein. Espectacular y donde tendríamos el privilegio de competir. Pero tanto ajetreo estresa y cansa. Además, el tráfico era denso y peligroso. Así que ni locos nos íbamos a poner a pedalear por esas carreteras. Dos días previos muy movidos donde la regla que me vino la noche del viernes y un malestar general que se sumaba a ello. Supongo que, por el cansancio, bajada de defensas y algo de frío que pillé al llegar, esperando que el clima fuese más cálido, lo acabaron de rematar.

No me gusta llorar, pero tengo que contar como fueron las cosas y las sensaciones previas que, sin duda, marcan la prueba. No solo a nivel físico, sino psicológicamente. A pesar de todo, seguía convenciéndome de que debía disfrutar de todo eso; de esas vivencias y de ver el despliegue de la prueba donde, el propio Príncipe de Bahrein era el protagonista principal (anfitrión y participante); seguido de los tres reyes del triatlón (los campeones del mundo: Daniela Ryf, Jan Frodeno y Javier Gómez Noya), los cuales iban a participar haciendo relevos y eso hacía mucho más emocionante tenerlos cerca y competir sabiendo que te iban a adelantar en cualquier momento. Aunque ya os adelanto que eso no llegó a pasar, jejeje. Frodeno, que era el que completaba el relevo con la carrera a pie, llegó pocos minutos detrás mío. Obviamente salieron más tarde y fueron a medio gas (si no…, de qué). Anécdotas que son las que te quedan para el recuerdo. Fueron muchas las que viví junto a Javi, Oriol y Silvia, de principio a fin. Y son las que completaban este viaje. Javi y Oriol también competían.

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Llegó el día. Madrugón, o mejor dicho…, noche corta y en vela. Nervios al ver que el desayuno no nos lo servían a las 5h (como nos habían prometido la noche anterior en el hotel). Y más nervios cuando el taxi de las 5.30h que, con Oriol y Silvia (que se hospedaban en otro hotel cercano), nos tenía que venir a buscar, no aparecía. Sin wifi y en un país extranjero, con un idioma y cultura diferente, complica mucho más las cosas. Sin embargo, aunque con algo de retraso, se solucionó y nos dirigimos hacía el hotel de la salida.

Hora previa caótica y de máxima tensión como siempre, pero todo controlado. Una de las carreras más a ciegas que he hecho. No conocía nada de los circuitos (de ninguno de los tres segmentos) y sin hablar inglés, la falta de comprensión es aún mayor. Lo único que sabía, y contábamos con ello, era con el viento, aunque mucho más del que esperaba. Viento que, a pesar de ser un día soleado, y empezar la prueba a las 6.58h de la mañana, enfriaba el ambiente.

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Chicas dentro del agua, esperando la orden del juez, y en pocos segundos arrancamos la prueba. Salgo fuerte para coger hueco. Hueco que, siendo tan alto el nivel y con esas competidoras, estaba difícil. Aun así, consigo ponerme en cabeza de un grupo que enseguida se divide en otro paralelo y que en la primera boya ya nos juntamos. Golpes, corriente y con un aire que levantaba las olas y que nos advierten, desde el principio, que hoy la natación no va ser nada fácil. Y, aunque me alegro de estar en el grupo de cabeza, y con varias rivales luchando juntas, me asusta el no poder nadar cómoda.

A mitad del recorrido acuático una de las rivales se escapa en solitario y el resto permanecemos juntas. Boya tras boya, siento, veo e intuyo que vamos todas juntas «hoy la prueba va ser interesante» –me digo por cómo se notaba el nivel–. Solo, hasta falta de una boya, vemos que una rival se escapa, pero no por delante, sino que se salta radicalmente la última boya y cruza una diagonal perfecta hasta la salida, recortando literalmente. Se esperaba que la descalificasen. Aunque, sin saber, ni poder ver quien era, sí que aprecié que salió del agua y siguió la prueba como si nada. Alucinante (más tarde, tras la reclamación de varias competidoras y del público, anunciaron que estaba descalificada, aunque desconozco de quién se trataba).

Natación completada y, por primera vez, salgo con un grupo de diez rivales para hacer la primera transición. Aunque pronto me quedé sola. Sí. Fui la más torpe y las más lenta de todas. Cogí la bici rezagada y, aunque rápidamente pillé a algunas, perdí la oportunidad de rodar en cabeza y poder intentar seguir una buena estela y; por qué no: disputar la carrera (al menos durante el segmento ciclista).

Pero el viento remató mi indignación cuando, en los primeros kilómetros, donde debíamos completar un bucle con giros y rachas de viento lateral, mi inseguridad y los bandazos que me daba la bici con la lenticular trasera y perfil 60 delante, hicieron que las rivales que tenía cerca se fueran alejando; demostrando una destreza mucho mayor que la mía. Una vez más tuve que pedirle a mí cabeza que me diera fuerzas para dominar la situación y controlar esos latidos que se disparaban por el miedo y no por el esfuerzo físico que, sin duda, no llegaba a alcanzar al tener que levantar el pie más de lo deseado.

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A pesar de todo, los kms iban cayendo y, en el km 20, la parte más técnica ya estaba hecha. Aunque el viento seguía soplando lateralmente (unos tramos a favor y otros tramos en contra). Pensar que teníamos más de 40km/h. Venían 60kms prácticamente llanos donde la única motivación era pedalear con fuerza e ir intentando dar caza a las rivales que, a excepción de dos que adelanté en pocos minutos, ni si quiera las veía a lo lejos.

Fue una bici muy dura «¡Cómo odio los circuitos llanos!». Desgastan mucho muscularmente manteniéndote todo el rato sentado, acoplado y siempre en la misma posición. Pero, psicológicamente, aun te desgastan más. La lucha contra el viento fue odiosa. Mucha la tensión por aferrarte a unos acoples que parecían ser tu salvación a cada bandazo de aire. Bandazos de aire que se multiplicaba con más fuerza cada vez que nos rebasaba un vehículo grande; temiendo que el rebufo me sacara de la carretera al sentir que me hacía perder el control.

Circuito duro y aburrido en el que tocaba luchar contra uno mismo y buscar motivaciones donde, a medida que pasaban los kilómetros, eran más difíciles de encontrar. Me fueron salvando las ganas de seguir atrapando rivales a las que iba viendo a lo lejos. El afán por cogerlas me ayudaba a mantener un ritmo alto –hasta que mis piernas me pidiesen tregua–. Pasé a dos o tres, no más. Y veía que el resto (llegué a contar siete en los tramos que nos cruzábamos) estaban muy lejos de mi alcance.

Verte lejos de cabeza, aunque era lo que esperaba en esta carrera, y cansada de luchar contra el viento castigador, hicieron que los últimos 10 kms fueran eternos. Solo me compensaba mi lucha personal contra el Garmin donde no quería que la media bajara de los 40kms/h. Había conseguido, con mucho esfuerzo, subirla hasta ellos. Incluso llegué a ver los 40.1kms/h. ¡Que pasada! Bici rápida, aunque se me hizo eterna.

Sin embargo, cuando parecía que ya lo tenía, vino lo peor. Ya me dirigía hacia el Circuito Internacional de Bahrein, para completar los últimos 5kms del recorrido ciclista, y un fuerte dolor apareció en los aductores. «¡Maldita sea, para un día que no me molesta mis partes íntimas, ni roces, ni presión… me toca esto!». No era capaz de seguir pedaleando. Me puse de pie en varias ocasiones, intentando que bajara el dolor. Unas ganas de llorar, a la que se une una enorme frustración, cuando ves el final y no consigues alcanzarlo. Al menos el de la bici; el correr ya se vería. Luché por resistir ese dolor con la preocupación de no poder conseguirlo. Complete la vuelta al circuito sin poder disfrutar de esa experiencia. Esperando que cada curva fuera la última y viendo, ya sin importarme, como la media me iba bajando llegando a los 38.8kms/h.

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Decepción por esa pérdida de tiempo, pero contenta por haber pisado suelo justo en la T2, y no antes. Tocaba calzarse las bambas y empezar un recorrido a pie de una solo vuelta, totalmente en solitario, por una carretera desierta que te llevaba hasta un parque nacional, aún más desértico, donde no vi ni a los animales (que se supone que habitan en él); a excepción de dos monos en su jaula.

Una carrera a pie donde no dejé que mi desazón frenase las ganas de correr y de convencerme que estaba haciendo una buena carrera y que aún estaba dentro del top 10. Un top 10 que vi peligrar en varias ocasiones con dos rivales que venían cerca y sin tener ninguna a la vista por delante para intentar darle caza y seguir estando en carrera.

¡Como es la cabeza! Empecé a correr los primeros 4kms rondando los 4’15-4’30 de media, sintiendo un fuerte dolor de barriga debido a la menstruación que me revolvió el estómago al empezar a correr. Creyendo que iba a llegar el día de verme con la obligación de tener que hacer una parada técnica. Y con la sensación de soledad total, en ese zoológico donde solo me acompañaba el pitido del Garmin en cada km y algún chico que me pasaba rápido (la mayoría corredores de relevos que salían frescos desde la T2). Pero de golpe, cambié el chip. Me convencí a mí misma que podía correr más rápido; como lo llevaba haciendo en las últimas carreras.

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Y lo hice. La media fue bajando. Los kms empezaban a marcarme el 4 “pelado” en cada pase. Y yo, como si hubiera resurgido de no sé de dónde, me sentí cada vez más fuerte y rápida. Un poco estúpida por no haberlo intentado antes, pero contenta de estar haciéndolo en ese momento. Con la esperanza de ver alguna rival por delante y sintiendo como las de atrás ya perdían la oportunidad de pillarme. Con la única motivación de que cada kilómetro fuera más rápido que el anterior y que la media siguiera bajando. Incluso después de perder la ilusión de que algún animal apareciera en carrera, tal y como nos habían dicho. Aunque si os digo la verdad, no sé si prefería que no ocurriese eso. ¡Me cago!

Pues, sí. Alcancé a una rival en km 13. Y aunque aún quedaba mucho, el salir del parque marcaba que nos dirigíamos a la parte final de la carrera, donde el sol picaba fuerte pero el viento seguía engañando. Lugar en el que efectuábamos el último punto de giro antes de dirigirnos al circuito de nuevo para llegar a meta y donde pude ver al resto de rivales. Logré ver la cabeza de carrera. Tres chicas luchando por las posiciones de pódium que, muy aventajadas del resto ya lo tenían conquistado. Tres rivales más, algo rezagadas, pero muy lejos de mi alcance, y una corredora en séptima posición que, para mi sorpresa, andaba muy cerca mío. Eso me dio alas en los kilómetros finales y fuerzas para intentar luchar por subir una posición en la clasificación. Aunque no lo conseguí finalmente.

Logré mantenerme luchando hasta el final de carrera y asegurarme una octava posición de la cual me sentía más que satisfecha dadas las circunstancias. Y sobre todo, orgullosa una vez más de mi lucha y perseverancia en carrera.

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Contenta de haber vivido esta experiencia. De haber participado en este triatlón con una esencia tan propia, y con un nivel tan alto, donde he visto que queda mucho por hacer si quiero estar luchando con las mejores del mundo. Pero, es que eso: se dice muy fácil cuando es mucho lo que he logrado. Y sin duda, después de esta carrera, estamos un pasito más cerca de mundial. El cual, cada vez lo veo más asequible si las cosas me siguen saliendo así.

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No solo el resultado fue bueno para mí, sino que Javi había conseguido slot para el mundial en su grupo de edad. Por lo tanto, él ya tiene el pase asegurado. Ahora me falta a mí.

Ahora, desde el avión de vuelta, la madrugada posterior a la prueba, toca hacer balance. Un balance después de esta carrera y de un año excepcional, algo que era impensable para mí. Y aunque esta carrera ya pertenezca a la temporada que recién empieza, es la última de un 2016 lleno de éxitos deportivos y personales donde me siento muy orgullosa, y muy agradecida, de todo el apoyo y cariño recibido.

Gracias a todos.

Challenge Peguera, última competición de la temporada. El año no había podido ir mejor; muy regular. Con muy buenos resultados y con grandes carreras. Eso podría generarme presión, pero, lejos de eso, llegaba a Mallorca con la sensación de haber cumplido; como si los deberes estuvieran hechos. Hasta parecía que pudiera permitirme un fallo después de lo bien que me había ido todo hasta ahora.

Es curioso, pero esas eran mis sensaciones la semana previa a la carrera. No estaba tan nerviosa como en otras. No esperaba un gran resultado y no buscaba un objetivo concreto. Además, esa no era mi liga. No me jugaba puntos (busco la clasificación para el mundial en el circuito Ironman, independiente al Challenge). Obviamente, venía a darlo todo y luchar por estar en lo más alto. Además, después de la carrera de Lanzarote, me encontraba en buen estado de forma y con buenas sensaciones.

Ese estado tenía su parte buena –fuera nervios y fuera presión–. Aunque esa sensación, casi de pasotismo los días previos, tampoco me acababa de gustar. Me encontraba bien física y anímicamente. El parón de las dos semanas de vacaciones en Filipinas –el mes de agosto– me había cargado las pilas para esa recta final de la temporada y, sin embargo, mi cabeza me daba tregua para esta carrera. Era como si me preparara de antemano por si la carrera no me fuese bien (problemas técnicos, físicos….); eso siempre ayuda a que el bajón no sea tan grande. Aunque, por otro lado, fallar en la última, a pesar de haber tenido una temporada excelente, duele mucho y te deja un mal sabor de boca para todo el invierno.

Con todas esas sensaciones llegué el jueves a Mallorca, temprano. La idea era hacer una vuelta del circuito de bici ya que era un circuito muy técnico y va bien conocérselo. Pero la lluvia no nos deja y no nos queda más remedio que hacerlo en coche. Un circuito en el que tienes que estar muy pendiente en todo momento. Hay muchos giros. Te metes por zonas rurales y por pueblos donde hay muchos badenes, baches, alcantarillas… Un recorrido no muy duro, pero exigente. Con un constante sube y baja que no te permite rodar fuerte durante un tramo largo.

Me quedé con un plus de confianza después de ver el circuito y no ir tan a ciegas, pero con mucho respeto porque no era nada fácil. Era muy técnico y ya sabemos que la técnica no es mi fuerte. Además, hacía dos años que competí aquí y no disfruté. Recuerdo haber ido con mucho miedo, muy pendiente de la carretera y sin poder coger ritmo en ningún momento. Eso aún pesaba en mí y, aunque me seguía dando respeto el circuito, esperaba sentirme más cómoda y más segura que la vez anterior y poderle sacar un poco más de jugo a ese sector ciclista que es donde debo sacar minutos si quiero luchar por la carrera.

Viernes ya. Día previo a la carrera. Parece que la lluvia nos da tregua, pero hoy es el viento el que tiene ganas de guerra. Salgo a rodar 20-30’ para probar la bici y activarme un poco. Javi alarga un poco más. Aquí cada uno usa su propia táctica y busca sus sensaciones el día previo. Aunque esas sensaciones, el día antes, nunca son buenas. Es curioso. Te sientes lento y pesado, pero es algo común, así que lo tomo como “parte del juego”. «Malo será el día que me sienta bien el día previo. Je,je». Lo importante es que la bici va bien. Como siempre, hay percances, y el jueves, al llegar y montar las bicis, se rompió el obús de una rueda, pero pudimos arreglarla esa misma tarde –bueno, nosotros no, un mecánico de bicis–. Esto siempre pasa al salir de casa para competir. Uno se acostumbra.

Lo de la rueda fue un imprevisto, pero lo de las zapatillas no. Aún no había pegado las plantillas. Quería arreglar el problema para que no se me volvieran a ladear mientras corría. Salgo a trotar 10’ después de probar la bici y la idea era comprar pegamento en el super, pero justo vi un zapatero y, por suerte, me las pegó al momento. Bueno, me pidió 10’, así que, me  fui a duchar descalza y después volví a por ellas.

Con todos los problemas técnicos arreglados, cogemos todo y nos vamos para Peguera (dormíamos en Palmanova en casa de unos primos de Javi. Gracias por la hospitalidad). Como es normal, el día previo toca: reunión técnica, prensa, dejar todo el material… Empiezo a ver rivales, aunque a excepción de las dos españolas, Sara Loehr y Anna Noguera, no conocía a nadie. Sara, al haber ganado el año pasado, era la gran favorita; y un par de extranjeras, que ni les ponía cara, ni nombre. Yo seguía en mi actitud de “0” presión y poco me importaban las rivales. Yo a lo mío como siempre.

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A las 16.30h ya lo teníamos todo listo y por fin vamos a casa a descansar. Relax total. Piernas en alto, hidratarse, comer bien y concentración para la carrera. Tarde tranquila y una noche previa que, sorprendentemente, duermo algo más de lo normal.

Ahora  sí que sí. Como siempre pasa cuando llega el momento. Una hora antes de la carrera, y ya en boxes preparándolo todo: ¡Qué fallo! La noche anterior había llovido y las botas de bici, y los calcetines, que había dejado en las bolsas de transición, estaban chorreando. ¡Uf! Aunque por suerte traía calcetines de recambio. Pero para mayor suerte, no dejé las newton. A nadie le gusta ir con los pies mojados, pero yo, con el frío que paso siempre en los pies, todavía menos. Hacía frío a esa hora de la mañana. Tanto que nos anuncian que finalmente se permite el uso del neopreno. Había bajado mucho la temperatura, y más con los días de lluvia. Para el día de hoy daban sol y calor. «Mejor» pensé. Y poco viento «¡Genial!». Con lo que habría que lidiar era con la mala mar que teníamos y en bici con una carretera mojada. Eso sí que no me gustaba nada.

Todo listo y preparada en línea de salida. Último abrazo a Javi. Concentración a tope y nervios templados «¡qué raro!».  Y Por fin… suena el bocinazo que nos da la salida. Empiezo bien. No era una entrada fácil con esas olas pero me pongo en cabeza con dos más. Suerte de eso, porque las olas no nos dejan ver las boyas, así que, entre una y otra, nos vamos guiando. Parece que nos desviamos porque los árbitros nos pitan y, por suerte, viene una canoa a darnos algo de indicaciones. «Gracias, no tengo ganas de nadar más de la cuenta con este mar». Aunque la primera se escapa, y la canoa con ella, yo me quedo con otra rival y, cuando llegamos al punto de giro, veo que además de las olas, que nos vuelven a quitar referencias hacia las boyas de vuelta, el sol matutino no me deja ver nada. Pérdida y luchando con el oleaje, como el resto, imagino, no me vengo abajo. Nado con fuerza para no perder segundos con ese despiste y veo que hasta me alejo un poco de mi perseguidora. Por fin puedo buscar referencias en la línea de costa y poco a poco voy viendo el arco de salida en la playa.  Así que nado fuerte hasta él.

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Primer sector completado «una cosa menos». Acabé algo borracha de tanta resaca marina. Aun así, hago una transición rápida dejando atrás a mi perseguidora en el agua y sin ver más rivales cerca. «Vamos Judith. A por la bici» me ánimo a mí misma. Las sensaciones al principio malísimas; pulso alto y piernas engarrotadas. Decido poner plato pequeño para no destrozarme muscularmente en los primeros kms que ya tienden a subir. Por suerte, esas malas sensaciones también las tenemos todos. En eso es en lo que hay que pensar para no venirse abajo.

Empieza la bajada y la parte técnica del circuito donde entramos ya en algún pueblo. Con poca chispa y mucha precaución le digo a mi cabeza que hoy no valen los miedos; aunque me cuesta convencerla. Mientras sigo rodando, y llegando al punto de giro, veo que la primera ya vuelve. «bueno, no está tan lejos». Eso me da confianza y aprieto. Y más cuando, una vez giro, veo que el resto de rivales no vienen lejos. Primero la tercera, que salió conmigo del agua, y luego un grupo de unas 6 triatletas donde estaban Sara y Anna. Por cierto, vaya punto de giro: 180 grados de golpe en mitad de una carretera estrecha y con muy poco margen de maniobra. Por los pelos de irme al arcén de tierra, pero lo salvo ¡rezando! Lo peor era que tenía que volver a pasar por ahí.

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Antes de encarar el desvío veo a Javi. –Je,je,je, le dije que no nos veríamos, que yo iría más rápido que él–. «¡Qué bien cariño! Seguro que vas pensando lo mismo». No es por quitarle mérito a Javi, pero pensé que yo podría estar perdiendo tiempo al ser un circuito tan técnico y mi excesiva prudencia por miedo. Pero, a pesar de eso, en el siguiente punto de giro (este por suerte más asequible) vi que la primera estaba cerca. «¡La tengo a tiro! O al menos a la vista». Me convencí a mí misma y, cuando parecía que me estaba acercando venían un par de curvas o giros y se me escapaba de nuevo. «¡qué mala soy, por Dios!». Eso me frustra mucho en carrera, pero lejos de venirme abajo pedaleo más fuerte. Hasta que en mitad de la segunda vuelta por fin la alcanzo y la adelanto. Nada fácil por eso. Tuve que levantar el pie y desistir varias veces para respetar la distancia.

Le adelanté justo antes del giro peligroso –que ejecuto algo mejor–. «¡Uf! Ahora sí. Prueba superada». Me fue bien colocarme delante en ese tramo técnico, así no se me escapaba. De vuelta, veo a cuatro perseguidoras donde está Sara; creo que más o menos a la misma distancia que antes y me lamento a mí misma de ver que no he podido ampliar ventaja. Lo corroboro cuando veo a Javi en el mismo sitio. Que bien, él estaba volando. Este circuito es bueno para él y además va motivadísimo con su lenticular.

En el siguiente punto de giro veo que sí, que he ampliado ventaja. En ese paso ni las veo antes del desvío. «Bien, así sí». Plus de motivación para el último tramo de bici que siempre se empieza a atragantar y que, entre eso, la lucha con mi rival –con un par de adelantamientos mutuos– y el circuito tan técnico que te hace estar concentrado al 100%, hace que la bici se me haya pasado rapidísimo. Bueno, es que fueron 2h35’sólo y eso es rápido.

T2 más rápida aún que la primera y me pongo a correr en solitario. ¡Guau! No quería que la emoción me embargara tan rápido, pero el griterío del público al ponerme a correr primera y el de la misma organización que lo anuncia por megafonía, hace que salga volando. Y, por si me faltaban alas, ahí sí que alucino, al ver a mis suegros allí. Habían venido desde Barcelona a vernos por sorpresa. ¡Muchas gracias! Se me hizo un nudo en la garganta. Je, je. Así no se puede correr, no es sano.

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Parecía que no solo era la emoción lo que me hacía correr tan fuerte, sino que el cuerpo me respondía y la euforia y las ganas de seguir liderando esa carrera –si era posible– hasta meta. Porque soy consciente de que tenía rivales muy fuertes detrás y estoy acostumbrada a que me rebasen corriendo, pero deseaba que llegará el día que eso no pasase, que pudiera liderar la prueba hasta el final y por qué no… Ese podía ser el día.

La verdad es que el ver desde la primera vuelta que mi más cercana perseguidora se quedaba rezagada, y que la ventaja con el resto era amplia, me daba confianza, pero eran 4 vueltas y aún quedaba mucho. Mi ritmo era alto y no quería bajarlo, pero reconozco que desde la segunda vuelta empecé a tener amagos de rampas en los cuádriceps. ¡Uf! que miedo me dio empezar a sentir aquello. Aun así, mi cabeza no quería escucharlo. Quería seguir corriendo tan rápido como lo estaba haciendo y procuré beber bien, acortar el tiempo de los geles que llevaba y añadir uno extra de los avituallamientos para el tramo final.

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La anécdota fue que cuando me lo fui a tomar en mitad de la tercera vuelta, buscando ese último plus de energía que ya tenía bajo mínimos, no sabía cómo se abría. Un formato diferente a lo común y no veía como era el sistema ni por donde abrirlo. Había oído hablar de ellos y cómo se hacía, pero no era capaz. Apunto estuve de peguntar a alguien, pero por fin lo conseguí. ¡Uf! Ese momento fue el más duro, a mitad de la penúltima vuelta, en el km 14 aproximadamente y era cuando empezaba a venirme abajo. Se me empezaban a ir los ritmos. Notaba ese sudor frío y esa flojera que te empieza a invadir. Aunque, por suerte, las rampas no aparecían y pude seguir corriendo decentemente.

Ahí es cuando te empieza a entrar el pánico, cuando crees que te van alcanzar tus rivales porque la fatiga ya hace mella –con lo que duele que te pasen el parte final después de todo lo que has luchado–. Pero haciendo uso de la razón, en el giro me puse a controlar lo que le llevaba a mis perseguidoras y calculé que a Sara Loehr, que ya se había puesto segunda, le llevaba unos 4’, pero con la italiana muy cerca, detrás de ella, con un ritmo altísimo y muy superior al mío.

Última vuelta de infarto. 5 largos kms donde ya solo luchas con el corazón. Aunque la razón quiere convencerte de que tienes ventaja suficiente para llevarte el triunfo y tu cuerpo te intenta convencer para no tirar la toalla, las piernas ya no van y la respiración tampoco.

Sufrí mucho, pero vi la luz. Pisé la alfombra roja. Escuché y disfruté los gritos del público y saboreé una llegada a meta soñada. Un triunfo inesperado pero merecido. Esta carrera fue mía, me la había ganado.

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Broche de oro a una temporada de ensueño donde solo tengo palabras de agradecimiento para todos los que me habéis apoyado. Para todos mis sponsors que me han ayudado a llegar hasta aquí. A mi trabajo, donde me han puesto todas las facilidades necesarias para que pudiera competir. A mi entrenador, Álvaro Rance, por sacar lo mejor de mí. A David y a Juanjo que han dedicado horas a ayudarme desinteresadamente. Y por supuesto, a mi familia, que nunca me falla. Y en especial a Javi, que vive y sufre su carrera y la mía. Gracias.

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3.30h de la madrugada. Noche post carrera. Imposible dormir. Una vez más las emociones no me dejan. Euforia aún por las nubes y la necesidad de escribir e intentar plasmar mi última experiencia vivida en competición.

70.3 de Lanzarote: Una de las carreras más importantes de la temporada por varias circunstancias. Tanto es así, que me reservé una semana de mis vacaciones laborales exclusivamente para esta prueba. Quería prepararla bien. Quería, sobretodo, conocer el circuito ciclista. Eso, con un día me bastaba, pero como no era plan de hacerlo solo 2 o 3 días antes, decido cogerme la semana entera para poder hacerlo el lunes y el resto de semana descansar. Que lujo es esto de dedicar toda la semana a la competición; entrenar en el lugar donde compites, preparar bien la carrera y no hacer otra cosa que descansar el resto del día. A lo Pro total. ¡Gua! Nunca había dormido tantas horas en una semana. Sin duda, llegaba más descansada que nunca.

El lunes Javi y yo hicimos el recorrido. Ninguna sorpresa al comprobar que el viento iba a ser lo más duro de la prueba. Os aseguro que estás deseando que llegue el puerto, subir y dejar de luchar contra el aire en rectas infernarles donde ves que no eres capaz de aguantar ni los 30kms/h. Pero, a mí, no era eso lo que me preocupaba, no era la dureza, sino el peligro.  Las ráfagas y el viento soplando de costado te hace sentir que te puede tirar o sacarte de la carretera; sobretodo bajando, donde coges velocidades muy altas. Me di cuenta que había hecho bien en no traer perfil en la rueda delantera y también me di cuenta que había ganado en experiencia desde la primera vez que competí aquí (en noviembre del 2014 en el Oceanslava), donde sufrí mucho y pasé miedo.

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Lunes. Deberes hechos y plus de confianza. El resto de semana muy tranquila con entrenos suaves. Pudimos aprovechar las instalaciones de La Santa. Que, aunque no te hospedes allí, el triatleta tiene acceso toda la semana. Qué gozada de sitio. Impresionante.

El miércoles llega nuestro amigo y supporter Alberto y jueves nuestros padres; así da gusto competir. También Juanjo que estará en carrera como medio. –que ilusión-.

Jueves. Nado con Víctor en el circuito de natación (el único que me faltaba por conocer). Ya se respira tri y empiezas a ver compañeros y caras conocidas. Empiezan los mensajes de ánimos y las mariposas en el estómago. Las rivales van apareciendo, trayectorias de vértigo detrás de varios se esos nombres que apenas conozco. Algún rostro conocido, algún nombre que me suena… todas extranjeras menos yo –y eso que corro en casa– aunque ya sabemos que Lanzarote es muy internacional (como todo el circuito Ironman, obviamente). Yo partía con el dorsal 19, eso quería decir, la novena fémina, pero quería luchar por llegar al pódium.

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También algún curriculum manchado por positivo. Hasta con pena de tres meses de cárcel por intentar sobornar al del control. ¡Alucinante! Tolerancia 0 con el dopaje. Qué, casualidad o no, resultó ser la ganadora de la carrera.

Es cierto que también hubo alguna baja importante de última hora. Como la de Lina Thams (tercera en Zarautz) que tuvo una caída a principios de semana. Pero allí estuvo animando como la que más. –¡thanks Line!- Gran persona, espero que se recupere pronto.

Sin más preámbulos y dejando de lado las rivales. Llega el sábado, llega el momento de competir. –Por fin-. Total, yo debía hacer mi carrera como siempre. Además, los pronósticos, en estas carreras, de poco sirven.

8.00h empieza la carrera. Salida conjunta de chicos y chicas Pros que hace que me lleve algún golpe y agarrón al principio, pero decido rápido apartarme del meollo para poder nadar. Eso hace que se me escape ya en los primeros metros el grupo de cabeza, y en cuestión de 100 metros me quedo más sola que la una. Natación muy cómoda en solitario, obviamente, pero sin referencias de ritmos ni rivales. 28’23” (no lo sé hasta final de carrera, nunca llevo crono en el agua). Tiempo lento en comparación con otras carreras, pero ya sabemos que eso no sirve de mucho. Además, fue sin neopreno. Eso sí, yo enfundada en mi Sailfish Rebel.

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Sin saber cómo voy (iba 4ª), salgo junto a la austriaca (la ganadora) que ya me pasa en la transición y veo como se esfuma en los primeros kms de ciclismo. Pero hoy más que nunca era importante regular y dosificar en la bici, no podía quemarme tan rápido y menos por seguir a la favorita que, por desgracia, aún se me queda lejos de mi alcance. Esencial potenciómetro en una carrera así, bueno, todo llegará.

En los primeros kms ya se me escapa una sonrisa sabiendo que tenía por delante casi 3h (eso calculaba) muy divertidas. La risita era irónica, obviamente. Muy preparada psicológicamente para ello y por suerte, el factor físico también me respondió. Buenas sensaciones desde el principio. Aunque inevitable ya llevaba el pulso alto y las piernas acartonadas.

Me pasa Victor en Soo, nos deseamos suerte. -Lástima que no pudo acabar finalmente la carrera, que mal me sabe. Espero que se recupere para el Ironman Barcelona de este fin de semana-. Me pasa algún otro pro y yo aun intentando buscar mi sitio en los primeros kms, intentando buscar alguna referencia, visualizar alguna chica. No sabía cómo iba, además el ansia siempre me puede en los primeros kms.

Paso Famara y empieza uno de los tramos más duros de la carrera, una de esas rectas con toboganes sin fin (unos 10kms). Me sorprendo de no ir tan mal de ritmo –incrédula, lo peor vendría a la vuelta- pero mi sensación era que llevaba el aire en contra. Es lo “jodido” de esta isla. Pero iba bien porque de Famara a Teguise paso a dos chicas. No sabía cómo iba, pero intuía que en posiciones de pódium ya, -o eso quería creer-. Luego supe que iba tercera, aunque en ese momento creía que me había puesto segunda. –¡Que mal había nadado! O que bien el resto, o ambas-.

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El circuito además de ser duro, y ser una vuelta larga donde te alejas de La Santa, está abierto al tráfico y eso hace que no haya apenas público, pero mis padres y mis suegros se desplazaron en coche hasta un punto para vernos pasar. Casi en el ecuador de la carrera, cuando las fuerzas empiezan a mermar y ya te has cagado 200 veces en el aire. Emoción al verlos y depósitos de adrenalina llenos que me ayudan a seguir tirando con fuerza.

Después de colocarme tercera, poco antes del km 30, me quedo sola. De nuevo a luchar en solitario sin ninguna referencia, con lo difícil que es en una carrera así. No sabes si vas lenta o rápida, si poner un piñón más o menos, si regular o subir velocidad… –total, este aire te destroza igual a 30 que 32km/h-. Pero por fin llega el puerto. –SI es que os lo digo, en esta isla prefieres subir que rodar-.

Puerto largo pero llevadero, seguían las buenas sensaciones, buscando un buen ritmo sin vaciarme. Me cantan que voy tercera, a unos 2’ de la segunda, que pude ver algún momento a lo lejos pero que parecía que se alejaba más. Lo importante es que estaba abriendo hueco por detrás, y aunque quedaba mucha carrera aún, estaba en la posición deseada y tocaba defenderla con uñas y dientes, como siempre.

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Bici de coco total, me pasan puntualmente algún Pro rezagado y algunos grupos de edad, aunque rápido se van. Yo sigo a lo mío. Sorpresa cuando escucho mi nombre en las últimas curvas del puerto y veo a Santi y su novia –que ilusión-. Ya no dejaron de animarme hasta el final. –¡Muchas gracias pareja!-.

Toca bajar, supero con nota el descenso. Sobre todo, porque voy sin miedo y sin ningún susto, a pesar de que el viento juega conmigo a su antojo. Pero –no te emociones que nos quedan 20 duros kms– donde toca volver a Famara y ahora sí que sí, el viento iba en contra. Supervivencia, sin más. Pensar en “que poco que me queda” y no ”el aún falta”.

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Kms finales donde se me escapa una sonrisa de satisfacción, esta sí que es de felicidad. Contenta de mi sector ciclista y sobretodo orgullosa de haberlo defendido tan bien en todos los aspectos. Sabiendo que había sido un día duro en la isla, con viento fuerte (rondando los 36kms/h). Ximo que no falla nunca a esta cita corroboró que había sido uno de los días más duros. Por cierto, que ilusión verlo y competir junto a él.

Encarando ya la T2. Con el acojone en el cuerpo por los 21km, inevitable. Y más después de una bici tan exigente. Pero, desde las primeras zancadas supe que iba a salir una buena carrera, se nota. –Qué curioso, hay días que te reservas más y no vas ni para atrás y otros, que corres mejor que nunca cuando menos te lo esperas-.

Pero, ¿cómo no iba a correr bien?, si fue el público el que me hizo volar. No puedo describirlo, vaya, no sé ni cómo hacerlo. La Santa y sus alrededores era una olla de gente que se dejaba la piel animando. Kike que había venido expresamente –imposible encontrar suficientes palabras de agradecimiento, Line, todos los voluntarios, corredores con los que te cruzas y se dejan el poco aliento que les queda para animarte. Amigos, conocidos, seguidores…Mi familia, que vibró y sufrió con mi carrera a partes iguales, sobretodo mi madre. Qué bonito ver esa mirada protectora. Y mi padre, que me transmite siempre fuerza y confianza. Cruzarme con Javi en cada vuelta, ver que, aunque esté sufriendo, está bien y me grita y me anima cuando casi no puede ni sostenerse. ¡Las carreras no tendría sentido sin esto!

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Como no, nuestro supporter enviado especial Alberto, – ¡Gracias! – Gracias por empujarme en cada vuelta para seguir luchando por esa segunda posición. Sí, porque no es penséis que me bajé tercera y no se movió la cosa, sino que fue una de las carreras más surrealistas y emocionantes que he vivido.

Me bajé a 1’20 de la segunda, yo la veía desde el principio y veía que se iba quedando. Es cierto que salí fuerte y que Alberto me decía de parte de Álvaro que regulara, pero, no le hice mucho caso. – ¡lo siento, coach! – Me encontraba fuerte, sabía que podía llevar un ritmo alto y que ella se iba quedando. Además, el público me animaba y me decía que iba fundida.

Pues eso parecía, pero, ¡no! Jugó conmigo como quiso. La pasé en mitad de la primera vuelta y lejos de quedarse, se pegó detrás, justo cuando llevábamos aire en contra. Paso por vuelta juntas y me mete un cambio de ritmo al empezar la segunda que me desfonda y decido regular. Sino si que quizás estaba yendo demasiado rápido. Además, empiezo a tener problemas nuevamente con las plantillas de las zapatillas que se me ladean y hasta se me pasa por la cabeza parar y recolocarlas sabiendo que la cuarta venia lejos y que esos segundos que pierda me beneficiarían si corría cómoda. Pero mientras dudo si parar o no, veo que vuelve a aflojar el ritmo. Poco a poco la voy pillando, y justo cuando le doy caza, veo que se para, hasta le hice un gesto de ánimo, pero no, más lejos de la realidad solo quería ponerse detrás, volverse a resguardar del viento y acabar la segunda vuelta de nuevo como si fuese mi sombra. Yo no entendía nada, pero estaba disfrutando de la carrera, de estar luchando esa impensable segunda posición y de correr como lo estaba haciendo. El público también vibró con nuestro emocionante duelo y nos lo transmitían. Yo estaba eufórica, los kms iban cayendo. Parece que el dolor físico pasó a un segundo plano y esto ya era estrategia pura.

Última vuelta de infarto. No por el ritmo alto, porque más bien bajó, a consecuencia que ninguna quería tirarya de la otra. Mano a mano, corriendo codo con codo, sin saber si se estaba muriendo o reservando. Subo un poco el ritmo y me pongo delante en el giro ya de vuelta a meta (últimos 3kms). A consecuencia de ello, se enfada porque al estar delante he cogido el vaso de Coca-Cola que nos ofrecen los voluntarios y ella se queda sin. Se lo cedo. ¡Sin problemas! Hasta ella se sorprende de mi actuación, pero para mí la deportividad está por encima de todo.

En ese momento se vuelve a poner a mi altura y me dice en medio inglés (era Polaca), que tranquila, que la cuarta no nos pilla. Vaya, que regulara y que esto tenía pinta de sprint final. Muy bonito, pero no era plan de dejar ir mi carrera. Además no sabía si eso era un “yo voy justa”. Decido volver a subir ritmo, me aguanta, sigue el mano a mano. Hasta que en la subida que nos hace entrar en el recinto de La Santa, en los últimos 500 metros, me pega un cambio de ritmo fuertísimo que, aunque lo lucho a muerte, me veo incapaz de aguantar. En cuestión de segundos me coge metros que soy incapaz de recortar. Duelo finiquitado que a pesar de todo me hacen conseguir una luchada y meritoria tercera posición.

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Súper contenta con la carrera. Con todo lo vivido que es mayor recompensa que la posición final. Agradecer a todos los que me han animado, aquí o allí. A todos los que me escribís para mandarme ánimos o felicitaciones que siguen llegando. Felicitar a el Club La Santa por la inmejorable organización y a todos los que forman parte de ella como son los voluntarios y trabajadores. En especial a Isabelle y Kenneth por su encanto y cercanía.

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Mención especial a Almudena Abad que con 18 años recién cumplidos debutó en media distancia nada más y nada menos que en Lanzarote y con un carrerón. –Me hiciste emocionarme mucho con tu admiración hacia mí. Ahora soy yo la que te admira a ti-. Y a los paratriatletas que ellos sí que tienen mérito luchar en esta isla.

Agradecer a todos mis sponsors y colaboradores por su ayuda y apoyo. La temporada va llegando a su fin. Me queda solo el Challenge Paguera el 15 de octubre. Con ilusión de acabar la temporada con la regularidad que estoy teniendo.

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MAL DE ALTURA

Poco más de un mes ha sido el que me he tomado para retomar la competición después de finalizar la primera parte de la temporada.

Con ganas de volver a competir, y colgarme un dorsal de nuevo, llegaba a Andorra el pasado sábado. No era una carrera que entrara en mis planes a principios de temporada y aunque a priori decliné la invitación con un “NO” rotundo, lograron persuadirme. Si dije “NO”, fue porque sabía que íbamos a nadar en aguas muy frías y eso mi cuerpo no lo lleva nada bien. Los argumentos de que era una bici hecha para mí –debido a su dureza–, finalmente me convencieron.

No iba mal desencaminada y efectivamente el agua estaba más que fría. Tanto que incluso, el día previo a la carrera, había dudas de si se podría nadar. La norma dice que por debajo de los 14 grados se prohíbe la natación (para algo están las normas). Es cierto que a mí me beneficia nadar, soy buena nadadora, pero por encima de todo está mi integridad física.

Tremendo dilema el que te creas tu solita: «Prefiero nadar. Pero, no quiero pasar frío». «Si nado: ¿Seré después capaz de frenar y cambiar piñones o plato con las manos tan frías?».

Era una difícil elección. Pero, por más alternativas que te crees en tu cabeza…, de poco sirve. Yo misma me decía: «Cuando lleguemos al lago la mañana del triatlón haremos lo que decida la organización».

No valía la pena darle vueltas y mucho menos buscar pros y contras. Aunque es inevitable.

Llegué a la carrera con ganas. En el momento que decidí ir. No conocía el cartel de salida, pero poco a poco fueron desvelando nombres y como siempre. Estábamos casi todas. ¡Si es que ninguna nos perdemos una!, y más si está cerca de casa. Dolça, Anna e Ivet, que finalmente no compitió. Una vez más, presión y lucha asegurada por estar en cabeza. Pero, como siempre digo, los “miedos”, y circunstancias de la carrera, hacen que la clasificación pase a un segundo plano.

Tarde, y noche previa, llena de nervios y respeto por saber lo que nos deparaba la carrera. Por el miedo a esa agua tan fría, la espera a que comunicaran si se nadaba y cuánto. Aunque parezca mentira, era mucha la tensión por si no se nadaba, o no, y cómo se efectuaría la salida (todos queremos estar delante, pero sin jugarnos el tipo. Y más cuando se empieza bajando). No parábamos de comentar la jugada entre compañeros y entre mi cuñado Jordi, Javi y yo. Los tres competíamos. Nuestros familiares estaban cansados de escucharnos, y también estaban algo asustados.

Para variar…, pocas horas de sueño, pero llegó el momento. En el autocar que nos llevó hasta la salida se respiraba incertidumbre. Nervios por conocer la temperatura del agua y la decisión de la organización. Risas tímidas entre los compañeros del Rctri que estábamos allí y con el resto de amigos: David, Sergio, etc…

Los minutos pasaban mientras preparábamos todo en boxes. Lo bueno que tenía esa carrera, (habituada ya a los halfs), es que la logística es más fácil. Un gel y un bidón Recuperat-ion para la bici y nada más de qué preocuparse –aparte de pedalear–.  Las Newton y la visera las tenía preparadas en la T2 «esperemos encontrarlas sin problemas» (Me decía yo misma). Me había dejado unos calcetines en cada transición. En distancias cortas no hace ni falta, pero entre el frío y mi sensibilidad en los pies… (Soy muy delicada en eso, ¡qué le vamos hacer!) Aunque pierda uno segundos en ponérmelos…, me beneficia. La idea era calzármelos en la T1. Pero, por si el frío y los nervios no me dejaban, tenía otros preparados en la T2. Aquí cada uno usa su táctica.

En ese momento, la organización nos anunciaba por megafonía lo esperado: que el agua estaba muy fría, rozando los 13 grados, y que se iba a nadar, pero “solo” 750 metros. ¡Ya está! Venía mentalizada para eso. Yo tenía claro que intentarlo lo iba a intentar, si luego veía que en el algún momento mi cuerpo se bloqueaba y que no era capaz de seguir… pues… se habría intentado al menos.

A escasa media hora ya de la salida, me unto de crema calentadora, por si servía de algo, aunque creo que no de mucho, o mejor dicho, de nada. Al ponérmela no noté ni pizca de calor. No sé si era la crema que era mala, o esto ya es algo psicológico.

Me coloco el neopreno y, aun con margen de tiempo, me voy con Javi hacia la salida. Quería probar el agua. A diferencia de muchos, que querían evitar estar más tiempo dentro del agua que el de la prueba, yo prefería meterme y calentar un poco. Mi experiencia me dice que mi cuerpo necesita habituarse y conseguir calentar los pulmones y controlar la respiración. Aunque ¡No había Dios que se aclimatara a aquello! Horrible.

Reconozco que me costó meter la cabeza menos de lo que me pensaba y que era capaz de respirar, con mucha dificultad por eso. Lo peor fue la cara. Me dolía mucho con aquella agua tan fría; y la cabeza parecía que me iba a estallar. «¿Dónde me he metido?», O mejor dicho: «¿Dónde nos estaban metiendo?». Por supuesto, manos y pies blancos y sin sensibilidad alguna. Pero…, con eso…, ya contaba.

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Junto con Javi, Lucas, Robert y Carlitos en la rampa de salida, comentamos las mismas sensaciones al entrar en el agua ¡Iba a ser muy duro! «¡Por favor!, que empiece ya… y que se acabe también!». Con Carlitos (amigo y uno de mis compañeros habituales de entreno) habíamos hablado previamente de intentar ir juntos. Luego, una vez sonase la bocina: “si te he visto no me acuerdo”. Siempre da seguridad tener una referencia. Además, Carlitos en bici está más fuerte y sabía que no iba a poder seguirlo.

Nos mandaron que fuésemos entrando en al agua. Me despido rápido de Javi y me meto en el lago. Nado hasta la línea imaginaria de salida y me coloco con Carlitos justo delante de la primera bolla. La gente se iba hacia la izquierda «mejor para nosotros –pensé». Quería ponerme delante, pero no quería que me agobiaran. Si ya me iba a costar respirar, imagínate con golpes y agarrones.

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La gente empezaba a adelantarse de la línea de salida, como ocurre siempre, pero esta vez nadie lo impedía y empezaba la cuenta atrás. La organización era consciente de lo mal que lo estábamos pasando allí metidos. ¡Al menos iba a ser rápido! Yo no iba a ser menos… también iba avanzando, tímidamente, como todos; a pesar de que seguía la cuenta atrás.

Y por fin…, bocinazo y a darlo todo. Salí muy fuerte. Empecé bien, siguiendo la estela de Llobet que rápido se alejó. Sin golpes y sin gente. «¡Qué bien, ¿Dónde estaban todos?». Aquello me dio confianza. Aun así, en cuestión de dos o tres minutos, empecé a notar a la agonía. ¡Uf! Como os explico lo que se siente. De repente te falta el aire y no puedes respirar. Quieres que, ese poco aire que coges por la boca, llegue a tus pulmones, pero parece que nunca llega. Los nervios y el agobio aumentan y te viene un momento de pánico. Crees que te ahogas, que no puedes respirar, que necesitas pararte. Creo que eso nos pasó a todos. Por suerte, yo supe controlarlo y quedarme solo en el agobio y no ceder al pánico. Ese día, el temple que otras veces no tengo, se hizo presente.

Superé la primera bolla y empecé a encontrar gente, pero yo ni sentía los golpes, ni sabía que parte de mi cuerpo movía, ni cómo. Mi cuerpo estaba totalmente gélido, adormecido. Eran sensaciones extrañas, desagradables, pero mi cuerpo seguía y parecía que los metros iban pasando. Fue muy rápida: 12’50” de natación. Eso no es nada. Sin embargo, en esa situación, se te hace eterna ¡Agónica!

Salgo del agua como un zombie. Corriendo fuerte por la alfombra verde, creyendo que ese ritmo alto me va hacer entrar más rápido en calor. Varios resbalones que casi me hacen ir al suelo. Seguía sin sentirme los pies…, ni las manos. A duras penas me podía ir bajando el neopreno. Entro en boxes medio atontada. Suerte que la Unîca se ve bien y me guía rápido hacia mi sito.

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Parecía que lo peor ya había pasado, pero no. Consigo quitarme el neopreno. Veo que soy la primera chica en boxes y decido colocarme los xwin. ¡Buf!, no era capaz de meter el pie en el calcetín ¡Qué horror! Mientras me peleo con ellos, veo que los chicos van pasando rápidamente. Hago caso omiso y sigo con mi lucha. Voy a por el casco y veo que Anna ya entra en boxes. Llega a mi lado y me dice: «¿i Dolça?, ¿Que li ha passat?».

Era muy raro que Dolça no hubiera llegado. «¡Esperemos que este bien! – me dije». En ese momento veo que mis manos no me responden y que no era capaz de hacer el “click” en el broche del casco. Le dije a Anna: «¡no em puc cordar el casco! ». A Anna poco le importaba, jejeje, pero el pánico me hizo compartirlo en voz alta. Era importante un escape en solitario y evitar que Anna, o cualquier otra rival, pudiera intentar seguir mi rueda. Ese pensamiento me dio la fuerza justa para conseguirlo, y… por fin…, pude abrocharme el casco, coger la bici y salir de boxes. Instante en el que veo llegar a Dani y salir corriendo a Carlitos delante de mí. Aunque él no me vio, y yo no tenía fuerzas para gritarle. Además, era tontería llamarlo cuando en la primera curva del descenso lo hubiera perdido de vista.

Rampa durísima para salir de boxes. Momento muy crítico notando como no me respondían los pies y me resbalaba en cada paso. Consigo subirme a la bici, pero con mucha dificultad para meter los pies en las botas. Fue muy duro ese momento.

«¡Venga Judith que ya estas pedaleando!». Me intentaba convencer de ello porque mis piernas no enviaban mensaje alguno a mi cabeza. No sé si fue el frío que me congeló las neuronas, entre ellas las del miedo, o el afán porque Anna no me alcanzara, aun así, empecé el descenso más confiada de lo normal. En solitario hasta que me alcanzo Alex y me hizo de guía. (Muchas gracias Zanu). Es lo bonito de estas carreras: sentirte ayudada por amigos y compañeros.

Con él completamos la primera parte del circuito y me llevó rodando hasta pie de puerto. Aunque, en un par de las curvas finales me derrapó un poco la rueda trasera (y eso que tampoco bajé fuerte), conseguí superar con creces la bajada y solo nos alcanzaron dos chicos. «Ahora sí que has pasado lo peor – me dije a mi misma». Se me escapó una leve sonrisa de satisfacción. Esta es la recompensa de las carreras: superar retos, vencer miedos y luchar por intentarlo siempre.

Empezaba el puerto. Ahí dejé a Zanu y puse a mi ritmo. Ritmo alto pero llevadero. Malas sensaciones al principio debido a la frialdad muscular pero poco a poco fui recuperando sensaciones (menos en los pies que seguían congelados – que incómodo es eso).

1h02’ de ascenso donde sufrí y disfruté a partes iguales. Era duro, pero me fui viniendo arriba al ver que iba ampliando ventaja con mis perseguidoras y comprobar que solo me pasaron tres chicos en toda la subida. Uno de ellos fue Alber que, como siempre, me animó y me dio confianza diciéndome que iba sola y que podía regular. ¡Como alivia eso! Realmente disfruté mucho de este sector; motivación alta sabiendo que estaba haciendo una buena carrera.

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Últimos metros hacia la T2 y escucho a mi sobrina Laia que, gritando, escucho que dice: ¡LA TIETA!

Emoción máxima. El público que empieza a aplaudir, a animar y a murmurar: “es una chica, que pasada”. Eso era que no iba tan mal respecto a los chicos. Veo a mi hermana con mi sobrina Júlia en sus brazos, a mis suegros que, una vez más, habían venido a animarme. Y a mis cuñados que se estrenaban como público. ¡Qué guay!

T2 aparatosa porque mis pies seguían congelados y me costó quitarme las botas. Casi me voy al suelo. Consigo poner pie a tierra y entrar en boxes. Me cuesta lo mío encontrar mi dorsal en la barra y pierdo algunos segundos en calzarme las Newton. Tenía margen, pero no podía perder tiempo.

Empiezo a correr o mejor dicho: empiezo a intentar correr  ¡Guau!, pero si esto era peor todavía! ¡Uf! Aunque no iba mal de piernas, la dureza del terreno y la altura (a 2000 de altitud, y a más 300 más de desnivel en carrera) hicieron que fuera agónico. No llevaba ni un kilómetro y ya estaba hiperventilando. No conseguía controlar la respiración ni el pulso. «¿Qué me pasa?». Fue otros de los momentos críticos del día, por si hubo pocos.

Mi cabeza me decía que no podía. Aparecía el demonio pidiéndome que me parara. Diciéndome que eso era demasiado duro. Pero el angelito impuso la lógica convenciéndome de que eso estaba hecho. Tocaba sufrir y luchar, pero si todo salía bien, la carrera estaba ganada. Aunque siempre te entra el pánico al comprobar que no vas demasiado bien y que tus perseguidoras te pueden alcanzar. Tocaba convencerse de que tenía ventaja y que ellas también sufrían. Y que, aunque me recortaran, podía mantenerme en cabeza.

No se veía a nadie, ni por detrás ni por delante. Primera vuelta en solitario que, gracias a Aron e Ivet, que me guiaron en un par de ocasiones, evitaron que me perdiera y me desviara. ¡Gracias!

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Quedaba completar una vuelta más sabiendo lo dura que era pero ya con la cuenta atrás en mi cabeza. Segunda vuelta que, aunque seguía sin controlar la respiración, se me hizo un poco más amena al encontrar a mucha gente. Todos los que empezaban a correr. Gonzalo, Sensitri (que iba muerto y lo animo), Marc, Jordi Olivella etc…Todos me miran sorprendidos de lo ahogada que iba. Pero, gracias a esos ánimos, me vengo arriba, le doy un poco más de ritmo a la carrera, y voy adelantándolos. Al menos para que creyeran que, esa respiración tan exagerada, era por el sobreesfuerzo que estaba haciendo.

La emoción aumenta cuando veo a Javi delante ¡Guau! Empiezo a correr más fuerte para alcanzarlo (Siempre es agradable encontrarte a tu pareja en carrera). Y…, si le pillo… y le doblo…. mejor, Jejeje (es parte de nuestro “pique sano” que día a día nos hace luchar). Pero no pudo ser. Se me fue un poco en la bajada. Aunque, justo en el cruce que me llevaba para meta y a él para el inicio de, su segunda, y última vuelta, le grito: «Cariño…, vamos…, ¡Ánimo!».

Él, como siempre, con esa alegría permanente, hasta se paró un segundo para verme y animarme, contento de que yo iba en cabeza y que ya lo tenía hecho.

Metros finales donde respiro aliviada y muy satisfecha de completar una de las carreras más duras que he hecho. Y una de las más bonitas, también. Feliz de llegar a meta en primera posición (primer triunfo de esta temporada). Contenta de ver a mi familia y a las chicas del Rctri aplaudiéndome y felicitándome. Ilusionada de haber luchado y completado este triatlón que pude vivir con muchos amigos y compañeros (con muchos de los cuales hacía tiempo que no coincidía). Y agradecida de que Núria y Pere subieran expresamente a verme.

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La resaca aún dura, el dolor de pies continúa. Con ganas de olvidar el frío que sufrí me voy al 70.3 Filipinas. Esperemos que el calor se nos dé mejor.

Gracias a los Andorra Outdoor Games por la invitación y el trato recibido.

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Esta carrera no la hice yo, aún no puedo decir que soy «finisher», pero la viví como si estuviera compitiendo. Muchas emociones que me hicieron sentir todos los compañeros y amigos del equipo RCtri. En especial mi pareja, Javi, quién bordó un carrerón en su segundo IM. Es el quién os narra en primera persona su experiencia.

LA CARRERA DE MI VIDA

Día 19 de junio de 2016. Yo, mi cabra, la lenticular y rampas de más del 15% en el stage de Alvaro Rancé en Puigcerda. Así era como me veía a una semana del Ironman de Austria; el cual era mi objetivo del año.

La semana, como siempre, empezaba con dudas, <me habré pasado en Puigcerda, iré bien entrenado, me pasará lo del Ironman de Niza…> Los entrenos estaban hechos y, aunque a lo largo de la temporada he tenido algún que otro parón, iba con más confianza que nunca.

Jueves 23 de junio. Sant Joan. La expedición Rctri se pone dirección Viena. Por ahora cero nervios y muchas risas; lo que hace que los días pre-Ironman se hagan mucho más llevaderos.

Día 24. Cogemos coche y, ahí sí que sí, dirección a Klagenfurt ciudad donde se celebra la competición. Tres horas de coche y por fin estamos en el lago. En el punto de recogida de dorsales. Las banderas de Ironman ondean toda la zona. Bicis para arriba y para abajo, perneras, gorras, corredores y muchas tiendas de deporte hacen que nos metamos de lleno en la competición. Recogemos dorsales. Este añocomo me pasó en Mallorca-, soy AWA, por lo que tengo algún que otro privilegio, como por ejemplo: no hacer cola en la recogida de dorsales y que mi bici esté al lado de la de los pros. Algo secundario que, al final, el día de la carrera, va genial.

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Como os voy contando: todo recogido, y sin ningún contratiempo, viajamos a Sankt Veit an der Glan, pueblo obrero donde tenemos nuestro hotel, a unos 20’ en coche del lugar de la prueba.

Sábado día 24. A menos de 24h del Ironman, vamos al punto de recogida de bicis donde nos esperaba Alex de Tri Transport Bike Con las bicis impecables. Montamos pedales y a dar una vuelta para ver que todo funcione correctamente. Con todo listo dejamos a las suportes las bicis y a correr para seguir activando y ahí… es donde me doy cuenta que la cosa va bien. Las patas no van, pero vamos, que aunque el pasar de 5’30 el km me cuesta horrores, y que en otras ocasiones me preocuparía, en ese momento, esas sensaciones, por la experiencia que voy teniendo, me dieron confianza. En ese día previo a  la carrera poco más que contar, descansando toda la tarde en el hotel y a las 20:00h cenando con toda la familia del Rctri. De cena: arroz y una pizza, lo que me hizo ir a la cama como el muñeco de Michelin, jajaja. Judith creo que se asustó al ver el barrigón que me salió con tanta comida, jaja.

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Ahora sí que sí.  3:30 de la mañana. Toca el despertador y lo primero que pienso es… ¡Dios cómo me jode despertarme tan pronto! Pero… bueno. Sarna con gusto no pica. Ja,já

Bajamos a desayunar y lo de siempre: caras hinchadas de dormir, café, lavabo…

Cogemos dirección al lago y… mejor no podía ir la cosa. A las 05h ya habíamos aparcado y nos dirigíamos dirección boxes.

̶ <Eeeeeeeh Javi, Javi, Jaaaaaaviiii, pero que me pasa que estoy cero nervioso> -me digo. Y es que me daba rabia hasta a mí mismo. Pero bueno, supongo que cuando esté en línea de salida ya vendrán esas mariposas cojoneras que no molan nada y  que te hacen ir al lavabo varias veces.

Bolsas listas y bici a punto para volar literalmente y es que este año iba con la lenticular de mi amigo Oriol Silvestre y me tenía plenamente motivado. Solo con el ruido que hace me hacía sentir como un verdadero pro.

Salgo de boxes y me reúno con las suportes y con mi incondicional Judith: Hago un paréntesis del Ironman, para darle las gracias. Es muy gratificante ir a competir con tu pareja y que, cuando nos vayamos a ver, los dos sepamos lo que se siente y lo que tenemos que hacer para que el que compite esté en las mejores condiciones. Y…  eso… lo hacemos a la perfección.

Andamos hasta boxes. Judith me lleva las bolsas; yo me dedico a andar y a pensar que todo va ir genial y que me voy a salir. Llegamos al césped y comenzamos a ponernos neopreno. 20’ quedan para empezar y los nervios siguen sin llegar. Me unto de vaselina todo el cuerpo y a ponerse el neopreno. Esto ya está hecho y lo único que queda es despedirse de todos y, sobretodo, de Judith. Este momento, no sé por qué pero cuando me abrazó con Judith y le doy el beso, siempre me emociono y se me pone algo en la garganta muy “romanticón”. Nos miramos y me dice: ¡Dale caña cariño. Fuerte! Yo le digo: ¡Bueno: caña, caña…, poco a poco, que es un Ironman!, jaja.
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Rollin Star. Hay gente que no le gusta, pero a la mayoría nos encanta. Adiós a las hostias en los Ironman y “hola” a nadar tranquilo a mi ritmo. Miguel, Eusebio, David y yo, nos colocamos en 1h-1h10’ y salimos juntos. Empieza la cosa sobre las 07am y empiezo a nadar. Las sensaciones buenísimas. Voy rápido y encima pasando a gente. Uaaaa!! Esto es genial. Es que hasta tengo ganas de nadar y todo. Llego a las boyas de giro y sigo bien; incluso creo que me estoy pasando y decido que, cuando me meta en el canal, aflojaré un poco y así llegaré más entero a la bici. Eso hago y entro al canal. Increíble. Por cierto: 1000 metros de distracción total viendo a gente y disfrutando de sus ánimos.

Salgo del agua. 1h 10’ que más tarde me canta Judith. Como lo habíamos hablado, me aparto a un lado justo salir del agua y me quito el neopreno, ya que la transición iba a ser muy larga. Y genial. Cojo el neopreno y lo voy enrollando hasta que llegó a la bolsa de la bici. Una voluntaria me ayuda. Me saca las cosas de la bolsa, le digo lo que necesito y lo demás lo recoge ella. Increíble organización. En 4’ ya estoy encima de la bici.

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En la bici, los primeros km’s vuelo, pero… vamos… VUELO en mayúsculas. Miro media y voy a 38 km/h, y precisamente no había mucha bajada al principio. Pues vamos, tiro millas en bici. Primera vuelta objetivo 2h 35’ y le doy un poco de caña a la cosa. Como y bebo bien. Esta vez me ha salido la jugada genial. Tengo que dar las gracias a Didac Moreno por dejarme probar sus barritas. Estaban buenísimas. Cada 30-45’ alternaba barrita y gel; más lo que iba bebiendo. Este año no quería que las fuerzas me pasaran una mala factura.

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En la bici poco que contar. La verdad que fue genial. Solo destacar que del 120 al 177km nos diluvio, cosa que creo que me benefició bastante ya que tuve que levantar el pie. La anécdota graciosa de la bici es que, en la segunda vuelta, pasé por un pueblo donde me miré en el espejo; como hacemos todos los ciclistas para ver qué bien me quedaban el traje y la lenticular, jaja, con la sorpresa que me vi una panza que casi me tocaba al manillar, jajaja. Sí que es cierto que llevaba un rato meándome, pero pensé que ya iría en la t2. Pues nada, esa panza tenía que desaparecer y, en la primera subida fuerte, me pare a mear y… madre mía. En ese momento me pasó Joaki y creo que me escuchó el grito de placer que hice.

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Venga seguimos volando y ya en la t2 bici en 5h 16’; o sea que todo iba en el tiempo estimado. Cojo bolsa y, como antes, otra voluntaria me ayuda a cambiarme de ropa y a recoger todo en bolsa; Joer que bien. Empiezo a correr. Richard, mi amigo/entrenador, me marcó que fuese a 5’ el km, pero me encontraba bien y fuerte. Las patas me funcionaban y decido clavar ritmo de 4’45 el km y haber qué tal. Justo salir un compañero asturiano, se pone a mi ritmo y me dice que no le funciona el Garmin y que si me importa que Ele marcase el ritmo -por mi genial-. Me da un poco de miedo morirme antes de tiempo, pero es que la sensación de frenarme, para no ir más fuerte, eran increíble. Mi compañero asturiano y yo hablamos bastante y nos dimos ánimos. Aprovechamos para preguntarnos un poco de nuestra vida, jaja, que grande. Hasta el km 14, más o menos, que lo dejé atrás. Y es que estaba volando.

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Veo a las supporters del rctri, y me gritan: guapoooo, jajaja. Y veo a Judith que me da ánimos. Joer, es verla y no tengo otra cosa que decirle que: ¡cariño, clavando 4’43 de media, jaja. Y es que estaba eufórico. Me voy cruzando con los rctris y nos gritamos y nos damos ánimos. Y aquí viene lo mío; y es que es ver a grupos de gente concentrando y empezar hacer aspavientos con las manos para que griten -Dios me encanta-. Me hicieron la ola y, a gritos de hope hope hope, volé y volé hasta tocar la campana del Klagenfurt con toda mi rabia y decir: <ésta es la mía Javi, olé tus webos una vuelta y revientas el crono>. Y así fui. Última vuelta y la cosa no bajaba.  Esperaba el momento en el que el cuerpo me dijese: <hasta aquí  hemos llegado>. Pero no llegaba y yo seguía disfrutando y pensando en el carretón que estaba haciendo.

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Km 32 aproximadamente, acabo el bucle largo y voy dirección donde estaba Judith y las Rctri suportes. Pasó por allí y nos las veo, pero escucho, a lo lejos, ¡cariñoooooo vamossss!, jeje. Pobre, no me había visto con tanto corredor. Levantó la mano, dándole las gracias. Km 33 y veo a Judith pegándose un sprint increíble por el césped para verme. Joer, me emociono. Me dice: <cariño que vas muy rápido nos vemos en meta! Vamossssss!> Dios, no sabéis lo que me pudo llegar a motivar lo que me dijo.

Km 36 y el cuerpo me dice: <¡pero chaval! ¿vas a parar ya, o qué?>, y paso de ir de 4’47 a 5’ y me costaba mantenerlo, pero sabía que me iba a salir. Quedan 8 km y hago lo que más tenía ganas: mirar el reloj y hacer cuentas. Quedaban 45’ para las 5 de la tarde, si había salido a las 7am, podía conseguir ser sub 10h. Uf ahí se me pusieron los pelos de punta. ¡Yo sub 10h!, Era algo impensable, incluso Richard me marcó 10h 18’. Bueno, pues no me quedaba otra que apretar dientes y a por ello. Paso por la campana y le doy más fuerte que antes. Hago que los bares de la zona me griten y me hagan la ola, y es que… ya voy a metaaaaaa.

Km 40. Ya solo quedan 2kms. Veo la meta, pero nos hacen hacer unas vueltas que me matan. Quiero llegar. Quiero ver si lo he logrado. Quiero ver a Judith y a mis amigos.

Km 42. Soy finisher. Llegó al pasillo, 300 metros infectados de gente por todos lados que grita y animan como si se dejaran el alma en ello. La música a tope. El spiker dando gritos y yo diciéndome: <Esto se acababa>. Busco a Judith, pero, con tanta gente, no la veo. Lo único que me queda era levantar los brazos, pensar en todo y en todos y dedicárselo a mi amigo Carlos Vallecillo, compañero que nos dejó antes de tiempo. Lágrimas en los ojos y dolor en el alma. A partir de ahí: pasar la meta.

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Nervios. Por fin, ahora sí. Esas mariposas en el estómago hasta que veo en el marcador Javier Cano: 9h 56’. ¡Diosssss!” Lo había conseguido. Soy sub 10h. Al instante escucho a Judith gritándome: ¡Cariño cariño! Y la veo subida en un montículo rodeada de gente. Voy hacia ella. Me pregunta: ¿Cuánto? le digo el tiempo y nos abrazamos con todas nuestras ganas. Lloramos de felicidad sabiendo lo que ha costado y lo felices que somos haciendo lo que más nos gusta hacer. Maratón en 3h 21’. Todavía no me lo creo.

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El Irnonman de Austria llego a su fin. La mejor competición que he hecho hasta el momento. Lo mejor: el grupo que fuimos. Grupo con el que solo tuvimos risas y risas. Además, todos fuimos finishers, menos Albert Jiménez que el trabajo ya lo tenía hecho siendo el campeón de Cataluña en Ironcat y con un tiempazo.

Quiero dar las gracias a las suporters rctri que estuvieron allí todo el día dándolo todo y dejándose la voz por todos los corredores. A Judith, cómo no, que con las frases que he puesto, un poco más arriba, ya sabréis lo que pensamos el uno del otro. Y a la familia y amigos que estuvieron pendientes desde la distancia.

Un abrazo fuerte a todos.

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Y Mención Especial a mi compañero y, en los últimos años, mucho más que eso. <Carlos Vallecillo: amigo, pensé en ti, y mucho. Estés donde estés, este IRONMAN DE AUSTRIA, es tuyo compañero>.

Y, como bien dijo mi suegro: La luz que se veía en la fotografía, justo al acabar, era para pensar que alguien me estaba protegiendo y ayudando.

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Llegaba “la cita” del año. Zarautz ya marcó un antes y un después el año pasado y ha hecho que se convierta en unos de los triatlones más importantes de la temporada; en uno de esos que marcas en el calendario en rojo y que estás deseando que llegue y poder hacer una buena carrera.

Correr en el País Vasco es siempre un aliciente, y más en Zarautz, donde creo que está el mejor público –Para mí es la meca del triatlón–. Si ya es importante esta competición, por todo lo que conlleva (dureza de la prueba, nivel, repercusión, etc.), a eso, en esta ocasión, faltaba sumarle que se trataba de la XXX Edición y la fiesta pintaba que iba a ser de lo más grande. Un cartel de lujo y con el mayor premio económico dado en un triatlón nacional.

El nivel era impresionante, tanto en chicos como en chicas. Corredores de mucho renombre tanto a nivel nacional como internacional. Olímpicos y corredores de ITU. Gente a la que admiro y yo formaba parte de ese cartel. Eso me impresionaba aun más. La gran favorita a la cita: Ainhoa Murua, que además corría en casa. Con el dorsal 2, Line Thams, una danesa corredora internacional y campeona en su país en distancia sprint (a ver cómo se le iba a dar esta distancia). Después de ellas, entrabamos el resto, la “triarmada” catalana (Sara Loher, Dolça, Anna, Mercé y yo) y Ruth Brito que también venía a dar guerra.

La semana previa no fue buena. Un virus estomacal y el calor me hicieron sentirme muy floja. Si algo bueno tuvo eso, fue que el cansancio me hizo dormir más de la cuenta. Tanto que hizo que apenas estuviera nerviosa los días previos y pudiera conciliar bien el sueño. Así que, descansada si llegaba.

Cuando quise darme cuenta ya estaba ahí el gran día. ¡Si es que hasta la noche previa dormí de lujo! Que sensación más rara. Me sentía bien. Con ganas, con fuerza y con la ilusión de volver a estar en Zarautz rodeada de corredores buenísimos.

Poco antes de las 12h ya me encontraba en boxes preparando material. Allí te encuentras con todas tus rivales y los nervios ya son irrefrenables. Comentas la jugada. Te das ánimo con el resto de corredores y conocidos. Gente que tú no conoces y que te desea suerte. Aún no soy consciente que la gente empieza a conocerme. Es ilusionante.

12.30h. Toca subirse al autocar que nos lleva hasta la playa de Getaría. La sensación era como cuando te vas de convivencias en el cole y tus padres vienen a despedirte. Otros de los momentos mágicos que tiene esta carrera. Me despido de Javi con un fuerte abrazo -casi estaba tan nervioso como yo–. Sentada junto a Mercé, marchamos. Ella, al ser su estreno aquí, estaba con un poco más de respeto que yo. No es una prueba fácil, pero, viendo que este año no llovía, ya estaba tranquila.

La hora previa a la carrera es cardíaca. Todos allí en la playa esperando que quede poco para la salida y poder enfundarte el neopreno y entrar al agua. Que nervios se pasan cuando bajas del autocar y esperas, con ansia, que la hora pase rápido.

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Pues ahora sí. A escasos 2’ para la salida. Línea de llamadas. Últimos mensajes de ánimo entre nosotras (porque somos rivales, pero ante todo, somos compañeras y venimos a luchar por lo mismo. A disfrutar de una carrera única). Veo a Álvaro –mi entrenador y que también compite–. Me observa y me desea suerte; tal y como habíamos comentado: la natación iba a ser clave. Debía lucharla más que nunca.

Preparadas ante las órdenes del juez. Cuenta atrás -que se hace eterna–. Tembleque en la pierna y pulso a 200. Y por fin…, bocinazo de salida. ¡Al agua!

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Buena salida. Me escapo rápido del grupo, aunque Ainhoa, como ya esperaba, aún lo hace más veloz y veo como se me va ya en los primeros metros. Demuestra su potencial desde el principio. Sabía que iba estar incontestable. Su estela me ayuda para tener referencias. Rápido me alcanza Line –también la esperaba– que va seguida de Dolça. Ese era el tren que yo tenía que pillar; aunque era más bien el Ave. Sufro mucho por aguantar sus ritmos, pero lo consigo.

Una de las nataciones más duras que he hecho. Un fuerte ritmo que, aunque con momentos en los que creía que me quedaba, consigo aguantarlas. Era la clave. Hacer una buena natación hoy era tener posibilidades para pisar el pódium.

Fatigada. Llego a la playa y, al correr hacia la T1, noto un pinchazo en el gemelo ¡Uf! ¿Qué es eso? Me pregunto. Creo que nunca había hecho tantos pies nadando en un triatlón. Debía de ser la consecuencia de ello. Aunque Line hace una rapidísima transición, y Dolça la sigue, yo estoy ahí con ellas. Me subo a la bici teniendo a las dos a la vista. De Ainhoa ni rastro ya.

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Aquí llega uno de los momentos más críticos de la carrera. Paso a Dolça empezando a subir el Alto de Meagas y, aunque en alguna curva veo a Line, en la bajada ya dejo de verla. Solo llevaba dos curvas bajando y Dolça me adelanta. El problema no era ella. Era yo que me bloqueo ya en la primera bajada del circuito. Un momento muy duro que me hace temblar y plantearme muchas cosas. Siempre he sido miedica bajando, pero… desde la caída de Mallorca…, mucho más. «¡No puedo dejar que esto me supere!, ¡Y menos hoy!» Me digo, lucho contra mí misma y, al acabar la bajada, ruedo con más fuerza que nunca. Tanto, que paso a Dolça y consigo alcanzar a Line.

«¡Bien Judith! Esa es la actitud». Me vengo arriba y me demuestro, una vez más, que la asignatura de psicología la apruebo y con matrícula de honor. Ahí sí que empiezo a disfrutar. Viene la parte más rodadora del circuito y me siento fuerte, aunque intuyo que Line viene cerca porque escucho como un árbitro le pita para advertirle que mantenga la distancia permitida respecto a mí.

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Paso de vuelta por Zarautz que, aunque me lo espere, consiguen emocionarme de nuevo. No hay una explicación posible para ese momento ¡Pero qué grande es ese público! Para más inri, me gritan que Ainhoa está a menos de un minuto ¡Eso es muy poco! Aunque no la fuese a pillar, el saber que estaba cerca de ella era una satisfacción muy grande. Significaba que estaba volando y eso que bajo fatal. Veo a Javi como me grita. Digo veo, porque casi no lo oigo ¡Estaba afónico! «Pero cariño. Si es la primera vez que paso ¿Cómo estás ya sin voz?» Pobre, que nervios estaba pasando con mi carrera. Emocionante.

La segunda vuelta no hizo más que aumentar mi confianza y, aunque Line seguía detrás – porque volví a escuchar cómo le advertían -, al menos no me pasó ni en la bajada. Buena señal. Paso de nuevo por Zarautz y el público vuelve a ponerme los pelos de punta. Euforia. Voces que gritan mi nombre. Me dicen que Ainhoa sigue ahí delante (aunque nunca la vi ¡Je, je!). Javi está aún más afónico. Aida que me ánima. Brutal. Que sensación.

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Yo no sé si fueron todos los ánimos y la emoción, que estuve intentado contener, pero el circuito me estaba pareciendo mucho más fácil que el año anterior. Me sentía que volaba y que los km pasaban rapidísimos. Hasta que en el km 65, el Muro de Aia, me devolvió a la realidad. Esto sí que me seguía pareciendo igual de duro ¿Cómo pueden hacer carreteras con tanta pendiente? Pero… ¡Si esto no lo sube nadie! Pues, por supuesto, aunque sufriendo mucho, lo subí; y eso quería decir que la bici estaba llegando a su fin.

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Sin embargo, aún me quedaba un momento muy duro. Y no era la subida al camping (Txurruka), sino la bajada. Momento que aprovechó Line para pasarme y, no contenta con eso, también marcharse. Que rabia; después de ir delante de ella durante más de 70km, se me iba a ir al final sin poder hacer nada por seguirla. No podía bajar más rápido de lo que yo confiaba. Pero no tiré la toalla. Luché en el tramo que volvía a ser llano/ascendente y, al menos, aunque a lo lejos, volví a verla.

Ahí sí que la bici estaba llegando a su fin. Quedaba lo mejor porque, aunque sea una subida, no quieres perdértela. La subida al camping es donde la gente hace un embudo y pasas casi rozándote con ellos. Sientes que te empujan con sus ánimos y hacen que tus piernas ni noten el vertiginoso ascenso. La boca seca de la emoción. Así que aprovecho en los últimos km rodadores hasta boxes, ya en Zarautz, para beber. Pero…, aquí viene la anécdota de la carrera: Cuando me acoplo y busco con la boca la cañita compruebo que no llego a ella. «¿Pero qué está pasando? ¿Se me ha encogido el cuello, o qué?». Varios intentos sacando un poco la pajita, sacando el culo del sillín, pero… nada. Fue un momento surrealista que me dio por reír por no llorar. Suerte que la bici se acababa. (Resultó ser que, en un badén, en la bajada, del bote, se me había bajado el manillar.)

Bueno. Empieza la parte más dura del triatlón. Al menos eso era antes, porque esta fue mi mejor carrera. Cada vez corro mejor. Qué bueno es sentir que lo que antes era un suplicio ahora hasta lo disfruto y siento que soy capaz de correr más rápido y lucharlo mejor. Parecía que solo faltaba creérmelo. Que sensación tan buena el ver que eres tú la que adelantas posiciones y no al revés. Pasará de todo en las siguientes, pero he conseguido ganar confianza y motivación en mi peor sector y, con eso, la carrera a pie, la afrontas de otra manera.

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Pues eso fue lo que pasó en los 20km. Salí fuerte sabiendo que estaba en posiciones de pódium, aunque con corredoras muy fuertes por detrás. Además tenía por delante a Lian a un minuto. Así que ese era el día para dejarme la vida por intentar cazarla. Lo conseguí. Mitad de la primera vuelta y la consigo adelantar. Como pasa en estos casos: te vienes arriba. Iba segunda y distanciándome cada vez más de la tercera y del resto. La euforia vino cuando Javi, en el paso por vuelta, me grita que Dolça está a más de 4’ y Sara a 9’30”.

Euforia es poco. Tuve que contenerme durante toda la carrera porque estaba siendo muy emocionante. Que fuerte me sentía. Miraba el reloj y alucinaba viendo como la media iba bajando y los km rondaban a 4’/km. Hasta vi algún 3’20 (en bajada, sí, pero… aun así, flipante).

Los quilómetros volaban como lo estaba haciendo yo; sobre una nube gracias al público que no cesó de gritar ni un solo instante. Muchas caras y voces que no puedo olvidar. La de mi entrenador, Aida, Guru, Robert, Javi, Argiñano, corredores, Siscu, conocidos… ¡Eso hay que vivirlo!

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Llegada a meta en segunda posición. Abrazo con Ainhoa que me estaba esperando. Colofón a una carrera única e inolvidable. La mejor para mi hasta ahora, ¡Sin duda!

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Gratificante saludar y subir al pódium junto a los mejores triatletas de este país. Tener el privilegio de conocerlos y competir con ellos. Les deseo lo mejor en Río.

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No soy de comparar tiempo porque depende de muchas circunstancias: lluvia, viento, calor, corrientes, mareas… Pero, me he sorprendido a mí misma de la mejora en un año:

ZARAUZKO TRIATLOIA     2015    –    2016

Natación                       41’21          38’08

Ciclismo                      2h35’01       2h27’42     (2015 con lluvia)

Carrera                       1h26’41        1h21’20

Muy contenta con la progresión en un año. Con la certeza que queda mucho por mejorar. No solo a nivel físico, sino técnico, como lo son las bajadas en bici, que estoy segura que es cuestión de tiempo y que volveré a ganar esa confianza perdida. Y en las transiciones, que también toca mejorar.

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Contenta con los resultados llego a la mitad de la temporada. Momento para darme un respiro competitivo y disfrutar con lo que estoy viviendo.

Gracias a todos los que me seguís y me apoyáis.

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La carrera de Bilbao pareció comenzar una semana antes. El lunes previo se confirma la noticia de que Virginia Berasategui estará finalmente en la carrera. Yo, al enterarme, entro en cólera y muestro mi disconformidad pidiendo explicaciones, por privado, a la organización. Ellos me confirman lo esperado. Aunque Bilbao triatlón tiene un veto de cinco años por dopaje, esa cláusula se puso a consecuencia del positivo de Virginia (en esa carrera en 2013), por lo tanto, quedaba exenta de dicho castigo y podía competir. Sus dos años de sanción sí que los ha cumplido y, aunque a mí me parezcan insuficientes, legalmente, podía competir.  Fue una semana difícil con la polémica que creó este tema, pero, a dos días de la prueba, debía dejar el debate a un lado y pensar tan solo en la carrera. Si legalmente puede competir, nos guste o no, es una corredora más y yo, en competición, voy a respetarla como tal.

Aunque mi cabeza no quería darle vueltas al tema, en el ambiente, y en las redes, no se hablaba de otra cosa. Imposible quedarme al margen, pero si algo bueno tuvo todo ello, fue que no dejé de recibir, por todos lados, muestras de apoyo y ánimos. Eso me hacía más fuerte.

Con el dorsal 2 volvía a Bilbao triatlón, donde el año anterior pude firmar una buena carrera y conseguir un exitoso segundo puesto. Venía con la confianza de conocer el circuito y de saber que en la última edición se me dio bien. A ello se le sumaba el aliciente de que tenía a toda mi familia allí y la seguridad que el público de la ciudad, una vez más, se dejaría la piel animando.

El dorsal 1 era para Asa Lundstrom, la sueca que quedó por detrás de Virginia en 2013 –aunque se acabó llevando el título al confirmarse oficialmente el positivo de Berasategui–, así que acudía con ganas de guerra; cosa que había hecho público mostrando su animadversión hacia Virginia y con la ambición de llevarse el triunfo y poderlo celebrar como es debido. El pique estaba servido y yo también formaba parte de esa batalla.

Las tres favoritas, mucha rivalidad, pero, sobre todo, juego limpio y a darlo todo como siempre.

La mañana del sábado ultimando preparativos ya en boxes, poco antes de carrera. Nervios, como siempre, pero sin presión y con mucha seguridad en mí misma. Me encontraba bien y el día acompañaba –soleado y caluroso, aunque con amenaza de lluvia para media mañana pero, por fortuna no apareció hasta finalizar la carrera–.

Mis rivales más directas ya estaban por allí. Cada una a lo suyo. Yo me encontraba con la incertidumbre de no conocerlas como competidoras y no saber lo que me iba a encontrar, aun así, estaba preparada para todo, hacer mi carrera y lucharla de principio a fin.

10.00h. Empieza la prueba en la ría de Bilbao. En los primeros metros me pongo en cabeza y me marcho en solitario –buenas sensaciones–, esto empezaba bien. Primer tramo muy cómodo hasta que, en el giro, tocaba encarar más de un kilómetro con la corriente en contra. Eso no fue tan fácil; seguro que para nadie. Yo seguía en solitario, liderando la prueba. Cuando las fuerzas empezaban a flaquear, veo que, mi hermana iba andando en paralelo a mí con mis dos sobrinas, ¡emocionante! Primer subidón del día. Gracias Mire, que bien me supo.

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Primer sector completado. Cojo bici y a por el segundo. ¡Uf!, hacía aire. De momento, en llano, no asusta, pero incomoda. Pronto veo, en el primer giro, que mis perseguidoras venían cerca –Virginia y, un poco más atrás, Asa–. Estaba preparada para ello; para que me rebasaran en bici,  así que “cabeza fría y a seguir con mi carrera”. Lo que no quise hacer fue apretar y luchar forzosamente por mantener esa poca ventaja que les llevaba.

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Final del puerto. En la primera vuelta, y en el inicio de la bajada, Virginia me adelanta como una moto. Ella iba acoplada y con una seguridad brutal y yo… ¡cagadita!, con el aire en las curvas y tocando más freno de la cuenta. No podía dejarla escapar tan fácilmente. Su estela me sirvió para guiarme y, aunque con algún susto, pude mantenerme detrás. Iniciamos juntas la segunda vuelta la hicimos con un par de adelantamientos mutuos. “Vamos Judith, que estás ahí” –me animaba yo misma–, aunque poco me duró la emoción porque, en el segundo ascenso, se me fue marchando. A pesar de los ánimos que muchos me daban para que la aguantara, y que mis sensaciones no eran malas, no fui capaz.

El palo fue doble al ver que en mitad de la bajada me pasó Asa. Otro cohete bajando, y lo peor fue que, en esa ocasión, no pude mantenerme detrás. Ésta estaba siendo una carrera muy inusual para mí, acostumbrada a luchar en solitario en el sector ciclista. La peor sensación fue el, para una vez que las tenía, no poder aguantar esas referencias.

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Llego a la T2 y Asa está ahí; un minuto por delante y Virginia, por lo que pude escuchar, a más de dos. “Virginia es inalcanzable” me dije (creyendo que a pie nos iba a seguir metiendo minutos), pero había que intentar luchar por pillar a Asa. Mucha motivación, al menos para mantener la entereza corriendo –que es lo que más cuesta–. Aunque tengo que decir que en Bilbao es diferente, con el público entregado, el sufrimiento parece inapreciable. Es increíble.

Mis primeras sensaciones no son buenas. Cansada a pesar de haber regulado un poco en bici. Las piernas empiezan a decirle a la cabeza que no pueden y yo por un momento me preocupo de quién vendrá por detrás y a cuánto. Parecí conformarme con esa tercera posición, pero si algo tengo es corazón, “y muy grande”. Así que: si las piernas no tiran, lo hará el resto.

Poco me costó subir el ritmo cuando, al paso por el final de la primera vuelta, el público me grita con fuerza para que luche, gritándome que las tengo delante y que vaya a por ellas. La piel de gallina, no hay palabras. Eso, y mi orgullo, me hicieron correr como nunca. Ni yo me lo creía. Pero, si hasta me iban las piernas. Me quedé sorprendida cuando vi, en mitad de la segunda vuelta, que tenía a Virginia ahí, justo delante de mí, y a Javi. A él no quería adelantarlo, pero si encontrármelo en carrera. Que emoción sentí –por si no estaba siendo suficiente–.  Él fue el que me dio ese empujoncito para que fuera a por ella. La tengo a tiro, me dije. Por un momento dudé si era mejor aguantar y no que, por cubrirme de gloria, luego no poder aguantar ese ritmo. Pero vi que Virginia iba clavada y no me costó adelantarla y marcharme. Me animó el pasarla, buen detalle. Tengo que reconocer por eso, que nunca había querido ganar alguien en particular hasta ese momento. Nada contra ella, pero para mí era una recompensa muy grande y un reconocimiento a la lucha, al esfuerzo y al trabajo bien hecho.

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Después de ahí, corrí en una nube. Parecía que cada vez tenía más fuerzas. El público me llevaba y notaba la satisfacción de muchos al ponerme segunda. Asa no estaba lejos, la pude ver en mitad de la última vuelta y, aunque no la pillaba, estaba siendo una motivación al ver que recortaba por delante y ampliaba ventaja por detrás.

¡Que carrerón que estaba haciendo! Y como colofón, el ver a mi padre, a falta del último km, que me ve pasar orgulloso de mí. ¡Uf! esa emoción me parecía incontenible. ¡Uf! Espera, aún no estás, me dije. Pero es que veo que mi padre sigue ahí, y que corre a mi lado unos metros. Cuando encaro el giro a la línea de meta… Ahí sí que no puedo contener las lágrimas y mucho menos cuando en ese tramo final, que me parece inmenso, veo a mi madre, a mis suegros, a mi hermana y a mis sobrinas.

La alfombra roja me hace sentir que subo al cielo. No he ganado, pero para mí, eso fue más que una victoria. Indescriptible tantas emociones, tanto sufrimiento recompensado, tanto cariño. No merezco tanto y siempre me lo dais. Hacéis que esto sea tan grande…

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Llega Virginia. La saludo en meta. Deportividad ante todo. No ha sido una carrera fácil con tanta polémica, y mi posición, nada cómoda. Pero, si a alguien le debía un respeto, no era solo a Virgina que, nos pese a quién nos pese ha cumplido su sanción y no podemos hacer más, sino a la organización, que una vez más me ha tratado como en casa. Gracias de corazón. Entiendo que su postura tampoco ha sido nada fácil. Esta carrera era mágica y se merecía un buen final y que el público disfrutase del espectáculo y de la rivalidad en carrera. Limpiamente y con deportividad.

5.00h de la mañana del día siguiente. Las emociones no me dejan dormir y aquí esoty escribiendo. Necesitaba sacar esa adrenalina que aún me duraba. Motivación máxima para seguir trabajando y luchando día a día por sacar mi carrera adelante.

Felicitar a mi cuñado por ser “finisher” y por el carrerón que hizo. Otra emoción más del día. Agradecer enormemente a todos los que me hicisteis volar en carrera y a todos mis sponsors por apoyarme.

La próxima, otro año más, toca repetir en el País Vasco. Zarautz está a la vuelta de la esquina. Emoción asegurada.

«¡Besa la gloria o muere en el intento!»

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