Nos cruzamos medio mundo entero para acabar la temporada en el Ironman de Taiwan. Una elección nada fácil por todo lo que conlleva un viaje así. Pero, como siempre, con la motivación de viajar, conocer nuevas pruebas sin miedos a los hándicaps que vayan apareciendo y con el aliciente de pegarnos unas grandes vacaciones en Thailandia y Saipan al finalizar la competición. Eso es lo mejor. El chip cambia totalmente y consigues ir a la prueba con mucha menos presión. No centras toda la atención en el simple hecho de competir, sino que sabes que todo ese viaje conlleva muchas más cosas: placer, ocio, vacaciones, turismo, aventura… Hace que se viva de otra manera.

No fue nada fácil la adaptación. Aunque llegamos con una semana de antelación y eso nos permitió poco a poco irnos haciendo al cambio horario, clima, cultura, costumbres, etc… A la comida nunca nos llegamos a adaptar (aquí se come muy, pero que muy diferente) y fue uno de los mayores problemas que tuvimos, pero fuimos salvando los días sin dejar que eso nos estresara.

Se hizo larga la espera, pero se acercaba el día. El viernes ya se respiraba el ambiente de competición y todos los corredores estábamos listos para la batalla. Sí, sí, nos esperaba una dura “batalla”. No solo por la dureza en sí que supone correr un Full, sino porque debíamos luchar contra el calor y la humedad del clima taiwanés. Y, por si fuera poco, en la isla de Penghu la costumbre es que el viento sople rondando entre los 40 y 50km/h. Por supuesto, el 7 de octubre, no iba a ser diferente y ese iba a ser nuestro peor enemigo.

Así que así fue. Para todos fue una lucha contra ese elemento. Sin embargo, para mí, fue más que eso. Por su culpa, nos quitaron la natación y eso fue lo más perjudicial para mí. Se esfumaron las opciones de luchar por ganar, de creer en slot de Kona. Era mi baza, mi mejor sector respeto a mis rivales y donde sabía que podía marcar las diferencias. No son excusas, no vale lamentarse y no me gusta suponer cosas. No vale el: “y si…” pero no puedo negar lo evidente. Sé que, con un Ironman como dios manda, las cosas hubieran sido diferentes.

Lo más grave es que no me enteré del cambio hasta diez minutos antes de la salida. Las previsiones climatológicas eran las mismas desde hacía días y la única advertencia en el breafing era el recortar algunos metros si las cosas se complicaban, sin más. Lo peligroso era la bici, no la natación. <no me jodas> pensé. Pero viendo que los asiáticos son muy malos nadadores, la organización no tuvo narices hacerles nadar casi 4 km. Los demás no tenemos la culpa y esto no pasa nunca en un Ironman, pero… ”Asia is diferent”.

Os cuento como fueron los acontecimientos. Todo iba bien a las 05:20h de la mañana. Veo como algunos pros se empiezan a poner el traje trampa y prepararse para ir al agua a calentar. Nos quedaban 30’ para la salida y 15’ para acudir a la cámara de llamadas. Yo, con Javi, me voy preparando. Él se enfunda su neopreno porque, a pesar de que el agua estuviera a 25 grados, los grupos de edad tenían permitido el neopreno (ya os digo que esto solo pasa en Asía). Me dirijo al agua para calentar y a los 5’ me salgo siguiendo al único pro que veo. A los dos nos extraña no ver a nadie más y nos

vamos corriendo a la cámara de llamadas creyendo que llegábamos tarde. ¿TARDE…? ¡Pero si lo que llegamos fue 50 minutos antes! En ese momento la organización nos informa que han decidido quitar la natación. Bueno…, que solo se iban a nadar 400 metros y que la salida se retrasaba 50’. La cara de tontos de los dos no se nos ha quitado todavía. Y a mí, la de enfado, tampoco.

Aún no doy crédito a todo esto. No solo por la impotencia de ver que eres prácticamente la única que no se entera de nada, sino a la injusticia y la incoherencia de todo aquello. Nos dijeron que lo llevaban anunciando unos 20’ o 30’ por megafonía. ¿Qué esperas, que calentando en el agua, y con ese viento, me entere de lo que dicen? Lo de que no entiendo el inglés no me sirve. Las cosas no se hacen así.

Indignación máxima, frustración y mucho frío. Una vez te llevas el disgusto, solo toca aceptar el cambio y pensar en las soluciones. Sin embargo, yo estaba mojada, tiritando de frío por el fuerte viento a las 5.45h de la mañana y sin poderme abrigar porque los camiones se habían llevado ya todas las bolsas de “Street wear”. A más de 40’ de la salida. ¡Grrrr!

No quedó más que aceptar la situación. Mentalizarse de ello, volver a creer que nada estaba perdido y que, a pesar de eso, debía salir con las mismas ganas con las que venía y que debía enfrentarme al nuevo formato de “Ironman”. Ver como el resto de Pros seguían vestidas trotando un poco y sonrientes por el cambio, hacía que me hirviera la sangre. – <¡Judith, esto tiene que hacerte más fuerte!> me dije a mi misma.

Decidí quitarme el traje trampa. No me iba a servir de nada; solo para perder tiempo en quitármelo. Javi, obviamente, se quitó el neopreno. Al menos nos dejaron entrar en boxes y meterlo en la bolsa de la T1. Pero, qué curioso fue ver como apenas unos grupos de edad (firmaría que todos los europeos) se quitaban el neopreno y el resto se lo dejan para los escasos 400 metros de natación. Y, de las Pros, ¿soy la “única” que se ha quitado el traje trampa?. Mmmmm…. sospechoso.

Por fin pasaron esos interminables minutos y la carrera iba a empezar. Salen los chicos primero. Lo hacían 10 minutos antes. Otra de las cosas raras. La salida inicial era: chicos 5:55h, chicas 5:57h. Con el recorte de la natación hacen: chicos 6:30h, chicas 6:40h. Que alguien me lo explique. En cuestión de 4’. Todos, en fila, están saliendo del agua ¡Buf! Un recorrido de 1h se esfuma en apenas 5’. Que barbaridad.

6:40h. Llega mi hora. Preparadas en el agua y suena el bocinazo de salida. Desde la primera brazada me escapo en solitario, al sprint, como hacia muchos años que no nadaba en un triatlón. Jajajajaja. Llegué a la primera boya en un suspiro. Estoy girando la boya y de golpe me encuentro una cuerda que me impide pasar, “¿pero qué es esto?” –me pregunto incrédula. Miro indicaciones y veo que nos dicen que la pasemos como sea. “Para flipar”. Y en eso me engancha otra triatleta. Llegamos a la segunda boya y, al ir a bordearla, vemos como los kayaks nos taponan y nos dicen que no, que por dentro. Yo seguía sin entender lo que estaba pasando en esa farsa de natación. Le hago caso y sin bordear la boya me dirijo a toda leche hasta la escalera que nos saca del agua.

5’17” de natación. Mientras corro en solitario por la larga transición, me obligo a olvidarme de todo lo ocurrido. <La carrera empieza ahora Judith. No le des más vueltas> intentaba convencerme. Menos a una rival que salió a 10” de mí, al resto les saque más de 1’10” en esos 400 metros. ¿Qué hubiera pasado en los 3.800 reglamentarios?

Me subo a la bici y aunque tengo ganas de darlo todo y aumentar la escasa ventaja, me centro en los 180kms que me esperan por delante y razonarme a mi misma que eso era un Ironman. En apenas 5kms, me adelanta la rival que llevaba pegada y aunque quiero mantener su estela, veo rápidamente que ese no es mi ritmo y que debo centrarme ya en la carrera. En mi carrera, en mi ritmo y en mis fuerzas.

Concentración. Esa es la palabra que define mi sector ciclista. Concentración pura y dura. Nunca había hecho una bici tan metida en carrera. Sin evadirme ni un solo segundo. Sin altos ni bajos. Regularidad, constancia, frialdad y entereza en los 180kms clavados de ciclismo. Conseguí meterme por completo en la carrera y a pesar de la dureza me mantuve firme en todo momento y los kilómetros fueron pasando espectacularmente rápidos. Supongo que culpa de esto lo tiene Embrun. Y es que después de ese circuito de siete duras horas de bici, el ver como en Taiwán la media no bajaba de los 35km/h y que podía completarla en 5h, me parecía un trámite.

No fue una bici fácil, pero supongo que tuve un buen día. Las fuerzas iban mermando, obviamente. Sin embargo mi cabeza volvió a demostrarme que la tengo bien puesta. El duro viento complicó mucho las cosas: acojone con las ráfagas cuando soplaba de lado y mucho esfuerzo cuando soplaba en contra. Y sin embargo no dejé que nada de eso pudiera conmigo. Cogida fuerte a mis acoples, sentada y colocada en la máxima posición “aero” que me permitía mi bici, y manteniendo un pedaleo constante, fui superando los tramos del circuito. Me hice fuerte cuando tocaba luchar en contra, pisando con garra. Y a pesar de excederme de watios por la dureza de chocar contra los vientos de 50kms/h, no me iba a dejar superar por la situación. Ni al dolor de los brazos al agarrarme a los cuernos con fuerza. Ni al de las cervicales por querer llevar la cabeza erguida. Ni al de las ingles por no levantar el culo prácticamente ni un segundo del sillín. Ni al de las piernas por el desgaste de ese duro pedaleo. Nada de eso hizo que mi mente y mi cuerpo vacilasen. Les gané el pulso. Gané el primer combate (contando que no hubo natación) y superé la batalla contra el viento en el sector ciclista.

Realmente era una bici para mantenerse muy concretada. Porque si aquí nos quejamos de la mala convivencia entre conductores y ciclistas, allí…. ni os lo imagináis. Allí no hay normas. Y a pesar de la buena voluntad de la organización, policía y voluntarios, para controlar aquello, inevitablemente te salían motos y coches por todos lados sin ningún tipo de miramiento. Ni el ver a 900 triatletas en la carretera parecía importarles mucho. Con algún que otro susto, conseguí salvar los muebles. Aunque lo que más rabia da, es tener que tocar el freno en carrera y sentir que esos segundos son claves.

Me planté en la T2 en segunda posición. La primera se había escapado. 6 minutos me sacó en bici. Y por detrás venía un grupo de unas 4 ó 5 corredoras a menos de 1’30” de mi. Llego a donde debo dejar mi bici y me encuentro a los organizadores: un chico y una chica –¡Pero! ¿Qué hacen estos aquí esperándome? ¿Qué es este recibimiento? Y entonces me dicen: STOP. Y me cuentan que tengo un penalti de 10” por saltarme una boya en el agua. ¡BINGO! Qué continúe el show! No sé si era más surrealista lo de los 10” o que fueron los organizadores y no los árbitros los que me pusieran el penalti. Yo, aun estoy flipando. Tengo que aclarar que al final de la prueba vinieron a pedirme perdón por esta amonestación, al reconocer que fue un error suyo.

Quitando los 10” que no tienen mayor importancia, pero que provocaron muchos nervios y me empezaron a temblar las piernas. Efectos negativos al llamarme la atención con lo violenta que me siento yo al salirme de las normas. Me dificulta y me demora la segunda transición, pero me relajo unos segundos y no me salto el protocolo de tomar lo que debo para que el estómago no vuelva a sacarme de carrera.

Empieza la maratón. Debíamos completar cuatro vueltas de infierno donde tocaba vencer a: el viento, el calor y el circuito más aburrido que he hecho nunca. Y con la mayor soledad y tristeza de un recorrido sin ningún tipo de animación, espectáculo o distracción. Costaba sacarle algo positivo a esos 42kms de carrera a pie.

Empecé a correr bien. Me bajé bastante entera de la bici pero con un pinchazo muy fuerte en el lado izquierdo de la cadera, justo en la cresta ilíaca. Y el notar esa molestia en cada pisada me trastocaba. Quería concentrarme como lo había hecho en la bici, quería poner el modo automático e ir poniendo cruces en los kilómetros, aunque esta vez no pudo ser así. Costó encontrar motivación. Costó superar cada vuelta del circuito. Y costó no venirse abajo física y mentalmente.

La maratón de un ironman es como una montaña rusa. En un kilómetro estas arriba del todo y en otro estas en lo más bajo. Me bajé segunda, pero en solo dos kilómetros me puse tercera. Me adelantó una rival, con un ritmo tan fuerte, que me vi incapaz de seguirla. Pero si me dio un punto de motivación para subir el ritmo. ¡Vuelve Judith!, no te hundas tan rápido –me decía a mí misma. No por perder posiciones estaba todo dicho aún. Debía seguir luchando al máximo. Tan grande fue la inyección de orgullo que en el paso por el kilómetro 10, pasé tercera a menos de 1’ de las dos primeras. Y 2 ó 3 kilómetros más tarde, me puse en segunda posición. Aunque la primera parecía escaparse me negué a dejar de luchar por la carrera, por la victoria, por el slot para Kona, por el pase a la gloria. ¡Kiss or kill! (besa la gloria o muere en el intento). Eso es lo que me repetía.

La lucha valió la pena, pero salió cara. Se volvió a girar la moneda. Pagué el sobresfuerzo y el duro ritmo por querer mantenerme cerca de la líder, o al menos mantenerme más lejos de mi perseguidora. En el km22 empiezo a tener mucho flato. No se me pasa y tengo que andar un poco mientras veo como el segundo puesto se me vuelve a escapar. Me la había devuelto. “La revancha”. Ahora me tocaba a mi ver cómo me pasaba por encima. No pasa nada Judith, el pódium es tuyo –trataba e pensar. Esta distancia es muy cruel. Puede pasar de todo en poco tiempo y aparecer de repente molestias o problemas.

Mi tercera vuelta fue de un sufrimiento brutal. Ver como algo te impide seguir corriendo, por más que quieras, se hace muy duro. A penas llevaba 25 kilómetros. Ves la satisfacción de los familiares de tus rivales por tu debilidad en ese momento. Ves como Javi te anima y te mira preocupado después de haberte visto volar y disputar la carrera una vuelta antes. Y sientes que todo se te escapa. Se escapan las fuerzas, se escapan los sueños y lo peor es que se escapan los motivos para convencerte que hay que seguir corriendo. Que hay que acabar. Que cruel es la cabeza. El demonio aparece y desde tus entrañas te grita que pares, que te retires, que por qué tienes que sufrir así, que no vale la pena. Y para mal mayor, es que llegas a darle la razón. Llegas a creerte que no pintas nada allí sufriendo. Y acabas diciéndote: “Da igual. No tengo que poner excusas, quiero parar y punto. Sin más. Sin motivos de peso. Simplemente no quiero seguir corriendo.”

Aunque parecía que todo estaba perdido. Resurgí. Volví a ser yo misma. Y seguí luchando. La cuarta me pisaba los talones y debía hacer todo lo posible por luchar por el pódium que en ese momento parecía ser el mayor logro. Entraba en los últimos 10 kilómetros justo en el momento en que me pasó la tercera. Ya no podía con ella pero decidí seguir corriendo con fuerza. No tan solo por no perder otra posición más, que empezaba también a peligrar, sino por acabar esa carrera de una vez y por mi orgullo.

En esa última vuelta si que conseguí concentrarme de nuevo. Me aislé de todo y me encerré en mi propia burbuja. Solo iba mirando fijamente al frente. Al suelo. De nuevo con un ritmo decente y constante. Solo quería que los kilómetros pasaran y me limité a ir contando hacia atrás. Dejé de comer, de beber, de mojarme y de refrescarme. Ya nada me importaba. Ni la sed, ni el sofocante calor, ni la falta de azúcar. Solo quería llegar a meta.

Y crucé la meta. En caliente me sentí satisfecha de haber llegado a ella. De haberlo hecho viendo que por momentos creí no poder continuar. Había acabado mi segundo Ironman. Lo había hecho a menos de dos meses de ser finisher en Embrun. Y lo mejor: que mi estómago se había comportado decentemente como para no sacarme de carrera. Me alegre por ello. Mucho. Hace justo un año lo estaba intentando por primera vez y todo se desvaneció. Fue el principio de un año muy duro para superar y solucionar aquello con un segundo intento, meses más tarde, y de nuevo fallido. Y ahora; parecía que todo eso era agua pasada y me estaba frustrando el hecho de no haberme sentido más competitiva en mi segundo Ironman finalizado. ¿Qué duros somos? ¿no? Siempre queremos más.

Y es qué en frío, siento que podía a ver dado más, que ese pódium debía haber sido mío. No siento que el pódium lo perdiese en la natación, sino que se me escapó en la maratón. Sin embargo, el no nadar, condicionó mucho las cosas y podían haber sido más favorables. Está claro que cuando ya te has recuperado y no te duele nada (bueno, me duele todo pero, no como me sentía en carrera) se ve todo diferente. Pero aun así, me queda un espinita con esta carrera. Eso no quita que no esté satisfecha y que haya sido un buen final para brillante y espectacular una temporada.

¿Y ahora qué? A priori tenía ganas de acabar, tenía ganas de cerrar temporada y disfrutar de unas merecidas vacaciones. Pasar página y planear la siguiente. Sin embargo, tengo una sensación muy extraña, un vacío muy incómodo. Reconozco que me he quedado con ganas de más. Con la sensación de si debo seguir luchando para intentar clasificarme para el mundial o si, por otra parte, olvidarme de ese sueño prácticamente utópico. ¿Y ahora qué? ¿Qué debo hacer? ¿Por dónde sigo mi camino?

Igual toca ser realista y ver que ganar un Ironman (única opción para clasificarse este año) no está a mi alcance todavía. Ni en Taiwan fue fácil. Aunque me duele leer (lo he visto esta misma mañana). He visto como Triatlonchannel califica de “pollo” el Ironman de Taiwan cuando explicaba lo complicado que es clasificarse con este nuevo formato excepto en carreras como esta. Por lo visto, 17 pros chicos y 17 pros chicas en la startlist le parecen poco y nos considera, a esos inscritos, de un segundo o tercer nivel aunque vengamos de todas las partes del mundo a luchar por ello y con currículos largos y brillantes detrás de todos nosotros. Sí, me incluyo. Añadiendo la dificultad, en mi opinión, que tiene el correr en Asía por muchos factores, principalmente por el clima.

Reflexionaré en las vacaciones de todo ello… o no. Quizás simplemente me olvide del triatlón estas dos semanas y disfrute con mi marido de este bonito viaje.

Si de algo me siento orgullosa de esta temporada, es de sentirme querida y bien acompañada siempre. Empezando por mi entrenador Álvaro, con el que cada año que pasa, siento que el tándem que formamos avanza mejor.

Mi familia y mis amigos son parte de mi éxito y todos aquellos que me apoyáis y me seguís. De verdad. Lo mejor de todo esto es el sentirse tan afortunada por ello.

Nada sería posible sin mi club y mis sponsors. Estoy enormemente agradecida de la acogida de TRICBM Calella. Me lo han dado todo sin pedir nada a cambio –¡ Gracias Agustí !– .

Y a las marcas que me apoyáis. Gracias por toda vuestra ayuda. Es totalmente necesaria para mí.

Y gracias a Juanjo y a David por ayudarme tanto y de una forma totalmente desinteresada.

Embrum (Francia), 5.45h de la mañana del 15 de agosto. Estoy a cinco minutos de empezar el Embrunman triathlon. Es de noche todavía. No me lo puedo creer. Realmente es verdad lo que dicen, aquí se nada a oscuras. ¿Pero cómo vamos hacer eso? – me pregunto a mí misma. El acojone se mezcla con la emoción de que, al fin, haya llegado el día. Ese día que tanto he ansiado desde hace meses y que he preparado tan a conciencia. ¡Por fin! Voy a ver si sé disfrutarlo y gestionarlo como se debe. Ese es el objetivo del día.

 

5.50h. Sin demora, suena el bocinazo que nos marca la salida a las chicas. Que sensación tan extraña el correr hacía el agua sin ver absolutamente nada. Sin saber en qué momento cubre, y hacía dónde toca nadar. Pero lo peor… correr con los pies congelados pisando las piedrecitas que te adentran en el lago. A esa hora tan temprana la temperatura era baja. Las manos las tenía bien; frías, pero sin perder la sensibilidad. Sin embargo los pies los había dejado de sentir hacía rato. Me mató el correr hasta el agua esos escasos metros sobre la gravilla. Sentí como mil cuchillas se clavaban en mis plantas provocándome mucho dolor. Por suerte, el agua estaba mejor que nunca: 21 grados; lo cual favoreció a que, en pocos minutos, volviera a sentirlos y se aliviara ese dolor.

La natación fue muy complicada. Esperaba tener más referencias y formas de seguir el circuito, en cambio no fue así. La verdad es que no entiendo por qué en el breafing te explican el recorrido, las boyas que debes hacer… y sin embargo no te explican lo más importante y necesario: cómo llegar a ellas, cómo guiarse en la oscuridad de la noche para completar ese circuito. Aquí solo tienes suerte si logras ir en cabeza. Por desgracia, perdí a las dos favoritas en los primeros metros. Es cierto que yo ni iba a competir como ellas. Aunque suene raro, os puedo asegurar que en esta carrera venía con un objetivo totalmente diferente. Venía a tomármelo con mucha calma. A acabar. Me había dejado la etiqueta de “profesional” en casa. Esa actitud no dejaba de ser todo un reto para mí, pero era totalmente necesario. Así lo sentía.

Me quedé sola en las primeras brazadas. Mi condición de nadadora me permitió, al menos, ir siguiendo la estela o, mejor dicho: para mi gusto, la lucecita tímida que parpadeaba en el kayak que guiaba la carrera. Esa luz se iba alejando cada vez más y complicando más las cosas ya que, cuando cambiaba de dirección al sobrepasar una boya, la perdía de vista por unos instantes. Encontré boyas por el camino que no sabía si tenían sentido o no. En algunas había un kayak controlando y en otras no, y realmente no entendía nada de lo que estaba haciendo y sucediendo. –Todo eso me parecía más propio de una yincana o de una carrera de orientación–. Pero conseguí tomármelo a risa y sentirme satisfecha de atreverme con algo así y disfrutar de un triatlón único por cosas como esa. Aunque aún me dio más la risa en la segunda vuelta de natación. Ya era de día y ya se veían las boyas y conforme iba nadando me daba la sensación que ese recorrido no se parecía en nada al que había hecho la vuelta anterior. ¡Buf! Que locura. La verdad: no sé si hice la mitad o el doble de boyas. No tengo nada claro de lo que pasó durante esa hora en el agua.

A pesar de todo, me sentí súper cómoda. Me sentí a gusto nadando. Me noté rápida nadando fácil, controlando respiración y reservando toda la energía para el resto de la carrera. Nadé en solitario durante todo el recorrido. Exceptuando los metros finales donde encontré todo el pelotón que estaban aún en su primera vuelta. ¡Uf! No quiero pensar lo que fue esa natación para los que les cuesta nadar y/o tienen pánico a las aguas abiertas. Es la primera prueba de fuego de este triatlón. Realmente vi gente muy agobiada, muy desorientada; totalmente perdida en el agua, incluso parados ya en las orillas del lago.

Salir del agua no fue nada fácil tampoco. Entre todo el barullo de gente, el kayak que hacía de guía se había apartado y no sabía para donde debía ir. Tuve que pararme a preguntar dos veces a los árbitros de las canoas. Aunque la respuesta en francés no me ayudó mucho. Y pararme un par de veces más para quitarme las gafas e intentar intuir esa salida del agua. – ¡Que duro por favor! –-. Lo que creí que sería un trámite se convirtió en todo un desafío.

T1. Sin prisa, pero sin pausa. A diferencia de cualquier otro triatlón, decidí ponerme un maillot preparado con los bolsillos llenos. En esta carrera tenía que cuidar muchos detalles y la alimentación en la bici era uno de los puntos más importantes. Así que no me importó perder ese minuto de más. Por el contrario decidí no ponerme nada más. Sentía que había entrado en calor en el agua y que no debía abrigarme. Aunque por desgracia, en ese par de minutos, pisando la fría alfombra, se me volvieron a congelar los pies. Ponerme los calcetines y pisar en suelo mojado lo empeoró y ese calvario me acompañó en más de la mitad de la bici. Y no exagero. No sabéis lo duro que es eso de perder la sensibilidad de los pies durante más de 3h y pedalear así. ¡Horrible!

Por poco pierdo la carrera en boxes. Mientras me vestía, una árbitra no paraba de decirme cosas en francés que no entendía. Yo pensé que me decía que lo dejará todo recogido dentro de la caja, pero el cámara le dijo que yo era española y entonces me dice: ¡El chip!. –¡Por Dios!, no lo llevo en el tobillo. ¿Lo he perdido en el agua? –. Me centré y vi que, por suerte, estaba liado en el neopreno. Que susto. Menos mal que me avisaron sino… habría hecho una carrera en balde.

Me subo a la bici. Empiezan los 188kms y lo hace con un primer puerto de 4kms durísimos. Sin previo aviso. Es muy difícil controlar la emoción: esa euforia que siempre te hace pedalear con fuerza los primeros tramos del recorrido y más aún cuando lo haces rodeada de gente que te anima y aplaude con fuerza. Emocionante. –Creo que sí va a valer la pena estar aquí–me dije a mi misma. Y es que tuve muchas dudas hasta el último momento. Esto no se lo he contado a nadie, ni siquiera a Javi. Pero esta carrera me daba tanto respeto que me hizo dudar en muchas ocasiones de si sería capaz de conseguirlo; si estaba realmente preparada… Lo peor fue estar en Embrun los dos días previos y seguir teniendo esa sensación. Por muy valiente que sea, hasta el último momento tuve mucho pánico escénico. Hasta el punto de querer recular antes de hora. Pero ya estaba allí pedaleando.

Desde el principio me repetía a mí misma a lo que había venido aquí, lo tenía claro y lo estaba gestionando bien. Conseguí levantar el pie. Conseguí disfrutar del recorrido, del paisaje, del ambiente… y olvidarme de la “competición”. Aunque tener la cámara a un metro, grabándome en varias ocasiones, no me lo ponía nada fácil. Yo que quería pasar desapercibida… y al final iba a salir hasta en la tele. La sorpresa fue que esa situación no cambiaba, ninguna chica me daba caza y eso era muy buena señal. Y más cuando me estaba sintiendo tan conservadora.

La bici fue durísima a pesar de ir regulando en todo momento. Es un circuito muy exigente y de muchísimo desgaste. Su perfil habla por sí solo. Pero las piernas no son lo que más se queman, sino la cabeza. Es una prueba de resistencia física y psicológica. Hay que venir muy preparado y entrenado. Para correr aquí, creo que es necesario un trabajo mental brutal y saber qué con quién más vas a luchar es contra tu cabeza. Contra tus demonios. Contra tus miedos.

Vi gente que me pasaba rodando como un tiro y luego, en los puertos, los adelantaba… destrozados. Hay que saber gestionar muy bien esta carrera. Todos nos encontramos con fuerzas en el km 50, y hasta en el 100, sin embargo son 188 a los que, por detrás, había que sumarle una dura maratón. Eso es lo que me daba desconfianza. Eso era lo que no me dejaba

disfrutar del todo la bici. Tenía tanto miedo de bajarme a correr y no ser capaz de hacerlo. Tenía tanto pánico a los problemas de estómago… Ese nudo no me dejaba disfrutar del todo, pero a la vez me ayudaba a controlar aún más la carrera y a seguir luchando, kilómetro a kilómetro, como si fuese el último.

Sobre el kilómetro 80 empieza el ascenso al Izoard, el puerto mítico de la carrera. El puerto en mayúsculas. Catorce kilómetros de ascenso hasta los 2.300 metros de altitud. Una hora de subida. Que duro es eso, que duro resulta mantener la mente fría. Sin embargo logré gozarla. Iba subiendo con control. Aunque, por mucho que quieras guárdate, el desnivel no te deja. Fui restando curvas y kilómetros con ilusión y con buenas sensaciones. Me emocionaba el hecho de haber sido capaz de venir a este duro triatlón y sentir como estaba escalando con mi bici de ruta por una zona verdaderamente espectacular.

Llegué a la cima y coroné el puerto. Sin embargo fue un momento un poco agridulce. La euforia del culminar el ascenso se mezclaba con la realidad y me hacía pensar que me quedaba la mitad del recorrido. La mitad de desnivel positivo.

Aunque estaba deseando lanzarme hacia abajo, era necesario el pit stop en el avituallamiento. Pie al suelo y un voluntario me trae mi bolsa. Recambio bidones. Me pongo el cortaviento y los guantes. Mejor dicho: el guante. –¡Madre mía! ¡Qué tonta!– me dije en voz alta. Llevaba dos guantes de la misma mano ¡Que desastre!. Después de dudar unos segundos, me pongo uno y el otro me lo meto debajo del maillot. ¡Aig! Qué gilipollas soy. En fin… seguía teniendo tan claro a lo que había venido que ese detalle no me preocupó lo más mínimo. Suerte que hizo calor y me sobraba el guante y el cortaviento. Pero bueno…, ya estaba hecho. –Mejor eso que pasar frío en la mano descubierta– . jajajaja.

El descenso fue lo más duro. Casi me mato dos veces. No exagero. La carrera era tráfico abierto y nada más empezar a bajar el puerto, justo con Iñaqui Pena delante, que me acaba de pasar, nos encontramos dos auto caravanas que nos frenan de golpe. Intuí que para dejarnos pasar, pero… ¡buf!. Sin saber cómo, conseguimos esquivarlas cuando justo en el hueco de carretera que quedaba vemos que suben 3 ciclistas. Se tiraron, literalmente, a la cuneta para no comérnoslos. Suerte de eso que sino los hubiéramos arrollado a más de 50km/h. Aun así, dos curvas más tarde, me encuentro con un matrimonio mayor bajando en bici. Los intento adelantar por dentro cuando veo que se me cruzan y al frenar me derrapa la bici y veo como me voy directa para el acantilado. Consigo controlar la bici y sacar el pie al suelo justo cuando la rueda delantera se metía por el terraplén que había. ¡Dios que susto, joder! Ahí empecé a temblar y no de frío. Decidí tomarme las bajadas con mucha calma también y no jugarme la vida. A la vista está que hice todos los descensos más lentos que cuando vine a ver el circuito con Javi, y eso que íbamos tranquilos y con lluvia.

Eso fue lo peor de la carrera: El tráfico. Realmente pase miedo con los coches. Los franceses conducen muy mal, muy agresivos y sin ningún tipo de respeto. Ya no era el hecho de estar compitiendo y no perder tiempo, sino de no jugarte la vida. A la vista está que hubo muchos accidentes, como lo fue el de Víctor del Corral. Eso para mí desvirtúa este espectacular triatlón.

Tocaba seguir y hacerlo con mucho ojo. Que sensación tan extraña el empezar a bajar como si estuviera hecho y en cambio saber que quedan unas 3horas más de bici. No es nada fácil pedalear casi siete horas continuas en solitario. Fui sola toda la carrera, puntualmente me pasaba algún ciclista (no llegó a la veintena) y agradecías (ánimos mutuos). Sobre el 130 me pasó Gorka, y el hecho de intercambiar cuatro palabras con él fue muy gratificante.

El recorrido parecía no tener fin nunca. Cada repecho se hacía un mundo y de alguna manera costaba conservar la motivación. Se hacía difícil mantener a raya los pensamientos negativos y era imposible silenciar las quejas de tu cuerpo. Iba muy bien de piernas, tengo que reconocerlo. Pero las dos últimas horas fueron un verdadero infierno. Las fuerzas mermaban, el calor hacía estragos, y ya no me apetecía comer ni beber más “potingues”. Solo quería agua, o una coca cola bien fresquita. Me dolían las manos, los brazos, los cervicales y sentía como toda mi zona intima estaba tan escocida que no sabía ni cómo sentarme.

  

Luché mucho contra mi cabeza. Me dije varias veces que esta y no más. Pero… ”Esta sí Judith. Esta debemos conseguirlo. Estas haciendo un carrerón. Sigue demostrando de lo que eres capaz.” me iba repitiendo a mí misma. Aun así, a pesar de lo entera que estaba, dentro de todo, mis fantasmas seguían ahí. El miedo a no acabar por problemas de estómago (por tercera vez consecutiva), no dejaban de rondar dentro de mi cabeza y eso me iba consumiendo.

Aunque parecía que nunca iba a llegar, llegó. Llegué a la T2. Pisar esa alfombra me supo a gloria. Y más sentir que las piernas iban. La mejor alegría fue ver y escuchar a mi familia (mi hermana, mi cuñado y mis “niñas” (mis sobrinas)). Eso fue una inyección de energía brutal. Sabía que debía correr por ellos. Javi me animó en boxes y sus palabras me dieron mucha confianza. Lo estábamos haciendo muy bien y podía con ello.

Le dediqué tiempo a la segunda transición para prepararme bien para la carrera. Coger todo lo necesario y tomarme el primperan, que debía ser mi solución en carrera.

Sentir que eres capaz de correr con fuerza después de los durísimos 188km de bici, es la mejor satisfacción que se puede tener. Había algo no me dejaba despegar las alas del todo por el miedo a chocar contra un muro mental en cualquier momento. Pero disfruté de mis buenas sensaciones. Corrí con ganas. Intenté saborear el encanto del recorrido, a pesar de su dureza, y supe disfrutar de los ánimos del público, de los pocos catalanes y españoles que estaban por allí, y de la compañía de Gorka en nuestro mano a mano particular que hizo la carrera mucho más amena. Pero sobretodo: llegar a cada punto donde estaba mi “Team Koraxan” eso fue la mayor satisfacción. Se pusieron estratégicamente para darme ánimos durante unos metros. Primero mi cuñado, luego mi hermana, más tarde Javi y por último mi sobrina Laia. Y eso se repetía dos veces por vuelta. Yo no podía dejar de sonreír al verlos. Su apoyo estaba siendo fundamental y realmente me lo hicieron pasar bien.

Pasar por el final de la segunda vuelta y que mi sobrina de ocho años me gritase: “Tieta, ¡t’estimo molt!”, fue uno de los momentos más mágicos de la carrera. Difícil venirse abajo después de eso. <Va Judith, tienes que conseguirlo, por ellos, llevan once horas sufriendo aquí contigo. Esta vez lo vas a conseguir>. Me repetía a mí misma. Javi estaba como yo, se lo notaba. Estaba emocionado con mi carrera y con mi entereza, pero era prudente porque él me conoce mejor que nadie. Ha vivido conmigo mis problemas de estómago y mis retiradas. La de Sudáfrica en el km 30 la vio en directo. Y él, igual que yo, temía que me volviera a pasar. “Te espero en meta” me dijo al empezar mi última vuelta. Sé que esos 14 kilómetros se le hicieron casi tan largos como a mí y sé que tanto él como yo suplicamos que nada me impidiera llegar hasta la meta. Fuese en el tiempo que fuese y en la posición que se antojara.

Iba muy vacía. Para no provocar al estómago hice solo dos geles (km 2 y 15) y un bidón con 30gr de hidratos. Muy poca gasolina para una maratón. Así que los problemas de estómago se me sumaron a la falta de energía, al miedo de caer redonda en cualquier momento por sentirme completamente exhausta. Y a todo ello los amagos de rampas en todos los músculos de mi tren inferior. La coca cola fue lo que me mantuvo viva hasta el final.

Última vuelta. Todavía 14 eternos kilómetros por delante. No era capaz de ver la meta alcanzable aún, pero os aseguro que iba hacer todo lo imposible por llegar a ella. Y si no…, pues no pasaba nada. Me convencí de ello desde que me apunté a esta carrera y me seguía convenciendo de ello compitiendo. Si algo me caracteriza es que no tengo miedo al fracaso, tengo muy claro que es parte de la competición y yo soy muy buena competidora. La gente me ha tomado por loca al inscribirme a esta carrera sin haber finalizado antes un Ironman. Dos retiradas son lo que marca mi currículum en esta distancia, pero no iba a dejar de intentarlo. No tengo que demostrar nada a nadie, sin embargo, mi orgullo y cabezonería no me permite rendirme sin conseguirlo.

Busqué motivaciones para no oír las quejas de mi estómago que empezaba a reivindicarse contra mí. En la subida me ayudaron las palabras de Álvaro, sus consejos. Y me dio fuerzas para que no dejará de trotar ni un solo paso, para no caer en la trampa de andar. Aunque en esa zona no había nadie que corriera, excepto yo (al menos cuando yo pasaba). Debía luchar por mi entrenador. Le debía parte de la carrera. Nos hemos pasado un mes entrenando juntos, había sacrificado su tiempo y el de su familia por ayudarme; por estar a mi lado en todo momento y hasta me abrió las puertas de su casa. Debía…, tenía…, que acabar para agradecérselo.

Tenía más personas en mente. Más personas que me habían ayudado a preparar esta carrera y sentía que debía de continuar por ellos. Por mis amigos: el “Team Pirinexusss”. Me han ayudado a entrenar, a sufrir, a buscar KOMS (que para nosotros que tiene mucho más significado que un simple record de Strava, porque tienen risas, euforias, piques, luchas, sacrificios, premios, diversión…). Ellos son muy importantes para mí y la excusa de preparar esta carrera nos ha hecho disfrutar de muchos momentos juntos.

Últimos cinco kilómetros. Las ganas de vomitar aguantaban, sin embargo las de ir al baño no. Ni con el fortasec que me había tomado. No veía el momento de parar, no veía ninguna zona para “medio esconderme” sin enseñar el culo a todos los corredores. No veía baños en ningún sitio. –¡Judith aprieta el culo o ¡para! Tienes 20’ de ventaja puedes permitirte andar lo que quieras–. Estaba pisando el pódium. ¿Quién me lo iba a decir? De soñar con acabar la carrera a verme subida en él. –Judith intenta disfrutar de lo que estas logrando. Te lo has currado–. Un mes fuera de casa. Sola. Preparando a conciencia esta carrera. Ha sido muy duro. He sufrido mucho entrenando. He echado mucho de menos a Javi, a mi familia. Y he derramado muchas lágrimas. Tantas como hasta el punto de plantearme si realmente valía la pena. Preguntándome cientos de veces si esto es lo que quiero: entrenar y dejar todo lo demás a un lado. Y todo eso añadiendo el hacer un gran sacrificio económico para costearlo. Porque que nadie piense que esto ha sido gratis. Sin Javi cerca no soy nada, sin ver a mis sobrinas, sin mi gente. Yo amo el deporte, yo adoro entrenar, pero con la motivación y la compañía de los míos. Sino… – ¿vale la pena?- me pregunto.

Pero definitivamente estaba valiendo la pena. El trabajo, la constancia y sobretodo el creer en mi iba a tener su recompensa. Estaba consiguiendo acabar mi primer Ironman, y no uno cualquiera. El tercer intento iba a ser el bueno. Por fin iba a saber lo que significa cruzar la meta y lo iba a vivir en Embrun. Son pocos los que se atreven con esta carrera. Yo me atreví con ella, a pesar de mis antecedentes, y lo estaba bordando. Estaba haciendo historia e iba a sumar mi nombre a un palmarés donde otro español, catalán también, el gran Marcel Zamora era el rey. Él también estuvo presente en mi carrera. Fue mi inspiración desde que llegué a la Cerdaña para preparar esta carrera. Empecé su libro y lo acabé un día antes de competir. Sentía que me daba fuerzas.

Último kilómetro y empezaba a saborear la gloria. Empezaba a sentir que ese sueño se estaba haciendo realidad. Y justo entonces, apareció mi hermana para certificar que era cierto, que eso era real y que lo estaba consiguiendo. No pude devolverle todas las palabras que me regaló en ese momento, pero gracias a ellas conseguí completar los metros finales que me hacían, por fin, cruzar el arco de meta. ¡SOY FINISHER!

    

Embrun no deja indiferente a nadie. Es de esas carreras que hay que vivirlas. Superación, resistencia, agallas, cabeza, valor… muchos adjetivos y sinónimos para describirla. Lástima que hay un PERO muy grande. Los premios económicos de las chicas son muy inferiores a las que reciben los hombres. ¿Por qué? Parece que para ellos no tenemos suficiente mérito las chicas. ¡Qué pena! Por eso quizá se llama Embrun”man”. ¿No?… me pregunto.

Embrun, fue mucho más que una carrera. Fueron unas pequeñas vacaciones en familia. Con la mejor compañía y con bonitos momentos que no cambio por nada. Lástima no quedarnos algún día más después de competir. Pero ya se están haciendo planes para volver el año que viene. ¿Quién competirá entonces? ¿Javi? –Porque… eso de repetir… a día de hoy… no lo veo.

      

Ahora necesito un reset. Reconozco que a pesar del logro y la emoción que ahora siento, esta carrera me ha desgastado mucho. Física y psicológicamente. Antes, durante y después. El post carrera ha sido duro y debo seguir trabajando para solucionar esos problemas de estómago que tanto daño hacen.

  

Llegar a Vitoria siempre es un placer. Desde el momento que pisas la ciudad, la organización te recibe con los brazos abiertos. A mí y al resto.

Venía tranquila, pero fue empezar a sentir la magia de esta carrera y los nervios empezaron a florecer. Y más después de una presentación de lujo (cada año se superan más, si cabe) donde nos hicieron desfilar a los atletas élite por la alfombra azul que nos guiaría hasta la meta en la carrera; en el mismísimo centro de la Plaza España.

Llegué sola a la ciudad. Javi vendría en tren el sábado, después de no poder arreglar el turno del viernes noche. Un gran sacrificio por su parte. Pero, como siempre, iba a estar a mi lado en la carrera. Lo eché mucho de menos ese día. Estuve muy rara sin él. Aunque la verdad es que no me sentí sola en ningún momento. Además de todos los amigos y conocidos que competían, o venían de supporters, estaba Agustí que vino a ver, y apoyar, a dos de sus chicas del TRICBM (a Dolça y a mí). Y a parte de la gran compañía, se preocupó para que no nos faltara de nada. Aunque con una organización como la del Triathlon Vitoria, es difícil no sentirse entre algodones.

Entre los eventos típicos y la logística previa, el domingo llegó casi sin enterarme.

Tocaba luchar por revalidar título y me sentía con fuerzas para ello y con mucha confianza en mí misma. Debía creérmelo y salir a por todas, aunque con cabeza. De hecho, fue la primera vez que me llevaba recambios por si pinchaba. Dios no lo quiera, pero… eso pasa y debía estar preparada por si me tocaba. No quería quedarme fuera de carrera por nada del mundo y estaba dispuesta a darlo todo.

Justo, poco antes del inicio de carrera, dejó de llover. 8.30h y salen los chicos elite. Y un minuto más tarde lo hacemos nosotras.

¡Empieza la carrera!

Salto al agua para pasar de 0 a 100 en un segundo. Por mucha media o larga distancia que sea, nunca se sale tranquila. No tuve tiempo de relajarme porque veía que, desde el principio, Helene se me escapaba. Así que tocó luchar mucho en el agua. Eso sí: muy cómodamente porque este año ha sido un privilegio salir en solitario. Los elites lo hicieron un minuto antes y el resto, tras mí, lo hizo un minuto después. Por lo que me ahorre, como me pasó el año pasado, la de tener que evitar golpes y agobios en el agua. Aunque se nada genial en Landa, no es fácil una natación con tanta gente, así que este año hemos sido unas privilegiadas. Se agradece.

Como digo, la natación se me hizo muy dura y larga. No iba cómoda en ningún momento. Fui muy forzada. Me pesaba el hombro izquierdo  y sentía que iba arrastrándome en el agua (por culpa de no calentar bien y no ajustarme en condiciones el neopreno). Sin embargo, lo peor fue el calor que pasé. El agua estaba al límite, incluso hubo dudas el día previo por si se usaría el neopreno o no. Y aunque a las 8h de la mañana se agradecía enfundarse en él, para meterse en el agua, a los 300 metros de la carrera, sobraba. Fue sofocante y se me hizo un poco infernal completar la natación. No sé si fue por eso, o porque estaba llevando un ritmo estratosférico y viendo que Helene se me escapaba y que María venía pegada a mí. Finalmente 26’20”. Una natación como siempre, ni más ni menos. Siempre nado igual, ya sea en agua dulce o salada, con olas, con corriente… Bueno, no habrá sido tan mala cuando no paré de adelantar a los chicos élite en el agua. Incluso me atrevería a decir que se puede contar con los dedos de una mano los que llegaron a la T1 delante mío. Y eso que nos llevaban un minuto de ventaja.

T1 rápida. A pesar de meterme en un pasillo equivocado. Por la mañana, estando en boxes preparando todo, vi que Helene estaba en el pasillo contiguo al mío y, por lo visto fue en error y finalmente estábamos en el mismo. Eso me despistó. Pero por suerte ella, que también tuvo alguna dificultad para encontrar su bici, me avisó para que corrigiera mi error. Son las cosas que tiene la gran Helene Alberdi: “Compañerismo puro y duro y en mayúsculas. ¡Gracias!

María Pujol también venía a la caza. Pero rápidamente me subí a la bici para escaparme en solitario. Bueno, en solitario en cuanto a la carrera de chicas. Me subí junto a Luarca y, tras rebasarlo mientras él se demoraba colocándose las zapatillas, me volvió a pasar. Sin embargo, lejos de rendirme, me dispuse a intentar seguirle. ¡Uf! Igual fue muy arriesgado por mi parte. Era un suicidio en los primeros kilómetros, pero, a la vez, una motivación y una distracción muy valiosa. Además, al no marcarme los wattios, creo que por tener la brillante idea de poner una pila gastada, me pude permitir el lujo de ir por sensaciones de nuevo, aunque eso pudiera costarme duras consecuencias. Fue duro, pero conseguí mantenerme tras él un par de kilómetros.  Entonces se sumó Eric Merino, y eso me dio un poco de tregua para no perder la estela. Poco más tarde (uno o dos minutos aproximadamente) se unió un elite más y al instante Pedro Andújar. Fuimos durante un tiempo vigilados en todo momento por el juez, y con el miedo de no meterme en zona drafting, pero sin querer pecar de prudente y perder ese “ave” que me estaba haciendo sentir muy fuerte aguantando ahí. Eso sé, con muchos esfuerzos.

Pero el viaje no duró mucho. En el kilómetro 6, pasando el primer pueblo del circuito, vi como Pedro, por evitar baches, y los pivotes del asfalto, invadió sin querer el carril contrario. ¡Gua! Lo vi y se me supo hasta mal cuerpo. Yo era la primera interesada en que las cosas no cambiaran por el momento. Sin embargo, al igual que yo, lo vio el árbitro que un poco más tarde (no sé porque esperó tanto) se puso en paralelo suyo para enseñarle la roja directa. Pedro aceptó resignado reconociendo su error. Fue una leve maniobra, pero le costó la carrera. Y a mí un disgusto. No solo por lo que le pasó a él, sino  porque inevitablemente, mientras Pedro hablaba con el árbitro, el grupo se fue y yo que ya iba al límite, mientras reaccioné y lo adelanté, perdí todas las opciones de seguir luchando con ellos. Poco después me pasó Pedro a toda leche, producto del cabreo que llevaba, y ante eso sí que no pude hacer nada y en menos de 10 kilómetros perdí cualquier referencia en el sector ciclista. Yo fui la principal perjudicada de esa tarjeta. No sé cuánto podría haber aguantado ahí, sé que era muy arriesgado, pero me hubiera gustado intentarlo. No culpo a Pedro por ello, solo faltaría, además tuve el placer de conocerlo y me cayó genial.

El resto del trayecto en bici os lo resumo en una palabra: “Soledad». Fui sola todo el recorrido. Más de ochenta kilómetros pedaleando en la más triste soledad. No digo que no me pasará nadie más, lo hicieron cuatro chicos, espaciados en esas más de dos horas restantes, lo hicieron en cuenta gotas y a un ritmo que ni olí. Eran elites rezagados en el agua que pasaban como rayos. Así que agradecí de sobremanera cuando algún fotógrafo se me acercaba para hacerme unas cuantas instantáneas, incluso hasta el hecho de que una moto de un juez viniera a controlarme desde atrás. Aunque, aun no entiendo por qué tanto control cuando iba más sola que la una. Hecho que se repitió en varias ocasiones y durante un buen rato. Bueno, sus motivos tendrán, obviamente.

La parte negativa de esto, inevitablemente, jugar en desventaja respecto a mis rivales que iban todas en grupo. Pero dentro de la legalidad ¡eh! No malinterpretéis el “ir en grupo”, que yo no soy quién para juzgar a nadie y menos sin saber, para eso están los árbitros. Pero los números hablan por sí solos, ya que pasé de tener una ventaja de 5’ en mitad del tramo ciclista (y eso que salimos juntas del agua) a llegar a la T2 con solo 3’30. Obviamente la culpa es solo mía por querer irme en solitario desde el principio. Jejejeje. Otra cosa negativa fue que, en varios puntos del recorrido, dudé. Sin referencias y con los voluntarios algo dormidos todavía (lo digo con todo el cariño, porque sin ellos esto no sería posible) en una ocasión tuve que realizar una segunda rotonda completa tras desviarme de la trayectoria y no querer hacer una maniobra peligrosa y sancionable. Pero bueno, son puras anécdotas al fin y al cabo.

La parte positiva es que rodar en solitario es prácticamente la dinámica de todas mis carreras. Así que estoy más que acostumbrada. Solo hay una cosa clave: concentración. No hay más que agarrarse a los acoples, agachar la cabeza y mantener esa entereza constantemente, pedalear sin parar, pero con control, y mantener la cabeza fría en todo momento. Y no dejarse llevar por pensamientos negativos y más cuando al sentirte tan sola en la carretera dudas de cosas como: si vas bien…, si vas lenta…, etc.

Hubo momentos buenos. Sobretodo llegando al paso por vuelta cuando escuché que el Garmin me pitaba y leo: teléfono conectado. Eso es que Javi estaba cerca (llevaba mi móvil encima). Fue curioso y eso me dibujó una sonrisa en la cara. Aunque sin ese aviso auditivo lo hubiera visto igual porque la camiseta del Team Koraxan con la que vestía no pasaba desapercibido. Me animó y me cantó esos cinco minutos de margen que llevaba y que me hace mostrarle a una sonrisa aún más grande. Escuchar eso, y llevar tan buenas sensaciones, me dio vida después de la carrera tan aburrida que estaba teniendo. También me alegró ver a Ana, una chica a la que entreno y que vino expresamente a verme desde Barcelona. Soy una persona muy afortunada.

No quiero que parezca que no disfruté de ese sector. Al contrario. Si lo hice, el ir tan sola era una gran señal de que estaba haciendo una buena bici. Además me encontré genial. Iba fuerte y entera en todo momento y permitiéndome gestionar la carrera con cabeza sabiendo que podía llegar a Vitoria con margen. No quería dejarme llevar por las dudas o el miedo y desgastarme más de la cuenta. Y no todo fue soledad en el sector ciclista porque bordear todo el lago es pedalear con un sin fin de aplausos del público que se congregan en esa zona y te hacen vibrar en el paso por Landa para encarar los últimos 30 kilómetros del recorrido. Y donde te regalan fotos como esta:

Segunda transición. Uno de los momentos mágicos del día. Eso ya era otra cosa. Todo el pasillo de la segunda transición está repleto de gente. Y volver a vivir ese momento fue impresionante. Se desviven animando desde el momento en que pones el pie en el suelo y con las piernas temblando de la emoción corrí hasta boxes para calzarme las zapatillas y empezar el último sector de la carrera.

Llegar a boxes y ver a varios chicos sentados tomándose su tiempo para afrontar la carrera a pie me hizo sonreír. Los esquivé como pude para ponerme de pie las zapatillas (yo los calcetines me los pongo siempre en la T1) y salir con ventaja. Aunque quise correr demasiado por querer salir por donde había entrado y ahorrarme la vuelta de rigor. ¡Aig! Hoy no es mi día en boxes. Pero estaba tan contenta, estaba tan confiada con mi rendimiento en carrera, que esos pequeños errores me resultaban graciosos.

¡Uf! Costó mucho contener la emoción en el paso por esa segunda transición y el remate fue volver a ver a Gorka, el alcalde de Vitoria, esperándome de nuevo en la bici para guiarme por las calles de su ciudad. — ¡Ahí está esperándote el alcalde de nuevo! — me grito Aitor, un miembro de la organización. Y es que un año más, el alcalde volvió a implicarse en la carrera, montado en la bici que guía a la primera chica y tuve la suerte de ser de nuevo la afortunada protagonista. Detalles que engrandecen aún más esta impresionante carrera y a su organización.

La emoción y la agonía de saber que por detrás me habían recortado distancia, me hizo correr muy forzada y algo preocupada. Para colmo, no me conectaba el gps y no tenía ni idea de a qué ritmo estaba corriendo. Así que, hice un lap entre el km3 y el 4 para tener una idea y vi que ese kilómetro lo hice en 3’38. ¡Dios! —Igual es por eso que voy un poco ahogada, ¿no?— me dije a mi misma. Es que es imposible controlarse en esta media maratón repleta de gente y con todos esos ánimos de un público que vive con euforia tu carrera. Y de Gorka, que no paró de animarme. A pesar de los amagos de rampas en los cuádriceps y del calor que hacía que me daba una sensación de mareo. Sin embargo, la gente no me dejaba desfallecer. Ver a mis chicas del Team Koraxan, a Javi y a Ana. La sorpresa de encontrarme a Juanan y a Piluka. La espera de ver a Gemma saltando y gritando. Y a todos los corredores que me animaban al pasarles. Todo eso me hizo sentir que volaba. Volar quizá no, pero conseguí volver a aventajarme en la carrera por encima de los cinco minutos de nuevo. Y eso fue el punto extra para que en la segunda vuelta consiguiera olvidarme del reloj, de los ritmos, del miedo de perder la carrera y lograr disfrutar del ambiente, de la gloria y de saborear esa segunda victoria en Vitoria.

Antes de entrar en los 2 kms finales repletos de gente, agradecí una vez más a Gorka su compañía y su gran gesto. Y prácticamente corrí con los ojos cerrados, con los pelos de punta y con el corazón a mil escuchando los gritos y los aplausos del público. Qué bonito es eso. Que lujo es vivir eso. Entrar en la Plaza España, pisar la alfombra azul y ver esos globos de colores cogidos por los niños. Ese es el climax de la carrera. Todo eso y con el colofón final de abrazar a Javi después de levantar la cinta de campeona.

Y ocurrió otra vez. No fui capaz de contener la emoción. Vitoria me volvió a regalar algo mágico e inolvidable. Pasé por el mal rato de no conseguir articular ni una palabra por unos minutos mientras estaba junto al gran speaker (al que apreció mucho). Fue un momento angustioso pero imborrable.

Solo puedo, una vez más, agradecer a Eduardo (director de carrera) y a todo su equipo el trato recibido y la carrera tan espectacular que consiguen hacer. Y a todo el público que lo envuelve como si se tratase de una niebla invisible.

A nivel personal, increíble lo que he conseguido. Cuatro triunfos seguidos en carreras muy importantes. No puedo hacer más que disfrutar de este gran momento que estoy viviendo y agradecer a todos los que me acompañáis, me apoyáis y me felicitáis y me hacéis sentir muy especial, más de lo que os imagináis.

Y a Álvaro: gracias por ayudarme a lograr todo esto.

Después del Half hubo más. Tocaba animar a todos los corredores del Full. En especial a los que tengo la suerte de entrenar y a los que quiero y admiro. Y disfrutar de otra espectacular carrera viviéndola desde fuera. Donde seguí escuchando como muchos atletas me felicitaban interesándose por mi resultado mientras pasaban, sufriendo, por delante mío.

Ellos sí que tienen mérito.

No me puedo ir más contenta y agradecida de Vitoria.

Vídeo resumen de la carrera:

Domingo 10 de junio, una semana antes de la carrera, y ya estábamos situados en Logroño. El motivo de llegar tan pronto fue porque vinimos directamente de Zarautz. Nos lo montamos así para no pegarnos la paliza de coche dos veces en tan poco tiempo. Y, de paso, con la excusa, disfrutar de unos días tranquilos, a pesar de ser una semana pre competición. La verdad es que no pudieron salir mejor las cosas. Gracias a un amigo (David, del triatlón La Rioja y organizador de la prueba), alquilamos en el centro un piso que estaba genial. Poder estar como en casa (cocinar, lavar la ropa, descansar, trabajar…) era una gran ventaja. Y es que, a pesar de sentirnos como en casa, la sensación era estar de vacaciones: turisteando por una bonita ciudad, que no conocía, entrenando lo justo y sobretodo, durmiendo y descansando mucho. También aproveché para cumplir con algunos compromisos profesionales. El jueves grabamos, cerca de allí, el video para “El triatlón de Vitoria en su compromiso con la mujer”. Nos llevaron a un sitio espectacular —estoy deseando ver el vídeo—. Y a pesar del tute que nos metimos, por lo que conlleva grabar algo así, valió mucho la pena. En otra ocasión me hubiera preocupado de ese desgaste físico a solo dos días de una carrera. Pero, estaba tan relajada, que ni me importaba. No es que fuera confiada para la competición; ni mucho menos, pero sí que tenía la sensación de tener los deberes hechos. Venir de ganar en Zarautz había sido una recompensa tan grande que, pasará lo que pasará, ya estaba satisfecha. Y sabía que no iba a ser fácil competir solo una semana más tarde. Por cierto: gracias al reportaje, mientras grabábamos en bici, me di cuenta que no me iba el freno trasero. Supongo que, de tanta lluvia, se oxidaron los cables y se quedaban las pastillas pegadas a la rueda. Así que, suerte a eso, el viernes llevé la bici a un taller y la dejé hasta el mismo sábado por la mañana.

Tenía unas sensaciones muy raras. Estaba en Logroño para competir y debía correr un Half (otro) y sin embargo, supongo que entre la emoción de lo vivido en Zarautz, que aun perduraba, y el estar allí tan, cómoda y relajada, hizo que me sintiera muy tranquila; sin nada de nervios por la carrera y, sobretodo, físicamente muy bien y prácticamente recuperada. Lo único que me quitaba el sueño eran los dos boquetes que tenía en las rodillas (heridas que me hice a consecuencia de una caída en Zarautz). Me estaban dando mucha guerra y me preocupaban para competir. No soportaba ni un roce y me dolía mucho al flexionar la pierna. Ahora, ya os puedo adelantar que, en carrera, ni me enteré; tan solo que vi las estrellas en el momento de quitarme el neopreno, y ya no más.

No fuimos los únicos que nos quedamos allí toda la semana. También lo hicieron Aida y Gus con las peques, con los que compartimos la semana. Y estar con ellos siempre es un placer. Menos lo de intentar seguir entrenando a Gus – jejejeje

Pues, con todo eso y sin darnos cuenta, llegó el momento de competir. Una vez ya en boxes (en las horas previas), sí que fue inevitable no ponerme nerviosa. Sin embargo, aun así, mucho más relajada y confiada que otras veces. Tenía mucha seguridad en mi misma y quería defender la etiqueta de favorita que llevaba para esta carrera. A pesar de no sentirme al 100%.

Fue como un déjà vu el estar poniéndome el neopreno junto a Julio, Jordi, Edu…, mis compañeros del Prat; el club que me abrió las puertas a este deporte y las personas que me enseñaron todo sobre el triatlón. Pero lo más especial, fue que estaba Richard. Y que volvía a ponerse un dorsal después de casi cuatro años. Varias temporadas después de estar en el dique seco por culpa de su lesión de cadera. Y aunque no estaba ni mucho menos entrenado para volver, poder correr y competir, estar ahí, ya era un gran logro. Los que le queremos y lo conocemos desde hace mucho, sabemos lo importante que era para él ese momento. Y muy emocionante para los demás. Bueno…, al menos para mí. Él, desde el principio, ha sido mi referente en este deporte. Me dejó su bici cuando llegué al Prat, sin conocerme de nada, porque yo ni siquiera tenía. Y desde entonces fue mi guía y mi apoyo en este mundillo. Y un gran amigo que tengo la suerte de conservar.

Sin más dilaciones, llegaba el momento de meterse en el Ebro. El agua estaba fresquita (17 grados), pero se agradecía porque el día estaba siendo muy caluroso y estar una hora con el neopreno puesto, por culpa de los timings de carrera, incitaban a remojarse.

Presentación desde el embarcadero, entrada al agua (para colocarnos en la imaginaria línea de salida) y de inmediato el bocinazo. Viendo que era imposible mantenerse en un punto fijo y no irse corriente abajo.

La natación se me hizo muy dura. Remontar el río me desgastó mucho. Luché para que no se escaparan María Pujol y otra chica que no reconocía (era Sara Bonilla) y aunque, al llegar a las boyas de giro, por fin las alcancé, mi mala maniobra me hizo volverlas a perder. ¡Qué horror! Viví el peor momento del día. La primera bien, pero la segunda boya me jugó una muy mala pasada. La corriente te empujaba hacía abajo y no te permitía hacer bien el giro. Me escoré mucho y, cuando quise rodear la boya, la fuerza de la bajada del agua me metió debajo de ella. Al principio se me escapó una carcajada, pero cuando cogida a la cuerda de la boya, sumergida, sentía que no era capaz de sortearla, me acojoné. ¡Qué agonía! Casi me ahogo. Fueron esos segundos que se hacen eternos y que por un momento sientes que se acaba la carrera, que no puedes luchar contra eso y que te dan ganas de soltarte de la boya y dejarte llevar corriente abajo, rendida. Pero de golpe, un click se enciende en el cerebro y te dice que no puedes dejar de luchar. Que no puedes tirar la toalla y te convences a ti misma que puedes con eso. ¡Pues pude! No sé cómo, pero conseguí sortear la maldita boya. Por lo que sé, la gran mayoría no pudo y lo dejaron por imposible. Pero seguro que, a mí, de haberlo hecho, esa infracción me hubiera costado la descalificación. Como es normal.

  

Con la rabia en el cuerpo logré alcanzar a mis rivales (que me habían sacado 15-20 metros). No hay mal que por bien no venga. Y volé corriente abajo hasta la salida del agua. Menos mal que la última boya estaba mejor puesta y, aunque costó salir, era un tramo a nado en diagonal y favorecía la llegada a tierra. 25 minutos largos fue lo que tardé. Prácticamente el mismo tiempo que otro Half (para que os hagáis una idea). Así que imaginaros lo que pudimos tardar en contra y lo que se voló en la vuelta. Increíble. Muy dura esa natación. No quiero pensar el calvario que supuso para el que no es nadador, ¡buf!

Transición larga y que me hizo quedarme atrás por la necesidad de recobrar el aliento. Supongo que mis rivales iban algo más frescas que yo. Eso sí, me quité el neopreno nada más salir del agua para correr más cómoda sin él. Sobre todo por lo de mis rodillas.

A pesar de mi lenta transición. Antes de salir de Logroño, en los primeros 2kms, me puse en cabeza y me marché en solitario. Fue un caos salir del centro. Mucho tráfico y un poco de descontrol por la falta de respeto de conductores y viandantes que casi me cuesta la vida en un par de ocasiones. Sorteando coches, autobuses, conos… Y la moto de la Guardia Civil que abría la carrera y que tenía más dificultades que yo para maniobrar con ese pedazo moto. ¡Qué estrés! Pero rápido pasé, de eso, a la soledad total que tuve en todo el segmento ciclista.

Se me hizo durísima la bici. Fue muy duro luchar, hasta el kilómetro 70, contra el viento. Completamente sola. Muerta de asco. Sufriendo mucho por mantener la entereza, por no dejar de pedalear con fuerza y sin tener ninguna distracción. Realmente lo pasé mal. Pero, paradójicamente, estaba haciendo una carrera espectacular.

Mis sensaciones fueron horribles desde el principio. Me sentía agotada. Sin fuerzas y luchando mucho por coger un ritmo decente que nunca sentí que llegara. Muy atrancada, sin fluidez y con mucho dolor de patas. Pero yo seguía allí. Con mi lucha. Tirando de coco más que nunca y lamentándome de volver a competir solo siete días más tarde. Además, iba muy acalorada y muy sedienta. Al llegar al primer avituallamiento, sobre el kilómetro 25, ya estaba seca. Y lo peor fue no conseguir alcanzar ninguna botella de agua; ni de isotónico. No les echo a ellos la culpa, ni mucho menos, pero los voluntarios eran chicos muy jóvenes y sin práctica en eso, y escondían la mano cuando le cogías la botella (por miedo, los pobres). Y yo, que no soy muy ágil, no logré coger ni una. ¡Buaf! Seca hasta el km 53 (siguiente avituallamiento).

Ir sin agua fue el remate. Pensé que en cualquier momento aparecerían las rampas y la deshidratación me pasaría factura. Pero para colmo, cuando por fin llegué al segundo avituallamiento, casi una hora más tarde y consigo coger un botellín (aquí los chicos tenían más astucia), de golpe, veo que la moto de la Guardia Civil gira a la izquierda calle abajo y yo, sin poder rellenar el bidón delantero, aguanto el botellín con los dientes, para poder maniobrar y después de ese giro (brusco e inesperado), siento que algo no va bien. No era muy lógico el avituallamiento antes de un giro y una bajada. Además, escucho que me gritan mucho los chicos del avituallamiento y, al girarme, veo que me hacen gestos como para que vuelva. Así que decido pasar de la moto, pongo pie en el suelo y, tras unos segundos de desconcierto, tiro el botellín sin rellenar y remonto calle arriba para tomar la dirección correcta. ¡Uf! No me lo podía creer. —<¿Cuánto he perdido aquí? ¿un minuto? ¿Dos? Esto me puede costar la carrera —. ¡Guau! Que impotencia. Porque si se te escapa la carrera, por un minuto, después de algo así… ¿Qué pasa?

La rabia se apoderó de mí. En ese momento crees que has echado a perder la carrera y encima, no por culpa tuya. Poco después, me vuelve adelantar la moto del Guardia Civil para situarse unos 30 ó 40 metros delante de mí, como debía hacer. —Sé que todo el mundo se equivoca, y o te culpo por ello. Pero al menos discúlpate ¿No? —Pensé. Lo único positivo de eso fue que consiguió evadirme durante cinco minutos y quitarme de la cabeza la incansable lucha contra el viento.

Lo raro fue que, ni con esas, me había pasado todavía Gustavo. Y eso sí que fue alucinante. Iba jugando yo sola a apostar en qué kilómetro me pasaría Gus, y que intuía que sería el primer chico en hacerlo. Debía buscar una distracción para lidiar con los pensamientos negativos que me transmitía mi cuerpo. Aposté, teniendo en cuenta cuando me pasó en Zarautz (donde igual que aquí, los chicos salían diez minutos más tarde), y mis malas sensaciones aquí, que lo haría en el kilómetro 30. Cuando pasaba por ese punto kilométrico y aún no me había alcanzado, apostaba por llegar hasta el 35 y así sucesivamente. La sorpresa fue mayúscula al ver que los kilómetros pasaban y seguía liderando la prueba. Con razón la gente que me animaba al pasar lo hacía como si fuera un chico, estaban tan sorprendidos como yo. Así que me lo tomaré como un alago.

Finalmente me rebasó en el km 59. ¡Aig! ¡No llegue al 60! – Jejejeje . Fue brutal. Nos animamos mutuamente y me dijo que llevaba una gran ventaja. En ese momento empecé a creer que las malas sensaciones no eran solo mías sino de todos, y que la bici estaba siendo durísima. No solo por los toboganes, y el calor, sino por el viento. Suerte que en el último avituallamiento, sobre el km 63, conseguí coger una botella de agua. Estaba dispuesta a poner pie a tierra y todo. Pero no hizo falta. Aunque la sed y el agua, que inevitablemente derramas al rellenar el bidón delantero en marcha, hizo que me durara un suspiro. Estaba deseando llegar a la T2 solo para beber.

Los últimos kilómetros sí que empecé a disfrutar. Lo hice porque, una vez que me pasó Gustavo, sabía que lo iban seguir haciendo el resto, aunque algo más rezagados. Pero no, de nuevo los kilómetros pasaban y nadie me alcanzaba. Ni en el 70, ni en el 75, ni en el 80. Así que me emocioné llegando a la segunda transición con solo un chico por delante para sorpresa mía y la de todos los que estaban allí viéndolo. Los comentarios fueron de alucine. Que pasada. Me había vuelto a salir en bici. Y Gustavo también. Porque allí estábamos los únicos dos corriendo y liderando la prueba con una gran diferencia.

En la carrera a pie me encontré bien. Me bajé a correr cansada, pero tenía piernas. Y aunque me puse a correr sobre 4’20, sabiendo que tenía mucho margen y podía regular, no pude evitar crecerme al pasar por el centro. Con el ambientazo que había, y más viendo que estaba completando la primera vuelta sin seguir siendo alcanzada por ningún otro chico. Hasta que en el kilómetro 7, justo al paso por meta, me adelantó Cristóbal, y en mitad de la segunda vuelta lo hizo Alejandro Santamaría.

 

Fue espectacular la carrera. Un circuito muy bonito y entretenido y con muchísimo público. Disfruté mucho de la carrera a pie. No solo porque fui de menos a más, y cada vez me sentía mejor, sino por todos los ánimos de la gente y de los corredores. También por el cruzarme con Javi y verlo todo guapo, estrenando el mismo mono que yo. Y con Richard, que a pesar de estar sufriendo estaba corriendo de nuevo. Y con un montón de conocidos y amigos que estaban en el público, como Guru, que estaba allí. ¡Que grata sorpresa! Y la pude felicitar personalmente por su pase a Hawai.

Realmente ni yo me creo que pudiera hacer una carrera así. Con todo lo que me pasó, con las malas sensaciones que tuve hasta los primeros kilómetros de la carrera a pie, con el tute que traía mi cuerpo de Zarautz… Me alegro de ser capaz de luchar tanto. De crecerme antes las adversidades y de no rendirme ni conformare nunca con menos.

Feliz de llegar a meta con tanta ventaja. De volver a compartir victoria con Gus. De esperar a Richard y verlo cruzar ese arco de nuevo. Y de abrazar a Javi al terminar su carrera.

 

 

Dar la enhorabuena al resto de corredoras y corredores. Y a la organización. Y agradecer todos los ánimos y el cariño recibido.

 

Lo mejor: el post carrera. Disfrutando de la noche de Logroño tapeando por sus míticas calles. Compartiendo un fin de semana con amigos. Y cerrándolo celebrar, nuestro primer aniversario de bodas, con el mejor marido que se puede tener. Y no es ningún cumplido. Es, verídico. Es totalmente cierto.

Tres de la madrugada del domingo 10 de junio. Como viene siendo costumbre, después de una carrera llena de emociones, el insomnio se apodera de mí. Podría irme de pinxos o quedarme en la cama recordando todo lo acontecido, pero no, necesito plasmarlo en el papel.

Empezaré por el principio.

Llegué a Zarautz y, una vez más, me hicieron sentir como en casa. No cabe decir que toda la gente de aquí es espectacular. Pero, además, la organización y todo el municipio, se vuelca con los triatletas. Da gusto llegar aquí y que te reciban así. Hospedados en el Txikipolit, como cada año, disfrutando desde dentro todo lo que conlleva venir a este lugar.

Reencontrarnos con la familia Rodriguez-Valiño al completo, fue el primer regalo. <<Que ganas tenía de verlos>>. Sin embargo, hubo más: conocer a un referente como es Iván Raña, y lo mejor, poder mantener varias conversaciones con él de las que no se paga con dinero. Y os aseguro que de lo que menos hablas con él, es de triatlón. <<Un placer Iván. ¡Y Gracias!>>. Los obsequios fueron muchos más: encuentros con amigos, sorpresas inesperadas, reencontrarme con muchos compañeros, ver muchas caras conocidas, conocer gente que siempre suma y recibir muchísimo cariño y ánimos de mucha gente. Y escuchar de casi todos ellos: —¡Este año sí! ( Zero presión eh! A pesar de que yo tuviera tantas o más ganas que ellos de que fuera mi año).

Presión, la justa, pero nervios… a raudales. No sé qué tiene esta carrera que me pone muy muy nerviosa. Bueno, si sé qué es lo que tiene. Son cosas como: el duro circuito de bici, que además, este año, presentaba cambios y había muchas dudas sobre él y sobre la bici (por prepararla para ese circuito), la previsión de lluvia, que iba a dificultar mucho la carrera y me daba mucha inseguridad, el sentirme, inevitablemente, protagonista junto a otros favoritos, y el querer controlar todas las emociones que sé que se viven dentro y fuera de esta carrera. Pues con todo ello fui lidiando los días previos sin conseguir controlar los nervios. Pero al menos, pudiendo controlar todo lo demás. Al menos a priori.

La mañana de la carrera no podía empezar mejor. Mientras desayunaba, recibí un mensaje de Helene Alberdi (una de mis rivales) en el que me envío, traducido, el cartel de la organización. Me dejó sin palabras y consiguió emocionarme. <<Impresionante tu gran gesto Helene. Muchísimas gracias>> Esto sí que es competición. Rivalidad sana y admiración mutua por los que disfrutamos y luchamos en este deporte, sea al nivel que sea. Además quiero felicitarla por su carrerón. Me he alegrado mucho <<Ya te dije que también seria tu día>>.

(traducción: HOY ES TU DÍA!) Por cierto, gracias a la organización por creer en mi.

 

Llegaba la hora y con ella lo hacía también la lluvia. A pesar de que se contaba con ella, deseábamos que no lo hiciera tan pronto. Nos iba a acompañar desde el principio. Sorprendentemente, los que si se marcharon fueron los nervios. Bueno, me dieron algo de tregua y la templanza justa para poder afrontar la carrera.

14.00h. Pistoletazo de salida. Carrera hasta el agua y a afrontar los casi 3kms que separan la playa de Getaria de la de Zarautz. La natación salió como lo había previsto, por suerte. Seguí los pies de Helene que, como buena anfitriona, me guío durante todo el recorrido y nos permitió llegar en solitario a la T1. Por lo que vi más tarde en el primer cruce de ciclismo, con una ventaja más limitada que otras veces, pero con unas buenas sensaciones en una larga y dura natación.

  

Ella fue más rápida en la transición. Los nervios reaparecieron al escuchar la primera ovación del día al salir en cabeza del agua. Ese ambiente no lo cambio por nada, pero reconozco que me condicionan mucho. Me hace temblar y me sube el pulso, y eso me juega malas pasadas (una detrás de otra). Primero no atino a coger la cinta que me desabrocha el neopreno, después sufro un primer resbalón en la rampa que sube de la playa a boxes (por suerte solo me hace perder un poco el equilibrio). Para seguir rematando (supongo que los nervios van en aumento y lo condiciona todo más) me tiro varios segundos para hacer el “click” en el broche del casco, todo mientras me siento observada por la gente. <<¿Cómo es posible que un gesto tan fácil pueda resultar tan costoso?>> Pero aun quedaba más, faltaba la más gorda. Corriendo, ya bici en mano, resbalé en los adoquines mojados al hacer un giro de 180 grados que debía hacer justo antes de encarar la línea de montaje. Lo hice a lo torero, pero no sé si con tanta clase. No sé si fueron las prisas o los nervios, pero aterricé con las dos rodillas en el suelo haciéndome un boquete en cada una y dándome un fuerte golpe en el empeine. Eso sí, sin soltar la bici y levantándome al instante para subirme en ella como las personas normales. ¡Qué torpe por Dios! <<Bueno, ya he cubierto el cupo por hoy, ¿no?>> —pensé.

  

Reconozco que me hice daño, pero no podía dejar que eso me trastocará ni física ni anímicamente. El dolor se fue rápido, en cuanto calenté un poco. Lo mejor fue conseguir frenar a mi cabeza para que no venirme abajo. <¡Olvídate de eso ya, es agua pasada!> —me convencí a mí misma. Después de que me diera problemas en los primeros toques de piñones, temí que se me hubiera fastidiado el cambio, pero por suerte se quedó en un susto y en tener que perder unos segundos en centrar el puente de freno, mientras pedaleaba, porque me estaba rozando la rueda.

A partir de aquí, me puse a pedalear como sé hacerlo. Me puse a disfrutar de ese sector y en un circuito duro y único como este. Cada vez fui sintiéndome más cómoda a pesar de la dificultad y la tensión que conlleva circular con mucha lluvia. Logré dominar la conducción. Logré controlar el miedo y logré seguir siendo eficaz y competitiva sin poner en peligro mi seguridad ni la de otros. Pero lo mejor fue es que logré ir aumentando la distancia con mis perseguidoras. <Buena decisión la cabra> —me dije. Lo que no conseguí, una vez más, fue controlar la emoción en cada paso por Zarautz. <¡Lográis emocionarme!>.

Completé las dos primeras vueltas con gran solvencia. Con gran ventaja sobre mis rivales y con la satisfacción de que, hasta entonces, tan solo me hubieran pasado tres chicos. Fidalgo (vaya carrerón se estaba marcando), Gustavo (otro que se estaba saliendo, para variar) y David Castro, que estaba haciendo un gran estreno. Miento, quedaba uno por adelantarme antes de empezar la tercera vuelta, Raña. Y lo hizo justo en el paso por Zarautz. ¡Uf! Aquí sí que no pude contener la emoción. Compartir la ovación con un campeón como él, es indescriptible.

Lo mejor es que no solo compartí ese momento, sino varios más, para mi sorpresa. <<Lo siento Iván, sé que ya no estabas compitiendo al 100%, pero a mí me diste la vida. Fuiste mi motivación en la parte más dura y sin duda uno de los mejores regalos de esta carrera>>. Y es que, después de que se me fuera rodando hasta Orio, le vi cerca, subiendo el muro de Aia. A pesar del miedo a esa zona, y con la dificultad añadida de la lluvia, que no permitía ponerte de pie porque patinaba la rueda, tener a Iván cerca fue un gran aliciente. Su estela me llevó hasta la cima. Me ayudó a culminar el duro y temido ascenso. Yo no cabía en mi misma. No me creía lo que estaba viviendo. Pero la competición con Iván aún no había terminado. Se me fue muy fácil en la bajada, pero como seguía eufórica, al menos conseguí no amedrentarme con la bajada más técnica y peligrosa del circuito. Ver a Gemma en la curva final del descenso del muro me dio mucha energía. Tanta que en la parte rodadora conseguí alcanzar y pasar a Iván. <¡Eh! ¡Qué poca gente en el “mundo” puede decir que ha adelantado a Raña en carrera! Jejeje>. Él, como buen competidor, me adelantó al inicio del ascenso al camping. Yo, como buena competidora, le volví a adelantar, permitiéndome el lujo de subir el emblemático alto de Txurruka delante del gran Iván Raña. Y pedalear eufórica y pletórica hasta la T2 en quinta posición de la general.

<Ojo que me faltaba correr>.—Pensé.  Pero las piernas, a pesar del desgaste, se comportaron, manteniendo un ritmo decente que me aseguró seguir en cabeza. El amplio margen que tenía sobre mis perseguidoras me permitió disfrutar de este ESPECTACULAR recorrido a pie. El circuito es bonito, pero lo que lo hace de verdad espectacular, es la gente que se vuelca en él animando. Que gusto disfrutar una vez más de todos sus gritos, de todos sus ánimos, de poder chocar el máximo número de manos posibles; sobre todo, las más pequeñas que sacan tímidamente los niños y que tanto me llenan. Porque correr aquí es una fiesta donde participa gente de todas las edades y se implican con cada uno de los triatletas. Inmejorable ambiente. Sentir como se emocionaban conmigo me transmitió mucha fuerza.

 

Pues, sin dejar de sentirme arropada ni en segundo, sin poder evitar emocionarme con muchos de vosotros, sin parar de escuchar: ¡venga que este año es tuyo! y muchos piropos por el estilo que aún me hacían sentirme más querida y más meritoria de ello, llegué hasta la alfombra que me guiaba hasta meta. Y lo hice andando tranquilamente, intentando devolver todo ese cariño que no había parado de recibir. Crucé el arco que culminaba una gran carrera y cogí la cinta que me alcanzaba hasta la gloria y que me hizo tocar el cielo por unos segundos y cumplir un sueño. Pudiendo hacerlo rodeada de la gente que más quiero (mi marido y mi familia) y que, sin duda, fueron, junto a la victoria, el mejor regalo del día.

  

Por cierto, a Iván Raña no le gané ¡eh! Él me pasó como una bala en los primeros kilómetros de la carrera a pie, como era de esperar. Y a partir de ahí, obviamente, ni rastro suyo.

Gracias a todos los que habéis formado parte de esta carrera, directa o indirectamente. A la organización, una vez más, por montar algo tan espectacular y a todo Zarautz por hacernos sentir tanto. Volveré el año que viene si no hay nada que me lo impida. Espero hacerlo junto a Javi (aunque me encanta tenerle en la barrera), que él aún no ha tenido la suerte de ser uno de los privilegiados en correr aquí. Y un consejo: A los que ni siquiera lo habéis intentado, hacerlo, no sabéis lo que os estáis perdiendo. Esto es puro triatlón.

 

Zarauzko Triatloia 2018 pasará a la historia para mí. Me llevé la ansiada Txapela. Quién la sigue la consigue. Como dije, no era una obsesión, pero si un sueño el ganar aquí. Por fin se ha hecho realidad. Felicitar al resto de competidores que habéis logrado esta hazaña y a todo el público con el mérito que tenía estar animando bajo la lluvia.

   

Sin tiempo para recuperar… cuenta atrás para la siguiente. En menos de una semana volvemos a línea de salida. Toca correr en Logroño, que ganas. Más bien anímicas, porque físicas… ahora mismo… ninguna.   Je,je,je.

Mil gracias a todos los fotógrafos por el trabajo tan bonito y, regalárnoslo. Y más con el día de lluvia que tuvimos.

Gracias: Mikel Taboada, Susana Etxebarria, Xabier Mata y Ona Onari.

 

Desde hacía tiempo tenía ganas de correr aquí. Pero, por motivos de calendario, se me resistía. La suspensión de mi insustituible Bilbao, ha permitido que haya podido estar en la salida. No hay mal que por bien no venga.

Que fácil y cómodo es correr cerca de casa, a poco más de una hora de coche. Además, con el privilegio de tener un apartamento justo delante de boxes. No es nuestro, sino del mejor amigo de Javi. Y tenemos la gran suerte que, siempre que lo necesitamos, nos lo dejan. —Muchísimas gracias Rulo, eso es impagable—.

Los días previos fueron normales. Poco que contar al respecto, que ya sabéis lo que toca. Comer bien, descansar mucho (aunque nunca sabes si es suficiente) y morderse las uñas hasta que llega la hora de competir. Javi me acompañaba; como no. Él aprovechó para entrenar por allí (cosa que le encanta) mientras yo me quedaba descansando en el apartamento.

A esta carrera llegué tranquila, aunque desde el momento en que empiezas a ver movimiento y a coincidir con compañeros, rivales y periodistas… se hace inevitable controlar los nervios. Y más después de que Juanan, el organizador, me diera una calurosa bienvenida llena de elogios por mi participación. Esperaba no defraudarle. —Gracias, aunque me hicieras ruborizar y emocionarme—.

Una de las cosas que más me excitaba de esta carrera, era toda la gente que tenía allí. No solo estaba mi familia, y grandes amigos, sino que competían varias de las personas a las que entreno, con las cuales tengo ya una relación personal, que pesa más que lo puramente profesional. Con lo que siempre cuesta coincidir, resultaba muy ilusionante poder compartir carrera con todos ellos.

La táctica estaba clara. Iba a salir a darlo todo. Iba a jugármela. Debía hacerlo si quería estar delante. Y salió más que bien. Todo me vino de cara. Tuve un día espectacular. Sé que es una prueba muy larga, y que hay que correrla con mucha cabeza, pero me encontraba fuerte. Los entrenos que traía del Ironman me daban confianza para, salir a lucharlo y sufrir en esa distancia. Conocía a algunas rivales y sabía que donde podía marcar la diferencia era en el primer sector, la natación. Así que con la idea de rascar algo de tiempo en la T1 y poder mantenerlo en la bici, afronté la carrera.

7:02h. Bocinazo de salida y saco mi garra para entrar al agua. Como si no hubiese un mañana. Una entrada larga, nos dificulta el empezar a nadar, sin pelearnos antes con las olas, y con la duda de hacerlo andando, nadando, o combinando ambas cosas. Pero, al parecer, no elegí una mala opción y me puse en cabeza. Poco me duró. En menos de cien metros, me pasan dos chicas muy fuertes. —Y eso que yo iba al máximo—. Les aguanto pies hasta la primera boya, pero en el giro, las pierdo <Mea culpa>. No confié en su orientación y decidí seguir mi intuición. Los chicos pros salieron dos minutos antes y me pareció verlos nadar en la dirección que yo creía. Para variar, no se veía la boya. No sé porque cuesta tanto ponernos alguna más de referencia y no solo las de giro que se encuentran a más de 600 metros de distancia, y resulta muy difícil verla en el agua. Aquí no solo entra en juego el más rápido sino el más astuto del día. Aunque, el hecho de elegir la dirección correcta, no sé si es cuestión de astucia o de suerte. Mi cabezonería me dura un rato hasta que me doy cuenta que la corriente nos empuja mar adentro. Veo que soy yo la que está equivocada. Corrijo mi error y lucho por ir a dar caza a mis dos rivales, junto a María Pujol, que nadaba a mi altura. A pesar de ir muy fuerte, consigo dar un punto más. Había salido a lucharlo al máximo y no me iba a desinflar tan pronto. Aunque reconozco que tuve algún amago de rampa y temí por pagar caro ese sobresfuerzo tan pronto. No las llegué a alcanzar, sin embargo, recorté algunos metros y seguía teniéndolas a la vista.

 

Ese empujón en los últimos metros, y orientarme mejor en el último tramo, me permitió adelantar a un grupito de cinco o seis pros chicos y llegar a la playa prácticamente a la par de las chicas que lideraban la prueba —<Bien Judith. Bien luchado. Objetivo cumplido>—. Me dije satisfecha por mi actuación en el agua y más cuando vi que había abierto hueco sobre mis rivales más directas. Pero, no valía hacerse ilusiones. La natación pasa a ser un trámite en estas pruebas y había que seguir dando guerra.

Hago una buena transición. Con sprint incluido en boxes para que no se me escaparan mis predecesoras. Las logro pillar y nos escapamos tres en cabeza mientras, María, se queda algo rezagada. El subidón empieza cuando veo a Javi en la primera rampa del circuito. <¡Me diste alas cariño, no te quepa la menor duda!>

El fuerte ritmo que desde el principio impuso una de las triatletas, hizo que sufriese por seguirla. Después de adelantar a la segunda, que no podía con ella, consigo seguir su estela, pero sufriendo mucho para no perderla. —<¿Has venido a luchar no?>— me dije. Me da por mirar el Garmin y veo que voy a treinta y siete y pico de media. <¡Hoy volamos!>. Sin embargo, veo que no me van los wattios. <¿Otra vez?>. Jolín, no me falla nunca, solo en carrera. Es ponerme a pedalear en competición y no marcarme. Ni en Sudáfrica, ni en Marbella, ni aquí. Si alguien sabe por qué, que me lo explique, por favor. Pues nada, por sensaciones, como a mí más me gusta. A apretar el pie hasta reventar. Ja,ja,ja,ja.

Cierto que de poco me sirvió el GPS en esta carrera. Un circuito rapidísimo de tres vueltas iguales. donde el único objetivo era luchar en todo momento por seguir una buena estela y mucha concentración para no bajar ritmo. Eso sí, con mil ojos porque cada vez nos íbamos juntando más gente y había que controlar por adelantar sin percances y vigilar mucho los giros y las zonas más técnicas y estrechas.

¡Gua! A pesar de la tensión que llevaba, disfruté como una niña pequeña. Me sentía muy fuerte. ¿Sabes cuándo vas dándolo todo, que vas al límite, pero ves que sigues aguantando esa entereza?  Uf, eso aun motiva más. Así fue mi carrera. Cada vuelta de bici me sentía mejor, más rápida. Y era cierto porque iba abriendo hueco con mis perseguidoras. Me puse en cabeza al empezar la segunda vuelta. Cierto, es que adelanté a la primera porque ella bajó mucho el ritmo de golpe. Por lo visto sufrió alguna avería. Completé la segunda vuelta en solitario hasta que me dieron caza el grupo de pros chicos que venía detrás. Fue un grupo al que me pude unir, aunque me costó mucho no perderlos. Llevaban un punto más que yo. Sin embargo, sus dos o tres discusiones con la moto de los jueces, por el tema drafting, me permitió engancharme, y hasta pasarlos en una ocasión. Vaya cabreo llevaban. Pero creo que no es tan difícil ponerse en fila y respetar la distancia. Por lo visto, no se ponían de acuerdo entre ellos, o no lo querían hacer y les llevó varios conflictos. Creo que con sanción incluida a alguno de ellos. Yo alucinaba con el espectáculo desde atrás. Sé que no es fácil con tanta gente y en un circuito así, pero si uno quiere, respeta las normas. Reconozco que me fue muy bien eso para tener guías en la bici, que nunca tengo la ocasión, o prácticamente nunca, y sobretodo, me distrajo e hizo que fueran cayendo los kilómetros sin apenas darme cuenta. Pero también lo sufrí, no solo por seguirlos sino porque esas discusiones con el árbitro casi hacen que me coma dos veces la moto y a punto estuve de tener un accidente. Y más en las últimas vueltas cuando había tanta gente y se complicaban los adelantamientos.

Si la euforia por mi rendimiento era máxima, imaginaros encima, el poder disfrutar varias veces, en cada vuelta, de ver a mi familia. El circuito era ideal para eso, pasando hasta tres veces por el mismo punto. Javi no cabía en sí mismo al verme volar y disfrutar sobre las dos ruedas a pesar de ser un circuito rodador. Hasta le he cogido el gustillo después de esta gran carrera. Jejejeje. Y la magia la pusieron mis padres y mis suegros enfundados con la camiseta del Team Koraxan, que, a pesar de que me da mucha vergüenza estas cosas, me hizo sentirme muy orgullosa. Que suerte tengo de tenerlos siempre a mi lado. Mi madre sufre mucho viéndome y se pone muy nerviosa —ya sé a quién he salido—. Hasta le cuesta mirarme a los ojos en carrera de lo mal que lo pasa. Se lo noto mucho y a pesar de mi cara de concentración constante, intenté sonreírle en un par de ocasiones para que supiera que estaba bien, y lo mejor, que ese día me estaba divirtiendo mucho, a pesar de la agonía constante. Mi padre es todo lo contrario, es la templanza personificada. Sangre fría y entereza total. Me mandaba toda su fuerza en cada paso con su voz apabullante. Sin duda, de lo mejor del día ¡Gracias!

  

2h18’ más tarde me planto en las T2. El tiempo habla por sí solo, me había dejado la piel en el asfalto. Pero el alma seguía intacta. Cojo aire profundo y levanto el pie para darme esa pequeña tregua. Aunque no quería dejar perder ni un segundo, necesitaba ese respiro. Ese momento que te pones de pie después de 90km muy intensos para ver cómo están tus piernas. Parece que se quejan, las oigo, pero no quiero escucharlas. Nada me va a frenar hoy.

Transición rápida y perfecta. Si es que, cuando tienes el día, todo viene rodado. Hay que reconocerlo. Estaba pletórica. Y me pongo a correr a 3’50min/km. Era mi día y me dije que iba a darlo todo. Sufrí en los primeros quilómetros por los amagos de rampas que aparecían en la parte baja del cuádriceps. Supongo que de la bici tan rodadora con un pedaleo tan constante. Pero ese día, hasta me parecía haberme vuelto inmune al dolor. No bajé el ritmo, y por suerte, fueron desapareciendo. Fui ahogada toda la carrera. Iba muy fuerte, lo reconozco. Al límite de mis posibilidades, pero lo mejor es que no encontraba el momento de regular. Me iba creciendo al ver que podía con ese ritmo y que los kilómetros iban pasando rápido. Primera a vuelta a 3’59 de media y nada me frenaba. La segunda bajo a 3’58. <¡Vamos que te estás saliendo Judith!> Es espectacular sentirse así. Me sentía tan libre, tan fuerte. Me fui creciendo al ver como pasaba a la gente, y viendo que, ni los chicos de la distancia short me recortaban. Y sobre todo, que mis perseguidoras no me alcanzaban. A pesar de saber que la ventaja era considerable, no conseguía relajarme. Cómo es la presión. Qué duro es liderar una carrera con margen y seguir sufriendo por si te alcanzan. Agonizante.

La tercera vuelta la completé con una media de 3’59. Me mantenía increíblemente por debajo de cuatro minutos el kilómetro. Realmente era el día perfecto para volar: nada de viento, nublado y una temperatura genial. Todo acompañaba. Sobre todo, el público. Que placer correr en casa, sentir que tanta gente te conoce, te anima, grita tu nombre, tu apellido… Aunque algunos me animaban como si fuera una giry —jejejeje—. Vi muchas caras conocidas entre ellos. Muchos compañeros, familiares, amigos y conocidos. Gracias por todos esos ánimos que tanto se agradecen. A pesar de mi cara de concentración, y sufrimiento, sentía cada uno de vuestros gritos y aplausos. Lo siento si no lo pude demostrar suficientemente. Gracias a Raúl (Zirconio) que ilusión verte. A Opal, a Rafa y Vanesa, a los chicos del Rockets, a Santi… Gracias a todos. Pero no solo me animó el público. Correr en casa hace que conozcas a muchos triatletas, a gente con la que coincides en el gimnasio, en otras carreras, en entrenos, a gente de tu pueblo y a muchos de los que entreno. Me animaron muchísimos, incluso a pesar de ir sufriendo tanto como yo. Fue muy emocionante.

Me quedaba una última vuelta, las fuerzas ya no eran las mismas. Me dolía todo. Tenía los pies sollaos. Y por mucho que los ánimos seguían por las nubes, me era difícil seguir silenciando el dolor. Pero ya casi lo tenía. Solo quedaba una vuelta. Cinco kilómetros en los que solo tenía que disfrutar. Me lo había ganado. Me curré esa carrera desde el minuto uno y tocaba saborear el triunfo. —No tengas miedo Judith, esto ya es tuyo— me dije.

Por si me cabía alguna duda. Al cruzarme con Laura Siddall, al paso por el final de la tercera vuelta, me aplaude y me choca la mano. Gran gesto de una gran triatleta.  Esas son las cosas que engrandecen a este deporte. Me felicita por mi gran carrera y con ese detalle no hace más que transmitirme que ya era mío y que su lucha por intentar estar más adelante se había acabado. ¡Uf! Resulta muy difícil no emocionarse con cosas así. Me quito el sombrero. Grande Laura. Gracias.

Me decía interiormente: <Ahora sí. Disfruta Judith. Vaya carrerón has hecho. Mira Javi como se ha dejado la piel y la voz animándote. Mira a tus padres y a tus suegros, que emoción> . Bueno, aquí tengo que resaltar una cosa: Mi padre, al inicio de la última vuelta, justo al paso por meta, creía que había acabado, que ya estaba. La verdad es que me pareció verlo muy eufórico. Después de haber guardado la entereza durante toda la carrera. Je, je. Nunca se sabe lo que puede pasar. Gracias a eso, me sacó una sonrisa que ya no me pude borrar de la cara en toda la vuelta final. Y aunque los últimos kilómetros se me hicieron muy largos, incluso me bajara la media (finalmente a 4’02min/km), la disfruté como una enana agradeciendo todo el cariño y el apoyo recibido. Fue una llegada muy especial, me emocioné mucho. Pisé eufórica los metros de alfombra roja que me llevaban hasta el arco de meta. Aunque casi la cruzo en plancha, debido a un tropezón en el último metro. ¡Aig! ¡Espero que no haya imágenes de eso!

  

Qué bonito. Que gran carrera. Me atrevería a decir que la mejor hasta el momento. Inmejorable. Para enmarcar. La carrera soñada, la carrera deseada. No puedo ser más feliz después de algo así. Creo que me va a durar la euforia unos cuantos días. No puedo quitarme las imágenes de la cabeza. La emoción vivida en cada momento. El abrazo en meta con mis padres, con Javi. Que suerte tengo de tenerlos a mi lado.

  

Agradecer a los fotógrafos las espectaculares imágenes: Marcosphotosport, Canofotosport y José Luis Horcado

Video resumen:

VIDEO: Challenge Salou 2018

Antes de que el cuerpo, y la mente, se hubieran recuperado del ironman de Sudáfrica, disputado hace menos de dos semanas, tocaba volver a competir.

Aunque no estuviera al 100%, me sentía muy bien. Físicamente las sensaciones eran buenas. Me encontraba fuerte, aunque me faltaba algo de chispa y, aun sabiendo que en carrera acusaría el cansancio, confiaba en que el cuerpo respondiera bien. Anímicamente estaba genial. El Ironman era agua pasada y tenía ganas de volver a competir. Lo hacía con la seguridad que, a priori, en distancia half no me debía preocupar por mis problemas de estómago (al menos durante la carrera). Estaba ilusionada con esta competición. Me motivaba correr por fin en España y me apetecía volver a Marbella acompañada de Javi.

La verdad que para este triatlón fueron todo facilidades. Andrés del “No te pares”, nos llevaba las bicis en furgo. No sabéis que placer llegar al aeropuerto en moto y viajar con una sola mochila y lo mejor, volar sólo durante dos horas. Sin embargo, no era solo eso. Fue llegar a Marbella y tratarnos como reyes. Es lo que tiene que el director de Ironman España sea el “capo” de tu club (TRICBM CALELLA). Gracias a él, Agustí, y a Cristina, su mujer (directora de Triwoman), como también a Javier Mérida (concejal de deportes de Marbella), nos alojamos en un hotelazo de ensueño. Con todas las facilidades y comodidades del mundo, hasta piscina para hacer la activación los días previos. Los tres se preocuparon para que no nos faltara de nada en ningún momento y estoy muy agradecida. Además de haber podido compartir este fin de semana con ellos. Por cierto, permitirme que haga un inciso, en cuanto a Javier Mérida, os tengo que decir que es todo un ejemplo de lucha y superación. Para ello os invito a que lo comprobéis por vosotros mismos (www.javiermerida.com).

 

Iba tranquila porque el nivel era muy alto. Aunque siempre salgas a luchar y a darlo todo por estar lo más arriba posible, el hecho de saber que no eres una de las favoritas, resta presión, inevitablemente. De todas formas, si tengo que elegir, prefiero presión, que eso es señal de que puedo estar delante. Jejeje. Aun así, no pase desapercibida. Al correr en casa me tocó estar en la rueda de prensa, hacer un par de entrevistas y lidiar con los comentarios típicos: “que, a ganar, ¿no?”. Madre mía si yo no veía claro ni el top5. Todas nos vamos conociendo ya y había varias tops mundiales que sabes que si no pasa nada raro, ni las hueles. Cierto es que hubo dos bajas importantes de última hora (Pallant y Hurtelar) y eso me daba opciones para poder meterme entre las cinco primeras. El pódium esta imposible. Al menos sobre el papel, obviamente.

Las horas previas a la carrera fueron duras. Hacía mucho frío. Estuvo toda la madrugada lloviendo y bajaron mucho las temperaturas. Estar tiritando una hora antes y sin sensibilidad en las manos y en los pies es muy desagradable. Además, el agua estaba a 16’5 grados. Así que, meterse allí para calentar fue el remate. Costó mucho habituar a mi cuerpo a ese ambiente. La única ventaja es que habían recortado la natación a 1,5 kilómetros. No debido al frío, sino a la mala mar. Que, aunque desde la orilla no se apreciará, (como mucha gente ha dicho) unos metros más adentro estaba impracticable.

Llegaba el momento. Listas en la línea de salida. Nervios templados, sorprendentemente. Y suena el bocinazo. Soy la más rápida en sortear las olas y me pongo a nadar en cabeza. Eso me hace sonreír. Aunque poco después, me hace dudar el saber si voy en buena dirección. Pero sí, la primera boya está a tiro. En seguida me alcanza Anja Berenek, la esperaba. Sin embargo, lejos de irse, se queda nadando en paralelo conmigo.

La natación fue muy dura por el oleaje, pero tengo que reconocer que se me pasó volando. Lo peor fue la imposibilidad de orientarse mar a dentro, de boya a boya, donde debíamos completar el tramo más largo en línea recta. Era imposible verla con el oleaje y no encontramos ni una embarcación que nos guiara. Lo curioso fue que, al llegar a ella, por fin, y hacer el último giro que nos llevaría hacía la playa, empecé a ver gente que me venía por todos lados. ¡Uf! ¡Creo que más de uno se está colando! — pensé —. Pues, efectivamente, Así fue. La natación fue un caos. Los tiempos lo certifican y los propios atletas (inclusa varias pros) reconocen que se saltaron boyas. No de forma expresa (supuestamente), sino por confusión y dudas en esas condiciones. ¡Aig! Fallo de la organización por no orientar a los atletas y error de los jueces por no tomar medidas al respecto. Es mi opinión.

Fuera como fuese, salí en cabeza junto con Anja pero con cuatro o cinco triatletas pegadas al culo. La T1 aún fue más caótica. Al salir los chicos pros solo un minuto por delante (eran sesenta), nos encontramos una decena de ellos cambiándose en la zona de boxes, y fue muy difícil poder coger la bolsa, cambiarse delante de tu número y volver a colgarla sin problemas. ¡Qué horror! Entre eso y lo que me costó ponerme los calcetines sin sensibilidad en pies y manos, me hicieron perder esos poco segundos de ventaja con mis rivales.

Me subí tercera a la bici, pero viendo cómo se alejaba Anja y otra triatleta que no conseguí reconocer. Y es que meter los pies en las botas fue aun peor que meterlos en los calcetines. No sabéis que sensación tan horrible ver como la orden que envía el cerebro a tus extremidades no se ejecuta. Los pies están dormidos, congelados, y no son capaces de atinar en un espacio que parece muy asequible. Es desesperante. Y más cuando ves que se te escapan tus rivales.

Lejos de rendirme, aunque con resignación, luché por alcanzarlas. Lo estaba dando todo desde el principio. Eso al menos me ayudaría a entrar en calor, o eso esperaba. Pues funcionó. Lo de entrar en calor no (os cuento que los pies no me los sentí hasta el kilómetro cuatro de la carrera a pie, alucinante). Sin embargo, conseguí darles caza. En la subida pasé a la rival que no tenía ubicada y me coloqué justo detrás de Anja. Estaba contenta de haber llegado hasta allí sin grandes esfuerzos y con un subidón tremendo. Lamentablemente, duró poco. Ahí empezaba la parte más dura del sector ciclista. Y no, no, no las perdí. Me quedé en tercera posición, controlando la distancia permitida, con la moto del juez pegada a mí. Mientras que Anja se quedó a tan solo un par de metros después de que se pusiera en cabeza la otra chica, que ya os confieso que era Laura Philip y yo ni me había enterado (sabía que me iba a pillar, pero no esperaba que hubiese salido tan bien del agua).

De esa manera completamos el ascenso. Con la satisfacción de no perder la cabeza de carrera y poder seguir a dos cracks mundiales, aunque con la indignación de que el árbitro no penalizara aquella actitud de Anja. No se despegó de Laura en toda la subida. Pero tampoco lo hizo en la bajada y al termino de ella, finalmente el árbitro denunció la acción. <<¡Por fin! >>

Lo peor fue que, lejos de beneficiarme, (por saber que esa tarjeta me podía hacer ganar un puesto muy valioso), me hizo perder todas las opciones de lucha en el sector ciclista. Porque los segundos en que Anja estuvo discutiendo con el árbitro en paralelo, me obligaron a frenar y me obstaculizaron para seguir la estela de Laura que, en ese tramo tan rápido, crearon una distancia insalvable. Y para colmo, después de la amonestación, Anja arrancó muy fuerte. Tanto que me pilló por sorpresa. Viendo, aun incrédula como Laura se perdía y se me escapaban las opciones de seguir tras ellas. ¡No puede ser! ¡Qué tonta! No daba crédito a lo que estaba pasando. La vez que voy mejor posicionada y luchando codo con codo con las mejores voy y pierdo todas las opciones, y no por mi culpa.

Tocaba seguir, en solitario. En el giro veo que las otras dos favoritas venían cerca, aunque había aumentado la distancia teniendo en cuenta que la primera transición la hicimos juntas. Pero venían muy bien colocadas y, sin embargo, yo me había quedado completamente sola. Tocaba chuparse todo el aire en contra, tocaba pasar penurias durante algo más de veinte kilómetros y tocaba seguir luchando porque quedaba mucha carrera por delante. Iba en segunda posición y aun así me dije: ¡Pero de que te quejas tía! Si te acabas de dar cuenta de que la favorita es la que va en cabeza y no otra. Por lo tanto, una menos de la que preocuparte. Y que a la segunda favorita le han metido un penalty box, y esos cinco minutos la sacan de carrera. Y, además, a las dos que vienen cerca, ya las tenías en cuenta. Así que tira —me dije.

A pesar de tener que lidiar con todos esos pensamientos negativos en carrera y con la extremada dureza del circuito, disfruté muchísimo de este sector. Me encantó el recorrido: bonito, entretenido, seguro y diferente. Cuando más disfruté fue en los últimos quince kilómetros donde solo había que dejarse caer. Miento, disfruté hasta que en el kilómetro 88, me pasan Anja y Diana quitándome las pegatinas. ¿Pero cómo es posible? Anja ha parado cinco minutos en el kilómetro 48 y ya está aquí? Aun me cuesta creérmelo. No entiendo nada. Increíble.

Que contaros de mi carrera a pie. Que, aunque corrí de “puta madre” no sirvió de nada. Me bajé fresca, entera, corriendo a cuatro “pelao” el kilómetro. Estaba ahí, en cuarta posición todavía, pegada a la segunda y a la tercera, y también a la quinta. Marta venía muy fuerte y me adelantó en el tercer kilómetro para acabar colocándose en segunda posición en el primer cuarto de carrera. Me desbancó a la quinta posición a pesar de seguir imponiendo un fuerte ritmo que no creí que fuera capaza de mantener. Pero lo hice. Con la impotencia de ver que no servía para nada mi gran carrera.

El ritmo de mis predecesoras era aún superior al mío. Y aunque por detrás la distancia era inmensa, no quise rendirme. Seguí luchando a pesar de comprender que las cosas no iban a cambiar ya. Sin embargo, quise seguir peleando conmigo misma y quise devolver al público todos los ánimos que me estaban dando. Era la primera española en cabeza y la gente estaba entregada. Muchos conocidos que gritaban mi nombre, mi apellido y más cuando Alberto Montenegro, el speaker, que me conoce muy bien desde hace muchos años, los animaba a que me ovacionaran al pasar. Aunque a los malagueños, con lo “salaos” que son, . poca falta les hacía que les dieran directrices ¡Qué buena gente! Disfruté una jartá corriendo allí. ¡Gracias a todos! Al público Y Alberto, como no.

Crucé la meta en quinta posición. Top5 logrado. A eso veníamos, ¿no? Pero no pude evitar tener una sensación agridulce con la gran carrera que había hecho, porque sentí que merecí más (todo hay que decirlo). Aun así, qué bueno es, que en meta te queden esas sensaciones después de haber hecho una gran carrera, tan solo quince días después de haber corrido un Ironman (casi).

Los momentos más agrios fueron: que Javi cruzara la meta mientras yo pasaba el control antidoping (Eso sí. Como estaba cerca, y lo escuché por megafonía, me puse a llamarlo desesperada desde la carpa, hasta que me vio. A pesar de que la doctora me mirara como a una loca. Llevaba media hora diciéndole: “mi husband is in the race, and I want see you in the finish line”. Sí, sí, ni en Marbella teníamos médicos españoles). Y la otra, que las náuseas volvieran aparecer al término de la carrera (aunque por suerte, fue sufrir un par de horas y volver a ser persona otra vez).

Los momentos más dulces: compartir el post carrera con Javi satisfechos los dos de nuestra competición. Volver a ver a Elvira (una malagueña con la que compartí piso durante un par de años, y le tengo mucho cariño). Disfrutar de recoger el premio de mi quinto puesto y mejor resultado español, aplaudida por todo el público. Y el vivir un gran fin de semana.

     

VIDEO: IRONMAN 70.3 Marbella

https://www.triatlonnoticias.com/noticias-ironman/video-resumen-ironman-70-3-marbella

Realmente he tenido muchas dudas de si escribir o no esta crónica. No porque no quisiera hacerlo, sino porque no sabía ni cómo hacerlo. Si la hubiese ido redactando al instante, todo sería diferente, pero al tener que redactar todo lo acontecido una vez ha finalizado, lo hace muy difícil. Y más cuando no acaba bien.  No os voy a decir que no me falten fuerzas para explicar mi última aventura, pero no quiero dejar de hacerlo. Esta carrera no debe ser menos que el resto. La crónica no solo os la debo a vosotros, también me la debo a mí misma y, en este caso, la usaré como terapia. Intentaré que los sentimientos que me invaden ahora mismo no empañen los que viví hasta el momento que todo se torció.

Llegamos a Porth Elizabeth jueves al mediodía. Es verdad que algo justo, pero teniendo en cuenta que no había diferencia horaria, era suficiente para adaptarse. “Como en casa, en ningún sitio”. Así que cuantos menos días pases fuera antes de la carrera, mejor: descansas mejor, entrenas mejor, comes bien…y, sobre todo: no estás todo el día tirada en la habitación del hotel contando los días y las horas, templando los nervios y lidiando con el aburrimiento.

Llegaba con mucha confianza a esta carrera. Reconozco que es la prueba que más he preparado a conciencia. Había entrenado mucho y muy bien para este Ironman y había cuidado el resto de detalles. Sobre todo, la alimentación y la suplementación para que no me volviera a suceder lo de Calella. Aquella vez los problemas estomacales me sacaron de carrera y no quería que se repitiese. Confiaba en que no y no debía pensar en ello. Por eso había venido hasta aquí, porque creía que aquello fue algo fortuito (aunque en varias carreras más, haya tenido los mismos problemas, pero ya después de cruzar la meta).

Llegaba con la motivación por las nubes. Tenía mucha confianza en mí y en lo bien que me encontraba, pero tenía los pies en el suelo y sabía que debía correr con más cabeza que nunca. Con la premisa siempre clara de que el objetivo era: ¡ser finisher!  Si tenía que llegar algo más, que llagara solo. Pero no debía dejarme influir por el nivel, la clasificación, los puntos, las rivales y todo el resto.

Los días previos fueron normales: entrenar, comer bien, descansar mucho, entretenerte viendo series y películas y aburrirte sin apenas wifi para poder matar más el tiempo. Suerte que, como siempre, tenía a Javi para hacerme compañía – el también competía -, ¡con él nunca me aburro!

La mañana de la carrera me levanté tranquila. Sorprendentemente, mi cabeza estaba controlando todo mi sistema nervioso. Ella sabía que debía estar calmada y confiada y que no debía presionarme por nada. Hasta consiguió controlar el esfínter que siempre anda muy suelto las horas previas por culpa de los nervios.

Preparadas ya en la línea de salida, llegó el momento. – < Sin estrés, que quedan muchas horas por delante > – me decía a mí misma mientras el pulso se aceleraba con la cuenta atrás. Y cuando el corazón ya no puede latir más rápido, por fin suena el bocinazo de salida. Ese que llevas ansiando desde hace meses, ese que parece que no va a llegar nunca y ese que esperas que marque el principio de una gran carrera y que te permita correr como sabes, ni más ni menos.

La natación no fue buena para mí. En las primeras brazadas se me fue mi referente, Rachel McBride. Nadamos juntas en Los Cabos y sabía que estábamos en el mismo ritmo. Me quedé sola en los primeros metros, pero rápido me alcanzó un grupo. En éste estaba Saleta, con quién nadé en paralelo toda la natación. Eso lo hizo muy llevadero y agradable sino hubiera sido porque Emma Pallant me destrozó los pies. No dejó de tocármelos ni un segundo en los más de tres kilómetros. ¡Uf! Que Rabia de eso. Desespera. Y más cuando no solo te los toca, sino que te frena y ten incordia. Algún buen arañazo me lleve y es más doloroso con los pies helados como los tenía. No fue una buena natación, tiempo mediocre. 55’

La parte positiva es que no iba a salir sola del agua y ese grupito podría hacer más llevadera la bici, o eso esperaba. Pues tuve un poco de todo. Acostumbrada a pedalear muy sola en carrera, tener alguna referencia de vez en cuando es muy agradable.

Lo peor de la T1 fue tener que correr con los pies congelados sobre un asfalto rugoso que me los reventó. < ¡Que dolor!> Fue un momento muy heavy. Perdí a dos rivales por delante – < ¿que soy a la única que le duelen los pies corriendo por aquí o qué? > – Aunque me subí con Emma, dejé rápido que se fuera. Ella salió a muerte y yo desde el principio iba a regular – < ¿Estamos locos? Que son 180km > -. Cogí mi ritmo. Sin querer, en las transiciones te vienes arriba y empiezas cada disciplina demasiado fuerte, hasta que te das cuenta y levantas el pie. Aquí fue la primera vez que no me dejé llevar ni por la emoción ni por mis rivales. Sabía que debía hacer mi carrera.

No había salido sola del agua, así que rápido me pasaron un par de rivales que habían hecho una transición algo más lenta. Era un buen tren y aunque algo rezaga, intenté engancharme a él. Vi que me acercaba a ellas sin gran esfuerzo y me alegré de encontrar a unas compañeras de viaje. Aunque rápido una se bajó del tren. Después de varias advertencias del árbitro por “chupar rueda”, llegó la tarjeta de penalización y eso hizo que finalmente se descolgará.

Cuarenta y cinco kms de ida muy llevaderos. Pendiente de no perder la estela de mi rival, aunque no llegaba a acercarme y en varios momentos creí perderla. No quería forzar, pero era importante poder aguantar esa referencia. En el giro vi que había abierto mucho hueco por detrás con las que habían salido conmigo del agua. Pero Guru, que salió mucho más tarde, estaba cerca.

La vuelta fue otro cantar. Ilusa de mí, mientras pedaleaba en la ida pensaba que la vuelta iba a ser más rápida, picaba para abajo y en principio llevaríamos viento a favor. Que equivocada estaba. Había disfrutado del viento a favor en la ida sin darme cuenta y ahora tocaba sufrirlo en contra. Se hizo duro. Desgasta mucho luchar contra el viento. Ni las pequeñas bajadas me hizo disfrutar donde a parte del asfalto tan malo, que te hacía levantar el pie y desacoplarte, además, fui perdiendo a mi guía hasta que en el kilómetro ochenta ya no la veía.

Bueno, tenía la primera vuelta hecha y las sensaciones estaban siendo muy buenas. Vamos a por otra más igual – me dije. En el giro de paso por meta veo que Guru y otra rival ya me vienen pisando los talones. El resto ya venía muy lejos. También veo a Javi, –¡por fin!-. En la vuelta no lo había visto y eso me preocupó, aunque con tanta gente es muy difícil. Qué bueno es ese momento, cruzarte con tu pareja en carrera y animarte mutuamente. Y ver que los dos vamos bien.

La segunda vuelta fue prácticamente un dèjá vu de la primera. Nada más empezarla me pasaron Guru y otra chica. Las intenté seguir unos cuantos kilómetros, aunque se me fueron distanciando. No llegué con ellas ni al punto de giro, pero, aun así, las sensaciones seguían siendo muy buenas. Hasta que tocó lidiar de nuevo con el viento. Esta vez fue mucho más duro. Me había quedado completamente sola, los kms pesaban, el cuerpo empezaba a doler y la cabeza comenzaba hacer de las suyas: a preguntarte «que “narices” haces aquí», a convencerte de que esto es muy duro, a hacerte dudar de si vas a poder seguir…Con esos pensamientos, los kms iban pasando y cuando me quise dar cuenta, cuando más me estaba quejando, vi que lo tenía casi hecho. La bici estaba llegando a su fin, se acercaba la T2 y tengo que reconocer que me estaba encontrando mucho mejor de lo que me hubiera imaginado.

Lo único malo de la T2 fue que no vi la entrada, veía una serie de conos y el punto de giro y no sabía por dónde tenía que acceder. Supongo que había un cartel que justo me tapó otro corredor y no vi el acceso ni nadie que entrara a la transición para guiarme. Pues, hice el giro de nuevo, como si tuviera ganas de hacer más bici. Eso sí, ya con los pies fuera de las botas. Y al hacer el giro vi el acceso. Hice una maniobra arriesgada para volver a cambiar el sentido de la marcha y dirigirme a la T2.

Fue bajarme de la bici y saber que iba a correr bien. ¡Tenía piernas! Que buenas sensaciones. <¡Qué subidón!> Lo malo fue volver a pisar ese asfalto matador, suerte que esta vez me sentía los pies. Fue tal el chute de adrenalina al encontrarme tan bien que hice una transición de solo 30”, lo que tarde en calzarme las bambas sin sentarme si quiera.

No sé ni como describir ese momento. Llegar después de 180km y ver que tu cuerpo se siente tan fuerte, es increíble. Esa emoción me hizo salir volando. Y más aún cuando me encontré a Guru todavía en la T2 después de haberme sacado varios minutos en bici. Llegó muy tocada y necesitó una tregua en la transición.

Corrí como nunca creí que sería capaz de correr en la maratón de un Ironman. Sentí que volaba, que me iba comiendo kms y a las rivales. Pasé a Guru en el primer kilómetro, unos más tarde a Emma Pallant que iba tocada y poco después se retiró y en la segunda vuelta, alcancé a otra corredora. Increíble colocarme en sexta posición y sentir que me iba comiendo el mundo. Mientras ves que la mayoría se arrastran, tú te sientes muy por encima del resto. No solo era una percepción mía, sino que me lo hacía saber el público, el resto de participantes y Javi cada vez que se cruzaba conmigo. El reloj fue el que me confirmó mis sospechas, estaba yendo muy rápido.

Pero, cuando más estaba disfrutando, cuando empezaba a creerme lo que estaba siendo capaz de hacer y cuando empezaba a soñar que iba a lograr mi objetivo: ser finisher, todo se truncó. Km 25-26. Empiezo a notar que el estómago se gira, que necesito ir al baño. Es curioso sentir como de golpe la cabeza se evade de la carrera, sigues corriendo sin saber ni cómo pero ya sólo piensas en llegar al wc, con desesperación. Lo consigo, pero eso fue el principio del fin. Llegaron los vómitos. – <¡No puede ser, por favor! ¡Otra vez no! ¡Por Dios, no me puede estar pasando esto otra vez! ¡Y menos ahora!> -.

No voy a describir la larga agonía que viví. No sé si fueron unos dos kilómetros más donde intenté seguir y luché por reponerme.  Varias paradas en un espacio de tiempo y distancia muy corto, con varios encuentros de compañeros que me animaban: Guru, Patricia, Naza, Capdevila… y Javi, que justo me encontró en ese momento y se paró a preocuparse por mí. Alargar la situación fue inviable, al igual que innecesario alargar el relato de este momento.

Mi segundo intento no acabó en la línea de meta como tanto deseaba, acabó en la enfermería una vez más. Al menos pude ver a Javi mientras un quad me recogía y pude animarle a seguir. Y cerca de dos horas más tarde, pude esperarlo en meta como tanto se merecía.

Sueños truncados. De golpe todo se desmorona. Pero todo ocurre por algo. Cuando tenga que ser, será. Fracasé conmigo misma por no conseguir lograr mi objetivo, pero logré otras muchas cosas que no creía que fuera capaz de conseguir y eso no me lo quita nadie. No solo lo de dentro de carrera, sino que una vez más, pude disfrutar de una gran experiencia. De otro viaje envidiable. De vivir momentos únicos con Javi y con el resto de compañeros que coincidimos: Guru, Eneko, Peru, Robert…

  

No han sido días fáciles. No por el DNF, sino porque es un tema que me preocupa. Tengo que seguir tratándolo y encontrar el problema, y la solución. Pero… lo consiga o no, voy a seguir intentándolo.

Quiero agradeceros, de corazón, todos vuestros mensajes de ánimo recibidos. Ha sido increíble sentirme tan arropa, de verdad. Todos vuestros mensajes han contribuido a que, a día de hoy, cuatro días después de la carrera, vuelva a sentirme al 100%, física y anímicamente.

Gracias a mi entrenador Álvaro Rance por conseguir que llegará tan fuerte, a mi club (TRICBM) por todo el apoyo y a mis patrocinadores por siempre estar ahí: Triwoman, Epaplus, Recuperation, Kronosport, Xwin, Speedsix, Ûnica bikes, Sailfish, Catlike, Gobik, Fincas Alarcon, Centreafit, Base Castelló y Odeclas.

 

La temporada empezaba más temprano que nunca. Surrealista estar compitiendo en enero. Pero eso fue lo que planeamos dos meses atrás al acabar la temporada. Y he trabajado duro para ello. Así que, aunque las sensaciones no iban a ser las mejores, valía la pena intentarlo.

Llegamos jueves mediodía a Buffalo City, en London East, lugar donde se celebraba el evento. Un día entero viajando con el desgaste que eso conlleva. Al menos con la ventaja, esta vez, de que la diferencia horaria era de solo una hora. Eso el cuerpo no lo nota y, por suerte, al llegar pudimos descansar bien. Prácticamente me pasé los días previos durmiendo. Que pasada. Tenía mucho sueño y eso me preocupaba. Aun así tenía la sensación de estar agotada, de no haberme recuperado del viaje o de no acabar de habituarme a ese clima (mucho más cálido y húmedo que el que tenemos en la península). Suerte que mi paso por Lanzarote, la semana previa, hizo que el cambio térmico no fuera tan brusco.

Por fortuna, a medida que se acercaba el día, iba recuperando sensaciones. Días tranquilos y sin percances. Con la logística típica y con el descoloque de estar en un país nuevo para nosotros, al que sin embargo supimos adaptarnos bien. Digo nosotros, porque obviamente Javi venía conmigo. Él también competía. Además, me lo tenía que traer de guardaespaldas (je, je). Nos habían advertido que no era un lugar 100% seguro. Aunque tengo que decir, en defensa del lugar, que nosotros, por suerte, no tuvimos ningún problema. Sí que es cierto que, a veces, te sientes un poco observado e intimidado, pero para nada amenazado o indefenso. Y, por el contrario, pudimos disfrutar de un nuevo rincón del mundo, de su gente y su cultura. Resultó ser mucho más pobre de lo que imaginábamos. Al menos esa zona.

   

Con respecto a la competición, tenía ganas de probarme. Con la incertidumbre de cómo iba a sentirse mi cuerpo compitiendo tan pronto, pero con la seguridad de que me encontraba bien y podía salir una buena carrera. El pódium estaba caro. Dos rivales muy fuertes que estaban muy por encima de mi nivel y que, de costumbre, me sacan una más que considerable minutada. Una tercera competidora entraba en las quinielas para el pódium y luego el resto, en más o menos igualdad de condiciones para optar al Top5. Pero como las teorías valen de poco, no había nada escrito y todo se iba a decidir en carrera. Objetivo: luchar por esa tercera plaza. Difícil, pero no imposible. Eso sí…, sin presión. Al menos eso me transmitía mi cuerpo que estaba muy tranquilo. Imagino que le ha pillado descolocado eso de competir tan pronto. O seguía en letargo.

Lo que sí me puso nerviosa, fue no enterarme apenas de nada en el breafing. <Falta mucho inglés aún. ¡Aig!>. Eso sí que me incómoda: el ir a ciegas en carrera. No conocía circuitos y encima no me enteré de las normas <¡Vamos mal Judith!>. De lo que sí que me entere fue de la amenaza de tiburones. Nos explicaron con detalle el protocolo de actuación y las tres posibles situaciones en caso de que la amenaza fuera real. <¡Ay Dios. Esto sí que da mucho yuyu! ¿Pero dónde nos hemos metido?>

Sorprendentemente, ni los tiburones me quitaron el sueño la noche previa. Así da gusto levantarse para competir. Buenas sensación física y anímica. Teniéndolo todo bajo control y llegando a la zona de salida con tiempo, seguridad y muchas ganas. Bueno…, un par de cosas sí que me faltaron: la primera, ir una vez más al baño, lo cual me hizo sufrir y sentirme incómoda en carrera (aunque eso igual me fue bien para “apretar bien el culo” corriendo. Jejejeje). Y la segunda, el que no nos dejaran calentar ni tan solo tocar el agua. No se entendía. <¿Sería por los tiburones?>

Empieza la carrera. Salen los chicos pros y cinco minutos más tarde lo hacemos nosotras. Reacciono rápido al bocinazo. Pero, en los aproximadamente 50 metros lisos que tuvimos que hacer hasta llegar al agua, ya me sacaban todas un cuerpo de ventaja. Correr no es lo mío, está claro. Quiero recuperarlo en los primeros metros de natación, sin embargo el agua está muy fría. Calculo que a unos 17 grados (como mucho). Tengo un pequeño colapso que me impide respirar y bracear con normalidad. <¿Por qué narices no nos habrán dejado probar el agua? ¡Esto es hasta peligroso!>. Consigo no enloquecer después de ese momento de agonía y, aunque mis pies y mis manos ya no los salvo, empiezo a nadar con ritmo pero con mucha torpeza. Jeanni  Seymour, una de las dos favoritas, ya se había escapado. Intento darle caza, pero es demasiado tarde. En la primera boya me coloco segunda y veo que consigo alejarme en solitario.

Esa fue mi natación: Soledad total y sin referencias por ningún lado. Resultó ser muy dura. Además del frío, había mucho oleaje y costaba ver las boyas. Y mucho más coger el ritmo. Fue de esas nataciones en las que no controlas tus movimientos y donde te desgastas mucho sin notar que avanzas. Por suerte…, no aparecieron los tiburones. Aunque os tengo que confesar que tuve algún momento de “acojone”. Y más, al verme tan sola en medio de ese mar tan ajetreado. Me asustó un kayak que se acercó y me pegó un grito a unos 500 metros del final. Encima iba de naranja, color del que serían las boyas que nos alertarían de la presencia de tiburones. Por fortuna, solo fue para decirme que me estaba desviando. <Que susto>.

Llegué a la playa borracha pérdida y donde casi no llegó es a la T1. Era una transición muy larga y algo confusa. Salí del agua desorientada, sin nadie que me indicara el camino. Corro para donde creo que es la dirección correcta, hasta que veo que estoy en un sitio sin salida. Me había metido en un recoveco vallado de la organización. <¡Joder, por qué nadie me lo indica!>. Me cabreé mucho en ese momento, aunque reaccioné a tiempo y fueron pocos los segundos que perdí. O eso quise creer. Al menos seguía en segunda posición y sin perseguidoras a la vista.

Cojo la bici y al subirme veo que el velcro de la bota derecha se había salido completamente del broche. Otro contratiempo que me trastoca. <Nada Judith. Cosas que pasan>. Me digo a mí misma intentando convencerme y me centro en pedalear. Los primeros kms fueron un poco confusos sin ninguna indicación ni gente de la organización. Pero enseguida se entraba en la autovía. Allí ya no había pérdida. 45 kms de ida y lo mismo de vuelta. Tráfico cortado. Toda para nosotros. Espectacular. Es una gozada competir así de cómodo. Dos carriles para cada sentido y un asfalto buenísimo que te permitía no tener que levantar la cabeza para nada. Bueno…, miento. Solo para ver lo dura y larga que era la rampa que venía delante, <¡Uf!>. Aunque era una autovía, no pillabas ni un km llano. Todo era toboganes. Sube y baja constantes donde encontramos más de una de subida realmente muy larga y dura. Salieron más de mil metros de desnivel. Imaginaros.

    

A pesar de la sencillez de pedalear en ese circuito. Lo compliqué, o se me complicó. Era un circuito de cambiar piñones constantemente y en varias ocasiones bajar el plato para acabar el ascenso. El cambio no iba fino y me iba a dar la lata. Tanto que, en el km10, se me salió la cadena y no la pude salvar pedaleando. <¡Mierda! Hoy tengo el gafe. Esto ya es pasarse>. Sin más remedio, paro, coloco rápido la cadena y vuelvo a subir a la bici. Pero mientras pongo la cadena, en ese minuto perdido, Emma Pallant me pasa. <Que cruel es la competición>. Al menos consigo aguantarla y eso me anima. <¡Va Judith! Ya está. Contabas con ello. Sabías que, tarde o temprano, te iba a pasar. Sin embargo la estas aguantado por primera vez en tu vida. ¡Venga!> -.

La aguanté, aunque nunca estuve más cerca de los veinte metros. Y esa distancia fue en aumento progresivamente. Hasta que el 45km, justo en el avituallamiento, y posterior giro, la pierdo por completo. A diferencia de ella, necesité repostar y esa pequeña maniobra me desbancó por completo para seguir su estela. Qué pena; porque era una motivación muy grande y me ayuda a luchar continuamente. Aunque sea desde la distancia.

Ese fue el entretenimiento de la primera mitad de la bici. Bajo la lluvia. Cosa que agradecí. No solo por permitirme con ello que se me fuera toda la grasa de las manos y poder limpiarme la cara (que seguro que la tenía tintada); sino por refrescar la mañana que pintaba muy cálida y darnos una tregua durante una o dos horas. Hasta pasé un poco de frío y llegué a la T2 sin sentirme los pies.

En cambio, la vuelta, no tuvo ninguna distracción. Solo me motivó el cruzarme con Javi y verlo contento en ese momento. Fue muy monótona. Rodando completamente en solitario. Me pasaron unos cuatro o cinco chicos y no pude hacer nada por seguir a ninguno de ellos. Y es que uno de los hándicap de este circuito consistía en que las bajadas eran de las de darle pedales y a mí no me quedaban piñones. Que rabia da eso. Quieres darle más caña y no puedes. <¡Necesito un plato 54 ya!>.

La vuelta se hizo muy dura. Las fuerzas empezaban a flaquear. Las patas y el sol empezaban a picar. A pesar de ser un poco más favorable que la ida, cualquier rampa se hacía mucho más dura. Me motivé con ver que eran pocos los chicos que me alcanzaban, y que no lo hiciera ninguna chica. <¡Vamos Judith, que estas luchando por el pódium!>. Venía a luchar por esa ansiada tercera plaza. Era a lo máximo que podía aspirar aquí y de momento la tenía en mis manos.

Llegaba a la T2. <¡Olé! ¡Qué ambientazo!. Fue un subidón ver la calle repleta de gente. Un cordón de interminable. Música y varios puntos de animación con chearleaders (con pompones incluidos). Eso ya era otra cosa. Pintaba muy bien.

Transición rápida y cómoda. Me bajé tercera. A años luz de las dos primeras y viendo que en el primer bucle venían tres corredoras muy juntas con intención de darme caza. Calculé que estaban a un minuto y medio, o dos, de mí. <¡Uf! ¡Toca apretar el culo!>. Y era literal, porque tenía muchas ganas de ir al baño y a la que empiezas a correr…, la cosa se complica. Pues así lo hice (Lo de correr más rápido para administrar la ventaja ¡eh! Que lo otro, por suerte, aguantó en su sitio. Je,je).

La carrera fue muy dura. Dos vueltas de 10,5kms donde además de un continuo sube-baja, en mitad de la vuelta teníamos una rampa de más de un kilómetro donde muchos sucumbían a su dureza y empezaban a andar. Sin embargo, tengo que reconocer que no sufrí (más de la cuenta, obviamente). La disfruté muchísimo. Y es lo que pasa cuando ves que vuelas y que llevas un ritmo muy superior al resto de los corredores que iba pasando y que se asombraban de mi fuerte rimo (cosa que me hicieron saber con sus gestos, aplausos, miradas y palabras halagadoras con las que, a pesar de costarle hablar, me alentaban y me daban ánimos . Sumado esto a que la ventaja con mis rivales era cada vez mayor. Eso me hizo crecer y creer que ese pódium era mío.

    

<¡Guau!> Que euforia tenía. Da gusto correr así. Qué bien sabe sentirse fuerte corriendo y muy superior. Mientras el resto se venía abajo, por el calor y los desniveles, yo me venía arriba.

Parte de culpa la tuvo el público. Por Dios, Qué ambiente. Qué pasada. <¡Well done!, ¡STRONGER!, ¡viva española!.. .Fueron los mensajes del público que no dejaba de escuchar. Ánimos que me hicieron enloquecer en cada km. Pero el momento más dulce fue el cruzarme de nuevo con Javi, justo cuando pisaba la alfombra roja en los últimos metros y donde el daba comienzo a su segunda vuelta. ¡Gua! ¡Qué emoción! Pude celebrar con él mi llegada a meta.

       

La lástima es que yo no pude verlo acabar a él, como era la idea. Hasta me había llevado el móvil para poder inmortalizar ese momento. Llegó justo cuando yo estaba pasando el control antidoping. ¡Qué rabia! Y por más que corriera y orinara rápido, el protocolo es muy lento. Aunque necesario, lo sé, pero… El caso es que me fui corriendo hacia la meta y al no verle, calculé que al igual aun podía estar al llegar y me pasé cerca de 20 minutos mirando la llegada. Y nunca aparecía. Empecé a buscarlo, pero no daba con él. Así que, después de más de una hora, me fui para el hotel (que estaba a 10 minutos andando). Allí, Tampoco estaba. Entonces fue cuando empecé a preocuparme. Y reconozco que derramé alguna lágrima. Se mezcló la sensación de no saber ni cuándo ni dónde encontrarlo con la rabia de no haber podido disfrutar con él nuestra carrera. Yo iba lloriqueando con mi ramo de flores de galardonada mientras la gente me iba felicitando. Hasta una chica se paró para hacerse una foto conmigo. Yo, en ese momento, no estaba para felicitaciones, pero aguanté. Por suerte, finalmente lo encontré. Después de dos horas. Estaba justo donde habíamos quedado. <¡Mea culpa!>. Él estaba allí, tan pancho. Sentado tranquilamente mirando a la nada esperando que por fin yo apareciera.

Por fin pude saborear mi carrera, y la suya. Los dos contentos de empezar así de bien la temporada y en pleno mes de enero. Por mi parte, un resultado inmejorable y con unas sensaciones físicas muy positivas. Eso me da fuerza para seguir entrenando y preparar el próximo reto de la temporada. En abril tocará volver a Sudáfrica. Pero, esta vez, será para intentar ser finisher en el full.

De esta competición lo que me llevo es precisamente lo que Javi y yo comentamos justo al finalizar la carrera. Las sensaciones fueron las mismas. Competimos en un continente que yo no había pisado nunca y donde nos encontramos con sensaciones muy diferentes a las que esperábamos encontrarnos. Durante la carrera, en cuestión de metros, pasas, de una zona donde la gente lucha por poder comer, a otra donde, lo que ves, todo es pura riqueza. Como si de golpe te teletransportaras a una de las mejores zonas del mundo occidental.

   

Quiero agradeceros a todos, vuestros mensajes de ánimo y felicitaciones. Que sepáis que me dais mucha fuerza.

            

  

Llegaba la última del año. Esta no entraba en mis planes, pero Javi iba a correr el IM junto a unos amigos y yo, que prefiero estar dentro del ruedo que verlo desde la barrera, viendo que es el mismo día y que en esta distancia sí que hay profesionales, me animo hacer el 70.3.

En Los Cabos, aterrizamos el lunes previo a la carrera. Mucho margen de tiempo. Pero creerme que era necesario. No es fácil adaptarse al cambio horario, al clima, recuperarse del largo viaje…  No me voy a extender en contaros mi semana previa. Sobre todo, para no daros mucha envidia –jejeje–. Simplemente nos dedicamos a descansar. Principalmente, a ver los respectivos circuitos. Y obviamente, aprovechar para hacer un poco de turismo y disfrutar de lugares únicos como lo es “El Arco de fin de mundo”.

La semana fue bien. Nos fuimos adaptando poco a poco. El calor era soportable. Y más, cuando estás tirada en una tumbona en la piscina o en la cama con el aire acondicionado; aunque se presagiaba que, en carrera, sería insoportable. Yo venía preparada para ello. En Filipinas ya lo sufrí de lo lindo. Pero, aun así, se paga caro.

    

Es cierto que venía sin mucha presión. Era una prueba desconocida para mí. Ni siquiera contaba con ella, pero quería hacer un buen final de temporada y, por lo tanto, una buena carrera y que me dejará buenas sensaciones al bajar la persiana de este año. Así que, a pesar de estar hospedados en régimen de todo incluido, me cuidé más que nunca. Quería sentirme bien. Sentirme fina y lo conseguí. En otras ocasiones lo había pagado el descuidar la dieta por culpa de los viajes y salir de la rutina. Esta vez no estaba dispuesta a ello.  No creáis que lo hicimos por beber y comer todo lo que queríamos. Era la primera vez que cogía algo así y podía ser muy peligroso. Pero es la mejor opción cuando vas a un país desconocido, sin vehículo, en una zona que no prevés que puedas tener muchas opciones de comer sano y además…, si vas sumando las comidas fuera, a la larga sale más caro. Así que no le sacamos mucho partido a la pulserita del todo incluido. Pero…, valió la pena.

Pronto vi que, muy a mi pesar, el nivel era altísimo (tanto en chicos como en chicas). Una lista larga de veinte elites donde había: una ganadora de Hawaii, cinco chicas que corren ITU y varias canadienses y unas americanas que aparecían en la quiniela como favoritas. <¡Aig! Si es que cuando hay pasta… ¡normal!>. Aún no sabía dónde me había metido. Inocente de mí si creía que, por estar en la otra punta del mundo y en las fechas que estábamos, iba a disputar una carrera con poco nivel.

Domingo. Arrancamos las elites rondando a las 6:40h con unos quince minutos de retraso sobre la hora prevista. Cinco minutos después de que lo hicieran los chicos y cinco minutos antes que el resto de atletas del Half. Los del IM aún debían esperar una hora más. El retraso nos dio tregua para que empezáramos a nadar después del amanecer y no antes. Menos mal, porque si ya costó ver las boyas de día… imagínate de noche. Entré al agua con los pies congelados (a pesar del calor, para variar) por culpa de esa larga espera. Aunque como el agua estaba a más de 27 grados, rápido me los hizo entrar en calor. Un lujo nadar sin neopreno. Como a mí me gusta.

La natación fue complicada. Mucho oleaje y muchas “hostias” con mis rivales. Se notaba que había nivel porque éramos seis las chicas que peleábamos por no perder el grupo. Un grupo que creía que era el primero. Pero, por lo visto, había un par de escapadas por delante. Bastante tenía con luchar en mi espacio como para ver lo que estaba pasando allí delante. A pesar de todo, iban cayendo los metros sin perder el grupo. Aunque lo más duro fue salir del agua. La fuerte corriente nos vaciló. Me sentí ridícula braceando a solo 10 metros de la orilla sin ser capaz de avanzar. Creo que fue la parte más dura de la toda la carrera y la que más me desgastó.

                

̶ A 3’ de la cabeza. Me canta Javi al salir del agua y mientras él espera para empezar su carrera. <¡Dios. Eso es mucho tiempo!, ¿Estás que son las de ITU o las de Hawai? Y eso que soy nadadora>. Me decía a mí misma. T1 muy lenta. Como de costumbre. A pesar de no llevar neopreno, me peleo con el traje trampa para sacármelo de los tobillos. Y encima, me demoró más que el resto en ponerme calcetines (requisito imprescindible también en bici para mí). Si ya se me habían alejado un poco, el montaje en bici en una rampa de unos 800 metros y con badenes, ayudó a que perdiera definitivamente el grupo. No atiné a meter el pie en la bota por culpa de romperse la gomita. Y eso me hizo perder todas las opciones de rodar acompañada los primeros kms. Digo solo los primeros porque creo que, aunque las hubiera seguido al principio, hubiera caído rápido. Eran muy superiores.

Una vez más rabia de sentirme tan incompetente en la transición y primeros kms de bici. Y para colmo, vi que el potenciómetro no iba, que el bidón delantero lo tenía ladeado y a duras penas podía beber de la cañita sin moverme del acople. Parecía que era todo el manillar el que estaba torcido y esa sensación me incomodó y provocó que se me fuera cargando la zona lumbar y el lado izquierdo de la cadera por forzar la postura. <¡Concentración Judith, y a tirar con lo que hay!>

Fue una bici dura. Un continuo sube-baja muy matador y que sumaban más de 1.000 de desnivel y con la sensación de no coger ritmo nunca y encima pendiente de la carretera. Muchos badenes. Algún hueco importante y, sobretodo, algún tramo de tierra y placas provisionales por culpa de la tormenta tropical Lidia que sufrieron ahí hacía dos meses y que les levantó todas las carreteras. El calor fue mermando las fuerzas. Pero, a pesar de todo, lo gestioné bien.

No fue una bici totalmente en solitario. Después de quedarme sola al principio, y ver cómo me pasaban dos más (la que quedó primera y segunda) sin poder hacer nada por seguirlas, iba viendo a lo lejos a otra. Le iba recortando en las subidas porque, en el llano y bajada se me iba de nuevo. Ella iba con lenticular. Finalmente le di caza sobre el km 15 y, ya de vuelta, tuvimos un tira y afloja hasta el km 40, donde nos pasó una más. Pero me dije a mi misma que esa iba a ser la última. Y después de ver que mi compañera de viaje no conseguía enlazarla me dejé la vida por hacerlo yo. Y aunque nunca llegué a estar a menos de 15 ó 20 metros de ella, logré no perderla de vista y descolgar finalmente a la primera.

Eso me hizo sentirme competitiva de nuevo. A pesar de los estragos que pasé, por no perder su estela y luchar durante más de 40km detrás de ella, conseguí abrir mucho hueco por detrás y no ver cerca a ninguna rival más. Parecía que el resto, y mi perseguidora del principio, habían desaparecido. Aunque las que se habían esfumado eran las seis primeras que no había quién ni siquiera las pudiera ver. Incluso alcanzaron a chicos pros y todo.

A pesar de mi lucha por no perder a la séptima corredora, en los kms finales se metieron dos grupos de edad entre nosotras (los únicos dos chicos que me pasaron en todo el circuito). Eso, y una moto del juez que nos vigilaba, provocó un hueco insalvable que me alejó de ella pocos kms antes de la T2, donde perdí a los tres en la bajada final (me falta desarrollo).

Transición rápida. La ventaja de llevar los calcetines puestos. Conseguí pasar a los dos chicos que se me fueron con ella en esa parte final y logré volver a tenerle a ella a tiro. Pero poco iba a cambiar la cosa en la carrera a pie.

Una carrera durísima. Supervivencia total. De esas carreras donde no vale para nada mirar el reloj. Donde los kms no pasan y solo esperas llegar de nuevo al siguiente avituallamiento para hidratarte y tirarte de nuevo agua por encima (a pesar de las consecuencias que eso provoca en tus pies). Lo único bueno es ver que todo el mundo va igual, o peor que tú. Y, eso, te alivia. En estas carreras hay que intentar dejar la mente en blanco, vencer el no puedo y: correr, correr y correr sin dejar de hacerlo. Lo has de hacer como puedas, esperando que vayan pasando los kms sin pena ni gloria. Yo iba a tirones. Eran momentos en los que intentas dar un punto más y te vienes arriba, pero pronto, tu cuerpo, echa el freno porque no puede seguir llevándote así. Puede llegar a ser muy triste.

     

Los únicos momentos de agrado fue, el pasar por delante de nuestras chicas y sentir sus ánimos y los instantes de encontrarme con Carlos en carrera y darnos fuerzas mutuamente. Hubo muchos momentos de bajón. Fue una carrera muy, pero que muy dura. Y yo solo me animaba sabiendo que Javi iba a correr el IM. Motivo suficiente por el que no podía tirar la toalla en el Half. Y a la misma vez, sufría mucho por él y por el resto de amigos que estaban corriendo el Full. Porque su maratón sí que iba a ser un verdadero infierno.

Me motivó el hecho de no perder nunca de vista a la rival que perseguí durante casi toda la competición. Aunque no pude alcanzarla y nos separaron solo treinta segundos en meta. Otra ventaja fue que, por detrás, estaban muy lejos y cada vez más rezagadas. No vi que peligrase mi posición (siempre y cuando fuera capaz de llegar a meta). Aunque hubo momentos en los que dudé en conseguirlo porque realmente creí desmayarme del sobreesfuerzo sintiendo náuseas y muchos mareos. Aún así, conseguí rascar una posición adelantando a la que nos sacó 3’ en el agua y que rodó más de medio segmento ciclista en solitario, pero literalmente se murió en la carrera a pie. Eso, y adelantar en el tramo final a los dos chicos que me habían pasado en los primeros kms (los mismos que pasé en la T2) alejándose muy rápido, me hizo cruzar la meta con una media sonrisa.

No fue una carrera mala, ni un mal resultado. Sin embargo no me quedó buen sabor de boca. No disfruté. Sufrí mucho y no me sentí competitiva en ningún momento. La carrera se estaba disputando muy lejos de mí. Y esa sensación te hace sentir totalmente fuera de carrera. Impotente de saber que no lo puedes hacer mejor. Te quedas como si no hubiera servido de nada todo ese esfuerzo. Me quedo, eso sí, con la experiencia vivida. Hay que viajar y competir en todos sitios. Conocer tu nivel y el del resto de las rivales. Ser consciente de donde estás y hasta dónde quieres y puedes llegar. Al menos para intentarlo.

    

Después de mi carrera tocaba seguir a pie del cañón y animar a Javi, a Tomás y  Joan, que estaban corriendo el Ironman. Padecí mucho viendo a Javi correr su maratón. Si mi carrera había sido dura… imaginaros la suya. No solo sufrí de verlo. Sino que, como yo aún estaba pagando caro el sobresfuerzo, tuve que abandonarlo varias veces durante su carrera y hacer varias visitas al wc y tumbarme en la cama por culpa del mareo, de las náuseas y de los problemas de estómago que aún tenía.  < ̶ Lo siento cariño! ̶ >. Suerte que las chicas no nos dejaron solos en ningún momento y cuidaron mucho de nosotros (tanto los del Half como los del Full, dentro y fuera de carrera. <¡Muchas gracias a las tres!>

A pesar de la dureza, finalmente todos conseguimos llegar a meta y muy satisfechos de completar una de las carreras más extremas que hemos hecho. Carlos y yo en el Half y Tomás, Joan y Javi en el Full (que aún tiene mucho más mérito). < ¡Felicidades chicos! >.

Lo mejor de todo, disfrutar de una carrera y del viaje acompañados de buenos amigos. Con muchos momentos buenos para no olvidar. Como la busca de KSI MERITO que me encargó Gonzalo, que nos hizo reírnos durante un buen rato y que lo seguirá haciendo.

      

No puedo olvidarme en este viaje de nuestros amigos mejicanos. Montse y Luis. Que, sin conocernos de nada, no solo nos hicieron de chofer, sino que nos llevaron a cenar al mejor restaurante japonés al que hemos estado nunca. <¡Muchísimas gracias por vuestra hospitalidad!>

Fin de temporada. Un balance muy positivo. Tanto deportivo como personalmente.

Momento también de agradecer a mis sponsors todo el apoyo durante mi temporada.

 

¡GRACIAS A TODOS¡