ZARAUZKO TRIATLOIA

Tres de la madrugada del domingo 10 de junio. Como viene siendo costumbre, después de una carrera llena de emociones, el insomnio se apodera de mí. Podría irme de pinxos o quedarme en la cama recordando todo lo acontecido, pero no, necesito plasmarlo en el papel.

Empezaré por el principio.

Llegué a Zarautz y, una vez más, me hicieron sentir como en casa. No cabe decir que toda la gente de aquí es espectacular. Pero, además, la organización y todo el municipio, se vuelca con los triatletas. Da gusto llegar aquí y que te reciban así. Hospedados en el Txikipolit, como cada año, disfrutando desde dentro todo lo que conlleva venir a este lugar.

Reencontrarnos con la familia Rodriguez-Valiño al completo, fue el primer regalo. <<Que ganas tenía de verlos>>. Sin embargo, hubo más: conocer a un referente como es Iván Raña, y lo mejor, poder mantener varias conversaciones con él de las que no se paga con dinero. Y os aseguro que de lo que menos hablas con él, es de triatlón. <<Un placer Iván. ¡Y Gracias!>>. Los obsequios fueron muchos más: encuentros con amigos, sorpresas inesperadas, reencontrarme con muchos compañeros, ver muchas caras conocidas, conocer gente que siempre suma y recibir muchísimo cariño y ánimos de mucha gente. Y escuchar de casi todos ellos: —¡Este año sí! ( Zero presión eh! A pesar de que yo tuviera tantas o más ganas que ellos de que fuera mi año).

Presión, la justa, pero nervios… a raudales. No sé qué tiene esta carrera que me pone muy muy nerviosa. Bueno, si sé qué es lo que tiene. Son cosas como: el duro circuito de bici, que además, este año, presentaba cambios y había muchas dudas sobre él y sobre la bici (por prepararla para ese circuito), la previsión de lluvia, que iba a dificultar mucho la carrera y me daba mucha inseguridad, el sentirme, inevitablemente, protagonista junto a otros favoritos, y el querer controlar todas las emociones que sé que se viven dentro y fuera de esta carrera. Pues con todo ello fui lidiando los días previos sin conseguir controlar los nervios. Pero al menos, pudiendo controlar todo lo demás. Al menos a priori.

La mañana de la carrera no podía empezar mejor. Mientras desayunaba, recibí un mensaje de Helene Alberdi (una de mis rivales) en el que me envío, traducido, el cartel de la organización. Me dejó sin palabras y consiguió emocionarme. <<Impresionante tu gran gesto Helene. Muchísimas gracias>> Esto sí que es competición. Rivalidad sana y admiración mutua por los que disfrutamos y luchamos en este deporte, sea al nivel que sea. Además quiero felicitarla por su carrerón. Me he alegrado mucho <<Ya te dije que también seria tu día>>.

(traducción: HOY ES TU DÍA!) Por cierto, gracias a la organización por creer en mi.

 

Llegaba la hora y con ella lo hacía también la lluvia. A pesar de que se contaba con ella, deseábamos que no lo hiciera tan pronto. Nos iba a acompañar desde el principio. Sorprendentemente, los que si se marcharon fueron los nervios. Bueno, me dieron algo de tregua y la templanza justa para poder afrontar la carrera.

14.00h. Pistoletazo de salida. Carrera hasta el agua y a afrontar los casi 3kms que separan la playa de Getaria de la de Zarautz. La natación salió como lo había previsto, por suerte. Seguí los pies de Helene que, como buena anfitriona, me guío durante todo el recorrido y nos permitió llegar en solitario a la T1. Por lo que vi más tarde en el primer cruce de ciclismo, con una ventaja más limitada que otras veces, pero con unas buenas sensaciones en una larga y dura natación.

  

Ella fue más rápida en la transición. Los nervios reaparecieron al escuchar la primera ovación del día al salir en cabeza del agua. Ese ambiente no lo cambio por nada, pero reconozco que me condicionan mucho. Me hace temblar y me sube el pulso, y eso me juega malas pasadas (una detrás de otra). Primero no atino a coger la cinta que me desabrocha el neopreno, después sufro un primer resbalón en la rampa que sube de la playa a boxes (por suerte solo me hace perder un poco el equilibrio). Para seguir rematando (supongo que los nervios van en aumento y lo condiciona todo más) me tiro varios segundos para hacer el “click” en el broche del casco, todo mientras me siento observada por la gente. <<¿Cómo es posible que un gesto tan fácil pueda resultar tan costoso?>> Pero aun quedaba más, faltaba la más gorda. Corriendo, ya bici en mano, resbalé en los adoquines mojados al hacer un giro de 180 grados que debía hacer justo antes de encarar la línea de montaje. Lo hice a lo torero, pero no sé si con tanta clase. No sé si fueron las prisas o los nervios, pero aterricé con las dos rodillas en el suelo haciéndome un boquete en cada una y dándome un fuerte golpe en el empeine. Eso sí, sin soltar la bici y levantándome al instante para subirme en ella como las personas normales. ¡Qué torpe por Dios! <<Bueno, ya he cubierto el cupo por hoy, ¿no?>> —pensé.

  

Reconozco que me hice daño, pero no podía dejar que eso me trastocará ni física ni anímicamente. El dolor se fue rápido, en cuanto calenté un poco. Lo mejor fue conseguir frenar a mi cabeza para que no venirme abajo. <¡Olvídate de eso ya, es agua pasada!> —me convencí a mí misma. Después de que me diera problemas en los primeros toques de piñones, temí que se me hubiera fastidiado el cambio, pero por suerte se quedó en un susto y en tener que perder unos segundos en centrar el puente de freno, mientras pedaleaba, porque me estaba rozando la rueda.

A partir de aquí, me puse a pedalear como sé hacerlo. Me puse a disfrutar de ese sector y en un circuito duro y único como este. Cada vez fui sintiéndome más cómoda a pesar de la dificultad y la tensión que conlleva circular con mucha lluvia. Logré dominar la conducción. Logré controlar el miedo y logré seguir siendo eficaz y competitiva sin poner en peligro mi seguridad ni la de otros. Pero lo mejor fue es que logré ir aumentando la distancia con mis perseguidoras. <Buena decisión la cabra> —me dije. Lo que no conseguí, una vez más, fue controlar la emoción en cada paso por Zarautz. <¡Lográis emocionarme!>.

Completé las dos primeras vueltas con gran solvencia. Con gran ventaja sobre mis rivales y con la satisfacción de que, hasta entonces, tan solo me hubieran pasado tres chicos. Fidalgo (vaya carrerón se estaba marcando), Gustavo (otro que se estaba saliendo, para variar) y David Castro, que estaba haciendo un gran estreno. Miento, quedaba uno por adelantarme antes de empezar la tercera vuelta, Raña. Y lo hizo justo en el paso por Zarautz. ¡Uf! Aquí sí que no pude contener la emoción. Compartir la ovación con un campeón como él, es indescriptible.

Lo mejor es que no solo compartí ese momento, sino varios más, para mi sorpresa. <<Lo siento Iván, sé que ya no estabas compitiendo al 100%, pero a mí me diste la vida. Fuiste mi motivación en la parte más dura y sin duda uno de los mejores regalos de esta carrera>>. Y es que, después de que se me fuera rodando hasta Orio, le vi cerca, subiendo el muro de Aia. A pesar del miedo a esa zona, y con la dificultad añadida de la lluvia, que no permitía ponerte de pie porque patinaba la rueda, tener a Iván cerca fue un gran aliciente. Su estela me llevó hasta la cima. Me ayudó a culminar el duro y temido ascenso. Yo no cabía en mi misma. No me creía lo que estaba viviendo. Pero la competición con Iván aún no había terminado. Se me fue muy fácil en la bajada, pero como seguía eufórica, al menos conseguí no amedrentarme con la bajada más técnica y peligrosa del circuito. Ver a Gemma en la curva final del descenso del muro me dio mucha energía. Tanta que en la parte rodadora conseguí alcanzar y pasar a Iván. <¡Eh! ¡Qué poca gente en el “mundo” puede decir que ha adelantado a Raña en carrera! Jejeje>. Él, como buen competidor, me adelantó al inicio del ascenso al camping. Yo, como buena competidora, le volví a adelantar, permitiéndome el lujo de subir el emblemático alto de Txurruka delante del gran Iván Raña. Y pedalear eufórica y pletórica hasta la T2 en quinta posición de la general.

<Ojo que me faltaba correr>.—Pensé.  Pero las piernas, a pesar del desgaste, se comportaron, manteniendo un ritmo decente que me aseguró seguir en cabeza. El amplio margen que tenía sobre mis perseguidoras me permitió disfrutar de este ESPECTACULAR recorrido a pie. El circuito es bonito, pero lo que lo hace de verdad espectacular, es la gente que se vuelca en él animando. Que gusto disfrutar una vez más de todos sus gritos, de todos sus ánimos, de poder chocar el máximo número de manos posibles; sobre todo, las más pequeñas que sacan tímidamente los niños y que tanto me llenan. Porque correr aquí es una fiesta donde participa gente de todas las edades y se implican con cada uno de los triatletas. Inmejorable ambiente. Sentir como se emocionaban conmigo me transmitió mucha fuerza.

 

Pues, sin dejar de sentirme arropada ni en segundo, sin poder evitar emocionarme con muchos de vosotros, sin parar de escuchar: ¡venga que este año es tuyo! y muchos piropos por el estilo que aún me hacían sentirme más querida y más meritoria de ello, llegué hasta la alfombra que me guiaba hasta meta. Y lo hice andando tranquilamente, intentando devolver todo ese cariño que no había parado de recibir. Crucé el arco que culminaba una gran carrera y cogí la cinta que me alcanzaba hasta la gloria y que me hizo tocar el cielo por unos segundos y cumplir un sueño. Pudiendo hacerlo rodeada de la gente que más quiero (mi marido y mi familia) y que, sin duda, fueron, junto a la victoria, el mejor regalo del día.

  

Por cierto, a Iván Raña no le gané ¡eh! Él me pasó como una bala en los primeros kilómetros de la carrera a pie, como era de esperar. Y a partir de ahí, obviamente, ni rastro suyo.

Gracias a todos los que habéis formado parte de esta carrera, directa o indirectamente. A la organización, una vez más, por montar algo tan espectacular y a todo Zarautz por hacernos sentir tanto. Volveré el año que viene si no hay nada que me lo impida. Espero hacerlo junto a Javi (aunque me encanta tenerle en la barrera), que él aún no ha tenido la suerte de ser uno de los privilegiados en correr aquí. Y un consejo: A los que ni siquiera lo habéis intentado, hacerlo, no sabéis lo que os estáis perdiendo. Esto es puro triatlón.

 

Zarauzko Triatloia 2018 pasará a la historia para mí. Me llevé la ansiada Txapela. Quién la sigue la consigue. Como dije, no era una obsesión, pero si un sueño el ganar aquí. Por fin se ha hecho realidad. Felicitar al resto de competidores que habéis logrado esta hazaña y a todo el público con el mérito que tenía estar animando bajo la lluvia.

   

Sin tiempo para recuperar… cuenta atrás para la siguiente. En menos de una semana volvemos a línea de salida. Toca correr en Logroño, que ganas. Más bien anímicas, porque físicas… ahora mismo… ninguna.   Je,je,je.

Mil gracias a todos los fotógrafos por el trabajo tan bonito y, regalárnoslo. Y más con el día de lluvia que tuvimos.

Gracias: Mikel Taboada, Susana Etxebarria, Xabier Mata y Ona Onari.

 

Related Post