3.30h de la madrugada. Noche post carrera. Imposible dormir. Una vez más las emociones no me dejan. Euforia aún por las nubes y la necesidad de escribir e intentar plasmar mi última experiencia vivida en competición.

70.3 de Lanzarote: Una de las carreras más importantes de la temporada por varias circunstancias. Tanto es así, que me reservé una semana de mis vacaciones laborales exclusivamente para esta prueba. Quería prepararla bien. Quería, sobretodo, conocer el circuito ciclista. Eso, con un día me bastaba, pero como no era plan de hacerlo solo 2 o 3 días antes, decido cogerme la semana entera para poder hacerlo el lunes y el resto de semana descansar. Que lujo es esto de dedicar toda la semana a la competición; entrenar en el lugar donde compites, preparar bien la carrera y no hacer otra cosa que descansar el resto del día. A lo Pro total. ¡Gua! Nunca había dormido tantas horas en una semana. Sin duda, llegaba más descansada que nunca.

El lunes Javi y yo hicimos el recorrido. Ninguna sorpresa al comprobar que el viento iba a ser lo más duro de la prueba. Os aseguro que estás deseando que llegue el puerto, subir y dejar de luchar contra el aire en rectas infernarles donde ves que no eres capaz de aguantar ni los 30kms/h. Pero, a mí, no era eso lo que me preocupaba, no era la dureza, sino el peligro.  Las ráfagas y el viento soplando de costado te hace sentir que te puede tirar o sacarte de la carretera; sobretodo bajando, donde coges velocidades muy altas. Me di cuenta que había hecho bien en no traer perfil en la rueda delantera y también me di cuenta que había ganado en experiencia desde la primera vez que competí aquí (en noviembre del 2014 en el Oceanslava), donde sufrí mucho y pasé miedo.

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Lunes. Deberes hechos y plus de confianza. El resto de semana muy tranquila con entrenos suaves. Pudimos aprovechar las instalaciones de La Santa. Que, aunque no te hospedes allí, el triatleta tiene acceso toda la semana. Qué gozada de sitio. Impresionante.

El miércoles llega nuestro amigo y supporter Alberto y jueves nuestros padres; así da gusto competir. También Juanjo que estará en carrera como medio. –que ilusión-.

Jueves. Nado con Víctor en el circuito de natación (el único que me faltaba por conocer). Ya se respira tri y empiezas a ver compañeros y caras conocidas. Empiezan los mensajes de ánimos y las mariposas en el estómago. Las rivales van apareciendo, trayectorias de vértigo detrás de varios se esos nombres que apenas conozco. Algún rostro conocido, algún nombre que me suena… todas extranjeras menos yo –y eso que corro en casa– aunque ya sabemos que Lanzarote es muy internacional (como todo el circuito Ironman, obviamente). Yo partía con el dorsal 19, eso quería decir, la novena fémina, pero quería luchar por llegar al pódium.

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También algún curriculum manchado por positivo. Hasta con pena de tres meses de cárcel por intentar sobornar al del control. ¡Alucinante! Tolerancia 0 con el dopaje. Qué, casualidad o no, resultó ser la ganadora de la carrera.

Es cierto que también hubo alguna baja importante de última hora. Como la de Lina Thams (tercera en Zarautz) que tuvo una caída a principios de semana. Pero allí estuvo animando como la que más. –¡thanks Line!- Gran persona, espero que se recupere pronto.

Sin más preámbulos y dejando de lado las rivales. Llega el sábado, llega el momento de competir. –Por fin-. Total, yo debía hacer mi carrera como siempre. Además, los pronósticos, en estas carreras, de poco sirven.

8.00h empieza la carrera. Salida conjunta de chicos y chicas Pros que hace que me lleve algún golpe y agarrón al principio, pero decido rápido apartarme del meollo para poder nadar. Eso hace que se me escape ya en los primeros metros el grupo de cabeza, y en cuestión de 100 metros me quedo más sola que la una. Natación muy cómoda en solitario, obviamente, pero sin referencias de ritmos ni rivales. 28’23” (no lo sé hasta final de carrera, nunca llevo crono en el agua). Tiempo lento en comparación con otras carreras, pero ya sabemos que eso no sirve de mucho. Además, fue sin neopreno. Eso sí, yo enfundada en mi Sailfish Rebel.

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Sin saber cómo voy (iba 4ª), salgo junto a la austriaca (la ganadora) que ya me pasa en la transición y veo como se esfuma en los primeros kms de ciclismo. Pero hoy más que nunca era importante regular y dosificar en la bici, no podía quemarme tan rápido y menos por seguir a la favorita que, por desgracia, aún se me queda lejos de mi alcance. Esencial potenciómetro en una carrera así, bueno, todo llegará.

En los primeros kms ya se me escapa una sonrisa sabiendo que tenía por delante casi 3h (eso calculaba) muy divertidas. La risita era irónica, obviamente. Muy preparada psicológicamente para ello y por suerte, el factor físico también me respondió. Buenas sensaciones desde el principio. Aunque inevitable ya llevaba el pulso alto y las piernas acartonadas.

Me pasa Victor en Soo, nos deseamos suerte. -Lástima que no pudo acabar finalmente la carrera, que mal me sabe. Espero que se recupere para el Ironman Barcelona de este fin de semana-. Me pasa algún otro pro y yo aun intentando buscar mi sitio en los primeros kms, intentando buscar alguna referencia, visualizar alguna chica. No sabía cómo iba, además el ansia siempre me puede en los primeros kms.

Paso Famara y empieza uno de los tramos más duros de la carrera, una de esas rectas con toboganes sin fin (unos 10kms). Me sorprendo de no ir tan mal de ritmo –incrédula, lo peor vendría a la vuelta- pero mi sensación era que llevaba el aire en contra. Es lo “jodido” de esta isla. Pero iba bien porque de Famara a Teguise paso a dos chicas. No sabía cómo iba, pero intuía que en posiciones de pódium ya, -o eso quería creer-. Luego supe que iba tercera, aunque en ese momento creía que me había puesto segunda. –¡Que mal había nadado! O que bien el resto, o ambas-.

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El circuito además de ser duro, y ser una vuelta larga donde te alejas de La Santa, está abierto al tráfico y eso hace que no haya apenas público, pero mis padres y mis suegros se desplazaron en coche hasta un punto para vernos pasar. Casi en el ecuador de la carrera, cuando las fuerzas empiezan a mermar y ya te has cagado 200 veces en el aire. Emoción al verlos y depósitos de adrenalina llenos que me ayudan a seguir tirando con fuerza.

Después de colocarme tercera, poco antes del km 30, me quedo sola. De nuevo a luchar en solitario sin ninguna referencia, con lo difícil que es en una carrera así. No sabes si vas lenta o rápida, si poner un piñón más o menos, si regular o subir velocidad… –total, este aire te destroza igual a 30 que 32km/h-. Pero por fin llega el puerto. –SI es que os lo digo, en esta isla prefieres subir que rodar-.

Puerto largo pero llevadero, seguían las buenas sensaciones, buscando un buen ritmo sin vaciarme. Me cantan que voy tercera, a unos 2’ de la segunda, que pude ver algún momento a lo lejos pero que parecía que se alejaba más. Lo importante es que estaba abriendo hueco por detrás, y aunque quedaba mucha carrera aún, estaba en la posición deseada y tocaba defenderla con uñas y dientes, como siempre.

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Bici de coco total, me pasan puntualmente algún Pro rezagado y algunos grupos de edad, aunque rápido se van. Yo sigo a lo mío. Sorpresa cuando escucho mi nombre en las últimas curvas del puerto y veo a Santi y su novia –que ilusión-. Ya no dejaron de animarme hasta el final. –¡Muchas gracias pareja!-.

Toca bajar, supero con nota el descenso. Sobre todo, porque voy sin miedo y sin ningún susto, a pesar de que el viento juega conmigo a su antojo. Pero –no te emociones que nos quedan 20 duros kms– donde toca volver a Famara y ahora sí que sí, el viento iba en contra. Supervivencia, sin más. Pensar en “que poco que me queda” y no ”el aún falta”.

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Kms finales donde se me escapa una sonrisa de satisfacción, esta sí que es de felicidad. Contenta de mi sector ciclista y sobretodo orgullosa de haberlo defendido tan bien en todos los aspectos. Sabiendo que había sido un día duro en la isla, con viento fuerte (rondando los 36kms/h). Ximo que no falla nunca a esta cita corroboró que había sido uno de los días más duros. Por cierto, que ilusión verlo y competir junto a él.

Encarando ya la T2. Con el acojone en el cuerpo por los 21km, inevitable. Y más después de una bici tan exigente. Pero, desde las primeras zancadas supe que iba a salir una buena carrera, se nota. –Qué curioso, hay días que te reservas más y no vas ni para atrás y otros, que corres mejor que nunca cuando menos te lo esperas-.

Pero, ¿cómo no iba a correr bien?, si fue el público el que me hizo volar. No puedo describirlo, vaya, no sé ni cómo hacerlo. La Santa y sus alrededores era una olla de gente que se dejaba la piel animando. Kike que había venido expresamente –imposible encontrar suficientes palabras de agradecimiento, Line, todos los voluntarios, corredores con los que te cruzas y se dejan el poco aliento que les queda para animarte. Amigos, conocidos, seguidores…Mi familia, que vibró y sufrió con mi carrera a partes iguales, sobretodo mi madre. Qué bonito ver esa mirada protectora. Y mi padre, que me transmite siempre fuerza y confianza. Cruzarme con Javi en cada vuelta, ver que, aunque esté sufriendo, está bien y me grita y me anima cuando casi no puede ni sostenerse. ¡Las carreras no tendría sentido sin esto!

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Como no, nuestro supporter enviado especial Alberto, – ¡Gracias! – Gracias por empujarme en cada vuelta para seguir luchando por esa segunda posición. Sí, porque no es penséis que me bajé tercera y no se movió la cosa, sino que fue una de las carreras más surrealistas y emocionantes que he vivido.

Me bajé a 1’20 de la segunda, yo la veía desde el principio y veía que se iba quedando. Es cierto que salí fuerte y que Alberto me decía de parte de Álvaro que regulara, pero, no le hice mucho caso. – ¡lo siento, coach! – Me encontraba fuerte, sabía que podía llevar un ritmo alto y que ella se iba quedando. Además, el público me animaba y me decía que iba fundida.

Pues eso parecía, pero, ¡no! Jugó conmigo como quiso. La pasé en mitad de la primera vuelta y lejos de quedarse, se pegó detrás, justo cuando llevábamos aire en contra. Paso por vuelta juntas y me mete un cambio de ritmo al empezar la segunda que me desfonda y decido regular. Sino si que quizás estaba yendo demasiado rápido. Además, empiezo a tener problemas nuevamente con las plantillas de las zapatillas que se me ladean y hasta se me pasa por la cabeza parar y recolocarlas sabiendo que la cuarta venia lejos y que esos segundos que pierda me beneficiarían si corría cómoda. Pero mientras dudo si parar o no, veo que vuelve a aflojar el ritmo. Poco a poco la voy pillando, y justo cuando le doy caza, veo que se para, hasta le hice un gesto de ánimo, pero no, más lejos de la realidad solo quería ponerse detrás, volverse a resguardar del viento y acabar la segunda vuelta de nuevo como si fuese mi sombra. Yo no entendía nada, pero estaba disfrutando de la carrera, de estar luchando esa impensable segunda posición y de correr como lo estaba haciendo. El público también vibró con nuestro emocionante duelo y nos lo transmitían. Yo estaba eufórica, los kms iban cayendo. Parece que el dolor físico pasó a un segundo plano y esto ya era estrategia pura.

Última vuelta de infarto. No por el ritmo alto, porque más bien bajó, a consecuencia que ninguna quería tirarya de la otra. Mano a mano, corriendo codo con codo, sin saber si se estaba muriendo o reservando. Subo un poco el ritmo y me pongo delante en el giro ya de vuelta a meta (últimos 3kms). A consecuencia de ello, se enfada porque al estar delante he cogido el vaso de Coca-Cola que nos ofrecen los voluntarios y ella se queda sin. Se lo cedo. ¡Sin problemas! Hasta ella se sorprende de mi actuación, pero para mí la deportividad está por encima de todo.

En ese momento se vuelve a poner a mi altura y me dice en medio inglés (era Polaca), que tranquila, que la cuarta no nos pilla. Vaya, que regulara y que esto tenía pinta de sprint final. Muy bonito, pero no era plan de dejar ir mi carrera. Además no sabía si eso era un “yo voy justa”. Decido volver a subir ritmo, me aguanta, sigue el mano a mano. Hasta que en la subida que nos hace entrar en el recinto de La Santa, en los últimos 500 metros, me pega un cambio de ritmo fuertísimo que, aunque lo lucho a muerte, me veo incapaz de aguantar. En cuestión de segundos me coge metros que soy incapaz de recortar. Duelo finiquitado que a pesar de todo me hacen conseguir una luchada y meritoria tercera posición.

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Súper contenta con la carrera. Con todo lo vivido que es mayor recompensa que la posición final. Agradecer a todos los que me han animado, aquí o allí. A todos los que me escribís para mandarme ánimos o felicitaciones que siguen llegando. Felicitar a el Club La Santa por la inmejorable organización y a todos los que forman parte de ella como son los voluntarios y trabajadores. En especial a Isabelle y Kenneth por su encanto y cercanía.

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Mención especial a Almudena Abad que con 18 años recién cumplidos debutó en media distancia nada más y nada menos que en Lanzarote y con un carrerón. –Me hiciste emocionarme mucho con tu admiración hacia mí. Ahora soy yo la que te admira a ti-. Y a los paratriatletas que ellos sí que tienen mérito luchar en esta isla.

Agradecer a todos mis sponsors y colaboradores por su ayuda y apoyo. La temporada va llegando a su fin. Me queda solo el Challenge Paguera el 15 de octubre. Con ilusión de acabar la temporada con la regularidad que estoy teniendo.

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MAL DE ALTURA

Poco más de un mes ha sido el que me he tomado para retomar la competición después de finalizar la primera parte de la temporada.

Con ganas de volver a competir, y colgarme un dorsal de nuevo, llegaba a Andorra el pasado sábado. No era una carrera que entrara en mis planes a principios de temporada y aunque a priori decliné la invitación con un “NO” rotundo, lograron persuadirme. Si dije “NO”, fue porque sabía que íbamos a nadar en aguas muy frías y eso mi cuerpo no lo lleva nada bien. Los argumentos de que era una bici hecha para mí –debido a su dureza–, finalmente me convencieron.

No iba mal desencaminada y efectivamente el agua estaba más que fría. Tanto que incluso, el día previo a la carrera, había dudas de si se podría nadar. La norma dice que por debajo de los 14 grados se prohíbe la natación (para algo están las normas). Es cierto que a mí me beneficia nadar, soy buena nadadora, pero por encima de todo está mi integridad física.

Tremendo dilema el que te creas tu solita: «Prefiero nadar. Pero, no quiero pasar frío». «Si nado: ¿Seré después capaz de frenar y cambiar piñones o plato con las manos tan frías?».

Era una difícil elección. Pero, por más alternativas que te crees en tu cabeza…, de poco sirve. Yo misma me decía: «Cuando lleguemos al lago la mañana del triatlón haremos lo que decida la organización».

No valía la pena darle vueltas y mucho menos buscar pros y contras. Aunque es inevitable.

Llegué a la carrera con ganas. En el momento que decidí ir. No conocía el cartel de salida, pero poco a poco fueron desvelando nombres y como siempre. Estábamos casi todas. ¡Si es que ninguna nos perdemos una!, y más si está cerca de casa. Dolça, Anna e Ivet, que finalmente no compitió. Una vez más, presión y lucha asegurada por estar en cabeza. Pero, como siempre digo, los “miedos”, y circunstancias de la carrera, hacen que la clasificación pase a un segundo plano.

Tarde, y noche previa, llena de nervios y respeto por saber lo que nos deparaba la carrera. Por el miedo a esa agua tan fría, la espera a que comunicaran si se nadaba y cuánto. Aunque parezca mentira, era mucha la tensión por si no se nadaba, o no, y cómo se efectuaría la salida (todos queremos estar delante, pero sin jugarnos el tipo. Y más cuando se empieza bajando). No parábamos de comentar la jugada entre compañeros y entre mi cuñado Jordi, Javi y yo. Los tres competíamos. Nuestros familiares estaban cansados de escucharnos, y también estaban algo asustados.

Para variar…, pocas horas de sueño, pero llegó el momento. En el autocar que nos llevó hasta la salida se respiraba incertidumbre. Nervios por conocer la temperatura del agua y la decisión de la organización. Risas tímidas entre los compañeros del Rctri que estábamos allí y con el resto de amigos: David, Sergio, etc…

Los minutos pasaban mientras preparábamos todo en boxes. Lo bueno que tenía esa carrera, (habituada ya a los halfs), es que la logística es más fácil. Un gel y un bidón Recuperat-ion para la bici y nada más de qué preocuparse –aparte de pedalear–.  Las Newton y la visera las tenía preparadas en la T2 «esperemos encontrarlas sin problemas» (Me decía yo misma). Me había dejado unos calcetines en cada transición. En distancias cortas no hace ni falta, pero entre el frío y mi sensibilidad en los pies… (Soy muy delicada en eso, ¡qué le vamos hacer!) Aunque pierda uno segundos en ponérmelos…, me beneficia. La idea era calzármelos en la T1. Pero, por si el frío y los nervios no me dejaban, tenía otros preparados en la T2. Aquí cada uno usa su táctica.

En ese momento, la organización nos anunciaba por megafonía lo esperado: que el agua estaba muy fría, rozando los 13 grados, y que se iba a nadar, pero “solo” 750 metros. ¡Ya está! Venía mentalizada para eso. Yo tenía claro que intentarlo lo iba a intentar, si luego veía que en el algún momento mi cuerpo se bloqueaba y que no era capaz de seguir… pues… se habría intentado al menos.

A escasa media hora ya de la salida, me unto de crema calentadora, por si servía de algo, aunque creo que no de mucho, o mejor dicho, de nada. Al ponérmela no noté ni pizca de calor. No sé si era la crema que era mala, o esto ya es algo psicológico.

Me coloco el neopreno y, aun con margen de tiempo, me voy con Javi hacia la salida. Quería probar el agua. A diferencia de muchos, que querían evitar estar más tiempo dentro del agua que el de la prueba, yo prefería meterme y calentar un poco. Mi experiencia me dice que mi cuerpo necesita habituarse y conseguir calentar los pulmones y controlar la respiración. Aunque ¡No había Dios que se aclimatara a aquello! Horrible.

Reconozco que me costó meter la cabeza menos de lo que me pensaba y que era capaz de respirar, con mucha dificultad por eso. Lo peor fue la cara. Me dolía mucho con aquella agua tan fría; y la cabeza parecía que me iba a estallar. «¿Dónde me he metido?», O mejor dicho: «¿Dónde nos estaban metiendo?». Por supuesto, manos y pies blancos y sin sensibilidad alguna. Pero…, con eso…, ya contaba.

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Junto con Javi, Lucas, Robert y Carlitos en la rampa de salida, comentamos las mismas sensaciones al entrar en el agua ¡Iba a ser muy duro! «¡Por favor!, que empiece ya… y que se acabe también!». Con Carlitos (amigo y uno de mis compañeros habituales de entreno) habíamos hablado previamente de intentar ir juntos. Luego, una vez sonase la bocina: “si te he visto no me acuerdo”. Siempre da seguridad tener una referencia. Además, Carlitos en bici está más fuerte y sabía que no iba a poder seguirlo.

Nos mandaron que fuésemos entrando en al agua. Me despido rápido de Javi y me meto en el lago. Nado hasta la línea imaginaria de salida y me coloco con Carlitos justo delante de la primera bolla. La gente se iba hacia la izquierda «mejor para nosotros –pensé». Quería ponerme delante, pero no quería que me agobiaran. Si ya me iba a costar respirar, imagínate con golpes y agarrones.

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La gente empezaba a adelantarse de la línea de salida, como ocurre siempre, pero esta vez nadie lo impedía y empezaba la cuenta atrás. La organización era consciente de lo mal que lo estábamos pasando allí metidos. ¡Al menos iba a ser rápido! Yo no iba a ser menos… también iba avanzando, tímidamente, como todos; a pesar de que seguía la cuenta atrás.

Y por fin…, bocinazo y a darlo todo. Salí muy fuerte. Empecé bien, siguiendo la estela de Llobet que rápido se alejó. Sin golpes y sin gente. «¡Qué bien, ¿Dónde estaban todos?». Aquello me dio confianza. Aun así, en cuestión de dos o tres minutos, empecé a notar a la agonía. ¡Uf! Como os explico lo que se siente. De repente te falta el aire y no puedes respirar. Quieres que, ese poco aire que coges por la boca, llegue a tus pulmones, pero parece que nunca llega. Los nervios y el agobio aumentan y te viene un momento de pánico. Crees que te ahogas, que no puedes respirar, que necesitas pararte. Creo que eso nos pasó a todos. Por suerte, yo supe controlarlo y quedarme solo en el agobio y no ceder al pánico. Ese día, el temple que otras veces no tengo, se hizo presente.

Superé la primera bolla y empecé a encontrar gente, pero yo ni sentía los golpes, ni sabía que parte de mi cuerpo movía, ni cómo. Mi cuerpo estaba totalmente gélido, adormecido. Eran sensaciones extrañas, desagradables, pero mi cuerpo seguía y parecía que los metros iban pasando. Fue muy rápida: 12’50” de natación. Eso no es nada. Sin embargo, en esa situación, se te hace eterna ¡Agónica!

Salgo del agua como un zombie. Corriendo fuerte por la alfombra verde, creyendo que ese ritmo alto me va hacer entrar más rápido en calor. Varios resbalones que casi me hacen ir al suelo. Seguía sin sentirme los pies…, ni las manos. A duras penas me podía ir bajando el neopreno. Entro en boxes medio atontada. Suerte que la Unîca se ve bien y me guía rápido hacia mi sito.

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Parecía que lo peor ya había pasado, pero no. Consigo quitarme el neopreno. Veo que soy la primera chica en boxes y decido colocarme los xwin. ¡Buf!, no era capaz de meter el pie en el calcetín ¡Qué horror! Mientras me peleo con ellos, veo que los chicos van pasando rápidamente. Hago caso omiso y sigo con mi lucha. Voy a por el casco y veo que Anna ya entra en boxes. Llega a mi lado y me dice: «¿i Dolça?, ¿Que li ha passat?».

Era muy raro que Dolça no hubiera llegado. «¡Esperemos que este bien! – me dije». En ese momento veo que mis manos no me responden y que no era capaz de hacer el “click” en el broche del casco. Le dije a Anna: «¡no em puc cordar el casco! ». A Anna poco le importaba, jejeje, pero el pánico me hizo compartirlo en voz alta. Era importante un escape en solitario y evitar que Anna, o cualquier otra rival, pudiera intentar seguir mi rueda. Ese pensamiento me dio la fuerza justa para conseguirlo, y… por fin…, pude abrocharme el casco, coger la bici y salir de boxes. Instante en el que veo llegar a Dani y salir corriendo a Carlitos delante de mí. Aunque él no me vio, y yo no tenía fuerzas para gritarle. Además, era tontería llamarlo cuando en la primera curva del descenso lo hubiera perdido de vista.

Rampa durísima para salir de boxes. Momento muy crítico notando como no me respondían los pies y me resbalaba en cada paso. Consigo subirme a la bici, pero con mucha dificultad para meter los pies en las botas. Fue muy duro ese momento.

«¡Venga Judith que ya estas pedaleando!». Me intentaba convencer de ello porque mis piernas no enviaban mensaje alguno a mi cabeza. No sé si fue el frío que me congeló las neuronas, entre ellas las del miedo, o el afán porque Anna no me alcanzara, aun así, empecé el descenso más confiada de lo normal. En solitario hasta que me alcanzo Alex y me hizo de guía. (Muchas gracias Zanu). Es lo bonito de estas carreras: sentirte ayudada por amigos y compañeros.

Con él completamos la primera parte del circuito y me llevó rodando hasta pie de puerto. Aunque, en un par de las curvas finales me derrapó un poco la rueda trasera (y eso que tampoco bajé fuerte), conseguí superar con creces la bajada y solo nos alcanzaron dos chicos. «Ahora sí que has pasado lo peor – me dije a mi misma». Se me escapó una leve sonrisa de satisfacción. Esta es la recompensa de las carreras: superar retos, vencer miedos y luchar por intentarlo siempre.

Empezaba el puerto. Ahí dejé a Zanu y puse a mi ritmo. Ritmo alto pero llevadero. Malas sensaciones al principio debido a la frialdad muscular pero poco a poco fui recuperando sensaciones (menos en los pies que seguían congelados – que incómodo es eso).

1h02’ de ascenso donde sufrí y disfruté a partes iguales. Era duro, pero me fui viniendo arriba al ver que iba ampliando ventaja con mis perseguidoras y comprobar que solo me pasaron tres chicos en toda la subida. Uno de ellos fue Alber que, como siempre, me animó y me dio confianza diciéndome que iba sola y que podía regular. ¡Como alivia eso! Realmente disfruté mucho de este sector; motivación alta sabiendo que estaba haciendo una buena carrera.

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Últimos metros hacia la T2 y escucho a mi sobrina Laia que, gritando, escucho que dice: ¡LA TIETA!

Emoción máxima. El público que empieza a aplaudir, a animar y a murmurar: “es una chica, que pasada”. Eso era que no iba tan mal respecto a los chicos. Veo a mi hermana con mi sobrina Júlia en sus brazos, a mis suegros que, una vez más, habían venido a animarme. Y a mis cuñados que se estrenaban como público. ¡Qué guay!

T2 aparatosa porque mis pies seguían congelados y me costó quitarme las botas. Casi me voy al suelo. Consigo poner pie a tierra y entrar en boxes. Me cuesta lo mío encontrar mi dorsal en la barra y pierdo algunos segundos en calzarme las Newton. Tenía margen, pero no podía perder tiempo.

Empiezo a correr o mejor dicho: empiezo a intentar correr  ¡Guau!, pero si esto era peor todavía! ¡Uf! Aunque no iba mal de piernas, la dureza del terreno y la altura (a 2000 de altitud, y a más 300 más de desnivel en carrera) hicieron que fuera agónico. No llevaba ni un kilómetro y ya estaba hiperventilando. No conseguía controlar la respiración ni el pulso. «¿Qué me pasa?». Fue otros de los momentos críticos del día, por si hubo pocos.

Mi cabeza me decía que no podía. Aparecía el demonio pidiéndome que me parara. Diciéndome que eso era demasiado duro. Pero el angelito impuso la lógica convenciéndome de que eso estaba hecho. Tocaba sufrir y luchar, pero si todo salía bien, la carrera estaba ganada. Aunque siempre te entra el pánico al comprobar que no vas demasiado bien y que tus perseguidoras te pueden alcanzar. Tocaba convencerse de que tenía ventaja y que ellas también sufrían. Y que, aunque me recortaran, podía mantenerme en cabeza.

No se veía a nadie, ni por detrás ni por delante. Primera vuelta en solitario que, gracias a Aron e Ivet, que me guiaron en un par de ocasiones, evitaron que me perdiera y me desviara. ¡Gracias!

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Quedaba completar una vuelta más sabiendo lo dura que era pero ya con la cuenta atrás en mi cabeza. Segunda vuelta que, aunque seguía sin controlar la respiración, se me hizo un poco más amena al encontrar a mucha gente. Todos los que empezaban a correr. Gonzalo, Sensitri (que iba muerto y lo animo), Marc, Jordi Olivella etc…Todos me miran sorprendidos de lo ahogada que iba. Pero, gracias a esos ánimos, me vengo arriba, le doy un poco más de ritmo a la carrera, y voy adelantándolos. Al menos para que creyeran que, esa respiración tan exagerada, era por el sobreesfuerzo que estaba haciendo.

La emoción aumenta cuando veo a Javi delante ¡Guau! Empiezo a correr más fuerte para alcanzarlo (Siempre es agradable encontrarte a tu pareja en carrera). Y…, si le pillo… y le doblo…. mejor, Jejeje (es parte de nuestro “pique sano” que día a día nos hace luchar). Pero no pudo ser. Se me fue un poco en la bajada. Aunque, justo en el cruce que me llevaba para meta y a él para el inicio de, su segunda, y última vuelta, le grito: «Cariño…, vamos…, ¡Ánimo!».

Él, como siempre, con esa alegría permanente, hasta se paró un segundo para verme y animarme, contento de que yo iba en cabeza y que ya lo tenía hecho.

Metros finales donde respiro aliviada y muy satisfecha de completar una de las carreras más duras que he hecho. Y una de las más bonitas, también. Feliz de llegar a meta en primera posición (primer triunfo de esta temporada). Contenta de ver a mi familia y a las chicas del Rctri aplaudiéndome y felicitándome. Ilusionada de haber luchado y completado este triatlón que pude vivir con muchos amigos y compañeros (con muchos de los cuales hacía tiempo que no coincidía). Y agradecida de que Núria y Pere subieran expresamente a verme.

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La resaca aún dura, el dolor de pies continúa. Con ganas de olvidar el frío que sufrí me voy al 70.3 Filipinas. Esperemos que el calor se nos dé mejor.

Gracias a los Andorra Outdoor Games por la invitación y el trato recibido.

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Llegaba “la cita” del año. Zarautz ya marcó un antes y un después el año pasado y ha hecho que se convierta en unos de los triatlones más importantes de la temporada; en uno de esos que marcas en el calendario en rojo y que estás deseando que llegue y poder hacer una buena carrera.

Correr en el País Vasco es siempre un aliciente, y más en Zarautz, donde creo que está el mejor público –Para mí es la meca del triatlón–. Si ya es importante esta competición, por todo lo que conlleva (dureza de la prueba, nivel, repercusión, etc.), a eso, en esta ocasión, faltaba sumarle que se trataba de la XXX Edición y la fiesta pintaba que iba a ser de lo más grande. Un cartel de lujo y con el mayor premio económico dado en un triatlón nacional.

El nivel era impresionante, tanto en chicos como en chicas. Corredores de mucho renombre tanto a nivel nacional como internacional. Olímpicos y corredores de ITU. Gente a la que admiro y yo formaba parte de ese cartel. Eso me impresionaba aun más. La gran favorita a la cita: Ainhoa Murua, que además corría en casa. Con el dorsal 2, Line Thams, una danesa corredora internacional y campeona en su país en distancia sprint (a ver cómo se le iba a dar esta distancia). Después de ellas, entrabamos el resto, la “triarmada” catalana (Sara Loher, Dolça, Anna, Mercé y yo) y Ruth Brito que también venía a dar guerra.

La semana previa no fue buena. Un virus estomacal y el calor me hicieron sentirme muy floja. Si algo bueno tuvo eso, fue que el cansancio me hizo dormir más de la cuenta. Tanto que hizo que apenas estuviera nerviosa los días previos y pudiera conciliar bien el sueño. Así que, descansada si llegaba.

Cuando quise darme cuenta ya estaba ahí el gran día. ¡Si es que hasta la noche previa dormí de lujo! Que sensación más rara. Me sentía bien. Con ganas, con fuerza y con la ilusión de volver a estar en Zarautz rodeada de corredores buenísimos.

Poco antes de las 12h ya me encontraba en boxes preparando material. Allí te encuentras con todas tus rivales y los nervios ya son irrefrenables. Comentas la jugada. Te das ánimo con el resto de corredores y conocidos. Gente que tú no conoces y que te desea suerte. Aún no soy consciente que la gente empieza a conocerme. Es ilusionante.

12.30h. Toca subirse al autocar que nos lleva hasta la playa de Getaría. La sensación era como cuando te vas de convivencias en el cole y tus padres vienen a despedirte. Otros de los momentos mágicos que tiene esta carrera. Me despido de Javi con un fuerte abrazo -casi estaba tan nervioso como yo–. Sentada junto a Mercé, marchamos. Ella, al ser su estreno aquí, estaba con un poco más de respeto que yo. No es una prueba fácil, pero, viendo que este año no llovía, ya estaba tranquila.

La hora previa a la carrera es cardíaca. Todos allí en la playa esperando que quede poco para la salida y poder enfundarte el neopreno y entrar al agua. Que nervios se pasan cuando bajas del autocar y esperas, con ansia, que la hora pase rápido.

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Pues ahora sí. A escasos 2’ para la salida. Línea de llamadas. Últimos mensajes de ánimo entre nosotras (porque somos rivales, pero ante todo, somos compañeras y venimos a luchar por lo mismo. A disfrutar de una carrera única). Veo a Álvaro –mi entrenador y que también compite–. Me observa y me desea suerte; tal y como habíamos comentado: la natación iba a ser clave. Debía lucharla más que nunca.

Preparadas ante las órdenes del juez. Cuenta atrás -que se hace eterna–. Tembleque en la pierna y pulso a 200. Y por fin…, bocinazo de salida. ¡Al agua!

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Buena salida. Me escapo rápido del grupo, aunque Ainhoa, como ya esperaba, aún lo hace más veloz y veo como se me va ya en los primeros metros. Demuestra su potencial desde el principio. Sabía que iba estar incontestable. Su estela me ayuda para tener referencias. Rápido me alcanza Line –también la esperaba– que va seguida de Dolça. Ese era el tren que yo tenía que pillar; aunque era más bien el Ave. Sufro mucho por aguantar sus ritmos, pero lo consigo.

Una de las nataciones más duras que he hecho. Un fuerte ritmo que, aunque con momentos en los que creía que me quedaba, consigo aguantarlas. Era la clave. Hacer una buena natación hoy era tener posibilidades para pisar el pódium.

Fatigada. Llego a la playa y, al correr hacia la T1, noto un pinchazo en el gemelo ¡Uf! ¿Qué es eso? Me pregunto. Creo que nunca había hecho tantos pies nadando en un triatlón. Debía de ser la consecuencia de ello. Aunque Line hace una rapidísima transición, y Dolça la sigue, yo estoy ahí con ellas. Me subo a la bici teniendo a las dos a la vista. De Ainhoa ni rastro ya.

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Aquí llega uno de los momentos más críticos de la carrera. Paso a Dolça empezando a subir el Alto de Meagas y, aunque en alguna curva veo a Line, en la bajada ya dejo de verla. Solo llevaba dos curvas bajando y Dolça me adelanta. El problema no era ella. Era yo que me bloqueo ya en la primera bajada del circuito. Un momento muy duro que me hace temblar y plantearme muchas cosas. Siempre he sido miedica bajando, pero… desde la caída de Mallorca…, mucho más. «¡No puedo dejar que esto me supere!, ¡Y menos hoy!» Me digo, lucho contra mí misma y, al acabar la bajada, ruedo con más fuerza que nunca. Tanto, que paso a Dolça y consigo alcanzar a Line.

«¡Bien Judith! Esa es la actitud». Me vengo arriba y me demuestro, una vez más, que la asignatura de psicología la apruebo y con matrícula de honor. Ahí sí que empiezo a disfrutar. Viene la parte más rodadora del circuito y me siento fuerte, aunque intuyo que Line viene cerca porque escucho como un árbitro le pita para advertirle que mantenga la distancia permitida respecto a mí.

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Paso de vuelta por Zarautz que, aunque me lo espere, consiguen emocionarme de nuevo. No hay una explicación posible para ese momento ¡Pero qué grande es ese público! Para más inri, me gritan que Ainhoa está a menos de un minuto ¡Eso es muy poco! Aunque no la fuese a pillar, el saber que estaba cerca de ella era una satisfacción muy grande. Significaba que estaba volando y eso que bajo fatal. Veo a Javi como me grita. Digo veo, porque casi no lo oigo ¡Estaba afónico! «Pero cariño. Si es la primera vez que paso ¿Cómo estás ya sin voz?» Pobre, que nervios estaba pasando con mi carrera. Emocionante.

La segunda vuelta no hizo más que aumentar mi confianza y, aunque Line seguía detrás – porque volví a escuchar cómo le advertían -, al menos no me pasó ni en la bajada. Buena señal. Paso de nuevo por Zarautz y el público vuelve a ponerme los pelos de punta. Euforia. Voces que gritan mi nombre. Me dicen que Ainhoa sigue ahí delante (aunque nunca la vi ¡Je, je!). Javi está aún más afónico. Aida que me ánima. Brutal. Que sensación.

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Yo no sé si fueron todos los ánimos y la emoción, que estuve intentado contener, pero el circuito me estaba pareciendo mucho más fácil que el año anterior. Me sentía que volaba y que los km pasaban rapidísimos. Hasta que en el km 65, el Muro de Aia, me devolvió a la realidad. Esto sí que me seguía pareciendo igual de duro ¿Cómo pueden hacer carreteras con tanta pendiente? Pero… ¡Si esto no lo sube nadie! Pues, por supuesto, aunque sufriendo mucho, lo subí; y eso quería decir que la bici estaba llegando a su fin.

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Sin embargo, aún me quedaba un momento muy duro. Y no era la subida al camping (Txurruka), sino la bajada. Momento que aprovechó Line para pasarme y, no contenta con eso, también marcharse. Que rabia; después de ir delante de ella durante más de 70km, se me iba a ir al final sin poder hacer nada por seguirla. No podía bajar más rápido de lo que yo confiaba. Pero no tiré la toalla. Luché en el tramo que volvía a ser llano/ascendente y, al menos, aunque a lo lejos, volví a verla.

Ahí sí que la bici estaba llegando a su fin. Quedaba lo mejor porque, aunque sea una subida, no quieres perdértela. La subida al camping es donde la gente hace un embudo y pasas casi rozándote con ellos. Sientes que te empujan con sus ánimos y hacen que tus piernas ni noten el vertiginoso ascenso. La boca seca de la emoción. Así que aprovecho en los últimos km rodadores hasta boxes, ya en Zarautz, para beber. Pero…, aquí viene la anécdota de la carrera: Cuando me acoplo y busco con la boca la cañita compruebo que no llego a ella. «¿Pero qué está pasando? ¿Se me ha encogido el cuello, o qué?». Varios intentos sacando un poco la pajita, sacando el culo del sillín, pero… nada. Fue un momento surrealista que me dio por reír por no llorar. Suerte que la bici se acababa. (Resultó ser que, en un badén, en la bajada, del bote, se me había bajado el manillar.)

Bueno. Empieza la parte más dura del triatlón. Al menos eso era antes, porque esta fue mi mejor carrera. Cada vez corro mejor. Qué bueno es sentir que lo que antes era un suplicio ahora hasta lo disfruto y siento que soy capaz de correr más rápido y lucharlo mejor. Parecía que solo faltaba creérmelo. Que sensación tan buena el ver que eres tú la que adelantas posiciones y no al revés. Pasará de todo en las siguientes, pero he conseguido ganar confianza y motivación en mi peor sector y, con eso, la carrera a pie, la afrontas de otra manera.

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Pues eso fue lo que pasó en los 20km. Salí fuerte sabiendo que estaba en posiciones de pódium, aunque con corredoras muy fuertes por detrás. Además tenía por delante a Lian a un minuto. Así que ese era el día para dejarme la vida por intentar cazarla. Lo conseguí. Mitad de la primera vuelta y la consigo adelantar. Como pasa en estos casos: te vienes arriba. Iba segunda y distanciándome cada vez más de la tercera y del resto. La euforia vino cuando Javi, en el paso por vuelta, me grita que Dolça está a más de 4’ y Sara a 9’30”.

Euforia es poco. Tuve que contenerme durante toda la carrera porque estaba siendo muy emocionante. Que fuerte me sentía. Miraba el reloj y alucinaba viendo como la media iba bajando y los km rondaban a 4’/km. Hasta vi algún 3’20 (en bajada, sí, pero… aun así, flipante).

Los quilómetros volaban como lo estaba haciendo yo; sobre una nube gracias al público que no cesó de gritar ni un solo instante. Muchas caras y voces que no puedo olvidar. La de mi entrenador, Aida, Guru, Robert, Javi, Argiñano, corredores, Siscu, conocidos… ¡Eso hay que vivirlo!

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Llegada a meta en segunda posición. Abrazo con Ainhoa que me estaba esperando. Colofón a una carrera única e inolvidable. La mejor para mi hasta ahora, ¡Sin duda!

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Gratificante saludar y subir al pódium junto a los mejores triatletas de este país. Tener el privilegio de conocerlos y competir con ellos. Les deseo lo mejor en Río.

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No soy de comparar tiempo porque depende de muchas circunstancias: lluvia, viento, calor, corrientes, mareas… Pero, me he sorprendido a mí misma de la mejora en un año:

ZARAUZKO TRIATLOIA     2015    –    2016

Natación                       41’21          38’08

Ciclismo                      2h35’01       2h27’42     (2015 con lluvia)

Carrera                       1h26’41        1h21’20

Muy contenta con la progresión en un año. Con la certeza que queda mucho por mejorar. No solo a nivel físico, sino técnico, como lo son las bajadas en bici, que estoy segura que es cuestión de tiempo y que volveré a ganar esa confianza perdida. Y en las transiciones, que también toca mejorar.

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Contenta con los resultados llego a la mitad de la temporada. Momento para darme un respiro competitivo y disfrutar con lo que estoy viviendo.

Gracias a todos los que me seguís y me apoyáis.

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