Jueves 8 de diciembre. Aterrizo en Bahrein para competir el sábado en el 70.3 de dicho país. Campeonato del Sudeste asiático, muchos puntos en juego y buenos premios económicos. Ese fue el argumento que me dio mi entrenador, Álvaro Rance, cuando me propuso que podía participar en él. Lo que no me dijo, es que el nivel iba a ser altísimo. Aunque, ni él ni nadie se lo imaginaba. Cantidad y calidad de pros como si fuese un campeonato del mundo. Pero…, había que estar ahí. Ya no me da miedo salir de la zona de confort, como dice Javi. Y mucho menos el competir con grandes rivales. Es lo que toca. Luchar con las mejores, ver dónde estamos y enfrentarse a las mayores adversidades. Está claro que todo el mundo se mueve y, aunque yo no me dedico a esto, no iba a ser menos. Costase lo que costase.

Horas de viaje, Jet lag, cambio de clima, de cultura, poco tiempo de adaptación, muchos cambios y mucho desconocimiento. Pero con la premisa clara de disfrutar de la experiencia. De sumar un viaje más a mi diario personal y una carrera a mi trayectoria profesional (sin duda cada vez más exigente).

La situación ya era rara –o muy diferente de lo habitual–, porque nunca antes había competido en diciembre (en plena pretemporada para mí). Cuando solo hacía dos meses que había finalizado la última competición y con solo dos semanas de descanso, me estaba poniendo las pilas para preparar esta carrera que, de por sí, iba a resultar ser toda una experiencia. El poco tiempo de margen, y un accidente en bici que me dejo un par de semanas sin poder cumplir con los entrenos, y lo peor, volver a coger miedo en bici, complicaban aún más las cosas y sabía que no llegaría al 100%.

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Al llegar a Bahrein, las cosas no fueron fáciles. La logística de la prueba era complicada. El brefing era en el hotel donde se daría la salida de la prueba. Un hotel de lujo donde, obviamente, no estábamos hospedados; aunque digno de ver como todo el país y su cultura. La T2 era en la otra punta, a 50km en el Circuito Internacional de Fórmula 1 de Bahrein. Espectacular y donde tendríamos el privilegio de competir. Pero tanto ajetreo estresa y cansa. Además, el tráfico era denso y peligroso. Así que ni locos nos íbamos a poner a pedalear por esas carreteras. Dos días previos muy movidos donde la regla que me vino la noche del viernes y un malestar general que se sumaba a ello. Supongo que, por el cansancio, bajada de defensas y algo de frío que pillé al llegar, esperando que el clima fuese más cálido, lo acabaron de rematar.

No me gusta llorar, pero tengo que contar como fueron las cosas y las sensaciones previas que, sin duda, marcan la prueba. No solo a nivel físico, sino psicológicamente. A pesar de todo, seguía convenciéndome de que debía disfrutar de todo eso; de esas vivencias y de ver el despliegue de la prueba donde, el propio Príncipe de Bahrein era el protagonista principal (anfitrión y participante); seguido de los tres reyes del triatlón (los campeones del mundo: Daniela Ryf, Jan Frodeno y Javier Gómez Noya), los cuales iban a participar haciendo relevos y eso hacía mucho más emocionante tenerlos cerca y competir sabiendo que te iban a adelantar en cualquier momento. Aunque ya os adelanto que eso no llegó a pasar, jejeje. Frodeno, que era el que completaba el relevo con la carrera a pie, llegó pocos minutos detrás mío. Obviamente salieron más tarde y fueron a medio gas (si no…, de qué). Anécdotas que son las que te quedan para el recuerdo. Fueron muchas las que viví junto a Javi, Oriol y Silvia, de principio a fin. Y son las que completaban este viaje. Javi y Oriol también competían.

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Llegó el día. Madrugón, o mejor dicho…, noche corta y en vela. Nervios al ver que el desayuno no nos lo servían a las 5h (como nos habían prometido la noche anterior en el hotel). Y más nervios cuando el taxi de las 5.30h que, con Oriol y Silvia (que se hospedaban en otro hotel cercano), nos tenía que venir a buscar, no aparecía. Sin wifi y en un país extranjero, con un idioma y cultura diferente, complica mucho más las cosas. Sin embargo, aunque con algo de retraso, se solucionó y nos dirigimos hacía el hotel de la salida.

Hora previa caótica y de máxima tensión como siempre, pero todo controlado. Una de las carreras más a ciegas que he hecho. No conocía nada de los circuitos (de ninguno de los tres segmentos) y sin hablar inglés, la falta de comprensión es aún mayor. Lo único que sabía, y contábamos con ello, era con el viento, aunque mucho más del que esperaba. Viento que, a pesar de ser un día soleado, y empezar la prueba a las 6.58h de la mañana, enfriaba el ambiente.

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Chicas dentro del agua, esperando la orden del juez, y en pocos segundos arrancamos la prueba. Salgo fuerte para coger hueco. Hueco que, siendo tan alto el nivel y con esas competidoras, estaba difícil. Aun así, consigo ponerme en cabeza de un grupo que enseguida se divide en otro paralelo y que en la primera boya ya nos juntamos. Golpes, corriente y con un aire que levantaba las olas y que nos advierten, desde el principio, que hoy la natación no va ser nada fácil. Y, aunque me alegro de estar en el grupo de cabeza, y con varias rivales luchando juntas, me asusta el no poder nadar cómoda.

A mitad del recorrido acuático una de las rivales se escapa en solitario y el resto permanecemos juntas. Boya tras boya, siento, veo e intuyo que vamos todas juntas «hoy la prueba va ser interesante» –me digo por cómo se notaba el nivel–. Solo, hasta falta de una boya, vemos que una rival se escapa, pero no por delante, sino que se salta radicalmente la última boya y cruza una diagonal perfecta hasta la salida, recortando literalmente. Se esperaba que la descalificasen. Aunque, sin saber, ni poder ver quien era, sí que aprecié que salió del agua y siguió la prueba como si nada. Alucinante (más tarde, tras la reclamación de varias competidoras y del público, anunciaron que estaba descalificada, aunque desconozco de quién se trataba).

Natación completada y, por primera vez, salgo con un grupo de diez rivales para hacer la primera transición. Aunque pronto me quedé sola. Sí. Fui la más torpe y las más lenta de todas. Cogí la bici rezagada y, aunque rápidamente pillé a algunas, perdí la oportunidad de rodar en cabeza y poder intentar seguir una buena estela y; por qué no: disputar la carrera (al menos durante el segmento ciclista).

Pero el viento remató mi indignación cuando, en los primeros kilómetros, donde debíamos completar un bucle con giros y rachas de viento lateral, mi inseguridad y los bandazos que me daba la bici con la lenticular trasera y perfil 60 delante, hicieron que las rivales que tenía cerca se fueran alejando; demostrando una destreza mucho mayor que la mía. Una vez más tuve que pedirle a mí cabeza que me diera fuerzas para dominar la situación y controlar esos latidos que se disparaban por el miedo y no por el esfuerzo físico que, sin duda, no llegaba a alcanzar al tener que levantar el pie más de lo deseado.

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A pesar de todo, los kms iban cayendo y, en el km 20, la parte más técnica ya estaba hecha. Aunque el viento seguía soplando lateralmente (unos tramos a favor y otros tramos en contra). Pensar que teníamos más de 40km/h. Venían 60kms prácticamente llanos donde la única motivación era pedalear con fuerza e ir intentando dar caza a las rivales que, a excepción de dos que adelanté en pocos minutos, ni si quiera las veía a lo lejos.

Fue una bici muy dura «¡Cómo odio los circuitos llanos!». Desgastan mucho muscularmente manteniéndote todo el rato sentado, acoplado y siempre en la misma posición. Pero, psicológicamente, aun te desgastan más. La lucha contra el viento fue odiosa. Mucha la tensión por aferrarte a unos acoples que parecían ser tu salvación a cada bandazo de aire. Bandazos de aire que se multiplicaba con más fuerza cada vez que nos rebasaba un vehículo grande; temiendo que el rebufo me sacara de la carretera al sentir que me hacía perder el control.

Circuito duro y aburrido en el que tocaba luchar contra uno mismo y buscar motivaciones donde, a medida que pasaban los kilómetros, eran más difíciles de encontrar. Me fueron salvando las ganas de seguir atrapando rivales a las que iba viendo a lo lejos. El afán por cogerlas me ayudaba a mantener un ritmo alto –hasta que mis piernas me pidiesen tregua–. Pasé a dos o tres, no más. Y veía que el resto (llegué a contar siete en los tramos que nos cruzábamos) estaban muy lejos de mi alcance.

Verte lejos de cabeza, aunque era lo que esperaba en esta carrera, y cansada de luchar contra el viento castigador, hicieron que los últimos 10 kms fueran eternos. Solo me compensaba mi lucha personal contra el Garmin donde no quería que la media bajara de los 40kms/h. Había conseguido, con mucho esfuerzo, subirla hasta ellos. Incluso llegué a ver los 40.1kms/h. ¡Que pasada! Bici rápida, aunque se me hizo eterna.

Sin embargo, cuando parecía que ya lo tenía, vino lo peor. Ya me dirigía hacia el Circuito Internacional de Bahrein, para completar los últimos 5kms del recorrido ciclista, y un fuerte dolor apareció en los aductores. «¡Maldita sea, para un día que no me molesta mis partes íntimas, ni roces, ni presión… me toca esto!». No era capaz de seguir pedaleando. Me puse de pie en varias ocasiones, intentando que bajara el dolor. Unas ganas de llorar, a la que se une una enorme frustración, cuando ves el final y no consigues alcanzarlo. Al menos el de la bici; el correr ya se vería. Luché por resistir ese dolor con la preocupación de no poder conseguirlo. Complete la vuelta al circuito sin poder disfrutar de esa experiencia. Esperando que cada curva fuera la última y viendo, ya sin importarme, como la media me iba bajando llegando a los 38.8kms/h.

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Decepción por esa pérdida de tiempo, pero contenta por haber pisado suelo justo en la T2, y no antes. Tocaba calzarse las bambas y empezar un recorrido a pie de una solo vuelta, totalmente en solitario, por una carretera desierta que te llevaba hasta un parque nacional, aún más desértico, donde no vi ni a los animales (que se supone que habitan en él); a excepción de dos monos en su jaula.

Una carrera a pie donde no dejé que mi desazón frenase las ganas de correr y de convencerme que estaba haciendo una buena carrera y que aún estaba dentro del top 10. Un top 10 que vi peligrar en varias ocasiones con dos rivales que venían cerca y sin tener ninguna a la vista por delante para intentar darle caza y seguir estando en carrera.

¡Como es la cabeza! Empecé a correr los primeros 4kms rondando los 4’15-4’30 de media, sintiendo un fuerte dolor de barriga debido a la menstruación que me revolvió el estómago al empezar a correr. Creyendo que iba a llegar el día de verme con la obligación de tener que hacer una parada técnica. Y con la sensación de soledad total, en ese zoológico donde solo me acompañaba el pitido del Garmin en cada km y algún chico que me pasaba rápido (la mayoría corredores de relevos que salían frescos desde la T2). Pero de golpe, cambié el chip. Me convencí a mí misma que podía correr más rápido; como lo llevaba haciendo en las últimas carreras.

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Y lo hice. La media fue bajando. Los kms empezaban a marcarme el 4 “pelado” en cada pase. Y yo, como si hubiera resurgido de no sé de dónde, me sentí cada vez más fuerte y rápida. Un poco estúpida por no haberlo intentado antes, pero contenta de estar haciéndolo en ese momento. Con la esperanza de ver alguna rival por delante y sintiendo como las de atrás ya perdían la oportunidad de pillarme. Con la única motivación de que cada kilómetro fuera más rápido que el anterior y que la media siguiera bajando. Incluso después de perder la ilusión de que algún animal apareciera en carrera, tal y como nos habían dicho. Aunque si os digo la verdad, no sé si prefería que no ocurriese eso. ¡Me cago!

Pues, sí. Alcancé a una rival en km 13. Y aunque aún quedaba mucho, el salir del parque marcaba que nos dirigíamos a la parte final de la carrera, donde el sol picaba fuerte pero el viento seguía engañando. Lugar en el que efectuábamos el último punto de giro antes de dirigirnos al circuito de nuevo para llegar a meta y donde pude ver al resto de rivales. Logré ver la cabeza de carrera. Tres chicas luchando por las posiciones de pódium que, muy aventajadas del resto ya lo tenían conquistado. Tres rivales más, algo rezagadas, pero muy lejos de mi alcance, y una corredora en séptima posición que, para mi sorpresa, andaba muy cerca mío. Eso me dio alas en los kilómetros finales y fuerzas para intentar luchar por subir una posición en la clasificación. Aunque no lo conseguí finalmente.

Logré mantenerme luchando hasta el final de carrera y asegurarme una octava posición de la cual me sentía más que satisfecha dadas las circunstancias. Y sobre todo, orgullosa una vez más de mi lucha y perseverancia en carrera.

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Contenta de haber vivido esta experiencia. De haber participado en este triatlón con una esencia tan propia, y con un nivel tan alto, donde he visto que queda mucho por hacer si quiero estar luchando con las mejores del mundo. Pero, es que eso: se dice muy fácil cuando es mucho lo que he logrado. Y sin duda, después de esta carrera, estamos un pasito más cerca de mundial. El cual, cada vez lo veo más asequible si las cosas me siguen saliendo así.

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No solo el resultado fue bueno para mí, sino que Javi había conseguido slot para el mundial en su grupo de edad. Por lo tanto, él ya tiene el pase asegurado. Ahora me falta a mí.

Ahora, desde el avión de vuelta, la madrugada posterior a la prueba, toca hacer balance. Un balance después de esta carrera y de un año excepcional, algo que era impensable para mí. Y aunque esta carrera ya pertenezca a la temporada que recién empieza, es la última de un 2016 lleno de éxitos deportivos y personales donde me siento muy orgullosa, y muy agradecida, de todo el apoyo y cariño recibido.

Gracias a todos.

Challenge Peguera, última competición de la temporada. El año no había podido ir mejor; muy regular. Con muy buenos resultados y con grandes carreras. Eso podría generarme presión, pero, lejos de eso, llegaba a Mallorca con la sensación de haber cumplido; como si los deberes estuvieran hechos. Hasta parecía que pudiera permitirme un fallo después de lo bien que me había ido todo hasta ahora.

Es curioso, pero esas eran mis sensaciones la semana previa a la carrera. No estaba tan nerviosa como en otras. No esperaba un gran resultado y no buscaba un objetivo concreto. Además, esa no era mi liga. No me jugaba puntos (busco la clasificación para el mundial en el circuito Ironman, independiente al Challenge). Obviamente, venía a darlo todo y luchar por estar en lo más alto. Además, después de la carrera de Lanzarote, me encontraba en buen estado de forma y con buenas sensaciones.

Ese estado tenía su parte buena –fuera nervios y fuera presión–. Aunque esa sensación, casi de pasotismo los días previos, tampoco me acababa de gustar. Me encontraba bien física y anímicamente. El parón de las dos semanas de vacaciones en Filipinas –el mes de agosto– me había cargado las pilas para esa recta final de la temporada y, sin embargo, mi cabeza me daba tregua para esta carrera. Era como si me preparara de antemano por si la carrera no me fuese bien (problemas técnicos, físicos….); eso siempre ayuda a que el bajón no sea tan grande. Aunque, por otro lado, fallar en la última, a pesar de haber tenido una temporada excelente, duele mucho y te deja un mal sabor de boca para todo el invierno.

Con todas esas sensaciones llegué el jueves a Mallorca, temprano. La idea era hacer una vuelta del circuito de bici ya que era un circuito muy técnico y va bien conocérselo. Pero la lluvia no nos deja y no nos queda más remedio que hacerlo en coche. Un circuito en el que tienes que estar muy pendiente en todo momento. Hay muchos giros. Te metes por zonas rurales y por pueblos donde hay muchos badenes, baches, alcantarillas… Un recorrido no muy duro, pero exigente. Con un constante sube y baja que no te permite rodar fuerte durante un tramo largo.

Me quedé con un plus de confianza después de ver el circuito y no ir tan a ciegas, pero con mucho respeto porque no era nada fácil. Era muy técnico y ya sabemos que la técnica no es mi fuerte. Además, hacía dos años que competí aquí y no disfruté. Recuerdo haber ido con mucho miedo, muy pendiente de la carretera y sin poder coger ritmo en ningún momento. Eso aún pesaba en mí y, aunque me seguía dando respeto el circuito, esperaba sentirme más cómoda y más segura que la vez anterior y poderle sacar un poco más de jugo a ese sector ciclista que es donde debo sacar minutos si quiero luchar por la carrera.

Viernes ya. Día previo a la carrera. Parece que la lluvia nos da tregua, pero hoy es el viento el que tiene ganas de guerra. Salgo a rodar 20-30’ para probar la bici y activarme un poco. Javi alarga un poco más. Aquí cada uno usa su propia táctica y busca sus sensaciones el día previo. Aunque esas sensaciones, el día antes, nunca son buenas. Es curioso. Te sientes lento y pesado, pero es algo común, así que lo tomo como “parte del juego”. «Malo será el día que me sienta bien el día previo. Je,je». Lo importante es que la bici va bien. Como siempre, hay percances, y el jueves, al llegar y montar las bicis, se rompió el obús de una rueda, pero pudimos arreglarla esa misma tarde –bueno, nosotros no, un mecánico de bicis–. Esto siempre pasa al salir de casa para competir. Uno se acostumbra.

Lo de la rueda fue un imprevisto, pero lo de las zapatillas no. Aún no había pegado las plantillas. Quería arreglar el problema para que no se me volvieran a ladear mientras corría. Salgo a trotar 10’ después de probar la bici y la idea era comprar pegamento en el super, pero justo vi un zapatero y, por suerte, me las pegó al momento. Bueno, me pidió 10’, así que, me  fui a duchar descalza y después volví a por ellas.

Con todos los problemas técnicos arreglados, cogemos todo y nos vamos para Peguera (dormíamos en Palmanova en casa de unos primos de Javi. Gracias por la hospitalidad). Como es normal, el día previo toca: reunión técnica, prensa, dejar todo el material… Empiezo a ver rivales, aunque a excepción de las dos españolas, Sara Loehr y Anna Noguera, no conocía a nadie. Sara, al haber ganado el año pasado, era la gran favorita; y un par de extranjeras, que ni les ponía cara, ni nombre. Yo seguía en mi actitud de “0” presión y poco me importaban las rivales. Yo a lo mío como siempre.

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A las 16.30h ya lo teníamos todo listo y por fin vamos a casa a descansar. Relax total. Piernas en alto, hidratarse, comer bien y concentración para la carrera. Tarde tranquila y una noche previa que, sorprendentemente, duermo algo más de lo normal.

Ahora  sí que sí. Como siempre pasa cuando llega el momento. Una hora antes de la carrera, y ya en boxes preparándolo todo: ¡Qué fallo! La noche anterior había llovido y las botas de bici, y los calcetines, que había dejado en las bolsas de transición, estaban chorreando. ¡Uf! Aunque por suerte traía calcetines de recambio. Pero para mayor suerte, no dejé las newton. A nadie le gusta ir con los pies mojados, pero yo, con el frío que paso siempre en los pies, todavía menos. Hacía frío a esa hora de la mañana. Tanto que nos anuncian que finalmente se permite el uso del neopreno. Había bajado mucho la temperatura, y más con los días de lluvia. Para el día de hoy daban sol y calor. «Mejor» pensé. Y poco viento «¡Genial!». Con lo que habría que lidiar era con la mala mar que teníamos y en bici con una carretera mojada. Eso sí que no me gustaba nada.

Todo listo y preparada en línea de salida. Último abrazo a Javi. Concentración a tope y nervios templados «¡qué raro!».  Y Por fin… suena el bocinazo que nos da la salida. Empiezo bien. No era una entrada fácil con esas olas pero me pongo en cabeza con dos más. Suerte de eso, porque las olas no nos dejan ver las boyas, así que, entre una y otra, nos vamos guiando. Parece que nos desviamos porque los árbitros nos pitan y, por suerte, viene una canoa a darnos algo de indicaciones. «Gracias, no tengo ganas de nadar más de la cuenta con este mar». Aunque la primera se escapa, y la canoa con ella, yo me quedo con otra rival y, cuando llegamos al punto de giro, veo que además de las olas, que nos vuelven a quitar referencias hacia las boyas de vuelta, el sol matutino no me deja ver nada. Pérdida y luchando con el oleaje, como el resto, imagino, no me vengo abajo. Nado con fuerza para no perder segundos con ese despiste y veo que hasta me alejo un poco de mi perseguidora. Por fin puedo buscar referencias en la línea de costa y poco a poco voy viendo el arco de salida en la playa.  Así que nado fuerte hasta él.

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Primer sector completado «una cosa menos». Acabé algo borracha de tanta resaca marina. Aun así, hago una transición rápida dejando atrás a mi perseguidora en el agua y sin ver más rivales cerca. «Vamos Judith. A por la bici» me ánimo a mí misma. Las sensaciones al principio malísimas; pulso alto y piernas engarrotadas. Decido poner plato pequeño para no destrozarme muscularmente en los primeros kms que ya tienden a subir. Por suerte, esas malas sensaciones también las tenemos todos. En eso es en lo que hay que pensar para no venirse abajo.

Empieza la bajada y la parte técnica del circuito donde entramos ya en algún pueblo. Con poca chispa y mucha precaución le digo a mi cabeza que hoy no valen los miedos; aunque me cuesta convencerla. Mientras sigo rodando, y llegando al punto de giro, veo que la primera ya vuelve. «bueno, no está tan lejos». Eso me da confianza y aprieto. Y más cuando, una vez giro, veo que el resto de rivales no vienen lejos. Primero la tercera, que salió conmigo del agua, y luego un grupo de unas 6 triatletas donde estaban Sara y Anna. Por cierto, vaya punto de giro: 180 grados de golpe en mitad de una carretera estrecha y con muy poco margen de maniobra. Por los pelos de irme al arcén de tierra, pero lo salvo ¡rezando! Lo peor era que tenía que volver a pasar por ahí.

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Antes de encarar el desvío veo a Javi. –Je,je,je, le dije que no nos veríamos, que yo iría más rápido que él–. «¡Qué bien cariño! Seguro que vas pensando lo mismo». No es por quitarle mérito a Javi, pero pensé que yo podría estar perdiendo tiempo al ser un circuito tan técnico y mi excesiva prudencia por miedo. Pero, a pesar de eso, en el siguiente punto de giro (este por suerte más asequible) vi que la primera estaba cerca. «¡La tengo a tiro! O al menos a la vista». Me convencí a mí misma y, cuando parecía que me estaba acercando venían un par de curvas o giros y se me escapaba de nuevo. «¡qué mala soy, por Dios!». Eso me frustra mucho en carrera, pero lejos de venirme abajo pedaleo más fuerte. Hasta que en mitad de la segunda vuelta por fin la alcanzo y la adelanto. Nada fácil por eso. Tuve que levantar el pie y desistir varias veces para respetar la distancia.

Le adelanté justo antes del giro peligroso –que ejecuto algo mejor–. «¡Uf! Ahora sí. Prueba superada». Me fue bien colocarme delante en ese tramo técnico, así no se me escapaba. De vuelta, veo a cuatro perseguidoras donde está Sara; creo que más o menos a la misma distancia que antes y me lamento a mí misma de ver que no he podido ampliar ventaja. Lo corroboro cuando veo a Javi en el mismo sitio. Que bien, él estaba volando. Este circuito es bueno para él y además va motivadísimo con su lenticular.

En el siguiente punto de giro veo que sí, que he ampliado ventaja. En ese paso ni las veo antes del desvío. «Bien, así sí». Plus de motivación para el último tramo de bici que siempre se empieza a atragantar y que, entre eso, la lucha con mi rival –con un par de adelantamientos mutuos– y el circuito tan técnico que te hace estar concentrado al 100%, hace que la bici se me haya pasado rapidísimo. Bueno, es que fueron 2h35’sólo y eso es rápido.

T2 más rápida aún que la primera y me pongo a correr en solitario. ¡Guau! No quería que la emoción me embargara tan rápido, pero el griterío del público al ponerme a correr primera y el de la misma organización que lo anuncia por megafonía, hace que salga volando. Y, por si me faltaban alas, ahí sí que alucino, al ver a mis suegros allí. Habían venido desde Barcelona a vernos por sorpresa. ¡Muchas gracias! Se me hizo un nudo en la garganta. Je, je. Así no se puede correr, no es sano.

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Parecía que no solo era la emoción lo que me hacía correr tan fuerte, sino que el cuerpo me respondía y la euforia y las ganas de seguir liderando esa carrera –si era posible– hasta meta. Porque soy consciente de que tenía rivales muy fuertes detrás y estoy acostumbrada a que me rebasen corriendo, pero deseaba que llegará el día que eso no pasase, que pudiera liderar la prueba hasta el final y por qué no… Ese podía ser el día.

La verdad es que el ver desde la primera vuelta que mi más cercana perseguidora se quedaba rezagada, y que la ventaja con el resto era amplia, me daba confianza, pero eran 4 vueltas y aún quedaba mucho. Mi ritmo era alto y no quería bajarlo, pero reconozco que desde la segunda vuelta empecé a tener amagos de rampas en los cuádriceps. ¡Uf! que miedo me dio empezar a sentir aquello. Aun así, mi cabeza no quería escucharlo. Quería seguir corriendo tan rápido como lo estaba haciendo y procuré beber bien, acortar el tiempo de los geles que llevaba y añadir uno extra de los avituallamientos para el tramo final.

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La anécdota fue que cuando me lo fui a tomar en mitad de la tercera vuelta, buscando ese último plus de energía que ya tenía bajo mínimos, no sabía cómo se abría. Un formato diferente a lo común y no veía como era el sistema ni por donde abrirlo. Había oído hablar de ellos y cómo se hacía, pero no era capaz. Apunto estuve de peguntar a alguien, pero por fin lo conseguí. ¡Uf! Ese momento fue el más duro, a mitad de la penúltima vuelta, en el km 14 aproximadamente y era cuando empezaba a venirme abajo. Se me empezaban a ir los ritmos. Notaba ese sudor frío y esa flojera que te empieza a invadir. Aunque, por suerte, las rampas no aparecían y pude seguir corriendo decentemente.

Ahí es cuando te empieza a entrar el pánico, cuando crees que te van alcanzar tus rivales porque la fatiga ya hace mella –con lo que duele que te pasen el parte final después de todo lo que has luchado–. Pero haciendo uso de la razón, en el giro me puse a controlar lo que le llevaba a mis perseguidoras y calculé que a Sara Loehr, que ya se había puesto segunda, le llevaba unos 4’, pero con la italiana muy cerca, detrás de ella, con un ritmo altísimo y muy superior al mío.

Última vuelta de infarto. 5 largos kms donde ya solo luchas con el corazón. Aunque la razón quiere convencerte de que tienes ventaja suficiente para llevarte el triunfo y tu cuerpo te intenta convencer para no tirar la toalla, las piernas ya no van y la respiración tampoco.

Sufrí mucho, pero vi la luz. Pisé la alfombra roja. Escuché y disfruté los gritos del público y saboreé una llegada a meta soñada. Un triunfo inesperado pero merecido. Esta carrera fue mía, me la había ganado.

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Broche de oro a una temporada de ensueño donde solo tengo palabras de agradecimiento para todos los que me habéis apoyado. Para todos mis sponsors que me han ayudado a llegar hasta aquí. A mi trabajo, donde me han puesto todas las facilidades necesarias para que pudiera competir. A mi entrenador, Álvaro Rance, por sacar lo mejor de mí. A David y a Juanjo que han dedicado horas a ayudarme desinteresadamente. Y por supuesto, a mi familia, que nunca me falla. Y en especial a Javi, que vive y sufre su carrera y la mía. Gracias.

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3.30h de la madrugada. Noche post carrera. Imposible dormir. Una vez más las emociones no me dejan. Euforia aún por las nubes y la necesidad de escribir e intentar plasmar mi última experiencia vivida en competición.

70.3 de Lanzarote: Una de las carreras más importantes de la temporada por varias circunstancias. Tanto es así, que me reservé una semana de mis vacaciones laborales exclusivamente para esta prueba. Quería prepararla bien. Quería, sobretodo, conocer el circuito ciclista. Eso, con un día me bastaba, pero como no era plan de hacerlo solo 2 o 3 días antes, decido cogerme la semana entera para poder hacerlo el lunes y el resto de semana descansar. Que lujo es esto de dedicar toda la semana a la competición; entrenar en el lugar donde compites, preparar bien la carrera y no hacer otra cosa que descansar el resto del día. A lo Pro total. ¡Gua! Nunca había dormido tantas horas en una semana. Sin duda, llegaba más descansada que nunca.

El lunes Javi y yo hicimos el recorrido. Ninguna sorpresa al comprobar que el viento iba a ser lo más duro de la prueba. Os aseguro que estás deseando que llegue el puerto, subir y dejar de luchar contra el aire en rectas infernarles donde ves que no eres capaz de aguantar ni los 30kms/h. Pero, a mí, no era eso lo que me preocupaba, no era la dureza, sino el peligro.  Las ráfagas y el viento soplando de costado te hace sentir que te puede tirar o sacarte de la carretera; sobretodo bajando, donde coges velocidades muy altas. Me di cuenta que había hecho bien en no traer perfil en la rueda delantera y también me di cuenta que había ganado en experiencia desde la primera vez que competí aquí (en noviembre del 2014 en el Oceanslava), donde sufrí mucho y pasé miedo.

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Lunes. Deberes hechos y plus de confianza. El resto de semana muy tranquila con entrenos suaves. Pudimos aprovechar las instalaciones de La Santa. Que, aunque no te hospedes allí, el triatleta tiene acceso toda la semana. Qué gozada de sitio. Impresionante.

El miércoles llega nuestro amigo y supporter Alberto y jueves nuestros padres; así da gusto competir. También Juanjo que estará en carrera como medio. –que ilusión-.

Jueves. Nado con Víctor en el circuito de natación (el único que me faltaba por conocer). Ya se respira tri y empiezas a ver compañeros y caras conocidas. Empiezan los mensajes de ánimos y las mariposas en el estómago. Las rivales van apareciendo, trayectorias de vértigo detrás de varios se esos nombres que apenas conozco. Algún rostro conocido, algún nombre que me suena… todas extranjeras menos yo –y eso que corro en casa– aunque ya sabemos que Lanzarote es muy internacional (como todo el circuito Ironman, obviamente). Yo partía con el dorsal 19, eso quería decir, la novena fémina, pero quería luchar por llegar al pódium.

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También algún curriculum manchado por positivo. Hasta con pena de tres meses de cárcel por intentar sobornar al del control. ¡Alucinante! Tolerancia 0 con el dopaje. Qué, casualidad o no, resultó ser la ganadora de la carrera.

Es cierto que también hubo alguna baja importante de última hora. Como la de Lina Thams (tercera en Zarautz) que tuvo una caída a principios de semana. Pero allí estuvo animando como la que más. –¡thanks Line!- Gran persona, espero que se recupere pronto.

Sin más preámbulos y dejando de lado las rivales. Llega el sábado, llega el momento de competir. –Por fin-. Total, yo debía hacer mi carrera como siempre. Además, los pronósticos, en estas carreras, de poco sirven.

8.00h empieza la carrera. Salida conjunta de chicos y chicas Pros que hace que me lleve algún golpe y agarrón al principio, pero decido rápido apartarme del meollo para poder nadar. Eso hace que se me escape ya en los primeros metros el grupo de cabeza, y en cuestión de 100 metros me quedo más sola que la una. Natación muy cómoda en solitario, obviamente, pero sin referencias de ritmos ni rivales. 28’23” (no lo sé hasta final de carrera, nunca llevo crono en el agua). Tiempo lento en comparación con otras carreras, pero ya sabemos que eso no sirve de mucho. Además, fue sin neopreno. Eso sí, yo enfundada en mi Sailfish Rebel.

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Sin saber cómo voy (iba 4ª), salgo junto a la austriaca (la ganadora) que ya me pasa en la transición y veo como se esfuma en los primeros kms de ciclismo. Pero hoy más que nunca era importante regular y dosificar en la bici, no podía quemarme tan rápido y menos por seguir a la favorita que, por desgracia, aún se me queda lejos de mi alcance. Esencial potenciómetro en una carrera así, bueno, todo llegará.

En los primeros kms ya se me escapa una sonrisa sabiendo que tenía por delante casi 3h (eso calculaba) muy divertidas. La risita era irónica, obviamente. Muy preparada psicológicamente para ello y por suerte, el factor físico también me respondió. Buenas sensaciones desde el principio. Aunque inevitable ya llevaba el pulso alto y las piernas acartonadas.

Me pasa Victor en Soo, nos deseamos suerte. -Lástima que no pudo acabar finalmente la carrera, que mal me sabe. Espero que se recupere para el Ironman Barcelona de este fin de semana-. Me pasa algún otro pro y yo aun intentando buscar mi sitio en los primeros kms, intentando buscar alguna referencia, visualizar alguna chica. No sabía cómo iba, además el ansia siempre me puede en los primeros kms.

Paso Famara y empieza uno de los tramos más duros de la carrera, una de esas rectas con toboganes sin fin (unos 10kms). Me sorprendo de no ir tan mal de ritmo –incrédula, lo peor vendría a la vuelta- pero mi sensación era que llevaba el aire en contra. Es lo “jodido” de esta isla. Pero iba bien porque de Famara a Teguise paso a dos chicas. No sabía cómo iba, pero intuía que en posiciones de pódium ya, -o eso quería creer-. Luego supe que iba tercera, aunque en ese momento creía que me había puesto segunda. –¡Que mal había nadado! O que bien el resto, o ambas-.

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El circuito además de ser duro, y ser una vuelta larga donde te alejas de La Santa, está abierto al tráfico y eso hace que no haya apenas público, pero mis padres y mis suegros se desplazaron en coche hasta un punto para vernos pasar. Casi en el ecuador de la carrera, cuando las fuerzas empiezan a mermar y ya te has cagado 200 veces en el aire. Emoción al verlos y depósitos de adrenalina llenos que me ayudan a seguir tirando con fuerza.

Después de colocarme tercera, poco antes del km 30, me quedo sola. De nuevo a luchar en solitario sin ninguna referencia, con lo difícil que es en una carrera así. No sabes si vas lenta o rápida, si poner un piñón más o menos, si regular o subir velocidad… –total, este aire te destroza igual a 30 que 32km/h-. Pero por fin llega el puerto. –SI es que os lo digo, en esta isla prefieres subir que rodar-.

Puerto largo pero llevadero, seguían las buenas sensaciones, buscando un buen ritmo sin vaciarme. Me cantan que voy tercera, a unos 2’ de la segunda, que pude ver algún momento a lo lejos pero que parecía que se alejaba más. Lo importante es que estaba abriendo hueco por detrás, y aunque quedaba mucha carrera aún, estaba en la posición deseada y tocaba defenderla con uñas y dientes, como siempre.

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Bici de coco total, me pasan puntualmente algún Pro rezagado y algunos grupos de edad, aunque rápido se van. Yo sigo a lo mío. Sorpresa cuando escucho mi nombre en las últimas curvas del puerto y veo a Santi y su novia –que ilusión-. Ya no dejaron de animarme hasta el final. –¡Muchas gracias pareja!-.

Toca bajar, supero con nota el descenso. Sobre todo, porque voy sin miedo y sin ningún susto, a pesar de que el viento juega conmigo a su antojo. Pero –no te emociones que nos quedan 20 duros kms– donde toca volver a Famara y ahora sí que sí, el viento iba en contra. Supervivencia, sin más. Pensar en “que poco que me queda” y no ”el aún falta”.

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Kms finales donde se me escapa una sonrisa de satisfacción, esta sí que es de felicidad. Contenta de mi sector ciclista y sobretodo orgullosa de haberlo defendido tan bien en todos los aspectos. Sabiendo que había sido un día duro en la isla, con viento fuerte (rondando los 36kms/h). Ximo que no falla nunca a esta cita corroboró que había sido uno de los días más duros. Por cierto, que ilusión verlo y competir junto a él.

Encarando ya la T2. Con el acojone en el cuerpo por los 21km, inevitable. Y más después de una bici tan exigente. Pero, desde las primeras zancadas supe que iba a salir una buena carrera, se nota. –Qué curioso, hay días que te reservas más y no vas ni para atrás y otros, que corres mejor que nunca cuando menos te lo esperas-.

Pero, ¿cómo no iba a correr bien?, si fue el público el que me hizo volar. No puedo describirlo, vaya, no sé ni cómo hacerlo. La Santa y sus alrededores era una olla de gente que se dejaba la piel animando. Kike que había venido expresamente –imposible encontrar suficientes palabras de agradecimiento, Line, todos los voluntarios, corredores con los que te cruzas y se dejan el poco aliento que les queda para animarte. Amigos, conocidos, seguidores…Mi familia, que vibró y sufrió con mi carrera a partes iguales, sobretodo mi madre. Qué bonito ver esa mirada protectora. Y mi padre, que me transmite siempre fuerza y confianza. Cruzarme con Javi en cada vuelta, ver que, aunque esté sufriendo, está bien y me grita y me anima cuando casi no puede ni sostenerse. ¡Las carreras no tendría sentido sin esto!

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Como no, nuestro supporter enviado especial Alberto, – ¡Gracias! – Gracias por empujarme en cada vuelta para seguir luchando por esa segunda posición. Sí, porque no es penséis que me bajé tercera y no se movió la cosa, sino que fue una de las carreras más surrealistas y emocionantes que he vivido.

Me bajé a 1’20 de la segunda, yo la veía desde el principio y veía que se iba quedando. Es cierto que salí fuerte y que Alberto me decía de parte de Álvaro que regulara, pero, no le hice mucho caso. – ¡lo siento, coach! – Me encontraba fuerte, sabía que podía llevar un ritmo alto y que ella se iba quedando. Además, el público me animaba y me decía que iba fundida.

Pues eso parecía, pero, ¡no! Jugó conmigo como quiso. La pasé en mitad de la primera vuelta y lejos de quedarse, se pegó detrás, justo cuando llevábamos aire en contra. Paso por vuelta juntas y me mete un cambio de ritmo al empezar la segunda que me desfonda y decido regular. Sino si que quizás estaba yendo demasiado rápido. Además, empiezo a tener problemas nuevamente con las plantillas de las zapatillas que se me ladean y hasta se me pasa por la cabeza parar y recolocarlas sabiendo que la cuarta venia lejos y que esos segundos que pierda me beneficiarían si corría cómoda. Pero mientras dudo si parar o no, veo que vuelve a aflojar el ritmo. Poco a poco la voy pillando, y justo cuando le doy caza, veo que se para, hasta le hice un gesto de ánimo, pero no, más lejos de la realidad solo quería ponerse detrás, volverse a resguardar del viento y acabar la segunda vuelta de nuevo como si fuese mi sombra. Yo no entendía nada, pero estaba disfrutando de la carrera, de estar luchando esa impensable segunda posición y de correr como lo estaba haciendo. El público también vibró con nuestro emocionante duelo y nos lo transmitían. Yo estaba eufórica, los kms iban cayendo. Parece que el dolor físico pasó a un segundo plano y esto ya era estrategia pura.

Última vuelta de infarto. No por el ritmo alto, porque más bien bajó, a consecuencia que ninguna quería tirarya de la otra. Mano a mano, corriendo codo con codo, sin saber si se estaba muriendo o reservando. Subo un poco el ritmo y me pongo delante en el giro ya de vuelta a meta (últimos 3kms). A consecuencia de ello, se enfada porque al estar delante he cogido el vaso de Coca-Cola que nos ofrecen los voluntarios y ella se queda sin. Se lo cedo. ¡Sin problemas! Hasta ella se sorprende de mi actuación, pero para mí la deportividad está por encima de todo.

En ese momento se vuelve a poner a mi altura y me dice en medio inglés (era Polaca), que tranquila, que la cuarta no nos pilla. Vaya, que regulara y que esto tenía pinta de sprint final. Muy bonito, pero no era plan de dejar ir mi carrera. Además no sabía si eso era un “yo voy justa”. Decido volver a subir ritmo, me aguanta, sigue el mano a mano. Hasta que en la subida que nos hace entrar en el recinto de La Santa, en los últimos 500 metros, me pega un cambio de ritmo fuertísimo que, aunque lo lucho a muerte, me veo incapaz de aguantar. En cuestión de segundos me coge metros que soy incapaz de recortar. Duelo finiquitado que a pesar de todo me hacen conseguir una luchada y meritoria tercera posición.

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Súper contenta con la carrera. Con todo lo vivido que es mayor recompensa que la posición final. Agradecer a todos los que me han animado, aquí o allí. A todos los que me escribís para mandarme ánimos o felicitaciones que siguen llegando. Felicitar a el Club La Santa por la inmejorable organización y a todos los que forman parte de ella como son los voluntarios y trabajadores. En especial a Isabelle y Kenneth por su encanto y cercanía.

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Mención especial a Almudena Abad que con 18 años recién cumplidos debutó en media distancia nada más y nada menos que en Lanzarote y con un carrerón. –Me hiciste emocionarme mucho con tu admiración hacia mí. Ahora soy yo la que te admira a ti-. Y a los paratriatletas que ellos sí que tienen mérito luchar en esta isla.

Agradecer a todos mis sponsors y colaboradores por su ayuda y apoyo. La temporada va llegando a su fin. Me queda solo el Challenge Paguera el 15 de octubre. Con ilusión de acabar la temporada con la regularidad que estoy teniendo.

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EN OTRO CONTINENTE.

Martes 2 de agosto, 13h del mediodía hora local (en España seis horas menos). Aterrizo en Filipinas; Concretamente en Cebú, ciudad donde se ha de celebrar la competición del domingo 7 de agosto —IRONMAN 70.3 PHILIPPINES ASIA-PACÍFIC CHAMPIONSHIP—. Una aventura nueva y desconocida para mí donde la competición iba a ser la excusa para viajar y conocer mundo. Como lo está siendo hasta ahora (por eso competimos, je,je).

Desde que llegué, supe que esto iba a ser más que una aventura. Las altas temperaturas y la humedad resultaban insoportables; más difíciles de llevar de lo que me pensaba. Además, me encontré con el consabido y temido problema del “jet lag”; situación que hasta ese momento no conocía y que hizo que me pasara las noches en vela. Era desesperante. Y más cuando has venido a competir y lo que necesitas es descansar. Lo peor… que, entre el sueño y el calor, estaba “KO”. Me encontraba muy floja. Agotada. «Esperemos que me acostumbre a esto porque… si no…, va a ser imposible competir así ¡No me aguanto en pie!» —me decía a mí misma.

Otras de las dificultades que me encontré, fueron las infraestructuras. Cebú es una ciudad caótica. Las calles no tienen ni arcén. Allí conviven en dos carriles cientos de vehículos (motos, tuctucs, carros, taxis, coches…) que se cruzan, pitan y paran constantemente. Los peatones que andábamos por allí, íbamos por un ladito, rezando para que no nos atropellasen. «Pero… ¿Dónde me he metido?… ¡Ni loca voy en bici por aquí! »

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Viendo cómo estaban las cosas, sin atreverme a coger la bici y agotada para poder correr, decido probar suerte con la parte de natación. Pues…, por surrealista que os pueda parecer, tampoco pude. Las playas aquí son privadas. Las compran los hoteles (los de cuatro y cinco estrellas, claro. Los otros no alcanzan a esas posibilidades) y solo tienes acceso si te hospedas en alguno de ellos. No era mi caso. Yo estaba en uno más modesto y asequible económicamente, como podréis comprender (Filipinas es barato…, salvo que quieras vivir como un rey).

Después de un día de impedimentos, al día siguiente, decido ir al hotel de la organización (uno de los hoteles más “tops” de Cebú), a pesar de que se encontraba a 4 kilómetros del nuestro. Y…, para rizar el rizo (si es que cabían más cosas), Van y me dicen que si no estamos hospedados en ese hotel, no se puede entrar a nadar; que será a partir del viernes cuando los competidores tendremos acceso. Y además, que solo en horarios concretos. «¡Fantástico! Lo que nos faltaba».

Intentando que esas pegas no me afectasen, de cara a la competición, cambié el chip. Le di un giro de 180 grados y decidí que, a partir de ese momento, mis vacaciones empezaban a ser una prioridad frente a la carrera. «Ya haré un paréntesis para competir y… ¡¡¡Qué sea lo que Dios quiera!!!». Así que: mochila y hacer turismo dos días por todos aquellos lugares. «¡Hasta el viernes!» Dos días inolvidables donde vi playas y rincones de encanto. Y la experiencia única de bañarnos con tiburones ballenas. Alucinante.

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Llegó el viernes. Volvemos al hotel de la organización y nada más llegar veo un cartel gigante donde salimos los Pros. ¡Impresionante! Yo allí fotografiada junto a las, y a los, más grandes. Aquello era otro mundo ya. Nadamos,por fin, en la increíble playa donde iba a competir. Ahí, fue el momento en el que me di cuenta de que había valido la pena venir a esa competición. Solo por nadar en ese mar, con un agua cristalina, con peces de colores, con estrellas de mar y coral en el fondo… Os lo aseguro. Vale la pena. Eso sí, el agua, a 27 grados. «¡Como para cocerse!».

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14.30 horas. Brefing de Pros donde, además de cerciorarme del nivel y la cantidad de Pros que había, me doy cuenta que, sin inglés, no se puede ser Pro. No solo por no enterarme bien de las cosas (algo importantísimo para la carrera) sino porque te sientes ridícula…, fuera de lugar. Es cierto que yo allí era una desconocida para todos. Solo había que ver (en la presentación que nos hicieron) que todas tenían un gran palmarés y unos excelentes resultados internacionales. Y sin embargo, en mi ficha, solo constaba mi currículum profesional y tres resultados destacables de este año en España (Tal y como os lo cuento. Y no será por carreras que he hecho. Digo yo…).

A pesar de ello, me sentía orgullosa de estar allí y poder competir junto a las mejores en una carrera de tanto nivel y repercusión internacional y vivir esa experiencia. «Ya lucharé por sumar buenos resultados a mi palmarés» —Me dije.

Aunque reconozco que lo que peor llevo de las competiciones son las ruedas de prensa y el sentirme un poco el centro de atención; en aquel momento fue una inyección de moral para la carrera. Me dio la sensación que las fuerzas empezaban a llegarme ¡Por fin!.

Sábado. Metida ya en la carrera. Cogí la bici desde mi hotel para ir a boxes. Iba “acojonada” por los 4kms que tenía que hacer. Por suerte, llevaba a mi guardaespaldas, Javi iba detrás escoltándome con un taxi. «¡Que haría sin él!». Sobreviví, pero parecía que los hándicaps seguían ahí como sombras que no ves; y… en los últimos metros…, pinché. ¡Buaf! Lo que me faltaba, «La Ley de Murphye» —Pensé. La suerte está vez no iba conmigo. Pero con la intención de que nada de eso me desconcertara, me fui al bike point a que me lo arreglaran. Tengo que reconocer que por ser pro, me dieron prioridad. Y en una hora, en la que aproveché para darme un último baño en la playa, y ver el recorrido, la fui a recoger y la dejé en boxes. Aunque me hubiera gustado probarla, pero ya no se podía hacer más y…, lo que quedaba de tiempo…, tocaba descansar.

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Domingo. Me despierto con ganas, preparo todo y, al salir del hotel, se me cae un bidón Recuperat-ion y se me raja por el culo. «Pero…¿Qué me pasa a mí en esta carrera? ¿Tengo la negra o qué?».Quería ir a lo seguro y llevar mis bidones y mis sales controladas. Con ese clima y sin convencerme los avituallamientos en carrera, no quería arriesgarme. Intenté conseguir en boxes un bidón pero no hubo suerte. Aunque una chica de la organización (una que se dedicaba exclusivamente para atender a los Pros) me dijo que me conseguiría uno, el bidón no llegaba. Me dijo que me marchase tranquila al agua y que me lo traería y me lo cambiaría por el mío. Yo había dejado el bidón boca abajo medio metido en el portabidones, para que no perdiera líquido, y ella solo tenía que transferirlo. Por supuesto, ya os lo adelanto, el bidón nunca llegó, y en la T1 me deshice de él.

Bueno…, tocaba ir a la línea de salida y olvidarse de todo aquello. Mira que estaba siendo anecdótico y raro todo lo que me estaba pasando. Tanto, que ni fui al baño; cuando siempre suelo ir al menos tres veces. ¡Era Increible!

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6.22 horas. Bocinazo de salida y empieza la prueba. Rápidamente me coloco bien y veo que estoy nadando junto a las dos favoritas. Aunque, en cuestión de metros, empezamos a comernos filipinos. Lo siento por la expresión que he utilizado, pero fue literal. Habían salido dos minutos antes que nosotras (los filipinos élite y el resto de pros). En ese momento pierdo los pies de Vodickova y los de Steffen y me quedo con otra que rápido dejo atrás. Hago toda la segunda recta de vuelta en solitario viendo de lejos la estela de las que, intuyo, son las primeras. Recta, con mar movido, pero con unas espectaculares vistas que incluso lograron sacarme una sonrisa en el agua al ver aquel espectáculo en competición.

Una Natación muy limpia y cómoda, y con muy buenas sensaciones, en el día de mi estreno con él Sailfish Rebbel.

Llego a la T1 y veo que justo en ese momento Vodickova salía con la bici. Creí que Steffan por delante ya, pero por lo visto (Me lo dijo Javi. Yo ni me enteré) ella salió a 10”de mí. Me adelantó estando en la T1 sin enterarme. Imaginaros si hice la transición lenta que ni la vi, pero ni a lo lejos ya una vez en la bici. Lo de ellas dos era otra liga. Aunque yo estaba ahí. Habia salido del agua en posiciones de pòdium y… por lo que vi en la T1, abriendo algo de hueco por detrás.

Bici muy rápida y muy llana. Una carretera larga sin más por donde hacíamos un recorrido de ida y vuelta en la que sufrimos el viento en una única dirección y lo disfrutamos a favor en la contraria. Ahí pude sacarle provecho a la lenticular y rodar por encima de los 44 km/h en muchos tramos (cuando el viento iba favor, claro. Y sin nada de bajada). Un circuito muy aburrido de no haber sido por el público. Durante el recorrido de bici no había ni un palmo de la carretera en el que no hubiera gente (no os exagero). Pensar que eran 60km a lo largo y que en los dos extremos de la carretera había un cordón continuo de personas. Era asombroso. Si hasta costaba ver los avituallamientos.

Bici dura psicológicamente donde te obligaba a pedalear constantemente. Yo, me estaba dejando la vida. Pero tuvo su recompensa al ver que mantenía la tercera posición. Por delante el hueco era cada vez mayor, y por detrás también. Es cierto, que la cuarta se mantenía cerca y apretando, sin embargo la quinta lo hacía algo más rezagada y la sexta ni se veía. Iba contenta por encontrarme dentro del Top 5 y todavía en posiciones de pódium.

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La parte final se me hizo eterna. Cansada ya de pedalear (por suerte más psicológica que físicamente) y con mucho dolor en mis partes íntimas (de mantener la misma posición y por ser una carretera con un mal asfalto y mucho bache). Tanto era así, que en uno de ellos, del golpe, se me bajo el manillar «¡Otra vez no!»-. Suerte que ya estaba en el km 80.

10 kilómetros finales muy largos donde apenas podía acoplarme por culpa de haberme quedado el manillar tan bajo y sin poder beber más porque no llegaba a la pajita del bidón delantero. Para colmo me encontraba con algo de ganas de vomitar. Sensación que había aparecido poco antes y que… los olores de comida de los puestos en la calle a lo largo del recorrido (algo muy típico ahí), no me ayudaban nada. Eso hizo que fuese con algún minuto de pérdida en ese tramo, pero por fin llegaba a la T2.

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Transición lenta de nuevo, donde no era capaz de sacar el Garmin de la bici y pude ver como la cuarta estaba muy cerca.

Venía lo más duro. Prueba de fuego en este último sector. Empiezo a correr y ya intuía que aquello iba a ser muy, pero que muy duro. Las piernas no iban mal, el resto del cuerpo tampoco, sin embargo, “la torta” que te mete el calor de golpe es indescriptible. En ese instante veo a Javi, «¡Por fin”». Me dice que tengo a toda mi familia siguiéndome por Internet (debían de ser las 3.30 de la madrugada en España). Solo por eso tenía que luchar hasta el final, y gracias a eso también saqué las fuerzas de donde no sabía que las tenía. El pensar que tenía a toda mi familia trasnochando, pendientes de mí, me ayudó a correr e intentar evadirme durante algunos momentos de ese sufrimiento que empezaba a pesar como una losa. En esos momentos hay que buscar una motivación por lo que luchamos…, por lo que sufrimos…, si no, lo que hacemos no tiene ningún sentido.

Los kms parecían que no pasaban y solo por el km 3, empiezo a notar algo raro en los pies, en las zapatillas. Creía que se me estaban deshaciendo (qué ilusa). Era como si corriera por el suelo, descalza. Resultó ser que las plantillas se me habían ladeado; imagino que fue por todo el agua que me había echado por encima ya para tratar de refrescarme. Eso sí. Hay que reconocerlo. La organización excelente y no había un kilómetro en el que no recibiéramos bebida, esponjas y cubetas de agua fría para echarte por encima. Un baño constante, literalmente. Muy incómodo correr así, pero totalmente necesario. No te habías echado agua por encima que ya estabas deseando llegar al siguiente puesto de hidratación, para volver a repetirlo. Lo único malo que te podía pasar era que, justo el corredor de delante de ti, cogiera los dos cubos que daban, y que encima los lanzará y te quedases sin. Porque yo…, parar…, no quería ni en los avituallamientos. Sabía que si lo hacía no arrancaría de nuevo.

Supervivencia total fueron los 21kms. Una vez me pasó la tercera, en el km 6, sin poder hacer nada para seguirla, me dediqué a luchar…, luchar… y luchar… por seguir corriendo; por sobrevivir en aquel infierno donde estaba metida. Por continuar estando en carrera y por no venirme abajo. El único aliciente: volver a ver a Javi en el paso por vuelta, en el km 10, y el público que, igual que en bici, habían llenado el sector a pie y con tramos donde ofrecían música y animación.

Los kms no pasaban, ni los metros. Miraba el Garmin por si se le había olvidado pitar y avisarme del paso por el km pero no, solo que aún no lo había completado. Y así uno tras otro. Para colmo, me pitaba y el cartel del km en carrera llegaba casi 300 metros después (y ese era el bueno, el que realmente valía) ¡Con lo que duele eso! Mi ritmo era muy lento y cuando creía que iba bien miraba el reloj emocionada, como si estuviera corriendo por debajo de 4 m/km. Pero no, como mucho conseguía correr por debajo de 5’. Aquello fue horrible. Aun así, aun estaba en el top 5; mi objetivo. La sexta venía muy lejos pero a la quinta no la conseguía ver. Yo ya iba ciega y esperaba que, el no verla, fuese porque venía lejos.

Pues pos suerte así fue, lo conseguí. Defendí mi cuarta posición durante casi toda la carrera y estaba acabando una de las carreras más duras que he tenido. Ansiada meta la que por momentos creía que no iba a poder cruzar. Emoción al hacerlo, con el pensamiento puesto a toda mi familia que estaban esperando ese momento para poderse ir a la cama, pobres, y que la noche en vela hubiera valido la pena.

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Emoción en la llegada y más, cuando varios árbitros y organizadores me felicitan por mi carrera y alucinando de que hubiera estado hay delante siendo una auténtica desconocida. Ahora ya me conocen. Igual que mis rivales, que también me felicitaron.

Abrazo ansiado a Javi con el que puedo descargar esa euforia y ese sufrimiento de 4h31’12”. A él le tengo que agradecer el estar aquí, el salir de nuestra zona de confort, como él dice y vivir experiencias nuevas en las cuales a veces también se sufre. Pero todo esto es lo que nos hace crecer y sobretodo, “vivir”, que por algo estamos aquí.

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Agradecer a la organización por el trato recibido (aunque a ver si para la próxima me ponen en el hotel de la organización como al resto de pros, jeje). A todos los que habéis estado siguiendo y esta vez con más motivo que nunca dada la diferencia horaria.

Y con la satisfacción de saber que, por esta cuarta plaza en una competición tan importante, me llevo 920 puntos KPR. Puntos que empiezo a sumar con la intención de clasificarme para el mundial para el próximo año. Lucharé por ello y toca seguir haciéndolo en 70.3 de Lanzarote. Próxima parada.

Ahora toca desconectar y disfrutar de dos semanas de vacaciones en este paraíso.

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¡Primer triatlón de la temporada!

Por más años que lleves en esto, los nervios no cesan. Estaba como el primer día de colegio; nerviosa, con ganas, pero con esa mezcla de incertidumbre sin saber lo que te espera.

Además de que no conocía la prueba, aunque ya me habían advertido de su dureza en el tramo a pie, venía sin saber cómo me iba a encontrar. Con mucha seguridad en mi misma ya que me encontraba fuerte y todo el ciclo de entrenamiento había sido bueno, pero con esa falta de chispa que se pierde cuando llevas tantos meses sin competir.

El nivelazo que había no ayudaba a tranquilizarse. Y más cuando ya empiezas a salir con dorsales bajos y ser una de las candidatas a luchar por llevarte la carrera. ¡La presión ya pesa! Pero yo tenía que hacer mi carrera, como siempre. Sara Loehr era la favorita, yo tenía que ir a defender mi dorsal número 2, difícil con el palmarés del resto de competidoras.

A pesar de todo, la logística la controlé bien. Estaba todo listo y ya en la arena esperando ansiosa empezar la carrera. Aunque con 20 minutos de retraso, pero por fin sonó la bocina. Ya en el agua, luchando por coger un hueco y poder controlar el ritmo y la respiración. No hice mala salida, me encontré cómoda y rápidamente busqué un grupo que me ayudó a marcar un buen ritmo. Salíamos con los chicos elite y realmente no sabía cómo estaba situada respecto de las chicas. Me paso Dolça al paso de la primera bolla, pero no pude seguirla. Aun así, llegué a la T1 segunda, viendo a Dolça justo por delante y con la ventaja suficiente para coger la bici sin que ninguna más me diera caza.

La bici, a pesar de empezar con una rampa muy fuerte al salir de boxes, era muy llana, muy rodadora, y eso no me beneficiaba. Si quería luchar por estar delante, tenía que hacer una bici fuerte e intentar marcar ahí la diferencia, la táctica de siempre.

Así lo hice. Me escapé desde el principio pasando a Dolça en la primera subida y me concentré durante todo el sector ciclista para no dejar escapar ni un segundo, eran claves! Aunque la bici era muy rápida, se hace muy larga cuando ruedas completamente sola, sin apenas referencias respecto a otros corredores en todo el recorrido. Luchando contra el viento y contra el crono por no dejar escapar tiempo. Las sensaciones eran buenas y más cuando veía que iba ampliando distancia por detrás.

Si soy realista, no esperaba sacar tanta diferencia en un circuito rodador, me sorprendí de hacer esa bici tan fuerte y llegar bastante entera a la T2. Aunque alucinada de llevar 4’ de ventaja respecto a Sara, sabía que no era ventaja suficiente para ser perseguida por un “guepardo” como ella! Aun así, había que luchar por ello y defender hasta el máximo ese primer puesto.

Corrí bien, hasta que llegué al infierno de las escaleras y supe que la carrera iba a ser muy dura. Por más que te lo imagines (y eso que yo he hecho carreras de subir escalera), no cuentas como “mata” a nivel muscular y como el pulso se dispara y aparece la agonía. Son esos momentos que piensas: “¡madre mía, ¿quién ha inventado este circuito?! ¡No era necesario!” y te planteas porque te gusta tanto sufrir y competir.

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Pues allí seguía, corriendo, empezando la segunda vuelta con la certeza que Sara me iba a dar caza en cualquier momento, en la primera vuelta ya me había recortado 2’30”. Me dediqué a seguir mi ritmo hasta que me cazó antes del segundo tramo de escaleras. Después de animarnos mutuamente, me conciencie de que había que mantener la entereza y defender la segunda plaza.

Así lo hice. Disfruté de los últimos kms de carrera sabiendo que había luchado y que lo había dado todo una vez más. Era una buena carrera y un buen inicio de la temporada. Quizá algunos esperaban más de mí, y se lo agradezco, pero yo sabía que Sara estaba muy por encima y hay que felicitarle por ello. Igual que al resto de corredoras.

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Lo mejor, llegar a meta sabiendo que Javi, Richard y María habían estado acompañándome y sufriendo conmigo durante toda la carrera. Supporters de lujo! Que para mí dice mucho. Su compañía durante todo el fin de semana hizo que un mero viaje de competición se convierta una vez más en un viaje inolvidable, lleno de anécdotas, risas, buenos y “malos” momentos (es que la carrera fue tan dura que me paso factura a nivel estomacal y la vuelta fue dura).

La anécdota de la carrera: cuando un juez se me acerca en moto sobre el km 70 de bici y me dice con ironía: “¿estas segura que vas bien? ¿No te habrás equivocado de recorrido?” como imagináis, muy desconcertante. Suerte que en la rotonda siguiente venia el giro que me desviaba a la parte final y me cercioré de que iba bien. Aunque seguía desconcertada. Por supuesto, al final de carrera le pedí explicaciones (porque él en ningún momento se vino a disculpar) y aun sabiendo de su error (no sabía que iba primera yo en bici) me dijo: “¡bueno yo te digo, pero tu sigue, no me hagas caso!” ¡Y eso que es un árbitro de la FETRI!

Agradeceros a todos los que me estuvisteis siguiendo en directo, para mí fue muy emocionante recibir decenas de mensajes y fotos mientras me seguíais. A todos por los ánimos y felicitaciones. Por creer en mí.

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A mi entrenador Alvaro Rance por seguir ayudándome día a día.

A todos mis patrocinadores, a los que ya me ayudabais la temporada pasada (Laica  y Portubienestar.com, xwin, Alimmenta y Sailfish) y los nuevos (Recuperat-ion, Newton, Big Mat Garro Sant Boi, Unîca Bikes, Speedsix, Catlike, Odeclas y Viator) y a los que me cuidan (Centreafit y Cyclistlab) y por su puesto a mi club Where Is the Limit? Sin vosotros no sería posible. He podido estrenar bici, ruedas, neopreno, casco, tritraje, zapatillas…gracias a vosotros! Y el estreno ha sido increíble. Gracias a Viator por acogerme y enseñarme que detrás de una gran marca ahí una gran familia que he tenido el placer de conocer.

A por la siguiente!

LA CARRERA PERFECTA

El titular ya lo dice todo. Si no recuerdo mal, primera carrera a la que llego con el cartel de favorita dada la victoria del año anterior. Eso, ya impone mucho.

La verdad es que llegué a esta carrera más en forma que nunca y eso da una confianza enorme. Conocía la prueba, conocía muy bien los circuitos (sobretodo el de bici donde venía dispuesta a marcar la diferencia) y sabía que había mejorado mucho en los tres sectores. Las cosas me estaban saliendo muy bien hasta ahora; en cada carrera estaba progresando en todos los niveles.

Con esto, y mirando que el año pasado participé con una fisura de costilla que me hizo menguar las fuerzas y que no iba  con cabra, sabía que podía mejorar la carrera del año anterior. Por mi parte la confianza era total, pero claro, no era la única que se presentaba a la gran cita con ganas de ganar. Mercé Tusell volvía a la carrera y el año pasado se quedó de mí a tan solo 18” después de irme recortando minutos en la carrera a pie (su fuerte). También venía Sara Loher que, hasta día de hoy, no sabía lo que era quedar por delante suyo, en Zarautz me dio un repaso corriendo. Cierto que Sara anunciaba que venía débil y no estaba al 100%. Otras de las favoritas era María Ortega, una grande que compite a nivel internacional y sabía que nadando me iba a sacar una minutada, aunque éste era su debut en media distancia.

Llegué el sábado a Berga y, desde que empecé a cruzarme con triatletas y compañeros, fueron muchos los que me decían: ¿Qué?, a volver a ganar, ¿no?

 “¡Uf! Qué presión. Eso no te lo pone nada fácil!”. Se agradece mucho, y desde aquí aprovecho para dar las gracias a todos los que me animáis, me seguís y depositáis tanta confianza en mí, un honor. Pero es mucho acojone también (jejeje). Para colmo, en esta carrera había una “porra” para recaudar por una bonita causa, donde se apostaba por los ganadores (tanto masculino como femenino) y, si acertabas, entrabas en el sorteo de un Ipad. Así que eran muchos los que me decían que habían apostado por mí. ¡Guau! No estoy acostumbrada a esto. Bueno, yo como siempre: a hacer mi carrera. Sin más.

Llega el domingo. Me levanto nerviosa (como siempre), pero con ganas, con fuerza. Tenía hambre de carrera y, aunque tenía más presión que nunca, no me daba miedo nada ni nadie.

Primero a la T2 a dejar bambas y visualizar por última vez el recorrido de ese tramo (para tenerlo controlado, luego en carrera vas ciega). Llega María Ortega y nos saludamos. Comentamos el procedimiento de coger y dejar las cosas en boxes. Cogemos autocar y directa para el lago. Preparo todo y para el agua. No iba muy sobrada de tiempo, lo justo para dejarlo todo a punto y tener algunos minutos para calentar en el agua. 

En la T1 echo un último vistazo a mi bici y material y veo a Sara y a Mercé preparando sus cosas. Las saludo y les deseo suerte. Rápido al agua (quería calentar y probar el neopreno que iba de estreno <gracias Pepe (Sailfish), me fue genial>. 

Le doy un beso a Javi, le deseo suerte y le pido que lleve cuidado. Me meto en el agua y a lo mío. Caliento un poco, “buenas sensaciones”. El agua menos fría de lo que me esperaba. Queda poco para la salida. Los 700 triatletas se van metiendo en el agua. Miro para atrás ¡Qué miedo! Situada en primera línea de salida, con el hándicap de que puedan devorarte, pero con la esperanza de hacer una salida fuerte y poder encontrar rápido mi hueco. En esos minutos previos, cuando el corazón se te sale por la boca, me encuentro gente en el agua que me dice: “Tú eres la Corachán, ¿no? Pues venga, a ganar”. Una triatleta oigo que dice: “Si la Corachán está aquí, estamos bien colocados. Son buenos pies a seguir!”. ¡Guau! Eso fue un lujo! En broma les contesté: “Pues si me siguen todos… encantada. Eso quiere decir que irán detrás” jeje. Otro me recuerda que ha apostado por mí en la porra. “No, por favor, más nervios no.  Ya tengo bastante”. Me emocionó el escuchar esas cosas. Fue increíble.

Ese ambiente hace que esos minutos previos pasen volando. Cuando me di cuenta estábamos en la cuenta atrás: 3,2,1… Go! Salgo al sprint y en pocos metros encuentro hueco. Una salida muy limpia que me da un plus más de confianza y me permite rápidamente coger un  ritmo fuerte. Más que otras veces. Valió la pena, la natación fue rápida y cuando me quise dar cuenta estaba ya tocando suelo. Me esperaba una rampa y una larga transición. Por primera vez (lo tenía meditado) me quito el neopreno nada más subir la rampa. Lo llevaba en la cintura y arriba me paré en seco (perdón Juan Carlos Pulido provoqué que me atropellaras), me lo quito allí mismo (para sorpresa de todos) y corro libre de lastre por esa larga transición. La jugada salió bien porque hice la T1 más rápida (en comparación con mis rivales) y eso que me puse calcetines y todo. No estaba dispuesta a perder ni un segundo.

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Cojo bici, veo que María ya ha salido pero no debía andar lejos. Mientras salgo veo que ninguna otra rival viene cerca. Qué bien.

Con la euforia ya del público puedo escuchar voces conocidas, sobretodo mi cuñado que me canta quién tengo delante y a cuánto. Hago una buena subida en bici y rápidamente me adapto al ritmo y al circuito. A pocos kms veo a Richard Calle y María, su pareja. Primer subidón. Me animan y me vuelven a indicar que María va delante, por poco tiempo; la pille en los primeros 10km. Ya estaba líder. Quedaba mucho, pero iba a luchar más que nunca por mantenerme en ese primer puesto.

La bici salió perfecta. Me encontraba muy bien, muy cómoda y me conocía el circuito. Hacia un día perfecto, ni gota de viento y sentía que cada vez estaba rodando más fuerte y con más ganas. Era la primera vez que me sentía tan a gusto con la cabra. Estaba disfrutando. En el puerto duro ya pase a algún chico, que incluso me decía que regulase (se lo agradezco), pero no era día para regular. Fui pasando kilómetros y me sorprendía que apenas me alcanzaran chicos. Recordaba que el año anterior (en ese mismo sector) me pasaron un montón, uno tras otro. Hasta que, acabando el puerto de la primera vuelta, me pasó Matos. Nos animamos mutuamente. Me alegré de que él fuese tan bien y él de que yo fuese delante. “Vamos company” me dijo.

Lo fui perdiendo de vista, sobre todo cuando empezó la bajada, pero a pesar de no bajar como él (cosa lógica), yo bajaba mejor que nunca. Que sensación tan buena. Yo que soy pésima bajando me notaba rápida y ágil en cada curva. Me fui creciendo, tanto que al llegar al punto de giro, donde estaba todo el público, amigos y muchos familiares (escuche a mis padres, aunque no los vi). Sentía que iba como una bala y que enlacé el giro de casi 180º con una agilidad brutal. “¿Lo has visto Richard?” Es que pude ver que María y Richard se impresionaron. Ellos me conocen y saben lo torpe que soy. Justo hace dos semanas Richard estaba consolándome después de hacer el ridículo por una caída tonta en subida porque me patinó la rueda en tierra, y yo le decía: “Richard es que soy muy torpe” Sin embargo, hay estaba yo… bajando como nunca.

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¡Guaaau! No os puedo describir la emoción que sentí. Se me hizo un nudo en la garganta. Se me humedecían los ojos. “Judith, respira, controla, estas compitiendo” me dije.  Estaba eufórica, me sentía fuerte. Dios, como estaba disfrutando. Tenía más ganas de pedalear que nunca, que no se acabara.  Se me estaba pasando volando. Miraba el Garmin e intentaba ir rascándole puntos a la media (en la subida para que no bajaran y en la bajada para que subieran, oscilando siempre entre 33 y 35 km/h). Era brutal.

Seguía pedaleando sola. Seguían casi sin alcanzarme  chicos, incluso llegué a coger a algunos. Me pasó Albert Jiménez en el principio del puerto de Casserres y me dijo: “vas genial. Regula. Vas sobrada, les llevas mucho” (Gracias Albert). Y ya al final de la subida vi a Xavi Torrades, que raro. Le pregunte si estaba bien y me dijo que simplemente no iba. Pobre. Que malos son esos días. La cruz de la moneda, A mí, sin embargo, me había salido “cara”. Nos animamos y seguí, ya tenía el ascenso conquistado. Tocaba bajar y volver a disfrutar y sentir como mis piernas seguían frescas. Nunca había tenido esa sensación después de llevar 80km de bici.

Lo tenía. La bici se acaba y tocaba mentalizarse para la carrera (lo más duro para mí). En la rotonda de entrada al pueblo veo a mi amigo Oscar con toda su familia. Que ilusión que estuviese ahí. “¡Gracias, gracias “Compy” por todo!”. Me emocioné y esa emoción crece cuando a pocos metros veo a Richard de nuevo y me canta: “en la primera vuelta ya les llevabas 7’ así que tranquila”. ¿Qué? ¡Guau! ¿Cómo era posible? Eso era mucho tiempo. Pues sí, eso confirmaba las buenas sensaciones que había tenido en bici y viendo como había salido la segunda vuelta, seguro que algún minuto más tenía. “Suficiente Judith, esto tiene que ser tuyo” Me dije.

La llegada a la T2 fue uno de los momentos más emocionantes del día. Cómo gritaban y me animaban al verme llegar como la primera chica. Mil gracias a todos. No tengo palabras para poder explicar lo que se siente y lo que eso te empuja. Así que, rodeada de público, de gritos y de ánimos, completé los primeros kms de carrera viendo como ninguna rival llegaba a la T2. Vi a muchos amigos y compañeros, a mis padres, a mi hermana, a mi sobrina y a Carlitos emocionado con mi carrera (gracias). Y guau. Ahí estaba Álvaro, mi entrenador. Uf, aún me emociono ahora al recordarlo. Es que me dio mucha seguridad verlo ahí diciéndome que regulara que iba sola. El sentir que estaba allí viendo como el trabajo bien hecho da sus frutos. Para mí fue muy gratificante. Gracias coach.

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Que sensación de libertad el no sentir que te persiguen y que puedes hacer tu carrera. Es un circuito duro, alguna subidita que mata pero, dada la ventaja, se me pasó rápido. Pude ver como Mercé me recortaba en cada vuelta pero sabías que era insuficiente para alcanzarme y eso me relajaba. Vi también como Sara abandonó (lo siento Sara, sé que a nadie nos gusta. Ahora a recuperarse). Disfruté en cada vuelta de los ánimos de todo el público y también de muchos triatletas que en carrera (hasta sufriendo) me animaban y me felicitaban por lo que estaba consiguiendo. Gracias a todos. Este deporte tiene eso, son todos geniales.

Tramo final de la carrera, la emoción va en aumento pero… un sabor amargo cuando veo a Javi parado y animándome. Se había retirado, me dolió, pero me quedé tranquila (aunque triste por él) al ver que estaba bien. “Judith, lo tienes, el triunfo es tuyo, disfruta de esto que hoy te has salido”, me dijo.

Así fue.

Camino final a meta. Empieza la alfombra roja que te dirige hasta el arco. La euforia es máxima y más cuando veo a mi sobrina esperando para recorrer esos metros conmigo. “Mi niña” que bonito fue ese momento hasta coger la cinta. Indescriptible. No puedo evitar seguir emocionándome recordando la carrera del domingo. Además mi primer puesto de esta temporada.

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“¡Marcote!” me dijisteis muchos. Pues sí, es cierto. Pero no nos volvamos locos que el circuito de carrera en 18km. Pero sí, la mejor en un año, notable:

  SWIM BIKE RUN  
SAILFISH BERGA 2014 26’47 2h39’43 1H37’23 4h43’53
SAILFISH BERGA 2015 25’21 2h32’08

(84km)

1H17’43

(17km)

4h15’12

 Gracias a todos los que me animasteis (antes, durante y después de la carrera), que os molestáis en escribirme y que nunca me falláis. A toda mi familia que vino a verme y que son un pilar básico para mí. A todos los amigos y compañeros. A los sponsors, sin duda, que hacen esto posible. En especial a mi nutricionista Jéssica de Alimmenta que ha conseguido que me sienta más ágil y fuerte que nunca!  

Por cierto, el día acabo redondo porque…sorprendentemente el sorteo del Ipad por la porra lo gano Javi, mi pareja! Jejeje!

 

 

Una visita a la distancia olímpica.

Mi club me ofrece un dorsal para correr la Garmin de Barcelona y yo, a pesar de no ser mi distancia, venir de correr 4 medios en 2 meses y solo una semana después de Zarautz, le digo que cuenten conmigo.

Un poco locura, pero perder no pierdo nada. Sí que es cierto que llegaba cansada y, aunque suene mal, desganada. No era una carrera que hubiese preparado. No era objetivo y, aunque quería hacerlo bien y darlo todo, como siempre, no tenía ni los nervios típicos ni la motivación de una competición importante. El hecho de que fuese una distancia más corta de lo que estoy acostumbrada también tenía mucho que ver, en ella no se requería ni tanta logística, ni tanto control de la «suplementación» ni del circuito. En esta estaba ausente el miedo y el respeto que existe en una carrera larga y todo lo que ese tipo de carreras conlleva. Esto era todo mucho más rápido.

Lo bueno de esta carrera es que me parecía un trámite, lo malo era que en ella había drafting y eso hace que la carrera cambie totalmente. Sabía que un circuito a rueda, llano y rápido no me permitiría marcar la diferencia en bici y viendo que mis cuatro rivales me iban a sacar una minutada en el agua, poco tenía que hacer.

La cosa no empezó bien. Después de escuchar en boca de la organización que los «Pros» saldríamos 2 minutos antes, o al menos unos metros posicionados por delante, comprobamos que no fue así. 500 personas a la vez y “¡sálvese quien pueda!”. Yo ya no estoy acostumbrada a esto (con todo el respeto) y eso me penalizó. Perdí las posibilidades de entrar en carrera en el primer sector. Me lleve más golpes y agarrones de la cuenta, me comió la multitud en los primeros metros del agua, me agobie más de la cuenta planteándome incluso el abandonar, pero continúe nadando hasta la playa; aunque con un mosqueo tremendo.

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Con malas sensaciones, y sin encontrar ritmo ni hueco en ningún momento, complete el 1’5 km hasta la T1. Una transición larga que, a pesar de nadar acompañada en todo momento, hizo que perdiera cualquier compañía al subirme a la bici. Tenía a cuatro cerca, me parecía imposible pero me dejé la vida en los 8 primeros kilómetros para intentar pillarlos; de nada me sirvió, sólo conseguí desgastarme. Ahí ya fue cuando me engulló el grupo que venía por detrás, entré en relevos e hice lo posible por acortar distancias con el grupo de cabeza femenino. Me sentía impotente por verme obligada a tener que acostumbrarme al ritmo del resto y no al mío y a tocar el freno más de la cuenta. Me di cuenta que me sentía bien corriendo en media distancia y, aunque se agradecen las carreras cortas por muchos factores, que la prueba no solo dependa de ti, no me gusta nada.

Con tanta gente y tantos giros me limité a velar por mi seguridad, quería llegar viva a la T2 y completar las 4 vueltas de bici. Me quedó un sabor agridulce por no haber podido hacer más y llegar a alcanzar al resto de chicas. Aun así cuando llegué a boxes, mi familia me gritó que las tenía a tan solo 40 segundos. Entonces fue cuando me di cuenta que había recortado distancia. Fue algo bueno, pero sabiendo como corro, sabía que era insuficiente para poder pillarlas. Pero por intentarlo que no quede.

Salí a correr muy fuerte. Pero eran solo 10 km. «Que corto se ve cuando una está acostumbrada a tener que correr el doble en competición». Un ritmo exigente, pero que veía que podía aguantar. En los primeros 2 km vi que la segunda, la tercera y la cuarta chica iban muy seguidas, una detrás de la otra, y a menos de un minuto de mí. Decidí que había que darlo todo por intentar alcanzarlas y, aunque fue en esfuerzo en balde, me sentí satisfecha de haber hecho una buena carrera. Completé el sector en 39’13”, mi mejor marca personal en un diez mil ¿Qué más se puede pedir?

Con una sensación de insatisfacción crucé la meta en 5ª posición, tal y como empecé la carrera. Algo había recortado en el sector a pie y llegué muy cerca de la tercera y de la cuarta pero el pódium se me hizo inalcanzable desde que empecé la carrera y esta era una buena oportunidad para dar un pasito más en los buenos resultados de esta temporada.

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Me quedo con lo mejor de ese día, que mi familia entera estuviera ahí animándome. Sobretodo mi hermana, «embarazadísima» a solo 3 días de dar a luz, y mi sobrina de 5 años y medio que aguanta lo que le echen.” ¡Gracias por los ánimos y por siempre estar ahí familia!» Y por todos aquellos amigos y compañeros que me dan su apoyo y muestran su admiración. Lo peor, los pies “sollaos” por la falta de costumbre de correr sin calcetines.

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Por mucho que te lo cuenten… !hay que vivirlo!

Triatlón de Zarautz, la meca del triatlón español por excelencia. Una de esas que no te quieres perder en tu carrera deportiva.

Aunque igual no era este año el que yo hubiese elegido para hacerlo, pero mi entrenador, Alvaro Rance, me dijo que lo marcara en el calendario, y además en letras rojas, que una distancia de natación larga y un circuito duro me podían venir bien.  Precisamente eso era lo que me echaba para atrás, sobretodo por mi poca soltura con la cabra; para un circuito tan exigente es necesario un buen dominio de la bici.

El tiempo también era un hándicap. La lluvia y el frío suelen ser habituales en el País Vasco y era otro de los contras de este «tri», y aun más sabiendo que aquí no perdonan la bici ni aunque llueva a mares. Eso mismo lo pude comprobar el sábado en directo.

Un cartel de favoritas, más lucido y extenso que nunca, era otro de los condicionantes pero…”¿Quién dijo miedo?”. ¿Por qué no poder sumar mi nombre a ese cartel y luchar por el pódium? -pensé-. Aunque parecía inalcanzable a priori con tantas rivales y de tan alto nivel: Marina Damlaimcourt, Eva Ledesma, Gurutze Frades, Sara Loher, Dolça Ollé, Anna Noguera y Arrate Mintegui, quería sumarme a ellas y figurar ese mismo cartel de favoritas.

La misma mañana de la carrera, viendo la previsión meteorológica, el puesto y la lucha por el pódium pasó a un segundo plano. En ese momento el único objetivo era no caerme. Es curioso cómo te cambia de golpe la visión de la carrera por determinadas circunstancias. Mi preocupación era ese, no caerme (Sufrí mi peor caída en lluvia y aún tengo secuelas, sobretodo psicológicas). Me daba mucho miedo, mucho respeto, el circuito ciclista con lluvia podía ser muy peligroso después de ver el desnivel que tenía. No estaba dispuesta a jugarme la vida, así que pensé: cabeza, precaución y a ver qué pasa. Lo peor es que ese miedo hace que me bloqué, que frene más de la cuenta y eso es mucho riesgo. Iba muy nerviosa a la carrera, solo me preocupaba llegar a la T2 y poner el pie en el suelo sana y salva.

Ya en línea de salida, tiritando por culpa del frío y los nervios, me quería sentir preparada para afrontar los 2.900 metros de natación que separaban la playa de Getaria hasta Zarautz. Casi 3 km que teníamos que cruzar en línea recta, con pocas referencias y con el mar algo movido, así que lo importante era evitar quedarse sola y perder guías. ¡Pues de sola, nada! Se convirtió en una de las salidas más complicadas que he vivido; nunca entenderé por qué la gente se obsesiona por hundirte, pasarte por encima y agarrarte para esquivarte. Suerte que soy nadadora porqué sino…Salir de ese caos me costó unos metros de lucha y varios tragos de agua salada. Al final me ubiqué y pude coger mi ritmo después de ver como 2 triatletas se iban escapadas. De golpe vi que Dolça iba al lado mío, fue una gran compañera durante todo el tramo de natación, pero no fue la única que estaba cerca mío, alguien me fue tocando los pies durante todo el segmento. Fue algo muy molesto y mucho más cuando, en una de esas, me bajo el chip del tobillo, lo cual, por llevarlo medio suelto, me provocó roces durante el resto de la carrera. Pero bueno, se entiende como «gajes del oficio», cuando llegamos a la playa vi que era Sara Loher. También Eva Ledesma había estado nadando en nuestro grupo.

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Una T1 más emocionante que nunca hizo que las cuatro cogiéramos la bici a la par. Yo era la más rezagada por eso. Tras un primer kilómetro de tira y afloja, demostrando quién era la más fuerte, Ledesma se quedó y yo esperé detrás de Dolça y Sara para ver que ritmo marcaban. Pero en pocos minutos empezó a llover con fuerza y ya me desestabilicé un poco. Venía la bajada y se me iban. Ellas trazaban con confianza y sin miedo y yo, muy nerviosa, empecé a frenar más de la cuenta. Veía como se me escapaban, pero me decía a mi misma que ¡No podía dejar que eso pasara!

Cambié el chip y me dije a mí misma que tenía que ser más fuerte que nunca. Empecé a pedalear y me puse en cabeza del trío que habíamos formado y, a  falta de unos kilómetros para llegar al paso de vuelta por Zarautz, por la zona más rodadora de la costa, pude ver a la cabeza de carrera, era Marina Damlaimcourt la que iba escapada. No podía imaginarme que llegaríamos a verla. Después de cómo había nadando y teniendo en cuenta que era su sector más flojo…pero hay estaba.

Pocos metros antes de entrar en Zarautz la adelanté pasando a liderar el tramo ciclista. Eso hizo que pudiera vivir el momento de entrar en primer puesto en un pueblo lleno de afición. Me llegué a emocionarme de lo que la gente animaba. Fue algo indescriptible. Yo no sé si fue la mezcla del miedo, euforia, frío y todas esas cosas que sentía, pero en solo 28 km de carrera pude emocionarme como si estuviera llegando a meta en primera posición. Ahí vi a Javi, mi novio. Traté, con la mirada, de decirle que estaba bien (lo vi preocupado por mí, por la que estaba cayendo). Vi su cara de satisfacción y sorpresa al verme pasar en primera posición (aunque con todas pegadas detrás).

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Yo no sé si fue esa inyección de adrenalina, pero en pocos kilómetros me había escapado del resto. Para nada esperaba verme en esa situación en esa carrera, visto el cartel. Pero tenía que aprovechar esa ventaja. Quedaba mucha carrera por delante y debía tener cabeza. La verdad es que me fui creciendo. Me vine arriba y, a pesar del diluvio, supe gestionar ese miedo y no perder ritmo, aunque con mucho cuidado, tampoco quería arriesgar más de la cuenta y que eso me provocara una caída.

Vuelta de paso por Zarautz para empezar la última vuelta y la más dura. Una vez más, el paso por el pueblo me volvió a emocionar y me empujó a seguir con fuerza. Ahí era donde empezaba el calvario. Estaba cansada de escuchar lo de las rampas del 20-21%, que el suelo no era el mejor y mucho menos con la lluvia. El ascenso se iba a complicar. En la cabeza llevaba la frase que me había dicho Jordi, mi cuñado, y que me habían repetido varios: “¡Sube sentada y peso atrás!”. Le hice caso, no había más opciones. Verdaderamente lo pasé mal. No solo por la dureza de las rampas, que a demás de su desnivel era un tramo más largo de lo que me pensaba,  1’2 km de tortura en la que, con todo metido, debía mantener un ritmo constante de pedaleo para no quedarme bloqueada. Pensé varias veces que me iba al suelo. Pasé más miedo subiendo que bajando !Buf!, pero lo que no tiene precio es que, a pesar de la lluvia que estaban aguantando estoicamente, la gente te anime con todas sus fuerzas y que te adviertan del peligro de la carretera llena de surcos y de un suelo resbaladizo.

Después de coronar ese Muro de Aia venía la bajada más peligrosa. En la que, por suerte, a pesar de un par de sustos, cubrí con precaución. Pero aún no estaba todo hecho. Yo ya no sabía ni por donde iba ni lo que me quedaba. Sabía que faltaba la subida al camping Txurruka e intuía que era dura, pero ! Buf! no creí que lo fuese tanto. Otro «rampote» largo y que te llega cuando las piernas ya ni te funcionan pero, entonces viene lo más emocionante del tramo ciclista. El punto donde el público, dado que es la última subida y una de las más duras, se vuelca en animarte como si en ello perdieran el alma. Es espectacular, se crea un pasillo estrecho donde solo cabes tú, tu bici y ese calor de la gente que te está casi rozando y a la que le notas ese aliento cálido que ves que te sube al cielo y te lleva hasta arriba poniéndote la piel de gallina. Es Indescriptible. En ese momento te sientes como un ciclista profesional llegando a la cima en una de las etapas míticas del Tour de Francia !Impresionante! No me cansaré de repetirlo. Aún sigo recordando ese momento mágico.

Ahora sí !Por fin!. Se acabó el sector ciclista y me encontraba orgullosa de ello, pasara lo que pasara me sentía campeona por haber luchado contra mis miedos y haberlo hecho con creces. Sí que es cierto que a solo 400 metros de la meta, en la última rotonda, antes de poner pie en el suelo, ya en Zarautz, me llevé el peor susto. Rocé una línea blanca y a causa de la lluvia casi acabo en el suelo, era como si hubiera pisado un espejo. Patiné y se me fue la bici, pero, no me preguntes cómo, conseguí estabilizarla sin caerme -¡Maldita línea!- pensé. ¡Por los pelos!

Poco me iba a durar la emoción de ir como cabeza de carrera, pero ya estaba en el último sector y la satisfacción de entrar primera en el pueblo, y llevarme la ovación de la gente, no me la quita nadie, eso queda en mi retina para toda la vida. En el km 4 me alcanzaron Gurutze Y Sara. Vaya ritmo llevaban, ¡Increíble! Me pasaron las dos sin poder ni olerlas y siguieron con su mano a mano, ajenas a todo. Yo, aunque estaba preparada para que eso pasara, quería seguir estando en carrera y no perder más posiciones. Dolça venía cerca por detrás, pero en la segunda vuelta mi perseguidora era Marina que venía como una bala. Luché más que nunca por el pódium ¡Me lo merecía! Había demostrado que podía conseguirlo y lo había dado todo durante toda la carrera. Después de esos fatídicos kilómetros entre la segunda, y en la tercera vuelta rezaba para que Marina no me alcanzara. Era un sufrimiento a perder esa gran plaza que tenía a mi alcance; en el último paso, a falta de 1 km, vi que la distancia que había entre nosotras dos era la misma ¡Ahora sí! -pensé- Lo tenía en mis manos. Tenía que creérmelo. El tercer puesto era para mí. Más sufrido y merecido que nunca.

Son indescriptible las emociones que se pueden llegar a vivir en ese momento. En esos últimos metros a meta, en pleno centro de Zarautz, con toda la gente gritándote es cuando te sientes ganadora, cuando te sientes orgullosa de lo que has conseguido y recuerdas todo lo que has luchado por llegar hasta ahí. Te acuerdas de todos los que te han apoyado día a día, tu gente, tu familia, tus amigos, todos los que me quieren y me siguen. Uno de esos finales de carrera que nunca olvidaré y que disfruté más que nunca. Cuando crucé la línea de meta solo quería abrazar a Javi, porque había sufrido casi tanto como yo y porque gracias a sus ánimos había llegado hasta allí. Lo abracé y me eche a llorar como una niña, desahogándome y sacando todas esas emociones.

¡Buf! Zarauzko Triatloia 2015 queda grabado en mi retina para siempre!

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Segunda prueba importante de la temporada. A pesar de sólo dos semanas después de Francia, me encontraba fuerte y recuperada. Iba a ser una carrera con mucho nivel pero eso tenía un aliciente extra. Sabiendo que el top 5 era inalcanzable, volvía con el objetivo de buscar un top 10 y poder estar ahí, en carrera, luchando con el resto.

Correr en casa siempre tiene una motivación extra. Te da más seguridad, a pesar de no conocer la prueba, y lo más importante que ves muchas caras conocidas, mucho público, mucha afición y gente que te anima, es lo mejor! Mi chico estaba ahí de supporter y mis suegros habían venido a verme por primera vez, se agradece.

Una carrera muy madrugadora con una salida a las 7:00h para los chicos Pros y 7:02h para nosotras. EL resto como siempre, iría saliendo minutos más tarde por detrás nuestro. Buen ambiente desde la salida, con música y presentación oficial incluida, que nervios! Pero que subidón! Pero algo me tenia inquieta desde antes de la salida y eso inevitablemente iba a condicionar mi carrera desde el principio. El gorro que me habían dado, resbalaba mucho y me iba más bien pequeño. Desde antes de tirarme al agua ya noté como se me iba escurriendo y eso iba a ser un problema.

Pistoletazo de salida, arrancada en los primeros metros y 5 chicas vamos en cabeza empezando a dejar algo de distancia respecto al resto. Comienzo bien, aunque antes de llegar a la primera boya ya se van 3 y yo me quedo mano a mano con otra. Fue la peor compañera que me pude buscar, iba muy desorientada, cambiaba de dirección constantemente. Me despistaba, me molestaba y hasta me hizo comerme una boya que solo era de referencia porque creería que habría que bordearla también. Me separé de ella, la perdí de vista y me quedé nadando sola. Pocos metros después empezó mi calvario, el gorro se empezaba a escurrir! Iba nadando y parando a las pocas brazadas para bajármelo tirando de él. Eso me hizo perder tiempo y motivación. Para colmo, fue hacer el giro de cambio de sentido y ver como el sol matutino deslumbrara y no veía absolutamente nada! No era capaz de distinguir ninguna boya ni tenía ninguna referencia. Un poco frustrada seguí nadando, intentando intuir cual sería el camino y mientras seguía acomodándome el gorro. Pocos minutos más tarde me empezaron alcanzar perseguidores, ya venían chicos de grupos de edad y entre ellos también veo una chica Pro. Podría alegrarme de tener compañía y referencias hasta la salida del agua pero el bajón de sentir como estaba perdiendo mucho tiempo en mi mejor sector me hundió. Faltaban 500 metros para llegar y desistí de seguir colocándome el gorro, no quería perder ese grupo y en unos metros más el gorro se me calló.

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Salí con un mosqueo increíble del agua y perdí bastante tiempo en la T1  por ese motivo. Tocaba cambiar el chip, no podía condicionarme la carrera ese percance con todo lo que quedaba por delante. Aún así salí del agua 4ª para mi sorpresa! (eso me indicó Javi cuando salí pero realmente 5ª). Una T1 lenta hizo que llegaran más chicas y la verdad que perdí la cuenta pero al menos estaba en carrera e iba a subirme con referencias en bici.

Así como la natación fue un desastre, el sector ciclista fue muy bien. Me noté fuerte, confiada técnicamente y lleve un ritmo alto y constante desde principio hasta el final. Fui fuerte pero aún así me sentía que tenía un puntito más en la reserva para poder correr bien. Lo mejor fue sentir que estaba en carrera que, pude seguir la estela de alguna rival y luchar con ellas. Hice algún adelantamiento y a la vez también tuve que ver cómo me adelantaban a mí!

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Llega a la T2 con ganas, hice una rápida transición y me puse a correr 6ª. “Está muy bien!” , me dije a mi misma. Y los primeros 3km me crecí al ver el ambiente de público y escuchar cómo me animaban, muchos amigos, muchos conocidos y además mi entrenador Alvaro Rance que había venido a verme!

Iba corriendo bien de ritmo pero desde el principio notaba una molestia en el tendón de Aquiles del pie izquierdo. Iba a más y en el km 4 se hacía ya muy molesto. Pensaba que tenía el calcetín mal puesto o alguna piedra que me estaba rozando. Decidí parar para colocármelo bien, quedaba mucha carrera y valía la pena perder unos segundos. Pero la sorpresa fue que todo estaba en orden, esa molestia era interna, muscular. Me plantee retirarme, es cierto que dolía pero podía aguantarlo “de momento”, pero tampoco quería lesionarme! Decidí esperar al cruce con mi entrenador y que él me asesorara pero, antes de llegar a ese punto (km 12) ya mi cabeza se había impuesto y había decidido seguir y luchar. Iba 7ª en ese momento, había perdido una posición y se acercaban rivales con más ritmo que yo pero quería llegar a meta, acabar y más corriendo en casa, con gente que había venido a verme y sentía que debía hacerlo por ellos.

Unos últimos 5 quilómetros muy duros, no solo por el dolor del tendón sino porque iba fundida. El calor y  la falta de hidratación/suplementación me hizo venirme a bajo y me fueron superando rivales en el último tramo sin poder evitarlo. Entre ellas Anna Rovira, la otra española que corría. Eso me dolió más!

Al final un 11ª puesto y 2ª española. Sabor agridulce por las sensaciones que tuve pero orgullosa una vez más de mi capacidad de lucha. Cuando las cosas son más difíciles y cuando hay que demostrar lo fuerte que eres.

Una lección aprendida: a partir de la siguiente competiré con dos gorros!

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Para cada competición te marcas un objetivo a priori pero en este caso se me truncó 15 días antes. Una caída en bici me provocó una fisura en una costilla (lesión molesta y dolorosa y de lenta recuperación) y eso hizo que de aspirar a hacer un buen papel y subir al pódium tuviese que conformarme con poder nadar e intentar acabar si el dolor me lo permitía.

Me presenté allí sabiendo que iba a ser duro, el dolor nadando era muy fuerte, no había conseguido nadar desde la caída (prefería reservarme hasta ese día y que fuera lo que dios quiera!). Por suerte, mi cabeza es la que más tira en los días de competición y hoy estaba al 100% , no esperaba menos!!

Además era un día muy especial para mí. Tenía mi “support” a mi lado, una gran persona que ha llegado a mi vida y me da mucha fuerza. Mi familia también venía a animarme, eso es un apoyo importantísimo, un orgullo! Además mi sobrina de 5 años era la primera vez que venía a verme a un triatlón y no podía defraudarle. Su tía es la mejor (para ella claro) y no puedes jugar con las ilusiones de un niña!

Más cosas marcaban esa carrera, última corriendo con el mono del Prat Triatló, eso me da mucha pena porque es el club que me abrió las puertas y donde he conocido gente increíble, que seguirán formando parte de mi vida, pero a la vez se me abren otras puertas de las que estoy contentísima y agradecida que haya apostado por mi, un nuevo club, un nuevo proyecto. “Where is the limit».

Bueno,con  antecedentes expuestos y con las directrices del coach Alvaro Rance claras empieza la carrera.

Inevitable llevarte golpes saliendo tanta gente a la vez pero consigo situarme rápido y liberarme un poco de la marabunta. Se me va el grupo de cabeza pero siempre encuentro algunos pies cercanos que me dan referencia y evitan que caiga en la tentación de bajar el ritmo. El dolor esta presente en cada brazada pero pasa a un segundo plano, metida totalmente en carrera! Por lo que veo en la recta final no hay mucha gente delante y no veo ningún gorro amarillo que me indique que tengo alguna chica cerca, creo que Saleta (la gran favorita) lo lleva gris y se me han cruzado un par pero no estoy segura si era ella.

Solo tocar suelo ya escucho por megafonía que voy en cabeza, increíble! La cosa no podía empezar mejor! Cierto, es que no pasan ni 20” y ya escucho que Saleta sale del agua pero…yo firmaba con que me sacara menos de un minuto en el agua así que salir delante ya estaba más que bien.

Ya estoy pedaleando, ritmo fuerte desde el principio, muy buenas sensaciones jugándome la carrera en bici consciente que es mi punto fuerte y que si había posibilidades de ganar…el triumfo estaba ahí! Arriesgado pero posible!

Saleta, ni ninguna fémina, me daba caza y yo me iba creciendo. Pasaban chicos, pero pocos! Y muchos me elogiaban mi buen ritmo y el hueco que estaba abriendo a mis perseguidoras. El paso de vuelta con todo el público fue impresionante e igual que la llegada a la T2 y algo me hizo pensar que era mi carrera!

Empezar a correr con rampas y con mucho agotamiento físico me hizo creer que no era capaz de aguantar los 21km pero iba en cabeza, había sacado 6’ de ventaja a Saleta, que iba en segunda posición, no podía desaprovechar eso! Firmaba con poder estar ahí jugándome la carrera pero para nada hacer ese parcial de bici!! El público me animaba como nunca, el ambiente era increíble, estaba haciendo un carrerón, tenía que sacar fuerzas de donde fuera! Mi familia estaba ahí y mi “support” me estaba acompañando toda la carrera! (gracias a eso sino…).

Una primera vuelta salvada, manteniendo distancias, viendo que Richard también iba en cabeza, motivación extra al querer subirme al pódium con él en el cajón más alto, como en los viejos tiempos! Me entero que Saleta se retira, uf! Es un alivio (con todo el respeto) pero Merce Tusell venía muy fuerte, a la misma distancia ya que lo estaba Saleta antes y esa distancia cada vez se hacía más corta, a mí los quilómetros cada vez se hacían más largo. Fuerzas no quedaban, el dolor empezaba a ser muy fuerte, pues no sé cómo pero corres y corres y te arrastras pero no paras, luchas y al final consigues cruzar la meta en primera posición. Lo logré! Ganadora del Sailfish Berga! Como dije antes:”¡arriesgado pero posible!”

Triumfo inolvidable! Cruzando meta con mi sobrina y agradecidísima por todos los que ese día me animaron y me apoyaron. A sailfish por prestarme neopreno. Gracias Pepe y gracias Where is the limit. Ganando con Richard, y compartirlo con nuestro coach Alvaro Rance. Y con el regalazo de una semana para dos personas en Lanzarote gracias a Sands Beach Active! Allí que iré con la mejor compañía!  

 KORA 10704055_10152267764652587_7340741061997085519_n (2) Continue reading IV SAILFISH HALF TRIATLO DE BERGA 14/09/2014