IRONMAN TAUPO, NEW ZELAND

El final de esta historia tiene un final feliz. Todos sabéis el desenlace. Conseguí el slot para Kona. Pero como toda historia, no solo tiene un final, así que, empecemos por el principio.

 

Debo remontarme meses atrás para contaros todos los detalles. Y es que una carrera no es solo la consecuencia de un día, sino de muchas semanas de trabajo anterior. Reconozco que ha sido la carrera que más me ha costado preparar. Preparar un ironman para la primera semana de marzo, es muy duro y arriesgado, e implica muchas cosas. Empecé a entrenar de nuevo a finales de noviembre. Así que pasé de la pretemporada a tener que preparar un full distance en apenas dos meses. Me costó mucho. No lo vi claro en ningún momento. Sentía que necesitaba más tiempo para coger la forma, para coger fondo, para coger ritmo, para bajar de peso, para sumar kilómetros, para sumar horas de entreno… Las semanas iban pasando y yo no acababa de ver que pudiera llegar con garantías a esa carrera. ¡No me salían las cuentas! Quedaba poco tiempo y no veía donde íbamos a meter toda esa preparación. Necesitaba empezar hacer entrenos largos tanto para coger la forma física como para sentirme segura de “coco”. Pobre Iván, como le he apretado con este tema. Como el me decía: “no podemos llegar al 100% a esta carrera, pero si que podemos hacer lo posible para llegar con garantías y sin quemarnos”. Que razón tenía. – << ¡Gracias Iván, lo conseguimos! >>.

 

Uno de los motivos que más me inquietaba era que Javi no pudiera acompañarme. Se le complicaban las cosas en el trabajo. Mi padre estaba dispuesto a acompañarme (bueno, más bien mi madre dijo: << si Javi no puede ir, tu padre te acompaña >> – jejeje.) Siempre están ahí los primeros y se lo agradezco, pero era un viaje que quería hacer con mi marido, con mi mejor compañero. Más que nada porque mi padre se pensaba que solo había que irse cuatro días. – Jejejeje – <<Papa, eso es lo que tardas en el viaje, y solo el de ida.>> Os aseguro que el hecho de que no viniera Javi me entristecía mucho, hasta el punto de que había decidido no ir si él no venía (guardé el secreto para mi por eso). Es cierto que yo había elegido esa carrera. Era el primer ironman de la temporada y debía intentarlo desde el principio. Estaba dispuesta a hacer una gran apuesta y un gran sacrifico en muchos aspectos para empezar la temporada tan pronto y tan lejos. Para luchar por un sueño. Además, tenía la esperanza de qué el hecho de elegir esta carrera, al ser tan temprana y tan lejana, el nivel no fuera tan alto. Sin embargo, me equivoqué. La lista de salida era muy numerosa y de un gran nivel. Muchas habíamos escogido Nueva Zelanda para luchar por el slot, o con suerte, pelear por dos en vez de uno (era lo único positivo de ser tantas, tendríamos una plaza más). Así que las cosas parecían ponerse aún más difíciles. Esta claro qué quién no arriesga no gana. Pero no me iba a meter ese viaje, duro y costoso, sabiendo que las probabilidades de conseguirlo eran realmente pocas.

 

Finalmente, Javi pudo venir y eso lo cambio todo. No sabéis el sacrificio que hace para poder acompañarme. No solo currar muchas horas y días para librar los del viaje, sino que siempre antepone mis planes a los suyos, sean cuales sean. Ahora el objetivo no era el mero hecho de competir, sino de viajar con mi marido a un país que estábamos deseando visitar. Así que las motivaciones aumentaron y fuera cual fuese el resultado, ya no me quería perder ese viaje.

 

Trabajé muy duro para llegar en buen estado de forma. Hice grandes esfuerzos. Así lo siento. Costó mucho entrenar en invierno, con frío. Por eso hice un par de escapadas a Lanzarote, para que el clima ayudara hacer los entrenos más amenos. Eso, y entrenar en compañía, que siempre es más llevadero. El stage en Lanzarote con Saleta me ayudó mucho. No solo porque conseguí sentirme bien físicamente, sino porque a nivel anímico me motivó mucho (bueno, nos motivamos mutuamente, cosa que me alegro). La verdad que ha sido una persona muy importante en la preparación de esta carrera y estuvo apoyándome hasta el final. Literalmente, porque se trago toda la carrera y no paró de mandarme ánimos. – << ¡Muchas gracias Saleta! >> -. Además, nos vimos también en Nueza Zelanda pocos días antes de la carrera. Fue genial compartir otro día juntas. Por cierto, gracias a Javi y Anneke por abrirnos las puertas de su casa. Fue un día espectacular. Y como me dijo Saleta: “Javi te traerá suerte”. Vaya si lo hizo. Además del regalo que fue pasar un día con él.

Sin dejar de pensar en la carrera, íbamos disfrutando de los encantos de la isla y de paso, combatíamos el jet lag manteniéndonos activos (tanto al cuerpo como a la mente). Porque lo más duro es ver como van pasando los días y no acabas de sentir que te has aclimatado, que tu cuerpo ha cogido ese nuevo ritmo y que parece que sigue encastrado en el pasado. Es que adelantarlo de golpe 12 horas, no es nada fácil. Hasta el día de antes sentía que tenía mucho sueño durante todo el día. Es más, me pasé los dos días previos durmiendo. No era capaz de mantenerme despierta. Y sentía en mi interior como un pequeño vaivén constante. Hasta la propia mañana de la carrera me sentía mareada. Lo noté calentando, mientras corría un poco antes de empezar. Pero, fuese como fuere, llegaba la hora de competir. A pesar de esas pequeñas extrañas sensaciones, me sentía fuerte. Había conseguido llegar en muy buen estado de forma y era el momento de demostrarlo.

 

7.50h del sábado 7 de marzo. Empieza el ironman. Empieza mi primera carrera de esta temporada. <<¡Aig Judith! ¿te acuerdas de como iba esto de competir?>> Es que después de tantos meses… Pues suena el cañonazo de salida y no queda otra que averiguarlo. Recibo unos cuantos golpes (sin maldad), éramos muchas la que queríamos estar delante. La agonía y el ansia por colocarnos bien me agobia un poco, así que decido quedarme atrás. Noto que el grupo se compacta con unas cinco o seis integrantes y yo soy la última. Veo que en él esta Radka y Meredith << buena señal >>, (son grandes nadadoras), McBride y Mccauley (que nadan como yo). Genial, este era mi grupo. ¿Y Adams? ¿Dónde estaba? En la salida vi que se colocó a la izquierda del todo, muy separada del resto. Yo opté por pegarme al grupo porque sabía que a ella no podía seguirla. Así que, no valía la pena arriesgar y quedarme cortada por ello. Pero ¿se había escapado tan rápido?

 

La natación fue bastante cómoda. Apenas levanté la cabeza. Me limité a seguir los pies. No es fácil, hay que estar muy atenta. Pasa como cuando vas en bici a la cola del pelotón. A tramos vas muy cómoda y tienes que llevar cuidado de no comerte al de delante cuando hay un frenazo, y al revés, tienes que apretar cuando arranca o después de cualquier cambio de movimiento porque como te despistes, te quedas cortada.

 

Se nadó muy bien en el lago de Taupo. Aunque se notaba algo de corriente y olitas y eso fastidia mucho tratándose de un lago. Sin embargo, tuvo dos cosas muy buenas: la primera es que el agua era cristalina y era una gozada ver todo y la segunda, es que teníamos una boya numerada cada 150 metros, más o menos. Así que solo había que ir viendo el numerito e ir haciendo cálculos. Al llegar a la última boya empezó el estrés de nuevo. Todas queríamos colocarnos bien para salir delante y no correr el riesgo de quedarse cortada en la transición. Recibo muchos golpes y no puedo más que adelantar a una, pero me dejo la vida en la larga y dura transición (más de 500 metros y con subida) para ganar algún puesto. Los voluntarios no me dan mi bolsa y pierdo unos segundos en recogerla del suelo. Dejarme que haga un inciso, es la mejor carrera que he visto en cuanto el trabajo de los voluntarios en cantidad, calidad, amabilidad… Increíble. Tanto es así que quieren cuidar todos los detalles y en vez de coger tu la bolsa, avisaban cuando estabas llegando del dorsal que llevabas y te la daban en mano. Pero en este caso, con tantas saliendo del agua a la vez, fue difícil, y me tocó a mi. ¡No importa! Conseguí coger el grupo y en la misma transición soltamos a Radka y otra rival. Genial, Meredith, McBride y Mccauley. Meredith tenía slot, el resto, lo queríamos. La cosa se ponía interesante.

 

Empezamos los primeros kilómetros muy fuerte y veo que McBride se empieza a descolgar. La adelanto para coger a las otras dos pero, nunca lo consigo. Estuve cerca, en más de una ocasión. Sin embargo, nunca lo llegué a conseguir. ¡Aj! Siempre lo mismo, consigo empezar la bici con ellas, pero eso, solo soy capaz de empezarla con ellas.

 

Tuve varios momentos de lograrlo. Es más, en el giro casi lo consigo. Donde veo que McBride se queda y Radka ya venía mucho más atrás, <<que raro>>. Pero de nada me sirve abrir hueco por detrás, si también lo abro por delante. Lucho unos 20 kilómetros con mucha fuerza para intentar alcanzarlas y ahí es cuando me digo: “Judith, esto no es un triatlón olímpico, así que levanta el pie”. Era un ironman, 180 kilómetros. Debía regular si quería sobrevivir. Aunque cuando te estas jugando tanto, sientes que tienes que arriesgar más que nunca. Parecía que el slot iba a ser para Mccauley y si por suerte había dos, iba a ser un duelo entre McBridge, Radka y yo. Por cierto, pensaba que Adams se había retirado porque me parecía imposible no haberla visto en el giro. <<¿Tanto nos había metido?>> Pues sí, dos minutos en el agua y nos iban a caer más de 20 en la bici. Increíble. Suerte que ya estaba clasificada.

 

Ahora empezaba realmente la carrera. Cojo mi ritmo. Es rápido, pero no me siento bien. Sigo mareada y me noto incómoda en todo momento. Ida, perturbada y eso me inquieta. No sé como controlarlo, como disimularlo o como conseguir que desaparezca. Decido bajar un poco el ritmo, aunque no sirve de nada. La consecuencia fue perder un puesto y que McBride me adelantara. Intenté seguirla, pero lo único que conseguí fue desgastarme aún más y frustrarme. Frustrarme mucho. Tanto, que mi cabeza solo piensa en retirarse desde el kilómetro 50. No estaba bien, estaba muy mareada, me preocupaba. Me asustaba. Y no conseguía atenuarlo. Quería luchar, me encontraba fuerte físicamente. Sin embargo, mi cabeza no me apoyaba. Solo tenia ganas de plegar. De bajarme de la bici. De dejarlo.

El calvario empezó muy pronto. No llevaba ni dos horas de bici y ya sentía que no podía con ello. No podía con la carrera, me estaba superando la situación. Simplemente sentía que no tenía ganas de sufrir, veía que no era capaz de pelear como otras veces. Mi cabeza no quería luchar. Me decía que lo dejará y que, además, tenía motivos suficientes porque realmente no me encontraba bien.

 

Intentaba deshacerme de esos pensamientos, pero todo mi esfuerzo era en balde. Pensaba en lo mucho que había sacrificado por estar allí, pero eso no me importaba. Yo misma me decía: “todos tenemos un mal día y no tienes que justificarte”. Ya que el daño que pudiera hacerme a mi misma no me importaba, busqué otros motivos de más peso. Pensé en Javi, él si que me importaba. Él se merecía que luchara, que no me rindiera, que lo intentase. Había hecho lo imposible por estar allí conmigo, por venir y ayudarme a conseguir mi sueño. <<tranquila, él lo entenderá Judith, no te preocupes>> – me convencía. “Y tu familia, y toda esa gente que esta pendiente de ti y está trasnochando por verte, por animarte, por mandarte fuerzas…”“Y tus deportistas, ¿este es el ejemplo que le das?” ¡Gua! ¡Que duro! Me enfadé mucho. Me enojé conmigo misma por mostrarme tan derrotista. Realmente me destrocé la cabeza. Me pasé horas peleando con mi interior, discutiendo con mi falta de entereza. No podía dejar que me superase esa actitud, pero no podía con ello. Tenía ganas de llorar, de llegar hasta donde estaba Javi y decirle: “Lo siento! Perdóname, pero no puedo! Y no tengo fuerzas”.

 

“Decidido. En el paso por boxes me paro. No puedo con esto. Lo tengo claro.” Así que, sin dejar de sufrir, sigo pedaleando con la seguridad que me retiraba. Estaba muy triste, pero al menos me calmó el haber tomado una decisión. Sin embargo, al hacer el giro en el paso por vuelta, Javi me anima y no soy capaz de pararme. Al menos no allí mismo, no en ese instante. Sigo. Sigo, pero solo para buscar otro momento y otro lugar más apropiado para detenerme. Sin embargo, no puedo. No puedo fallar a los míos. Se me cae la cara de vergüenza al pensar en ellos. Me ridiculiza el hecho de salirme de la carrera y plantarme ahí delante de Javi. Me podía mucho el hecho de verme dando explicaciones a todos y realmente sentir que no eran motivos de peso suficiente.

Puede sonar exagerado, pero realmente lo pasé muy mal. Estuve más de cuatro horas luchando contra el demonio. No pudo conmigo, pero me desgastó mucho. No conseguí evadirme ni un solo kilómetro. Solo me decía: “uno más y para”. Así constantemente. La gente siempre te pregunta: “¿en qué piensas cuando estas compitiendo?”. La respuesta siempre es la misma: “en nada, en la carrera simplemente”. Pues eso es lo que quería evitar ese día. No paraba de decirme: “venga Judith, piensa en otra cosa, a ver…una canción que te guste…. ¡Uf! Que día más malo tuve. Aún no sé como fui capaz de seguir con toda esa tortura dentro. La verdad que entrenando las semanas previas la bici me costó mucho. Me costó sumar horas sin dejar de pensar en los kilómetros, en cuanto me quedaba y se me hacían los entrenos eternos. Pues en carrera tuve esa misma sensación.

 

De repente, por arte de magia casi, la carrera da un vuelco totalmente inesperado. En el paso por el kilómetro 135 (último giro), veo a McBride (no iba tan lejos como esperaba) y la sorpresa es que detrás de ella iba Mccauley y, totalmente descolgada y aparentemente fuera de carrera (eso me pareció por su actitud). Para colmo, me entero de que Radka también ha plegado y veo que, con solo acabar, puedo conseguir el slot. Bueno, porque confiaba que, por detrás, ya nadie consiguiera alcanzarme.

 

En ese momento me vengo arriba. Subo el ritmo. Paso a Mccauley. Me motivo, me emociono y me enfado. Sí, me enfado más si cabe conmigo porque parece que en ese momento se me pasa hasta el mareo. “¿En serio Judith?” ¡Lo que hace la cabeza eh! Que curioso.

Aunque veo que Mccauley no se retira porque sigo viendo cada cierto kilómetro que su marido (iba en coche) sigue yendo y viniendo para darle referencias. “¡Aj! ¡Pensé que se paraba!” Pero bueno, yo ya no estaba dispuesta a tirar la toalla. Había superado la crisis mental. Aunque ahora tocaba seguir manteniéndome entera físicamente que estaba costando más de la cuenta. Ayudó mucho la Cocacola fresquita que daban en los avituallamientos en la parte final de la segunda vuelta. Con mi Maurten voy de lujo, pero ese sabor de la Cocacola fría todos sabemos lo que es y más en esas circunstancias. Además, me sirvió tanto para asentar un poco el estómago como para controlar las vueltas que seguía dando mi cabeza.

 

Realmente fue una bici muy dura. Era un rompepienras. Poco más de mil metros de desnivel en un circuito que no parabas de pedalear ni un solo segundo. Creerme, ni uno solo. El asfalto era rugoso y eso no solo desgasta mucho e incómoda esa vibración constante, sino que se engancha. Sientes que se pega la rueda y no consigues lanzar la bici en ningún momento. Además, el recorrido era monótono y aburrido. Una carrera muy solitaria donde ni si quiera me pasaron grupos de edad para sentir que no estaba sola por allí campando. Tenía unas ganas locas de poder poner por fin los pies en la tierra. Además, me dolía mucho ya todo, sobretodo la entrepierna. Fueron 5 horas en la misma posición. Suerte que gracias a Luarca me sentía súper cómoda, además de ir muy bien colocada.

Llegué a la T2. Por fin acabé el calvario de la bici. Ahora solo quedaba correr una maratón. -jajajajaja-. ¡Dios, que mareo tengo! Fue una bendición poner los pies en el suelo, pero sentía que mi cabeza seguía girando en una órbita distinta. Hice una transición muy patosa, perdí dos geles, un totum y tuve muchas dificultades para encender y ponerme el reloj. No era solo la pájara que llevaba sino los nervios que aparecieron en ese momento. Te sientes observada y animada por mucha gente y eso me abrumó. Javi me grita: “vamos cariño, estas dentro, 2 slots. Lo tienes, tienes Hawai en tu mano. Por detrás más de diez minutos”. Eso me emociona.

 

Me cuesta unos kilómetros entrar en carrera, acostumbrar a las piernas a ese nuevo sector. Los pies se van calentando, recupero la sensibilidad y noto el placer de correr sobre mis Nike ZoomX Vaporfly NEXT%. Llevo la respiración muy acelerada, no solo por el fuerte ritmo que había cogido, sino porque era una carrera de un sube-baja constante. El pulso aumenta mucho en las subidas, pero no hay tiempo para relajarse en las bajadas. No quiero hacerlo. Debo aprovechar los tramos rápidos para sacar un buen ritmo. No me fio de que Mccauley se haya retirado y sé que puede correr por debajo de las 3 horas aquí. El año pasado lo hizo. McBride me lleva casi 5 minutos y no creo que la alcance. Así que no puedo dejar escapar el segundo slot.

Me concentro mucho en la carrera, aunque me llevo una gran sorpresa del duro recorrido. “Flat” decían los de la organización. “Mentira”, jajajaja 450 metros de desnivel. Más rompepiernas aún que el sector ciclista. Y para colmo, el paseo del lago no lo cogíamos hasta los últimos 2 kilómetros de cada vuelta. Que engaño. Lo siento, pero nos vendían la prueba como que íbamos corriendo todo el tramo de vuelta por el paseo de lago y no fue así. Sea como fuere, ya estaba advertida para las siguientes dos vueltas.

Para entonces ya me daba igual todo. Había logrado volver a concentrarme, volver a meterme de lleno en la carrera. Volvía a ser yo. Realmente estaba corriendo muy rápido y no solo me motivaba yo misma al sentirlo, sino que la gente alucinaba con mi fuerte ritmo. Me lo decían, y eso aún me producía más energía. Tanta que sobre el kilómetro 10 ya veo a McBride por delante. “¿Cómo es posible?” Le he recortado casi 5 minutos en 10 kilómetros. Me emociona, pero me asusta. Me había pasado. Había salido muy fuerte y eso lo podía pagar muy caro. “¿que hago?” No quería pasarla tan pronto, pero realmente mi ritmo era muy superior al mío. Así que al paso por la primera vuelta me coloco tercera y con la primera plaza en mi poder. “¡vamos!”.

Entre mi subidón y la emoción que me contagia Javi, fue difícil aguantar las lágrimas.  Pero quedaba mucho, quedaban dos vueltas, pero eso sumaban 28 kilómetros todavía, 2 horas mínimo más corriendo. En cambio, tu cabeza, cree que ya lo tiene. “Dos vueltas más y se acaba”. Se dice pronto. Sin embargo, todo se iba poniendo de cara. Javi me confirma que Mccauley se había retirado. Y que seguro hay dos slots. Lo tengo, pasé lo que pasé lo tengo. La quinta estaba a más de 17 minutos.

La segunda vuelta fue un trámite. Disfruté mucho. Me sentí rápida y fuerte. Simplemente tachando kilómetros rápidamente y empecé a visualizar mi sueño. Las piernas empezaban a dolor mucho, pero, ya casi lo tenía. ¡Que fuerte! No dejaba en de pensar en como había cambiado toda la carrera. Como pasé de verme fuera a estar en kona. Me lo merecía. Como dije, esta carrera se la llevó la que tuvo “más huevos” (o ovarios, cierto). La que supo no desfallecer, no abandonar y no dar nada por perdido. Creo que en eso fui la mejor y obtuve mi recompensa.

La última vuelta fue durísima. A falta de 12 kilómetros empecé a sentir que las piernas se me iban engarrotando. Mis cuádriceps se iban desgarrando a marchas forzadas y sentía que me empezaban a invadir las rampas. No me importaba el ritmo, pero tuve miedo a quedarme clavada en cualquier momento. “No por favor, no me hagáis esto, no me lo merezco” – le gritaba a mis piernas. Empecé a agonizar a falta de 8 kilómetros y pasé de disfrutar a vivir otro calvario. No por la situación, sino por el dolor. Intentaba correr de forma extraña para apaliar el dolor, para evitar los calambres. Lo estaba consiguiendo. Superar cada kilómetro era un logro. Era un paso más hacia la meta, hacia el final. Sentía que McBride me estaba alcanzando. Sentía que la llevaba pegada después de haber perdido algunos minutos en esa última vuelta. No quise mirar para atrás, pero creía que si lo hacia la vería cerca. Que ilusa. Sin embargo, es inevitable tener esa sensación de que te van a coger. En parte me daba igual. Ya solo me convencía de que, aunque me pasará, tendría otro slot para mi. Estaba esperando en cualquier momento la rampa y solo hacia cálculos sabiendo que me daba para llegar andando a meta.

 

 

Aunque no hizo falta. Conseguí llegar corriendo hasta la alfombra roja. “¡Judith, lo conseguiste!” No tuve fuerzas ni para celebrarlo, ni para emocionarme. Lloré más de dolor que de satisfacción.

Aun me cuesta creérmelo. Aun me cuesta andar después de cuatro días. Nunca había sentido que una carrera me había exprimido tanto física y mentalmente. Pero valió la pena, valió la pena sufrir tanto. Valió la pena arriesgar para ganar. Valió la pena luchar por un sueño porque por fin, lo voy hacer realidad. Ahora toca trabajar duro para que ese día pueda llegar al 100%.

Gracias a todos por todo vuestro apoyo, por todos los ánimos antes de carrera, por seguirme en directo. Soy mucho los que no dormisteis por mi y fuisteis siguiendo la carrera mientras os caíais de sueño. No tengo duda de que toda esa energía me ayudó a no caer. Así lo sentí, no dejé de pensar en ello. Aún así, sigo sorprendida de que tanta gente estuviera pendiente, eso es lo más gratificante y me alegro de haber luchando como lo hice. Gracias a todos.

 

Gracias a mi entrenador, por todo el gran trabajo que hemos hecho, a mi nutricionista Sandra, a mi club y a todos mis patrocinadores. Sin vuestra ayuda, nada de esto sería posible.

 

 

 

 

 

 

 

 

Related Post