Desde hacía tiempo tenía ganas de correr aquí. Pero, por motivos de calendario, se me resistía. La suspensión de mi insustituible Bilbao, ha permitido que haya podido estar en la salida. No hay mal que por bien no venga.

Que fácil y cómodo es correr cerca de casa, a poco más de una hora de coche. Además, con el privilegio de tener un apartamento justo delante de boxes. No es nuestro, sino del mejor amigo de Javi. Y tenemos la gran suerte que, siempre que lo necesitamos, nos lo dejan. —Muchísimas gracias Rulo, eso es impagable—.

Los días previos fueron normales. Poco que contar al respecto, que ya sabéis lo que toca. Comer bien, descansar mucho (aunque nunca sabes si es suficiente) y morderse las uñas hasta que llega la hora de competir. Javi me acompañaba; como no. Él aprovechó para entrenar por allí (cosa que le encanta) mientras yo me quedaba descansando en el apartamento.

A esta carrera llegué tranquila, aunque desde el momento en que empiezas a ver movimiento y a coincidir con compañeros, rivales y periodistas… se hace inevitable controlar los nervios. Y más después de que Juanan, el organizador, me diera una calurosa bienvenida llena de elogios por mi participación. Esperaba no defraudarle. —Gracias, aunque me hicieras ruborizar y emocionarme—.

Una de las cosas que más me excitaba de esta carrera, era toda la gente que tenía allí. No solo estaba mi familia, y grandes amigos, sino que competían varias de las personas a las que entreno, con las cuales tengo ya una relación personal, que pesa más que lo puramente profesional. Con lo que siempre cuesta coincidir, resultaba muy ilusionante poder compartir carrera con todos ellos.

La táctica estaba clara. Iba a salir a darlo todo. Iba a jugármela. Debía hacerlo si quería estar delante. Y salió más que bien. Todo me vino de cara. Tuve un día espectacular. Sé que es una prueba muy larga, y que hay que correrla con mucha cabeza, pero me encontraba fuerte. Los entrenos que traía del Ironman me daban confianza para, salir a lucharlo y sufrir en esa distancia. Conocía a algunas rivales y sabía que donde podía marcar la diferencia era en el primer sector, la natación. Así que con la idea de rascar algo de tiempo en la T1 y poder mantenerlo en la bici, afronté la carrera.

7:02h. Bocinazo de salida y saco mi garra para entrar al agua. Como si no hubiese un mañana. Una entrada larga, nos dificulta el empezar a nadar, sin pelearnos antes con las olas, y con la duda de hacerlo andando, nadando, o combinando ambas cosas. Pero, al parecer, no elegí una mala opción y me puse en cabeza. Poco me duró. En menos de cien metros, me pasan dos chicas muy fuertes. —Y eso que yo iba al máximo—. Les aguanto pies hasta la primera boya, pero en el giro, las pierdo <Mea culpa>. No confié en su orientación y decidí seguir mi intuición. Los chicos pros salieron dos minutos antes y me pareció verlos nadar en la dirección que yo creía. Para variar, no se veía la boya. No sé porque cuesta tanto ponernos alguna más de referencia y no solo las de giro que se encuentran a más de 600 metros de distancia, y resulta muy difícil verla en el agua. Aquí no solo entra en juego el más rápido sino el más astuto del día. Aunque, el hecho de elegir la dirección correcta, no sé si es cuestión de astucia o de suerte. Mi cabezonería me dura un rato hasta que me doy cuenta que la corriente nos empuja mar adentro. Veo que soy yo la que está equivocada. Corrijo mi error y lucho por ir a dar caza a mis dos rivales, junto a María Pujol, que nadaba a mi altura. A pesar de ir muy fuerte, consigo dar un punto más. Había salido a lucharlo al máximo y no me iba a desinflar tan pronto. Aunque reconozco que tuve algún amago de rampa y temí por pagar caro ese sobresfuerzo tan pronto. No las llegué a alcanzar, sin embargo, recorté algunos metros y seguía teniéndolas a la vista.

 

Ese empujón en los últimos metros, y orientarme mejor en el último tramo, me permitió adelantar a un grupito de cinco o seis pros chicos y llegar a la playa prácticamente a la par de las chicas que lideraban la prueba —<Bien Judith. Bien luchado. Objetivo cumplido>—. Me dije satisfecha por mi actuación en el agua y más cuando vi que había abierto hueco sobre mis rivales más directas. Pero, no valía hacerse ilusiones. La natación pasa a ser un trámite en estas pruebas y había que seguir dando guerra.

Hago una buena transición. Con sprint incluido en boxes para que no se me escaparan mis predecesoras. Las logro pillar y nos escapamos tres en cabeza mientras, María, se queda algo rezagada. El subidón empieza cuando veo a Javi en la primera rampa del circuito. <¡Me diste alas cariño, no te quepa la menor duda!>

El fuerte ritmo que desde el principio impuso una de las triatletas, hizo que sufriese por seguirla. Después de adelantar a la segunda, que no podía con ella, consigo seguir su estela, pero sufriendo mucho para no perderla. —<¿Has venido a luchar no?>— me dije. Me da por mirar el Garmin y veo que voy a treinta y siete y pico de media. <¡Hoy volamos!>. Sin embargo, veo que no me van los wattios. <¿Otra vez?>. Jolín, no me falla nunca, solo en carrera. Es ponerme a pedalear en competición y no marcarme. Ni en Sudáfrica, ni en Marbella, ni aquí. Si alguien sabe por qué, que me lo explique, por favor. Pues nada, por sensaciones, como a mí más me gusta. A apretar el pie hasta reventar. Ja,ja,ja,ja.

Cierto que de poco me sirvió el GPS en esta carrera. Un circuito rapidísimo de tres vueltas iguales. donde el único objetivo era luchar en todo momento por seguir una buena estela y mucha concentración para no bajar ritmo. Eso sí, con mil ojos porque cada vez nos íbamos juntando más gente y había que controlar por adelantar sin percances y vigilar mucho los giros y las zonas más técnicas y estrechas.

¡Gua! A pesar de la tensión que llevaba, disfruté como una niña pequeña. Me sentía muy fuerte. ¿Sabes cuándo vas dándolo todo, que vas al límite, pero ves que sigues aguantando esa entereza?  Uf, eso aun motiva más. Así fue mi carrera. Cada vuelta de bici me sentía mejor, más rápida. Y era cierto porque iba abriendo hueco con mis perseguidoras. Me puse en cabeza al empezar la segunda vuelta. Cierto, es que adelanté a la primera porque ella bajó mucho el ritmo de golpe. Por lo visto sufrió alguna avería. Completé la segunda vuelta en solitario hasta que me dieron caza el grupo de pros chicos que venía detrás. Fue un grupo al que me pude unir, aunque me costó mucho no perderlos. Llevaban un punto más que yo. Sin embargo, sus dos o tres discusiones con la moto de los jueces, por el tema drafting, me permitió engancharme, y hasta pasarlos en una ocasión. Vaya cabreo llevaban. Pero creo que no es tan difícil ponerse en fila y respetar la distancia. Por lo visto, no se ponían de acuerdo entre ellos, o no lo querían hacer y les llevó varios conflictos. Creo que con sanción incluida a alguno de ellos. Yo alucinaba con el espectáculo desde atrás. Sé que no es fácil con tanta gente y en un circuito así, pero si uno quiere, respeta las normas. Reconozco que me fue muy bien eso para tener guías en la bici, que nunca tengo la ocasión, o prácticamente nunca, y sobretodo, me distrajo e hizo que fueran cayendo los kilómetros sin apenas darme cuenta. Pero también lo sufrí, no solo por seguirlos sino porque esas discusiones con el árbitro casi hacen que me coma dos veces la moto y a punto estuve de tener un accidente. Y más en las últimas vueltas cuando había tanta gente y se complicaban los adelantamientos.

Si la euforia por mi rendimiento era máxima, imaginaros encima, el poder disfrutar varias veces, en cada vuelta, de ver a mi familia. El circuito era ideal para eso, pasando hasta tres veces por el mismo punto. Javi no cabía en sí mismo al verme volar y disfrutar sobre las dos ruedas a pesar de ser un circuito rodador. Hasta le he cogido el gustillo después de esta gran carrera. Jejejeje. Y la magia la pusieron mis padres y mis suegros enfundados con la camiseta del Team Koraxan, que, a pesar de que me da mucha vergüenza estas cosas, me hizo sentirme muy orgullosa. Que suerte tengo de tenerlos siempre a mi lado. Mi madre sufre mucho viéndome y se pone muy nerviosa —ya sé a quién he salido—. Hasta le cuesta mirarme a los ojos en carrera de lo mal que lo pasa. Se lo noto mucho y a pesar de mi cara de concentración constante, intenté sonreírle en un par de ocasiones para que supiera que estaba bien, y lo mejor, que ese día me estaba divirtiendo mucho, a pesar de la agonía constante. Mi padre es todo lo contrario, es la templanza personificada. Sangre fría y entereza total. Me mandaba toda su fuerza en cada paso con su voz apabullante. Sin duda, de lo mejor del día ¡Gracias!

  

2h18’ más tarde me planto en las T2. El tiempo habla por sí solo, me había dejado la piel en el asfalto. Pero el alma seguía intacta. Cojo aire profundo y levanto el pie para darme esa pequeña tregua. Aunque no quería dejar perder ni un segundo, necesitaba ese respiro. Ese momento que te pones de pie después de 90km muy intensos para ver cómo están tus piernas. Parece que se quejan, las oigo, pero no quiero escucharlas. Nada me va a frenar hoy.

Transición rápida y perfecta. Si es que, cuando tienes el día, todo viene rodado. Hay que reconocerlo. Estaba pletórica. Y me pongo a correr a 3’50min/km. Era mi día y me dije que iba a darlo todo. Sufrí en los primeros quilómetros por los amagos de rampas que aparecían en la parte baja del cuádriceps. Supongo que de la bici tan rodadora con un pedaleo tan constante. Pero ese día, hasta me parecía haberme vuelto inmune al dolor. No bajé el ritmo, y por suerte, fueron desapareciendo. Fui ahogada toda la carrera. Iba muy fuerte, lo reconozco. Al límite de mis posibilidades, pero lo mejor es que no encontraba el momento de regular. Me iba creciendo al ver que podía con ese ritmo y que los kilómetros iban pasando rápido. Primera a vuelta a 3’59 de media y nada me frenaba. La segunda bajo a 3’58. <¡Vamos que te estás saliendo Judith!> Es espectacular sentirse así. Me sentía tan libre, tan fuerte. Me fui creciendo al ver como pasaba a la gente, y viendo que, ni los chicos de la distancia short me recortaban. Y sobre todo, que mis perseguidoras no me alcanzaban. A pesar de saber que la ventaja era considerable, no conseguía relajarme. Cómo es la presión. Qué duro es liderar una carrera con margen y seguir sufriendo por si te alcanzan. Agonizante.

La tercera vuelta la completé con una media de 3’59. Me mantenía increíblemente por debajo de cuatro minutos el kilómetro. Realmente era el día perfecto para volar: nada de viento, nublado y una temperatura genial. Todo acompañaba. Sobre todo, el público. Que placer correr en casa, sentir que tanta gente te conoce, te anima, grita tu nombre, tu apellido… Aunque algunos me animaban como si fuera una giry —jejejeje—. Vi muchas caras conocidas entre ellos. Muchos compañeros, familiares, amigos y conocidos. Gracias por todos esos ánimos que tanto se agradecen. A pesar de mi cara de concentración, y sufrimiento, sentía cada uno de vuestros gritos y aplausos. Lo siento si no lo pude demostrar suficientemente. Gracias a Raúl (Zirconio) que ilusión verte. A Opal, a Rafa y Vanesa, a los chicos del Rockets, a Santi… Gracias a todos. Pero no solo me animó el público. Correr en casa hace que conozcas a muchos triatletas, a gente con la que coincides en el gimnasio, en otras carreras, en entrenos, a gente de tu pueblo y a muchos de los que entreno. Me animaron muchísimos, incluso a pesar de ir sufriendo tanto como yo. Fue muy emocionante.

Me quedaba una última vuelta, las fuerzas ya no eran las mismas. Me dolía todo. Tenía los pies sollaos. Y por mucho que los ánimos seguían por las nubes, me era difícil seguir silenciando el dolor. Pero ya casi lo tenía. Solo quedaba una vuelta. Cinco kilómetros en los que solo tenía que disfrutar. Me lo había ganado. Me curré esa carrera desde el minuto uno y tocaba saborear el triunfo. —No tengas miedo Judith, esto ya es tuyo— me dije.

Por si me cabía alguna duda. Al cruzarme con Laura Siddall, al paso por el final de la tercera vuelta, me aplaude y me choca la mano. Gran gesto de una gran triatleta.  Esas son las cosas que engrandecen a este deporte. Me felicita por mi gran carrera y con ese detalle no hace más que transmitirme que ya era mío y que su lucha por intentar estar más adelante se había acabado. ¡Uf! Resulta muy difícil no emocionarse con cosas así. Me quito el sombrero. Grande Laura. Gracias.

Me decía interiormente: <Ahora sí. Disfruta Judith. Vaya carrerón has hecho. Mira Javi como se ha dejado la piel y la voz animándote. Mira a tus padres y a tus suegros, que emoción> . Bueno, aquí tengo que resaltar una cosa: Mi padre, al inicio de la última vuelta, justo al paso por meta, creía que había acabado, que ya estaba. La verdad es que me pareció verlo muy eufórico. Después de haber guardado la entereza durante toda la carrera. Je, je. Nunca se sabe lo que puede pasar. Gracias a eso, me sacó una sonrisa que ya no me pude borrar de la cara en toda la vuelta final. Y aunque los últimos kilómetros se me hicieron muy largos, incluso me bajara la media (finalmente a 4’02min/km), la disfruté como una enana agradeciendo todo el cariño y el apoyo recibido. Fue una llegada muy especial, me emocioné mucho. Pisé eufórica los metros de alfombra roja que me llevaban hasta el arco de meta. Aunque casi la cruzo en plancha, debido a un tropezón en el último metro. ¡Aig! ¡Espero que no haya imágenes de eso!

  

Qué bonito. Que gran carrera. Me atrevería a decir que la mejor hasta el momento. Inmejorable. Para enmarcar. La carrera soñada, la carrera deseada. No puedo ser más feliz después de algo así. Creo que me va a durar la euforia unos cuantos días. No puedo quitarme las imágenes de la cabeza. La emoción vivida en cada momento. El abrazo en meta con mis padres, con Javi. Que suerte tengo de tenerlos a mi lado.

  

Agradecer a los fotógrafos las espectaculares imágenes: Marcosphotosport, Canofotosport y José Luis Horcado

Video resumen:

VIDEO: Challenge Salou 2018

Antes de que el cuerpo, y la mente, se hubieran recuperado del ironman de Sudáfrica, disputado hace menos de dos semanas, tocaba volver a competir.

Aunque no estuviera al 100%, me sentía muy bien. Físicamente las sensaciones eran buenas. Me encontraba fuerte, aunque me faltaba algo de chispa y, aun sabiendo que en carrera acusaría el cansancio, confiaba en que el cuerpo respondiera bien. Anímicamente estaba genial. El Ironman era agua pasada y tenía ganas de volver a competir. Lo hacía con la seguridad que, a priori, en distancia half no me debía preocupar por mis problemas de estómago (al menos durante la carrera). Estaba ilusionada con esta competición. Me motivaba correr por fin en España y me apetecía volver a Marbella acompañada de Javi.

La verdad que para este triatlón fueron todo facilidades. Andrés del “No te pares”, nos llevaba las bicis en furgo. No sabéis que placer llegar al aeropuerto en moto y viajar con una sola mochila y lo mejor, volar sólo durante dos horas. Sin embargo, no era solo eso. Fue llegar a Marbella y tratarnos como reyes. Es lo que tiene que el director de Ironman España sea el “capo” de tu club (TRICBM CALELLA). Gracias a él, Agustí, y a Cristina, su mujer (directora de Triwoman), como también a Javier Mérida (concejal de deportes de Marbella), nos alojamos en un hotelazo de ensueño. Con todas las facilidades y comodidades del mundo, hasta piscina para hacer la activación los días previos. Los tres se preocuparon para que no nos faltara de nada en ningún momento y estoy muy agradecida. Además de haber podido compartir este fin de semana con ellos. Por cierto, permitirme que haga un inciso, en cuanto a Javier Mérida, os tengo que decir que es todo un ejemplo de lucha y superación. Para ello os invito a que lo comprobéis por vosotros mismos (www.javiermerida.com).

 

Iba tranquila porque el nivel era muy alto. Aunque siempre salgas a luchar y a darlo todo por estar lo más arriba posible, el hecho de saber que no eres una de las favoritas, resta presión, inevitablemente. De todas formas, si tengo que elegir, prefiero presión, que eso es señal de que puedo estar delante. Jejeje. Aun así, no pase desapercibida. Al correr en casa me tocó estar en la rueda de prensa, hacer un par de entrevistas y lidiar con los comentarios típicos: “que, a ganar, ¿no?”. Madre mía si yo no veía claro ni el top5. Todas nos vamos conociendo ya y había varias tops mundiales que sabes que si no pasa nada raro, ni las hueles. Cierto es que hubo dos bajas importantes de última hora (Pallant y Hurtelar) y eso me daba opciones para poder meterme entre las cinco primeras. El pódium esta imposible. Al menos sobre el papel, obviamente.

Las horas previas a la carrera fueron duras. Hacía mucho frío. Estuvo toda la madrugada lloviendo y bajaron mucho las temperaturas. Estar tiritando una hora antes y sin sensibilidad en las manos y en los pies es muy desagradable. Además, el agua estaba a 16’5 grados. Así que, meterse allí para calentar fue el remate. Costó mucho habituar a mi cuerpo a ese ambiente. La única ventaja es que habían recortado la natación a 1,5 kilómetros. No debido al frío, sino a la mala mar. Que, aunque desde la orilla no se apreciará, (como mucha gente ha dicho) unos metros más adentro estaba impracticable.

Llegaba el momento. Listas en la línea de salida. Nervios templados, sorprendentemente. Y suena el bocinazo. Soy la más rápida en sortear las olas y me pongo a nadar en cabeza. Eso me hace sonreír. Aunque poco después, me hace dudar el saber si voy en buena dirección. Pero sí, la primera boya está a tiro. En seguida me alcanza Anja Berenek, la esperaba. Sin embargo, lejos de irse, se queda nadando en paralelo conmigo.

La natación fue muy dura por el oleaje, pero tengo que reconocer que se me pasó volando. Lo peor fue la imposibilidad de orientarse mar a dentro, de boya a boya, donde debíamos completar el tramo más largo en línea recta. Era imposible verla con el oleaje y no encontramos ni una embarcación que nos guiara. Lo curioso fue que, al llegar a ella, por fin, y hacer el último giro que nos llevaría hacía la playa, empecé a ver gente que me venía por todos lados. ¡Uf! ¡Creo que más de uno se está colando! — pensé —. Pues, efectivamente, Así fue. La natación fue un caos. Los tiempos lo certifican y los propios atletas (inclusa varias pros) reconocen que se saltaron boyas. No de forma expresa (supuestamente), sino por confusión y dudas en esas condiciones. ¡Aig! Fallo de la organización por no orientar a los atletas y error de los jueces por no tomar medidas al respecto. Es mi opinión.

Fuera como fuese, salí en cabeza junto con Anja pero con cuatro o cinco triatletas pegadas al culo. La T1 aún fue más caótica. Al salir los chicos pros solo un minuto por delante (eran sesenta), nos encontramos una decena de ellos cambiándose en la zona de boxes, y fue muy difícil poder coger la bolsa, cambiarse delante de tu número y volver a colgarla sin problemas. ¡Qué horror! Entre eso y lo que me costó ponerme los calcetines sin sensibilidad en pies y manos, me hicieron perder esos poco segundos de ventaja con mis rivales.

Me subí tercera a la bici, pero viendo cómo se alejaba Anja y otra triatleta que no conseguí reconocer. Y es que meter los pies en las botas fue aun peor que meterlos en los calcetines. No sabéis que sensación tan horrible ver como la orden que envía el cerebro a tus extremidades no se ejecuta. Los pies están dormidos, congelados, y no son capaces de atinar en un espacio que parece muy asequible. Es desesperante. Y más cuando ves que se te escapan tus rivales.

Lejos de rendirme, aunque con resignación, luché por alcanzarlas. Lo estaba dando todo desde el principio. Eso al menos me ayudaría a entrar en calor, o eso esperaba. Pues funcionó. Lo de entrar en calor no (os cuento que los pies no me los sentí hasta el kilómetro cuatro de la carrera a pie, alucinante). Sin embargo, conseguí darles caza. En la subida pasé a la rival que no tenía ubicada y me coloqué justo detrás de Anja. Estaba contenta de haber llegado hasta allí sin grandes esfuerzos y con un subidón tremendo. Lamentablemente, duró poco. Ahí empezaba la parte más dura del sector ciclista. Y no, no, no las perdí. Me quedé en tercera posición, controlando la distancia permitida, con la moto del juez pegada a mí. Mientras que Anja se quedó a tan solo un par de metros después de que se pusiera en cabeza la otra chica, que ya os confieso que era Laura Philip y yo ni me había enterado (sabía que me iba a pillar, pero no esperaba que hubiese salido tan bien del agua).

De esa manera completamos el ascenso. Con la satisfacción de no perder la cabeza de carrera y poder seguir a dos cracks mundiales, aunque con la indignación de que el árbitro no penalizara aquella actitud de Anja. No se despegó de Laura en toda la subida. Pero tampoco lo hizo en la bajada y al termino de ella, finalmente el árbitro denunció la acción. <<¡Por fin! >>

Lo peor fue que, lejos de beneficiarme, (por saber que esa tarjeta me podía hacer ganar un puesto muy valioso), me hizo perder todas las opciones de lucha en el sector ciclista. Porque los segundos en que Anja estuvo discutiendo con el árbitro en paralelo, me obligaron a frenar y me obstaculizaron para seguir la estela de Laura que, en ese tramo tan rápido, crearon una distancia insalvable. Y para colmo, después de la amonestación, Anja arrancó muy fuerte. Tanto que me pilló por sorpresa. Viendo, aun incrédula como Laura se perdía y se me escapaban las opciones de seguir tras ellas. ¡No puede ser! ¡Qué tonta! No daba crédito a lo que estaba pasando. La vez que voy mejor posicionada y luchando codo con codo con las mejores voy y pierdo todas las opciones, y no por mi culpa.

Tocaba seguir, en solitario. En el giro veo que las otras dos favoritas venían cerca, aunque había aumentado la distancia teniendo en cuenta que la primera transición la hicimos juntas. Pero venían muy bien colocadas y, sin embargo, yo me había quedado completamente sola. Tocaba chuparse todo el aire en contra, tocaba pasar penurias durante algo más de veinte kilómetros y tocaba seguir luchando porque quedaba mucha carrera por delante. Iba en segunda posición y aun así me dije: ¡Pero de que te quejas tía! Si te acabas de dar cuenta de que la favorita es la que va en cabeza y no otra. Por lo tanto, una menos de la que preocuparte. Y que a la segunda favorita le han metido un penalty box, y esos cinco minutos la sacan de carrera. Y, además, a las dos que vienen cerca, ya las tenías en cuenta. Así que tira —me dije.

A pesar de tener que lidiar con todos esos pensamientos negativos en carrera y con la extremada dureza del circuito, disfruté muchísimo de este sector. Me encantó el recorrido: bonito, entretenido, seguro y diferente. Cuando más disfruté fue en los últimos quince kilómetros donde solo había que dejarse caer. Miento, disfruté hasta que en el kilómetro 88, me pasan Anja y Diana quitándome las pegatinas. ¿Pero cómo es posible? Anja ha parado cinco minutos en el kilómetro 48 y ya está aquí? Aun me cuesta creérmelo. No entiendo nada. Increíble.

Que contaros de mi carrera a pie. Que, aunque corrí de “puta madre” no sirvió de nada. Me bajé fresca, entera, corriendo a cuatro “pelao” el kilómetro. Estaba ahí, en cuarta posición todavía, pegada a la segunda y a la tercera, y también a la quinta. Marta venía muy fuerte y me adelantó en el tercer kilómetro para acabar colocándose en segunda posición en el primer cuarto de carrera. Me desbancó a la quinta posición a pesar de seguir imponiendo un fuerte ritmo que no creí que fuera capaza de mantener. Pero lo hice. Con la impotencia de ver que no servía para nada mi gran carrera.

El ritmo de mis predecesoras era aún superior al mío. Y aunque por detrás la distancia era inmensa, no quise rendirme. Seguí luchando a pesar de comprender que las cosas no iban a cambiar ya. Sin embargo, quise seguir peleando conmigo misma y quise devolver al público todos los ánimos que me estaban dando. Era la primera española en cabeza y la gente estaba entregada. Muchos conocidos que gritaban mi nombre, mi apellido y más cuando Alberto Montenegro, el speaker, que me conoce muy bien desde hace muchos años, los animaba a que me ovacionaran al pasar. Aunque a los malagueños, con lo “salaos” que son, . poca falta les hacía que les dieran directrices ¡Qué buena gente! Disfruté una jartá corriendo allí. ¡Gracias a todos! Al público Y Alberto, como no.

Crucé la meta en quinta posición. Top5 logrado. A eso veníamos, ¿no? Pero no pude evitar tener una sensación agridulce con la gran carrera que había hecho, porque sentí que merecí más (todo hay que decirlo). Aun así, qué bueno es, que en meta te queden esas sensaciones después de haber hecho una gran carrera, tan solo quince días después de haber corrido un Ironman (casi).

Los momentos más agrios fueron: que Javi cruzara la meta mientras yo pasaba el control antidoping (Eso sí. Como estaba cerca, y lo escuché por megafonía, me puse a llamarlo desesperada desde la carpa, hasta que me vio. A pesar de que la doctora me mirara como a una loca. Llevaba media hora diciéndole: “mi husband is in the race, and I want see you in the finish line”. Sí, sí, ni en Marbella teníamos médicos españoles). Y la otra, que las náuseas volvieran aparecer al término de la carrera (aunque por suerte, fue sufrir un par de horas y volver a ser persona otra vez).

Los momentos más dulces: compartir el post carrera con Javi satisfechos los dos de nuestra competición. Volver a ver a Elvira (una malagueña con la que compartí piso durante un par de años, y le tengo mucho cariño). Disfrutar de recoger el premio de mi quinto puesto y mejor resultado español, aplaudida por todo el público. Y el vivir un gran fin de semana.

     

VIDEO: IRONMAN 70.3 Marbella

https://www.triatlonnoticias.com/noticias-ironman/video-resumen-ironman-70-3-marbella

Realmente he tenido muchas dudas de si escribir o no esta crónica. No porque no quisiera hacerlo, sino porque no sabía ni cómo hacerlo. Si la hubiese ido redactando al instante, todo sería diferente, pero al tener que redactar todo lo acontecido una vez ha finalizado, lo hace muy difícil. Y más cuando no acaba bien.  No os voy a decir que no me falten fuerzas para explicar mi última aventura, pero no quiero dejar de hacerlo. Esta carrera no debe ser menos que el resto. La crónica no solo os la debo a vosotros, también me la debo a mí misma y, en este caso, la usaré como terapia. Intentaré que los sentimientos que me invaden ahora mismo no empañen los que viví hasta el momento que todo se torció.

Llegamos a Porth Elizabeth jueves al mediodía. Es verdad que algo justo, pero teniendo en cuenta que no había diferencia horaria, era suficiente para adaptarse. “Como en casa, en ningún sitio”. Así que cuantos menos días pases fuera antes de la carrera, mejor: descansas mejor, entrenas mejor, comes bien…y, sobre todo: no estás todo el día tirada en la habitación del hotel contando los días y las horas, templando los nervios y lidiando con el aburrimiento.

Llegaba con mucha confianza a esta carrera. Reconozco que es la prueba que más he preparado a conciencia. Había entrenado mucho y muy bien para este Ironman y había cuidado el resto de detalles. Sobre todo, la alimentación y la suplementación para que no me volviera a suceder lo de Calella. Aquella vez los problemas estomacales me sacaron de carrera y no quería que se repitiese. Confiaba en que no y no debía pensar en ello. Por eso había venido hasta aquí, porque creía que aquello fue algo fortuito (aunque en varias carreras más, haya tenido los mismos problemas, pero ya después de cruzar la meta).

Llegaba con la motivación por las nubes. Tenía mucha confianza en mí y en lo bien que me encontraba, pero tenía los pies en el suelo y sabía que debía correr con más cabeza que nunca. Con la premisa siempre clara de que el objetivo era: ¡ser finisher!  Si tenía que llegar algo más, que llagara solo. Pero no debía dejarme influir por el nivel, la clasificación, los puntos, las rivales y todo el resto.

Los días previos fueron normales: entrenar, comer bien, descansar mucho, entretenerte viendo series y películas y aburrirte sin apenas wifi para poder matar más el tiempo. Suerte que, como siempre, tenía a Javi para hacerme compañía – el también competía -, ¡con él nunca me aburro!

La mañana de la carrera me levanté tranquila. Sorprendentemente, mi cabeza estaba controlando todo mi sistema nervioso. Ella sabía que debía estar calmada y confiada y que no debía presionarme por nada. Hasta consiguió controlar el esfínter que siempre anda muy suelto las horas previas por culpa de los nervios.

Preparadas ya en la línea de salida, llegó el momento. – < Sin estrés, que quedan muchas horas por delante > – me decía a mí misma mientras el pulso se aceleraba con la cuenta atrás. Y cuando el corazón ya no puede latir más rápido, por fin suena el bocinazo de salida. Ese que llevas ansiando desde hace meses, ese que parece que no va a llegar nunca y ese que esperas que marque el principio de una gran carrera y que te permita correr como sabes, ni más ni menos.

La natación no fue buena para mí. En las primeras brazadas se me fue mi referente, Rachel McBride. Nadamos juntas en Los Cabos y sabía que estábamos en el mismo ritmo. Me quedé sola en los primeros metros, pero rápido me alcanzó un grupo. En éste estaba Saleta, con quién nadé en paralelo toda la natación. Eso lo hizo muy llevadero y agradable sino hubiera sido porque Emma Pallant me destrozó los pies. No dejó de tocármelos ni un segundo en los más de tres kilómetros. ¡Uf! Que Rabia de eso. Desespera. Y más cuando no solo te los toca, sino que te frena y ten incordia. Algún buen arañazo me lleve y es más doloroso con los pies helados como los tenía. No fue una buena natación, tiempo mediocre. 55’

La parte positiva es que no iba a salir sola del agua y ese grupito podría hacer más llevadera la bici, o eso esperaba. Pues tuve un poco de todo. Acostumbrada a pedalear muy sola en carrera, tener alguna referencia de vez en cuando es muy agradable.

Lo peor de la T1 fue tener que correr con los pies congelados sobre un asfalto rugoso que me los reventó. < ¡Que dolor!> Fue un momento muy heavy. Perdí a dos rivales por delante – < ¿que soy a la única que le duelen los pies corriendo por aquí o qué? > – Aunque me subí con Emma, dejé rápido que se fuera. Ella salió a muerte y yo desde el principio iba a regular – < ¿Estamos locos? Que son 180km > -. Cogí mi ritmo. Sin querer, en las transiciones te vienes arriba y empiezas cada disciplina demasiado fuerte, hasta que te das cuenta y levantas el pie. Aquí fue la primera vez que no me dejé llevar ni por la emoción ni por mis rivales. Sabía que debía hacer mi carrera.

No había salido sola del agua, así que rápido me pasaron un par de rivales que habían hecho una transición algo más lenta. Era un buen tren y aunque algo rezaga, intenté engancharme a él. Vi que me acercaba a ellas sin gran esfuerzo y me alegré de encontrar a unas compañeras de viaje. Aunque rápido una se bajó del tren. Después de varias advertencias del árbitro por “chupar rueda”, llegó la tarjeta de penalización y eso hizo que finalmente se descolgará.

Cuarenta y cinco kms de ida muy llevaderos. Pendiente de no perder la estela de mi rival, aunque no llegaba a acercarme y en varios momentos creí perderla. No quería forzar, pero era importante poder aguantar esa referencia. En el giro vi que había abierto mucho hueco por detrás con las que habían salido conmigo del agua. Pero Guru, que salió mucho más tarde, estaba cerca.

La vuelta fue otro cantar. Ilusa de mí, mientras pedaleaba en la ida pensaba que la vuelta iba a ser más rápida, picaba para abajo y en principio llevaríamos viento a favor. Que equivocada estaba. Había disfrutado del viento a favor en la ida sin darme cuenta y ahora tocaba sufrirlo en contra. Se hizo duro. Desgasta mucho luchar contra el viento. Ni las pequeñas bajadas me hizo disfrutar donde a parte del asfalto tan malo, que te hacía levantar el pie y desacoplarte, además, fui perdiendo a mi guía hasta que en el kilómetro ochenta ya no la veía.

Bueno, tenía la primera vuelta hecha y las sensaciones estaban siendo muy buenas. Vamos a por otra más igual – me dije. En el giro de paso por meta veo que Guru y otra rival ya me vienen pisando los talones. El resto ya venía muy lejos. También veo a Javi, –¡por fin!-. En la vuelta no lo había visto y eso me preocupó, aunque con tanta gente es muy difícil. Qué bueno es ese momento, cruzarte con tu pareja en carrera y animarte mutuamente. Y ver que los dos vamos bien.

La segunda vuelta fue prácticamente un dèjá vu de la primera. Nada más empezarla me pasaron Guru y otra chica. Las intenté seguir unos cuantos kilómetros, aunque se me fueron distanciando. No llegué con ellas ni al punto de giro, pero, aun así, las sensaciones seguían siendo muy buenas. Hasta que tocó lidiar de nuevo con el viento. Esta vez fue mucho más duro. Me había quedado completamente sola, los kms pesaban, el cuerpo empezaba a doler y la cabeza comenzaba hacer de las suyas: a preguntarte «que “narices” haces aquí», a convencerte de que esto es muy duro, a hacerte dudar de si vas a poder seguir…Con esos pensamientos, los kms iban pasando y cuando me quise dar cuenta, cuando más me estaba quejando, vi que lo tenía casi hecho. La bici estaba llegando a su fin, se acercaba la T2 y tengo que reconocer que me estaba encontrando mucho mejor de lo que me hubiera imaginado.

Lo único malo de la T2 fue que no vi la entrada, veía una serie de conos y el punto de giro y no sabía por dónde tenía que acceder. Supongo que había un cartel que justo me tapó otro corredor y no vi el acceso ni nadie que entrara a la transición para guiarme. Pues, hice el giro de nuevo, como si tuviera ganas de hacer más bici. Eso sí, ya con los pies fuera de las botas. Y al hacer el giro vi el acceso. Hice una maniobra arriesgada para volver a cambiar el sentido de la marcha y dirigirme a la T2.

Fue bajarme de la bici y saber que iba a correr bien. ¡Tenía piernas! Que buenas sensaciones. <¡Qué subidón!> Lo malo fue volver a pisar ese asfalto matador, suerte que esta vez me sentía los pies. Fue tal el chute de adrenalina al encontrarme tan bien que hice una transición de solo 30”, lo que tarde en calzarme las bambas sin sentarme si quiera.

No sé ni como describir ese momento. Llegar después de 180km y ver que tu cuerpo se siente tan fuerte, es increíble. Esa emoción me hizo salir volando. Y más aún cuando me encontré a Guru todavía en la T2 después de haberme sacado varios minutos en bici. Llegó muy tocada y necesitó una tregua en la transición.

Corrí como nunca creí que sería capaz de correr en la maratón de un Ironman. Sentí que volaba, que me iba comiendo kms y a las rivales. Pasé a Guru en el primer kilómetro, unos más tarde a Emma Pallant que iba tocada y poco después se retiró y en la segunda vuelta, alcancé a otra corredora. Increíble colocarme en sexta posición y sentir que me iba comiendo el mundo. Mientras ves que la mayoría se arrastran, tú te sientes muy por encima del resto. No solo era una percepción mía, sino que me lo hacía saber el público, el resto de participantes y Javi cada vez que se cruzaba conmigo. El reloj fue el que me confirmó mis sospechas, estaba yendo muy rápido.

Pero, cuando más estaba disfrutando, cuando empezaba a creerme lo que estaba siendo capaz de hacer y cuando empezaba a soñar que iba a lograr mi objetivo: ser finisher, todo se truncó. Km 25-26. Empiezo a notar que el estómago se gira, que necesito ir al baño. Es curioso sentir como de golpe la cabeza se evade de la carrera, sigues corriendo sin saber ni cómo pero ya sólo piensas en llegar al wc, con desesperación. Lo consigo, pero eso fue el principio del fin. Llegaron los vómitos. – <¡No puede ser, por favor! ¡Otra vez no! ¡Por Dios, no me puede estar pasando esto otra vez! ¡Y menos ahora!> -.

No voy a describir la larga agonía que viví. No sé si fueron unos dos kilómetros más donde intenté seguir y luché por reponerme.  Varias paradas en un espacio de tiempo y distancia muy corto, con varios encuentros de compañeros que me animaban: Guru, Patricia, Naza, Capdevila… y Javi, que justo me encontró en ese momento y se paró a preocuparse por mí. Alargar la situación fue inviable, al igual que innecesario alargar el relato de este momento.

Mi segundo intento no acabó en la línea de meta como tanto deseaba, acabó en la enfermería una vez más. Al menos pude ver a Javi mientras un quad me recogía y pude animarle a seguir. Y cerca de dos horas más tarde, pude esperarlo en meta como tanto se merecía.

Sueños truncados. De golpe todo se desmorona. Pero todo ocurre por algo. Cuando tenga que ser, será. Fracasé conmigo misma por no conseguir lograr mi objetivo, pero logré otras muchas cosas que no creía que fuera capaz de conseguir y eso no me lo quita nadie. No solo lo de dentro de carrera, sino que una vez más, pude disfrutar de una gran experiencia. De otro viaje envidiable. De vivir momentos únicos con Javi y con el resto de compañeros que coincidimos: Guru, Eneko, Peru, Robert…

  

No han sido días fáciles. No por el DNF, sino porque es un tema que me preocupa. Tengo que seguir tratándolo y encontrar el problema, y la solución. Pero… lo consiga o no, voy a seguir intentándolo.

Quiero agradeceros, de corazón, todos vuestros mensajes de ánimo recibidos. Ha sido increíble sentirme tan arropa, de verdad. Todos vuestros mensajes han contribuido a que, a día de hoy, cuatro días después de la carrera, vuelva a sentirme al 100%, física y anímicamente.

Gracias a mi entrenador Álvaro Rance por conseguir que llegará tan fuerte, a mi club (TRICBM) por todo el apoyo y a mis patrocinadores por siempre estar ahí: Triwoman, Epaplus, Recuperation, Kronosport, Xwin, Speedsix, Ûnica bikes, Sailfish, Catlike, Gobik, Fincas Alarcon, Centreafit, Base Castelló y Odeclas.

 

La temporada empezaba más temprano que nunca. Surrealista estar compitiendo en enero. Pero eso fue lo que planeamos dos meses atrás al acabar la temporada. Y he trabajado duro para ello. Así que, aunque las sensaciones no iban a ser las mejores, valía la pena intentarlo.

Llegamos jueves mediodía a Buffalo City, en London East, lugar donde se celebraba el evento. Un día entero viajando con el desgaste que eso conlleva. Al menos con la ventaja, esta vez, de que la diferencia horaria era de solo una hora. Eso el cuerpo no lo nota y, por suerte, al llegar pudimos descansar bien. Prácticamente me pasé los días previos durmiendo. Que pasada. Tenía mucho sueño y eso me preocupaba. Aun así tenía la sensación de estar agotada, de no haberme recuperado del viaje o de no acabar de habituarme a ese clima (mucho más cálido y húmedo que el que tenemos en la península). Suerte que mi paso por Lanzarote, la semana previa, hizo que el cambio térmico no fuera tan brusco.

Por fortuna, a medida que se acercaba el día, iba recuperando sensaciones. Días tranquilos y sin percances. Con la logística típica y con el descoloque de estar en un país nuevo para nosotros, al que sin embargo supimos adaptarnos bien. Digo nosotros, porque obviamente Javi venía conmigo. Él también competía. Además, me lo tenía que traer de guardaespaldas (je, je). Nos habían advertido que no era un lugar 100% seguro. Aunque tengo que decir, en defensa del lugar, que nosotros, por suerte, no tuvimos ningún problema. Sí que es cierto que, a veces, te sientes un poco observado e intimidado, pero para nada amenazado o indefenso. Y, por el contrario, pudimos disfrutar de un nuevo rincón del mundo, de su gente y su cultura. Resultó ser mucho más pobre de lo que imaginábamos. Al menos esa zona.

   

Con respecto a la competición, tenía ganas de probarme. Con la incertidumbre de cómo iba a sentirse mi cuerpo compitiendo tan pronto, pero con la seguridad de que me encontraba bien y podía salir una buena carrera. El pódium estaba caro. Dos rivales muy fuertes que estaban muy por encima de mi nivel y que, de costumbre, me sacan una más que considerable minutada. Una tercera competidora entraba en las quinielas para el pódium y luego el resto, en más o menos igualdad de condiciones para optar al Top5. Pero como las teorías valen de poco, no había nada escrito y todo se iba a decidir en carrera. Objetivo: luchar por esa tercera plaza. Difícil, pero no imposible. Eso sí…, sin presión. Al menos eso me transmitía mi cuerpo que estaba muy tranquilo. Imagino que le ha pillado descolocado eso de competir tan pronto. O seguía en letargo.

Lo que sí me puso nerviosa, fue no enterarme apenas de nada en el breafing. <Falta mucho inglés aún. ¡Aig!>. Eso sí que me incómoda: el ir a ciegas en carrera. No conocía circuitos y encima no me enteré de las normas <¡Vamos mal Judith!>. De lo que sí que me entere fue de la amenaza de tiburones. Nos explicaron con detalle el protocolo de actuación y las tres posibles situaciones en caso de que la amenaza fuera real. <¡Ay Dios. Esto sí que da mucho yuyu! ¿Pero dónde nos hemos metido?>

Sorprendentemente, ni los tiburones me quitaron el sueño la noche previa. Así da gusto levantarse para competir. Buenas sensación física y anímica. Teniéndolo todo bajo control y llegando a la zona de salida con tiempo, seguridad y muchas ganas. Bueno…, un par de cosas sí que me faltaron: la primera, ir una vez más al baño, lo cual me hizo sufrir y sentirme incómoda en carrera (aunque eso igual me fue bien para “apretar bien el culo” corriendo. Jejejeje). Y la segunda, el que no nos dejaran calentar ni tan solo tocar el agua. No se entendía. <¿Sería por los tiburones?>

Empieza la carrera. Salen los chicos pros y cinco minutos más tarde lo hacemos nosotras. Reacciono rápido al bocinazo. Pero, en los aproximadamente 50 metros lisos que tuvimos que hacer hasta llegar al agua, ya me sacaban todas un cuerpo de ventaja. Correr no es lo mío, está claro. Quiero recuperarlo en los primeros metros de natación, sin embargo el agua está muy fría. Calculo que a unos 17 grados (como mucho). Tengo un pequeño colapso que me impide respirar y bracear con normalidad. <¿Por qué narices no nos habrán dejado probar el agua? ¡Esto es hasta peligroso!>. Consigo no enloquecer después de ese momento de agonía y, aunque mis pies y mis manos ya no los salvo, empiezo a nadar con ritmo pero con mucha torpeza. Jeanni  Seymour, una de las dos favoritas, ya se había escapado. Intento darle caza, pero es demasiado tarde. En la primera boya me coloco segunda y veo que consigo alejarme en solitario.

Esa fue mi natación: Soledad total y sin referencias por ningún lado. Resultó ser muy dura. Además del frío, había mucho oleaje y costaba ver las boyas. Y mucho más coger el ritmo. Fue de esas nataciones en las que no controlas tus movimientos y donde te desgastas mucho sin notar que avanzas. Por suerte…, no aparecieron los tiburones. Aunque os tengo que confesar que tuve algún momento de “acojone”. Y más, al verme tan sola en medio de ese mar tan ajetreado. Me asustó un kayak que se acercó y me pegó un grito a unos 500 metros del final. Encima iba de naranja, color del que serían las boyas que nos alertarían de la presencia de tiburones. Por fortuna, solo fue para decirme que me estaba desviando. <Que susto>.

Llegué a la playa borracha pérdida y donde casi no llegó es a la T1. Era una transición muy larga y algo confusa. Salí del agua desorientada, sin nadie que me indicara el camino. Corro para donde creo que es la dirección correcta, hasta que veo que estoy en un sitio sin salida. Me había metido en un recoveco vallado de la organización. <¡Joder, por qué nadie me lo indica!>. Me cabreé mucho en ese momento, aunque reaccioné a tiempo y fueron pocos los segundos que perdí. O eso quise creer. Al menos seguía en segunda posición y sin perseguidoras a la vista.

Cojo la bici y al subirme veo que el velcro de la bota derecha se había salido completamente del broche. Otro contratiempo que me trastoca. <Nada Judith. Cosas que pasan>. Me digo a mí misma intentando convencerme y me centro en pedalear. Los primeros kms fueron un poco confusos sin ninguna indicación ni gente de la organización. Pero enseguida se entraba en la autovía. Allí ya no había pérdida. 45 kms de ida y lo mismo de vuelta. Tráfico cortado. Toda para nosotros. Espectacular. Es una gozada competir así de cómodo. Dos carriles para cada sentido y un asfalto buenísimo que te permitía no tener que levantar la cabeza para nada. Bueno…, miento. Solo para ver lo dura y larga que era la rampa que venía delante, <¡Uf!>. Aunque era una autovía, no pillabas ni un km llano. Todo era toboganes. Sube y baja constantes donde encontramos más de una de subida realmente muy larga y dura. Salieron más de mil metros de desnivel. Imaginaros.

    

A pesar de la sencillez de pedalear en ese circuito. Lo compliqué, o se me complicó. Era un circuito de cambiar piñones constantemente y en varias ocasiones bajar el plato para acabar el ascenso. El cambio no iba fino y me iba a dar la lata. Tanto que, en el km10, se me salió la cadena y no la pude salvar pedaleando. <¡Mierda! Hoy tengo el gafe. Esto ya es pasarse>. Sin más remedio, paro, coloco rápido la cadena y vuelvo a subir a la bici. Pero mientras pongo la cadena, en ese minuto perdido, Emma Pallant me pasa. <Que cruel es la competición>. Al menos consigo aguantarla y eso me anima. <¡Va Judith! Ya está. Contabas con ello. Sabías que, tarde o temprano, te iba a pasar. Sin embargo la estas aguantado por primera vez en tu vida. ¡Venga!> -.

La aguanté, aunque nunca estuve más cerca de los veinte metros. Y esa distancia fue en aumento progresivamente. Hasta que el 45km, justo en el avituallamiento, y posterior giro, la pierdo por completo. A diferencia de ella, necesité repostar y esa pequeña maniobra me desbancó por completo para seguir su estela. Qué pena; porque era una motivación muy grande y me ayuda a luchar continuamente. Aunque sea desde la distancia.

Ese fue el entretenimiento de la primera mitad de la bici. Bajo la lluvia. Cosa que agradecí. No solo por permitirme con ello que se me fuera toda la grasa de las manos y poder limpiarme la cara (que seguro que la tenía tintada); sino por refrescar la mañana que pintaba muy cálida y darnos una tregua durante una o dos horas. Hasta pasé un poco de frío y llegué a la T2 sin sentirme los pies.

En cambio, la vuelta, no tuvo ninguna distracción. Solo me motivó el cruzarme con Javi y verlo contento en ese momento. Fue muy monótona. Rodando completamente en solitario. Me pasaron unos cuatro o cinco chicos y no pude hacer nada por seguir a ninguno de ellos. Y es que uno de los hándicap de este circuito consistía en que las bajadas eran de las de darle pedales y a mí no me quedaban piñones. Que rabia da eso. Quieres darle más caña y no puedes. <¡Necesito un plato 54 ya!>.

La vuelta se hizo muy dura. Las fuerzas empezaban a flaquear. Las patas y el sol empezaban a picar. A pesar de ser un poco más favorable que la ida, cualquier rampa se hacía mucho más dura. Me motivé con ver que eran pocos los chicos que me alcanzaban, y que no lo hiciera ninguna chica. <¡Vamos Judith, que estas luchando por el pódium!>. Venía a luchar por esa ansiada tercera plaza. Era a lo máximo que podía aspirar aquí y de momento la tenía en mis manos.

Llegaba a la T2. <¡Olé! ¡Qué ambientazo!. Fue un subidón ver la calle repleta de gente. Un cordón de interminable. Música y varios puntos de animación con chearleaders (con pompones incluidos). Eso ya era otra cosa. Pintaba muy bien.

Transición rápida y cómoda. Me bajé tercera. A años luz de las dos primeras y viendo que en el primer bucle venían tres corredoras muy juntas con intención de darme caza. Calculé que estaban a un minuto y medio, o dos, de mí. <¡Uf! ¡Toca apretar el culo!>. Y era literal, porque tenía muchas ganas de ir al baño y a la que empiezas a correr…, la cosa se complica. Pues así lo hice (Lo de correr más rápido para administrar la ventaja ¡eh! Que lo otro, por suerte, aguantó en su sitio. Je,je).

La carrera fue muy dura. Dos vueltas de 10,5kms donde además de un continuo sube-baja, en mitad de la vuelta teníamos una rampa de más de un kilómetro donde muchos sucumbían a su dureza y empezaban a andar. Sin embargo, tengo que reconocer que no sufrí (más de la cuenta, obviamente). La disfruté muchísimo. Y es lo que pasa cuando ves que vuelas y que llevas un ritmo muy superior al resto de los corredores que iba pasando y que se asombraban de mi fuerte rimo (cosa que me hicieron saber con sus gestos, aplausos, miradas y palabras halagadoras con las que, a pesar de costarle hablar, me alentaban y me daban ánimos . Sumado esto a que la ventaja con mis rivales era cada vez mayor. Eso me hizo crecer y creer que ese pódium era mío.

    

<¡Guau!> Que euforia tenía. Da gusto correr así. Qué bien sabe sentirse fuerte corriendo y muy superior. Mientras el resto se venía abajo, por el calor y los desniveles, yo me venía arriba.

Parte de culpa la tuvo el público. Por Dios, Qué ambiente. Qué pasada. <¡Well done!, ¡STRONGER!, ¡viva española!.. .Fueron los mensajes del público que no dejaba de escuchar. Ánimos que me hicieron enloquecer en cada km. Pero el momento más dulce fue el cruzarme de nuevo con Javi, justo cuando pisaba la alfombra roja en los últimos metros y donde el daba comienzo a su segunda vuelta. ¡Gua! ¡Qué emoción! Pude celebrar con él mi llegada a meta.

       

La lástima es que yo no pude verlo acabar a él, como era la idea. Hasta me había llevado el móvil para poder inmortalizar ese momento. Llegó justo cuando yo estaba pasando el control antidoping. ¡Qué rabia! Y por más que corriera y orinara rápido, el protocolo es muy lento. Aunque necesario, lo sé, pero… El caso es que me fui corriendo hacia la meta y al no verle, calculé que al igual aun podía estar al llegar y me pasé cerca de 20 minutos mirando la llegada. Y nunca aparecía. Empecé a buscarlo, pero no daba con él. Así que, después de más de una hora, me fui para el hotel (que estaba a 10 minutos andando). Allí, Tampoco estaba. Entonces fue cuando empecé a preocuparme. Y reconozco que derramé alguna lágrima. Se mezcló la sensación de no saber ni cuándo ni dónde encontrarlo con la rabia de no haber podido disfrutar con él nuestra carrera. Yo iba lloriqueando con mi ramo de flores de galardonada mientras la gente me iba felicitando. Hasta una chica se paró para hacerse una foto conmigo. Yo, en ese momento, no estaba para felicitaciones, pero aguanté. Por suerte, finalmente lo encontré. Después de dos horas. Estaba justo donde habíamos quedado. <¡Mea culpa!>. Él estaba allí, tan pancho. Sentado tranquilamente mirando a la nada esperando que por fin yo apareciera.

Por fin pude saborear mi carrera, y la suya. Los dos contentos de empezar así de bien la temporada y en pleno mes de enero. Por mi parte, un resultado inmejorable y con unas sensaciones físicas muy positivas. Eso me da fuerza para seguir entrenando y preparar el próximo reto de la temporada. En abril tocará volver a Sudáfrica. Pero, esta vez, será para intentar ser finisher en el full.

De esta competición lo que me llevo es precisamente lo que Javi y yo comentamos justo al finalizar la carrera. Las sensaciones fueron las mismas. Competimos en un continente que yo no había pisado nunca y donde nos encontramos con sensaciones muy diferentes a las que esperábamos encontrarnos. Durante la carrera, en cuestión de metros, pasas, de una zona donde la gente lucha por poder comer, a otra donde, lo que ves, todo es pura riqueza. Como si de golpe te teletransportaras a una de las mejores zonas del mundo occidental.

   

Quiero agradeceros a todos, vuestros mensajes de ánimo y felicitaciones. Que sepáis que me dais mucha fuerza.

            

  

Llegaba la última del año. Esta no entraba en mis planes, pero Javi iba a correr el IM junto a unos amigos y yo, que prefiero estar dentro del ruedo que verlo desde la barrera, viendo que es el mismo día y que en esta distancia sí que hay profesionales, me animo hacer el 70.3.

En Los Cabos, aterrizamos el lunes previo a la carrera. Mucho margen de tiempo. Pero creerme que era necesario. No es fácil adaptarse al cambio horario, al clima, recuperarse del largo viaje…  No me voy a extender en contaros mi semana previa. Sobre todo, para no daros mucha envidia –jejeje–. Simplemente nos dedicamos a descansar. Principalmente, a ver los respectivos circuitos. Y obviamente, aprovechar para hacer un poco de turismo y disfrutar de lugares únicos como lo es “El Arco de fin de mundo”.

La semana fue bien. Nos fuimos adaptando poco a poco. El calor era soportable. Y más, cuando estás tirada en una tumbona en la piscina o en la cama con el aire acondicionado; aunque se presagiaba que, en carrera, sería insoportable. Yo venía preparada para ello. En Filipinas ya lo sufrí de lo lindo. Pero, aun así, se paga caro.

    

Es cierto que venía sin mucha presión. Era una prueba desconocida para mí. Ni siquiera contaba con ella, pero quería hacer un buen final de temporada y, por lo tanto, una buena carrera y que me dejará buenas sensaciones al bajar la persiana de este año. Así que, a pesar de estar hospedados en régimen de todo incluido, me cuidé más que nunca. Quería sentirme bien. Sentirme fina y lo conseguí. En otras ocasiones lo había pagado el descuidar la dieta por culpa de los viajes y salir de la rutina. Esta vez no estaba dispuesta a ello.  No creáis que lo hicimos por beber y comer todo lo que queríamos. Era la primera vez que cogía algo así y podía ser muy peligroso. Pero es la mejor opción cuando vas a un país desconocido, sin vehículo, en una zona que no prevés que puedas tener muchas opciones de comer sano y además…, si vas sumando las comidas fuera, a la larga sale más caro. Así que no le sacamos mucho partido a la pulserita del todo incluido. Pero…, valió la pena.

Pronto vi que, muy a mi pesar, el nivel era altísimo (tanto en chicos como en chicas). Una lista larga de veinte elites donde había: una ganadora de Hawaii, cinco chicas que corren ITU y varias canadienses y unas americanas que aparecían en la quiniela como favoritas. <¡Aig! Si es que cuando hay pasta… ¡normal!>. Aún no sabía dónde me había metido. Inocente de mí si creía que, por estar en la otra punta del mundo y en las fechas que estábamos, iba a disputar una carrera con poco nivel.

Domingo. Arrancamos las elites rondando a las 6:40h con unos quince minutos de retraso sobre la hora prevista. Cinco minutos después de que lo hicieran los chicos y cinco minutos antes que el resto de atletas del Half. Los del IM aún debían esperar una hora más. El retraso nos dio tregua para que empezáramos a nadar después del amanecer y no antes. Menos mal, porque si ya costó ver las boyas de día… imagínate de noche. Entré al agua con los pies congelados (a pesar del calor, para variar) por culpa de esa larga espera. Aunque como el agua estaba a más de 27 grados, rápido me los hizo entrar en calor. Un lujo nadar sin neopreno. Como a mí me gusta.

La natación fue complicada. Mucho oleaje y muchas “hostias” con mis rivales. Se notaba que había nivel porque éramos seis las chicas que peleábamos por no perder el grupo. Un grupo que creía que era el primero. Pero, por lo visto, había un par de escapadas por delante. Bastante tenía con luchar en mi espacio como para ver lo que estaba pasando allí delante. A pesar de todo, iban cayendo los metros sin perder el grupo. Aunque lo más duro fue salir del agua. La fuerte corriente nos vaciló. Me sentí ridícula braceando a solo 10 metros de la orilla sin ser capaz de avanzar. Creo que fue la parte más dura de la toda la carrera y la que más me desgastó.

                

̶ A 3’ de la cabeza. Me canta Javi al salir del agua y mientras él espera para empezar su carrera. <¡Dios. Eso es mucho tiempo!, ¿Estás que son las de ITU o las de Hawai? Y eso que soy nadadora>. Me decía a mí misma. T1 muy lenta. Como de costumbre. A pesar de no llevar neopreno, me peleo con el traje trampa para sacármelo de los tobillos. Y encima, me demoró más que el resto en ponerme calcetines (requisito imprescindible también en bici para mí). Si ya se me habían alejado un poco, el montaje en bici en una rampa de unos 800 metros y con badenes, ayudó a que perdiera definitivamente el grupo. No atiné a meter el pie en la bota por culpa de romperse la gomita. Y eso me hizo perder todas las opciones de rodar acompañada los primeros kms. Digo solo los primeros porque creo que, aunque las hubiera seguido al principio, hubiera caído rápido. Eran muy superiores.

Una vez más rabia de sentirme tan incompetente en la transición y primeros kms de bici. Y para colmo, vi que el potenciómetro no iba, que el bidón delantero lo tenía ladeado y a duras penas podía beber de la cañita sin moverme del acople. Parecía que era todo el manillar el que estaba torcido y esa sensación me incomodó y provocó que se me fuera cargando la zona lumbar y el lado izquierdo de la cadera por forzar la postura. <¡Concentración Judith, y a tirar con lo que hay!>

Fue una bici dura. Un continuo sube-baja muy matador y que sumaban más de 1.000 de desnivel y con la sensación de no coger ritmo nunca y encima pendiente de la carretera. Muchos badenes. Algún hueco importante y, sobretodo, algún tramo de tierra y placas provisionales por culpa de la tormenta tropical Lidia que sufrieron ahí hacía dos meses y que les levantó todas las carreteras. El calor fue mermando las fuerzas. Pero, a pesar de todo, lo gestioné bien.

No fue una bici totalmente en solitario. Después de quedarme sola al principio, y ver cómo me pasaban dos más (la que quedó primera y segunda) sin poder hacer nada por seguirlas, iba viendo a lo lejos a otra. Le iba recortando en las subidas porque, en el llano y bajada se me iba de nuevo. Ella iba con lenticular. Finalmente le di caza sobre el km 15 y, ya de vuelta, tuvimos un tira y afloja hasta el km 40, donde nos pasó una más. Pero me dije a mi misma que esa iba a ser la última. Y después de ver que mi compañera de viaje no conseguía enlazarla me dejé la vida por hacerlo yo. Y aunque nunca llegué a estar a menos de 15 ó 20 metros de ella, logré no perderla de vista y descolgar finalmente a la primera.

Eso me hizo sentirme competitiva de nuevo. A pesar de los estragos que pasé, por no perder su estela y luchar durante más de 40km detrás de ella, conseguí abrir mucho hueco por detrás y no ver cerca a ninguna rival más. Parecía que el resto, y mi perseguidora del principio, habían desaparecido. Aunque las que se habían esfumado eran las seis primeras que no había quién ni siquiera las pudiera ver. Incluso alcanzaron a chicos pros y todo.

A pesar de mi lucha por no perder a la séptima corredora, en los kms finales se metieron dos grupos de edad entre nosotras (los únicos dos chicos que me pasaron en todo el circuito). Eso, y una moto del juez que nos vigilaba, provocó un hueco insalvable que me alejó de ella pocos kms antes de la T2, donde perdí a los tres en la bajada final (me falta desarrollo).

Transición rápida. La ventaja de llevar los calcetines puestos. Conseguí pasar a los dos chicos que se me fueron con ella en esa parte final y logré volver a tenerle a ella a tiro. Pero poco iba a cambiar la cosa en la carrera a pie.

Una carrera durísima. Supervivencia total. De esas carreras donde no vale para nada mirar el reloj. Donde los kms no pasan y solo esperas llegar de nuevo al siguiente avituallamiento para hidratarte y tirarte de nuevo agua por encima (a pesar de las consecuencias que eso provoca en tus pies). Lo único bueno es ver que todo el mundo va igual, o peor que tú. Y, eso, te alivia. En estas carreras hay que intentar dejar la mente en blanco, vencer el no puedo y: correr, correr y correr sin dejar de hacerlo. Lo has de hacer como puedas, esperando que vayan pasando los kms sin pena ni gloria. Yo iba a tirones. Eran momentos en los que intentas dar un punto más y te vienes arriba, pero pronto, tu cuerpo, echa el freno porque no puede seguir llevándote así. Puede llegar a ser muy triste.

     

Los únicos momentos de agrado fue, el pasar por delante de nuestras chicas y sentir sus ánimos y los instantes de encontrarme con Carlos en carrera y darnos fuerzas mutuamente. Hubo muchos momentos de bajón. Fue una carrera muy, pero que muy dura. Y yo solo me animaba sabiendo que Javi iba a correr el IM. Motivo suficiente por el que no podía tirar la toalla en el Half. Y a la misma vez, sufría mucho por él y por el resto de amigos que estaban corriendo el Full. Porque su maratón sí que iba a ser un verdadero infierno.

Me motivó el hecho de no perder nunca de vista a la rival que perseguí durante casi toda la competición. Aunque no pude alcanzarla y nos separaron solo treinta segundos en meta. Otra ventaja fue que, por detrás, estaban muy lejos y cada vez más rezagadas. No vi que peligrase mi posición (siempre y cuando fuera capaz de llegar a meta). Aunque hubo momentos en los que dudé en conseguirlo porque realmente creí desmayarme del sobreesfuerzo sintiendo náuseas y muchos mareos. Aún así, conseguí rascar una posición adelantando a la que nos sacó 3’ en el agua y que rodó más de medio segmento ciclista en solitario, pero literalmente se murió en la carrera a pie. Eso, y adelantar en el tramo final a los dos chicos que me habían pasado en los primeros kms (los mismos que pasé en la T2) alejándose muy rápido, me hizo cruzar la meta con una media sonrisa.

No fue una carrera mala, ni un mal resultado. Sin embargo no me quedó buen sabor de boca. No disfruté. Sufrí mucho y no me sentí competitiva en ningún momento. La carrera se estaba disputando muy lejos de mí. Y esa sensación te hace sentir totalmente fuera de carrera. Impotente de saber que no lo puedes hacer mejor. Te quedas como si no hubiera servido de nada todo ese esfuerzo. Me quedo, eso sí, con la experiencia vivida. Hay que viajar y competir en todos sitios. Conocer tu nivel y el del resto de las rivales. Ser consciente de donde estás y hasta dónde quieres y puedes llegar. Al menos para intentarlo.

    

Después de mi carrera tocaba seguir a pie del cañón y animar a Javi, a Tomás y  Joan, que estaban corriendo el Ironman. Padecí mucho viendo a Javi correr su maratón. Si mi carrera había sido dura… imaginaros la suya. No solo sufrí de verlo. Sino que, como yo aún estaba pagando caro el sobresfuerzo, tuve que abandonarlo varias veces durante su carrera y hacer varias visitas al wc y tumbarme en la cama por culpa del mareo, de las náuseas y de los problemas de estómago que aún tenía.  < ̶ Lo siento cariño! ̶ >. Suerte que las chicas no nos dejaron solos en ningún momento y cuidaron mucho de nosotros (tanto los del Half como los del Full, dentro y fuera de carrera. <¡Muchas gracias a las tres!>

A pesar de la dureza, finalmente todos conseguimos llegar a meta y muy satisfechos de completar una de las carreras más extremas que hemos hecho. Carlos y yo en el Half y Tomás, Joan y Javi en el Full (que aún tiene mucho más mérito). < ¡Felicidades chicos! >.

Lo mejor de todo, disfrutar de una carrera y del viaje acompañados de buenos amigos. Con muchos momentos buenos para no olvidar. Como la busca de KSI MERITO que me encargó Gonzalo, que nos hizo reírnos durante un buen rato y que lo seguirá haciendo.

      

No puedo olvidarme en este viaje de nuestros amigos mejicanos. Montse y Luis. Que, sin conocernos de nada, no solo nos hicieron de chofer, sino que nos llevaron a cenar al mejor restaurante japonés al que hemos estado nunca. <¡Muchísimas gracias por vuestra hospitalidad!>

Fin de temporada. Un balance muy positivo. Tanto deportivo como personalmente.

Momento también de agradecer a mis sponsors todo el apoyo durante mi temporada.

 

¡GRACIAS A TODOS¡

Esta competición era la única que no entraba en mis planes cuando confeccioné el calendario de la temporada. Ha sido fruto de la improvisación y de una decisión de última hora. La culpa la tiene mi retirada en el Ironman Barcelona. No solo me había quedado con ganas de más, con ganas de competir, sino que después de algo así… necesitas desquitarte. Como no suelo quedarme de brazos cruzados, ni lamentándome de lo que no pudo ser, rápidamente busqué otra vía de escape. Además, había un importante entreno detrás. Un gran trabajo para llegar en plena forma a estas fechas y, si no competía, me quedaba la sensación de haber desaprovechado esa preparación. Además, quería cerciorarme de mi gran estado de forma; o al menos yo sentía que así era. Me encontraba (y me encuentro) fuerte y quería demostrármelo a mí misma.

Tan sólo tres días después del Ironman, con la idea puesta en la cabeza de buscar alguna carrera, miré las opciones que tenía. Eran pocas dadas las fechas en las que estamos y teniendo en cuenta que este domingo partimos a Méjico rumbo a la que, esta vez sí, o al menos por el momento, será la última carrera del año. Así que, por cercanía, precio y logística el Challenge Forte Village en la isla de Cerdeña iba a ser la competición elegida.

Es cierto que no nos salió tan bien la jugada como queríamos. Escribí a la organización y me dijeron que no podía contar con alojamiento gratuito y que tan solo podían ayudarme con el 50% de la inscripción debido a que había muchas Pros invitadas (con eso tampoco contaba). El triatlón se celebra en un gran Resort deportivo-lúdico-festivo donde, además de una estancia de ensueño, el estar instalado en el mismo recinto donde se compite, es una gran ventaja en muchos aspectos. Pero, a pesar de todo, y gracias a Javi, que aún tiene más iniciativa que yo, decidimos ir (aunque se nos fuera de presupuesto). Él sabía que yo quería correr y no lo iba a dejar de hacer por muchos contras que se fueron presentando. Ni tan solo el conocer la start list de Pros del evento me hizo cambiar de decisión, y eso que sabía que el Top5 iba a estar muy caro. <El que no arriesga, no gana>. Conseguimos unos vuelos a buen precio, un hotel cercano decente (obviamente el Forte Village Resort sí que se nos iba de cuentas) y ya teníamos una excusa más para volver a hacer maletas y conocer mundo. Cerdeña es un destino turístico envidiable y aun no lo conocíamos.

Llegamos viernes. Tiempo justo para deshacer maletas, montar bici, recoger dorsal, correr un poquito, cenar y a dormir pronto. El sábado no fue tampoco un día relajado. Con el reloj marcando los timing del día: desayuno, un poco de natación en el mar, breafing, check-in, comer, ver el circuito en coche (y menos mal que lo vi), descansar un poco, preparar todo, cena (pasta party de la organización en el resort que obviamente no defraudo) y temprano: el requisito imprescindible…, a la cama.

Los días previos estuve más tranquila de lo habitual. El día anterior me sentía bien, y hasta dormí genial la noche víspera. Sentía que era una carrera diferente, no estaba tan nerviosa, no tenía nada de presión. Venía a competir conmigo misma. Era como si me debiera algo a mí, solo a mí. Quería devolverme esa confianza perdida en Calella. Y, más que un buen resultado, buscaba una buena carrera a nivel personal.

8:00h. Arrancan los chicos profesionales y solo un minuto más tarde lo hacemos nosotras. Un grupito numeroso de élites, unas veinte, y muchas tops para dar guerra, aunque conseguí estar entre las primeras posiciones desde el principio. Era una natación chula, dos vueltas que incluían salir del agua en el giro con un triángulo de solo 900 metros de perímetro; por lo tanto, los escasos 300 metros de boya a boya se hacían muy llevaderos. El agua, movidita. Iba a ser un día muy duro con fuertes vientos y se notaba en el mar, pero con un fondo espectacular que animaba a meter la cabeza y seguir braceando. Hice toda la natación a pies de la ganadora Heather Wurtele (subcampeona tanto en el mundial de 70.3 como en el de Challenge) y, aunque parezca todo un logro poder seguirla, la natación siempre la hago mejor que ella y eso no me estaba gustando. Además, la primera vuelta la completamos tres chicas en cabeza, pero en el inicio de la segunda perdí referencias con una de ellas. Se desvió mucho hacia fuera y decidí conservar los pies de Heather. Mi sorpresa fue cuando me cantaron, camino de la T1, que iba tercera, porque no sé en qué momento nos pasó. No la volví a ver, ni si quiera sé quién fue (pensar que en la parte final nos fuimos encontrando grupos de edad que estaban completando su primera vuelta). Tampoco le di mucha más importancia porque tenía detrás un grupito de unas cinco integrantes donde estaban las principales favoritas y las posiciones de pódium se iban a desvanecer rápidamente. A pesar de eso, me encontré bien. Una vez más me sentí muy cómoda en el agua.

   

Una transición muy lenta donde tuve problemas para meter el neopreno en la bolsa que nos habían dado. Por culpa del aire se me voló unos metros y me hizo perder esa cierta ventaja que llevaba sobre el grupo perseguidor y alejarme definitivamente de la cabeza de carrera. En los primeros kms de bici me iban pasando rivales y, sin poder de reacción, veía como se alejaban cada vez más. <¿Qué me pasaba?>. Fue un momento duro. Era como si no tuviera fuerzas suficientes para poder engancharme a ellas (a pesar de estar dándolo todo). Es verdad que hacía mucho viento en contra, pero lo hacía para todas. Se me metió la idea en la cabeza de que llevaba la rueda de atrás frenada (pensamiento muy típico en estos casos). Me obsesioné con ello sin conseguir verlo ni comprobarlo (definitivamente no fue así). Sacándome, en ese momento, totalmente de carrera.  <Y yo que hoy venía a demostrarme a mí misma que me encontraba en uno de los mejores momentos de forma ¡Pues empezamos bien!> pensé.

La sorpresa no solo fue mía, sino también de Javi, que a la altura del km12 aproximadamente, volvíamos a pasar por delante del Forte Village y vio incrédulo como había descendido de la tercera a la séptima posición. Él sabía que lo iba a pasar mal con tanto viento y sé que, esa espera de casi tres horas de bici, se le hicieron muy largas sin tener ninguna referencia ni noticias mías.

Me costó centrarme en la carrera después de aquella situación vivida. SI hubiera ido en solitario…, al igual no hubiera sentido lo mismo. Simplemente la incomodidad y la dureza de luchar contra el viento, pero nada más que fallara a simple vista, ni física, ni técnicamente. Aunque reconozco que fue decepcionante ver como todas se me fuesen tan fácil en tan poco tiempo. Pensareis que simplemente eran más buenas que yo, pero es que a estas alturas ya nos conocemos todas y os aseguro que nuestros niveles en bici son muy parejos. La peor sensación es desaprovechar las pocas oportunidades que tienes en una carrera de encontrar un grupito con el que marcarte el ritmo, disputar la carrera, compartir kms y desaprovecharlo por completo. Me lamenté mucho de eso. De hecho, aún lo sigo haciendo. Y mientras me resignaba, antes de empezar el puerto largo llegando al km20, me pasó otra rival más. Por suerte, a ella no la llegué a perder de vista. Es más, la alcancé y la pasé al empezar el descenso. ¡Ah!… también adelanté a otra chica durante el ascenso. <Algo es algo>. Supongo que ahí empezó a pagar el esfuerzo. Pero si creía que lo más duro ya había pasado, estaba equivocada. Una bajada larga, con curvas muy cerradas, y el fuerte viento que parecía ir en aumento, me hicieron “acojonarme” y vivir uno de los peores calvarios en carrera. Y es que cuando se te mete el miedo en el cuerpo, es muy difícil coger confianza de nuevo.

Para mí fue la bici más dura que recuerdo. Ni en Lanzarote hubo tanto viento. Aunque iba totalmente fuera de carrera me convencí de que había venido a competir conmigo misma y que, las circunstancias de alrededor, no podían quitarme las ganas de luchar y darlo todo como siempre. Y es que lo curioso es que, excepto los sustos que tuve por las rachas de viento, me sentía bien a pesar de la dureza del circuito. Se me fueron pasando los kms rápido (supongo que venir de competir los 180 de la distancia Ironman hace que la mitad te parezca muy fácil). Me encontraba bien físicamente. Tenía la sensación de estar controlando bien los ritmos, la suplementación… Igual sí que salieron algunos wattios menos, pero no era un día ni un circuito para hacerle mucho caso. Solo hubiera cambiado mi falta de seguridad que fue la que me hizo levantar el pie en muchos momentos. Sobretodo bajando. Y lo peor… apretar el freno más de la cuenta. A modo de curiosidad os cuento que la rival que llevaba pegada, finalmente me pasó en el último puerto, sobre el km75 y, junto a ella, Tina Deckers (ganadora de Embrun este año, entre otras muchas cosas) y vi cómo se alejaban pronto. La sorpresa no fue que Tina se me fuera fácil, siendo una excelente escaladora, sino que aun estuviera detrás de mí a esas alturas visto lo visto de mi pésima actuación en bici. Pero a pesar de eso, conseguí el KOM en Strava del todo el circuito. Se ve que soy la única frikie de las Pros. –jejeje-

Llegué a la T2 en octava posición, fuera de carrera totalmente, y muy alejada de mis rivales, aunque las ganas de seguir compitiendo no faltaban. Al contrario, llegué con mucha fuerza y con mucha rabia. A pesar de notar que no tenía nada que hacer, salí a muerte. La cara de Javi fue un poema. Pasó de la preocupación de no verme llegar en bici, al asombro al verme salir con esa garra a correr. Creí que ese fuerte ritmo no duraría mucho. Empecé a correr a menos de 4 minutos el kilómetro, pero, aunque descendió, fue muy pocos segundos.

Corrí como si no hubiera un mañana. Corrí solo para mí porque no veía ninguna posibilidad de alcanzar a nadie por muy bien que lo hiciese. Estaban muy lejos. Pero me lo debía a mí. Yo nunca tiro la toalla. Y aun me faltaba demostrarme que realmente me sentía fuerte. Disfruté de sentir que volaba, hasta corría bien técnicamente <puede que no fuese así, pero… lo que hace la cabeza>. Me vine arriba cuando me pasó Chente y me emocionó tanto que me animara como el verlo volar y llevarse la carrera con una ventaja tan aplastante. ¡Impresionante!

Pasé a una rival en el kilómetro seis (más o menos). La misma que había estado más tiempo en bici conmigo. Creía que sería la única, el resto andaban muy lejos. Pero aun no me daba por vencida. Javi, en mi paso por el km10, me gritó que le había recortado 10 segundos a Tina <eso no es nada> –me dije. Pero no se refería en la primera vuelta; sino en un pequeño bucle que hacíamos dentro de la zona de boxes. <A un minuto y medio> –me dice.  <Eso es mucho. Pero lo voy a seguir intentando> –me digo a mi misma. Javi estaba alucinando con mi carrera. Lo sé. <¡Yo también eh!>. Pero me da mucha fuerza cuando veo que él se asombra con mi capacidad de lucha (aunque no me juegue nada). Bueno sí. Iba en séptima posición y cobraban las seis primeras. Un buen aliciente para intentarlo.

No sé si fue la pasta, la rabia que traía de la bici, el empuje en cada cruce con el resto de compañeros españoles, la ayuda de Javi, o el escozor que llevaba en el tobillo por culpa de un portachip asesino que me estaba destrozando, pero el ritmo no cesaba a pesar de que las fuerzas empezaban a flaquear. Aunque…, a algunas más que a otras. Y eso me sirvió de ayuda. Acercándome al km15, último giro de la carrera, veo que hay una rival que va muy tocada, (creo que fue la que salió primera del agua) y que, aunque a Tina no la alcance, a ella sí. Tina iba detrás. En el giro vi que le había recortado, aunque no tanto como para alcanzarla. Se le veía bien y nos quedaban escasos cinco kilómetros. Es de esos días que quieres que la carrera sea más larga para poder alcanzar más rivales <– ¿Tú te crees? ¡Somos masocas!>. Cuando voy a coger un vaso de Red Bull, la chica del avituallamiento se despista y me quedo sin él. Bueno, solo por el momento, porque un chico de la organización que se había dado cuenta, se pega un sprint cámara en mano para alcanzarme y darme el deseado vaso con taurina. <¡Mil gracias!,> –pensé y, a pesar de no tener aliento, le di las gracias tres veces seguidas y de forma encarecida por su gran gesto. Y es que el Red Bull realmente me dio alas. No sé si por su vitalidad o por el escozor que sentía en las heridas del tobillo al derramarse el líquido por encima cuando bebía (es inevitable al hacerlo corriendo y con un vaso).

Km 17 y veo a lo lejos a Tina. No sabía si alegrarme porque ya no me quedaban piernas <¡Judith lucha lo que puedas, un último esfuerzo! Puedes alcanzar a la ganadora de Embrun>. Eso me motivaba. Conseguí llegar a ella. Me puse tras ella sin que se diera cuenta…, como si estuviera jugando al escondite…., preparando el ataque. Cogí aire, me armé de valor, y la pasé intentando correr al máximo para que no tuviera tiempo de reacción, ni fuerzas para seguirme. Lo conseguí y maté dos pájaros de un tiro, porque pasé tanto a Tina como a la otra chica que iba muerta. Yo también lo estaba pero supe disimularlo lo justo para irme en esos 2kms finales y conseguir un top 5 impensable. Que se lo digan a Javi que aún no se explica cómo lo hice. Conseguir recortar más de 4 minutos a mis rivales.

Pletórica de haber conseguido el objetivo y de hacer una buena carrera. Y vaya que si la hice. Me atrevería a decir que mi mejor sector a pie junto al de Rimini. Por lo visto, Italia, siempre me da buenas carreras. Orgullosa de nuevo de superarme a mí misma y de darlo todo hasta la línea de meta. Pasé lo que pasé.

Lo que es la competición: Se vive la cara y la cruz en una misma carrera.

Lo peor del día: La muerte de un triatleta en el sector de la natación.

Mi más sentido pésame.

FOTOS DE JOSÉ LUIS HORCADE

No es fácil escribir la crónica de una carrera en la cual no conseguí llegar a la línea de meta. Pero me gusta explicar no sólo lo que vivo en la competición, sino también el antes y el después. Aunque no consiguiera finalizar, no dejaron de ser más de seis horas de carrera con muchas cosas por contar. Muchas vivencias. Tanto en los días previos, como en los posteriores. Y también esto quiero compartirlo. Además, se lo debo, os lo debo, a todos los que formasteis parte de ella de una manera u otra.

Llegaba el momento de debutar en Ironman. Elegí Barcelona porque consideraba importante el poder correr en casa. Principalmente por poder estar arropada por los míos que era el mayor aliciente. Además de otras muchas ventajas, como una logística más cómoda, la fecha (al ser al final de temporada, y después de cumplir los objetivos principales, sería un más a más) y el circuito (creyendo que una bici más “fácil”) sería una buena elección para dar el salto a esta distancia.

Puede que no fue una prueba preparada como se debía. Hubo varios hándicaps: la lesión del tendón cuando empezaba a tocar subir volumen en la carrera, el mundial y el viaje a Estados Unidos tres semanas antes, el resto de competiciones… En cualquier caso, me sentía preparada y lo más importante, con muchas ganas de probarlo. Eso sí, quería afrontarlo como cualquier otra persona en su debut: objetivo ser “finisher”, sin más. Aunque eso era lo más difícil.

El correr como Pro en media distancia durante el año te obliga hacerlo también en long distance. Lo tenía claro y creo que era donde debía estar. Pero sí que hubiera preferido pasar un poco más inadvertida en cuanto a los medios de comunicación. Ya era mucha la presión que me ponía yo misma, como para tener que lidiar con más. Aunque sé que a estas alturas es difícil, pero no dejo de reconocer que es muy bonito que te tengan en cuenta y te valoren. Aun así, después de alguna insistencia, preferí declinar la invitación a la rueda de prensa con el claro argumento de que era mi primer Ironman y no quería tanto protagonismo. Lo entendieron perfectamente y me concedieron ese beneplácito.

Llegué a Calella el jueves tarde justo para escuchar el breafing (aunque este podía habérmelo saltado porque no me perdí nada). Tiempo justo para saludar a compañeros, que también participaban, y algunos amigos que estaban por allí. Luego…, a cenar y a dormir prontito. Javi debía marcharse a trabajar el viernes por la mañana, pero aun así, como siempre hace, prefirió acompañarme aunque tuviera que ir y venir con el coche, madrugar y lo peor…, renunciar a sus entrenos.

Viernes. Desayuno y salgo a trotar un rato. Como es de costumbre las sensaciones son malas, te sientes pesada. Siempre te duele algo y con sensación de fatiga. Y tú, luchando contra ello sabiendo que es normal sentirse así (bueno, al menos eso es lo que comentamos siempre con Javi y otros compañeros) e intentando llevar un ritmo muy fácil que no te quite ni una gota de energía. Energía que quieres guardar para la carrera. Y lo peor de todo: los nervios. Nervios que ya se han instalado para quedarse hasta que arranque la carrera y que, por más que lo intentes, no desaparecen. Manteniéndose ese cosquilleo en el estómago y los latidos incontrolables. Si no fuera por tantos nervios, hubiera sido uno de los días previos más tranquilos que he vivido nunca. Me limité a estar estirada en la cama excepto para ir a comer y hacer el check in. Comí sola en un restaurante japonés cercano. No fui sola porque quise, sino porque sé que, durante el día previo, la logística se va complicando y al final no conseguí quedar con nadie, ni con quien lo había hablado previamente. Y eso que recibí también alguna invitación de última hora. Pero cada uno tiene sus horarios, sus rituales, sus preferencias culinarias… Y fue difícil cuadrarlo. Fue extraño. Por una parte, me sentía bien cumpliendo mi timing sin agobios, sin estrés. Pero por otra, echaba mucho de menos a Javi y me sentía rara sin compañía Y puede que más nerviosa al no tener una distracción. Sola, sin dejar de pensar en la carrera y sin dejar de leer cientos de mensajes que me enviaban deseándome lo mejor. La verdad que cuesta explicar que se siente recibiendo tanto cariño.

A las 14h fui a dejar la bici tal y como había quedado con Jordi Gil (quién dirige y presenta Temps D’aventura en Esport3). De ellos sí que no me libre (Jejejeje). Pero, a pesar de la vergüenza que me da, lo hice encantada. No solo porque te gusta que den difusión a tus hazañas, sino porque, a nivel personal, a Jordi le tengo un cariño especial. Él también competía a pesar de estar currando al mismo tiempo. Por cierto: le fue genial y me alegro mucho. A quién también le fue muy bien fue a MercéTusell. Estaba allí grabando también su entrada a boxes. Las dos en nuestro debut en larga y echas un matojo de nervios. Mercé, enhorabuena por tu gran carrera.

Una vez dejada la bici y bolsas en boxes, y grabada la entrevista, volví al hotel para seguir descansando. Solo eran las 15h y la única preocupación era tumbarme y esperar a que pasaran esas horas previas (tan largas) hasta el inicio de carrera. Se hizo eterno. Además, mi úlcera empezó a quejarse por culpa de esos nervios. «Judith, tranquila, no te juegas nada. Irá bien », me decía intentando convencerme a mí misma. Suerte que pronto llegó Javi y eso me relajó. También pasó a vernos Edu (uno de los mejores amigos de Javi), mi hermana y mi cuñado con mis sobrinas a las que tenía muchas ganas de ver y con los que me sentía especialmente ilusionada de que los cuatro estuvieran allí. Finalicé las visitas del día con Álvaro y su familia. Afortunada de tener allí a mi entrenador y que me diera los últimos conejos antes de irme a dormir (o intentarlo).

Por fin llegó el momento. Me levanté con muchas ganas y con mucha confianza. Estaba eufórica y con la adrenalina corriendo por todo mi cuerpo. Más que nervios era entusiasmo por vivir todo aquello. Lo tenía todo controlado. Ningún imprevisto de última hora, y eso me tranquilizaba. Reconozco que me emocioné mucho antes de irme hacía la cámara de llamadas. Me sobreexcité al ver allí a toda mi familia. Me costó controlar las lágrimas porque me hacía especial ilusión que estuvieran viviendo conmigo esa aventura. Me entusiasmó las caras de mis sobrinas observando todos mis movimientos previos, sobretodo Laia que con 8 años ya es toda una amante del deporte y no paraba de preguntarme porque hacía cada cosa. «Jejeje. ¡Aig! ¡Como la quiero!».

   

Mi familia no fue la única que me hizo emocionarme. También el abrazo con Eli y Marc, una pareja que entreno y que, con ellos más que con nadie, había compartido todas las inquietudes los meses previos. No solo por ser su entrenadora, sino porque lo que a día de hoy compartimos es más que una simple relación laboral. «¡Enhorabuena cracks!. Y no lo digo solo por la gran carrera que hicisteis los dos sino por como sois». Hay que decir que ella, no solo debutaba en la distancia, sino que lo hacía a menos de un año de haber sido madre. «¡Chapeau! ». Del mismo modo tuve la suerte de encontrarme con Jordi Gil y darnos un abrazo de ánimo y ver a personas como Tere Fullana, que hacía tiempo que no veía y que me ilusionó mucho. La admiro con profesional, pero más como persona. Después de muchos saludos más durante los minutos previos, abrazos con Helena y Mercé y alguna foto con Mikel Taboada (que aún no había visto), llegaba el momento de la salida.

Por suerte fue muy rápida. Que bien, ni tiempo a que me entrara el tembleque previo de la pierna mientras aguanto la cuenta atrás en la misma línea de playa. Salida limpia y desde el principio escojo unos buenos pies que me guíen. La primera boya llega muy rápido y toca ir a por la segunda que está a más de 1500 metros. ¡Qué horror! Reconozco que se me hizo largo y nunca veía el punto de giro. Iba algo incómoda por la pereza que me da nadar con neopreno y las malas sensaciones que tengo siempre con él. Suerte que el Sailfish G-Range se ajusta como un guante y aún hace que sea más llevadero que con cualquier otro, comprobado. Además, odio nadar en el mar, y aunque no había mucho oleaje, ni corriente, siempre cuesta controlar la técnica y llevas un vaivén constante que marea y hace que tragues agua de vez en cuando. Sobretodo con las olitas de las barcas de la organización cuando pasan cerca. La suerte que no vi medusas, como predecían, y el agua estaba cristalina hasta el punto que me permitió disfrutar del mar como nunca hago en competición. Los metros iban pasando. Mi limité a seguir unos pies que me llevaron muy, muy cómoda. Hasta pensé que estaba columpiándome demasiado, pero creo que debía ser cauta. Tampoco era plan de desgastarme más de la cuenta ni ponerme a tirar si tampoco iba a servirme de mucho. Así que a pesar de la falta de costumbre de nadar casi 4km del tirón, en aguas abiertas, y con neopreno, estaba completando el primer sector del Ironman y se me iba dibujando una sonrisa cuando veía, por fin, que quedaba poco para alcanzar la playa. Cincuenta y dos minutos, me cantó Javi. Pues sí que he nadado bien. ¡Toma ya!

La transición fue un poco confusa. Nos juntamos varios pros por allí. Las cinco chicas que salimos en el primer grupo junto a un par de chicos que alcanzamos en los últimos metros y que, entre que todos queríamos quitarnos justo el neopreno delante de nuestra bolsa y que era una tarima de madera muy resbaladiza, aquello provocó un momento caótico. Además, el chico de delante mío, por error, cogió la bolsa roja que es la de la T2 y casi hizo equivocarme. Suerte que me di cuenta a tiempo antes de llegar a descolgarla del todo. Fue gracioso porque yo siempre tenía la duda de si la transición de un Ironman era más lenta o más tranquila que una distancia más corta. Pero por lo visto no.

Me subí a la bici en segunda posición, pero dejé rápido que la primera se marchara. Debía controlar más que nunca y olvidarme del resto. Era el reto más largo al que me había enfrentado nunca y debía tener la cabeza bien fría para regular el sector ciclista. Controlar mis watios y guardarme un poquito. Pero es cierto que no quería verme sola. Aunque, muy a mi pesar, fue así durante toda la primera vuelta. Me pasaron las tres favoritas. Una por una a lo largo de los primeros 50 kms, pero no hice ningún intento de seguirlas. Puede que fuese una mala elección, pero no quería sobrepasarme en ningún momento. Una primera vuelta donde te sientes sola. Pero, concienciada de lo mucho que te queda y como cambias el chip respecto a las distancias que estas acostumbrada, los kms pasan rápido. Aunque tengo que decir que fue como estar en dos competiciones diferentes. Mientras yo pedaleaba en solitario iba viendo a la vuelta como los pelotones iban avanzado. ¿Pero qué es esto? Nunca lo había visto tan claro en carrera. Fue alucinante. Ni siquiera fui capaz de distinguir al resto de chicas pros que venían detrás de mí. No me gusta entrar al trapo en este tema y me cansa ver todas las publicaciones en redes sociales sobre el drafting, pero vivirlo desde dentro por primera vez me causó mucha impotencia e indignación. Y la peor sensación fue ver como tú te estás desgastando solita (como debe ser, o al menos a más de 12 metros de otro corredor) mientras el resto pedalea en grupo como si nada. Cierto que vi muchos árbitros, escuché muchos pitos, vi mucha gente discutir con ellos mientras enseñaban tarjetas y vi mucha gente parada en los penalti box. Y sé que en un circuito así, y con tanta gente, es muy complicado. Pero, si uno quiere, se puede. Se trata que cada uno cumpla la ley y no haga trampa.

    

Por supuesto, el ir sola, era cuestión de tiempo y a pocos kms de empezar la segunda vuelta fui absorbida por los grupos. Que fuerte, la gente enganchadita. Encima se hacían señas para avisarse de un obstáculo… ¡Gua! ¡Es que aún estoy alucinando! Si a mí me da igual lo que haga el resto. El problema es que yo solo hacía que levantar el pie, para respetar los 12 metros al ser adelantada, mientras veía como otro me pasaba para ponerse delante y no perder la rueda del grupo. Así se hacía imposible seguir rodando a mi ritmo y empezó a bajarme la media y los watios. La única opción fue ponerme a la izquierda y así ir en paralelo al grupo. La verdad que fue un momento tenso, circunstancia que te saca de carrera y por lo que no entiendes el por qué la gente no sabe competir como toca. Había un pro español en el grupo, Imanol, y también estaba desesperado. Intentaba explicarle al resto a base de gritos que dejaran de chupar rueda y que hicieran una fila respetando la distancia. Pero, ni caso. Sus gritos y aspavientos consiguieron advertir a los árbitros y pronto vino una moto a poner orden y sacarle tarjeta a todo el pelotón. Todos indignados por supuesto. Pero sirvió para que pudiera seguir compitiendo cómodamente. Aproveché la estela de Imanol, que era muy buena, y me concentré en no perderle de vista. Finalicé la segunda vuelta con buenas sensaciones y a buen ritmo. Lo pasé a pocos kms del giro, en la subida, él se quejaba de problemas musculares y le di ánimos. El viento a favor de vuelta a Calella se notaba y eso, más que gustarme, me preocupaba al saber que la tercera vuelta iba a ser muy dura. Y así fue. Solo quedaban poco más de 30kms y fueron los peores. El cansancio empezaba a notarse (aunque iba más entera de lo que hubiera esperado nunca) y las molestias de tantas horas en la misma posición se agravan. Lo peor fue ver cómo me pasaban dos chicas, junto a un grupo, sin saber ni siquiera de dónde habían salido. Que impotencia. Encima, no me dio tiempo ni a reaccionar y me quedé sola de nuevo, comiéndome todo el viento que ya era fuerte y desgastaba más de la cuenta. Me concentré en seguir manteniendo el ritmo e intentando no venirme abajo. A pesar de que las fuerzas empezaban a ausentarse, los kms iban pasando, y llegaba el último punto de giro tan esperado.

El último tramo de vuelta, sabiendo que ya lo tenía y con viento a favor, fue más asequible. Pero aunque las piernas y la cabeza estaban respondiendo muy bien, fue el estómago el que empezó a quejarse. ¡uf! ¿Qué pasa aquí? Había cuidado muy bien la alimentación en la bici, o eso creía sabiendo que era clave. Aunque hubiera preferido poder tirar más de avituallamiento propio y no de la organización, la logística no te lo permite. A pesar de eso, me sentí bien hasta la parte final del ciclismo y fue cuando decidí coger un plátano (en el último avituallamiento). De esa manera evitaba un gel, creyendo que me ayudaría a que se me asentara el estómago. No sé si fue el plátano, o cualquier otra ingesta, pero algo provocó una reacción en mi cuerpo y empecé a tener dificultades para controlar eso que, de ninguna manera, quería ser asimilado provocándome un gran malestar, una terrible angustia y unos fuertes dolores estomacales.

La segunda transición era el momento más deseado para mí en mi debut. Sabía que una vez empezase a correr, iba a luchar por llegar a meta como fuera. Pero…, no pudo ser. A pesar de llegar mejor de piernas de lo que esperaba y hacer una transición rápida y motivada por empezar a correr, fue el estómago el que no quiso que lo pudiera hacer. Unos fortísimos pinchazos en la zona abdominal me impedían ponerme recta. Y, a eso, se le sumaban las arcadas y los momentos de angustia. Fue el peor momento que he vivido nunca en carrera. No solo por el malestar físico, sino por no poder luchar contra ello y ni siquiera poder disfrutar del entorno y de toda la gente que estaba allí animándome.

No me voy a alargar mucho en contaros mi calvario durante los únicos 6kms que fui capaz de aguantar en pie. Distancia que a regañadientes pude aguantar hasta que mi cuerpo decidió echarlo todo y provocarme unos fuertes dolores en el estómago que me obligaron a pararme. Tampoco os voy a relatar el mal rato que pasé, tirada en un portal, hasta que vinieron los servicios médicos a atenderme. Les dije que no quería ir al hospital y opté por llamar a mi familia gracias a un agente de Policía que estaba allí conmigo y me prestó su teléfono. Esperé en su coche de patrulla hasta que Javi vino a recogerme con Rafa. No sé cómo me lo monto, pero, cuando no he podido continuar en carrera, siempre termino en un coche de las FCSE (después de la carrera de Mallorca acabé en un coche de la Guardia Civil porque las ambulancias no daban abasto). Evidentemente, y por suerte no detenida, sino esperando a que vengan a recogerme.

Explicaros el resto es contaros penurias, que no quiero. Simplemente os diré que anduve, de la cama al baño, hasta que mi estómago, unas cuantas horas después, decidió calmarse. En esos momentos no tenía mucho tiempo ni fuerzas para pensar en lo ocurrido. Solo quieres recuperarte. No ayuda el estar así, pero al menos te consuela ver que en esas condiciones no podías seguir y te ayuda a que el duelo sea más llevadero. El problema es que, cuando uno empieza a recuperarse físicamente, es más difícil convencer a la cabeza de si diste todo de ti. Y quieres encontrar cuál fue el error que cometiste y si estuvo en tus manos solucionarlo de otra manera. Eso igual me costará unos días, y sé que pronto pasaré página y buscaré otra carrera para volver a intentarlo.

Mi mayor decepción no fue el abandono, el cual no pude evitar dadas las circunstancias, sino el no haber podido acabar por todos los que estaban allí y por todos los que fueron expresamente a verme. Toda mi familia, mi entrenador, muchísimos amigos, compañeros, todo el equipo de RCTRI… Y todos luciendo una camiseta con mi foto y un mensaje de fuerza. Por cierto, en la foto había dibujada una bomba y ponía ¡BOOM! Pues sí que hubo explosión sí (Jejejeje).  -Dani, perdona. Creo que fue idea tuya. Con todo el cariño.  Hay que reírse de esto sino…

   

Siento no haber estado a la altura. Siento el viaje que habéis hecho en balde. Y lo siento no solo por vosotros, sino también por mí. Por no haberos podido disfrutar en carrera ni veros siquiera al acabar. Gracias por estar ahí y demostrarme tanto apoyo y cariño. Eso es el mayor regalo y consuelo después de mi estrepitoso debut en la distancia reina.

Aunque si algo me llevo, es todo lo bueno que viví. El disfrutar de una carrera en casa, con toda mi gente, con muchas caras conocidas, con no dejar de recibir ánimos en todo el sector ciclista de otros corredores que me cruzaba y que alguno no conseguí ni siquiera reconocer o que ni siquiera conocía, de gente que estaba como voluntarios en los avituallamientos, del público… Fue brutal cada paso por Calella, donde fue difícil controlar la emoción y no pisar un poco más fuerte el pedal. Todas esas emociones no me las quita nadie. Aún sigo recibiendo muestras de cariño y eso es impagable. Ver que la gente te quiere y te aprecia es la mejor medicina que uno puede recibir. Y más cuando recibes mensajes y consejos de gente entendida como entrenadores o triatletas expertos en la distancia que te apoyan sabiendo que todos han pasado por eso alguna vez.

  

Las carreras… o se gana o se aprende. Y yo… he aprendido muchas cosas de ésta y sobre todo he ganado también muchas otras.

IMÁGENES DE MIKEL TABOADA PARA TRIATLETASENRED.COM

Es un placer tener la oportunidad de escribir la crónica de mi primer World Championship Ironman 70.3. No solo por el privilegio de participar en él, sino por toda la aventura que ello conlleva.

El campeonato empezó mucho antes. No os puedo contar todos los detalles, pero, para mí, era el resultado del trabajo de todo un año. Buscando la suma de puntos carrera tras carrera y poder conseguir la clasificación. En junio, por fin, se confirmó mi participación. Iba a tener el privilegio de ser la única española en haberlo conseguido (como pro). Yo y Javi Gomez Noya (nada más y nada menos) ya que, a nivel masculino, era el único en las mismas circunstancias. Eso era un aliciente muy especial y que magnificaba aún más la carrera. Aunque, si había algo por lo que me sentía más afortunada, era por el hecho de que Javi (mi marido) también hubiese logrado clasificarse. Que los dos hubiéramos conseguido estar ahí, en nuestro primer mundial (y encima recién casados), era un gran regalo. Sería la luna de miel ideal. Viajar por deporte haciendo lo que más nos gusta. Además, resultaba la excusa perfecta para pisar y conocer los Estados Unidos.

 

Pero no íbamos a viajar solos. Mis padres no querían perderse (como en otras tantas ocasiones), el acompañarme en una competición tan importante para mí. Y mucho menos si eso les permitía hacer un viaje que, seguramente, ellos solos no hubieran hecho jamás. Me alegro de que vinieran. Para mí, es siempre un gran apoyo. Tenerlos cerca y haber compartido un viaje así, aún más. Sí, sé que una luna de miel con suegros o con padres no es lo más idílico, pero bueno…, así tenemos una buena excusa para buscar otro viaje (Jejejeje). Bueno, no solo nos acompañaban mis padres, sino que la expedición también la formaban Tomás y Oriol. Y otros amigos que también participaban. Y por supuesto…, sus parejas Mónica y Silvia. Qué bien lo pasamos y qué grandes momentos vivimos. Da gusto poder compartir experiencias con gente a la que aprecias y que enriquece la aventura.

El mundial lo empecé a saborear cuando nos agregaron al grupo de WhatsApp de españoles. Faltaban algunos, pero éramos muchos. Aún sin conocer a casi nadie, se podía palpar la emoción de todos. Fue bonito el ir intercambiando inquietudes e impresiones. Fue muy chulo. Y más aún cuando se decidió hacer una camiseta para ir todos iguales el día del desfile inicial por países. Fernando se encargó de ello –Muchas gracias. Un detallazo–. Como mola hacer piña. Cada cual con su respectiva particularidad de edad, sexo, proveniencia, destino… Pero todos con la misma nacionalidad y con las mismas ganas. Irse encontrando con los españoles, durante los días previos, fue una de las cosas más chulas con las que nos encontramos al llegar a Chattannooga. Sobretodo el jueves, día en que nos juntamos todos vestidos con “la roja” para el desfile. Sorprendida de ver gente a la que conoces y que no te esperas encontrar allí. Contenta de conocer a nuevos compañeros. Abrumada por la admiración de muchos y sus gestos de cariño. Intimidada por el que quisieran que fuese yo la “abanderada”. Y emocionada por vivir ese gran momento. Realmente fue muy especial. Disfrutar de todo ello me hizo sentir aún más mundialista. Fue uno de los grandes momentos que envolvió la carrera – Gracias chicos. Fue un placer conoceros a todos–. Me llevo emociones vividas con ellos, he tenido el placer de conocer a personas estupendas. Como a Rocío, con quién tuve una conexión especial, y a chicos, como Pelayo, que me hizo partícipe de sus historias (llegando a hacerme sonrojar); o como César, un español afincado en New York, al que es imposible no cogerle cariño en el mismo instante en el que le conoces. Pero si había un español al que quería conocer, con todo el respeto hacia el resto, era a Javi Gómez Noya. Esperaba ese momento y llegó. Pero no cómo me lo había imaginado, nos encontramos el jueves por la mañana (al ir a nadar) y fue él quien vino a saludarme. <¿Os podéis imaginar mi emoción…?> Fue la guinda al pastel y la inyección de motivación que me faltaba para centrarme en carrera. Que gran persona y que ilusión que ganara. Fue impresionante verlo en directo.

           

Reconozco que no fue una carrera preparada a conciencia. Quería llegar al 100% y hacerlo lo mejor posible, pero no dejó de ser una competición más en mi temporada en cuanto a entrenamiento se refiere. Más que nada porque el 30 de septiembre me toca correr mi primer Ironman y, por lo tanto, tenía que dedicar los meses previos al mundial y entrenar bien esa ful distance. A la vuelta no quedaría tiempo. Así que el verano lo dediqué más a pensar y preparar el Ironman que el mundial. Obviamente entrenada llegaba, sin duda. Pero, a nivel de planificación, no le di una gran importancia a esta carrera. El hecho de ir sin presión, y sabiendo el gran nivel que había, donde el top10 iba a estar muy lejos, me daba cierta sensación de tranquilidad. Quería disfrutar de esa experiencia y poder sacar lo mejor de mí.

Es cierto que llegaba fuerte. Me encontraba muy bien físicamente. Solo la continua molestia del tendón de Aquiles me impide sentirme bien corriendo. Pero, por lo demás, tenía buenas sensaciones. Las tres semanas en altura parecían haberme dado un plus; no sé si físico, pero sí a nivel mental. Junto a nuestro entrenador, con el que siempre es difícil coincidir estando lejos, hicimos un buen stage. Así que me iba con la seguridad de estar al 100%. ¡Aclaro!: me iba, no llegaba. Y es que una semana en EEUU puede cambiar muchos las cosas: el tute del viaje, el cambio de horarios, el de las comidas, la falta de entreno… De todo un poco. No os contaré con detalle los días previos porque si no, no llegaría nunca a explicaros la carrera. Sin embargo, nos metimos una buena paliza de coche, de andar y de comer. Era lo que tocaba. No iba a renunciar a eso porque venía a disfrutar del viaje con todos los pros y los contras; aunque eso me hiciera llegar en peores condiciones.

Pensaba que, una vez en Chattanooga, sí que podría coger el ritmo normal a la precarrera, pero tampoco fue del todo así: el primer día que quisimos nadar, llegamos a quince minutos del cierre y no nos dejaron ni tirarnos. La logística nos alteraba un poco los horarios. Aunque la anécdota más curiosa fue cuando me perdí, por error, el breafing. Me dejé embaucar por Tomás y Javi que me invitaron a acompañarles al desayuno para los que son “AWA”. Era de 8 a 10:30 en un barco amarrado al lado de la expo. Salimos de nadar a las 9:15 y, como quedaban cuarenta y cinco minutos para la reunión, decidí acompañarles un rato. Pero, cuando estábamos allí, cinco minutos después de subirnos, sin previo aviso, ni ningún tipo de información, el barco empezó a moverse río a dentro. Tendríais que haber visto la cara de tontos que se nos quedó a los tres… No podíamos dar crédito. No sabíamos si saltar y tirarnos al agua (evidentemente no lo hicimos). Total, que nos tuvimos que comer con patatas un paseo por el río Tennessee. Una hora de reloj observando incrédulos lo que nos había pasado. En fin, historietas que, con el tiempo, te sacan una carcajada. No sólo sufrí por la importancia de no asistir a la reunión (obligatoria para los pros), sino que estaba más avergonzada por haberle dicho a Noya, tan solo dos horas antes, cuando lo acaba de conocer, que me sentaría a su lado por si necesitaba ayuda (por lo de mi dificultad para entender el inglés). ¡Aig! No podía dejar de imaginar la silla vacía a su lado y él pensando: <¿esta tía donde está?>. Arribamos a las 10:40. Corrimos para llegar al final de la reunión, y lo conseguimos. Aunque tan al final, que fue abrir la puerta y escuchar los aplausos. Yo solo quería firmar e irme de ahí de la vergüenza que sentía. Pero Tomás insistió en contarle a Javi Noya nuestra aventura. A parte de saber si habían dicho algo interesante. Que bochorno pasé. Javi me contó únicamente que habían cambiado el bucle de bici. ¡Bingo!, basta que te saltes la reunión, como para que haya cambios. Pues vaya que si era importante la asistencia. Me cuenta Tomás, del breafing de grupo de edades, que el dorsal no se lleva en bici sino que solo corriendo y que el gorro te lo dan el momento de la salida… –¡Aig! ¡Pues sí que me he perdido cosas! Verás como la lío en carrera- Que mal rollo, que inseguridad. Pues en carrera no sé, pero antes…, sí que la iba a liar. Me presento viernes tarde para hacer el chek in con mi bici y mis bolsas con todo preparado (bambas, calcetines, gps, comida…) porque el sábado no se podía acceder a ellas y veo que soy la más pardilla de todas. Las pros éramos unas privilegiadas y podíamos dejar todo el mismo día de carrera. Además, nosotras no funcionábamos con bolsas, sino que teníamos nuestro sitio especial; con nuestra caja y todo. ¡Madre mía que novata! Como se nota que tengo poco de “pro”. Bueno, ya que estaba, aproveché y lo dejé todo, aunque fui la única de las cincuenta y ocho chicas élite. A parte de la incredulidad, eso me preocupó sabiendo que podía cometer más errores. Así que el sábado por la mañana, solo una hora antes de la carrera, no paré de mirar al resto de pros para saber qué, cuándo y cómo tenía que hacer las cosas. Pasé de ir a competir muy tranquila y sin presión a ponerme muy nerviosa e insegura. Estaba muy pérdida y desubicada. Ahí supe que, a pesar de querer hacerlo bien, esto iba a ser una toma de contacto porque iba un paso por detrás del resto. Además, el no poder entenderme en mi idioma dificultaba aún más las cosas.

7:10. Veinte minutos para empezar la carrera, veo que las pros tienen su gorro rosa. Todas menos yo, claro. Pregunto y me dicen que espere cinco minutos que me lo traen. Mientras, veía como el resto ya se iban hacia la cámara de llamada. ¡Aig Dios! ¿Pero qué he hecho mal? Es que, si os digo la verdad, no sé ni dónde ni cuándo tenía que recoger mi gorro. No entendía nada. Y aún menos cuando veo que me traen un gorro con otro número y que tienen que pintar como pueden mi número encima. – Pero…, ¿ni siquiera estaba mi gorro? -. Surrealista total. Al menos la organización un diez. Todo hay que decirlo. Esperar, que queda más. Veo que se tiran a calentar (cuando habían dicho que no se podía). Pero, por lo visto, las pros sí. Pues para el agua que voy y caliento cinco minutos, aunque solo sea para centrarme un poco después de tanto lío. Pero ni con esas, porque, estando en el agua, me doy cuenta que no tengo ni pajolera idea de que boyas ni como había que seguirlas. No era un circuito obvio, pero bueno, aquí iba a llevar a muchas chicas delante, así que al menos tendría referencias, o eso esperaba.

Reconozco que me sentí ridícula hasta justo antes del pistoletazo de salida. Porque por primera vez en mi vida, salíamos por carriles dibujados en la moqueta. Después de llamar a las diez primeras, el resto debíamos ponernos correlativamente en cada cajón marcado. Sin saberlo, quise ponerme a la derecha detrás de las favoritas, y entonces vi cada carril. Cuando quise irme hacía la izquierda se me fueron colando y tuve que ponerme en los últimos puestos, los más alejados de la boya. ¡Por favor que esto empiece ya porque voy de mal en peor!

Por suerte, la carrera fue bien. Sin percances. Ya había cometido todos los errores, o casi todos y, aunque tengo que reconocer que algo descentrada, el resto pareció ir todo más rodado.

La natación fue bastante limpia. Tuve que salir muy fuerte para poder esquivar chicas e irme metiendo a la derecha. Conseguí enlazar con el segundo grupo y, a pesar de dividirse, remonté desde la cola pasando a un par que se quedaban rezagas y pude seguir al resto, aunque a unos metros de distancia. El primer grupo se fue rápido. Contaba con ello. Al menos no me quedé sola. Eso me ayudó a no bajar el ritmo y a seguir el circuito que, entre el sol de cara, y mi desconocimiento, resultaba dificultoso.

Me sentí fuerte. Me sentí rápida a pesar de la corriente en contra. Pero cómoda al nadar en agua dulce, como una piscina y calentita. Sin neopreno, como a mí me gusta, pero con mi Rebel. Una natación, algo lenta por la corriente que no aprecié, pero que se me pasó muy rápido y sin percances. Salí rondando la posición diez y, aunque sabía que eso iba a empeorar, ya estaba pedaleando y con algunas chicas como referencia.

El sector ciclista sí que me lo conocía. Una bici dura, como a mí me gusta. Aunque realmente la dureza estaba toda al principio y la segunda parte era mucho más rodadora. Salí con precaución, debía controlar porque nos esperaban más de mil metros de desnivel con un puerto y varias rampas duras y una carrera a pie que aún sería peor. Así lo hice. Controlé el ritmo y me fijé en los watios que ya empiezo a trabajar y conocer. Regulé e hice mi carrera a pesar de ver como algunas rivales me pasaban. Es cierto que con algunas contaba, pero con otras no, aunque también hice algún adelantamiento y, con un par, jugué al gato y al ratón durante algún tramo. A pesar de no encontrar una liebre fija me sentí competitiva al irme encontrando gente en carrera y eso ayudó a mantenerme alerta e ir descontando kilómetros más rápido de lo esperado. Realmente pocas veces, por no decir ninguna, me he encontrado tan cómoda durante todo el sector ciclista. Ni un bajón anímico, a pesar de perder un gel Recuperation por el camino y no lograr que me lo dieran en el siguiente avituallamiento. Iba crecida al encontrarme tan bien y no podía evitar pensar en el Ironman y poder tener esas mismas sensaciones. El único momento que me desmoralicé fue en la parte más fácil y rápida. Un tramo de unos diez kilómetros en mitad del recorrido donde mi desarrollo no daba para más y por no tener más piñones que poner, me pasaban rivales que había adelantado en la subida y eso me dio mucha rabia. Y más cuando no dependía de mis piernas. Pero por lo demás, estoy contenta de mi sector ciclista. A pesar de no verme delante ni luchando por la carrera, muy lejos ya del top10, disfruté del recorrido y me sentí a gusto. Aunque, a posteriori, me queda la duda de si debí haber sufrido un poco más, como suelo hacer, y haber intentado estar más adelante.

El guardarme un punto fue clave para la carrera a pie. Aunque no empezó bien. Hice un invento (de esos que no se deben hacer) y mezclé con mis sales un shot de energía que nos dieron con el dorsal. Justo al salir de la T2 me lo tomé. ¡Dios, como picaba! ¡Uf! Qué llevaba eso…, ¿avispas…? (Creo que era jengibre). Que mal momento pasé. Y, a pesar del agua del primer avituallamiento, me duró el picor un buen rato. Aunque reconozco que creo que fue eso lo que me dio la vida para la carrera. Sorprendentemente me seguía encontrando muy fuerte, como en la bici. Que bien se corre cuando ves que vas de menos a más, cuando puedes disfrutar de una media maratón dentro del sufrimiento inevitable. Era muy dura, con tres rampas matadoras, pero aun así me encontré ágil en todo momento. En cada subida pensé en Álvaro y recordaba su consigna: “cuerpo hacia adelante, pasitos cortos y ayuda de brazos”. –Gracias. No solo me sirvió de mucho, sino que me motivó tenerte en mente–.

Los ánimos de todos los españoles, y en especial los de mi equipo de supporters, me dieron ese empujón que me faltaba y, con sus gritos, me ayudaron a adelantar rivales, a no desfallecer en ningún momento, a sonreír a pesar de dejarme el aliento en cada paso y disfrutar de estar corriendo mi primer mundial. Porque, realmente disfruté. Son de esas carreras en las que te diviertes. Me acompañaron las buenas sensaciones en todo momento. Poder cruzar la alfombra con esa entereza es uno de los mejores regalos. Y más, cuando tienes tu primer Ironman en menos de un mes y ya no te lo puedes quitar de la cabeza. Ojalá me acompañen las mismas fuerzas.

        

La “Top20” del mundo. Sé que muchos esperabais más de mí. Eso quiere decir que me tenéis aprecio y confianza. Os lo agradezco de corazón. Pero yo sabía que mi liga era esa; La de intentar meterme en el Top20 y lo conseguí. Venía con la posición 27, así que no puedo pedir más. Obviamente queda mucho por hacer y quiero luchar por estar delante y seguiré trabajando por ello.

Puedo decir que ha sido “LA CARRERA” del año por excelencia. Mentiría si os dijese que el resultado no pasó a un segundo plano. Nunca imaginé que correr mi primer mundial iba a ser tan gratificante. Vivir todo el ambiente, estar luchando con las mejores, tener una buena carrera y lo mejor de todo: poder compartirla con la gente que quieres y aprecias, eso no tiene precio. Y es que, si a eso, le sumas un viaje increíble lleno de anécdotas, grandes momentos y descubrir New York, Washington y Philadelphia: no se puede pedir más.

  

No me quiero extender más, pero no puedo acabar esta crónica sin agradecer a todas las personas que han aportado su granito de arena para que haya llegado aquí en las mejores de mis condiciones. Mención especial para esa gente que me ha ayudado desinteresadamente: David de Bikehome (que se ha dejado la piel en dejarme la bici lista y modificarme el último día el puente de freno para que me entrara la rueda nueva de speedsix), a mis fisios particulares y amigas, Susana y Mª José (por haberme visitado cualquier día, a cualquier hora y sin ninguna condición, consiguiendo que pudiera correr),a mi familia (por todo). Y a mi marido, que se dejó la piel animándome (a pesar de tener que competir al día siguiente, igual que Tomás). –¡Gracias a los dos!.

Y gracias a todos y cada uno de vosotros que me escribisteis antes, durante y después de la carrera. Aún estoy sorprendida de vuestros mensajes (desde cualquier red social o aplicación), por todo vuestro apoyo y muestras de cariño. Por seguirme en directo durante toda la carrera. Sin palabras. De todo corazón.

De verdad: esa es la mejor recompensa.  

Las semanas de competición siempre son difíciles. Aparecen los nervios, las inseguridades, las molestias físicas, la presión… y más cuando para muchos eres la principal favorita; aunque días antes me dijeron que la olímpica, Bárbara Riveros, nada más y nada menos, se había inscrito a última hora. Con ello, todas las aspiraciones de ganar, porque yo quería ganar, se esfuman. Aun así, eso no me quitaría las ganas que tenía de que llegara esta carrera y poder dar, una vez más, lo mejor de mí. Tenía clavada una espinita desde la última carrera, el half de Zarautz, y me la quería quitar. Y es que la carrera anterior siempre condiciona mucho y, al visualizar la competición, siempre aparecen los fantasmas, si los hubo, de la carrera anterior. Zarautz fue muy dura, Sufrí mucho. Es cierto que estaba enferma y que además venía de competir dos semanas seguidas. Pero, igualmente condiciona. Las rampas que tuve desde la parte final de la bici y todo el malestar físico que me hizo padecer cada kilómetro de la media maratón, aún seguían rondando en mi cabeza. Además, arrastraba unas molestias en los tendones de Aquiles que no me estaban dejando correr con normalidad y me preocupaba de cara a la carrera.

Llegamos con más tiempo que nunca a Vitoria. El miércoles al mediodía ya estábamos allí. A lo pro total. Sin duda fuimos los primeros y lo hicimos por varios motivos: principalmente porque queríamos hacer el circuito de bici y a mí me agobia hacerlo los días previos a la carrera cuando lo que toca es priorizar el descanso a los entrenos largos; por lo tanto, quería recuperar bien. Pero, como teníamos un aliciente especial en este viaje, ya que Javi y yo nos conocimos en esta carrera hace tres años, queríamos disfrutar de la estancia en Vitoria y vivir nuestra pequeña “Luna de miel”.

Tranquilos, relajados. Hasta que… Estando en la habitación, organizándolo todo, nos damos cuenta que nos habíamos dejado los neoprenos en casa. <¡Vaya par!>. Bueno, cosas que pasan. Lo raro es no olvidarse nada. Suerte que mis suegros venían el sábado y nos lo podían traer. Así que cambiamos los planes de ir a nadar al lago y ya está. No valía la pena darle más importancia. Todo sea eso.

Jueves tarde-noche. Empiezan a llegar el resto de pros. Menos Bárbara Riveros que me confirma la organización que finalmente no viene. <¡Uf! ¡Qué nervios, pero qué alegría!>. Aunque los verdaderos nervios llegaron el viernes en la rueda de prensa. No solo por la vergüenza que paso en esos actos por tener que hablar en público, sino por lidiar con la etiqueta de favorita, que tanto gusta, pero que acarrea mucha responsabilidad. Además, me sentía muy pequeñita respecto al resto. No solo por la soltura que ellos tenían, y su dilatada experiencia, sino porque son triatletas a los que admiro y los sentía muy superiores a mí. La verdad es que es una de las mejores cosas que me llevo de este tri, poder compartir con ellos grandes momentos y disfrutar como una niña por estar junto a ellos: Iván, Santamaría, Aguayo, Carlos Aznar, Leiva, Dapena, Fidalgo… y por supuesto Víctor del Corral con el que pude compartir muchos momentos junto a Carlitos y Javi.

La verdad es que me sentía como una reina. Desde antes de llegar la organización nos había tratado con mucha atención y cariño; y al llegar allí no fue menos. Cuidaban de todos los detalles para que estuviéramos mejor que en casa y lo consiguieron. Entre eso y todas las muestras de cariño que siempre percibo en el País Vasco, y que también llegaban de todos lados, es imposible no estar eufórica, y muy nerviosa también. Fue un no parar de estímulos positivos continuos. Y es que Vitoria tiene algo especial y parecía que todos nos habíamos puesto de acuerdo para estar allí y disfrutar de esa gran fiesta. El video con Dani Race, el que no deje de saludar a trialtetas y compañeros que me hacía mucha ilusión volver a ver, a amigos con los que empecé en el Prat hace años, a Mikel que vino expresamente a verme, a la familia de I3, a mis pupilos, a santboianos, a ex nadadores y nadadoras olímpicas como Jessica Valls, a Diego y Mimi, a Almagro, Arrate, Matos, a Mireia que se estrenaba en el full…  ¡Uf! No pararía de decir nombres. Fue muy emocionante.

La verdad que poder disfrutar de tan buenos momentos hace mucho más llevadero los nervios pre carrera y sobretodo entiendes el por qué te gusta competir y te gusta practicar este bonito deporte. Por todos esos momentos que también se viven fuera de carrera y que tantas satisfacciones me da.

El sábado fue un día duro. Es una carrera muy bonita, pero con principio y fin en dos lugares distintos y eso implica dos transiciones en diferentes sitios. Dos boxes separados por unos 30km que hace que la logística del día previo se haga más dificultosa y agotadora. Y, por lo visto, algo complicada. Y si no, que se lo digan algunos de los participantes que, escuchando las preguntas del brefing, mostraron su falta de entendimiento. Que risas nos echamos. Con todo el cariño, pero fue uno de los momentos más divertidos: <¿Pero…, si el autocar me lleva al lago. Luego quién me trae?> Esa fue una de las preguntas más divertidas. Mientras todos los participantes teníamos claro que el trayecto del lago hasta Vitoria era parte del recorrido ciclista, a alguno aún no le quedaba claro a menos de 24 horas de la carrera. Seguramente son los nervios que hacen que te entren muchas dudas y no entiendas nada. Bueno, en cualquier caso, y aunque mucha gente se queje, para mí es un triatlón con mucho encanto, con tres segmentos muy bonitos que, a pesar de la complicación de ir de un lado a otro, yo no cambiaría nada. Así que tocaba dedicar el sábado a prepararlo todo. Dejarlo todo en las dos transiciones, sin olvidar nada, sobre todo en la T2, y a dormir lo más pronto posible.

Domingo 05:00h. Suena el despertador. Como es habitual, pocas horas de sueño encima. Pero con ganas y fuerzas para afrontar la carrera. Desayuno, viaje en autocar hasta el lago, y a dejar todo listo en boxes. Sin mucho tiempo de sobras, y menos cuando el ir al lavabo una vez más suponen 10 minutos de cola. Sin embargo todo controlado y con tiempo para calentar un poco antes de acudir a la cámara de llamadas. Últimos saludos. Últimos abrazos. Y el más especial, como no, para Javi; que nos despedimos transmitiéndonos fuerza y dándonos los mejores deseos el uno al otro.

A los pros nos llaman uno por uno, tanto a chicos como a chicas. Este día salíamos todos juntos. Iba a ser una natación divertida. La verdad es que, la natación no, pero los momentos previos en la línea de salida sí que lo fueron. Qué risa con Pablo Dapena que lo tenía a mi lado. Yo como un flan y el tío súper tranquilo; hasta con las gafas en la frente a falta de menos de un minuto para empezar. Le dije: <ponte las gafas que no queda nada>. ¡Uf! Me estaba poniendo nerviosa. Que tranquilidad, pero que envidia. El mejor momento fue cuando empieza la cuenta atrás y cuentan en vasco. A Pablo se le escapa un: <¡Mierda!>, en el plan: <¡No entiendo nada!>. Yo pensé lo mismo. Que gracioso. Luego comentó Pablo que, para la próxima; se aprendía los números en vasco. Qué razón tenía. Y es que esa ventaja se notó, porque Jon, que estaba a mi otro lado y es vasco, al escuchar el 1 reaccionó y arranó hacia el agua siendo el más listo de la clase.

 

     

Pues sin más preámbulos dan la salida y me meto en el agua con la agonía de saber que tengo a mil personas detrás y que no podía dejar de nadar muy rápido, al menos hasta que fuera encontrando mi sitio. Tardé en hacerlo. Fue una natación muy dura. Salir con chicos y tanta gente dificultó mucho el nadar cómodo. No me preocupaba ni el tiempo ni el estilo, pero si los muchos momentos que tuve de agobio por los agarrones y golpes. Y, sobre todo por el pánico de que, en un momento dado, no consigas controlar la respiración y sufras un colapso. Tuve un momento muy duro en los primeros metros y tenía la necesidad de parar y salir de esa avalancha claustrofóbica. Solo me motivó a no hacerlo el hecho de que, parar, sería peor. Y que, igual me engullía la gente sin la posibilidad de sobrevivir. Lo superé y pensé: <Si yo lo estoy pasando tan mal aquí delante, ¿Cómo lo estará pasando el resto detrás?> . Sobre todo pensaba en Javi que ya ha sufrido varios agobios en la natación de los triatlones y era uno de sus miedos. <¡Vamos cariño, esto no nos puede superar!> -pensé. Me animaba también a mí misma.

    

Fue una natación complicada, pero reconozco que el nadar con tanta gente también ayuda a que tengas referencias y no bajes el ritmo. Y sobre todo a que se te pase más rápido. Además, desde los primeros metros, vi que Helena Alberdi estaba en mi grupo y eso era señal de que estábamos encabezando la carrera femenina. Conseguí aguantarla y aunque se me escapó algunos metros en la parte final, después de una buena transición, con calcetines incluidos, le rebasé en el momento de montarnos a la bici.

  

Empezaba mi sector ciclista en solitario ¡para variar!. Y una vez más, con la presión de ir en cabeza y querer sacar ventaja a las rivales con el peligro de pasarme de vueltas. Pensé que por el hecho de salir con los chicos, y con mil participantes a la vez, iba a tener más compañía en la carretera. Sin embargo no fue así. Los pocos chicos que me pasaron lo hicieron a un ritmo muy alto; tanto que ni si quiera pude intentar seguirles. Exceptuando la parte final del sector ciclista, donde nos juntábamos con los participantes del full, y los rezagados del half y, aunque con mil ojos de no tener ningún percance con tanta gente y evitar el drafting, fue el momento más ameno de la bici. Además, coincidí con muchos conocidos y pudimos animarnos mutuamente: Jose Esquinas, Juan el loco, Paco Y Helena del I3…

Me gustó, disfruté en la bici. Era una bici rápida, 37’5km/h de media, imagínate. Pero no era fácil. De esas de no parar de dar pedales. De esos circuitos que a mí no me gustan demasiado. Pero salió bien. Tuve un buen día y con buenas sensaciones. No sé si podría haber ido más rápido, en cambio era uno de esos días en los que te sientes cómoda pedaleando a ritmos altos y, a pesar de mi soledad en carrera, mi estado anímico era muy bueno. Eso ayudó a que los kilómetros fueran pasando rápidos y pudiera disfrutar del magnífico circuito como en pocas carreras puedo hacer. En un par de ocasiones se me escapó una sonrisa afirmando lo que pensaba, y es que Vitoria tiene un encanto especial y me sentía contenta de volver a estar allí. Solo había algo que me borraba la sonrisa y era el miedo. Los fantasmas de las rampas de Zarautz no dejaban de aparecer. El miedo a que en cualquier momento me dieran los calambres y no pudiera seguir. Eso me preocupó mucho. Por suerte eso no llego a pasar y además me sirvió para cuidar más y mejor la hidratación, la suplementación y, sobre todo, el ritmo.

  

Subidón al llegar a la T2. Aclamo popular que hace que las piernas te tiemblen y el pulso se te acelere. Aun así la emoción me duró poco. Tan solo un minuto después, mientras salía de boxes para empezar a correr, de nuevo escucho sonoros aplausos que indicaban la llegada de la segunda chica. <¿Ya? ¿Tan cerca? ¿Quién es?> . Era Aitzane. Me sorprendió; no os voy a engañar. Ni la esperaba a ella en segunda posición y muchos menos tan cerca.

Volvieron los miedos. Volvió ese pánico que se siente cuando tienes una rival tan cerca y saber que hasta que no te alcance, no va a dejar de intentarlo. Obviamente. <Pero Judith. Que esto es la competición. ¿Qué te creías? ¿Que siempre vas a llegar a la T2 con ventaja suficiente para correr tranquila?>. Soñar es gratis.

  

Pues hoy no. Hoy no iba a ser el día que se cumplieran todos los pronósticos. No solo iba a ser capaz de mantener el liderato durante toda la carrera, sino que además lo iba hacerlo más cómoda que nunca; ampliando la ventaja y permitiéndome el lujo de disfrutar del ambiente inmejorable que te brinda Vitoria. Y es que eso lo percibes rápido. En el momento que te pones a correr, sabes si va ser un buen día o no. Lo sentí desde el primer kilómetro. Se me olvidaron los fantasmas de Zarautz y hasta los de perder esa primera plaza. En cada kilómetro que pasaba me sentía más fuerte, más ágil y más rápida. Podía ver como Aitzane se distanciaba y yo me venía más arriba. Fue de las pocas carreras que conseguí creerme que iba a ganar.

No solo mis buenas sensaciones y el acierto con las mejoras en la suplementación gracias a mi dietista Marta de Kronosport me estaban ayudando, sino que fue imposible no volar en carrera con tanta gente animando y con tantos estímulos positivos que recibía en cada kilómetro, con el hecho de cruzarte con muchos amigos y conocidos que estaban corriendo como lo eran Carlitos, Jordi Arias, Iván…, el encontrarme con Javi, uno de los chicos a los que entreno, y que debutaba en esta distancia; el ver a Gema dejándose la piel animándome (es una de las últimas chicas que entreno y aún no la conocía en persona), también a Miguel Ángel y Javi y al resto de supporters del I3, a Ainhoa Murua animándome y dándome referencias… Fue un subidón tras otro que hasta me hicieron olvidarme un poco del dolor del tendón de Aquiles que me dejó tres días coja y que, después de diez días, aún no me dejaba correr bien.

 

   

Pero si hubo un momento especial en carrera, fue cuando me enteré que el alcalde era el que iba en la bici que me estaba guiando en carrera. Y que no solo no dejó de animarme a mí, sino al resto de participantes que pasábamos y nos pasaban. <¡Chapeau!>. Para mí no solo fue un honor y un privilegio, sino que creo que es un gesto que dice mucho como persona y que te ayuda a entender el por qué Vitoria se vuelca tanto con el deporte. Mi admiración máxima hacia él y a su gran ciudad.

   

Vitoria ha sido y será una de las mejores carreras que he vivido. Es difícil disfrutar tanto en carrera como lo hice aquí. En carrera es complicado saborear el triunfo antes de llegar a meta. Pero lo logré. A falta de 2kms ya me creía invencible y pude saborear ese ambiente indescriptible. La gente gritaba eufórica, Vivían la carrera conmigo. Quería mirarles a los ojos a todos y agradecerles los ánimos, los aplausos. Fue un baño de masas. Parecía que estaba viviendo un sueño. Recuerdo, como si fuera ayer, esos metros finales en los que, cuando pasaba por la plaza de meta, no podía dejar de aplaudir. Quería devolverles todos esos aplausos. Quería dedicarle mi carrera a cada una de esas personas que tanto me habían ayudado y que tanto me habían hecho sentir.

Llegué a la alfombra azul, agradecí al alcalde su compañía y seguí aplaudiendo a toda una plaza abarrotada de gente. Lo hice hasta que alcé la deseada cinta de campeona.

La carrera no acabó aquí. Tocaba seguir disfrutando de esta gran ciudad y de ese gran ambiente. Saborearlo con Javi y mis suegros. Con el resto de amigos y conocidos. Tocaba también animar a todos los conocidos, y a los no conocidos, del Full. Tocaba darle mi último aliento a Ruth, que me hizo emocionarme viéndola correr. Eneko que también estaba sufriendo con ella, corriendo de lado a lado, en una de esas ocasiones me grita: <¡Felicidades!>, <¡igualmente!>. A lo que pude responderle, segundos después, por haberme quedado sin palabras con ese gesto.

Esta ha sido una de las crónicas que escrito con más retraso por falta de tiempo. Pero no he olvidado ni uno de los momentos que viví en esa carrera. Me ha costado conciliar el sueño varios días. Me ha costado borrarme la sonrisa de la cara. Sonrisa que aún asoma cuando pienso en ella. Sé que esta gran carrera será mi motivación para preparar mis próximos objetivos. Nada más y nada menos que el mundial 70.3 y el Ironman Barcelona.

 

 

 

 

 

 

La carrera de Zarautz empezó justo al acabar en Samorin. El querer recuperarme en tan sólo una semana, acabó siendo una prueba de fuego.

Eran tantas las ganas de volver a Zarautz que, el mismo lunes, ya creí sentirme más recuperada que nunca. Pero, en cuestión de horas, la cosa cambió por completo. Empecé a encontrarme mal. A dolerme la garganta. Cogí frío de los aires acondicionados y los cambios bruscos de temperatura. Imagino que mi cuerpo, bajo de defensas, contribuyó a que pillara un gran trancazo. Pasé de la euforia a la decepción en un solo día. De golpe me encontré metida en la cama con la impotencia de no poder hacer nada al respecto. Digo nada porque, expuesta a los controles antidoping, no sabía ni que era lo que podía tomarme.

<Mejor no tomes nada. No te arriesgues> Esa fue la respuesta de mi entrenador al preguntarle, desesperada, si al menos podía tomarme un iboprufeno. Así que estuve a base de propolio. Lo hice para aliviar el dolor de garganta, y dormir todo el día esperando a que, en cuestión de días, mi cuerpo recuperase su estado normal. Pero los milagros no existen. Y por más que yo quisiera estar al 100%, no lo conseguí. Al menos rasqué un 50% de fuerzas que me llevó a querer estar en la línea de salida a pesar de las consecuencias.

No me gusta quejarme. Al menos de puertas para fuera. Ni os voy a describir la mala sensación de estar metida en la cama hasta el día antes, sin saber qué hacer, y ver como tu objetivo pasa, de querer ganar una carrera, a querer, al menos, estar en ella. Pero, si no os explico esto, no sería una crónica real. Además de que fue el desencadenante de todo. Me arriesgué a competir. No quería dejar de intentarlo a pesar de las consecuencias. Se lo debía a la organización, que un año más me habían invitado. No podía faltar, y menos, después de saber que la gente se pelea para conseguir una inscripción que se agota en menos de un minuto.

    

Sábado. 14.00h. Arranca la competición desde la playa de Getaria. Empiezan los casi 3 km de natación que nos separan de la playa de Zarautz y consigo aguantar los pies de Helena Alberdi (Una nadadora excelente que iba a marcar el ritmo en este sector y que para mi sorpresa pude aguantar su estela). Una gran natación detrás de su fuerte batido de pies que me guiaron continuamente y que me hicieron disfrutar de esa bonita, pero dura natación. Solo la perdí a falta de un 1 km donde ella se desvió hacia la derecha pegándose a las rocas. Aun así, llegó antes que yo a la última boya y se me alejó un poco. Lo peor fue el tramo final. Con mucho oleaje y una gran resaca. Pero, después de llevarme un buen revolcón con la primera ola, que me pilló desprevenida, con el resto, me dejé llevar medio surfeando y hasta disfrutando como una niña.

Prueba superada. Natación hecha. Con el objetivo más que cumplido (poder seguir a Helena y aventajarme sobre el resto). Lo que nunca pensé que tanto. Conseguí sacarles a Saleta y Brea cinco minutos. <¡Qué pasada!>.

             

Empiezo la bici con mucha cautela sabiendo que mi estado de forma no era el mejor, pero eufórica por irme encontrando bien y estar, en ese momento, liderando la prueba con autonomía. Decidí controlar y hacer la bici más conservadora de lo que lo he hecho nunca. Disfruté de esas dos primeras vueltas donde iba recordando el circuito. Me sentía ágil, cómoda y con fuerzas (a pesar de todo). Me estaba guardando un par de puntos y aun así estaba siendo muy superior al resto. No solo lo comprobé con las chicas, sino que me adelantó Cesc en el inicio de la primera vuelta y Gus no me pasó hasta veinticinco kilómetros después. Y ningún chico más hasta los últimos 6 km de ciclismo (para ser exactos, sólo dos más). Eso nunca fue así en las dos ediciones anteriores. Pero, cuando más bien me lo estaba pasando, llegó el momento más duro. Por sorpresa y sin previo aviso.

     

El segundo paso por Zarautz es uno de los momentos únicos de esta carrera. Un cordón interminable de gente, que te grita y te aplaude, donde es muy difícil controlar la emoción. Y más cuando sientes que estás volando sin gran esfuerzo. Y sin desgastarte, sabiendo que, tú batería, hoy, está medio cargada. Con la cabeza fría, e intentando controlar la situación, no puedo evitar emocionarme cuando veo a Javi y Aída y me cantan que les llevo diez minutos a mis rivales. <¿Qué? No puede ser. ¡Qué pasada!>. Madre mía. Si es que…, ni en el mejor de los sueños. Pero aun así, yo, conocedora de mi debilidad, no quería hacerme ilusiones. Sin embargo, sí que me podía permitir el seguir regulando para no desgastarme más de la cuenta, ya que, de momento, la cosa iba muy bien.

Iba muy bien. Hasta ahí. Llegué, al temido muro de Aya, más fresca que ningún año. Empecé a subirlo con pausa, pero con ganas y todavía con fuerzas a nivel anímico. El calor empezaba a hacerme mucho daño y a castigarme mucho en la subida. Notaba como no paraba de chorrearme, literalmente, el agua por todo el cuerpo. Poco a poco iba avanzando y superando la parte más dura de toda la carrera. Parecía que lo tenía, que coronaba Aya, cuando, de golpe, noto como, mi cuádriceps derecho, se empieza a enrampar sin poder controlarlo. Pedaleando, y solo haciendo fuerza con la izquierda (para por lo menos llegar arriba), provoco la misma reacción en el otro cuádriceps y a duras penas consigo salvar el ascenso.

Todo se me desmoronó de golpe. Cuando creía que iba mejor, y que estaba salvando la prueba, todo se fue a pique. Miedo de no llegar ni a la T2 e impotencia de no poder controlar esas rampas a pesar de sentirme bien. Quería buscar un por qué: el calor, la falta de hidratación, el sobreesfuerzo−<¿No será por el simple hecho de que estás mala Judith?> me preguntaba a mí misma. Pero, en ese momento, a mí eso no me servía de nada. Diez kilómetros de auténtico infierno donde recé en cada pedaleada por controlar esas rampas dejándome llevar en las bajadas. Mínimo esfuerzo en el llano y agonía en las subidas. Notando como se iba endureciendo y subiendo la pierna. Rompiéndose fibras y agonizando por el dolor. Lo peor fue el no poder disfrutar de la subida a Txurruka donde solo pude cerrar los ojos e implorar que mi cuerpo, por lo menos, me acompañara hasta arriba. Lo conseguí gracias a un público que se deja la piel mientras tú te retuerces en la última subida.

Todo cambió en ese momento. Llegué a la T2 con lágrimas en los ojos y viendo que mis piernas ya no respondían. Solté piernas antes de calzarme las bambas, pero nada podía aliviar los calambres. Sabía que me podía pasar. Que, en ese estado, no fuese capaz mi cuerpo de soportar un esfuerzo tan grande como el de un half tan duro. Pero no quería tirar la toalla. Lo tenía que dar todo hasta desvanecerme.

Veinte kilómetros muy, muy largos. Marcados por un gran dolor en las piernas y en el estómago que se me revolvió todo. Con ganas de vomitar, mareos, vista borrosa y, para colmo, las plantillas de las bambas que se me ladearon una vez más. Yo agonizaba. Solo pensaba en avanzar, aunque parecía no poder hacerlo. No sabía si corría. Únicamente me dejaba llevar tratando de acabar con ese sufrimiento, pero tenía que hacerlo en la línea de meta, y no antes. Sabía que la primera posición se me estaba escapando con Brea, que sé que corre muchísimo y que estaba recortando una distancia que parecía insalvable para todos, menos para mí viendo mi estado físico. Finalmente, sin poder hacer nada más que felicitarla, me dio caza a falta de poco más de dos kilómetros para meta.

    

¡Llegué!. En Zarautz era imposible no llegar a meta. Lo hice en una meritoria segunda posición, a pesar de todo. Quise disfrutar de los últimos metros y de la entrada a meta saboreando la singularidad que te brinda correr en Zarautz con todo el mundo entregado en la calle. En ese momento sabía que eso no podía perdérmelo. En ese momento comprobé, una vez más, que ese es uno de los momentos más mágicos que puede vivir un deportista, correr en Zarautz. Y solo por ese momento, donde todo lo demás pasa a un segundo plano (posición, resultado, tiempo, sufrimiento…), solo por eso, valió la pena competir.

    

Si hubiera venido a ganar, no estaría aquí. Pero, tengo la gran suerte de amar este deporte y ver más allá de una victoria. Hago esto porque me gusta, porque me apasiona, es porque es mi hobbie y no mi profesión. Me hubiera arrepentido mucho de no haber corrido este sábado. Me siento orgullosa, una vez más, de mi lucha. De no tener miedo a nada ni a nadie.

     

Me quedo con la frase de mi entrenador al acabar la prueba (que también corrió): <“Si te digo la verdad, nunca creí que serías capaz de hacer lo que has hecho con el tute que llevas y la semana que has pasado”>

Si puedo, volveré el año que viene. No a buscar la txapela, sino a para volver a vivir, de nuevo, la carrera más impresionante que existe. Para volver a disfrutar de un fin de semana en compañía de mi pareja y de mis amigos y de volver a vivir esos grandes momentos que me llevo de este fin de semana.